Es
un hecho que lo misterioso atrae –y vende– mucho más que lo cotidiano o
rutinario y esa es una buena razón por la cual una parte de la arqueología alternativa
se ha dedicado a explotar literariamente multitud de historias fantásticas relacionadas
con ciertos descubrimientos asombrosos. De este modo, no es de extrañar que
hayan proliferado historias –primero en libros y más recientemente en Internet–
al más puro estilo “Indiana Jones”, en las que podemos hallar los elementos más
típicos de este subgénero: antiguas leyendas o maldiciones, dioses astronautas,
civilizaciones perdidas, escrituras desconocidas, tesoros increíbles, objetos
sagrados, túneles secretos, tenebrosas tumbas, templos ocultos en medio de la
selva, oscuras conspiraciones, aventureros en busca de fama y fortuna, y un
largo etcétera.
A
todo esto habría que añadir el interés de ciertos personajes y medios, sobre
todo en televisión y prensa escrita, de montar un espectáculo a costa de la
arqueología alternativa, saltándose el rigor y los criterios científicos cuando
conviene, no sea que la realidad (o al menos la duda razonable) estropee una
buena historia. Todo el mundo tiene en mente el perfil de esos mediáticos apóstoles
del misterio, los cuales, aunque merecen mi respeto, creo que hacen un
flaco favor a las posiciones verdaderamente heterodoxas o disidentes. Ello por
no hablar de los populares documentales de tipo “Ancient Aliens”, cuya credibilidad
y seriedad están bajo mínimos y que más bien deberían calificarse de simples
programas de entretenimiento, con poca o ninguna pretensión científica.
En
fin, un servidor de ustedes ha leído bastantes de estos episodios más o menos
fantásticos y reconozco que no dejan de tener su atractivo y fascinación,
porque a veces lo que sugieren nos hace disparar la imaginación y la curiosidad,
y esos son factores que muchas veces han hecho avanzar la ciencia en todas las épocas,
pasando por encima de las posturas más críticas o escépticas. No obstante, todo
tiene un límite; hay que ser abierto de mente pero también cauto. Por tanto, es
vital separar la ficción de la realidad y tener los pies en el suelo, porque si
adoptamos una ciega actitud de creyente y luego descubrimos “el pastel”, la caída
se hace mucho más dura. Esto no quiere decir de ninguna manera que haya que
mantener una postura a la defensiva (incluso hostil) ante lo insólito, pues el
buen científico –o cualquier investigador mínimamente riguroso– debe estar atento
a todas las posibilidades, pero lógicamente no quiere que le den gato por
liebre.
Así
pues, considero que la gran mayoría de estas historias tienen mucho humo y muy poco
fundamento y producen bastante más daño que beneficio a la genuina arqueología
alternativa, dado que desvirtúan los esfuerzos de los investigadores más meticulosos
que luchan por doblegar la cerrazón del estamento académico aportando datos y
hechos contrastados, por lo menos hasta donde es humanamente posible. Porque lo
que es evidente es que las historias de arqueología fantástica constituyen para
los más inmovilistas un vehículo perfecto para descalificar y desacreditar a todos
los herejes, enviando a la totalidad de los autores alternativos al saco
de los indeseables que sólo quieren crear expectación y hacer negocio.
Interior de la Cueva de los Tayos |
Lo
cierto es que la lista de estas historias fabulosas es muy larga y va desde la búsqueda
de las ciudades perdidas de Akakor o “Z” en la Amazonia a los curiosos discos Dropa
hallados en China, pasando por la civilización gliptolítica del Dr. Cabrera o
las tablillas naacal del coronel Churchward. Pero para exponer un
ejemplo ilustrativo en detalle de este fenómeno, he escogido la compleja
historia de la Cueva de los Tayos (Ecuador), que realmente tiene todos los
ingredientes para hacer una atractiva película de aventuras y misterio con un
motivo central presuntamente arqueológico. En el primer número de la revista Dogmacero
le dedicamos un breve artículo, que ahora reproduzco[1],
junto con una entrevista realizada por Eduard Pi a dos exploradores españoles
que se adentraron en la Cueva hace unos pocos años y nos trasladaron las
impresiones de su experiencia. Que ustedes disfruten de la película; y como
dicen los italianos, se non è vero, è ben trovato.
La Cueva de los Tayos
Situación geográfica de la Cueva de los Tayos |
En
la selva del estado sudamericano de Ecuador se cree que existen alrededor de
unas 400 cavidades subterráneas, algunas de ellas protegidas por tribus de la
Amazonia, y que en su mayor parte apenas han sido exploradas por los investigadores.
Entre todas ellas destaca poderosamente la Cueva de los Tayos, un lugar
legendario, que fue la primera en ser estudiada por numerosas expediciones de
arqueólogos, exploradores y aventureros. Esta cueva está situada en la
provincia ecuatoriana de Morona Santiago, en pleno territorio indígena shuar
(también conocidos como jíbaros). Su nombre se debe a unas aves nocturnas
llamadas tayos o guacharos que habitan en esas cuevas.
Según
ciertos rumores que se remontan a hace décadas, en la Cueva de los Tayos, o
bien en otra de las cuevas existentes en esta zona de la selva ecuatoriana,
podría hallarse una biblioteca metálica con grabados e inscripciones que
narrarían la historia de la Humanidad antigua, y que obligarían a rescribir la
historia de pies a cabeza. Ciertamente, esta cueva ha generado mucha
controversia en algunos sentidos, al afirmarse que allí fue donde, en la década
de los 60, el explorador húngaro-argentino Juan (Janos) Moricz encontró
supuestamente una biblioteca metálica con el registro completo de la historia
de la Humanidad grabada en láminas de oro.
La
historia se remonta al año 1964 cuando Juan Moricz aseguró que en el interior
de unas extensas galerías de túneles de cientos de kilómetros de largo y de
origen artificial, había encontrado un fabuloso tesoro en forma de láminas
metálicas (algunas de ellas de oro) grabadas con unos indescifrables símbolos,
que él atribuía a una antiquísima civilización, de la que hasta entonces nadie
tenía conocimiento, y que el propio Moricz calificó de auténtica biblioteca
metálica. Moricz llevaba desde 1950 buscando la entrada a un supuesto mundo
intraterreno de cuya existencia estaba convencido. Esta convicción le había
llevado a recorrer Argentina, Bolivia, Perú y, finalmente, Ecuador, donde entró
en contacto con la etnia shuar. Moricz afirmaba que una de las entradas a ese
supuesto mundo subterráneo era la conocida como Cueva de los Tayos.
Cinco
años después, en 1969, Moricz y el abogado Dr. Gerardo Peña Matheus,
organizaron una expedición a los Tayos con el objetivo de localizar y mostrar a
la opinión pública esa llamada biblioteca metálica que, siempre según Moricz,
relataría la historia de la humanidad de los últimos 250.000 años.
Desgraciadamente, no lo consiguieron… o, al menos, eso dijeron públicamente.
Asesorado por el Dr. Peña, Moricz protocolizó ante una notaría de Guayaquil una
declaración de fecha 21 de julio de 1969 en la que afirmaba haber descubierto
en la Cueva de los Tayos “objetos preciosos de gran valor cultural e histórico
para la humanidad que consisten en láminas de metal grabadas con signos y
escritura ideográfica, verdadera biblioteca metálica que contiene la relación
cronológica de la historia de la humanidad.”
E. Von Däniken |
La
noticia del descubrimiento[2]
llegó a oídos del escritor suizo Erich Von Däniken, quien viajó a Ecuador y
entró en contacto con Moricz. Este le dirigió al padre Paolo Carlo Crespi,
misionero italiano de la orden salesiana y afincado en Cuenca, que al parecer había sido obsequiado por los
indios shuar con láminas similares a las que Moricz había visto en su primera
expedición a los Tayos, hasta el punto de llegar a crear una especie de
museo-almacén en las dependencias del patio de la Iglesia Maria Auxiliadora de
Cuenca. Däniken viajó hasta allí, visitó a Crespi y pudo fotografiar la gran
cantidad de placas grabadas con los extraños símbolos que Moricz le había
descrito. El fruto de este trabajo fue recogido en su libro El oro de los
dioses en el que Von Däniken cometió multitud de inexactitudes, por decirlo
de una forma amable. La publicación del libro, repleto de datos cuando menos
dudosos y de afirmaciones que posteriormente se demostraron ser falsas, provocó
una controversia importante a nivel mundial que hizo que el autor suizo (y con
él buena parte de toda esta historia) cayera en el descrédito, siendo acusado
por sus detractores de mentiroso.
La
obra, sin embargo, atrajo la atención del ingeniero escocés Stanley Hall que,
con apoyo del gobierno británico, y tras rechazar las condiciones que Moricz le
puso para encabezarla, organizó en 1976 una expedición británico-ecuatoriana en
la que participaron 126 personas (35 científicos expertos en las más variadas
disciplinas) con un presupuesto superior a los dos millones de dólares. El
presidente honorario de esta expedición fue Neil Armstrong, el primer hombre
que pisó la Luna y cuya participación atrajo a los medio de comunicación de
todo el mundo. La expedición de Hall se desarrolló durante 35 días y en ella
participaron, aparte de los científicos citados, militares ecuatorianos (lógico
hasta cierto punto dado el carácter de la expedición y el contexto
socio-político de la época), militares ingleses y miembros de los servicios de
inteligencia británica, lo cual no deja de ser sorprendente.
Neil Armstrong en el interior de la cueva |
La
conclusión a la que llegó dicha expedición fue la siguiente: “La Cueva de los
Tayos no constituye un monumento arqueológico como se ha venido afirmando sino
geológico. Son formaciones milenarias cuya morfología natural no ha sido
modificada por el hombre. Se puede calificar la cueva como una de las más
importantes en América del Sur.” Esta declaración fue un auténtico jarro de
agua fría para muchos. Sin embargo, no tardaron en dejarse oír voces que
aseguraban que todo era un montaje para encubrir el auténtico alcance de lo que
se había encontrado[3]. Y,
ciertamente, hay indicios razonables de que en este asunto no se ha dicho toda
la verdad. Apoyaría esta sospecha el hecho de que de la Cueva de los Tayos
fueron sacadas por los miembros de la expedición cuatro cajas de madera,
cerrada y selladas, que nadie supo exactamente qué contenían y que provocó
enfrentamientos con los indígenas shuar.
Para
añadir más leña al fuego, el espeleólogo argentino Julio Guillén Aguado —que
estuvo presente en esta expedición y, al parecer, también en la anterior
dirigida por Moricz— sostuvo en su día que la expedición de Stanley Hall había
sido en realidad financiada por la Iglesia Mormona, dado el extraordinario
parecido entre el presunto descubrimiento de unas planchas metálicas (alguna de
ellas, al parecer, de oro) con misteriosas inscripciones y dibujos y las
planchas (también de oro) que recibiera el profeta Joseph Smith, de manos del
ángel Moroni y que propiciaron la fundación de la iglesia mormona. Aguado, que
siempre desconfió de las conclusiones oficiales a las que llegó la expedición,
destacó la pertenencia de Hall a la francmasonería inglesa, así como el hecho
de que también Neil Armstrong era masón, de lo cual dedujo el interés y la
implicación de estas órdenes discretas en las investigaciones en la Cueva de
los Tayos.
Nunca
se supo qué hizo Juan Moricz con su descubrimiento. Se piensa que él mismo lo
escondió en algun lugar secreto antes de morir en 1991, pero esto no deja de
ser una especulación. Otros autores afirman que el supuesto tesoro sería un
objetivo secundario de todos los que lograron entrar en los Tayos y que lo
realmente destacable de esta cueva es que se trataría de una de las entradas a
la mítica Agartha, el mítico mundo subterráneo en donde residirían los
auténticos dueños del mundo, herederos de una antiquísima y evolucionada
civilización que, previendo la proximidad de una cataclismo a nivel planetario,
buscaron refugio en las entrañas de la Tierra, fundando diversas ciudades entre
las cuales destacaría Shambalah, la capital de Agartha. Mito o realidad, todo
indica que Moricz sí creía en la existencia de este mundo paralelo, al que
dedicó buena parte de su vida intentando localizar una entrada al mismo. ¿Lo
encontró finalmente en Los Tayos? Es algo que nunca sabremos.
Entrada a la Cueva de los Tayos, vista desde el interior |
Lamentablemente
para los investigadores con una mentalidad abierta, este episodio de los Tayos
contiene muchas más sombras que luces, con rumores, datos sin corroborar y un
aire de aventura fantástica más que de investigación científica seria. Con
todo, y pese a esta falta de evidencias, no deberíamos restar importancia al
estudio de estos mundos subterráneos y a la posibilidad de que existiera una
civilización antigua primigenia de la cual no tenemos más que referentes
mitológicos.
Seguidamente,
DogmaCero tiene el honor de ofrecer a sus lectores una entrevista con los
integrantes de la única expedición española que se ha internado en Los
Tayos, a fin de ofrecer sus impresiones
de primera mano sobre este singular paraje y sobre toda la controversia que
hemos presentado.
Entrevista a Francisco Serrat y Ángela de Dalmau
por Eduardo Pi
Francisco Serrat y Angela de Dalmau comparten la
pasión por las leyendas y los mitos que encierra Sudamérica. Él es fotógrafo y
naturalista, ella es psicóloga. Su espíritu aventurero les ha llevado a
recorrer América en una constante búsqueda.
Francisco Serrat adentrándose en la Cueva de los Tayos con la ayuda de los indígenas shuar |
Pregunta: ¿Qué buscan ustedes en esos viajes?
Respuesta: Buscamos respuestas.
Sudamérica, sobre todo los pueblos de la Amazonía, está llena de leyendas
acerca de ciudades y civilizaciones perdidas. Nos fascinan las historias que
encuentras por doquier acerca de una supuesta red de túneles que atravesaría
todo el continente. Cuando uno viaja por Perú, Ecuador o Bolivia no es difícil
encontrarse con relatos acerca de esos túneles, de supuestas entradas a ese
mundo interior, de comunidades de hombres sabios que se encontrarían ocultos a
la civilización, en lugares remotos de la selva o los Andes.
Pregunta: ¿Lugares como la Cueva de
los Tayos?
Respuesta: Sí, sí… Nosotros tuvimos
conocimientos de esa cueva a través de una carta que recibió un buen amigo de
Andreas Faber-Kaiser, el escritor y periodista que dirigió la revista Mundo
Desconocido. El había estado en esa cueva, en Ecuador, había hablado con
Juan Moricz, el investigador que había estado en el interior de la Cueva de los
Tayos que nosotros luego pudimos explorar.
Pregunta: Y deciden viajar a Los
Tayos…
Respuesta: En efecto, en 1990 bajamos
a la Cueva de los Tayos. Queríamos verificar sobre el terreno la información de
la que disponíamos, comprobar la existencia de la mítica biblioteca de metal de
la que hablaba Erich Von Daniken en su libro El oro de los Dioses.
Pregunta: ¿Y?
Respuesta: Estuvimos allí, recorrimos
las galerías, verificamos la existencia de unos lugares ciertamente
enigmáticos; de hecho, fotografiamos los mismos lugares que Moricz y Daniken
describieron.
Pregunta: Supongo que esta expedición
debió llamar la atención de los medios de comunicación de la época…
Respuesta: En absoluto. Y no deja de
sorprendernos. En julio de 1994 la revista Mas Allá publicó nuestra
experiencia. ¡Y eso fue todo! Es como si nuestra información hubiese
desaparecido, siendo nosotros los únicos españoles, que sepamos, que han estado
en el interior de la Cueva de los Tayos.
Pregunta: En aquella época ¿cuántas
personas habían entrado en la Cueva de los Tayos?
Respuesta: Por lo que nosotros
conocíamos, en 1990 eran muy pocas: la expedición de Juan Moricz, que había
estado en la década de los 60 y, la más señalada, la de 1976; una expedición
ecuatoriano-británica en la que participaron Neil Amstrong y Stanley Hall.
Pregunta: Imagino que hubo muchas
dificultades para conseguir entrar en la cueva...
Respuesta: Desde luego. Primero llegar
hasta ella, luego bajar (y volver a subir) por un pozo de unos 60 metros de
caída vertical, junto con cuatro shuaras cargados con el equipo de
espeleología, equipo que era la primera vez que veían. Y además, naturalmente, estaba el peligro de que
lloviera y entrara agua por la boca del pozo y no pudiéramos salir.
Pregunta: ¿Y el acceso a esta cueva no
está vigilado?
Ángela de Dalmau en el descenso a la cueva |
Respuesta: Estas cuevas están en territorio Shuar
(jíbaro). Si alguien las guarda o custodia son ellos mismos, los Shuaras.
Evidentemente nosotros tuvimos que pedir permiso y apoyo a los Shuaras que
habitaban el lugar para poder descender a las cuevas. No tuvimos ninguna
oposición, contando que nuestro guía era hijo de madre Shuar y padre misionero
laico. Es más, todo el poblado tuvo mucha curiosidad de ver cómo nos las
apañábamos para descender, ya que el Cacique, al ver nuestro equipo de
espeleología, decidió que no podríamos bajar. Todos nos acompañaron a la boca
de la cueva y a indicaciones del Cacique cortaron unos troncos que servirían de
soporte para montar el equipo. Una vez vieron que lo conseguíamos, el Cacique
se retiró y dejamos de ser curiosidad. No lo volvimos a ver hasta el día de
nuestra partida.
Pregunta: Han hablado ustedes de Neil Armstrong, el
primer hombre que pisó la Luna ¿Qué encontraron él y la expedición dirigida por
Stanley Hall?
Respuesta: No lo sabemos. Únicamente conseguimos la
información de un libro del padre Porras, conocido arqueólogo ecuatoriano que
participó en la misma expedición, en 1976, con un equipo de arqueólogos
ecuatorianos. De hecho, la expedición no era únicamente británica sino en
colaboración con Ecuador. Según el padre Porras, encontraron cerámicas y piezas
ornamentales que databan del 1200 a. C., hallazgos arqueológicos que no tenían
nada que ver con la actual cerámica Shuar, ni tampoco inca.
Pregunta: En su día, Juan Moricz
aseguró haber encontrado unas láminas de oro y piedra, la que algunos
denominaron “biblioteca de metal” ¿Dónde creen que podrían hallarse
actualmente?
Respuesta: Parece ser que no lo sabe nadie y, si
alguien conocía el paradero, ese era su notario y abogado, que guardaba todos
sus secretos.
Pregunta: Si es cierto que dentro de
la cueva se encontraba una biblioteca hecha de láminas de oro, que podría
contener parte de la verdadera historia de la Humanidad, ¿cuál sería el motivo de que no haya aparecido?
A. Faber-Kaiser |
Respuesta: Que no fuera la cueva a la
que se refiere Juan Moricz, ni Erich von Däniken, ni Andreas Faber-Kaiser. Lo
curioso es que, según Faber-Kaiser, Moricz le reveló la verdad. Y nosotros
estuvimos en la misma boca de la cueva que estuvo Andreas, solo que él no
descendió y nosotros sí. Lo único que podemos decir es que a nuestro regreso,
compartimos nuestra experiencia con Andreas y él únicamente nos dijo: "las
entidades que allí habitan no se han puesto en contacto con vosotros". Esta respuesta nos marcó
definitivamente para apartarnos del tema.
Pregunta: ¿Y qué papel juega en todo
esto el Padre Crespi?
Respuesta: El padre Crespi era un
sacerdote salesiano, que se hizo famoso por recopilar todo tipo de objetos que
le llevaban los indios. A su muerte, en 1994, su comunidad en la ciudad
ecuatoriana de Cuenca, vendió toda su colección al Museo de Arqueología de la
misma ciudad. Al padre Crespi lo hizo famoso Däniken en su libro El oro de
los Dioses. Según nuestras averiguaciones en el Museo, supimos que se hizo
una selección descartando casi todas las piezas por estar hechas con materiales
modernos sin ningún valor. De todas maneras, según el libro de Däniken, Moricz
sólo le dijo que las piezas que coleccionaba el padre Crespi tenían un parecido
con las que él había encontrado en las cuevas.
Pregunta: ¿Podría ser que la Cueva de los Tayos fuera solamente un
anzuelo para los medios de comunicación,
a fin de desviar la atención de otra entrada cercana donde supuestamente
estaría guardado este preciado tesoro que encontró Juan Moricz?
Respuesta: Sí, hoy en día lo creemos, y si es así,
Andreas Faber-Kaiser también nos desvió o fue desviado él también.
Museo del padre Crespi |
Pregunta: ¿Qué opinan acerca de la teoría de Juan Moricz y algunos
filólogos sobre una lengua madre en América del Sur que pudo ser el origen del
húngaro y del jeroglífico egipcio y
cuneiforme sumerio? Dicho de otra manera, que una civilización Americana muy
antigua y muy avanzada viajara hacia el este, a Europa y África y Asia, e influenciara
a sus pobladores, tal y como afirmaba el ya fallecido investigador peruano
Alfredo Gamarra.
Respuesta: Esto se escapa de nuestro tipo de
investigaciones y por ello no estamos capacitados para responder adecuadamente.
Pero sí nos parece una teoría interesante. Sugerimos leer nuestro artículo de la
Cueva de los Tayos, donde Javier Sierra hace unos comentarios muy interesantes
sobre el lenguaje grabado que se encuentra en las supuestas láminas de oro
halladas en estas cuevas.
Pregunta: ¿Creen
necesario que las instituciones académicas y universitarias propusieran una
revisión en según qué acontecimientos históricos del pasado antiguo, e
intentar llegar a un acuerdo sobre rescribir la historia antigua de la
humanidad?
Respuesta: Sí, lo creemos absolutamente necesario,
ya que con el actual y obsoleto sistema se hace imposible avanzar en cualquier
investigación. Lo que más cuesta es aceptar la antigüedad de según qué lugares,
anteriores a nuestra propia civilización.
Pregunta: Una de las grandes cuestiones íntimamente
relacionada con la Cueva de los Tayos radica en saber si quienes escondieron esa
biblioteca dentro de la cueva fueron los mismos que la fabricaron, o bien si
fue escondida allí por una cultura posterior. Dicho de otra forma: ¿Creen que
fueron los incas quienes la fabricaron?
Respuesta: No. No las relacionamos en
absoluto con los incas. Por lo menos en esa zona del Amazonas de Ecuador, y que
sepamos, no se han encontrado indicios incas.
Fuente: Dogmacero n.º 1 (enero-febrero
2013)
Fuente imágenes: Wikimedia Commons y Serrat/de Dalmau
[1] Para
completar el relato, he añadido a pie de página algunas notas con información relevante
que no apareció en el documento original.
[2] Cabe
señalar que Moricz nunca confesó en vida quién le había revelado la existencia
de la biblioteca metálica y guiado hasta la cueva. Tras su muerte, apareció el
nombre de Petronio Jaramillo, la persona que presuntamente habría conducido a
Moricz a la cueva. Al parecer, el tal Jaramillo había estado dos veces en el
interior de la cueva y había visto una vastísima biblioteca metálica con pesados
libros de gran tamaño y otra secundaria realizada con tablillas de cristal de
menor tamaño, así como varias estatuas zoomórficas y antropomórficas. Sin
embargo, según Jaramillo, los tesoros no estarían exactamente en la Cueva de los
Tayos, sino en otra cavidad próxima, con un acceso secreto situado bajo el río
Pastaza.
[3] “Oficialmente”, consta que
la expedición, aparte de identificar 400 nuevas especies vegetales, localizó
una antigua cámara funeraria en la que se halló un cadáver sentado. Pero, en
principio, no se halló rastro de la famosa biblioteca metálica.
2 comentarios:
Excelente artículo, Xabier, como siempre.
Recientemente he leído el libro de Von Daniken "la historia miente" donde se explica por los errores cometidos en el libro que tú indicas.
La verdad es que plantea algunas hipótesis dignas de tener en cuenta aunque insisto en lo de "hipótesis".
Saludos.
Gracias por el comentario
Bueno, no he leído ese libro de EvD, así que no puedo juzgar, pero desde luego creo que "la historia miente"; no sé hasta qué punto y si hay más error que mentira o viceversa. El problema es que precisamente EdV no predicó por el ejemplo, aunque le reconozco el mérito de haber realizado muchas preguntas incómodas.
Saludos
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