viernes, 16 de diciembre de 2016

La arqueología fantástica de la Cueva de los Tayos


Es un hecho que lo misterioso atrae –y vende– mucho más que lo cotidiano o rutinario y esa es una buena razón por la cual una parte de la arqueología alternativa se ha dedicado a explotar literariamente multitud de historias fantásticas relacionadas con ciertos descubrimientos asombrosos. De este modo, no es de extrañar que hayan proliferado historias –primero en libros y más recientemente en Internet– al más puro estilo “Indiana Jones”, en las que podemos hallar los elementos más típicos de este subgénero: antiguas leyendas o maldiciones, dioses astronautas, civilizaciones perdidas, escrituras desconocidas, tesoros increíbles, objetos sagrados, túneles secretos, tenebrosas tumbas, templos ocultos en medio de la selva, oscuras conspiraciones, aventureros en busca de fama y fortuna, y un largo etcétera.  

A todo esto habría que añadir el interés de ciertos personajes y medios, sobre todo en televisión y prensa escrita, de montar un espectáculo a costa de la arqueología alternativa, saltándose el rigor y los criterios científicos cuando conviene, no sea que la realidad (o al menos la duda razonable) estropee una buena historia. Todo el mundo tiene en mente el perfil de esos mediáticos apóstoles del misterio, los cuales, aunque merecen mi respeto, creo que hacen un flaco favor a las posiciones verdaderamente heterodoxas o disidentes. Ello por no hablar de los populares documentales de tipo “Ancient Aliens”, cuya credibilidad y seriedad están bajo mínimos y que más bien deberían calificarse de simples programas de entretenimiento, con poca o ninguna pretensión científica.

En fin, un servidor de ustedes ha leído bastantes de estos episodios más o menos fantásticos y reconozco que no dejan de tener su atractivo y fascinación, porque a veces lo que sugieren nos hace disparar la imaginación y la curiosidad, y esos son factores que muchas veces han hecho avanzar la ciencia en todas las épocas, pasando por encima de las posturas más críticas o escépticas. No obstante, todo tiene un límite; hay que ser abierto de mente pero también cauto. Por tanto, es vital separar la ficción de la realidad y tener los pies en el suelo, porque si adoptamos una ciega actitud de creyente y luego descubrimos “el pastel”, la caída se hace mucho más dura. Esto no quiere decir de ninguna manera que haya que mantener una postura a la defensiva (incluso hostil) ante lo insólito, pues el buen científico –o cualquier investigador mínimamente riguroso– debe estar atento a todas las posibilidades, pero lógicamente no quiere que le den gato por liebre.

Así pues, considero que la gran mayoría de estas historias tienen mucho humo y muy poco fundamento y producen bastante más daño que beneficio a la genuina arqueología alternativa, dado que desvirtúan los esfuerzos de los investigadores más meticulosos que luchan por doblegar la cerrazón del estamento académico aportando datos y hechos contrastados, por lo menos hasta donde es humanamente posible. Porque lo que es evidente es que las historias de arqueología fantástica constituyen para los más inmovilistas un vehículo perfecto para descalificar y desacreditar a todos los herejes, enviando a la totalidad de los autores alternativos al saco de los indeseables que sólo quieren crear expectación y hacer negocio.

Interior de la Cueva de los Tayos
Lo cierto es que la lista de estas historias fabulosas es muy larga y va desde la búsqueda de las ciudades perdidas de Akakor o “Z” en la Amazonia a los curiosos discos Dropa hallados en China, pasando por la civilización gliptolítica del Dr. Cabrera o las tablillas naacal del coronel Churchward. Pero para exponer un ejemplo ilustrativo en detalle de este fenómeno, he escogido la compleja historia de la Cueva de los Tayos (Ecuador), que realmente tiene todos los ingredientes para hacer una atractiva película de aventuras y misterio con un motivo central presuntamente arqueológico. En el primer número de la revista Dogmacero le dedicamos un breve artículo, que ahora reproduzco[1], junto con una entrevista realizada por Eduard Pi a dos exploradores españoles que se adentraron en la Cueva hace unos pocos años y nos trasladaron las impresiones de su experiencia. Que ustedes disfruten de la película; y como dicen los italianos, se non è vero, è ben trovato.

  

La Cueva de los Tayos


Situación geográfica de la Cueva de los Tayos
En la selva del estado sudamericano de Ecuador se cree que existen alrededor de unas 400 cavidades subterráneas, algunas de ellas protegidas por tribus de la Amazonia, y que en su mayor parte apenas han sido exploradas por los investigadores. Entre todas ellas destaca poderosamente la Cueva de los Tayos, un lugar legendario, que fue la primera en ser estudiada por numerosas expediciones de arqueólogos, exploradores y aventureros. Esta cueva está situada en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, en pleno territorio indígena shuar (también conocidos como jíbaros). Su nombre se debe a unas aves nocturnas llamadas tayos o guacharos que habitan en esas cuevas.

Según ciertos rumores que se remontan a hace décadas, en la Cueva de los Tayos, o bien en otra de las cuevas existentes en esta zona de la selva ecuatoriana, podría hallarse una biblioteca metálica con grabados e inscripciones que narrarían la historia de la Humanidad antigua, y que obligarían a rescribir la historia de pies a cabeza. Ciertamente, esta cueva ha generado mucha controversia en algunos sentidos, al afirmarse que allí fue donde, en la década de los 60, el explorador húngaro-argentino Juan (Janos) Moricz encontró supuestamente una biblioteca metálica con el registro completo de la historia de la Humanidad grabada en láminas de oro.

La historia se remonta al año 1964 cuando Juan Moricz aseguró que en el interior de unas extensas galerías de túneles de cientos de kilómetros de largo y de origen artificial, había encontrado un fabuloso tesoro en forma de láminas metálicas (algunas de ellas de oro) grabadas con unos indescifrables símbolos, que él atribuía a una antiquísima civilización, de la que hasta entonces nadie tenía conocimiento, y que el propio Moricz calificó de auténtica biblioteca metálica. Moricz llevaba desde 1950 buscando la entrada a un supuesto mundo intraterreno de cuya existencia estaba convencido. Esta convicción le había llevado a recorrer Argentina, Bolivia, Perú y, finalmente, Ecuador, donde entró en contacto con la etnia shuar. Moricz afirmaba que una de las entradas a ese supuesto mundo subterráneo era la conocida como Cueva de los Tayos.

Cinco años después, en 1969, Moricz y el abogado Dr. Gerardo Peña Matheus, organizaron una expedición a los Tayos con el objetivo de localizar y mostrar a la opinión pública esa llamada biblioteca metálica que, siempre según Moricz, relataría la historia de la humanidad de los últimos 250.000 años. Desgraciadamente, no lo consiguieron… o, al menos, eso dijeron públicamente. Asesorado por el Dr. Peña, Moricz protocolizó ante una notaría de Guayaquil una declaración de fecha 21 de julio de 1969 en la que afirmaba haber descubierto en la Cueva de los Tayos “objetos preciosos de gran valor cultural e histórico para la humanidad que consisten en láminas de metal grabadas con signos y escritura ideográfica, verdadera biblioteca metálica que contiene la relación cronológica de la historia de la humanidad.”

E. Von Däniken
La noticia del descubrimiento[2] llegó a oídos del escritor suizo Erich Von Däniken, quien viajó a Ecuador y entró en contacto con Moricz. Este le dirigió al padre Paolo Carlo Crespi, misionero italiano de la orden salesiana y afincado en Cuenca,  que al parecer había sido obsequiado por los indios shuar con láminas similares a las que Moricz había visto en su primera expedición a los Tayos, hasta el punto de llegar a crear una especie de museo-almacén en las dependencias del patio de la Iglesia Maria Auxiliadora de Cuenca. Däniken viajó hasta allí, visitó a Crespi y pudo fotografiar la gran cantidad de placas grabadas con los extraños símbolos que Moricz le había descrito. El fruto de este trabajo fue recogido en su libro El oro de los dioses en el que Von Däniken cometió multitud de inexactitudes, por decirlo de una forma amable. La publicación del libro, repleto de datos cuando menos dudosos y de afirmaciones que posteriormente se demostraron ser falsas, provocó una controversia importante a nivel mundial que hizo que el autor suizo (y con él buena parte de toda esta historia) cayera en el descrédito, siendo acusado por sus detractores de mentiroso.

La obra, sin embargo, atrajo la atención del ingeniero escocés Stanley Hall que, con apoyo del gobierno británico, y tras rechazar las condiciones que Moricz le puso para encabezarla, organizó en 1976 una expedición británico-ecuatoriana en la que participaron 126 personas (35 científicos expertos en las más variadas disciplinas) con un presupuesto superior a los dos millones de dólares. El presidente honorario de esta expedición fue Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna y cuya participación atrajo a los medio de comunicación de todo el mundo. La expedición de Hall se desarrolló durante 35 días y en ella participaron, aparte de los científicos citados, militares ecuatorianos (lógico hasta cierto punto dado el carácter de la expedición y el contexto socio-político de la época), militares ingleses y miembros de los servicios de inteligencia británica, lo cual no deja de ser sorprendente. 

Neil Armstrong en el interior de la cueva
La conclusión a la que llegó dicha expedición fue la siguiente: “La Cueva de los Tayos no constituye un monumento arqueológico como se ha venido afirmando sino geológico. Son formaciones milenarias cuya morfología natural no ha sido modificada por el hombre. Se puede calificar la cueva como una de las más importantes en América del Sur.” Esta declaración fue un auténtico jarro de agua fría para muchos. Sin embargo, no tardaron en dejarse oír voces que aseguraban que todo era un montaje para encubrir el auténtico alcance de lo que se había encontrado[3]. Y, ciertamente, hay indicios razonables de que en este asunto no se ha dicho toda la verdad. Apoyaría esta sospecha el hecho de que de la Cueva de los Tayos fueron sacadas por los miembros de la expedición cuatro cajas de madera, cerrada y selladas, que nadie supo exactamente qué contenían y que provocó enfrentamientos con los indígenas shuar.

Para añadir más leña al fuego, el espeleólogo argentino Julio Guillén Aguado —que estuvo presente en esta expedición y, al parecer, también en la anterior dirigida por Moricz— sostuvo en su día que la expedición de Stanley Hall había sido en realidad financiada por la Iglesia Mormona, dado el extraordinario parecido entre el presunto descubrimiento de unas planchas metálicas (alguna de ellas, al parecer, de oro) con misteriosas inscripciones y dibujos y las planchas (también de oro) que recibiera el profeta Joseph Smith, de manos del ángel Moroni y que propiciaron la fundación de la iglesia mormona. Aguado, que siempre desconfió de las conclusiones oficiales a las que llegó la expedición, destacó la pertenencia de Hall a la francmasonería inglesa, así como el hecho de que también Neil Armstrong era masón, de lo cual dedujo el interés y la implicación de estas órdenes discretas en las investigaciones en la Cueva de los Tayos.

Nunca se supo qué hizo Juan Moricz con su descubrimiento. Se piensa que él mismo lo escondió en algun lugar secreto antes de morir en 1991, pero esto no deja de ser una especulación. Otros autores afirman que el supuesto tesoro sería un objetivo secundario de todos los que lograron entrar en los Tayos y que lo realmente destacable de esta cueva es que se trataría de una de las entradas a la mítica Agartha, el mítico mundo subterráneo en donde residirían los auténticos dueños del mundo, herederos de una antiquísima y evolucionada civilización que, previendo la proximidad de una cataclismo a nivel planetario, buscaron refugio en las entrañas de la Tierra, fundando diversas ciudades entre las cuales destacaría Shambalah, la capital de Agartha. Mito o realidad, todo indica que Moricz sí creía en la existencia de este mundo paralelo, al que dedicó buena parte de su vida intentando localizar una entrada al mismo. ¿Lo encontró finalmente en Los Tayos? Es algo que nunca sabremos.

Entrada a la Cueva de los Tayos, vista desde el interior

Lamentablemente para los investigadores con una mentalidad abierta, este episodio de los Tayos contiene muchas más sombras que luces, con rumores, datos sin corroborar y un aire de aventura fantástica más que de investigación científica seria. Con todo, y pese a esta falta de evidencias, no deberíamos restar importancia al estudio de estos mundos subterráneos y a la posibilidad de que existiera una civilización antigua primigenia de la cual no tenemos más que referentes mitológicos.

Seguidamente, DogmaCero tiene el honor de ofrecer a sus lectores una entrevista con los integrantes de la única expedición española que se ha internado en Los Tayos,  a fin de ofrecer sus impresiones de primera mano sobre este singular paraje y sobre toda la controversia que hemos presentado.


Entrevista a Francisco Serrat y Ángela de Dalmau 

por Eduardo Pi

Francisco Serrat y Angela de Dalmau comparten la pasión por las leyendas y los mitos que encierra Sudamérica. Él es fotógrafo y naturalista, ella es psicóloga. Su espíritu aventurero les ha llevado a recorrer América en una constante búsqueda.

Francisco Serrat adentrándose en la Cueva de los Tayos con la ayuda de los indígenas shuar

Pregunta: ¿Qué buscan ustedes  en esos viajes?

Respuesta: Buscamos respuestas. Sudamérica, sobre todo los pueblos de la Amazonía, está llena de leyendas acerca de ciudades y civilizaciones perdidas. Nos fascinan las historias que encuentras por doquier acerca de una supuesta red de túneles que atravesaría todo el continente. Cuando uno viaja por Perú, Ecuador o Bolivia no es difícil encontrarse con relatos acerca de esos túneles, de supuestas entradas a ese mundo interior, de comunidades de hombres sabios que se encontrarían ocultos a la civilización, en lugares remotos de la selva o los Andes.

Pregunta: ¿Lugares como la Cueva de los Tayos?

Respuesta: Sí, sí… Nosotros tuvimos conocimientos de esa cueva a través de una carta que recibió un buen amigo de Andreas Faber-Kaiser, el escritor y periodista que dirigió la revista Mundo Desconocido. El había estado en esa cueva, en Ecuador, había hablado con Juan Moricz, el investigador que había estado en el interior de la Cueva de los Tayos que nosotros luego pudimos explorar.

Pregunta: Y  deciden  viajar a Los Tayos…

Respuesta: En efecto, en 1990 bajamos a la Cueva de los Tayos. Queríamos verificar sobre el terreno la información de la que disponíamos, comprobar la existencia de la mítica biblioteca de metal de la que hablaba Erich Von Daniken en su libro El oro de los Dioses.

Pregunta: ¿Y?

Respuesta: Estuvimos allí, recorrimos las galerías, verificamos la existencia de unos lugares ciertamente enigmáticos; de hecho, fotografiamos los mismos lugares que Moricz y Daniken describieron.

Pregunta: Supongo que esta expedición debió llamar la atención de los medios de comunicación de la época…

Respuesta: En absoluto. Y no deja de sorprendernos. En julio de 1994 la revista Mas Allá publicó nuestra experiencia. ¡Y eso fue todo! Es como si nuestra información hubiese desaparecido, siendo nosotros los únicos españoles, que sepamos, que han estado en el interior de la Cueva de los Tayos.

Pregunta: En aquella época ¿cuántas personas habían entrado en la Cueva de los Tayos?

Respuesta: Por lo que nosotros conocíamos, en 1990 eran muy pocas: la expedición de Juan Moricz, que había estado en la década de los 60 y, la más señalada, la de 1976; una expedición ecuatoriano-británica en la que participaron Neil Amstrong y Stanley Hall.

Pregunta: Imagino que hubo muchas dificultades para conseguir entrar en la cueva...

Respuesta: Desde luego. Primero llegar hasta ella, luego bajar (y volver a subir) por un pozo de unos 60 metros de caída vertical, junto con cuatro shuaras cargados con el equipo de espeleología, equipo que era la primera vez que veían. Y además, naturalmente, estaba el peligro de que lloviera y entrara agua por la boca del pozo y no pudiéramos salir.

Pregunta: ¿Y el acceso a esta cueva no está vigilado?

Ángela de Dalmau en el descenso a la cueva
Respuesta: Estas cuevas están en territorio Shuar (jíbaro). Si alguien las guarda o custodia son ellos mismos, los Shuaras. Evidentemente nosotros tuvimos que pedir permiso y apoyo a los Shuaras que habitaban el lugar para poder descender a las cuevas. No tuvimos ninguna oposición, contando que nuestro guía era hijo de madre Shuar y padre misionero laico. Es más, todo el poblado tuvo mucha curiosidad de ver cómo nos las apañábamos para descender, ya que el Cacique, al ver nuestro equipo de espeleología, decidió que no podríamos bajar. Todos nos acompañaron a la boca de la cueva y a indicaciones del Cacique cortaron unos troncos que servirían de soporte para montar el equipo. Una vez vieron que lo conseguíamos, el Cacique se retiró y dejamos de ser curiosidad. No lo volvimos a ver hasta el día de nuestra partida.

Pregunta: Han hablado ustedes de Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna ¿Qué encontraron él y la expedición dirigida por Stanley Hall?

Respuesta: No lo sabemos. Únicamente conseguimos la información de un libro del padre Porras, conocido arqueólogo ecuatoriano que participó en la misma expedición, en 1976, con un equipo de arqueólogos ecuatorianos. De hecho, la expedición no era únicamente británica sino en colaboración con Ecuador. Según el padre Porras, encontraron cerámicas y piezas ornamentales que databan del 1200 a. C., hallazgos arqueológicos que no tenían nada que ver con la actual cerámica Shuar, ni tampoco inca.

Pregunta: En su día, Juan Moricz aseguró haber encontrado unas láminas de oro y piedra, la que algunos denominaron “biblioteca de metal” ¿Dónde creen que podrían hallarse actualmente?

Respuesta: Parece ser que no lo sabe nadie y, si alguien conocía el paradero, ese era su notario y abogado, que guardaba todos sus secretos.

Pregunta: Si es cierto que dentro de la cueva se encontraba una biblioteca hecha de láminas de oro, que podría contener parte de la verdadera historia de la Humanidad, ¿cuál sería el motivo de que no haya aparecido?

A. Faber-Kaiser
Respuesta: Que no fuera la cueva a la que se refiere Juan Moricz, ni Erich von Däniken, ni Andreas Faber-Kaiser. Lo curioso es que, según Faber-Kaiser, Moricz le reveló la verdad. Y nosotros estuvimos en la misma boca de la cueva que estuvo Andreas, solo que él no descendió y nosotros sí. Lo único que podemos decir es que a nuestro regreso, compartimos nuestra experiencia con Andreas y él únicamente nos dijo: "las entidades que allí habitan no se han puesto en contacto con vosotros". Esta respuesta nos marcó definitivamente para apartarnos del tema.

Pregunta: ¿Y qué papel juega en todo esto el Padre Crespi?

Respuesta: El padre Crespi era un sacerdote salesiano, que se hizo famoso por recopilar todo tipo de objetos que le llevaban los indios. A su muerte, en 1994, su comunidad en la ciudad ecuatoriana de Cuenca, vendió toda su colección al Museo de Arqueología de la misma ciudad. Al padre Crespi lo hizo famoso Däniken en su libro El oro de los Dioses. Según nuestras averiguaciones en el Museo, supimos que se hizo una selección descartando casi todas las piezas por estar hechas con materiales modernos sin ningún valor. De todas maneras, según el libro de Däniken, Moricz sólo le dijo que las piezas que coleccionaba el padre Crespi tenían un parecido con las que él había encontrado en las cuevas.

Pregunta: ¿Podría ser que la Cueva de los Tayos fuera solamente un anzuelo para los medios de comunicación,  a fin de desviar la atención de otra entrada cercana donde supuestamente estaría guardado este preciado tesoro que encontró Juan Moricz?

Respuesta: Sí, hoy en día lo creemos, y si es así, Andreas Faber-Kaiser también nos desvió o fue desviado él también.

Museo del padre Crespi
Pregunta: ¿Qué opinan acerca de la teoría de Juan Moricz y algunos filólogos sobre una lengua madre en América del Sur que pudo ser el origen del húngaro y del jeroglífico egipcio  y cuneiforme sumerio? Dicho de otra manera, que una civilización Americana muy antigua y muy avanzada viajara hacia el este, a Europa y África y Asia, e influenciara a sus pobladores, tal y como afirmaba el ya fallecido investigador peruano Alfredo Gamarra.

Respuesta: Esto se escapa de nuestro tipo de investigaciones y por ello no estamos capacitados para responder adecuadamente. Pero sí nos parece una teoría interesante. Sugerimos leer nuestro artículo de la Cueva de los Tayos, donde Javier Sierra hace unos comentarios muy interesantes sobre el lenguaje grabado que se encuentra en las supuestas láminas de oro halladas en estas cuevas.

Pregunta: ¿Creen necesario que las instituciones académicas y universitarias propusieran una revisión en según qué acontecimientos históricos del pasado antiguo, e intentar llegar a un acuerdo sobre rescribir la historia antigua de la humanidad?

Respuesta: Sí, lo creemos absolutamente necesario, ya que con el actual y obsoleto sistema se hace imposible avanzar en cualquier investigación. Lo que más cuesta es aceptar la antigüedad de según qué lugares, anteriores a nuestra propia civilización.

Pregunta: Una de las grandes cuestiones íntimamente relacionada con la Cueva de los Tayos radica en saber si quienes escondieron esa biblioteca dentro de la cueva fueron los mismos que la fabricaron, o bien si fue escondida allí por una cultura posterior. Dicho de otra forma: ¿Creen que fueron los incas quienes la fabricaron? 

Respuesta: No. No las relacionamos en absoluto con los incas. Por lo menos en esa zona del Amazonas de Ecuador, y que sepamos, no se han encontrado indicios incas.


Fuente: Dogmacero n.º 1 (enero-febrero 2013)

Fuente imágenes: Wikimedia Commons y Serrat/de Dalmau



[1] Para completar el relato, he añadido a pie de página algunas notas con información relevante que no apareció en el documento original.
[2] Cabe señalar que Moricz nunca confesó en vida quién le había revelado la existencia de la biblioteca metálica y guiado hasta la cueva. Tras su muerte, apareció el nombre de Petronio Jaramillo, la persona que presuntamente habría conducido a Moricz a la cueva. Al parecer, el tal Jaramillo había estado dos veces en el interior de la cueva y había visto una vastísima biblioteca metálica con pesados libros de gran tamaño y otra secundaria realizada con tablillas de cristal de menor tamaño, así como varias estatuas zoomórficas y antropomórficas. Sin embargo, según Jaramillo, los tesoros no estarían exactamente en la Cueva de los Tayos, sino en otra cavidad próxima, con un acceso secreto situado bajo el río Pastaza.
[3] “Oficialmente”, consta que la expedición, aparte de identificar 400 nuevas especies vegetales, localizó una antigua cámara funeraria en la que se halló un cadáver sentado. Pero, en principio, no se halló rastro de la famosa biblioteca metálica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente artículo, Xabier, como siempre.
Recientemente he leído el libro de Von Daniken "la historia miente" donde se explica por los errores cometidos en el libro que tú indicas.
La verdad es que plantea algunas hipótesis dignas de tener en cuenta aunque insisto en lo de "hipótesis".
Saludos.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias por el comentario

Bueno, no he leído ese libro de EvD, así que no puedo juzgar, pero desde luego creo que "la historia miente"; no sé hasta qué punto y si hay más error que mentira o viceversa. El problema es que precisamente EdV no predicó por el ejemplo, aunque le reconozco el mérito de haber realizado muchas preguntas incómodas.

Saludos