sábado, 1 de septiembre de 2018

Rennes-le-Château: ¿enigma o farsa?


Una de las vertientes más prolíficas –y exitosas– de la reciente historia alternativa ha sido una cierta historia esotérica, que puede incluir aspectos diversos relacionados con sociedades secretas, templarios, cátaros, tesoros ocultos, linajes sagrados, etc. Este subgénero no es en realidad nada nuevo, pues hace ya medio siglo que despegó gracias a la difusión del llamado “misterio de Rennes-le-Château” junto con otros temas colaterales. Este fue el principio de una literatura popular que mezclaba lo histórico (o político) con lo religioso y lo oculto, cuyo punto culminante tuvo lugar a finales del pasado siglo con la publicación de Holy Blood, Holy Grail[1], de los investigadores británicos Baigent, Leigh y Lincoln, que fue un notable éxito de ventas. Veinte años más tarde, el escritor Dan Brown se inspiró directamente en dicha obra –siendo incluso acusado de plagio– y saltó a la celebridad con su famosa novela (y luego película) El código da Vinci, que reincidía en la misma temática, pero con una elaborada trama de corte policíaco. Lo cierto es que a día de hoy se han publicado sobre el tema miles de libros y artículos en varios idiomas, y ya es todo un clásico de la historia alternativa.

Con tal éxito popular, podemos afirmar sin reservas que –más allá de una compleja investigación de trasfondo histórico– estamos ante todo un fenómeno cultural de masas, y en este punto sería lícito preguntarse qué hay de especulación y de realidad en este asunto y si se han manipulado o exagerado las cosas por motivos simplemente comerciales o de otra índole. En fin, por desgracia, vemos aquí la habitual sombra que planea sobre muchas obras de historia alternativa, en que se acusa a los autores de fantasía o tergiversación de los hechos para crear y vender historias fascinantes pero que tendrían escasa veracidad, con mucha más carga literaria que científica.

Esta controversia, empero, no es fácil de abordar y resolver, pero aquí al menos trataré de aportar algunos argumentos e impresiones personales, a partir de mi condición de lector de tales obras y de historiador con bagaje académico. Y como aviso a navegantes, remarco que la introducción al “misterio de Rennes” que ofrezco seguidamente está basada en las versiones convencionales y en los hechos más o menos probados. Otra cosa muy distinta son las interpretaciones, que están sujetas a crítica y revisión por las razones que luego expondremos. Vayamos pues a la presentación de los elementos esenciales.

Bérenger Saunière
Todo empezó el 1 de junio de 1885, cuando un sacerdote de 33 años llamado Bérenger Saunière fue destinado a Rennes-le-Château, un pequeño pueblo de unos 300 habitantes en la comarca de El Razès (departamento de Aude), cerca de la ciudad de Carcassonne, en el sur de Francia. El nuevo párroco, que conocía bien el pueblo pues había nacido en la cercana aldea de Montazels, vio que tenía mucha labor por hacer, empezando por restaurar la maltrecha iglesia de Santa Magdalena, que estaba casi en ruinas. El problema era grande pues las autoridades eclesiásticas no le facilitaron fondos y la gente del pueblo tenía muy poco dinero. Pese a esas dificultades, entre 1887 y 1888 emprendió los arreglos más urgentes con un dinero de la parroquia. No fue hasta 1891 en que se decidió a dar mayor alcance a las obras, gracias a una donación privada y a un préstamo del consistorio municipal. Y a partir de ese punto todo iba a cambiar de forma dramática.

De repente, Saunière pasó a tener dinero a espuertas y no reparó en gastos. De este modo, aceleró las obras en curso y a finales de siglo se permitió acabar a lo grande la restauración de la iglesia local, introduciendo algunos elementos o símbolos desconcertantes, como por ejemplo la pila de agua bendita sustentada por una estatua del demonio Asmodeo, la inscripción del tímpano Locus iste terribilis est (“Este lugar es terrible”), la presencia de dos figuras del niño Jesús (uno con José y el otro con María), e incluso un típico suelo masónico, con baldosas blancas y negras, en forma de tablero de ajedrez orientado a los puntos cardinales. Para algunos autores, en realidad la reforma convirtió la iglesia en un criptograma lleno de mensajes subliminales para iniciados, algo mucho más próximo al ocultismo que a la religión católica. Y no es menos paradójico que el obispo de Carcassonne, Félix-Arsène Billard, hiciera la vista gorda ante tantas rarezas y ante la incierta procedencia de la súbita riqueza del párroco.

La Villa Betania
Por otra parte, Saunière decidió emprender entre 1900 y 1906 otras costosas obras en el entorno. Así, con unos fondos que parecían inagotables[2], compró terrenos, sufragó una carretera decente para acceder al pueblo y edificó una mansión (la Ville Bhétanie) donde agasajaba a sus visitas, pero que justificó como una futura residencia para sacerdotes ancianos. También mandó construir un parque, una terraza o mirador (el Belvedere), un invernadero, un pequeño zoológico y sobre todo la famosa Tour Magdala (una especie de “mini-castillo” neogótico), donde ubicó su despacho y su biblioteca personal. No obstante, Saunière tuvo por costumbre alojarse en la vieja casa rectoral.

En todo este tiempo, su conducta levantó no pocas quejas, desconfianzas y sospechas pues pasaba noches enteras excavando en el cementerio, recibía muchas visitas de personajes distinguidos[3], viajaba fugazmente a lugares indeterminados (y se preocupaba de simular que no había salido del pueblo), tenía cuentas bancarias e inversiones en varias entidades francesas y extranjeras, buscaba y recogía piedras –sin aparente valor– por la región, adquiría manjares y productos refinados, recibía giros postales de toda Europa para celebrar misas, etc.

Con el paso de los años, Bérenger Saunière empezó a tener serios problemas con sus superiores eclesiásticos a causa de su inexplicable riqueza y su tren de vida. Interpelado por Monseñor Beauséjour, el nuevo obispo de Carcassonne, Saunière se limitó a decir que su riqueza provenía de las generosas sumas que recibía por parte de pecadores en busca de penitencia que deseaban mantener el anonimato. Pero el obispo mantuvo su recelo y después de varios intentos fallidos por su parte de alejarlo de Rennes o de reconducirlo, finalmente logró que fuera suspendido a divinis en 1910, lo que no comportaba la excomunión (la expulsión de la Iglesia) pero sí la prohibición tajante de administrar sacramentos y celebrar oficios. Sin embargo, un año después Saunière apeló la sentencia ante el Vaticano, que lo reintegró en su cargo, desautorizando a Beauséjour. Pero esta fue una victoria parcial, pues en 1915 fue suspendido nuevamente y esta vez de forma definitiva.

El interior de la iglesia de Sta. Magdalena (Rennes-le-Chateau), tras las reformas de Saunière
En todo caso, el dinero seguía fluyendo y sabemos que Saunière, al iniciarse el año 1917, tenía previsto implementar grandes proyectos constructivos en Rennes y en toda la comarca, incluyendo la instalación de agua corriente para todo el pueblo y la edificación de una gran biblioteca en forma de torre de 70 metros de altura. Todo esto no es fantasía, pues nos consta que encargó los planos a un arquitecto e incluso llegó a firmar, con fecha 5 de enero de 1917, un presupuesto inicial de ocho millones de francos. Pero llegados al día 17 enero, Saunière padece un súbito ataque de apoplejía a las puertas de la Torre Magdala y fallece poco después, el día 22. Se sabe que antes de morir se confesó al padre Jean Rivière, amigo suyo. Al parecer, este quedó tan impresionado ante lo que le explicó Saunière que le negó la extremaunción, pasando el resto de su vida deprimido y turbado por el recuerdo de lo que escuchó. Y por supuesto, no podía decir ni media palabra, al estar atado por el secreto de confesión.

Marie Denarnaud
Saunière fue llorado por todo el pueblo de Rennes y enterrado en una tumba del cementerio local[4]. A su muerte, desaparecieron muchos de sus objetos personales (libros, cuadros, papeles...) y con cierta sorpresa se descubrió que él nunca había poseído nada, pues toda su fortuna y propiedades estaban a nombre de su ama de llaves –y tal vez pareja– de toda la vida, Marie Denarnaud. De esta mujer se sabe que hasta 1946 vivió de modo confortable, pero al instaurarse la nueva moneda (francos nuevos), se encontró que debía declarar el origen de todo su dinero antiguo. Frente a ese dilema, antes de revelar nada sobre la riqueza de Saunière, prefirió destruir toda una fortuna en billetes antiguos y sobrevivir en condiciones más bien precarias. En tales circunstancias, vendió la Villa Betania y le prometió a su comprador, Noël Corbu, que antes de morir le revelaría “un gran secreto que le haría un hombre rico y poderoso”, pero Marie –al igual que Saunière– sufrió un súbito derrame cerebral el 29 de enero de 1953 del que ya no se recuperó; poco antes de morir sólo pudo pronunciar unas palabras ininteligibles, llevándose a la tumba lo mucho que probablemente sabía.

Esta es la historia que popularizaron varios investigadores desde la segunda mitad del siglo XX, empezando por Gérard de Sède –que lanzó el caso en el ámbito francés y luego mundial­– y acabando con la exitosa obra de Dan Brown. Obviamente, el punto central de todo este asunto gira alrededor de una hipotética fuente de riqueza que pudo descubrir Saunière en Rennes-le-Château. ¿Se trataba de un clásico tesoro de piedras preciosas, joyas, monedas, oro y plata, o era más bien otra cosa, tal vez un conocimiento secreto? A partir de aquí ya tenemos las dos hipótesis principales que ofrece la historia alternativa en torno a Rennes, que paso a comentar seguidamente. (Dejo a un lado otras hipótesis minoritarias, como la que –por ejemplo– propone que Saunière encontró nada menos que la tumba de Jesús.)

La primera de las hipótesis, la del tesoro “físico”, fue defendida por el citado autor francés Gérard de Sède en su libro L’Or de Rennes (“El oro de Rennes”), publicado en 1967. De Sède tuvo la habilidad de retomar las habladurías e historias locales sobre Saunière y conectarlas con las antiguas leyendas sobre la existencia de un fabuloso tesoro en la región, atribuido a diversas culturas o poderes. Su intención no era otra que fomentar el misterio y desbaratar la versión oficial, sostenida por la Iglesia, según la cual Saunière se dejó llevar por la corrupción y aceptó suculentos donativos privados al tiempo que traficaba a gran escala con la cuestión de las misas. En efecto, para de Sède y otros muchos autores, resultaba más que evidente que todo esto, aun siendo cierto, no explicaría satisfactoriamente el gran volumen de dinero manejado por el párroco ni sus extrañas actividades, a no ser que se hubiera dedicado a despistar a todo el mundo[5].

Así, la versión difundida por de Sède incide en que hacia 1891, en plenas obras de restauración de la iglesia, el abad Saunière encontró algo insólito en el interior de uno de los pilares que sostenían el antiguo altar de la iglesia. El hallazgo consistiría, supuestamente, en cuatro viejos pergaminos guardados en tubos de madera. El más antiguo era de época medieval y había otro del siglo XVII, y ambos parecían ser genealogías reales. Los dos restantes databan del siglo XVIII, y habían sido escritos de forma críptica por Antoine Bigou, un párroco antecesor suyo en el puesto entre 1774 y 1790. Ahora bien, según otras fuentes fueron cinco los pergaminos, e incluso otra versión afirma que ya en 1887 el campanero de la iglesia le había cedido a Saunière un tubo de vidrio con un papel enrollado en su interior que había localizado en el interior de un pilar de madera. Además, también se halló –bajo una cierta “losa de los caballeros”[6]– un recipiente con algunos objetos valiosos, incluyendo monedas de oro. A partir de ese momento, Saunière, viendo lo que podría tener entre manos, se cuidó de desviar la atención y de alejar discretamente a los operarios y a los pueblerinos de cualquier pesquisa o hallazgo sobre el terreno.

"Los pastores de Arcadia", de Nicolas Poussin
El caso es que Saunière decidió quedarse con los pergaminos y en 1892 –tras obtener el permiso del obispo Billard– se trasladó a París para tratar de desvelar el significado e importancia de los documentos. Allí frecuentó círculos intelectuales y artísticos, e incluso esotéricos[7], y se dedicó a estudiar especialmente un famoso cuadro del Louvre llamado Los pastores de Arcadia (una escena de unos pastores alrededor de una tumba en la que se lee una enigmática inscripción: Et in Arcadia ego), del pintor del siglo XVII Nicolas Poussin. Al respecto, hay que señalar que Saunière, en sus andanzas nocturnas en el cementerio, había dañado intencionadamente dos lápidas funerarias de la tumba de Marie d’Hautpoul, marquesa de Blanchefort, alegando motivos espurios, pero quizás con la turbia finalidad de ocultar pistas sobre el paradero del hipotético tesoro, ya que en la lápida horizontal constaba –medio en latín, medio en griego– la misma inscripción: Et in arcadia ego[8]. El caso es que algunas fuentes sugieren que Saunière se hizo ocultista a raíz de su viaje y que incluso se unió a la Orden de los Rosacruces, pero no hay certeza sobre ello. En fin, nadie sabe exactamente qué clase de conocimientos, influencias o poderes adquirió el párroco, pero lo cierto es que al volver a Rennes-le-Château la situación dio un vuelco espectacular y Saunière empezó su carrera de millonario emprendedor.

Estatua del demonio Asmodeo
¿Pero de qué tesoro perdido estaríamos hablando? Lo que sabemos históricamente es que Rennes fue en época antigua un enclave mucho más importante de lo que ha sido en tiempos recientes. En la era romana se llamó Rhedae (o Reddae) y tras la caída del poder imperial llegó a ser una importante capital visigoda, con miles de habitantes, en un reino que se extendía por el sur de Francia y gran parte de la Península Ibérica. Y aquí nace el primer eslabón de la leyenda: al parecer, los visigodos habrían ido acumulando un gran tesoro, fruto de sus conquistas, pero sobre todo del saqueo de Roma del año 410 a cargo de Alarico, en que dieron con muchas de las riquezas que los romanos habrían ido rapiñando a lo largo de siglos, incluyendo el fabuloso tesoro judío aprehendido el 70 d. C. por el emperador Tito en Jerusalén. Y ahí se dispararon las elucubraciones por el hecho de que Saunière hiciera colocar en la iglesia la estatua de Asmodeo, que era el demonio custodio del templo de Salomón y sus tesoros...

Siguiendo esta cadena, otras leyendas apuntaban a que el gran tesoro de Rennes podría estar relacionado directamente con los cátaros o con los templarios, porque ambas comunidades –nacidas en la actual Francia– habían amasado grandes fortunas (sobre todo los templarios) en relativamente poco tiempo y se habían ganado muchos e influyentes enemigos. Como sabemos, tanto cátaros como templarios fueron ferozmente perseguidos y eliminados por los máximos poderes políticos y religiosos en los siglos XIII y XIV respectivamente y sus riquezas bien pudieron ser ocultadas antes de caer en manos enemigas. En cuanto al destino de este supuesto tesoro, existía una historia local que se remontaba al siglo XVII según la cual un pastor de Rennes llamado Ignace Paris, al buscar una oveja perdida, había encontrado una gruta llena de esqueletos y de pilas de monedas de oro, pero nadie le creyó y terminó siendo apedreado y muerto por ladrón. Asimismo, se sabía que desde antiguo se habían explotado en la región minas de oro y de otros metales, si bien no siempre resultaba claro si se trataba de yacimientos naturales o de depósitos “artificiales”[9].

En resumidas cuentas, nos encontramos con una serie de historias fantásticas sobre inmensas riquezas que durante siglos fueron aumentando y pasando de mano en mano: judíos, romanos, visigodos, francos, cátaros, templarios, etc. hasta que en un momento dado de la Edad Media se perdió su rastro por completo. (¿No les suena todo esto a la película de 2004 “La búsqueda”, protagonizada por Nicolas Cage, en la cual las sociedades secretas tenían un papel destacado?) Lo cierto es que las conexiones históricas y arqueológicas están ahí, como por ejemplo la presencia de los Blanchefort, uno de cuyos antepasados, Bertrand de Blanchefort, había sido Gran Maestre de la Orden del Temple. En este sentido, no se puede negar que la zona está cargada de historia –a veces turbulenta– y de conflictos de poder. 

La Torre Magdala
Sin embargo, a la hora de presentar pruebas determinantes sobre esta teoría, todo se queda más bien en conjeturas e indicios. Lo único que podríamos plantear, como mera hipótesis, es que Saunière tal vez halló una especie de “mapa del tesoro”, más o menos codificado, y que le llevó cierto tiempo descifrarlo y dar finalmente con las riquezas. En cuanto a los indicios, es cierto que existen algunas breves referencias al supuesto tesoro. Por ejemplo, Saunière le confesó en una ocasión a otro sacerdote amigo suyo, de nombre Antoine Beaux, que el tesoro existía y que él lo mantenía a buen recaudo, sin dar más explicaciones[10]. A su vez, Marie Denarnaud ofreció algunas pistas y llegó a decir que “la gente que vive aquí camina sobre oro sin saberlo” y que “con lo que había sobrado [del tesoro] se podría alimentar a todo el pueblo durante 100 años y aún quedaría dinero”. Por otro lado, un maestro de obras reconoció que Saunière le había encargado fabricar un espacio bajo la Torre Magdala para guardar allí una misteriosa caja. Por supuesto, nada se sabe de tal caja ni de su contenido. Asimismo, el propio Gérard de Sède tuvo la ocasión de entrevistarse con un anciano sacerdote llamado Joseph Courtauly que le aseguró que la historia del tesoro era auténtica, y para refrendar su afirmación le mostró una colección de antiguas monedas merovingias (datadas entre el 600 y 700), presuntamente procedentes de Saunière.

No obstante, es evidente que detrás de tantas palabras casi no hay nada sólido y que quizás estemos ante una enorme maniobra de distracción. En este sentido, resulta más que extraño que Saunière, que supuestamente tenía su disposición un gran tesoro, pasara por momentos delicados y fases de estancamiento, lo que le comportó algunos episodios de impago, como el que en 1903 hizo parar sus obras en marcha. Una cosa sí es cierta, y es que muchas personas han realizado excavaciones –tanto públicas como clandestinas– en el pueblo de Rennes y sus alrededores y aparentemente nadie ha dado con ningún tesoro. Cabe destacar que en 1958 el famoso autor alternativo Robert Charroux realizó en Rennes una búsqueda intensiva del tesoro con la ayuda de un detector de metales y no encontró nada. Un año después, el ingeniero Jacques Cholet llevó a cabo –con el permiso municipal– una investigación sistemática, incluyendo excavaciones en la iglesia, y tampoco obtuvo resultados positivos. Incluso a inicios de este siglo XXI se practicó una excavación bajo la Torre Magdala, y otra vez sin ningún éxito.

Así pues, la propuesta del tesoro físico, aunque a priori parece la más plausible, carece de firmes cimientos: no sabemos dónde ni qué cantidad de riqueza pudo hallar el abad, ni cuál era su naturaleza, ni cómo la vendió, ni si lo gastó todo o si ocultó una parte. Sea como fuere, los habitantes del pueblo creyeron en su día que el abad Saunière había hallado una fuente de riqueza oculta –llamémosla tesoro– y aún hoy en día en Rennes se mantiene esta opinión, sustentada por el gran gasto realizado y por algunas actividades sospechosas del párroco.

La segunda de las hipótesis alternativas, acerca de un supuesto conocimiento oculto, es más elaborada si cabe. Lo que los británicos Baigent, Leigh y Lincoln propusieron en 1982 en El enigma sagrado es realmente una trama muy compleja, pero para simplificar diremos que no niegan que Saunière pudiera haber hallado algo de valor material en Rennes, pero que su inmensa fortuna no se derivó de tal descubrimiento. Para estos autores, la historia de Rennes es algo mucho más grande, que podría poner en peligro los cimientos de la Cristiandad y del catolicismo en particular, aparte de otras derivaciones de tipo político. El centro de su propuesta se desplaza hacia una fantástica historia ocultada a lo largo de los siglos y que por un golpe del destino fue descubierta por el abad Saunière a través de los polémicos pergaminos. 

Dicha historia parte en realidad del evangelio apócrifo de Felipe, según el cual Jesús habría tenido una relación especial con María Magdalena (presentada en los evangelios canónicos como prostituta y pecadora), hasta el punto de constituir una compañera, con relación carnal entre ambos. Este es el punto de partida de un relato que prosigue en Occidente, pues las leyendas locales hablan de que Cristo sobrevivió a la crucifixión y huyó junto con María Magdalena desde Judea a la costa sur de Francia llevando ésta en su vientre al propio hijo de Cristo[11]. Allí Magdalena habría sido acogida y protegida de las garras del poder romano por una comunidad judía. Y naturalmente, una vez nacido el niño, se habría iniciado un linaje sagrado en forma de descendencia directa de Jesucristo, que varios siglos después se juntaría con el linaje real merovingio, de procedencia franca[12]. Dicho de otro modo, se habría producido una alianza entre el poder franco, recién convertido al cristianismo, y la familia descendiente de Cristo, que a su vez descendería de la casa real judía de los reyes David y Salomón.

Estatua de un caballero templario
La argumentación prosigue por otros derroteros insospechados, que tienen que ver con la búsqueda del Santo Grial y con los caballeros templarios. Desde antiguo, se había creído que el Grial era un objeto sagrado, la copa o cáliz que había usado Jesús en la Última Cena. Así pues, durante la Edad Media había existido un gran interés por poseer esta reliquia, que supuestamente todavía permanecía en Tierra Santa. De ahí que los caballeros templarios la buscasen afanosamente en el templo de Jerusalén, sin que quede claro lo que hallaron y se llevaron a Francia: ¿El propio cáliz? ¿El arca de la Alianza? ¿Otro objeto indeterminado? Para los proponentes de esta teoría, el auténtico Grial, empero, no era un objeto físico, sino el secreto del linaje sagrado de Cristo, pues la expresión Sant Greal sería en realidad Sang Real, o sea la sangre real del linaje crístico.

En este contexto, el propio caballero Godofredo de Bouillon, en tanto que descendiente de los merovingios (y por ende, de Jesucristo) habría encabezado la primera Cruzada en el siglo XI con el propósito de liberar el Santo Sepulcro de manos infieles y “recuperar” así lo que legítimamente sería suyo. Además, habría fundado una orden o sociedad llamada el Priorato de Sión, un precedente directo de los templarios, para salvaguardar el secreto y mantener la llama viva del linaje del Grial. De este modo, el Priorato, junto con los templarios, se habría dedicado a proteger este secreto durante siglos, no sólo en Francia sino también particularmente en Escocia donde al parecer encontraron refugio otros descendientes merovingios como los Sinclair o los Stuart (véase al respecto la famosa capilla de Rosslyn), y todo ello a causa de la persecución por parte de la corona francesa y del Papado. Además, ni que decir tiene que Escocia jugó un papel clave en la pervivencia de la Orden del Temple y en la posterior aparición oficial de la Masonería en esas mismas tierras... 

Y para cerrar el relato, es obvio que Saunière debió hallar en los pergaminos pruebas determinantes del linaje de Cristo presentes en la dinastía merovingia, lo que vendría a desmontar buena parte de la doctrina católica y supondría un auténtico maremoto en el ámbito religioso pero también en el social y político. Por todo ello, esta hipótesis defiende que el verdadero valor de lo hallado por el párroco era un secreto muy valioso, esto es, la confirmación de la descendencia del último rey merovingio, Dagoberto II, con lo cual el linaje habría proseguido su devenir histórico. Al parecer, Dagoberto –al que se había querido borrar de las crónicas históricas– habría tenido un hijo, Sigeberto IV, que habría dado continuidad a la estirpe, si bien el imperio franco, dominador de gran parte de Europa occidental, pasó a ser gobernado por la nueva dinastía carolingia con el inestimable apoyo de Roma.

Uno de los pergaminos "hallados" por Saunière
En todo caso, uno de los pergaminos descifrados por Berenguer Saunière confirmaría que Dagoberto estaría enterrado en Rennes, según esta frase: “Al rey Dagoberto II y a Sión pertenece este tesoro, y aquí yace muerto.” Y para complicar más el asunto, Dagoberto se habría alejado de la Iglesia católica para abrazar las creencias gnósticas, que precisamente iban a triunfar siglos después en la misma región de la mano de los cátaros... En suma, tenemos aquí una especie de lucha secular entre dos facciones o poderes, siendo la estirpe merovingia la que se considera perseguida y agraviada –aún en el siglo XX– y que cree tener derecho legítimo a ocupar el trono de Francia y de otros países. A partir de aquí, cabe suponer que –a cambio de ceder tales reveladores documentos y de mantener la discreción– Saunière recibió una ingente cantidad de dinero, lo que explicaría su repentina fortuna. Para reforzar esta versión, algunos autores hacen notar que Saunière no dispuso siempre de una continua liquidez, sino que pasó por ciertos altibajos, lo cual podría indicar que recibía pagos periódicos o irregulares. Y aquí tendríamos que especular con una figura en la sombra que deseaba que el párroco se mantuviese en Rennes y con la boca discretamente cerrada.

Hasta aquí he intentado resumir los hechos y destacar los aspectos más llamativos de esta complicada propuesta que navega entre la religión, la política y el esoterismo, y que en su mayor parte deriva de las explicaciones dadas por un personaje llamado Pierre Plantard de Saint-Claire (1920-2000) a los investigadores británicos. Plantard, que se consideraba a sí mismo descendiente del linaje merovingio y Gran Maestre del Priorato de Sión, fue en cierto modo el gran creador del mito popular de Rennes, pues también sirvió de fuente al ya citado Gérard de Sède. En cuanto a los pergaminos de Saunière (se entiende los originales), Plantard aseguró que estaban bien custodiados por el Priorato de Sión en un banco inglés y que allí permanecerían; lo cual es decir poco más que nada. En efecto, en cuanto uno se adentra un poco en el tema del famoso Priorato y de las historias de merovingios, cátaros, templarios y masones, se acaba por perder en un universo paralelo en que todo es difuso y las pruebas fehacientes brillan por su ausencia. Hoy en día, de hecho, muchos estudiosos del tema consideran que Plantard era más o menos un farsante o embaucador que reclamaba para sí el trono de Francia y que el Priorato de Sión no era más que una invención moderna[13].

"La otra versión" sobre Jesús
Si, como ya vimos, la primera de las hipótesis tenía innumerables vacíos o incógnitas, esta segunda versión resulta más indigesta, a pesar de presentar tantas facetas e historias interconectadas. Desde mi óptica personal y opinión como historiador, considero que Baigent, Leigh y Lincoln confundieron lo real con lo especulativo y lo histórico con lo legendario, y sobre todo creyeron el núcleo de la historia narrada por Plantard, incluyendo Les Dossiers Secrets, unos documentos antiguos modificados (¿o tal vez creados?) por Philippe de Chérisey, un colaborador de Plantard. Por de pronto, se les podría recordar que la historia de Jesucristo tiene dos visiones esenciales: o bien se trató de un reciclaje de antiguas religiones paganas (y por tanto no hubo ningún Jesucristo en Judea hace 2.000 años) o bien los evangelios sí tienen un trasfondo histórico, más o menos fiel a los hechos, y por tanto Jesús existió y fue personaje real de carne y hueso. Todo lo demás navega en el terreno de la leyenda, y me refiero aquí a la versión de Faber-Kaiser sobre un Jesús que viajó a Cachemira tras la crucifixión, así como a esta versión en la que María Magdalena desembarca en Francia y se muestra como una heroína con una aureola neo-pagana que la hace parecer más a una típica diosa-madre de la Antigüedad o a la propia diosa Isis antes que a un personaje histórico.

Además, si uno afronta el tema sosegadamente verá que difícilmente puede mezclarse el cristianismo, o al propio personaje de Jesús, con esta enrevesada historia que tiene su parte histórica pero también una gran parte especulativa o legendaria, que hace que todo el argumentario resulte bastante frágil. Así, dejando a un lado la historicidad de Jesucristo, si nos ceñimos a su mensaje espiritual está claro que cuesta casar aquellas palabras de “mi reino no es de este mundo” con las riquezas materiales y las disputas político-religiosas medievales, y aún menos con las sociedades secretas (o discretas). Dicho esto, a lo mejor la Iglesia –me refiero a la jerarquía– no es precisamente la mejor defensora del mensaje de Cristo, sino más bien lo contrario, pero eso sería tema para otro artículo...

El esoterista alemán Otto Rahn
Llegados a este punto, podemos concluir que esta segunda hipótesis se presenta como un extraño batiburrillo de enigmas históricos, creencias religiosas y rivalidades políticas con un buen aderezo de ocultismo e intriga, en el que no podían faltar los nazis, que en los años 30 encargaron al esoterista Otto Rahn la búsqueda del Grial en tierras cátaras. Lamentablemente, el quid de toda la historia reside en unos pergaminos que o bien se han perdido para siempre, o bien fueron guardados celosamente. Asimismo, según las diversas fuentes consultadas, no existe unanimidad en cuanto al número exacto de documentos y el significado de su contenido, por no hablar de la grave sospecha sobre su propia existencia o autenticidad. Es más, existen ciertas opiniones que aseguran que los “verdaderos pergaminos” no tienen nada que ver con lo que se difundió a partir del trabajo de Gerard de Sède (que sólo tuvo acceso a las supuestas copias de dos pergaminos). Por lo tanto, es más que posible que todo lo que se ha publicado sobre éstos –con su mensaje críptico o herético– carezca de la más mínima fiabilidad. En suma, este escenario está muy bien para una novela fantástica y de intriga, pero no para una investigación histórica seria.

Lo mismo podríamos decir sobre muchas de las pistas, que con frecuencia se pierden en el ámbito del esoterismo, el simbolismo, o incluso la conspiración, con extrañas muertes y sospechosos accidentes incluidos. De hecho, se han propuesto también oscuras tramas paralelas en las que estarían implicados otros religiosos, sobre todo los de la región, como el propio obispo Billard, el padre Boudet (párroco de Rennes-les-Bains) o el padre Gélis (párroco de Coustassa), que fue brutalmente asesinado en 1897. Y, yendo aún más allá, se han formulado tantas y tan audaces interpretaciones en clave oculta, apelando a menudo a la geometría sagrada, que necesitaría mucho más texto para analizarlas. Así pues, y aun a riesgo de decepcionar a algunos lectores, prefiero dejarlas aparcadas y remitir a los interesados a las búsquedas en Internet, donde se puede hallar una extensa información sobre éstas. Puedo estar equivocado, pero mi impresión es que hay demasiado ruido para tan pocas nueces y que a estas alturas cuesta una enormidad separar la fantasía de los hechos.

Fachada de la Villa Betania
Personalmente, un sexto sentido me sugiere que toda esta historia de Rennes-le-Château está contaminada, manipulada o fabulada para desviar la atención o quizá para introducir determinadas creencias en la población con fines insospechados. Aunque también podría ser que ciertas personas simplemente tuvieran necesidad de obtener notoriedad, fama, dinero u otras ventajas, empezando por el propio párroco. ¿Acaso no sería posible que las corruptelas y asuntos turbios de Saunière hubiesen sido mucho mayores de lo que se ha destapado y que él mismo hubiese fomentado la historia del tesoro para ocultar la verdad? Y más tarde, otros habrían retomado la historia para sacar provecho de ella. En este sentido, se ha comentado repetidamente que el propietario de Villa Betania en los años 50, el señor Corbu, avivó la leyenda para dar publicidad al pueblo y a su restaurante allí ubicado. De hecho, la espoleta estalló en 1956 con un artículo sensacionalista, publicado en La Dépêche du Midi[14], sobre  el “cura de los millardos” que había encontrado el tesoro de Blanca de Castilla. Todo el resto –con la posterior aparición de Plantard, de Sède y Lincoln (entre otros)– fue una consecuencia casi inevitable que acabó por crear una bola de nieve que fue creciendo con el paso de los años.

Ahora bien, ello no obsta a que en esta cuestión exista un fondo real e inalcanzable que los investigadores recientes han intentado sacar a la luz, aunque sin éxito hasta la fecha. Así, es pertinente mencionar que existe sobre Rennes-le-Château una cierta literatura desmitificadora que prácticamente es desconocida por el gran público porque en gran medida rompe el hechizo y aporta explicaciones más mundanas a las andanzas del abad Saunière, en un contexto mucho más próximo a los personajes, la época y los rituales religiosos. Para no extenderme, digamos que esta literatura crítica defiende que si bien hubo controversia a inicios del siglo XX por las actividades de Saunière, la mayor parte de la parafernalia de misterio y esoterismo fue construida artificialmente a partir de los años 50. De este modo, aunque en las últimas décadas ha prosperado una cierta “fiebre Rennes-le-Château” en la que muchos autores han optado por seguir la estela del misterio y el sensacionalismo, otros tantos se han dedicado a rebuscar hasta el último detalle sobre el terreno y sobre las fuentes documentales con espíritu casi científico.

La famosa inscripción "Locus iste terribilis est"
Como consecuencia de este afán, muchos datos –algunos bastante relevantes– que aparecían en las dos obras principales aquí citadas han sido revisados a fondo y puestos en tela de juicio. Por ejemplo, se cree que el famoso pilar del altar nunca albergó los pergaminos pues sólo tenía un pequeño hueco en el que no podían caber estos objetos. Aún así, se sigue afirmando que el hallazgo fue corroborado por los obreros que estaban en la iglesia en ese momento. Por otra parte, se ha comprobado que muchas de las inscripciones extrañas (como el famoso Locus iste terribilis est) no son nada esotéricas o enigmáticas, sino que forman parte de las escrituras y fórmulas rituales cristianas, en un sentido y contexto bien conocido. Incluso se ha llegado a cuestionar que Saunière llegara a viajar a París pues no existen pruebas definitivas e independientes de tal viaje.

¿Falló la memoria de los testigos? ¿Se han confundido circunstancias y momentos? ¿Han habido tergiversaciones intencionadas? Ya sólo consultando las múltiples fuentes disponibles comprobamos que no siempre casan nombres, fechas, situaciones, detalles... Desde luego, una vez más estamos ante la gran dificultad de valorar y contrastar versiones contradictorias, lo que puede provocar más desconcierto que otra cosa. Aquí topamos con el grave problema de fondo de no poder fiarse totalmente de las fuentes de información (libros o Internet), ante lo cual no quedaría otra solución que llevar a cabo personalmente una investigación periodística o histórica en toda regla.  

Por lo demás, en mi visita a Rennes hace unos años noté a veces una atmósfera extraña, opresiva o mágica, pero bien pudo ser la autosugestión, y ya sabemos que el peso de las creencias y los prejuicios es grande. Eso sí, tanta histeria por el tesoro ha provocado que las autoridades locales hayan puesto un cartel, nada más entrar en el pueblo, en el cual se advierte que las excavaciones en toda la zona están terminantemente prohibidas. No obstante, la expectación se reduce a medida que visitamos los lugares clave. Así, la impresión general que tuve es que allí hubo quizá mucha historia pero que ahora ya no queda casi nada. Todo está servido, por supuesto, bajo el paraguas del misterio –el que aportaron Saunière y otras personas– pero al final uno se queda con la sensación de haber pasado por un parque temático, pues en realidad lo que vemos actualmente no es más que un teatro o negocio turístico bien explotado. En ese contexto, casi resulta mejor olvidarse de pergaminos y tesoros y gozar de la belleza del pueblo –situado en una privilegiada y estratégica posición natural– así como del magnífico paisaje circundante que se puede observar desde el Belvedere construido por el propio Saunière. 

Entrada al pueblo de Rennes, con el cartel que recuerda la prohibición de realizar excavaciones
En fin, la pena que siento es que detrás de la farsa, fantasía o exageración sobre el asunto que se ha ido creando durante un siglo existe algo que se nos escapa –el verdadero enigma– y que Saunière se llevó a la tumba. ¿Realmente encontró algo importante? ¿De dónde salió su tremenda riqueza? ¿Se trató de una mera aventura personal o realmente había más personas o entidades implicadas? ¿Qué hizo Saunière en sus numerosos y misteriosos viajes? ¿Por qué aparecieron por medio personajes tan notables en Rennes? Creo que detrás de toda la polvareda que ha levantado este caso en más de 100 años se mantienen algunas sombras y no hay perspectiva cercana de que la luz llegue a disiparlas.

© Xavier Bartlett 2018

Fuente imágenes: archivo del autor / Wikimedia Commons


[1] Literalmente, “Santa sangre, santo grial”, que en España tomó el título de “El enigma sagrado”.
[2] De hecho, se ha calculado que sólo entre 1901 y 1917 Saunière dispuso de por lo menos 15 millones de francos-oro, aproximadamente poco más de tres millones de euros de la actualidad. De todas formas, según otras fuentes, la cantidad sería apreciablemente menor.
[3] Entre ellos se encontraban nobles, artistas, literatos, economistas, políticos y hasta el Archiduque Juan de Habsburgo, primo del emperador Francisco José de Austria. Con el tiempo, y ya muerto el párroco Saunière, personajes de gran relevancia siguieron visitando el pequeño pueblo.
[4] Cabe señalar que en 2004 sus restos fueron desplazados de su tumba original –construida en forma de dos cámaras sepulcrales en 1901– a una tumba moderna donde yacen bajo cinco toneladas de cemento. La decisión fue tomada por el alcalde de Rennes y los descendientes de la familia Saunière para evitar expolios o profanaciones.
[5] Sobre este asunto, las investigaciones modernas parecen demostrar que sí existió ese tráfico de misas y que aparte consiguió otras fuentes de ingresos como regalos, venta de postales, cepillos de la iglesia, restauración de muebles, conferencias, etc. Con todo, aun resultaría insuficiente para justificar todo el gasto que realizó el abad, lo que sugeriría la existencia de una fuente de recursos indeterminada.
[6] En dicha losa se representa a dos personas montadas sobre un caballo, lo que podría ser un clásico símbolo templario o bien la representación de la huida a caballo del hijo del rey Dagoberto II junto con su protector hacia tierras inglesas (lo que constituye una interpretación más del misterio de Rennes).
[7] Entre sus relaciones, mantuvo una íntima amistad (¿quizá algo más?) con Emma Calvé, una diva de la ópera de aquella época, que además de ser artista estaba muy versada en temas esotéricos.
[8] Y, por cierto, el ya citado padre Bigou había sido el capellán de los marqueses de Blanchefort y el autor del epitafio de la tumba de la marquesa.
[9] Sólo como ejemplo, en 1860 se llegó a encontrar un gran lingote de oro de más de 50 kilos de peso cerca de la localidad de Bézu.
[10] Esta anécdota fue recogida por de Sède en su libro. Según parece, Saunière dijo literalmente en lengua occitana: Me l’han donat, l’hay panat, l’hay parat é bé le téni. (“Me lo han indicado, le he echado mano, lo he arreglado y lo tengo bien seguro.”)
[11] Otras versiones apuntan a que sólo Magdalena viajó a Francia, acompañada de sus hijos (más de uno).
[12] Los francos eran una comunidad o tribu germánica que ocupó gran parte de la actual Francia tras la caída del Imperio Romano de occidente, en el siglo V d. C. Posteriormente acabaron con los reductos romanos y con la importante presencia visigoda al sur del país.
[13] Oficialmente, su fundación aparece registrada por la administración francesa en 1956. No obstante, cabe reseñar que en la Edad Media sí que existió una Orden de Sión.
[14] En concreto, un artículo titulado La Fabuleuse Découverte du Curé aux Milliards de Rennes-le-Château, publicado en tres partes los días 12, 13 y 14 de enero de 1956, a cargo del periodista Albert Salamon, siendo Corbu la fuente de su información.

8 comentarios:

Piedra dijo...

¿Una pena que se nos escape el enigma?, -Para nada, eso es lo mejor, están abiertas todas las posibilidades a aquel que desee soñarlas o incluso intentar resolverlas. Que siga habiendo muchos misterios y personas interesadas en ellos, e4so es lo que aun nos salva de ser solo robots consumidores de productos prefabricados por la industria del ocio.
Personalmente mi preferida es la versión del linaje sagrado, porque un tesoro sería algo más mundano.
Si San Malaquías tenía algo de razón en sus últimas predicciones, quizás pronto sepamos alguna respuesta relacionada con todo esto.

Un saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Piedra

Bueno, es precisamente el misterio (o cierto morbo) el que atrae a mucha gente al pueblo, y mientras tanto todo el mundo hace negocio... que se lo pregunten también a Dan Brown. Yo no me atrevo a apostar por ninguna hipótesis, creo que hay demasiado humo y según he podido comprobar hay infinidad de datos sueltos, contradictorios o sin confirmar.

Es posible que todo sea mucho más mundano de lo que parece, pero me sigue dando la impresión de que existen en este caso elementos muy oscuros que todavía no han salido a la luz. Por ejemplo, no he querido extenderme, pero el asunto de la muerte violenta del padre Gélis es mucho más inquietante y misterioso que toda la parafernalia de Saunière...

Saludos,
X.

Alarico dijo...

Estimado Xavier,hace tiempo tuve un ligero conocimiento de este caso,de una forma muy elemental y supongo que bastante manipulada,este agradecido post,ha despertado de nuevo mi curiosidad.
Mi opinion comienza por no creer en la teoria del "tesoro",no por ser imposible,sino por como pudo haber transformado,joyas,oro,valores etc.por dinero de la epoca sin quedar constancia en ningun lado y sin levantar sospechas o recelos,en los circulos que podrian efectuar dichas operaciones y por lo que se ve fueron respetables cantidades de dinero.
Creo que el ama de llaves tiene que ver y conoce a fondo todo el asunto,su negativa a revelar la fuente,incluso en sus ultimos dias,indica remordimiento moral.
Que un sacerdote,niegue la extremauncion a un moribundo,ademas conocido y amigo,tiene que ser por una razon extremadamente grave,que traicione los dogmas de La Iglesia,de sus conceptos morales y de una etica profunda,tuvo que ser por algun motivo que fuera en contra de todo aquello que un sacerdote cristiano debe de defender por su fe.
Yo pregunto ¿ es posible considerar,la profanacion,el timo,el saqueo u otra actividad delictiva,como origen de la fortuna y causa de la excomunion. ?
Con respecto a la teoria "codigodavinciana",sin comentarios,solo dire que el mismo metodo que un investigador e historiador usa para,saber quien fue,que dijo y que hizo,Platon,Socrates,Aristoteles,Plinio el viejo o Maria de las Mercedes,es el mismo que usa para saber quien fue,que hizo y que dijo Jesus y sobre esto hay pocas dudas.
No entiendo el motivo popular que tiende a aceptar como verdad,lo que dijo Aristotele,Platon o Socrates como verdad y no considerar lo que dijo San Juan,San Pablo o San Agustin con el mismo rasero.
Atacar al Cristianismo,antiguamente era una cuestion fundamentalmente basada en la ignorancia y en la tergiversacion,actualmente sigue siendo lo mismo,pero transformado en una especie de deporte sin riesgos,esta de moda.
Si uno se traga todo lo que ve o le conviene en el cine,como una verdad indiscutible,entonces es que no sabe de cine o no conoce la verdad.

Gracias por el interesante articulo. Un afectuoso saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Alarico

Dos apuntes sobre lo que comentas:

1) A estas alturas se ha fabulado tanto en esta historia que cuesta mucho distinguir lo real de lo ficticio. Las pruebas documentales fiables son escasas, y de ahí que en los últimos tiempos se haya tendido a desmitificar el asunto. Incluso he podido leer versiones contradictorias sobre la extremaunción de Saunière, pero lo que hizo o dejó de hacer este párroco es aún un misterio en gran medida. También he leído que recientemente se halló un colgante masónico entre sus objetos personales. ¿Más carnaza para el "enigma"?

En todo caso, en el artículo ya expongo los graves problemas de las dos hipótesis principales y sigo pensando que hay algo que se nos escapa, pero no puedo afirmar que sea algo realmente misterioso o simplemente delictivo.

2) Totalmente de acuerdo con esta manipulación ("persecución") moderna del cristianismo. Es algo muy evidente que se expresa de diferentes formas, y una de ellas es la ficción y la literatura. Mezclar el mensaje cristiano con una saga de reyes me parece un despropósito, pero en fin...

Saludos,
X.

anonimo dijo...

Un buen texto desmitificador, comprado en una tienda del propio pueblo, no estoy seguro si era propietario de la misma el autor:

Rennes Le Chateau, el secreto del Abad Sauniere

de Jean-Luc Rubin, curiosamente prologado por uno de los "mitificadores", Henry Lyncoln

Xavier Bartlett dijo...

Gracias por el comentario

No conozco ese libro, pero será uno de tantos que explotan el tema, ya sea para continuar el mito o para derribarlo. Con respecto a Lincoln, sé que vive por allí pero -por lo que me han contado- ahora está algo hastiado o defraudado con este asunto y prefiere mantenerse al margen. Ahora bien, él no se puede quejar porque ha seguido escribiendo sobre el linaje sagrado (y temas colaterales) y tal vez sólo podría lamentar que perdieran el juicio por plagio contra Dan Brown...

Saludos

Vlad dijo...

Gran entrada, muy trabajada y explicativa al 100%, cosa que no es nada facil porque el galimatías se las trae.Hace ya tiempo que lei El Enigma Sagrado y mi impresión fue que estaba leyendo una novela en formato divulgacion,me parecia una historia demasiado asombrosa para ser real.El otro dia tuve la suerte de asistir a una conferencia de un colega tuyo, Mariano Fdez Urresti, y aprovechando le pregunte cual era su opinion sobre la obra de Lincoln y Baigent;muy humildemente me contesto que ya le hubiese gustado a el haber tenido ese éxito con un libro,y que le parecia un gran trabajo, pero me dio a entender que su opinion iba en tu linea, no le convencia la teoria del linaje real.
Un saludo

Xavier Bartlett dijo...

Gracias por el comentario Vlad

Me alegro de haber despejado algunas dudas con este artículo, si bien creo que todavía quedan cosas poco claras que quizá algún día se puedan comprobar y confirmar. En cuanto a la obra de Lincoln y sus colegas, pues es exactamente lo que dices: una novela histórica, con un fondo de historia real y una gran parte de ficción y leyenda, con el agravante de que Plantard les facilitó una información falsa o tergiversada. Pero el misterio vende mucho; que se lo pregunten a Dan Brown, que sólo tuvo que poner la guinda al pastel. Lamentablemente, dicho pastel se infló demasiado y se les fue de las manos a los que lo montaron, y por ello tanto negocio y espectáculo para tan poca base fiable.

Saludos