Como complemento al reciente
artículo sobre las particularidades del ser humano, su confusa evolución (si es
que hubo tal) y las teorías sobre la biodiversidad (o el origen de la vida en
general), me permito adjuntar un artículo específico que publiqué el pasado año
en mi otro blog, Somnium Dei. En dicho documento abordaba
especialmente el problema no resuelto de cómo surgió la vida en nuestro planeta y planteaba la inevitable
referencia a un "programador" primigenio de los códigos del ADN,
según la propuesta del editor de temas científicos Tom Bunzel, que veía claros paralelismos
entre el diseño informático y el propio esqueleto básico de los seres vivos,
expresado en su ADN. Mi opinión es que difícilmente el orden puede surgir del caos, pero la ciencia moderna prefiere mirar para otra parte.
Buscando al programador primigenio
La ciencia lleva muchas décadas
–o siglos– dándole vueltas al complejo asunto del origen de la vida sobre
nuestro planeta, o de la vida en general en todo el Cosmos. Como todos sabemos,
desde el principio de los tiempos este tipo de preguntas tuvieron una respuesta
mitológica o religiosa, mediante la oportuna aparición en escena de un dios o
unos dioses creadores, a veces encarnados en las propias fuerzas de la
naturaleza. De este modo, estos seres superiores habrían conformado el universo
y todo lo que en él está contenido, incluyendo todas las formas de vida
imaginables.
Sin embargo, estas explicaciones
religiosas se empezaron a venir abajo hace un par de siglos con el triunfo del
paradigma científico positivista y materialista heredero del pensamiento de la
Ilustración francesa y de la ciencia moderna. Y el sorpasso definitivo
tuvo lugar cuando Charles Darwin dio forma a la teoría evolucionista, que
resultó ser una auténtica revolución copernicana en el estudio global de la
naturaleza, eliminando la necesidad de recurrir a un Dios que ofreciese todas
las explicaciones. Así, hoy en día, el mundo académico considera que cualquier
referencia a un dios creador es puro creacionismo, esto es, un dogma o
doctrina no-científica que debe limitarse al campo de las creencias.
Y ciertamente podríamos decir que
en el último siglo la ciencia –en particular desde la química y la biología–
avanzó mucho en la definición de la vida, o en la búsqueda de sus elementos
primordiales. Así, todos los esfuerzos se fundamentaron en descubrir las claves
comunes y elementales de los seres vivos, lo que suponía descender a los
niveles más simples de la química orgánica. En cualquier caso, los científicos
creyeron hallar una explicación viable de la vida en nuestro planeta a partir
de una hipótesis que luego pudo reproducirse de alguna manera en el contexto de
un laboratorio químico. Otra cosa sería afirmar que esta investigación fuese
capaz de dar todas las respuestas o que éstas resultaran satisfactorias.
Principalmente, lo que los
expertos buscaron fue el conjunto idóneo de condiciones para que se
desarrollara la vida, una vez formado el planeta, hace miles de millones de
años. De este modo, experimentaron o simularon las condiciones en las cuales se
pudiesen desarrollar las moléculas elementales basadas en el carbono que luego
darían paso a las formas de vida más simples. Estas experiencias ya se remontan
a finales del siglo XIX, con pruebas de descargas eléctricas sobre mezclas de
CO2 y H2O, para tratar de simular la atmósfera primitiva
terrestre, pero no fue hasta mediados del siglo XX en que dichos experimentos
dieron su fruto, sobre todo con el trabajo de Stanley Miller, que demostró que
la combinación de varios elementos básicos (agua, metano, amoníaco e hidrógeno)
sometidos a fuertes descargas eléctricas daba como resultado la formación de
aminoácidos como aglicina, alanina, ácido aspártico y ácido aminobutírico,
todos ellos necesarios para que las células puedan sintetizar sus proteínas. En
definitiva, este experimento ofrecía una explicación plausible para la abiogénesis,
esto es, el origen de la vida producida de manera espontánea a partir de una
serie de reacciones químicas, y de hecho actualmente la casi totalidad de la
comunidad científica avala esta teoría[1].
Sin embargo, el gran avance en la
comprensión de la vida y de sus componentes más básicos tuvo lugar
aproximadamente en la misma época, y vino de la mano de Francis Crick y James
Watson, que descubrieron el ácido desoxirribonucleico, más conocido como ADN.
Este ácido, que tiene la apariencia de dos espirales o hélices enroscadas con
una serie de conectores entre ambas[2],
se ubica en el núcleo de los cromosomas de los seres vivos y es el responsable
de la transmisión de la información genética, o sea, el que realmente define
todas nuestras características como organismo diferenciado. Hoy en día los
estudios sobre el genoma humano han podido mapear alrededor de un 5% de nuestro
ADN, mientras que el resto –considerado como ADN chatarra o basura–
sigue sin ser entendido por la ciencia académica.
El libro de Tom Bunzel |
Y ya que hablamos de ADN e
información, es oportuno comentar ahora el interesante trabajo del escritor y
editor de temas científicos Tom Bunzel, que el pasado año publicó un audaz
libro titulado If DNA is code, who wrote it? (“Si el ADN es un código,
¿quién lo escribió?”) El punto de partida de Bunzel es
la descripción que han hecho algunos científicos del modo en que funciona el
ADN. Así, un organismo podría ser interpretado como una aplicación informática
que lee y ejecuta unas instrucciones determinadas contenidas en el código ADN.
Por ejemplo, una manzana cae del árbol en un momento concreto como resultado de
haber recibido una cierta cantidad de energía del sol; esto es, se ha ejecutado
un código predeterminado.
Y esta programación o código del ADN viene definida por la
combinación de cuatro proteínas (adenina, citosina, guanina y timina), que
suelen representarse simbólicamente por sus iniciales: A, C, G y T. Lo que
ocurre es que cuando vemos el código combinado de estos elementos, nos recuerda
mucho al código informático HTML, el que se emplea para desarrollar páginas
web. Para Bunzel, la analogía es más que evidente: los seres vivos están
constituidos por enormes cadenas de códigos de software, pero con el
pequeño detalle de que el ADN contiene más de cien trillones de veces de
información que nuestros más modernos mecanismos tecnológicos de
almacenamiento. Y desde esta posición, Tom Bunzel se pregunta: si detrás
de los complejos programas informáticos hay obviamente una inteligencia,
entonces ¿quién hay detrás del ADN, si también es información codificada?
Además, si aceptamos que la vida está “codificada” por el ADN, en cierto modo
esto supone que la propia vida es inteligente, mucho antes de que los humanos
existieran.
Bunzel plantea a continuación una duda: ¿Es creíble la
generación espontánea (por azar) de la vida? ¿Cómo es que ciertas moléculas
químicas se convierten en seres vivos? En su opinión, la ciencia genética, pese
a todos sus avances no ha podido sintetizar la energía de la vida; lo que se
hace realmente es manipular y modificar el ADN con una especie de “edición” o
“corta y pega”.
De aquí se deriva la siguiente
reflexión: nadie seriamente puede pensar que un programa de software
nace “por accidente”. Detrás de los programas debe existir un programador
humano; sin él no hay programas, ni los programas pueden mejorar o evolucionar.
Si trasladamos este concepto al ADN, se llega a la conclusión de que la
secuenciación del ADN de una cierta manera supone la transmisión de un
significado, y para Bunzel la única fuente para interpretar el significado, o
su creación, es la mente. Por ello afirma que, pese a desconocer los orígenes
del ADN, podemos estar seguros de que es fruto de una suprema inteligencia,
intencional y activa, lo cual conecta de algún modo con la famosa analogía del
astrónomo Fred Hoyle sobre la imposibilidad de que la vida surgiese
accidentalmente[3]. A su vez,
esta idea se puede relacionar con el llamado diseño inteligente[4],
propugnado por científicos como Michael Behe, que considera que las
casualidades o las mutaciones fortuitas no pueden explicar la enorme
complejidad y diversidad de la vida sobre nuestro planeta. Behe se basa en el
principio de la complejidad irreductible, que postula que la complicada
e intrincada organización de determinados sistemas bioquímicos no puede haberse
formado por una combinatoria de elementos al azar, pues una sola pieza mal
puesta haría caer todo el sistema[5].
Espiral de ADN |
Con todo, el problema persiste: no sabemos qué o quién hay
detrás del ADN. Como hemos comentado al principio, los antiguos recurrieron a
un dios o dioses creadores porque no tenían un conocimiento científico de la
naturaleza. En este punto, según Bunzel, si evitamos mencionar la figura de
Dios, no quedan más que dos caminos para tratar de descubrir al hacedor
del ADN. Por un lado, los proponentes de los antiguos astronautas han sugerido
la existencia de una inteligencia extraterrestre que creó el código de la vida
y que modificó nuestro ADN con un incierto propósito. Por otro lado, está la
visión inspirada en la física cuántica que sugiere que la inteligencia no es la
excepción sino la base o la regla (lo que en términos informáticos se denomina default). Esta última propuesta defiende
pues que la vida es inteligente a priori, o que es la expresión de una
inteligencia enorme e infinita, lo cual suele causar cierto malestar entre los
círculos científicos ortodoxos que tienden a alejar la conciencia del debate
científico. Esto es así porque el planteamiento de la conciencia como
explicación última de nuestro origen y razón de ser resulta bastante incómodo
para el actual paradigma materialista, pero es el que podría abrir una vía de
conocimiento para responder a la pregunta inicial formulada por Tom Bunzel: “Si
el ADN es un código, ¿quién lo escribió?”
Finalmente, yendo un paso más
allá, entraríamos en el terreno de cuestionar la propia naturaleza de nuestra
realidad. ¿Estamos, como se sugería en la película de culto Matrix,
viviendo en una enorme y compleja simulación? ¿Es nuestro universo un mundo virtual
informático en que todo, seres orgánicos e inorgánicos, estamos constituidos
por simples códigos de información que leemos e interpretamos para crear una
realidad tangible? Esto ya no es ciencia-ficción; varios científicos han
defendido seriamente la naturaleza holográfica de nuestra realidad física
cotidiana, lo cual ha abierto las puertas a una concepción del Universo que
sustituye en su fundamento la materia por la conciencia.
© Xavier Bartlett 2017
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] También
existe una corriente minoritaria que sugiere que la vida pudo llegar del
espacio (la exogénesis), a partir de moléculas orgánicas portadas por
cometas, meteoritos o asteroides.
[2] Es de
destacar que esta forma o simbología es muy antigua, ya que la vemos desde la
antigua Mesopotamia hasta la Grecia clásica, donde tomó el aspecto de dos
serpientes enroscadas alrededor de un bastón, esto es, el caduceo,
clásico emblema de la Medicina.
[3] Hoyle afirmó
que la posibilidad de que el ADN hubiese surgido del azar era equiparable a la
posibilidad de que un tornado fuese capaz de montar un Jumbo 747 al atravesar
un depósito de chatarra. (Por cierto, la visión de Hoyle es desestimada
mayoritariamente por la comunidad académica.)
[4] Esta teoría,
basada en la existencia de una fuerza inteligente creadora, también ha sufrido
el rechazo frontal del estamento académico por considerarla como otra forma de
creacionismo, aunque esté maquillada con un barniz teórico o metodológico
científico
[5] Incluso
Francis Crick reconocía que las posibilidades de selección por azar de una
determinada secuencia de aminoácido eran bajísimas: una entre 1 seguido de 260
ceros.
9 comentarios:
Muy interesante, las investigaciones científicas cada vez dejan mas claro que el origen de la vida no fue por casualidad, fue algo "intencionado", y esa intencionalidad causa un gran quebradero de cabeza a la facción ortodoxa, obsesionada en hacer perdurar un orden histórico-científico que poco a poco se derrumba ante el empuje de investigadores valientes e inconformistas. Gracias por arrojar un poco de luz.
Un saludo
Gracias Vlad
Coincido con tu comentario, y la verdad es que me resulta muy complicado entender el materialismo imperante, que evita las preguntas más difíciles y trata de ocultar el papel de la conciencia (o inteligencia, o intención). La física cuántica, sin embargo, ya ha derivado hacia el terreno de la conciencia, pero para muchos académicos contiene demasiada "teoría" o "filosofía".
Saludos,
X.
Hola buenas, buen artículo otro de los grandes misterios. Hay tres cosas que nunca podrán demostrase de manera “científica” al menos sí el paradigma vigente basado en el azar o la casualidad es sustituido por otro de naturaleza holística ,y son: el origen de la vida, la explosión del Cámbrico donde apareció de golpe todos los filos incluido los peces (no en el Devónico como nos hacen creer)y la aparición del género humano.
Hace muchos años leí un libro titulado El Universo Inteligente de Fred Hoyle , me gustó bastante, un libro por cierto imposible de conseguir e incluso en ingles parece que esta descatalogado, no se sí fue por la osadía de atacar abiertamente al neodarwinismo y cuando estaba totalmente en la cúspide sin cuestionarse, no como ocurre hoy en día que le están creciendo los “enanos”; la física teórica ya se a separado totalmente del paradigma o genetistas como Máximo Sandín entre otros. Por cierto el ultra darwinista Richard Dawkins defendió hace poco que en algunos medios que la vida fue traída por ciertas inteligencias exógenas y no se pudo originar al azar, o les ha salido “rana” o el paradigma a nivel interno esta en grave crisis. Y para terminar se ha descubierto recientemente que el cosmos está estructurado de forma similar a una red neuronal.
Un saludo y gracias.
Apreciado José Luis,
Muchas gracias por el comentario, que comparto plenamente. En efecto, el paradigma ya hace tiempo que está en graves apuros y recientemente ha tirado de la exogénesis (un origen "cósmico" o alienígena de la vida) sin poder aportar pruebas, como ya viene siendo habitual. En fin, más de lo mismo, teorías y especulaciones, pelotas fuera, y el problema sigue empantanado en un paradigma que por sí mismo no puede resolver nada, porque no se plantea nada trascendente o metafísico. Es un ratón que da vueltas en la rueda y no va a ninguna parte.
Saludos,
X.
Publique más artículos, por favor
Gracias Luis por el comentario
Como ya le comenté hace poco a otro lector, no puedo publicar más, teniendo en cuenta el modo en que elijo y desarrollo los temas, y que también escribo para otro blog. Y todo ello por amor al arte, para que nadie tenga que pagar un céntimo por compartir el conocimiento. De todos modos, muchas gracias, y en lo posible "aumentaré la producción".
Saludos,
X.
El descubrimiento de J Hurtan en 1973 del tetragrama YHWH en el genoma da un indicio
Este en mi opinion es de lo mejor del blog, este articulo, sin desmeritar los otros, pues tambien soy de la creencia que nada en el universo y nuestra creacion puede ser al azar. Por eso siempre sera un gran referente para la humanidad la biblia, ya que tanto creyentes o no creyentes, lo utilizan hasta el dia de hoy. Muchos cientificos ya estan aceptando el creacionismo y no el azar como el originador de la vida, claro ahi ya entra la fe de uno, para creer en que existe un Ser que dio lugar a la vida, y el ADN es prueba irrefutable en mi opinion.
Amigo de Paraguay,
Muchas gracias por el comentario y sus amables palabras hacia este blog. Sobre el tema en cuestión, pienso que la posición del autor no es estrictamente "creacionista", pues deja abierta la incógnita de qué o quién está detrás del diseño del ADN, sin referencias religiosas explícitas. Más bien creo que su postura está próxima al diseño inteligente, que en cierto modo supone una "creación", por cuanto se anula el rol del azar, pero sin entrar en el campo de las creencias. En todo caso, como usted dice, los científicos están aceptando cada vez más un enfoque metafísico para explicar el origen del universo y la vida.
Saludos
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