miércoles, 28 de noviembre de 2018

Igueste en el recuerdo


Con motivo del reciente fallecimiento del investigador independiente Manuel Fernández Saavedra quisiera rendirle un modesto tributo publicando aquí un material que quedó olvidado en una remota carpeta de mi ordenador. Se trata de un artículo preliminar que debía ser ampliado a partir de las nuevas investigaciones de Manuel Fernández en Tenerife. En este documento básico traté de resumir la experiencia hasta el momento de Manuel en el yacimiento de Igueste y mis propias impresiones tras visitar dicho lugar en 2015. Lo cierto es que intenté publicar el artículo en publicaciones alternativas (en las académicas era una pérdida de tiempo, dado lo herético del tema) sin llegar a ningún resultado. Y para mi sorpresa ni siquiera apareció en una página web dedicada al tema de los gigantes, pese a que su editor se mostró en principio interesado.

En fin, ni a Manuel ni a mí nos guiaba la vanidad ni la pretensión, sino simplemente la voluntad de poner a disposición del público una información que considerábamos relevante. Ahora Manuel ya no está entre nosotros, pero he creído oportuno desempolvar el documento redactado en 2016 (tal como lo escribí entonces, aunque ahora corregiría algunos aspectos puntuales) para quien pueda estar interesado en herejías o simplemente en vislumbrar la otra cara del pasado, que a menudo se presenta distorsionada y difusa, con muchas incógnitas y muy pocas certezas. Gracias amigo Manuel.

El yacimiento arqueológico de Igueste

 

Introducción


Como es bien sabido, el tema de los gigantes ha sido aparcado por la ciencia en el campo de la mitología, donde aparecen múltiples referencias a estos seres fantásticos en casi todas las culturas del planeta. Para el mundo académico, los gigantes, entendidos como homínidos de enorme altura, nunca existieron de verdad; se trataría de meras exageraciones, personificaciones de fuerzas naturales o exaltaciones de antiguos héroes.

Momia de gigante (EEUU, s. XIX)
Así, cuando alguien dice haber encontrado esqueletos o huellas de gigantes, se suele apelar al fraude, al error o la confusión, sin descartar que en unos pocos casos se trate de personas afectadas de la enfermedad de gigantismo. Por otro lado, algunos autores alternativos afirman que hace tiempo que se han encontrado restos inequívocos de gigantes, pero que dichas pruebas han sido ignoradas, retenidas u ocultadas.

En el paraje natural de Igueste, en la isla de Tenerife, el investigador local y arqueólogo amateur Manuel Fernández Saavedra ha localizado un yacimiento prehistórico del todo desconocido o ignorado por la ciencia académica. Según sus investigaciones, dicho yacimiento contiene numerosas sorpresas que no sólo afectarían a los parámetros en que se mueve la arqueología canaria sobre la antigua cultura guanche sino a la arqueología y prehistoria en general, al aportar indicios y pruebas de una cultura “pre-guanche” capaz de modelar el paisaje a gran escala y que posiblemente es extremadamente antigua, con homínidos de talla descomunal que sin duda podríamos calificar de gigantes.

El texto de este artículo es un compendio de mis observaciones personales durante la visita al yacimiento (noviembre-diciembre de 2015) y de las conclusiones de todo el trabajo de campo realizado por Manuel Fernández a lo largo de más de dos años, que incluye la exploración y reconocimiento del paisaje y la identificación de estructuras y objetos en piedra[1]. Cabe señalar que este documento no pretende ser un material científico “convencional”, sino una primera aproximación a un yacimiento arqueológico que requeriría de un estudio sistemático multidisciplinar (y sin prejuicios) sobre el terreno para poder corroborar o descartar las diversas hipótesis de trabajo planteadas.

Identificación del yacimiento


La Candelaria, en la isla de Tenerife
En 2013 Manuel Fernández realiza los primeros descubrimientos de toscas herramientas de piedra en sus paseos en la zona de Igueste, en La Candelaria, municipio situado en la costa este de la isla de Tenerife. Con el tiempo, se dio cuenta de que el yacimiento era grande, hasta el punto de considerarlo un gran asentamiento o “ciudad”, dada la extensión del área donde se encuentran los artefactos, de varios kilómetros cuadrados.

Según avanzaban sus prospecciones, siguieron apareciendo gran número de herramientas en superficie, y llegado el momento Fernández observó en el paisaje la colocación de grandes piedras de enorme peso, de entre 1.000 y 2.000 kilos, o tal vez más, y por primera vez intuyó que podrían ser herramientas de un tamaño descomunal. Más adelante, identificó una estructura a la que calificó de “presa”, no demasiado grande, pero que contenía una enorme piedra de 5 ó 6 toneladas. Fernández descartó que se tratase de un típico bancal de la época de la conquista española, por ser completamente distinto a esas construcciones agrarias ya bien conocidas. La confirmación de esa tesis vino dada por la observación de un muro en una barranquera –no llegaba ni a barranco– que obviamente no había sido construido para contener tierra de cultivo, pues la tierra sería arrastrada por el agua.

Paisaje de Igueste
A partir de este punto, Manuel Fernández empezó a identificar más presas localizadas en los barrancos. Posteriormente, emprendió la exploración de lo que es la base del yacimiento principal, que está constituido por montañas cortadas que se precipitan hacia el mar de forma brusca y que contienen muchas cuevas. Se trataría de unos asentamientos guanches, en un lugar privilegiado, orientado al este. En ese momento identificó con toda certeza, por el tacto y la forma, un artefacto o herramienta de enorme tamaño, atribuyéndola a gigantes. De este modo, su campo de visión se amplió y así se produjo una sucesión continua de hallazgos de herramientas de gigantes. Esta fue la constatación final de que el yacimiento arqueológico era prehistórico, con varias fases y que incluía un posible asentamiento de gigantes.

Lo que por desgracia también pudo corroborar Fernández es que la zona ya había sido “asaltada” desde hacía tiempo por excavadores clandestinos. Así, el expolio del lugar afectó a los abundantes restos guanches, muchos de ellos ubicados en cuevas. Esta acción se centró principalmente en los enterramientos, con la extracción de las momias y los materiales cerámicos adjuntos, así como toda herramienta prehistórica evidente ante los ojos de cualquier profano, llegando incluso al barrido y criba del suelo de las cuevas para extraer hasta la última cuenta de collar guanche, que son muy cotizadas.

Características y fases del yacimiento


Escalonamiento de terrazas
Geográficamente, el yacimiento lo podemos dividir en dos mitades, dejando el barranco de la localidad de Igueste en el centro. Es en la parte superior de las terrazas de una de estas zonas, la conocida como la mesa, donde aparece mayor cantidad de herramientas de gran tamaño, mientras que en la parte opuesta encontramos muchas de pequeño y mediano tamaño. Según Fernández, el yacimiento estuvo poblado durante mucho tiempo en la prehistoria, porque –tal y como ha observado por las pátinas de los cortes en grandes terrazas– se aprecia que hubo una continua ampliación. Esto es más visible en los escalonamientos de las terrazas, donde se ve una gran diferencia entre los más antiguos, con un basalto totalmente negro, y los más recientes. Puede que en un principio se escalonara una o dos zonas y luego la ciudad fuera prosperando y aumentando hasta tener una extensión de varios kilómetros cuadrados.

En lo referente a las fases de ocupación, Manuel Fernández dice haber identificado tres etapas:

1)    La fase más primitiva, en la que aparecen herramientas muy simples, típicas del paleolítico inferior, que no sabemos a qué época se remontan, pero que podrían tener al menos cientos de miles de años. Estas herramientas aparecen dentro de los muros y argamasas y presentan una pátina y un filo muy antiguos. Se puede suponer que tales artefactos ya estaban en desuso y que fueron empleados como material de relleno. En cuanto al hábitat, éste sería en refugios, cabañas, etc.
2)  La fase intermedia, que es cuando tienen lugar los grandes aterrazamientos del terreno, que son como unas terrazas escalonadas que adoptan una forma piramidal. Pero además se aprecian trépanos, argamasas, piedras que parecen “fabricadas”... Se puede intuir que no sólo hubo aquí una gran fuerza física para escalonar las montañas sino que también había una tecnología importante.
3)  En la fase final parece que hubo una involución o retroceso, pues se identifica el poblamiento guanche que conocemos, que muestra una diferencia abismal con lo anterior. Se observa un retroceso a un estadio neolítico, por llamarlo así, que es el estadio cultural de la población de las islas Canarias cuando llegaron los castellanos.

En cuanto a ofrecer una cronología de estas fases, hasta el momento sólo se pueden plantear meras conjeturas a partir de datos geológicos generales, los cuales podrían apuntar a un poblamiento extremadamente antiguo de las islas. Ahora bien, para poder determinar unos horizontes cronológicos fiables, lógicamente se deberían efectuar excavaciones estratigráficas, en forma de sondeos o catas, e implementar dataciones absolutas de objetos mediante los métodos radiométricos más habituales, aparte del recurso a la geología para obtener dataciones al menos aproximadas de las formaciones geológicas observables, así como de las pátinas de los artefactos hallados.

El modelado del paisaje y las estructuras


¿Paisaje modelado artificialmente?
Al reconocer a fondo el terreno –aparentemente natural– se puede ir descubriendo una cierta modificación o modelado del paisaje desde tiempos muy remotos. Por una parte, llama mucho la atención la presencia de escalonamientos en las montañas. No podemos hablar de que sean derrumbes, desprendimientos, etc.; son coladas de basalto, un material que no se derrumba. Aquí se aprecia que los escalonamientos están todos hechos en basalto, y luego complementados con muros de piedra. 

Por supuesto, hay que tener en cuenta que no estaríamos ante ruinas “normales”; se trata de una estructura en ruinas, que además fue reaprovechada por los guanches, dado que este basalto era para ellos un material lítico importante para hacer herramientas. Estaríamos hablando, pues, de una estructura no sólo ruinosa, sino además roída y corroída por el paso del tiempo y la actuación humana. Continuamente fueron arrancando y extrayendo piedra; para ellos sería una cantera, además de un lugar de vivienda.

En suma, tenemos una estructura en estado de ruina, complementada con muros que también se han ido derribando. Quedan muchas piedras grandes que posiblemente fueron respetadas por los guanches, o simplemente no pudieron moverlas. También vemos argamasa en las cúspides de las terrazas, y se intuyen zonas muy largas de caminos, que podrían ser estratos, pero que coinciden con las cúspides y partes superiores de estas terrazas.

Por otra parte, hay algo muy obvio, que son las pocetas (o cubetas), las cataratas y los muros en los barrancos. Está claro que utilizaban y encauzaban el agua, la canalizaban de una manera más que sofisticada; de hecho, en las terrazas hacían caer el agua por el lugar que ellos querían. Además, se aprecia que esas cataratas fueron talladas, porque el agua erosiona de una manera que todos conocemos (suave, redondeada...) y aquí encontramos cataratas cortadas a cuchillo. Y como es una sucesión continua, hallaremos otras que son muros de piedra para forzar esa caída, y siempre debajo de todo esto encontraremos pocetas, que presentan una típica forma circular, con un diámetro de unos 3 ó 4 metros. Y todavía vemos otras que no están cortadas o fabricadas con piedras sino que han sido construidas enteramente con un tipo de argamasa. Además, en algunos casos vemos que la disposición de las piedras obedece al propósito de conseguir firmeza y durabilidad, con la inclusión de grandes bloques que están obviamente falcados por piedras más pequeñas, lo que muy difícilmente se puede considerar como una obra de la naturaleza. Sea como fuere, todo esto se tendría que corroborar con la ayuda de geólogos expertos.

Una de las posibles pocetas o cubetas circulares, muy deteriorada

Así pues, vista la sucesión continua de estas estructuras, con las pocetas, fabricadas de una u otra manera, bien con piedras, bien con argamasa o excavadas directamente en el basalto, tendremos que reconocer que están construidas por el hombre[2]. Por otro lado, se observa que con esa canalización del agua las cataratas caerían por encima de las cuevas situadas en las terrazas. Luego frenaban esas caídas con las pocetas que, además de servirles como depósito de agua, podían ser fuente de alimento, ya que se han identificado varios arpones en superficie, lo cual –por la época de la que estamos hablando– indicaría que podría haber allí peces de agua dulce (para pescar). Y si había peces de agua dulce eso supondría que a lo mejor la extensión de la isla era más grande, si es que no apuntamos a una masa continental.

Muro de gran grosor con piedras enormes
También son de destacar una serie de muros en la parte más alta del yacimiento, la mesa, que no parecen ser bancales o terrazas de época relativamente reciente (por lo menos de tiempos de la conquista o posteriores), dada su factura y disposición. Encontramos estos muros en un estado semiderruido en algunos casos, de grosor notable (de hasta 2 metros) y de altura entre 1 y 2 metros. Están realizados con piedras de diferentes tamaños, con algunos bloques realmente grandes y pesados. Además, llama la atención el hecho de que estos gruesos muros –colocados en sucesión sobre la ladera– están separados por terrenos de apenas unos 4 metros de ancho, lo que no tiene mucha lógica si se tratase de bancales para el cultivo. Asimismo, dichas piedras no son del lugar sino que fueron subidas de más abajo, de las coladas de basalto, lo que supondría un esfuerzo enorme y poco práctico. Además, en algunas zonas entre estos muros se observa la aparición de la misma “argamasa” en forma de pavimento que se apreciaba en las estructuras anteriormente mencionadas. Desgraciadamente, no podemos afirmar gran cosa sobre estos restos, ni que fueran realizados por “gigantes”, pero sí parecen constituir una anomalía con el paisaje circundante, con una finalidad incierta y una datación indefinida.

Los artefactos y las pisadas


Como ya se ha comentado, en Igueste se pueden hallar en superficie muchos artefactos de piedra de diferentes tamaños y de factura generalmente tosca, con una tipología diversa. Los artefactos más fáciles de detectar son los picos de mano; hay muchos y son inconfundibles. Por otro lado, lo que apunta ya a una tecnología avanzada neolítica y que puede sugerir que podrían haber llegado incluso a la edad de los metales –sin entrar en otras tecnologías que podrían haber poseído los pobladores del lugar– es la presencia de unos pulidores que muestran un gran conocimiento de talla y confección de herramientas.

Asimismo, aparecen muchísimos útiles muy característicos que Manuel Fernández denomina “cubiertos” (a modo de cucharas o cuchillos) y que se usarían para sacar tuétano, para abrir huesos, para comer... De estos utensilios hay muchos ejemplares y de todos los tamaños. También tendríamos otras herramientas como percutores, machacadores, raspadores, etc., típicos implementos del paleolítico medio. En suma, hay herramientas desde un paleolítico inferior hasta el neolítico, siendo éstas últimas las más llamativas.

Posible artefacto de grandes dimensiones
Ahora bien, el punto clave de esta investigación es la identificación de herramientas de un tamaño descomunal, que se corresponden en su forma y talla a modelos ya conocidos del paleolítico más antiguo sólo que a una escala muy superior. Por otro lado, la variedad de estos artefactos es mucho más amplia de la que viene en los libros académicos. Así, en dichos libros se dan definiciones de las herramientas más notorias y de sus características, pero se debe tener en cuenta que cada individuo adapta la herramienta a su mano y que la diversidad de herramientas es mucha. 

A este respecto, mi experiencia personal sobre el terreno fue la de un lento y progresivo descubrimiento de estos artefactos en piezas de todos los tamaños pues la mente (incluso la de personas muy versadas en arqueología) no está preparada para apreciar la intervención humana sobre tales piedras, hasta que se empiezan a ver tallas, marcas, desgastes y pulimentos, por lo general en formas muy toscas, pero inconfundiblemente artificiales.

Desde luego, demostrar la existencia de gigantes sólo a partir de artefactos de gran tamaño parece una misión imposible, pues el prejuicio hace ver los objetos desde otras ópticas e interpretaciones[3]. No obstante, sabemos que a lo largo de la Prehistoria y en prácticamente todos los rincones del planeta, los humanos primitivos realizaron herramientas relativamente similares para cumplir unas mismas funciones. Del mismo modo, se puede colegir que estos supuestos gigantes tenían una inteligencia equiparable a la nuestra y serían capaces de elaborar el mismo tipo de herramientas. En todo caso, lo que resulta altamente revelador es que se puede observar que estas herramientas fueron utilizadas para un propósito práctico, ya sea percusión, fricción, etc., según se aprecia por la talla y el desgaste por uso de la parte destinada a la acción deseada. Pero además se observan las huellas evidentes del desgaste provocado por la mano (de gran tamaño) en la zona por donde se asía el utensilio, lo que por fuerza se debe corresponder con individuos de enorme estatura. La escala que baraja Manuel Fernández se ha realizado mediante una extrapolación proporcional de la medida de las manos capaces de asir los diversos artefactos a la altura total del individuo. Esta operación es la que ha dado lugar a los datos más asombrosos, pues apuntan a la existencia de individuos desde nuestra altura media (Homo sapiens) hasta otros de casi 20 metros de estatura, pasando por varias estaturas intermedias.

Una tosca herramienta de tamaño normal
No se ha hecho ningún estudio estadístico de la cantidad, tipología y tamaño de las piezas, pero se puede afirmar que en la superficie del yacimiento aparecen miles de herramientas de nuestro tamaño, al haber sido un lugar habitado durante un tiempo muy prolongado, si bien no siempre son fáciles de distinguir, pues –como ya se ha señalado– no son las típicas herramientas “de museo”. Luego, en varios puntos hallamos herramientas de todos los tamaños, formas y tipos, aptas para seres de nuestra medida hasta otras para esos seres de cerca de 20 metros. Sería muy significativo determinar si algunas de estas piezas de diferente tamaño son contemporáneas, lo que podría indicar que seres humanos de diverso tamaño coexistieron en el tiempo, pero es imposible pronunciarse al respecto sólo con un mero estudio superficial de los restos.

Todo esto nos podría parecer fuera de lugar, pero de todos modos vale la pena citar el relativamente reciente descubrimiento de varias huellas de pisadas humanas que apuntalarían la hipótesis de la presencia de humanos de enorme estatura, aunque no fuera tan desorbitada. En este sentido, llama la atención no sólo su presencia sino el cómo se hicieron. Hemos de tener en cuenta que están sobre basalto y que las islas Canarias son volcánicas, por lo que no se pudieron formar por solidificación de un terreno pantanoso –por ejemplo, barro– con el paso del tiempo. Las coladas de basalto, efectivamente, un día estuvieron blandas, pero por tener miles de grados, es muy poco creíble que nadie pudiera meter el pie ahí en ese momento.

Huella de pisada de gran tamaño
Con respecto a sus características, la primera en aparecer correspondería al pie izquierdo de un individuo de entre 2,5 y 3 metros de estatura, posiblemente con algún calzado de tipo sandalia. La segunda en aparecer está superpuesta; es una huella de adulto al que se le puede estimar al menos en 2 metros de altura, descalzo y con seis dedos. En la misma dirección y con la misma forma aparece otra infantil superpuesta en el centro de la anterior; tal vez se trataría de su hijo que lo seguía. Y por último, tenemos la de un individuo infantil con sandalias, que igualmente se halla superpuesta (cruzada) por otra también infantil, pero descalzo y con seis dedos. Es importante este detalle de los seis dedos, pues en mucha bibliografía antigua sobre hallazgos de momias o esqueletos de individuos de enorme altura –generalmente de entre 2 y 4 metros– se hacía referencia a la peculiar característica de tener seis dedos en pies y manos. (Lamentablemente, los pocos huesos correspondientes a esos anómalos individuos no están disponibles para los investigadores, ya que se han perdido o se mantienen guardados en almacenes de museos y no se exponen, bien sea a causa de su mal estado, bien en cumplimiento de directrices museísticas).

Los trépanos y las “piedras moldeadas”


Aparte del hallazgo de las estructuras y de los artefactos, destaca bastante la presencia de unos elementos relativamente avanzados que nos recuerdan más bien a las obras de antiguas civilizaciones capaces de grandes logros arquitectónicos y técnicos en vez de a una primitiva cultura prehistórica.

Perforación tosca sobre roca de gran tamaño
Por un lado, tenemos una serie de trépanos situados en varios puntos concretos y que no pueden haber sido realizados por maquinaria moderna, porque están en lugares no muy accesibles y porque deberían haber dejado huellas en el suelo debidas a la fijación de las máquinas capaces de realizar las perforaciones, de unos 3-4 cm. de diámetro, sobre una piedra tan dura como el basalto. Entre ellos hay unos pocos de gran calidad y precisión[4], que parecen hechos con una herramienta de tecnología actual o aún mejor que ésta, pues las marcas muestran un avance por vuelta de unos dos milímetros, superior al de las máquinas que se utilizan actualmente. Asimismo, se han hallado algunos grandes bloques de piedra (¿artefactos?) perforados más o menos en su centro, y de lado a lado en algunos de ellos, si bien en este caso las perforaciones parecen bastante más toscas. Sobre el motivo o finalidad de tales perforaciones no podemos más que especular, porque su disposición sobre el terreno (o en el centro de una gran piedra) no parece tener un sentido práctico definido.

Por otro lado, Manuel Fernández considera que esta cultura local era capaz de modelar el basalto por medio de un sistema de ablandamiento de la piedra en frío, según se puede ver en cortes imposibles, como a cuchillo, así como en angulaciones. También son muy notables y muy abundantes unos conglomerados o argamasas muy duras con herramientas en su interior. Desde luego, para profundizar en este campo sería del todo deseable contar con el criterio de un geólogo experto que pudiera confirmar estas hipótesis. En el caso del basalto puede resultar más complicado de demostrar, pero en cambio el aspecto y la disposición sobre el terreno de la supuesta “argamasa”, como complemento de las estructuras en piedra o incluso como pavimento, impulsa a considerar muy seriamente la artificialidad de este material.

El hábitat de los pobladores de Igueste


Sólo recurriendo a las prospecciones superficiales, resulta complicado aventurar qué tipo de yacimiento es Igueste. Se aprecia que existen unas determinadas estructuras en forma de muros y un sistema de presas, aparte de las terrazas y posibles caminos. Aparte tenemos una gran cantidad de artefactos de diversa tipología dispersos por la superficie, pero no hay ningún rastro de espacios que pudiéramos llamar “viviendas”, obviando lógicamente las cuevas. Manuel Fernández habla de una “ciudad de gigantes”, pero la pregunta que ahora surge es: ¿Dónde vivía esta comunidad de gigantes?

Un hábitat para gigantes... pequeños
Parece razonable plantear que los guanches habitaron bastantes de las numerosas cuevas del entorno, y se podría suponer que tal vez fueron usadas anteriormente por gentes de mayor estatura como vivienda o refugio, pero Fernández ha calculado que no podrían albergar a individuos de más de 10 metros. Por otra parte, tampoco las terrazas parecen constituir un hábitat adecuado para los gigantes de mayor altura. 

Con los escasos datos disponibles se podría sugerir la hipótesis de que el yacimiento de Igueste, en su mayor parte, podría haber sido un lugar de recolección, caza o pesca (u otras actividades de subsistencia), aparte de servir obviamente como cantera, y con la presencia adicional de diversos talleres de fabricación de utensilios. Esta última propuesta ofrece al menos alguna prueba sobre el terreno, ya que en algunas zonas concretas se han hallado hasta diez o doce percutores de similares características, lo que nos impulsaría a considerar que se trataba de un área de talla o taller de distintos usos específicos.

Sobre la localización de las viviendas de los gigantes sólo podemos especular; si no ocupaban cuevas, tendrían que refugiarse en estructuras al aire libre, de las cuales no quedaría ningún resto reconocible. Otra opción es que, dado que la isla es grande y que en un remoto pasado lo fue aún más, es posible que esas viviendas estén en otra parte o incluso bajo las aguas. De hecho, es sabido que al final de la era glacial el nivel del mar subió unos 120 metros y que dicha subida afectó también al archipiélago canario, cubriendo una notable porción de terreno. Así pues, existe la posibilidad de que las viviendas estén ahora sumergidas. En cualquier caso, quedaría pendiente un trabajo de prospección de otras zonas de Tenerife (y de las Canarias en general) para poder identificar otros hábitats similares al de Igueste, pues se hace raro pensar que fuese un caso totalmente aislado en el conjunto de las islas.

Conclusiones


A la vista de los estudios realizados in situ, está claro que podemos calificar al paraje de Igueste como “yacimiento arqueológico”, con restos diversos, tanto de artefactos como de estructuras, que puede abarcar una amplia cronología y que se sitúa desde un estadio prehistórico de la Edad de Piedra de antigüedad no definida hasta el horizonte conocido de la cultura guanche.

Manuel junto a artefacto de gran tamaño
Es patente que el lugar fue ocupado por individuos de nuestra talla (Homo sapiens), que podríamos ubicar en la época guanche o aún anterior. Pero los indicios aportados principalmente por el tamaño de los objetos de piedra identificados como herramientas nos empujan a creer que hubo humanos de tamaño muy superior. De hecho, dejando a un lado la mitología local canaria (más bien escasa), disponemos de algunos relatos de los primeros castellanos que llegaron a las islas y que dejaron constancia de la presencia de nativos de grandísima estatura, con un caso particular muy destacado en el cual se habla explícitamente de un gigante de 22 pies, aproximadamente unos 7 metros. No obstante, si nos vamos al terreno de la arqueología (lo que implica pruebas físicas, no simples referencias históricas), es bien conocido que algunas momias guanches conservadas superan los dos metros, llegando incluso hasta los tres metros, lo que nos habla de una raza realmente imponente desde el punto de vista físico, aunque no queramos usar el término gigante. A esta evidencia habría que sumar la ya citada presencia de huellas humanas de gran tamaño y con seis dedos.

Por supuesto, sería determinante –como prueba directa– encontrar restos físicos de esos hipotéticos gigantes de 5, 10, 15 ó 20 metros, pero no es de esperar que tales restos sean accesibles en superficie. Lo más lógico es que los esqueletos o momias de esos gigantes se encuentren bajo tierra (¿o bajo el mar?), en tumbas aún no descubiertas, y siempre con la premisa de que sus restos óseos se hayan conservado. En cuanto a su origen y ocaso, nos seguimos moviendo en el terreno de las meras conjeturas. Así, podríamos proponer que los guanches fueron tal vez descendientes de una estirpe de gigantes que habitó las islas en tiempo inmemorial y que desapareció o degeneró progresivamente por cruce genético, enfermedades, falta de recursos, una catástrofe natural u otros motivos. Lamentablemente, en este campo estamos ante las mismas dificultades que el resto de la casuística sobre supuestos gigantes hallados en otras partes del mundo: apenas hay datos fehacientes con los que trabajar.

Sea como fuere, las estructuras y los objetos están ahí y muestran que existió una antiquísima cultura en Tenerife (y probablemente en el resto de las islas Canarias) que merecería un extenso estudio arqueológico sin ningún tipo de prejuicio o sesgo, porque las teorías y las verdades científicas no pueden sobrevivir al margen de los datos objetivos que las contradicen.

© Xavier Bartlett 2016

Imágenes: archivo del autor


[1] Muchos de los datos aquí ofrecidos proceden de los comentarios directos de M. Fernández, realizados sobre el mismo terreno y en una entrevista posterior.
[2] Cabría esperar que los arqueólogos reconociesen la artificialidad de tales estructuras, pero primero debería determinarse la imposibilidad de que las fuerzas naturales fuesen capaces de “modelar” tan perfectamente estos sistemas de canalización de agua.
[3] Por ejemplo, en la década de 1990, en el ahora desecado lago de Makgadikgadi, en el desierto de Kalahari (África), un equipo de la Universidad de Oxford halló cuatro gigantescas hachas de mano, de más de 30 cm. y de gran peso. Para el director de la excavación, David Thomas, la supuesta finalidad de estos artefactos era “la pregunta del millón de dólares”. Su explicación es que no eran realmente “herramientas”, sino un recurso para extraer útiles más pequeños, sin descartar otras hipótesis como objetos ceremoniales u ornamentales.
[4] En cierto modo, bastante similares a los que ya identificó y documentó Flinders Petrie en Egipto, también sobre piedras muy duras como el granito.

martes, 20 de noviembre de 2018

Todos los caminos conducen a la conspiración


Cuando hace una década me decidí a estudiar a fondo la llamada “historia o arqueología alternativa”, descubrí que en realidad no era un fenómeno homogéneo sino que en ella coexistían diversas tendencias, ramas o enfoques, y que también cada autor aportaba su visión personal sobre los hechos del pasado desde su bagaje profesional e intelectual. Posiblemente, una de las tendencias más importantes era la derivada de la Teoría del Antiguo Astronauta (TAA), que insertaba en la historia de la Humanidad la presencia decisiva de unos seres no humanos venidos de otros planetas, ya fuera como creadores –mediante bioingeniería– del género humano, ya como impulsores de la civilización (y a veces ambas cosas).

Siendo este tema muy complejo, y a menudo opaco o tergiversado, todavía me esperaba una sorpresa detrás de la fachada. Porque sin buscarlo ni sospecharlo, fui a parar a un camino colateral que es la llamada historia conspirativa (por ponerle un nombre), según la cual todo el devenir de la humanidad ha estado marcado por la interferencia consciente e intencionada de unos seres superiores que controlan y manipulan a la Humanidad en su provecho. Por supuesto, hay que aclarar que casi todos los historiadores admiten que a lo largo de los siglos se han urdido muchas maquinaciones secretas o conspiraciones (generalmente de tipo político o económico), pero aquí estaríamos hablando de una Gran Conspiración.

Lo que he podido apreciar tras varios años de lectura de estos autores es que ha existido una relación más o menos directa entre los estudios ufológicos y los de arqueología alternativa, pues ovnis, dioses y humanos aparecen mezclados ya desde antiguo. De este modo, muchos investigadores del mundo ufológico empezaron a escribir sobre arqueología alternativa –y viceversa– como una continuación lógica de sus pesquisas. El siguiente paso, al cual llegó un buen número de reputados investigadores, fue el de la conspiración, o un cierto mundo oculto, plagado de referencias al ámbito del esoterismo y de las sociedades secretas, iniciáticas o mistéricas. Asimismo, es evidente que tanto la arqueología alternativa como la ufología están envueltas en un cierto halo conspirativo, a través de múltiples alusiones a pruebas confusas, destruidas, manipuladas u ocultadas, sin que falten las falsificaciones, las maniobras de intoxicación o desinformación, la rumorología, etc.

Salvador Freixedo
Uno de los puntales de este género es el ex jesuita español Salvador Freixedo, un auténtico experto internacional en ufología (que él prefiere llamar ovnilogía), que durante varias décadas estudió el fenómeno de los ovnis y los supuestos extraterrestres, haciendo en su momento lúcidas conexiones con el ámbito religioso y político, y realizando un análisis histórico de esas interferencias en nuestro mundo. Con todo ello, Freixedo pudo construir un escenario de manipulación a cargo de esos supuestos dioses, hasta el punto de que hoy Freixedo, a sus casi 100 años, cree sin duda en esa conspiración global que ha tenido en el fenómeno ufológico apenas una de sus manifestaciones. Sólo por citar las obras más representativas en esta línea, recomendaría la lectura de su trilogía de los años 80 ¡Defendámonos de los dioses!, La granja humana y La amenaza extraterrestre.

No obstante, el origen de esta cadena que conduce a la conspiración se inició, una vez más, en las obras del realismo fantástico, en particular desde las obras clásicas de Pauwels y Bergier de los años 60. En efecto, allí fueron apareciendo y mezclándose temas de misterio, ocultismo, extraterrestres y enigmas de la Antigüedad. A partir de ese punto varios exitosos autores explotaron el filón pero no fueron mucho más allá. Von Däniken, por ejemplo, se quedó en su arqueología alternativa y sus antiguos astronautas y sólo una vez en un documental sugirió que había una “conspiración” para eliminar la evidencia extraterrestre, aunque –visto lo visto en los últimos tiempos– más bien da la impresión de que la conspiración consiste en que creamos en ellos, de forma más o menos subliminal.

Zecharia Sitchin
Ahora bien, llegados a mitad de los años 70, irrumpe en escena el polémico autor judío Zecharia Sitchin con su libro El 12º planeta, y se presenta a sí mismo como erudito de la antigua lengua sumeria, ofreciendo una interpretación en clave alternativa de los antiguos mitos sumerios, en particular el Enuma Elish. Este fue el origen de una corriente de historia alternativa que todavía pervive en la actualidad y que se fundamenta en la presencia de unos ciertos dioses –llegados de un planeta agonizante llamado Nibiru– y que se dedicaron a explotar los recursos de la Tierra. Para ello decidieron echar mano de su conocimiento genético, lo que les permitió crear una raza de esclavos híbridos (los humanos) que les sirvieron como trabajadores durante miles y miles de años, hasta que los dioses decidieron acabar con ellos mediante un colosal Diluvio. Más tarde, pasado el Diluvio, los dioses regresaron pero apenas se quedaron un tiempo –en el cual dieron los rudimentos de la civilización a sus criaturas– hasta que decidieron volver a su lejano planeta.

Para todos los que conozcan un poco el tema, ya sabrán que Sitchin abrió la caja de Pandora de los famosos Anunnaki, creando toda una legión de seguidores y acólitos que han estado escribiendo sobre el tema en los últimos 40 años. Entre estos podemos citar a Alford (aunque luego abjuró del “sitchinismo”), Freer, Tellinger, Martell, Pye, Parks y un largo etcétera, aparte de otros autores más independientes que tomaron algunos elementos de Sitchin como Coppens o Collins. Con el tiempo, el fenómeno Anunnaki fue creciendo y vinculándose con las teorías de la conspiración, sugiriendo que los Anunnaki existieron de verdad como humanoides (a veces de aspecto reptiliano). Dichos seres nos habrían creado artificialmente y –aquí llega lo bueno– en realidad nunca se fueron sino que permanecieron en la Tierra discretamente controlando sus asuntos desde la sombra. Y nuevamente aquí podríamos dar otra vuelta de tuerca pues no faltan al respecto las múltiples teorías sobre alienígenas benignos y malignos implicados en conspiraciones de todo tipo...

David Icke
Incluso el célebre referente de la conspiración David Icke mantuvo contacto con Sitchin y tomó buena parte de su discurso para inserirlo en su teoría de la conspiración global. De hecho, en sus libros encontramos a menudo explicaciones y contextos propios de la arqueología alternativa, que incluyen temas colaterales como la Atlántida. Tantas son las conexiones que, hoy en día, los discursos de Icke y de Michael Tellinger, por ejemplo, se parecen como dos gotas de agua. Otro caso paralelo es el del autor William Bramley, que cuando se puso a investigar sobre el origen de las guerras en un contexto histórico acabó introduciéndose de lleno en la ufología y de ahí saltó directamente a la Gran Conspiración, con su conocida obra Los dioses del Edén. Así pues, no es de extrañar que muchos libros de conspiración no se remonten en sus exposiciones a hace unos pocos siglos, sino casi al principio de los tiempos, con la inevitable intervención de seres de otros mundos.

Por otro lado, bien es cierto que algunos reputados investigadores de historia alternativa han evitado meterse en el universo de la conspiración, pero de un modo u otro acabaron tocando asuntos más o menos oscuros. Uno es el ya citado Philip Coppens, pero también cabe mencionar a los discretos Bauval y Hancock, que han ido lanzando sutiles mensajes y que escribieron un extenso libro sobre el papel clave de la masonería (o sociedades mistéricas) en el urbanismo y la civilización desde el antiguo Egipto hasta la actualidad. Si uno lee Talismán (2004), no le queda mucha duda de que ambos autores tienen un conocimiento más que notable del tema. Otro investigador menos conocido es Jonathan Black, que en su Historia secreta del mundo (2008) dejó bien patente que la historia puede –y debería– leerse en clave oculta para desentrañar muchos de sus misterios y avatares, empezando por destacar el hecho de que muchos grandes científicos y sabios nunca alcanzaron su gran conocimiento por los canales habituales o por el método científico, sino por las enseñanzas esotéricas.

Para finalizar, quisiera exponer un caso típico de búsqueda incansable de verdades a través de diferentes materias interrelacionadas en el ya citado triángulo historia-ufología-conspiración. Me refiero al investigador español de origen alemán Andreas Faber-Kaiser, al que podría definir como un espíritu inquieto que siempre buscó respuestas allá donde muchos prefirieron mantenerse al margen.

Andreas Faber-Kaiser
Faber-Kaiser estudió Filosofía y Letras pero ya de joven se interesó por temas del espacio y de astronáutica y acabó conectando con el realismo fantástico y la época dorada de la TAA. De este modo, se convirtió en un ávido investigador del fenómeno ovni y en paralelo empezó a introducirse en la arqueología alternativa más clásica, con el mismo objetivo de otros tantos autores: desentrañar quiénes fueron esos dioses-astronautas y cuáles fueron sus intenciones. En este ámbito llegó a la conclusión de que los alienígenas –o quienes fuesen– nos crearon como muñecos humanos para servirlos, en una línea que nos recuerda directamente a Sitchin (pero sin mitología...). Tras muchos años de trabajo, su atención se fue desviando hacia los asuntos puramente conspirativos, al ver que “todos los caminos llevaban a Roma” y no sólo desde una perspectiva histórica, pues también se adentró de pleno en conspiraciones modernas como el turbio asunto de la intoxicación por aceite de colza en España, también llamado Síndrome Tóxico, que se tradujo en su polémico libro Pacto de silencio (1988).

Sobre su legado y su afán, me quedo con este párrafo del libro Las nubes del engaño que resume perfectamente su enfoque y su necesidad de ir más allá:

“Se dan, manifiestamente, aspectos contradictorios y hasta decididamente absurdos en todo este conjunto de hechos cuya explicación final hoy todavía no la tenemos. Pero lo que no voy a hacer es contemplar cómo se falsean los hechos y cómo –cuando no se los ignora u oculta– se manipulan los datos que la historia nos ofrece, sólo para que estos hechos adquieran una aparente pero engañosa lógica. No debemos adaptar los hechos a nuestra inteligencia, sino que debemos aspirar a elevar esta inteligencia a un grado en el que pueda entender y asimilar los hechos, aunque en estos momentos aún se le antojen absurdos. [...] A lo que debemos aspirar, a mi entender, es a lograr comprender algún día la realidad subyacente y el sentido de los fenómenos inexplicados que se han venido produciendo a lo largo de la historia humana y que actualmente se siguen produciendo y prodigando.”

En homenaje a Andreas Faber-Kaiser adjunto seguidamente uno de sus últimos artículos, de 1993, en que desarrolla abiertamente su teoría conspirativa en torno a los hoy más que famosos “Illuminati”. Un año después de escribir este texto, Faber-Kaiser fallecía –supuestamente de SIDA– pocas semanas antes de cumplir los 50 años.

La conspiración de los Iluminados


¿Somos los cobayas de un destino planificado? Tal cabría desprender de una correspondencia que se conserva en la biblioteca del Museo Británico en Londres: se trata de las cartas cruzadas en el siglo pasado entre Albert Pike y Giuseppe Mazzini, dos cualificados miembros de la cúpula masónica y satánica de los Iluminados.

Albert Pike
En ellas se diseñaron las tres grandes guerras mundiales. Así, en carta dirigida a Mazzini con fecha del 15 de agosto de 1871 –hace más de un siglo– Pike le comunica que la Primera Guerra Mundial se debía generar para permitir a los Iluminados derrocar el poder de los zares en Rusia, y transformar este país en la fortaleza del comunismo ateo. Las divergencias provocadas por los agentes de los Iluminados entre los imperios británico y alemán –y también la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo– se debían aprovechar para fomentar esta guerra. Una vez concluida, se debía edificar el comunismo y utilizarlo para destruir otros gobiernos y debilitar a las religiones.

La Segunda Guerra Mundial debía fomentarse aprovechando las diferencias entre fascistas y sionistas políticos. La lucha debía iniciarse para destruir el nazismo e incrementar el sionismo político, con tal de permitir el establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial se debía edificar una Internacional comunista lo suficientemente robusta como para equipararse a todo el conjunto cristiano. En este punto se la debía de contener y mantener, para el día en que se la necesitase para el cataclismo social final.

El objetivo de estas dos guerras –diseñadas en el siglo pasado– se ha conseguido. Queda por ver la Tercera Guerra Mundial.

¿Está ya planificada la tercera guerra mundial?


La Tercera Guerra Mundial se debe de fomentar aprovechando las diferencias promovidas por los agentes de los Iluminados entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán. La guerra debe de orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente, mientras que otras naciones se verían obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse física, mental, espiritual y económicamente.

Albert Pike le escribió a Giuseppe Mazzini el 15 de agosto de 1871 que, al final de la Tercera Guerra Mundial, quienes pretenden la completa dominación mundial provocarían el mayor cataclismo social jamás conocido en el mundo.

Un invisible gobierno mundial


Desandemos este sendero. La Comisión Trilateral es una agrupación de personas privadas de las altas finanzas, del mundo de los negocios y de la política, procedentes de Norteamérica, Europa occidental y Japón, que brinda a la elite procedente de la masonería de las distintas orientaciones unas posibilidades de encuentro, con vistas a una colaboración secreta que abarca todo el mundo. El objetivo ideológico de la Comisión Trilateral es el mismo que el del Council for Foreign Relations (Consejo para Relaciones Exteriores), fundado en 1921 por el banquero norteamericano Morgan, y conocido también como “el Gobierno invisible”. Lo que es menos conocido de la Trilateral es el hecho de que responde por igual del poder del ocultismo, del poder de la brujería y del poder del supuesto mal, y éstos responden a su vez de las drogas, de la música rock y de la política. El sector político entronca con los Iluminados, que son altos grados de la masonería. La brujería comprende la magia negra y la blanca. A esta última se suma un determinado número de grupos masónicos. Hay escasamente unas cien organizaciones que pertenecen al mundo de la masonería.

Se explica por esta trama secreta de planificación del destino de la humanidad, el que Karl Marx escribiera sus obras londinenses por encargo de Nathan Rothschild (cuyo apellido significa “escudo” o “protector de los rojos). Los cheques con los que le pagó pueden verse en el Museo Británico. Marx participó en la fundación de la Primera Internacional en 1864. Se derrumbó porque los anarquistas querían anarquía, y la querían de inmediato. La Segunda y la Tercera Internacional –que en sus transformaciones dieron lugar por un lado a la Internacional Socialista y por el otro al Komintern y al Kominform–, no son otra cosa que la confirmación de los Iluminados, que hicieron con la Revolución francesa y con Napoleón el primer intento de gobierno mundial. Quien hable de casualidades, es que no ha entendido todavía el juego que se llevan con todos nosotros.

Objetivo: el nuevo orden mundial


Simbología illuminati en el billete de dólar
La idea del judío alemán Adam Weishaupt, que fundó la cúpula de los Iluminados el 1 de mayo de 1776, era el camino a través de la anarquía. El que su fundación tuviese lugar el día siguiente de la noche de Walpurgis, y el hecho de que este día fuera consagrado mundialmente festivo –el “Día del Trabajo”– aclara todavía más la estrecha relación que existe. El hecho que además el sello de los Iluminados aparezca con la fecha de 1776 en el dólar americano, asombra a aquellos que no saben que Washington fue tan masón como su rival Jefferson.

Si hablamos del poder efectivo, debemos mencionar a los Rockefeller y –más importantes aún– a los Rothschild. En sucesión ascendente siguen los Bilderberger, un club formado en mayo de 1954 e integrado por los 500 hombres y organizaciones más ricas e influyentes del mundo, que se propone la instauración del “Nuevo Orden Mundial”.

Más arriba está el “Consejo de los 33”, los 33 más altos masones iniciados del mundo. Por encima de ellos, el “Gran Consejo de los 13”, 13 Grandes Druidas, por encima de los cuales aún actúa “El Tribunal” y, finalmente, el inmencionable nombre de grado 72 de los cabalistas, que –dicho sea de paso– también significa “Iluminado”. Para los Iluminados Lucifer es Dios, y Jesús es el imitador. De la misma forma que para los cristianos Satanás es el imitador de Jesús.

Cuando se apaguen las luces de New York


El 1 de agosto de 1972, después del aquelarre, es decir el sábado de las Brujas”, Philip von Rothschild anunció ante el Consejo de los 13” en el Casino Building de San Antonio, la planificación de la historia a partir de 1980. Las indicaciones son muy concretas: Cuando veáis apagarse las luces de New York, sabréis que nuestro objetivo se ha conseguido.” Hay que saber interpretar la frase. Elija cada cual, si es que tiene opción a ello, si es éste u otro su propio objetivo.

© Andreas FABER-KAISER, 1993
Fuente imágenes: Wikimedia Commons