jueves, 29 de agosto de 2019

El legado prohibido de una raza caída (2ª parte)


Ángeles en el Paraíso

Dado que la literatura enoquiana y del Mar Muerto fue escrita por judíos de piel oliva del período post-exilio, queda bastante claro que estaban recitando tradiciones relativas a una raza completamente diferente de un clima totalmente diferente. Así pues, ¿quiénes fueron estos ángeles humanos, y donde podrían haber vivido?

Puesto que ahora sabemos que las leyendas de la caída de los ángeles muy probablemente se originaron en Irán, más exactamente en el reino noroccidental de Media (el actual Azerbaiyán), entonces no hay razón para asociar estas tradiciones con las montañas que están más allá de Media. Esto se confirma provisionalmente por otro texto del Mar Muerto titulado “El Génesis Apócrifo”, que registra que después de su ascensión al cielo, el patriarca Enoc pasó el resto de su vida “entre los ángeles” en el “paraíso”. Aunque el término paraíso se utiliza en algunas traducciones del texto original, la palabra real es “Parwain”.


Por eso me sorprendió bastante averiguar que entre las antiguas tradiciones de los mandeístas (una religión ligada a los Magi, que se encuentra principalmente entre los árabes del Bajo Irak) “Parwan” es una montaña sagrada, aparentemente ubicada en las proximidades de Media, en el noroeste de Irán. Además, tanto “Parwan” como “Parwain” parecen derivar su raíz de la antigua palabra de Media “Parswana”, que significa costilla, lado, o frontera, utilizada para describir a los pueblos y territorios más allá de las fronteras de Media.


Estos territorios habrían incluido la región de Parsa por el sur y, más significativamente, la región montañosa conocida como Parsua a su oeste. ¿Se debía creer, pues, que Enoc había vivido “entre de los ángeles”, en los duros territorios montañosos más allá de los límites del antiguo reino de Media? ¿En la remota región de Parsua, al oeste de Media, tal vez? ¿Es aquí desde donde provienen los Vigilantes? ¿Es desde aquí que descendieron a las llanuras a tomar esposas mortales y a revelar las artes prohibidas y los secretos del cielo?

En la tradición iraní, el reino de los inmortales y la sede de los míticos reyes-dioses de Irán (quienes, así como la raza caída de la tradición judía, se dice que eran de alta estatura, de piel de color blanco marfil y rostros brillantes), era conocida como Vaejah Airyana, la expansión de Irán. Las tradiciones impulsadas por los Magi implican claramente que este dominio etéreo se encontraba entre las montañas de Media.

Siutación geográfica del Kurdistán
Todos los caminos parecían conducir a la región montañosa de la actual Azerbaiyán, que constituye el flanco más oriental de una vasta extensión cubierta de nieve que se extiende al oeste de las montañas de Tauro de la Anatolia oriental y el norte de Siria, al norte de las regiones remotas de Rusia Armenia, y al sudeste a lo largo de las montañas de Zagros, ya que descienden gradualmente hacia el Golfo Pérsico y actúan como una barrera prácticamente infranqueable entre Irak e Irán.


Esta enorme –y en gran medida desolada– parte de la Tierra, hogar de nómadas errantes, bandas de combatientes rebeldes, comunidades religiosas aisladas y ocasionales aldeas, pueblos o ciudades, es conocida en el mundo como el Kurdistán, la patria cultural y política de los tan atormentados pueblos kurdos. Sin embargo, según la tradición bíblica y apócrifa, fue aquí también donde se podría haber encontrado el Jardín del Edén, el lugar de descanso del Arca de Noé y la tierra de los primeros patriarcas. Asimismo, este era el lugar donde me di cuenta que tendría que ir en busca del reino de los inmortales.

Al este, en el Edén 
 
El libro del Génesis nos dice que Dios estableció un jardín “al este, en el Edén”. Aquí, Adán y Eva se convirtieron en los primeros padres de la humanidad antes de su final caída en desgracia a causa de la seducción de la astuta serpiente de la tentación. Las serpientes no sólo fueron un sinónimo principal de Vigilantes y Nefilim, sino que el Libro de Enoc afirma incluso que la “Serpiente”, o el Vigilante, condujo a nuestros primeros padres a la tentación. Curiosamente, el Bundahishn (un texto sagrado de la fe del Zoroastrismo), menciona a Angra Mainyu, el Espíritu del Mal y padre de los devas, asumiendo este mismo papel, y al igual que los Vigilantes, también es descrito como una serpiente con “piernas”.

Así pues, ¿dónde estaba el Edén? Todo lo que sabemos es que se encontraba entre los Siete Cielos, un reino paradisíaco de jardines, huertos y observatorios donde residían ángeles y Vigilantes, según el Libro de Enoc.


La palabra “Edén” es traducida por los eruditos hebreos con el sentido de placer o delicia, alegría, una referencia al hecho de que Dios creó el jardín para el placer de la humanidad. Este no es, sin embargo, su verdadero origen. De hecho, la palabra “Edén” es acadia, la lengua proto-hebrea o semítica, introducida en Mesopotamia (actual Irak) por el pueblo de Agade, o Akkad, una raza que asumió el control del antiguo reino de Sumer durante la segunda mitad del tercer milenio a.C. En su lenguaje, la palabra “Edén”, o Edin, significaba estepa o terraza, como en una terraza elevada de agricultura.


Alegoría pictórica del Jardín del Edén
En cuanto a la palabra “paraíso”, averigüé que simplemente se refería a un “recinto amurallado”, según la raíz persa pairi, (“alrededor”) y daeza, (“pared”). Se trata de un término recién llegado a la literatura religiosa judeo-cristiana y sólo fue realmente utilizado a partir del año 1175 de nuestra era. Por otro lado, la palabra inglesa heaven (“cielo”, en el sentido de “paraíso”), proviene la palabra hebrea ha'shemim, en el sentido de “los cielos” (físicos). También puede referirse a “lugares altos”, tales como los asentamientos elevados. Por otra parte, la raíz hebrea shm puede significar “alturas”, así como “planta” o “vegetación”, lo cual implica quizás que la palabra cielo pudiera ser más exactamente traducida como “tierras altas plantadas”.

Este rápido repaso de etimología elemental, en mi opinión, evoca al menos la imagen de un recinto amurallado, agrícola, con terrazas escalonadas, y situado en una región de tierras altas. Así, ¿fue esto el Edén? ¿Un “asentamiento amurallado, una colonia agrícola” situada entre las montañas de Kurdistán? ¿Habría sido mantenido por ángeles bajo el dominio de los Vigilantes celestiales, tal como sugiere el texto del Libro de Enoc? Y lo que es más importante aún, ¿dónde se encontraba? 

Los ríos del Paraíso 

El libro del Génesis dice que del Edén surgían las aguas principales de los cuatro ríos del paraíso. Los nombres de estos son Pisón, Guihón, Hiddekel y Éufrates. De estos cuatro, sólo el último se puede identificar debidamente por su nombre. El Éufrates fluye a través del Kurdistán turco, Siria e Irak antes de desembocar en el Golfo Pérsico. Los otros tres fueron identificados por los primeros estudiosos de la Biblia, respectivamente, con el Ganges de la India (aunque en ocasiones con el Orontes del norte de Siria), con el Nilo de África y con el Tigris, del Asia occidental, que al igual que su río hermano, el Éufrates, fluye a través de Irak y desemboca en el Golfo Pérsico. Los dos primeros fueron elegidos por los estudiosos como candidatos adecuados simplemente porque se consideraban los ríos más caudalosos del mundo clásico; sólo la conexión entre el Tigris y el Hiddekel tenía algún tipo de sentido geográfico.

Situación del Tigris y el Éufrates en Oriente Medio
De ninguna manera se puede decir que estos cuatro ríos se situaban en la misma región geográfica, un problema que fue convenientemente pasado por alto por los teólogos antes del re-descubrimiento de la cartografía en el siglo XVI. Otras fuentes, en particular la Iglesia Armenia, aceptaron que el Éufrates y el Tigris eran dos de los cuatro ríos del paraíso, pero optaron por asociar a los otros dos, el Pisón y Guihón, respectivamente con el Gran Zab, que nace en el Kurdistán turco y desemboca en el Tigris, y con el Araxes, que nace en Armenia y desemboca en el Mar Caspio.


¿Tenía razón la Iglesia de Armenia al proponer esto? Posiblemente sí, puesto que ellos eran los habitantes de la región geográfica en cuestión y pudieron haber tenido acceso a las tradiciones locales no disponibles para el mundo teológico exterior.


Cualesquiera que fueran las identidades de los cuatro ríos del paraíso, la tradición kurda emplaza sus cabeceras en las cercanías del lago Van, un enorme mar interior –de unos 96 kilómetros de largo y alrededor de 56 km. de ancho– situado en la frontera entre el Kurdistán turco y Armenia. De hecho, la leyenda registra que el Jardín del Edén está ahora “en el fondo del lago Van”, después de haber quedado sumergido bajo las olas en el tiempo del Gran Diluvio.

Curiosamente, es la montaña de Cudi Dag (o Monte Judi), al sur del lago Van, en la que los musulmanes, así como las diversas creencias de origen kurdo, localizan el lugar llamado Lugar del Descenso, el sitio a donde fue a parar el Arca de Noé después del Gran Diluvio. La atribución de este mismo lugar al más familiar Monte Ararat es una invención puramente cristiana que no tiene ninguna base real en la tradición religiosa más antigua. 

Por consiguiente, todo esto implica que los compiladores del Libro del Génesis situaron tanto el lugar de nacimiento de la humanidad (es decir, el Jardín del Edén), como su punto de regeneración después del Gran Diluvio, en la misma región del norte del Kurdistán, lo que seguramente es un indicio clave de que los orígenes de los Vigilantes residen en esta misma área geográfica.
 

La montaña celestial 

Pero hay mucho más, ya que no sólo la raza judía y la de Irán citan al Kurdistán como la cuna de la civilización. Las mitologías de los sumerios, que gobernaron las ciudades-estados de Mesopotamia alrededor del 3000 a.C. en adelante, y de los acadios, sus conquistadores, sitúan la tierra de los dioses exactamente en esta misma región. Los acadios, que surgen como una raza semita o proto-hebrea de origen incierto, se refieren en su literatura religiosa a esta bóveda celestial como Kharsag Khurra, la montaña celestial. Aquí, los dioses –también conocidos como los Anannage– vivían en un reino paradisíaco de jardines, huertos, templos y campos de regadío que no sólo se parecen a los siete cielos descritos en el Libro de Enoc, sino que en realidad son mencionados en más de una ocasión como “Edin”, la palabra acadia para estepa o meseta.

Figura en relieve de Ahura Mazda
Y para vincular aún más Kharsag con el dominio judío de los ángeles, sabemos que los Anannage, al igual que los Vigilantes enoquianos, eran gobernados por un consejo de siete. Estos, sin duda, se igualan a los siete arcángeles del judaísmo del post-exilio, así como a los seis llamados Amesha Spentas, o “espíritus generosos”, quienes, junto con el dios supremo Ahura Mazda, rigen sobre las jerarquías angélicas en la tradición iraní.

¿Fueron los Anannage, los dioses y diosas de Kharsag, simplemente otra forma literaria de los Vigilantes enoquianos y del Mar Muerto, cuya patria era un asentamiento agrícola elevado llamado Edén, o cielo, ubicado en algún lugar de las montañas de Kurdistán?
 


La búsqueda de Dilmun 

Kharsag no es el único nombre usado por los antiguos mesopotámicos para referirse al lugar de sus primeros comienzos. Esta cuna de la civilización era también conocida por el nombre de Dilmun, o Tilmun. Aquí, según se decía, el dios Ea y su esposa se habían instalado para iniciar “una era sin pecado de completa felicidad”.  Asimismo, los animales vivían en paz y armonía, el hombre no tenía rival, y el dios Enlil “en una lengua dio alabanza”.  Este lugar también es descrito como una morada pura, limpia y “brillante”, “de los inmortales”, donde la muerte, la enfermedad y el dolor eran desconocidos, y donde a algunos mortales se les había dado “la vida como un dios”, palabras que recuerdan al Vaejah Airyana, el reino de los inmortales en los mitos y leyendas de Irán, y al Edén de la tradición hebrea.

Aunque la mayoría de los académicos equiparan a Dilmun con la isla de Bahrein en el Golfo Pérsico, hay pruebas que sugieren la existencia de un mítico Dilmun muy anterior situado en una región montañosa más allá de las llanuras de Sumeria. Pero, ¿dónde se ubicaría exactamente?


Panorámica del lago Van (Turquía)
Las inscripciones mesopotámicas no lo dicen. Sin embargo, el texto zoroástrico Bundahishn y los registros cristianos de Arbela en el Kurdistán iraquí se refieren a una ubicación llamada Dilamun que habría existido alrededor de la cabecera del Tigris, al suroeste del Lago Van, en la misma zona en la que se dice que estaría situado el Edén bíblico. Además, se creía que Ea (el Enki acadio) había presidido el concurso de dos grandes ríos de Mesopotamia –el Tigris y el Éufrates– que en las representaciones aparecen como fluyendo de sus hombros. Esto, sin duda alguna, habría querido decir que las cabeceras o fuentes de esos ríos tendrían que haber sido consideradas sagradas para Ea, según las culturas del Creciente Fértil de Mesopotamia.


Más interesante es el conocimiento de que, como en mito hebreo e iraní, parece haber existido una caída de los dioses de Anu, los Anannage. Mientras que 300 de ellos permanecieron en el cielo, otros 600, bajo la dirección de Nergal, el dios del inframundo, se instalaron entre la clase mortal. Aquí concedieron todo a la humanidad, desde la agricultura básica, a la astronomía, la irrigación de tierras, la creación de la tecnología y la sociedad estructurada.


¿Les suena familiar? Estos Anannage rebeldes vivieron “en la tierra”, una referencia a un reino “subterráneo”, relacionado con la antigua ciudad de Kutha, al norte de Babilonia. En esta “Casa de la Oscuridad” vivían demonios y Edimmu, unos vampiros gigantes chupa-sangre que regresaban al mundo de la superficie al caer la noche para robar las almas de los muertos vivientes. ¿Podrían ser estos seres infernales un recuerdo distorsionado de los Vigilantes rebeldes y sus monstruosos descendientes, los Nefilim? ¿Podrían haber vivido estos ángeles caídos en ciudades subterráneas después de su descenso a las llanuras?

Los cuerpos de los pájaros 

La antigua Mesopotamia engendró panteones enteros de diablos y demonios, cada clase con su propia apariencia, funciones y atributos. Algunos eran beneficiosos para la humanidad, mientras que otros sólo causaban dolor, sufrimiento y tormento en el mundo de los mortales.

En la historia del descenso de la diosa Ishtar a los infiernos, conservado en la tradición asirio-babilónica, los jefes de la “Casa de las Tinieblas” se dice que eran “como las aves cubiertas de plumas”, que “desde los días de antaño dominaban la tierra, (y) a quienes los dioses Anu y Bel han dado terribles nombres”.

En una tablilla cuneiforme escrita en la ciudad de Kutha por un escriba “del templo de Sitlam, en el santuario de Nergal”, se describen las incursiones de una raza de demonios en Mesopotamia, impulsada por los dioses de una región inferior. Se dice que le hicieron la guerra a un rey no identificado durante tres años consecutivos y que tenían la apariencia de:

“Hombres con cuerpo de pájaros del desierto,
seres humanos con rostros de cuervos,
los grandes dioses los crearon, 
y en la tierra, los dioses crearon para ellos una morada... 
en medio de la tierra crecieron y se hicieron grandes, 
y aumentaron en número, 
Siete reyes, hermanos de la misma familia,
seis mil en número fueron su pueblo.”

Estos “hombres con cuerpos de pájaro” fueron considerados como “demonios”. Aparecerían sólo una vez que una tormenta de nubes hubiera consumido los desiertos y masacraría a aquellos a quienes tomarían cautivos, antes de regresar a una región inaccesible durante otro año. 

Parecen haber muchas razones que sugieren que estos feroces demonios no eran en absoluto espíritus incorpóreos, sino seres de carne y hueso adornados con mantos de plumas y parafernalia de aves. Pero, ¿quiénes eran estos demonios humanos, y qué relación guardan con el desarrollo de la civilización de Mesopotamia? 

Fuerzas inciertas 

Los sumerios fueron un pueblo único, con su propia lengua y cultura. Nadie conoce su verdadero origen ni de donde obtuvieron los fundamentos del conocimiento que les ayudó a fundar varias ciudades-estado durante el cuarto milenio antes de Cristo. Sin embargo, los sumerios mismos fueron bastante explícitos en este punto.

Zigurat mesopotámico
Los sumerios afirmaban que toda su cultura era una herencia de los Anannage, los dioses de Anu, que habían venido de un territorio ancestral en las montañas. Para enfatizar este punto utilizaron un ideograma de una montaña para denotar “el país”, es decir, Sumeria, y construyeron zigurats de siete niveles en honor de los dioses fundadores. ¿Sería posible, por tanto, que el mencionado pueblo de los Vigilantes del Kurdistán impulsara el nacimiento de la civilización occidental?

Los arqueólogos no tienen ningún problema en aceptar que el Kurdistán fue la cuna de la civilización del Oriente Próximo. Poco después de la recesión de la última Edad de Hielo, aproximadamente hacia el 8500 a. C., surgieron en esta región algunos de los primeros ejemplos de agricultura, domesticación de animales, cocción y pintado de cerámica, metalurgia y herramientas y utensilios de obsidiana.

Curiosamente, desde c. 5750 a. C. en adelante y durante varios cientos de años, parece que en todo el Kurdistán el comercio de la obsidiana, tanto en bruto como trabajada, estuvo centrado alrededor de un volcán extinto llamado Nemrut Dag, en el suroeste de las costas del Lago Van, la misma zona en la que se hallarían probablemente las míticas tierras del Edén y Dilmun. El Kurdistán fue indudablemente el punto de origen de la supuesta explosión neolítica a partir del noveno milenio a. C. en adelante. De hecho, el estilo de vida de comunidades asentadas en el Kurdistán posibilitó el desarrollo de la primera forma conocida de trueque simbólico. Este método primitivo de intercambio condujo a la creación del alfabeto escrito, al primer sistema de ideogramas en la llanura mesopotámica, en algún momento durante el cuarto milenio a. C. Por tanto, es comprensible que la civilización surgiera por primera vez en el Creciente Fértil durante esta misma época. Desde aquí, por supuesto, se extendió rápidamente a muchas otras regiones del Viejo Mundo.

A la luz de esta información vemos que la evolución del Oriente Medio parece ser seguramente la obra de unas cuantas sofisticadas granjas comunales protoneolíticas ubicadas en las montañas y estribaciones del Kurdistán, que serían las responsables del desarrollo de la sociedad civilizada. Sin embargo, ¿qué provocó la llamada “explosión neolítica”?  y ¿por qué empezó todo en esta región remota y tan montañosa?

Así pues, faltaba alguna cosa, como ha observado Mehrdad R. Izady, conocido estudioso de la historia cultural kurda:

“Los habitantes de esta tierra atravesaron un inexplicable estado de acelerada evolución tecnológica, impulsada por fuerzas todavía inciertas. Antes bien, rápidamente sacaron ventaja a las comunidades de los alrededores, la mayoría de las cuales estuvieron también entre las sociedades tecnológicas más avanzadas del mundo, para emprender la transformación de una economía de baja densidad, de caza y recolección a una economía de alta densidad, de producción de alimentos.”

¿Cuáles podrían haber sido estas “fuerzas aún inciertas”? ¿Fueron los Vigilantes, de quienes se dice que proporcionaron a la humanidad las artes prohibidas y las ciencias de los cielos? Si es así, ¿estaría pasando por alto algunas pruebas capitales –ya descubiertas por las palas de los arqueólogos y paleontólogos– que podrían sostener semejante hipótesis extrema?

Entrada a la cueva Shanidar
De vuelta a los informes arqueológicos y las actividades de las excavaciones en el Kurdistán, busqué arduamente durante largo tiempo. Lo que encontré me sorprendió. Por ejemplo, a finales de los años 50, Ralph y Rose Solecki, dos destacados antropólogos, estaban excavando distintos niveles de ocupación dentro de una cueva enorme con vistas al río Gran Zab, en un sitio conocido como Zawi Chemi Shanidar, cuando hicieron un descubrimiento de increíble importancia para este debate. Descubrieron una serie de cráneos de cabra colocados junto a una colección de huesos de alas de grandes aves rapaces. Todas las alas habían sido cortadas de los cuerpos de las aves en cuestión, y muchas todavía tenían la articulación cuando fueron encontradas. La datación por carbono-14 de los depósitos orgánicos asociados con estos restos arrojó una antigüedad de 10.870 años (± 300 años), es decir, hacia el 8870 a. C.

Las alas de los pájaros fueron identificadas como las de cuatro Gyptaeus barbatus (buitre quebrantahuesos), uno de Gyps fulvus (buitre leonado), siete Haliaetus albicilla (águila marina de cola blanca) y un Otis tarda (avutarda), de las cuales sólo la última sigue siendo nativa de la región. También se hallaron los huesos de las cuatro águilas pequeñas de especies indeterminable. Todas, excepto la avutarda, eran aves rapaces, mientras que los buitres eran obviamente carroñeros.

El descubrimiento de estas alas del pájaro cortadas había planteado dificultades evidentes a los Solecki. ¿Por qué sólo se seleccionaron determinados tipos de aves para este fin, y cual había sido exactamente el papel desempeñado por estas enormes aves rapaces en las mentes de aquellos que las habían depositado en la cueva Shanidar? 

Las alas del Chamán 

En un importante artículo titulado “Rituales de aves rapaces en Zawi Chemi Shanidar”, publicado por la revista Sumer en 1977, Rose Solecki esbozó el descubrimiento de los restos de cráneos de cabras y aves. Ella sugería que las alas, casi con certeza fueron utilizadas como parte de algún tipo de traje ritual, llevado como decoración personal o con fines ceremoniales, y las vinculó con el culto chamánico del buitre en Çatal Hüyük, una comunidad protoneolítica en Anatolia central (Turquía), que alcanzó su cenit 2.000 años después de que las alas de estos pájaros hubieran sido depositadas a 565 millas de distancia, en la cueva Shanidar.

Rose Solecki reconoció la enorme importancia de estos hallazgos, y se dio cuenta de que constituían firmes pruebas de la presencia de un importante culto religioso en el área de Zawi Chemi Shanidar, por lo que concluyó en su artículo:

“La gente de Zawi Chemi debe haber atribuido a estas grandes aves rapaces poderes especiales, y los restos de fauna que hemos descrito en el sitio deben representar una parafernalia ritual especial. Ciertamente, los restos representan un esfuerzo concertado por un buen número de personas sólo para cazar y capturar un número tan elevado de aves y cabras... Por otra parte, las alas se reservaron para extraerles las plumas, o para hacer abanicos con ellas, o bien fueron usadas como parte de un traje para un ritual. Uno de los murales de un santuario de Çatal Hüyük [...] representa una escena ritual, esto es, una figura humana vestida con una piel de buitre...”

Esta era una extraordinaria prueba de la existencia de chamanes buitres en las montañas de Kurdistán hacia el 8870 a. C. Es más, todo esto ocurría a sólo 140 kilómetros al sureste de la ubicación sugerida para el Edén y Dilmun, en el lago Van, en un momento en que los pueblos del altiplano de Kurdistán iban evolucionando de primitivos cazadores-recolectores a comunidades protoneolíticas establecidas. ¿Podría haber una alguna conexión entre estos cráneos de cabras y restos de aves de rapiña y las “fuerzas aún inciertas” detrás de la repentina explosión del Neolítico en esta región? Recuerden, yo ya había determinado que los Vigilantes usaban abrigos de plumas, probablemente de cuervo o buitre.

Mi mente daba vueltas a varias posibilidades. ¿Qué demonios había estado ocurriendo en esta cueva con vistas al Gran Zab, el cual, por supuesto, ha sido citado como uno de los cuatro ríos del paraíso? ¿Había sido visitada por los Vigilantes, ángeles humanos, en el noveno milenio antes de Cristo? La presencia de restos de aves de presa sigue siendo lógica, pero ¿qué pasa con los quince cráneos de cabra? ¿Cómo podían encajar en este escenario? 

 

Una cabra para Azazel 


Figuración de cabra-demonio, según la tradición judaica
El Pentateuco registra cómo cada año, en el Día de la Expiación, se abandonaba una cabra en el desierto “para Azael”, acarreando en su espalda los pecados del pueblo judío. Además, se decía que Azael, uno de los dos líderes de los ángeles caídos, había fomentado una raza de demonios conocida como los seirim, o “machos cabríos”. A estos demonios, mencionados varias veces en la Biblia, se les rendía culto y eran adorados por algunos judíos. Incluso hay algunos indicios de que las mujeres realmente copulaban con estas cabras-demonio, ya que se afirma en el Libro del Levítico (17:7): “Y ellos no realizarán sus sacrificios a los machos cabríos (seirim), después de que ellos hayan fornicado”, tal vez un eco lejano de la forma en que los vigilantes habían tomado mujeres de entre la clase mortal. Esta relación clara entre los Vigilantes y los machos cabríos es tan fuerte que llevó al erudito hebreo J.T. Milik a la conclusión de que Azazel “no era evidentemente un simple chivo, sino una cabra gigante que combinaba características similares a una cabra junto con las de un hombre”. En otras palabras, había sido un hombre-cabra, un chamán-cabra.

Así es que parece que no sólo había Vigilantes “hombres-pájaro”, chamanes-buitre participando en prácticas del más allá, sino también chamanes-cabra. Es extraño pensar que esta asociación entre Azazel y el macho cabrío está detrás de la conversión de la cabra en un símbolo del diablo, así como la razón por la cual la gente es hoy en día tan adversa al pentagrama invertido.
  
El Ángel Pavo Real

El erudito Kurdo Mehrdad Izady considera también que los restos de aves de presa de la cueva Shanidar como prueba de una cultura chamánica, cuya memoria influyó en el desarrollo de la tradición de los ángeles. De hecho, el Kurdistán es la cuna de tres cultos autóctonos de adoración a los ángeles; el más famoso y enigmático de éstos es el de los Yezidis del Kurdistán iraquí.

Sus creencias se centran alrededor de un ser supremo llamado Melek Taus, el “ángel pavo real”, que es venerado en la forma de una extraña imagen de pájaro, conocido como sanjaq. Estas estatuas, que se asientan en una columna de metal similar a un candelabro, están hechas normalmente de cobre o bronce. Y lo más curioso es que se aprecia claramente que los sanjaqs conocidos más antiguos no son en absoluto pavos reales; en cambio, muestran un cuerpo aviar bulboso y una cabeza con una nariz ganchuda. Izady ha sugerido que los ídolos sanjaq tienen más probabilidades de ser representaciones de un ave de rapiña, como los que aparentemente fueron venerados por los chamanes de Shanidar; en otras palabras, el buitre, el águila o la avutarda.

El pueblo Jarmo 

Todo esto eran buenas noticias, ya que ayudaban a reivindicar la idea de la existencia de una avanzada cultura en las montañas del Kurdistán en el inicio de la revolución neolítica. Si se trataba de estos chamanes buitres que habían llevado este conocimiento superior a las cada vez más desarrolladas comunidades agrícolas situadas al pie de las colinas, entonces quizás representaban realmente la verdad detrás del mito de los Vigilantes que transmitieron las ciencias celestiales a la humanidad.

Estatuilla Jarmo
Sin embargo, no hay una descripción de estos chamanes más allá de la apariencia de su atuendo ceremonial. ¿Se parecían, de alguna manera, a los individuos de altos, de piel blanca, con rostros brillantes y con aspecto de víbora, a los que se refiere la literatura Enoquiana y del Mar Muerto? ¿Habría también pruebas arqueológicas de la antigua existencia de una raza que tenía al menos algunos de estos rasgos distintivos? En efecto, existe, ya que en un lugar llamado Jarmo, que domina el río Bajo Zab en el Kurdistán iraquí, los arqueólogos han descubierto pruebas de una avanzada comunidad protoneolítica que prosperó alrededor de 6750 a. C. y al menos durante 2.000 años más. De hecho, los ejemplos conocidos más antiguos de metalurgia primitiva se han encontrado en Jarmo.
Lo más interesante es que estas personas eran diestras en la producción de pequeñas imágenes esculpidas en arcilla ligeramente cocida. Se han desenterrado literalmente miles de estas figuras, que hallamos desde los primeros niveles de ocupación. La mayoría de ellas representan animales y pájaros. Algunas representan claramente cabezas humanas, mientras que otras muestran una figura femenina, posiblemente una representación de la Diosa Madre.

Da la impresión de que la comunidad Jarmo disfrutaba captando las imágenes del mundo que les rodeaba, de la misma forma en la que hoy en día tomamos fotografías. Sin embargo, si este fuera el caso, entonces ¿cómo podemos explicar la presencia entre estas pequeñas figuras de varias cabezas antropomorfas con caras alargadas, ojos rasgados (claramente “de lagarto”) o, más estrictamente, de características reptiloides? Su aspecto es virtualmente no-humano y sus ojos desorbitados más parecen ser de “bichos extraterrestres” que de formas humanas abstractas.

La visión de las fotos de estas cabezas de Jarmo me produjo un escalofrío en la espalda, ya que los mejores ejemplares tenían tremendas similitudes con la descripción de los Vigilantes en la literatura Enoquiana y del Mar Muerto.


¿Era posible, pues, que el pueblo neolítico de Jarmo hubiese representado, de forma parcialmente abstracta, las caras de víbora de los extranjeros altos vestidos con capas de plumas que se habían presentado sin ser invitados? ¿Fueron estos extranjeros los que proporcionaron a las comunidades como la de Jarmo el conocimiento de la metalurgia, así como los rudimentos básicos de la agricultura? Sólo podemos especular, pero vale la pena señalar que se sabe que las herramientas de obsidiana encontradas en Jarmo fueron realizadas con materias primas procedentes de la base de Nemrut Dag en el lago Van.

¿Acaso los Vigilantes trataban con obsidiana? ¿Podrían ser estas herramientas finamente trabajadas un indicio de su presencia en otras comunidades similares del Kurdistán? 

© Andrew Collins

Fuente imágenes: Wikimedia Commons

miércoles, 14 de agosto de 2019

El legado prohibido de una raza caída (1ª parte)


Uno de los temas recurrentes de la arqueología alternativa desde hace décadas ha sido el origen del ser humano y de la civilización, desligándolo del actual relato darwinista para profundizar en otras vías, a menudo relacionadas con la mitología. En este contexto, varios autores han tratado de dar explicaciones sobre la posible traslación de la historia bíblica a un escenario “realista”. Así, se han preguntado si en verdad existió el Paraíso o Jardín del Edén, y de ser así, dónde se situaba. Tampoco han faltado las preguntas y las hipótesis sobre el origen de la civilización, que sacó a la Humanidad del primitivismo: ¿Fue un proceso histórico “natural” o bien existió una raza de “dioses civilizadores”, tal como citan muchas mitologías? ¿Quiénes fueron estas figuras legendarias? ¿De dónde surgieron? ¿Cómo actuaron?

Andrew Collins
El investigador todo-terreno Andrew Collins –que junto con Graham Hancock y Robert Bauval conforma la gran tríada de la arqueología alternativa británica– se dedicó hace unos años a investigar a fondo este tema tomando como base la tradición judeo-cristiana y algunos relatos bíblicos específicos, como el Libro de Enoc, aparte de otras antiguas mitologías asiáticas. Su meta no era otra que sonsacar lo que podía haber de histórico o arqueológico en un escenario típicamente ligado a la religión y el mito, con personajes aparentemente irreales como los ángeles caídos, también llamados Vigilantes o Nefilim. Collins acabó dedicando todo un libro a esta cuestión, pero a modo resumen de sus pesquisas escribió un extenso artículo que, por su interés, tradujimos y publicamos con su permiso en la revista Dogmacero en 2013.

Creo sinceramente que, pese a algunas dudas, especulaciones y controversias, este material de investigación es de lo mejor que ha publicado Collins y por ese motivo lo pongo a disposición de los lectores del blog para que saquen sus propias conclusiones sobre las cuestiones que se ponen a debate. Les dejo pues con este apasionante viaje por Oriente Medio hace miles de años y con la inesperada intervención de dioses, demonios y chamanes en los asuntos humanos. Eso sí, dada la gran extensión del material original, he preferido ofrecer el documento en tres partes, que iré editando y publicando en las próximas semanas. ¡Ruego un poco de paciencia!


El legado prohibido de una raza caída


Clásica representación de un ángel bíblico
Los ángeles son algo que asociamos a las bellas pinturas pre-Rafaelitas o del Renacimiento, a las estatuas de la arquitectura gótica o a los seres sobrenaturales que intervienen en nuestras vidas en tiempos de problemas. Durante los últimos 2.000 años ésta ha sido su imagen estereotipada, fomentada por la Iglesia cristiana. Pero, ¿qué son los ángeles? ¿De dónde vienen, y qué han significado para el desarrollo de la religión organizada?

Muchas personas ven el Pentateuco, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, como una plétora de relatos de ángeles que se aparecen a los honrados patriarcas y a los profetas visionarios. Sin embargo, esto no es tan simple. Hay tres ángeles que se acercan a Abraham para anunciarle el nacimiento de un hijo llamado Isaac a su esposa Sara, mientras él está sentado debajo de un árbol en la llanura de Mambré. Hay dos ángeles que visitan a Lot y a su esposa en Sodoma, antes de su destrucción. Está el ángel que lucha con Jacob toda la noche en un lugar llamado Peniel, o aquellos a quienes ve subir y bajar de una escalera que se extiende entre el cielo y la Tierra. Sin embargo, con excepción de estos relatos, hay muy pocos ejemplos. Generalmente, cuando aparecen los ángeles, la narración se presenta a menudo vaga y confusa sobre lo que está pasando exactamente. Por ejemplo, en el caso de Abraham y Lot, los ángeles en cuestión se describen simplemente como “hombres”, que se sientan a tomar alimentos como cualquier persona mortal.

Influencia de los Magi

No fue sino hasta los tiempos de post-exilio, es decir, después de que los judíos regresaran de su cautiverio en Babilonia (alrededor del 450 a. C.), en que los ángeles se convirtieron en parte integrante de la religión judía.  Fue incluso más tarde, alrededor de 200 a. C. que comenzaron a aparecer con frecuencia en la literatura judía religiosa. Obras como el Libro de Daniel y el apócrifo Libro de Tobías contienen relatos enigmáticos de los seres angélicos que tienen nombres propios, apariencias específicas y jerarquías establecidas. Estas figuras radiantes eran de un origen no-judío. Todo indica que eran extraños, importaciones de un reino extranjero, es decir, Persia.
 

El país que hoy conocemos como Irán no podría parecer a primera vista la fuente más probable de los ángeles, pero es un hecho que los judíos exiliados estuvieron muy expuestos a sus creencias religiosas después de que el rey persa Ciro el Grande tomara Babilonia el año 539 antes de Cristo. Estas creencias incluyen no sólo el zoroastrismo (del profeta Zoroastro o Zaratustra), sino también la religión mucho más antigua de los Magi (“Magos”), la élite de la casta sacerdotal de la región de Media, en el noroeste de Irán. Ellos creían en un todo un panteón de seres sobrenaturales llamados ahuras, o “los brillantes”, y daevas-ahuras que habían perdido de la gracia por haber corrompido a la humanidad.

Aunque finalmente acabaron fuera de la ley en Persia, la influencia de los Magi se imbricó muy profundamente en las creencias, costumbres y ritos del zoroastrismo. Por otra parte, no puede haber duda de que el magismo, del cual derivan los términos mago y magia, ayudó a establecer la creencia entre los judíos, no sólo de jerarquías completas de ángeles, sino también de legiones de ángeles caídos, un tema que alcanza su máxima inspiración en una sola obra: el Libro de Enoc.

El libro de Enoc

Edición inglesa del Libro de Enoc
Compilado por etapas en algún momento entre 165 a.C. y el comienzo de la era cristiana, este trabajo considerado pseudoepigráfico (es decir, falsamente atribuido) tiene como tema principal la historia que hay detrás de la caída de los ángeles. Sin embargo, no se refiere a la caída de los ángeles en general, sino de aquellos que fueron originalmente conocidos como Erin (Er en singular), “aquellos que vigilan”, o simplemente “vigilantes”.
 

El Libro de Enoc narra la historia de cómo 200 ángeles rebeldes, o Vigilantes, decidieron transgredir las leyes celestiales y “descender” a los llanos y tomar esposas de entre la especie mortal. El lugar atribuido para este acontecimiento es la cumbre del Hermón, un lugar mítico generalmente asociado con las cumbres nevadas del monte Hermón, en la cordillera del Ante-Líbano, al norte de la actual Palestina (sin embargo, veremos más adelante la cuna más probable de los Vigilantes).
 

Los 200 rebeldes eran conscientes de las consecuencias de sus transgresiones, porque acordaron bajo juramento que su líder Shemihaza asumiría las culpas si toda la fatal aventura acabase terriblemente mal. Después de su descenso a las tierras bajas, los Vigilantes disfrutan de las delicias terrenales con sus “esposas” elegidas, y así –por medio de estas uniones– nacieron unos descendientes gigantes llamados Nephilim, o Nefilim, una palabra hebrea que significa “aquellos que han caído”, los cuales aparecen en las traducciones al griego como “los gigantes”.

Secretos celestiales

Aparte de aprovecharse de nuestras mujeres, los 200 ángeles rebeldes se dedicaron a impartir secretos celestiales a los que tenían oídos para escuchar. De uno de ellos, un líder llamado Azazel, se dice que “enseñó a los hombres a fabricar espadas, cuchillos, y escudos y corazas, y les dieron a conocer los metales (de la tierra) y el arte de trabajarlos”, lo cual indica que los Vigilantes aportaron el uso del metal a la humanidad. También les instruyeron sobre cómo hacer pulseras y adornos y les mostraron cómo usar el antimonio, un frágil metal blanco empleado en las artes y en la medicina.
 

A las mujeres, Azazel les enseñó el arte de “embellecerse” los párpados y el uso de “todo tipo de piedras preciosas” y “tinturas colorantes”, presuponiendo que el uso del maquillaje y las joyas no se conocía antes de esta era. Además de estos crímenes, Azazel fue acusado de enseñar a las mujeres cómo disfrutar del placer sexual y entregarse a la promiscuidad, algo visto como una blasfemia “impía” a los ojos de los narradores hebreos.

Otros Vigilantes fueron acusados de revelar a la especie mortal el conocimiento de las artes más científicas, como la astronomía, el conocimiento de las nubes (la meteorología), las “señales de la Tierra” (probablemente la geodesia y la geografía), así como las “señales”, o el paso de los cuerpos celestes, como el sol y la luna. A su líder, Shemihaza, se le acredita haber enseñado “encantamientos y extracción de raíces", una referencia a las artes mágicas rechazadas por la mayoría de los judíos ortodoxos. Otro de ellos, Pênêmûe, enseñó “lo amargo y lo dulce”, seguramente una referencia al uso de hierbas y especias en los alimentos, a la vez que instruía a los hombres sobre el uso de “tinta y papel”, lo que implica que los Vigilantes introdujeron las primeras formas de escritura. Mucho más inquietante es Kâsdejâ, de quien se dice que enseñó a “los hijos de los hombres todos los malvados caprichos de los espíritus y demonios, y los secretos para eliminar el embrión en el útero”. En otras palabras, enseñó a las mujeres a abortar.
 

Figuración de Shemihaza
Estas líneas relativas a las ciencias prohibidas, cedidas a la humanidad por los Vigilantes rebeldes, plantean la pregunta fundamental de por qué los ángeles deberían haber poseído en primera instancia un conocimiento de estos asuntos. ¿Qué necesidad tenían de trabajar los metales, usar exquisiteces, encantamientos y escritura, embellecer el cuerpo, emplear especias, y saber cómo abortar? Ninguna de estas habilidades son lo que uno podría esperar que poseyeran los mensajeros celestiales de Dios, a menos que éstos fueran originalmente humanos.
 

En mi opinión, la revelación de este conocimiento y sabiduría previamente desconocidos parecen ser las acciones de una raza muy avanzada que transmitió algunos de sus secretos estrictamente reservados a una cultura menos desarrollada que estaba aún tratando de entender los principios básicos de la vida.

Más desconcertantes resultan los aparentes actos de los ahora completamente desarrollados Nefilim, pues se dice:

“Y cuando los hombres ya no pudieron mantenerlos, los gigantes se volvieron contra ellos y devoraron a la Humanidad. Y empezaron a pecar contra los pájaros y las bestias, y los reptiles y los peces, y a devorarse la carne unos a otros, y beberse la sangre. Luego la tierra estableció acusación contra los sin ley.”

Ya entonces, los gritos de desesperación de la humanidad fueron claramente escuchados por los ángeles, o Vigilantes que habían permanecido leales al cielo.

Uno por uno son escogidos por Dios para proceder contra los Vigilantes rebeldes y sus descendientes, los Nefilim, que son descritos como “bastardos y réprobos e hijos de la fornicación”. El primer líder, Shemihaza, es colgado y atado boca abajo y su alma desterrada para convertirse en las estrellas de la constelación de Orión. El segundo líder, Azazel, fue atado de pies y manos, y expulsado eternamente a la oscuridad de un desierto denominado Dûdâêl. Sobre él se colocaron “piedras irregulares y bastas” y aquí se mantendrá por siempre hasta el Día del Juicio, cuando será “arrojado al fuego” por sus pecados. Por su implicación en la corrupción de la humanidad, los Vigilantes rebeldes se ven obligados a presenciar la masacre de sus propios hijos antes de ser expulsados a una especie de prisión celestial, vista como un “abismo de fuego”.

Los siete cielos

Entonces el patriarca Enoc entra en escena y, por algún motivo inexplicable, se le pide que interceda en favor de los rebeldes encarcelados. Él intenta reconciliarlos con los ángeles del cielo, pero fracasa estrepitosamente. Después de esto, el Libro de Enoc relata cómo el patriarca es llevado por los ángeles sobre montañas y mares hasta los “siete cielos”. Aquí ve una multitud de seres angélicos que observan las estrellas y otros cuerpos celestes en lo que aparentan ser observatorios astronómicos. Otros cuidan de huertos y jardines que tienen más en común con un kibutz israelí que con un reino etéreo sobre las nubes. En otra parte del “cielo” está el Edén, donde Dios plantó un jardín para Adán y Eva antes de su caída, siendo Enoc el primer mortal en entrar en este dominio desde la expulsión de éstos. Por último, durante la vida del bisnieto de Enoc, Noé, el Gran Diluvio cubre la tierra y destruye todos los vestigios restantes de la raza gigante. Así termina la historia de los Vigilantes.
 

Los Hijos de Dios

Los Nefilim y las hijas de los hombres
¿Qué vamos a hacer con el Libro de Enoc? ¿Están sus relatos sobre de la caída de los Vigilantes y las visitas al cielo del patriarca Enoc basados en algún tipo de verdad histórica? Los estudiosos dirían que no. Ellos creen que es una obra puramente de ficción, inspirada en el libro del Génesis, en particular, dos pasajes enigmáticos en el capítulo 6. En el primero, constituido por los versículos 1 y 2, se dice lo siguiente:

“Y aconteció que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron para sí todas las esposas que eligieron.”
Por hijos de Dios, el texto quiere decir ángeles celestiales, siendo el original hebreo bene-ha-Elohim. En el versículo 3 del capítulo 6, Dios declara de forma inesperada que su espíritu no puede permanecer en los hombres para siempre, y que, puesto que la humanidad es una creación de la carne, su vida útil en lo sucesivo se reduciría a “ciento veinte años”. Sin embargo, en el versículo 4, el tono vuelve de repente al tema original de este capítulo, ya que dice:

“Los Nefilim estaban en la tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos de Dios se juntaron con las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: los mismos valientes que desde la antigüedad fueron los varones de renombre.”
 

Como se considera que el Pentateuco fue escrito por Moisés, el legislador de c. 1200 a.C., se supone que las líneas del Génesis 6 influyeron en la elaboración del Libro de Enoc, y no al revés. A pesar de esta obvia suposición por parte de los eruditos hebreos, existen pruebas que demuestran que gran parte de Génesis fue escrito después del regreso judío del cautiverio en Babilonia, a mediados del siglo V a.C. Si este fuera el caso, entonces no hay razón por la cual las líneas del Génesis 6 no podrían haber sido manipuladas en esta época. En un intento de enfatizar la enorme antigüedad del Libro de Enoc, el mito hebreo siempre ha afirmado que fue transmitido a Noé, nieto de Enoc, después del Diluvio, es decir, mucho antes de la compilación del Génesis. Esta reivindicación de anterioridad sobre el Pentateuco llevó finalmente al teólogo cristiano San Agustín (354-430 d.C.) a afirmar que el Libro de Enoc era demasiado antiguo (ob nimiam antiquitatem) para ser incluido en el Canon de las Escrituras.

Las raíces de los Nefilim

Las líneas del Génesis 6 contienen otro enigma, ya que parecen encarnar dos tradiciones totalmente diferentes. Revisemos de nuevo las palabras del versículo 2. Éstas hablan de los Hijos de Dios que fueron hacia las Hijas de los Hombres, mientras que, en contraste, el versículo 4 dice con firmeza:

“Los Nefilim estaban en la tierra en aquellos días y también después de eso, cuando los hijos de Dios vinieron donde las hijas de los hombres.”

Y también, después de eso…
 

El significado parece bastante claro: existen dos tradiciones muy distintas mezcladas aquí: una relativa a la raza caída conocida por los primeros israelitas como los Nefilim (que se mencionan en otras partes del Pentateuco como los progenitores de una raza de gigantes llamados Anakim), y otra relativa a los bene ha-elohim, los Hijos de Dios, que son equiparados directamente con los Vigilantes en la tradición enoquiana. Los teólogos son conscientes de este dilema, y evaden el problema sugiriendo que los ángeles cayeron en desgracia dos veces, una vez por el orgullo y luego nuevamente por la lujuria. Parece cierto que el término Nefilim era el nombre original hebreo de la raza caída, mientras que bene ha-elohim es un término muy posterior, plausiblemente procedente de Irán, que entró en el Génesis 6 mucho tiempo después de su compilación original. A pesar de las contradicciones en torno al Génesis 6, su importancia es manifiesta, ya que mantuvo la firme creencia entre los antepasados de la raza judía de que, en algún momento del lejano pasado, una raza gigante había gobernado la Tierra.
 

Así pues, si los Vigilantes y los Nefilim realmente habían habitado este mundo, entonces, ¿Quién o qué eran esos seres que parecían físicos? ¿De dónde vinieron? ¿Qué aspecto tenían? ¿Dónde vivieron y cuál fue su destino final?

El Libro de Enoc era una fuente vital de conocimiento con respecto a su antigua existencia, pero yo necesitaba más: otros relatos menos contaminados de esta aparente raza de seres humanos. Entonces ocurrió una ruptura importante.

La conexión del Mar Muerto
 

Los eruditos hebreos habían observado, desde hacía mucho tiempo, las semejanzas entre algunas de las enseñanzas reaccionarias en el Libro de Enoc y los evangelios según los esenios, una notable comunidad religiosa muy justa, que –según los eruditos clásicos– existió en la orilla occidental del Mar Muerto. Esta conexión quedó fortalecida después de 1947, cuando se supo que entre los Rollos del Mar Muerto, que ahora se consideran escritos por los esenios, había varios fragmentos de textos pertenecientes a diversos ejemplares del Libro de Enoc. Hasta ese momento, las únicas copias disponibles del manuscrito completo eran las diversas copias redactadas en el lenguaje escrito etíope de Ge'ez, la primera de las cuales llegó a Europa a través del explorador y masón escocés James Bruce of Kinnaird después de sus famosos viajes a Abisinia entre 1769 y 1772.

Rollos del Mar Muerto
Los Rollos del Mar Muerto no sólo confirmaron la autenticidad del Libro de Enoc, sino que también demostraron que se habían mantenido en gran estima por la comunidad esenia de Qumrán, y que incluso podría haber estado detrás de su elaboración original en algún momento después de 165 a. C. Más importante aún, los eruditos hebreos también comenzaron a identificar varios otros tratados previamente desconocidos, de estilo “enoquiano” entre el corpus del Mar Muerto, y éstos incluían más referencias a los Vigilantes y a sus descendientes, los Nefilim. Muchos de estos fragmentos específicos fueron finalmente identificados por el erudito del Mar Muerto J.T. Milik como extractos de un trabajo perdido llamado el Libro de los Gigantes.  Anteriormente, esta obra sólo había sido conocida por referencias aisladas en textos religiosos pertenecientes a los maniqueos, una fe gnóstica herética que se extendió por toda Europa y Asia, hasta China y el Tíbet, a partir del siglo III d.C.
 

El Libro de los Gigantes continúa la historia narrada en el Libro de Enoc, relatando cómo reaccionaron los Nefilim al saber que su inminente destrucción se debía a las incongruencias de sus padres Vigilantes. La lectura de esta antigua obra ofrece al lector una visión más compasiva de los Nefilim, que –como inocentes transeúntes– afrontan un dilema que está más allá de su control personal.

Rostro de víbora
 

Sin embargo, al margen de este tratado aún muy fragmentario, han surgido otros textos enoquianos entre los Rollos del Mar Muerto, que en mi opinión son igualmente importantes. Uno de ellos es el Testamento de Amram. Amram era el padre del legislador Moisés, si bien en esta historia cualquier marco temporal bíblico es irrelevante. Lo que es mucho más significativo es la aparición de los dos Vigilantes que se le aparecen en una visión como en sueños mientras él descansa en su cama, ya que el texto reconstruido dificultosamente dice lo siguiente:

“[Vi a los Vigilantes] en mi visión, el sueño-visión. Dos (hombres) se peleaban por mí, diciendo... y sosteniendo una gran contienda sobre mí. Yo les pregunté: '¿Quiénes sois, que tal poder tenéis sobre mí?' Ellos me respondieron: 'A nosotros [se nos ha dado el] poder y el gobierno sobre toda la humanidad.' Ellos me dijeron: '¿A quién de nosotros escoges [tú para que te gobierne?' Levanté los ojos y miré.] [Uno] de ellos era terrorífico en su apariencia, [como una] serpiente, [su] manto multicolor, pero muy oscuro... [Y miré de nuevo], y... en su apariencia, su rostro como una víbora, y [llevaba...] [en extremo, y todos sus ojos...].

El texto identifica a este último Vigilante como Belial, el Príncipe de las Tinieblas y Rey del Mal, mientras su compañero se revela como Miguel, el Príncipe de Luz, también llamado Melquisedec, Rey de la Justicia. Es, sin embargo, el aspecto terrible de Belial lo que me llamó la atención, porque es visto como aterrador de contemplar y como una “serpiente”, el sinónimo utilizado muy a menudo para describir tanto los Vigilantes como a los Nefilim.

¿Rostro como de víbora?
Si el fragmento textual hubiese terminado aquí, entonces yo no habría sabido por qué este sinónimo había sido utilizado por el escriba judío en cuestión. Sin embargo, afortunadamente, el texto continúa diciendo que el Vigilante tenía un rostro, o cara, “como una víbora”. Dado que también lleva una capa “de muchos colores, pero muy oscura”, también tuve que suponer que era antropomórfico, es decir, que poseía forma humana.


El r
ostro como una víbora... ¿Qué podría significar esto? ¿Cuánta gente conoce usted con un “rostro como de víbora”? Durante más de un año no pude ofrecer ninguna solución adecuada a esta curiosa metáfora. Entonces, por casualidad, sucedió que escuché algo en una emisora de radio nacional que me proporcionó una respuesta sencilla, aunque totalmente inesperada. En Hollywood, Los Angeles, hay un club llamado Viper Room (“El Salón Víbora”). Es propiedad del actor y músico Johnny Depp, y en octubre de 1993 saltó a los titulares cuando el prometedor actor River Phoenix se derrumbó y murió trágicamente al salir del club, después de una noche de excesos.

Por la publicidad de los medios de comunicación que ineludiblemente rodeó este incidente relacionado con drogas, se descubrió que el Viper Room obtuvo su nombre muchos años antes, cuando había sido un refugio de jazz de cierto renombre. Se cuenta que los músicos se subían al escenario y tocaban durante largas horas, prolongando su creatividad y concentración fumando grandes cantidades de marihuana. Al parecer, los efectos a largo plazo de este uso indebido de drogas, junto con períodos muy largos sin comer y dormir, hacía que sus rostros se desfiguraran hasta parecer huecos y delgados, mientras que sus ojos se estrechaban hasta convertirse en sólo rendijas. A través de la niebla de humo, el efecto hacía parecer como si los músicos de jazz tenían cara como de víboras, de ahí el nombre del club.
 

Esta divertida anécdota hizo trabajar mi mente confundida y me permitió construir una imagen mental de cómo sería una persona con cara “como de víbora”: sus rostros se muestran largos y estrechos, con pómulos salientes, mandíbulas alargadas, labios delgados y ojos oblicuos como los de muchos tipos raciales de Asia Oriental. ¿Era ésta la solución en cuanto a por qué tanto los Vigilantes como los Nefilim fueron descritos como serpientes caminantes?
 

Parecía una posibilidad como otra cualquiera, aunque también era factible la conexión ofídica relacionada con sus acreditadas asociaciones y capacidades mágicas, e incluso quizás con sus movimientos corporales y su aspecto general.

La apariencia de plumas
 

Otra referencia importante sobre la apariencia de los Vigilantes proviene de Los Secretos del Libro de Enoc, también conocido como 2 Enoc, una especie de secuela de la obra original escrita en griego y datada en el siglo I d.C.  El pasaje se refiere a la inesperada llegada de dos Vigilantes cuando Enoc descansa en su cama:

“Y se me aparecieron dos hombres muy altos, como nunca he visto en la Tierra. Y sus rostros brillaban como el sol, y sus ojos eran como lámparas encendidas, y salía fuego de sus labios. Su vestido tenía la apariencia de plumas: ...[púrpura], sus alas eran más brillantes que el oro, sus manos más blancas que la nieve. Se quedaron en la cabecera de mi cama y me llamaron por mi nombre.”

Quetzalcoatl: ¿otro ángel alado?
La piel blanca (a menudo llamada “roja como una rosa”), estatura alta y faz radiante “como el sol”, todos estos rasgos se repiten con frecuencia en relación con la aparición de ángeles y Vigilantes en la literatura enoquiana y del Mar Muerto. Sin embargo, ¿cuál era esta referencia a esta vestimenta que tenía “la apariencia de plumas”? ¿Podría referirse de algún modo a la “capa” usada por el Vigilante llamado Belial, que aparece en la historia de Amram, de la cual se decía que era “de muchos colores, pero muy oscura”, precisamente el efecto que uno podría esperar de una capa de plumas negras, como las propias de cuervos o buitres, tal vez?

A pesar del hecho de que el arte cristiano siempre ha representado a los ángeles con alas, esta tradición no se remonta más allá del siglo tercero o cuarto después de Cristo. Antes de esta era, los verdaderos ángeles (los querubines y serafines tenían varios conjuntos de alas) aparecían con el aspecto de “hombres”, una situación que a menudo incitó a los traductores textuales agregar alas en las descripciones existentes de los ángeles. Este ha sido, sin duda alguna, el caso del relato anterior tomado de 2 Enoc, que fue re-copiado muchas veces durante los primeros años del cristianismo.
 

Con esta observación en mente, sentí que la expresión relativa a los Vigilantes vestidos con “la apariencia de plumas” era muy reveladora. También parecía una licencia excesiva por parte del escribano que transmitió esta historia en forma escrita, por haber agregado alas a la descripción de los dos “hombres”; ¿por qué molestarse en decir que llevaban prendas de plumas? Sin duda, esta confusión entre alas y capas de plumas podría haber sido editada para dar a los Vigilantes un aspecto angelical más apropiado.

Chamanes – pájaros

De algún modo supe que ésta era una clave para desentrañar este extraño misterio, porque sugería que, si bien los vigilantes habían sido realmente humanos, pudieran haberse adornado con prendas de este tipo como parte de su vestido ceremonial. El uso de formas totémicas, como animales y aves, ha sido siempre el dominio de los chamanes, los senderistas espirituales de las comunidades tribales. En muchas culturas primitivas, se decía que el alma tomaba la forma de un pájaro para hacer su vuelo de este mundo al otro, por lo que a menudo es representado como tal en el arte religioso antiguo.

Esta idea puede tener su origen en la creencia generalizada de que el vuelo astral sólo puede lograrse mediante el uso de las alas etéreas, como las de un ave, algo que sin duda ayudó a inspirar la idea de que los ángeles, como mensajeros de Dios, debían ser representados con alas en la iconografía cristiana.

Chamán del Amazonas
Para reforzar esta conexión mental con su ave elegida, los chamanes adornan sus cuerpos con una capa de plumas y pasan largos períodos de tiempo estudiando cada uno de sus movimientos. Así, los chamanes entrarían en su hábitat natural y observarían todas las facetas de su vida: su modo de vuelo, sus hábitos alimenticios, sus rituales de cortejo y sus acciones sobre el terreno. Al hacerlo, tendrían la esperanza de convertirse en pájaros, una alter-personalidad adoptada sobre una base semi-permanente. El chamanismo totémico es más o menos dependiente de los animales autóctonos o de las aves presentes en el lugar de la cultura o la tribu, aunque en principio el objetivo ha sido siempre el mismo: usar este manto para alcanzar el vuelo astral, la iluminación divina, la comunicación y la consecución del conocimiento y la sabiduría de otro mundo. Así pues, ¿los Vigilantes y los Nefilim podrían haber sido hombres-aves?

La respuesta es casi seguro que sí, pues en el texto del Mar Muerto titulado El Libro de los Gigantes, los hijos Nefilim del ángel caído Shemihaza, llamados Ahy y Ohy, experimentan visiones en sueños, en los cuales visitan un mundo-jardín y ven 200 árboles que están siendo talados por ángeles celestiales. Sin entender el propósito de esta alegoría, exponen el asunto al Consejo de los Nefilim, quienes nombran a uno de ellos, Mahawai, para consultar en su nombre a Enoc, quien ahora reside en un paraíso terrenal. Con este fin Mahawai, entonces:

“[...se levantó en el aire], como los remolinos, y voló con la ayuda de sus manos como [alas] de águila [...sobre] las tierras cultivadas y cruzó Soledad, el gran desierto, [...]. Y vio a Enoc y le llamó...”

Enoc explica que los 200 árboles representan los 200 Vigilantes, mientras que la tala de los troncos significa su destrucción en una próxima conflagración y diluvio. Más importante, sin embargo, es el medio por el cual Mahawai alcanza el vuelo astral, pues se dice que ha utilizado “las manos como (un) águila [alada]”. En otra parte del mismo texto enoquiano se dice que Mahawai ha adoptado la forma de un pájaro para hacer otro largo viaje. En esta ocasión, se escapa por poco de quemarse por el calor del sol, después de escuchar la voz celestial de Enoc, que lo convence de volver y no morir antes de tiempo, una historia que tiene un claro paralelo en la mitología griega con el vuelo fatal de Ícaro, demasiado cercano al sol.
 

Además de esta evidencia, una variación de este mismo texto equipara a los hijos de Shemihaza “no (con) el... águila, sino con sus alas”, mientras que al mismo tiempo los dos hermanos son descritos como “en su nido”, afirmaciones que llevaron al erudito hebreo J.T. Milik a la conclusión de que, al igual que Mahawai, ellos también “podrían haber sido hombres-pájaro”.

Esta era una confirmación convincente de que los ángeles fueron originalmente una cultura o tribu que practicaban una forma de chamanismo de aves, tal vez asociado a un ave de carroña oscura como el cuervo o buitre.

© Andrew Collins

Fuente imágenes: Wikimedia Commons