martes, 16 de febrero de 2016

La posición historicista sobre el cristianismo



Como continuación del artículo sobre la historicidad del cristianismo (la reseña del libro de Llogari Pujol) publicado en este blog, adjunto ahora la otra cara de la moneda para ofrecer una visión contrastada del debate sobre el supuesto origen pagano del cristianismo y la incierta historicidad de Jesucristo a partir de las fuentes antiguas.

Hoy en día, fuera del ámbito religioso, la tendencia de la mayoría de estudiosos es poner en duda esta historicidad, al tiempo que se insiste en el carácter de creencia reciclada del cristianismo (que sería básicamente una nueva versión del culto solar), en una operación de tipo político-religioso sucedida durante el Imperio romano. Este enfoque, por ejemplo, es el que predominaba en el famoso documental de culto Zeitgeist.

No obstante, las opiniones sobre la historicidad de Jesús y el carácter genuino del credo cristiano tienen sus argumentos basados también en fuentes históricas, independientemente de los aspectos relacionados con la fe. En este sentido, me complace presentar la visión del investigador italiano Yuri Leveratto, que aporta aquí un elaborado discurso sustentado en pruebas -aunque también en opiniones- para defender la historicidad de Jesucristo, asi como para denunciar un cierto sesgo ideológico en la crítica al cristianismo, lo cual ya sería tema para otra controversia. Sea como fuere, y sin compartir necesariamente las afirmaciones de Leveratto, considero que es positivo fomentar un debate abierto y sin prejuicios sobre esta cuestión, a fin de que todo el mundo pueda disponer de elementos diversos para la reflexión.

El Jesucristo histórico


Hoy en día proliferan sitios y videos en la web, y algunos escritos de dudoso valor histórico que pretenden, descaradamente y con inusitada presunción, reescribir la historia de Jesús, el personaje fundamental de la civilización occidental que, además, marcó la historia de la humanidad más que cualquier otro, dando origen incluso a una nueva era. 

En algunos escritos se sostiene incluso la teoría de la inexistencia histórica de Jesús (la llamada teoría del “mito de Jesús”); en otros, que el Jesús descrito por los evangelios no existió nunca, sino que, en cambio, existió un “Jesús exaltado” o un “Jesús zelote”, que tenía por objetivo la independencia del pueblo hebreo del yugo de los romanos.

Es extraño que los autores de estos escritos, ignorando el debate histórico sostenido a lo largo de casi dos mil años por miles de filósofos, pretendan apropiarse de su historia, la mayoría de las veces sin basarse en estudios serios, como si fuera una nueva verdad, obviamente irrefutable.

Aparte de eso, no está claro por qué estos presuntos “expertos historiadores” se interesan en Jesús; si este no existió nunca, o era solo un exaltado o un zelote, ¿por qué dedican tanto tiempo intentando desacreditar su figura?

Los autores de estos escritos no comprendieron, de hecho, el mensaje de Jesús: una idea revolucionaria, ciertamente no en el sentido “militar” del término, sino en sentido interior y espiritual. Un mensaje que indica un cambio de paradigma, una idea de paz, de respeto por los demás y de amor incluso por quien se declara tu enemigo.

Según las estrafalarias teorías de los detractores de Jesús, nunca confirmadas por fuentes históricas, pero impulsadas por un profundo odio anticlerical (confundiendo, por otro lado, el anti-clericalismo con el mensaje original de Cristo), los escritores de los Evangelios y los Apóstoles divulgaron un Jesús que nunca existió con el fin de crear una religión nueva, absorbiendo cultos preexistentes (ver Horus, explicado más adelante en el artículo), que socavara las bases mismas del imperio romano.

A los defensores de este extraordinario complot les recuerdo que los apóstoles murieron todos en el patíbulo (con excepción de Juan), por no renegar de la Divinidad de Jesucristo, en la cual creían firmemente. Los primeros cristianos, por ejemplo Esteban, Pablo, Bernabé, Policarpo, Justino, Orígenes, Cipriano, etc., murieron también en el patíbulo, culpables de no haber renegado de la Divinidad de Jesucristo.

Si tienes por objetivo un siniestro y torcido complot antiromano, no te haces matar después de atroces torturas (como las infligidas a Bartolomé, por ejemplo, que fue desollado vivo), sino que reniegas, salvas tu vida y llevas adelante tus ideas de otra manera. Pero aquí, normalmente, los detractores de Jesús y de su mensaje de amor incluso llegan a sostener que el martirio mismo era utilizado por los primeros cristianos como una forma de lucha contra el imperio romano, de manera que no comprenden su verdadero significado.

Manuscritos del Mar Muerto
Pero vamos por orden, ¿cuáles son las fuentes históricas de la vida de Jesús? Primero que todo, las cartas de Pablo, datadas por los principales historiadores bíblicos entre el 50 y el 55 d.C., o sea sólo 20 o 25 años después de la muerte de Jesús (1). Luego, los Evangelios canónicos. El Evangelio de Marcos es el más antiguo de los cuatro canónicos y fue escrito, según los más acreditados expertos como Gerd Theissen, no más allá del 70 d.C. (2). Otros especialistas hacen remontar el Evangelio de Marcos incluso al 64 d.C., la fecha de la muerte de Pedro en Roma (3). Según el estudioso O’Callaghan, uno de los fragmentos de los Manuscritos del Mar Muerto sería parte del Evangelio de Marcos y se remontaría incluso al 50 d.C. (4) Para el Evangelio de Mateo y el Evangelio de Lucas, los historiadores más acreditados indican una fecha alrededor del 70 d.C. (5) Para el Evangelio de Juan, por fin, los historiadores más reconocidos indican una fecha entre el 90 y el 100 d.C. (6) Hay otras cartas católicas, por ejemplo las de Pedro, que datan alrededor del 64 d.C., y las de Juan, cuya fecha se indica entre el 90 y el 100 d.C. (8).

Por otro lado, está el Evangelio de Tomás, texto apócrifo, pero considerado por algunos estudiosos como un texto de referencia que podría incluso ser usado como fuente para los mismos Evangelios canónicos (9). El debate de los historiadores sobre la datación del Evangelio de Tomás está abierto: según algunos, se remontaría al primer siglo (10), mientras que según otros, habría sido escrito alrededor del 140 d.C. (11)

En total, hay decenas de Evangelios apócrifos y gnósticos, escritos a partir del segundo siglo d.C. Aunque la mayoría de ellos pueden ser utilizados como pruebas indirectas de la existencia histórica de Jesús, son considerados textos tardíos y no fuentes primarias.

Están, de otra parte, las fuentes no cristianas sobre la existencia histórica de Jesús. También aquí algunos detractores de la figura histórica de Jesús afirman que aparte de Tito Flavio Josefo, escritor romano de origen hebrea (37-100 d.C.), no hay fuentes fidedignas.  Una primera, importantísima fuente no cristiana es la de Cornelio Tácito, que escribe así en sus anales (XV, 44):

“Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse, dio por culpados de él, y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido justiciado por orden de Poncio Pilato”.

Tácito, por tanto, confirma lo que está escrito en los Evangelios: Jesucristo vivió bajo el imperio de Tiberio (que gobernó del 14 al 37 d.C.) y le fue impuesta la condena máxima (crucifixión) por Poncio Pilato. También Suetonio (quien vivió del 70 al 126 d.C.), que escribió para la corte del emperador Adriano, hace referencia a Jesús en las “Vidas de los doce Césares” (12) cuando escribe:

“Hizo expulsar de Roma a los judíos, que, excitados por un tal Cresto, provocaban turbulencias”.

Están luego las cartas de Plinio el Joven, gobernador de Bitinia, al emperador Trajano, datadas en 112 d.C. En una de estas cartas, Plinio el Joven describe la comunidad de los cristianos con el fin de solicitar al emperador el modo más adecuado para proceder legalmente contra quien se profesara cristiano, culpable de no sacrificar a los paganos. He aquí el pasaje de la carta:

“Ellos afirmaban que toda su culpa o error había consistido en la costumbre de reunirse un día fijo antes de salir el sol y cantar a coros sucesivos un himno a Cristo como a un dios, y en comprometerse bajo juramento no ya a perpetuar cualquier delito, sino a no cometer hurtos, fechorías o adulterios, a no faltar a nada prometido, ni a negarse, a hacer un préstamo del depósito. Terminados esos ritos, tienen por costumbre separarse y volverse a reunir para tomar alimento, por lo demás común e inocente”. (13)

Justamente el pasaje “a Cristo como a un Dios” indica que adoraban a una persona que realmente existió, como si fuera un Dios (14). Además, este pasaje nos describe la comunidad de los cristianos, vistos no como peligrosos zelotes o violentos revolucionarios, sino como pacíficos seguidores del mensaje de un hombre.

Una atenta lectura del pasaje de Plinio el Joven revela, además, que los primeros cristianos seguían a la letra las enseñanzas de Jesús: “pronunciaban el voto solemne” de seguir precisas normas morales y, por tanto, agrega Plinio, se reunían para tomar alimento de tipo “común e inocente”. Plinio no reconoce ninguna culpa en estas congregaciones, pero justamente porque tenían tantos prosélitos podrían demoler no solo los fundamentos del imperio, sino toda la sociedad, dando inicio a una nueva era para la humanidad. Veremos más adelante cómo Constantino logró, con su “híbrido”, corromper la iglesia, creando un culto que le era favorable, desvigorizando el mensaje de Jesús y transformándolo para sus fines de conquista y de poder.

Pasemos ahora a otra fuente no cristiana sobre la existencia histórica de Jesús: los escritos de Tito Flavio Josefo, un historiador judeo-romano nacido en el 37 d.C. En su libro “Antigüedades Judías” describe varias veces la actividad de Jesús o de sus secuaces. Por ejemplo, en este pasaje:

“Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el Sanedrín juzgase a Santiago, el hermano de Jesús, y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó para que fueran apedreados”. (15)

Luego, en este pasaje, llamado Testimonium Flavianum, Tito Flavio Josefo describe a Jesús en modo más detallado:

“Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio [si es que es correcto llamarlo hombre, ya que fue un hacedor de milagros impactantes, un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo], y atrajo hacia Él a muchos judíos [y a muchos gentiles además. Era el Cristo]. Y cuando Pilatos, frente a la denuncia de aquellos que son los principales entre nosotros, lo había condenado a la Cruz, aquellos que lo habían amado primero no le abandonaron [ya que se les apareció vivo nuevamente al tercer día, habiendo predicho esto y otras tantas maravillas sobre Él los santos profetas]. La tribu de los cristianos, llamados así por Él, no ha cesado de crecer hasta este día”. (16)

Incluso si este pasaje fue refutado por algunos detractores de Jesús, varios expertos lo consideran auténtico (17).

El historiador judío Shlomo Pines descubrió, en los primeros años 70 años del siglo pasado, la forma original del Testimonium Flavianum, contextualizada dentro del libro “Historia Universal” de Agapio de Hiérapolis (siglo X):

“En este tiempo existió un hombre de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los convertidos en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Según esto fue quizá el mesías de quien los profetas habían contado maravillas”. (18)

En este caso, Tito Flavio Josefo describe a Jesús como un personaje que realmente existió y describe a los apóstoles como secuaces de un hombre justo, sabio y virtuoso. Además, describe la Resurrección, afirmando que sus secuaces creían en ella y que Jesús era el Mesías.

De todos estos testimonios históricos de escritores romanos o judíos, resulta muy claro que Jesús fue descrito como “hombre sabio” que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilatos. Es evidente que los escritores no cristianos no divulgaron la Divinidad de Cristo justamente porque no siendo cristianos, no creían en él, pero lo describen como una persona que existió realmente, un sabio, y afirman que también después de su muerte, sus secuaces ponían en práctica su mensaje, y bajo amenaza de muerte no renegaban porque su fe era fortísima. Es evidente que el Jesús bíblico, descrito en el Nuevo Testamento, coincide con el Jesús histórico, descrito por los historiadores no cristianos.

Permaneciendo en las fuentes no cristianas sobre Jesús desde un punto de vista histórico, no podemos dejar de citar el Talmud de Babilonia, una colección de escritos rabínicos judíos compilada a partir del 70 d.C. A continuación, un pasaje:

“La vigilia de la fiesta de Pascua, Yeshu, el Nazareno, fue colgado. Durante los cuarenta días posteriores a su ejecución, un pregonero fue anunciando: “Yeshu, el Nazareno, está a punto de ser apedreado porque ha practicado la magia, ha seducido y ha descarriado a Israel”. (19).

Este pasaje no solo es una prueba de la existencia misma de Jesús, sino que explica indirectamente, desde el punto de vista de los judíos que no creyeron en él, el motivo de su crucifixión (20). De hecho, se sostiene que practicó la “magia” y que “descarrió a Israel”. De una parte, se confirman los milagros, considerados como la “magia” de quien no creía; de otra parte, se confirman los Evangelios, que describen por qué Jesús fue enviado al patíbulo, ya que desde el punto de vista de los judíos no creyentes, él era un apóstata, o bien, una persona blasfema que no cree en las sagradas escrituras, sino que las sustituye.

Hay, además, algunas fuentes griegas del segundo siglo, como por ejemplo la de Luciano de Samosata (120-180) en su obra “Sobre la muerte de Peregrino”.

“Como sabéis, los cristianos adoran a un hombre de este tiempo, que creó sus novedosos ritos y que fue por ello crucificado… Su fundador dejó impresa en ellos la convicción de que todos son hermanos desde el momento en que se convierten y rechazan a los dioses de Grecia, para adorar en cambio al sabio crucificado y vivir según sus preceptos”. (21)

Incluso si Luciano no menciona el nombre de Jesús, es obvio que se refiere a él. Interesante es ver que Luciano cuenta que desde el momento de la conversión, los cristianos son todos “hermanos”.

Hay, además, otras fuentes no cristianas sobre la existencia histórica de Jesús (Dion Casio, los escritos del emperador Adriano, Marco Aurelio).

Los detractores de Jesús, entonces, continuaron su ciega obra de descrédito y de sólito afirman que los Evangelios, sean canónicos, apócrifos o gnósticos, describen un Jesús que no corresponde al verdadero Jesús, que según ellos fue un exaltado, un zelote, un líder militar que tenía por objetivo la independencia de Palestina de los romanos.

Según esta tesis, entonces, los evangelistas actuaron de mala fe, poniéndose de acuerdo para divulgar un falso Jesús nunca existido, para “fundar una nueva religión con objetivos ocultos”.  A estas acusaciones banales e infundadas yo respondo de esta manera: hasta que se pruebe lo contrario, la Historia está hecha por las fuentes, que deberían ser fidedignas y, sobre todo, estar de acuerdo entre ellas. En este caso, las fuentes cristianas son numerosas y no están en desacuerdo entre ellas, por lo que la perversa lógica del complot termina por caer.

En lo que respecta a las fuentes no cristianas: si tuviéramos solo una fuente no cristiana que nos describiera a Jesús en acuerdo con el Jesús de los Evangelios, podríamos pensar que esta fuente es de mala fe, o demasiado filo-cristiana. Pero incluso las fuentes no cristianas que describen a Jesús como un hombre sabio que luego fue crucificado, en sintonía con los Evangelios, son numerosas, y hasta cuando no haya fuentes fidedignas opuestas y contrarias, la hipótesis de Jesús exaltado o zelote es históricamente inaceptable.

Además, si la persona en cuestión hubiera sido un exaltado, no habría tenido los secuaces que tuvo, y no se habrían escrito las fuentes primarias sobre él. ¿Quién seguiría a un exaltado? Quizás una persona, dos, pero no decenas o cientos.

Si, en cambio, hubiera sido un zelote o incluso un impostor zelote, no se explican varios hechos: primero, ¿por qué un historiador como Tito Flavio Josefo no lo describió como un zelote? Segundo, ¿por qué en el Talmud Babilónico, en vez de describir a Jesús como un apóstata (visión de los judíos que no creían en él, que coincide con los evangelios), no fue descrito como un zelote, o sea como un inspirador o líder militar?

Tercero: la lógica dice que si Jesús hubiera sido un zelote, sus apóstoles no hubieran divulgado su palabra, difundiendo un mensaje de paz como en efecto hicieron, sino que habrían divulgado un mensaje de odio y de respuesta armada al yugo de Roma. Hagamos ahora un salto hasta el 313 d.C.


Constantino I
Por lo general, los detractores del Cristianismo sostienen que Constantino y los Padres de la Iglesia efectuaron un sincretismo con cultos paganos preexistentes para hacer aceptar a las masas la nueva religión. Todo eso, en efecto, tiene fundamentos históricos, como también lo manifesté en mi artículo “La aceptación de la religión cristiana por parte de Constantino I en el 313 d.C.”.

Es obvio que el emperador utilizó el Cristianismo como un instrumento para consolidar su reino. Se dio cuenta de que esta nueva religión gustaba a las masas y, en vez de continuar combatiéndola, la incorporó al Estado, corrompiendo sus principios fundamentales y desnaturalizando sus valores. Los cristianos, viéndose aceptados, y luego incluso privilegiados, en realidad se alejaron de las enseñanzas originales de Jesús y comenzaron incluso a perseguir a quien criticaba su doctrina.

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el mensaje original de Jesús contenido en el Nuevo Testamento, que es un conjunto de obras escritas en el siglo I? Ahora bien, quienes denigran a Jesús sostienen que la figura de Jesús fue voluntariamente (y, por tanto, siguiendo de nuevo la lógica del complot) creada sobre el modelo de mitos preexistentes, por ejemplo el de Horus. Pero Horus no tiene nada que ver con Jesús. Veamos por qué: en la mitología egipcia, Osiris e Isis se casan. Sin embargo, a Osiris lo mata Seth (su hermano malvado), que lo descuartiza. Isis resucita a Osiris y de su unión nace Horus, el dios del sol.

Por lo general, los defensores del mito de Jesús comparan a Isis con María y a Jesús con Horus. Olvidan que si hubo un sincretismo, fue efectuado justamente a partir del 313 d.C., pero no está presente en los Evangelios. En efecto, en Juan 1:1-5 está escrito que Jesús es el Verbo, creador entonces del Universo, y que por tanto también del sol. Mientras que Horus es el Dios-Sol.
Hay también en algunos escritos una presunta conexión de Osiris con Jesús, pero Jesús no fue descuartizado; según Juan, de hecho no le rompieron ningún hueso (Juan 19:36) y no fue María (Isis) quien lo resucitó, sino que él mismo resucitó porque venció a la muerte, siendo Dios (Lucas 24:6).

Además de todo eso, ¿cómo pueden estos supuestos “expertos historiadores” comparar un mito egipcio que se remonta al 3100 a.C., del cual no existen fuentes históricas consultables, con la vida de Jesús, sobre la cual hay innumerables fuentes históricas?

Representación de Horus
En todo caso, los símbolos solares fueron introducidos después del 313 d.C. y responden, por tanto, a una lógica de asimilación y sincretismo, pero no tienen nada que ver con el mensaje original del Nuevo Testamento. Según la tradición, Horus nació la noche del 25 de diciembre, día del Sol en las culturas tradicionales. Esta fecha, indicada como el nacimiento de Jesús, solo a partir del siglo III, no está citada en el Nuevo Testamento, y fue oficialmente añadida en el 336 d.C. (22). Por tanto, también aquí el culto de Horus o del Sol Invictus es algo accesorio, pero que no tiene nada que ver con el mensaje original de Jesús contenido en el Nuevo Testamento.

Quienes, en cambio, asocian el mito de Mitra al culto de Jesús, afirmando que ambos nacieron de una virgen, buscan desacreditar de un modo especial el Evangelio de Lucas, como si fuera precisamente “una copia de un culto precedente”. A ellos les recuerdo que, según la mitología, el dios Mitra no nació de una virgen, sino de una roca, e incluso nació ya adulto (23).

De ahí entonces que la existencia histórica de Jesús y la invalidez de la teoría del “mito de Jesús” sean hechos ampliamente demostrados por fuentes históricas consultables, reconocidas por especialistas serios e imparciales. Otra cosa, naturalmente, es creer en la Divinidad de Jesús. Creer es un acto personal, íntimo, y obviamente con este artículo no pretendo evangelizar al lector. El recorrido espiritual del lector o del supuesto denigrador de Jesús, si existe, es algo personal e interior.

Además, con este artículo quisiera tender una mano a los difamadores o detractores de Jesús, ciertamente no para convertirlos, insisto, sino para que se acerquen a esta figura histórica inmensa de manera sumisa, humilde, buscando entenderla, sin divulgar ácidas sentencias.

Si solo una de estas personas que lee mi artículo reconsidera sus escritos, reconsidera desde una perspectiva histórica sus investigaciones y sabe diferenciar entre el mensaje de un hombre llamado Jesús y las sucesivas imposiciones y dogmas de la Iglesia creada por acción de Constantino, entonces habré cumplido mi propósito.

(c) Yuri Leveratto 2015

Fuente: www.yurileveratto.com 



Bibliografía



(1) Vidal García (2007). Pablo. De Tarso a Roma
(2) Obras de Gerd_Theissen
(3) Mary Healy,Peter Williamson, The Gospel of Mark
(4) http://www.statveritas.com.ar/Varios/JLoring-01.htm
(5) Dal C. Allison Jr., "Matthew", in Muddiman e Barton, "The Gospels - The Oxford Bible Commentary", 2010.
(6) The Gospel according to John, The Cambrige Bible Commentary, Cabridge University Press, 1965.
(7) Wayne A. Grudem, The First Epistle of Peter: an introduction and commentary, 1999.
(8) Bruno Maggioni, Introduzione all'Opera giovannea, in La Bibbia, Edizioni San Paolo, 2009
(9) Gerd Theissen e Annette Merz, The Historical Jesus: A Comprehensive Guide Minneapolis, 1998
(10) Marvin Meyer, Albert Schweitzer and the Image of Jesus in the Gospel of Thomas
(11) Arland J. Hultgren, The Parables of Jesus: A Commentary, Wm. B. Eerdmans Publishing, 2002, p. 432.
(12) Suetonio (Vida de los doce Césares)
(13) Plinio, Epístolas X, 96
(14) M. Harris, "References to Jesus in Early Classical Authors
(15) Antigüedades Judaicas XX, 200
(16) Antigüedades Judaicas XVIII, 63-64
(17) Estudiosos como Ètienne Nodet y Serge Badet
(18) SHLOMO PINES - AN ARABIC VERSION OF THE TESTIMONIUM FLAVIANUM AND ITS IMPLICATIONS - THE ISRAEL ACADEMY OF SCIENCES AND HUMANITIES - JERUSALEM 1971.
(19) Talmud Babilonese, trad. di I. Epstein, vol. III, 43a/281; cfr. Sanhedrin B, 43b
(20) El término "colgado" se refiere a la crucifixión. Por eso en Gálatas 3, 13 se puede leer que Cristo fue "colgado", y en los Hechos 10, 39 que fue "colgado en una cruz", y en Lucas 23, 39 este término es usado también para los criminales que fueron crucificados con Jesus
(21) Luciano, De morte Peregrini., 11-13, trad. di H.W. Fowler
(22) Joseph F. Kelly: "in 336 the local church at Rome proclaimed December 25 as the dies natalis Christi". El mismo autor precisa que "the document containing the affirmation of December 25 as the 'dies Natalis Christi' in 336 is called "The Cronograph of 354" (Cfr. Joseph F. Kelly, "The Origins of Christmas", p. 64).
(23) Vermaseren, M. J. "The miraculous Birth of Mithras". In Làszlò Gerevich. Studia Archaeologica. Brill. pp. 93–109. Retrieved 10-04-2011.

martes, 2 de febrero de 2016

Conciencia, Física cuántica y antigua simbología



¿Qué conocimientos del universo y de la realidad tenían los antiguos? ¿Carecían realmente de una visión científica de las cuestiones más trascendentales? Estas preguntas han sido objeto de reflexión e investigación por parte de varios autores alternativos, y sus conclusiones les han llevado más de una vez a plantear escenarios “imposibles” para la ciencia ortodoxa. Así, investigadores como Schwaller de Lubicz, J.A. West o Clesson Harvey han puesto de manifiesto que los antiguos egipcios tenían una ciencia sagrada muy desarrollada que enlazaba lo físico con lo metafísico y que de alguna manera había quedado oculta bajo un manto simbólico o religioso.

Con relación a estos temas, me es grato presentar el siguiente artículo de un autor norteamericano, Edward F. Malkowski, que sigue esta línea de descubrir una ciencia insospechada en el arte, el simbolismo o la tecnología de los antiguos egipcios, que podría conectarse con las antiguas escuelas mistéricas de altos saberes reservados a unos pocos iniciados. Malkowski escribió hace pocos años un libro (The Spiritual Technology of Ancient Egypt: Sacred Science and the Mystery of Consciousness: “La tecnología espiritual del antiguo Egipto: ciencia sagrada y el misterio de la conciencia”) sobre esta cuestión y defendió la tesis de que los egipcios ya tenían un conocimiento preciso de los principios de la física cuántica, del cosmos y de la naturaleza de la conciencia. De este modo, y tomando como referencia la visión de Schwaller, Malkowski cree que el antiguo Egipto ha sido malinterpretado como un mundo de mito y superstición, cuando en realidad disponía de una cosmovisión tan avanzada como la más moderna ciencia de nuestro tiempo.  




Filosofía cuántica y la antigua escuela mistérica




La Física cuántica, responsable de la tecnología microelectrónica que nos trajo el teléfono móvil, el ordenador (o computadora) e Internet, ha demostrado ser la teoría científica de más éxito de la historia. La Física cuántica es también la fuente de una nueva comprensión del mundo que nos rodea.

Aunque los principios fundamentales de la física cuántica se desarrollaron en los años 20 y 30 del siglo pasado, no fue hasta 1970 en que su influencia se filtró en nuestra visión del mundo cultural. En 1975, con el respaldo de uno de los creadores de la Física cuántica, el Premio Nobel Werner Heisenberg, Fritjof Capra exploró las similitudes entre la Física cuántica y la tradición mística oriental en su obra El Tao de la Física. Y cuatro años después se publicó otro libro de referencia: La danza de los maestros de Wu Li: una visión general de la nueva Física, de Gary Zukav. Con estos libros, y muchos otros que siguieron, comenzó a surgir una nueva visión del mundo que abordaba la interconexión entre el Hombre y la Naturaleza.

Todo está conectado a través de un campo universal de partículas virtuales, y todos somos parte de un solo sistema viviente. Lo que esta nueva visión del mundo sugiere es que la forma física como conciencia biológica es una expresión local de un fenómeno universal comúnmente conocido como Conciencia. El ciclo de la vida y de la evolución de la forma son procesos naturales que crean un marco para la experiencia en la que la conciencia es un aspecto fundamental de la realidad, tanto como las dimensiones espaciales. La Conciencia, que antaño fue concebida sólo como el producto de la química del cerebro, es vista ahora como la fuerza impulsora eterna para todo lo que existe, y se manifiesta por medio de la forma física con el fin de experimentar.

Erwin Schrödinger
Aunque la mente es en gran medida un concepto enigmático y muy debatible, esta nueva visión del mundo también sugiere que la mente del individuo es un proceso de este fenómeno universal de experiencia, en vez de ser una entidad separada. Otro creador de la Física cuántica y Premio Nobel, Erwin Schrödinger, ve este problema entre una Mente y la mente de muchos como un problema de aritmética. Para Schrödinger, nuestra percepción es científicamente indescriptible porque la mente es en sí misma esa imagen del mundo. Por lo tanto, la mente individual es idéntica a toda la Mente y por consiguiente no puede ser contenida en ella como parte de ella. Esto crea un problema, porque hay una multitud de individuos que experimentan la conciencia, pero sólo hay un mundo.

Una respuesta a esta paradoja es que cada uno de nosotros experimenta un mundo único, lo que Schrödinger descarta sumariamente. Sólo hay una alternativa. La multiplicidad de las mentes es sólo aparente; en realidad sólo existe una única Mente. Tal concepto comporta consecuencias complejas para la definición y la naturaleza del conocimiento.


Sabiduría Secreta - Ciencia Sagrada



Se podría pensar que, dado que la física cuántica es una rama relativamente nueva de la ciencia, esta floreciente filosofía de la Nueva Ciencia también es nueva. Pero no lo es. Estas nuevas visiones sobre la naturaleza y la realidad son muy antiguas, pero han sido enmascaradas por los modernos intentos de presentar la antigua cultura y religión egipcia como algo primitivo. Los conceptos de mente y conciencia, así como reencarnación y evolución, se expresaron hace mucho tiempo en lo que los historiadores han llamado la Antigua Escuela Mistérica, o lo que Schwaller de Lubicz denomina ciencia sagrada. Aunque fue ocultada por el secretismo del templo y los ritos de iniciación, las antiguas escuelas egipcias enseñaron esta sabiduría secreta a través del mito y del simbolismo, un enfoque que lleva a una comprensión del mundo que es prácticamente idéntica a la filosofía de la Nueva Ciencia de hoy.

De hecho, la ciencia sagrada de los antiguos egipcios, mejor descrita como una filosofía de los principios de la Naturaleza, inspiró a los hebreos, a los griegos, a los romanos y a los cristianos, lo que llevó a la aparición de lo que llamamos civilización occidental. Pero para nosotros, miles de años después, el conocimiento fundacional de nuestra civilización se ha perdido del todo. Sin embargo, siempre ha habido un grupo de personas que han transmitido la sabiduría secreta y la ciencia sagrada de los antiguos egipcios: cabalistas, herméticos, gnósticos, sufíes, budistas y alquimistas. Y es secreta sólo en el sentido de que esta sabiduría debe ser entendida a través del esoterismo y del símbolo, y es sagrada sólo en el sentido de que la investigación científica conduce inevitablemente a una comprensión del hombre y de la Divinidad y a un conocimiento único del “yo mismo”.

Dejando atrás los prejuicios modernos y mirando profundamente la civilización del antiguo Egipto, hallamos una brillantez y una comprensión que rivaliza con nuestro conocimiento actual. Sus dioses eran de un orden diferente de nuestro concepto occidental de Dios. No eran dioses en absoluto, sino los principios de la naturaleza que representaban conceptos tales como la digestión y la respiración. También representaban cualidades intangibles que se encuentran en la humanidad como el conocimiento y la personalidad. Esta antigua visión de la naturaleza ha sido confundida como religiosa y de culto, pero es, de hecho, técnica y filosófica.

Por ejemplo, la diadema del rey con la serpiente y el buitre simboliza los principios de la vida y la forma. La serpiente representa el concepto de la fuente de todo lo que existe y su manifestación como el cosmos; y el buitre, la inmortalidad espiritual del hombre. Al igual que un espíritu, el buitre, volando alto en el cielo, se escapa de este mundo a una existencia más allá de los límites de la Tierra. Por lo tanto, la diadema de Faraón simboliza la realeza del hombre en un sentido cósmico y el misterio de la esencia de la vida, donde el misterio es la realidad de Causa y Efecto. Este misterio, que define la experiencia humana es abstracto, pero opera a través de la corte de concreto de tres dimensiones para crear otra abstracción: lo que experimentamos como conciencia y auto-percepción.

De qué modo los antiguos egipcios desarrollaron una filosofía tan refinada es un misterio en sí mismo. Para estudiosos como Samuel Mercer, que tradujo los Textos de las Pirámides de Sakkara durante la década de 1950, los principios de esta filosofía parecen haber surgido totalmente formados hace casi 5.000 años sin un precedente histórico. Es irónico que las capacidades técnicas del antiguo Egipto, tan ambiciosas, tan precisas, también parecen haber surgido completamente formadas y sin precedentes. Sin embargo, esto no nos debe sorprender, ya que el desarrollo de una filosofía sofisticada no se da sin una tecnología sofisticada.

R. Schwaller de Lubicz
Tal visión de las tradiciones más antiguas del antiguo Egipto alimenta las semillas de la duda sobre el modelo lineal de la historia del hombre y la civilización. Especialmente, cuando la filosofía de la emergente Nueva Ciencia es paralela a conceptos delineados hace mucho tiempo en el Templo de Rameses de Amón-Mut-Khonsu, que fue tan meticulosamente descrito por Schwaller de Lubicz en sus dos volúmenes de El Templo del Hombre. En 1937, el alquimista y filósofo hermético René A. Schwaller de Lubicz fue atraído a Egipto por una inscripción en la tumba de Rameses en la cual el Faraón estaba representado como el lado de un triángulo recto (3:4:5). Para Schwaller de Lubicz, esto significaba que los antiguos egipcios entendieron la geometría del Teorema de Pitágoras mucho antes del nacimiento de Pitágoras. Así, intrigado, se trasladó a Luxor y estudió el arte y la arquitectura del antiguo Egipto durante trece años, y llegó a la conclusión de que la arquitectura del templo era un ejercicio deliberado de proporción. El templo, en su detalle, era descrito como una ciencia de la naturaleza del hombre, una filosofía que Schwaller de Lubicz denominó Antropocosmos, o el Hombre-Cosmos.

Filosofía del Antropocosmos



Quiénes somos y por qué estamos aquí, el último misterio, probablemente seguirá siendo un misterio científico. Intuitivamente, no obstante, este misterio se puede entender sobre la comprensión de que nuestra existencia como forma biológica consciente se puede remontar a los acontecimientos cósmicos, y que las condiciones para nuestra existencia se pueden remontar a un estado universal. Nuestra Tierra depende del Sol y del Sistema Solar en que está atrapada gravitacionalmente. Éste a su vez depende de la Vía Láctea, en el que está atrapado gravitacionalmente; que a su vez también se mantiene en su lugar por otras fuerzas, incluyendo (pero no limitándose a) nuestras galaxias vecinas. Cualquier interrupción en esta línea de dependencia cósmica probablemente resultaría en el cese de nuestra existencia. Por lo tanto, se puede decir que el cosmos es la verdadera naturaleza del hombre, y la forma es el único medio de su expresión.

El hombre transforma la energía en la realidad percibida.
Aunque parezca que somos insignificantemente pequeños en comparación con el resto del universo, hay una sola verdad de nuestra existencia que no puede  negarse y que le da credibilidad a la naturaleza abstracta del hombre: la realidad del observador. Nosotros observamos y percibimos una disposición de energía ordenada –aunque dinámica– que, de modo natural, transformamos en vista, oído, olfato, gusto y tacto. Eliminar las medidas de esta realidad representa la destrucción de la realidad, lo que sugiere que el universo nunca fue concreto en primera instancia. Sólo percibimos que está. Por lo tanto, al igual que Platón en su cueva, se puede concluir que la concreción y la forma en que vivimos son realmente sólo el conocimiento de tales cosas. Einstein lo aceptó implícitamente en una de sus famosas declaraciones: “La realidad es una ilusión, aunque sea muy persistente”.

La pregunta más interesante es: ¿de dónde viene nuestra capacidad para observar y percibir? Según los físicos, se trata de un evento llamado colapso del vector de estado, donde todos los estados posibles del sistema (el universo) colapsan en un solo estado observado.

Durante la década de 1920, mientras Heisenberg y Bohr estaban desarrollando la teoría cuántica, se dieron cuenta de que tenía que crearse un nuevo punto de vista para lograr una adecuada comprensión del mundo cuántico. La visión clásica de un mundo discreto simplemente no funcionaría. Para lograr esto, adoptaron la idea de que el mundo no es fundamentalmente una colección de objetos discretos, sino un mundo unificado e indistinto de energía en el cual, a veces, se perciben objetos discretos. Para explicar sus puntos de vista, Heisenberg desarrolló su teoría de la matriz de ondas, y Schrödinger su mecánica ondulatoria. Aunque son ligeramente diferentes en su enfoque, estas dos teorías ofrecen una descripción más precisa de la estructura atómica que la formulada por la física clásica.

Lo que sus teorías establecen es que toda la materia existe como una estructura de onda que no podemos ver directamente. Lo que vemos es la localización de la estructura de onda con su liberación de energía, que es una forma sencilla de explicar el colapso del vector de estado. La energía liberada es lo que los físicos llaman un fotón (una partícula de luz). Percibimos la energía liberada como una partícula, a pesar de que en realidad es una onda; esto es así porque es de este modo como funciona el cerebro humano.

Sin el colapso del vector de estado no habría ninguna percepción de la separación, ninguna forma de experimentar y, en consecuencia, ninguna expresión. El cosmos se mantendría en un estado indefinido de carácter absoluto, un potencial de todas las posibilidades cósmicas. Toda la materia que conforma el cosmos es en realidad energía configura que ahora existe como resultado de la nucleosíntesis estelar y supernovas. El carbono, el nitrógeno, el oxígeno y otros elementos pesados –los ladrillos que forman el edificio de la vida– se crearon como resultado del colapso de grandes estrellas a causa de su propio peso y de la posterior explosión de un calor tremendo, extendiendo así los elementos recién creados en el espacio vacío para formar nubes interestelares. Las recientes investigaciones sugieren que incluso los aminoácidos, importantes para la síntesis de proteínas, se formaron en las nubes interestelares. Por lo tanto, los científicos argumentan que, dado que los elementos que componen nuestros cuerpos son el resultado de un proceso cósmico, entonces estamos hechos de polvo de estrellas y somos, literalmente, hijos de las estrellas.

El Big Bang como origen del universo ha sido el modelo elegido por los cosmólogos durante muchas décadas, pero siempre ha sido una paradoja científica. Nuestras leyes conocidas de la física no son válidas hasta después del momento del Big Bang. Así que, ¿cómo se llega a un universo que experimentamos, que surgió de la nada? Tal vez el Big Bang es sólo una perspectiva para explicar el actual cuerpo de datos científicos, y no representa con precisión los acontecimientos reales. Así como la naturaleza, tal vez el universo sea cíclico y oscile entre la destrucción sin fin y la creación de las galaxias. Nadie lo sabe realmente.

Sin embargo, lo que sí sabemos, y podemos estar seguros de ello, es nuestra experiencia consciente. Es la única cosa en la que los seis mil millones de humanos podemos estar de acuerdo, y es la clave para la comprensión de la naturaleza. Según el Antropocosmos, la Conciencia crea un lugar con el fin de tener una experiencia, y lo hace a través de la cuantificación única de sus cualidades. Esta comprensión cósmica y antrópica de la Nueva Ciencia del hombre presenta los mismos principios que fueron conformados en la arquitectura del templo de Amón-Mut-Khonsu de Luxor.

El templo no era sobre la piedad de un hombre, sino sobre nuestro legado solar en tanto que Hombre Divino filosófico retratado en las grandes estatuas de Rameses: el nacimiento del sol. El templo era (y es) una forma de comunicación, una lección, y en su esencia hallamos la filosofía de sus constructores grabada en piedra. Amón, Mut y Khonsu no eran “dioses” en el sentido religioso occidental, sino principios que forman y explican la naturaleza de la humanidad, tan coherentemente como se puede explicar un tema tan abstracto.



La definición del hombre y de la historia de la experiencia humana fueron construidas en la arquitectura del templo. Físicamente, el templo describe la estructura del hombre, desde la importancia del fémur en la creación de células de la sangre hasta la función de la glándula pineal en el cerebro. Espiritualmente, el templo transmite el drama cósmico de la vida y la inmortalidad espiritual del hombre. Amón era “el Oculto” o “el Invisible”, mejor descrito hoy como el concepto occidental de Dios, omnipotente y omnipresente, o, desde un punto de vista científico, el campo de energía que impregna todo lo que existe. Desde el punto de vista del antiguo Egipto, Amón se autocreó como poder creador y fuente de todo lo que existe. Mut, que significa “madre”, era la esposa cósmica de Amón y la madre del “Hijo” Khonsu que representaba al Rey.

Sin embargo, la Realeza de Khonsu no era una realeza física, sino que más bien se refiere a un gobernante cósmico (o espiritual) que se encarnó a través de los principios de la naturaleza. Por lo tanto, Khonsu el Rey representa la esencia de la humanidad –el “Hombre” arquetípico– y la esencia de todos los que alguna vez vivieron, los que están vivos ahora y los que van a vivir en el futuro. Khonsu, al estar asociado con Re y Thoth, representaba la esencia de la energía de la vida y la sabiduría del hombre y el conocimiento, donde la humanidad es una consecuencia de la evolución del universo que culminó con la dotación física de la auto-percepción del universo. En el mito, Khonsu era un amante de los juegos, pero también era el principio de la sanación, la concepción y el parto. Literalmente, era “el rey-placenta”.

Tal como simboliza el antiguo Uroboros, la serpiente circular que se muerde la cola, hemos llegado al punto de partida en la comprensión de nosotros mismos a través de nuestros modernos esfuerzos científicos. Nadie sabe a ciencia cierta en qué cultura o en qué momento se plasmó el Uroboros como símbolo, pero sin duda es uno de los símbolos más antiguos de la humanidad.

Representación del Uroboros
Platón nos dice en el Timeo que esta serpiente era autosuficiente, ya que nada existía fuera de ésta. El movimiento era el adecuado para su estructura esférica, dado que se hizo para moverse de forma circular. Por lo tanto, como resultado de sus propias limitaciones, da vueltas en círculo, y a partir de este movimiento fue creado el universo. Desde el período del Egipto ptolemaico, el artista que dibujó la Chrysopoeia (orfebrería) de Kleopatra escribió dentro de la serpiente circular: “El todo es uno”. Por lo tanto, la serpiente es el antiguo símbolo egipcio que representa la auto-creación y la fuente de la vida: “Se mata, se casa, y se fecunda a sí mismo”, escribe Erich Neumann en El origen y la historia de la conciencia; “es el hombre y la mujer, el principio y la concepción, la depredación y el nacimiento, lo activo y lo pasivo, lo que está arriba y abajo, a la vez.”

Para los antiguos egipcios, el Uroboros –la serpiente– representa el principio creador del cosmos, así como el cosmos mismo. Dado que la forma de la serpiente es singular, sin apéndices, pero tiene una lengua bífida y el pene bifurcado, su forma es un símbolo apropiado del movimiento inicial de la creación de un estado indiferenciado a un mundo de multiplicidad; un movimiento de Uno a Dos. Lo que Schwaller define como “escisión primordial”.

El Uroboros, sin embargo, no es sólo un antiguo símbolo mítico, ni es la imagen fabricada de la mente primitiva. Más bien es la identificación del hombre con el constante estado eterno de Unidad, cuya esencia es un profundo recuerdo de un origen que las palabras no pueden explicar y que tiene que ser entendido a través de esoterismo. Como tal, el esoterismo del Uroboros es hoy tan válido como lo era en los albores del hombre, como el físico Joel Primack y su esposa Nancy Ellen Abrams demostraron en La visión desde el centro del universo, un tratado cosmológico moderno en el que el Uroboros se retrata como la representación de la unidad cuántica de todo lo que existe dentro de las vastas dimensiones de la escala cósmica.

La tecnología espiritual del Antiguo Egipto



La visión del mundo occidental tiene una larga tradición de separar lo físico de lo conceptual; lo científico de lo religioso. Así que, al juntarse espiritualidad y tecnología, parecen contradictorias. Esta contradicción, sin embargo, se basa en una visión ingenua y exotérica de los conceptos de espíritu y tecnología.
 
El espíritu no es algo inconmensurable, metafísico. Más bien, el espíritu es la fuerza impulsora que está detrás de la experiencia humana, la búsqueda del conocimiento, y el poder constructivo de la civilización que se puede medir mediante el logro. La tecnología es la aplicación
del conocimiento, que ofrece bienestar a la civilización. Igualmente, la tecnología, al ser la aplicación de la ciencia en los aspectos prácticos civiles, es también el poder constructivo de la civilización.

A pesar de que el producto final de la tecnología es del todo evidente, es el espíritu del hombre el que transforma las ideas en conceptos y los conceptos en conocimiento, el cual –a través de la deslumbrante ingeniería– convierte la ciencia en tecnología y hace que la vida sea más eficiente y cómoda. Todo producto comenzó alguna vez gracias a la inspiración y la creatividad de alguien. Así, el espíritu y la tecnología son diferentes aspectos de la misma actividad humana.

El deseo de saber nos inspira, y el siempre creciente nivel de conocimiento y tecnología nos ha permitido alcanzar nuevas cotas en la comprensión de nuestro estado de existencia. ¿Pero qué podría haber inspirado a los antiguos egipcios? Schwaller de Lubicz cree que el antiguo Egipto fue el legado de una civilización técnica de la cual no hay antecedentes o conocimiento en el mundo actual, una civilización para la que el espíritu y la tecnología estaban integradas en una cosmovisión que abarcaba el misterio de la vida. Para mí, este es legado técnico y espiritual que es tan evidente en el arte y la cultura del antiguo Egipto. 

© E. F. Malkowski 2008




Fuente original (en inglés): http://grahamhancock.com/malkowskie1/