Entrevista a Graham Hancock


Extracto de la entrevista realizada a Graham Hancock para la revista Dogmacero n.º 5 (2013)

Estamos en los albores del nacimiento de una nueva era, y lo que hagamos con ella sólo depende de nosotros”

 

Dogmacero: Usted tiene una dilatada carrera como investigador y escritor de la llamada historia alternativa. ¿Qué le motivó a escribir “The Sign and the Seal” (Símbolo y señal: en busca del arca de la alianza perdida, en edición española), su primer trabajo en este ámbito?

Graham Hancock: Bueno, sucedió por casualidad. En ese momento (los años 80), yo no estaba en absoluto interesado en antiguos misterios. Yo era periodista y residía en Nairobi (Kenya). Era el corresponsal de África Oriental para The Economist, por lo cual viajaba regularmente a Etiopía para realizar informes de actualidad. Y en uno de mis viajes regulares me encontré en la ciudad de Axum, al norte de Etiopía. Pasé unos días en la ciudad, y –a pesar de la situación de guerra civil– me pareció que tenía un ambiente extraordinario, con notables monumentos históricos, enormes estelas y una catedral muy antigua. Y en los jardines de esa catedral, había una capilla y fuera de esa capilla, un monje, con el que finalmente llegué a conversar a través de mi traductor. Me dijo nada menos que era el guardián del Arca de la Alianza, y –como hacía poco que había visto la película “En busca del Arca perdida”­– tal afirmación me intrigó inmediatamente. Como periodista, siempre he tenido olfato para una buena historia y pensé: “Esto es increíble, en medio de las guerras de Etiopía, este monje me dice que tiene el Arca de la Alianza en la capilla detrás de él.” Este encuentro, que relaté en mi libro “The Sign and the Seal”, fue el comienzo de un largo camino para mí, cuando comencé a indagar en este misterio de que los etíopes afirman poseer el Arca de la Alianza.


A partir de ese momento dejé de escribir sobre temas de actualidad (mi último libro sobre actualidad, “Lords of Poverty”, se publicó en 1989) y desde entonces me sentí cada vez más involucrado en los antiguos misterios históricos. “The Sign and the Seal” me llevó a Egipto, entonces vi las pirámides, y tampoco pude aceptar las explicaciones ortodoxas sobre éstas. Poco a poco abracé la idea de que la explicación de muchos de estos misterios podría ser una civilización perdida, y que nuestra civilización sería más bien un legado y no un desarrollo, como afirma mi amigo John West. Así es como comenzó mi viaje en este ámbito.


DC: Pronto se cumplirán 20 años de la publicación de uno sus libros más vendidos , “Fingerprints of the Gods”. ¿Está pensando en escribir una edición actualizada o una nueva versión? ¿Todavía mantiene las mismas ideas sobre la existencia de una civilización perdida?


GH: Sí, de hecho estoy planeando una secuela de “Fingerprints of the Gods”. No se trata de una versión actualizada del antiguo libro; es un libro completamente nuevo, que se publicará en 2015. Se trata de una investigación más extensa y más profunda de la hipótesis que exploré en “Fingerprints of the Gods”, que no es otra que la posibilidad de que se haya producido un enorme episodio olvidado en la historia humana, una civilización perdida, por llamarla de algún modo. Y en “Fingerprints of the Gods” identifiqué un período en el que probablemente desapareció tal civilización, hace entre 12.000 y 13.000 años. Concretamente, sugerí que en ese momento aconteció un cataclismo global, de alguna manera conectado con el final de la última Edad de Hielo, que habría eliminado esta civilización de la memoria, dejando muy pocos rastros; a partir de ahí examiné varias posibilidades sobre la naturaleza de tal cataclismo.


DC: ¿Y cuando habla de un episodio olvidado, se refiere usted al concepto de “amnesia” histórica, tal como propuso Immanuel Velikovsky?


GH: Sé que Velikovsky escribió un libro con esta palabra en el título, pero esa no fue mi inspiración. Mi hipótesis de la amnesia es, simplemente, que al parecer hubo un episodio histórico literalmente olvidado y que los únicos recuerdos de éste son los mitos y tradiciones que evocan una Edad de Oro y un gran cataclismo global. A menudo, este cataclismo se vincula a inundaciones, y también a terremotos, actividades volcánicas y fenómenos inusuales en el cielo; todo ello se encuentra en los mitos. Así pues, mi propuesta es que los mitos son nuestra única memoria de esta catástrofe, ya que no tenemos documentos ni historia escrita, y que –al igual que un hombre o una mujer con amnesia– estamos traumatizados; somos incapaces de afrontar la catástrofe racionalmente.


DC: Nos comentaba que usted trató de determinar qué podía haber causado un desastre geológico global de tales dimensiones, según se relata en los mitos. ¿Ha llegado a alguna conclusión al respecto?


GH: Bien, cuando escribí “Fingerprints” no pude establecer con exactitud qué había causado el cataclismo; tan sólo que estaba conectado al final de la última Edad de Hielo. Así que exploré diversas opciones, entre las cuales la que me pareció más sólida fue la hipótesis del profesor Charles Hapgood, según la cual se habría producido un desplazamiento de la corteza terrestre. Pero yo no podía determinar el “arma del delito” y, de hecho, en un libro posterior, “Underworld”, decidí dejar de lado completamente el tema del “arma del delito”, y me centré simplemente en las pruebas de un aumento global del nivel del mar.


Y bien, una de las razones por las que ahora he decidido escribir una secuela de “Fingerprints of the Gods” es que sí parece existir el “arma del delito”. Se trata de un cometa que impactó en América del Norte exactamente en la ventana temporal que indiqué en “Fingerprints of the Gods”, hace entre 12.000 y 13.000 años. Y, de hecho, los últimos datos procedentes de los núcleos de hielo de Groenlandia apuntan a una fecha bastante precisa: hace aproximadamente 12.890 años. La discusión sobre si se trató o no del impacto de un cometa ha estado viva durante por lo menos seis años, pero ahora parece estar superada; las pruebas científicas sobre el impacto de un gigantesco cometa son poderosas y convincentes. 


Y parece que este cometa se fragmentó y dejó algunos cráteres de impacto pero lo más probable es que el principal impacto fuese en el centro de la capa de hielo polar, provocando una repentina y catastrófica fusión, así como los consiguientes acontecimientos de naturaleza catastrófica. Luego, crecería una penumbra de polvo y vapor de agua en la atmósfera superior, que dio la vuelta al mundo y que aisló la Tierra de los rayos del sol durante los siguientes mil años, lo cual produjo el fenómeno que los geólogos llaman el Dryas Reciente, que tuvo lugar justo cuando la Tierra parecía estar saliendo de la última Edad de Hielo y que supuso una nueva congelación repentina. Y sabemos que durante el Dryas Reciente muchas especies de grandes animales se extinguieron. Mi propuesta, en fin, es que este evento (el impacto de un cometa) fue el que nos hizo perder toda una civilización.


DC: ¿Y va a presentar alguna nueva línea de investigación para apoyar sus argumentos acerca de la civilización perdida?


GH: Bueno, la segunda razón por la que estoy escribiendo una secuela es que en el año 1995, si bien se podía argumentar que la Gran Esfinge podría tener más de 12.000 años de antigüedad sobre la base de la evidencia geológica (según la obra del profesor Robert Schoch y de mi amigo John Anthony West), los académicos podían replicar de manera muy eficaz afirmando que “no hay otro monumento en el mundo de 12.000 años de antigüedad de esta escala, y seguramente –si se trata de una civilización perdida– deberíamos poder identificar otros restos de gran escala de 12.000 años de antigüedad o más, pero no se ha hallado ninguno, por lo que consideramos que esta nueva datación de la esfinge es muy improbable y no hay más que hablar.”


Pues bien, de nuevo se ha producido un gran cambio en esta área, y tal cambio es, por supuesto, Göbekli Tepe (Turquía), un yacimiento megalítico de 12.000 años de antigüedad. Sabemos que tiene 12.000 años de antigüedad, ya que fue soterrado deliberadamente por las personas que lo construyeron después de 2.000 años y se mantuvo intacto desde entonces, por lo que las dataciones por radiocarbono no han sido contaminadas. El segundo yacimiento donde se ha planteado una datación muy radical se llama Gunung Padang (Indonesia), un enorme conjunto megalítico. Hasta hace poco se pensaba que tenía sólo 3.500 años de antigüedad, pero el Departamento de Geofísica del Gobierno de Indonesia y el geólogo Daniel Hilman han anunciado recientemente ­–sobre la base de un amplio estudio– que este lugar tiene al menos 9.000 años de antigüedad y tal vez hasta incluso 20.000 años. Por eso, con estas nuevas dataciones, de repente el argumento a favor de una Esfinge de 12.000 años de antigüedad se hace mucho más sólido, y a los académicos ya se les hace difícil decir que no hay otros yacimientos. Por el contrario, parece que empieza a surgir una acumulación de pruebas que  podrían derribar el paradigma existente. Además, se plantea la posibilidad de que un gran número de yacimientos megalíticos de todo el mundo puedan haber sido mal datados por los arqueólogos. Estos lugares, como los monumentos megalíticos de Malta o de Menorca (en las Islas Baleares), pueden ser mucho más antiguos de lo que se ha creído hasta ahora, dado que las muestras datadas pueden haber sufrido contaminación al tratarse de lugares abiertos, en vez de enterrados. De hecho, hay un parecido asombroso entre los megalitos en forma de “T” de la isla de Menorca y los monumentos de Göbekli Tepe. Tenemos que preguntarnos si la datación de los megalitos de Menorca es segura (al igual que el caso de los monumentos de Malta). Creo que estas dataciones son sospechosas, y voy a investigarlas a fondo, ya que se basan en la datación por carbono, que está sujeta a inclusiones posteriores de las culturas que han ido pasando a lo largo del tiempo.


Así pues, por estas razones creo que se presenta una situación fascinante, que nos muestra que la idea de una civilización perdida, que hasta la fecha ha sido ridiculizada, ahora está ganando terreno rápidamente. Tenemos un “arma del delito”, tenemos yacimientos, y por eso voy a pasar los próximos 18 meses escribiendo un nuevo libro sobre el tema, que se llamará provisionalmente “Magicians of the Gods” (Los magos de los dioses).

DC: Y en la búsqueda de los orígenes de la civilización perdida, ¿cree usted en una Atlántida física, en un lugar específico? ¿Apoya la idea de que el continente antártico pudo haber sido una vez la Atlántida, según la teoría de Rand Flemm-Ath?

GH: La teoría de Rand Flemm-Ath es un desarrollo de la obra de Charles Hapgood que situaba la Atlántida en la Antártida. Cuando estaba escribiendo “Fingerprints of the Gods” consideré que era una teoría muy convincente y de hecho la cité ampliamente. Sin embargo, es importante reconocer que un investigador anterior, Flavio Barbiero, especuló con que la Antártida era la ubicación de la Atlántida ya en 1974 en un libro publicado en italiano llamado “Una civiltà sotto ghiaccio” (Una civilización bajo el hielo). Él fue el primero en proponer la teoría, mientras que los Flemm-Aths llegaron separadamente a la misma conclusión en 1995 en su libro “When the sky fell” (Cuando cayó el cielo).

Creo que este asunto requiere mayor investigación, puesto que lo que Flavio Barbiero sugiere es que necesitamos un motivo adicional para explicar el desplazamiento de la corteza terrestre. Él propone que, o bien un cometa o bien un asteroide, llegó en un ángulo suave a la Tierra y causó un impacto “de refilón” al planeta, lo cual podría haber sido suficiente para poner este proceso en marcha. Así pues, puede haber una conexión entre el cometa de hace 12.900 años  y el desplazamiento de la corteza terrestre. De este modo, no descarto la analogía Atlántida-Antártida en absoluto. No obstante, también pienso que es probable que se tratara de una civilización que se distribuyó globalmente y que fue marítima; se pueden encontrar sus restos en todo el mundo. Ocupaba principalmente las franjas costeras, por lo cual hemos perdido una gran cantidad de pruebas con el aumento del nivel de los mares.

DC: En cuanto a la reciente fecha del 21 de diciembre de 2012, es obvio que existió una gran controversia. De todos modos, ¿cree que el calendario maya fue mal entendido? En otras palabras, ¿era esa fecha un verdadero punto de inflexión hacia una época más brillante de la historia de la humanidad?



GH: Bueno, este es un tema muy complicado. Mis propios pensamientos al respecto han experimentado una evolución considerable desde que escribí “Fingerprints of the Gods”. Sea como fuere, creo que hay dos elementos a considerar. Uno de ellos es la idea de grandes ciclos del tiempo y de que el propio tiempo es cíclico. Así, considero que han existido épocas o eras anteriores de la Tierra que han terminado catastróficamente. En mi opinión, es razonable hacer una lectura catastrófica del calendario maya, aunque es algo un poco más complicado que eso.




Por otro lado, está el otro elemento de esta cuestión, aún más interesante, que es el último ciclo del calendario maya (llamado “la cuenta larga”), que se extiende por un período de 5.126 años. Este periodo comenzó en el 3114 a. C. y terminó el 21 de diciembre 2012. Si contemplamos todo simbólicamente, lo que los mayas están diciendo es que el 21 de diciembre de 2012 tuvo lugar el fin de una época, que dio paso al inicio de una nueva era de la Tierra. Y estoy fuertemente impresionado por el hecho de que el periodo del calendario maya de 5.126 años coincide exactamente con el momento histórico en el que se desarrollaron las ciudades y en que nació la institución del Estado. Es, asimismo, la era de las grandes religiones jerarquizadas y centralizadas con sus burocracias y castas sacerdotales. Es una época que, sin duda, está viviendo sus últimos días en la actualidad. El Estado está obsoleto, las grandes religiones todavía mantienen un control sobre las mentes de las personas, pero creo que la gente se da cuenta cada vez más de lo destructivas y peligrosas que son y que se necesita una nueva forma de espiritualidad. Y las grandes empresas, que también tienen su origen en este último período 5.000 años, han llegado a su punto final, visto que las eternas promesas que nos hicieron no se están cumpliendo.


Así pues, cuando nos fijamos en la fecha del 21 de diciembre 2012, no es como decir que ese día fue así y el día siguiente fue completamente diferente, pero sí se puede afirmar que la humanidad se encuentra en un proceso de transición. Las personas de todo el mundo están buscando nuevos caminos. Estamos en los albores del nacimiento de una nueva era, y lo que hagamos con ella sólo depende de nosotros. Yo no creo que nadie pueda poner en duda seriamente que el viejo modelo está acabado. En definitiva, no sé si fue por una coincidencia, o por extraordinarias capacidades psíquicas, pero los mayas fueron capaces de acceder a los grandes ciclos que rigen la cultura humana, y parece que dieron en la diana.



DC: En relación con este tema, y ​​según antiguas leyendas e historias y algunas pruebas materiales, parece que los antiguos estaban muy preocupados por el ciclo precesional. ¿Por qué este fenómeno era tan importante para ellos y por qué pusieron tanto esfuerzo en transmitirlo?


GH: Esto nos devuelve al punto anterior sobre los ciclos de cataclismo y destrucción. Planteemos la hipótesis, la misma que  llevo sosteniendo durante los últimos veinte años, de que hubo una civilización perdida, una gran civilización en la prehistoria que llegó a su fin a causa de un cataclismo global hace entre 13.000 y 12.000 años, posición que sigo manteniendo hoy. Si como supervivientes de aquella civilización deseáramos transmitir un mensaje al futuro –advirtiendo que el mismo desastre que se produjo en el pasado podría ocurrir de nuevo– sería muy imprudente hacerlo en cualquier forma de lenguaje escrito, porque las posibilidades de que el mensaje escrito sea entendido 12.000 años después son extremadamente remotas. Hoy en día, por ejemplo, no podemos leer la escritura de la civilización del valle del Indo, que tiene 5.000 años de antigüedad; la escritura está ahí, pero no podemos leerla. Y tal vez ni siquiera el texto escrito podría sobrevivir: los documentos ciertamente no sobrevivirían doce mil años o más, y tampoco el hecho de grabar un texto sobre piedra podría garantizar su supervivencia. Así pues, lo que tengo que hacer es codificar el mensaje en un lenguaje universal, y tal lenguaje es el de la astronomía y el de los movimientos de la Tierra en relación con el firmamento.


La otra cosa que me parece muy evidente proviene de la magistral obra de Giorgio de Santillana y Hertha Von Dechend, “Hamlet’s Mill”, que realmente no deja lugar a dudas: las civilizaciones antiguas conocían bien la precesión de los equinoccios, y preservaron este conocimiento mucho antes que los griegos. Se hizo un gran esfuerzo para codificar la información sobre la precesión en el mito, en una serie de números transmitidos en los mitos, y que también fueron incorporados a la arquitectura monumental. En un fragmento de su libro, cuando abordan la pregunta de quién realmente elaboró este proyecto, quién creó esta información acerca de la precesión de los equinoccios, ellos lo atribuyen a una casi increíble civilización antepasada​​.
 
DC: Parece que hoy en día vivimos una especie de “revival” de la intervención extraterrestre en los asuntos humanos (por ejemplo, a través de las películas de Hollywood y de documentales como Ancient Aliens). ¿Cuál es su opinión acerca de la teoría del antiguo astronauta?


GH: Yo no la necesito. Creo que es una hipótesis innecesaria, es poco elegante. Cuando los misterios del pasado se pueden explicar de una manera más simple y elegante, yo opto por esa solución. Una civilización desaparecida, para mí, es mucho más eficaz a la hora de explicar todos los misterios que el “lobby” de los antiguos alienígenas ha presentado como obra de antiguos astronautas. Esto no quiere decir que yo no crea en la existencia de extraterrestres porque estoy seguro de que el universo está lleno de vida, pero no necesito alienígenas para explicar las pirámides, las líneas de Nazca, o el mecanismo de Antikhytera. Una civilización perdida, con un mayor nivel tecnológico del que reconoce la Historia, tiene mucho más sentido.


DC: Hablemos ahora de su relación con la ciencia oficial. Usted ha sufrido mucho la oposición del estamento académico, debido a sus teorías heterodoxas. ¿Cree usted que hay una manipulación consciente de la ciencia por parte una élite que tiene el control del conocimiento?


GH: No, yo no creo que sea tan siniestro como eso. Creo que lo que está pasando es bastante normal en el mundo académico. Los académicos son criaturas territoriales, al igual que todos los seres humanos, y no les gusta que los forasteros interfieran en su territorio. Y como todos los grandes estamentos, tienden a desarrollar un punto de vista dogmático que luego defienden vigorosamente. Sabemos por el estudio de la historia de la ciencia, (por ejemplo, la obra de Thomas Khun), que así es como funciona la ciencia: se defiende un punto de vista particular hasta el último hombre o bien hasta que las nuevas pruebas se muestran tan sólidas que nadie puede oponerse a ellas. Y creo que eso es lo que está pasando con la historia antigua. Así que depende de nosotros, los pensadores alternativos, proporcionar tales pruebas indiscutibles y abrumadoras.



DC: Dadas ciertas pruebas contrarias y algunos nuevos hallazgos, el paradigma evolucionista ortodoxo se enfrenta a una seria oposición; sin embargo, se sigue defendiendo dogmáticamente. ¿Apoya usted las teorías convencionales sobre el origen del hombre, o cree que deberíamos considerar otros escenarios, tales como el diseño inteligente?



GH: En primer lugar, la evolución existe, es un hecho. Pero lo que se puede concluir o deducir a partir de ahí, eso ya es otra cuestión. El hecho de que la evolución se produzca no descarta el diseño inteligente en absoluto. Cualquier diseñador inteligente que quisiese crear una forma de vida construiría el mecanismo evolutivo en esa misma vida. Sería propio de un diseñador muy estúpido el hecho de crear una forma de vida que no pudiera evolucionar, porque el planeta en el que vive esa forma de vida está sujeta a eventos aleatorios, incluyendo colisiones con enormes cometas y asteroides u otros desastres geológicos que pueden llevar la vida a un final catastrófico. La vida tiene que ser capaz de recuperarse y tomar un curso diferente, y eso es lo que hace la evolución, que permite que la vida sea ágil y rápida, para detener una vía si no funciona y empezar otra vía. Y el hecho de que reconozcamos la evolución no descarta la figura de un diseñador inteligente en absoluto, ni tampoco descarta a un Dios, porque ningún Dios –a menos que sea completamente estúpido– crearía una criatura incapaz de evolucionar.



Así pues, considero que una gran parte del debate entre el diseño inteligente y el evolucionismo de línea dura es completamente espurio, porque no están realmente teniendo en cuenta las implicaciones de afirmar: “sí, la evolución es un hecho, pero ¿qué significa este hecho?” No tenemos la respuesta para eso. No sabemos si todo ocurrió por accidente debido a que las moléculas colisionaron al azar en la sopa primigenia. Puede que aquí exista un proceso dirigido, puede haber un objetivo más grande. Así pues, pienso que en ambos lados de la discusión existe cierto dogmatismo. En todo caso, creo que tenemos aquí un gran misterio que necesita ser investigado más a fondo.  


 
DC: En su libro “Supernatural”, usted exploró el importante papel de los estados alterados de conciencia a lo largo de la historia humana. ¿Cree que el fenómeno OVNI/extraterrestre es sólo un tipo de interacción con otras realidades dimensionales que, en condiciones normales, no podemos percibir?

GH: Deje que recupere nuestra discusión anterior. Como dije, yo no necesito una civilización alienígena de alta tecnología para explicar las pirámides o las líneas de Nazca, etc., pero si hablamos de otros fenómenos de contacto con entidades inteligentes no humanas, eso es otra cuestión. Y tampoco necesito a esas entidades para explicar los misterios del pasado.


DC: Pero tal vez cuando hablamos de “alienígenas” no deberíamos interpretar este término como “seres extraterrestres”, ¿es así?


GH: Bueno, creo que aquí hay otro misterio. El fenómeno de los encuentros con  entidades que son interpretadas actualmente como seres extraterrestres es muy real. De hecho, un gran número de personas en el mundo moderno han tenido esa experiencia. Lo que he mostrado en “Supernatural” es que si nos remontamos al pasado, incluso a la Edad de Piedra, podemos encontrar personas que han tenido esa clase de experiencias. En la Edad Media, por ejemplo, la gente tenía encuentros con entidades que a su juicio eran hadas. Y hoy en día los chamanes de la selva amazónica también están teniendo esas experiencias. Sin embargo, ellos no las interpretan como un contacto con extraterrestres de alta tecnología de otros planetas, sino como un contacto con los espíritus. Así pues, lo que estoy sugiriendo es que las hadas de la Edad Media, lo que los chamanes (de hoy y de la prehistoria) llaman espíritus, y los seres que los modernos abducidos OVNI llaman alienígenas, son todos una misma cosa, aunque no sabemos qué es en realidad.


Y ahora nuestra sociedad, influenciada por el hecho de haber empezado a explorar el espacio en las últimas décadas, ignora todo el testimonio histórico de los contactos de este tipo y se limita a decir: “¡Oh! Estos seres deben ser extraterrestres de alta tecnología que vienen aquí en platillos volantes.” Pero ni siquiera se sabe qué son los platillos volantes. Los avistamientos de platillos no pueden ser soslayados, son hechos comprobados. A este respecto, yo quedé muy impresionado por las palabras del ya fallecido Pablo Amaringo, uno de los chamanes de ayahuasca al que entrevisté, que pintaba platillos volantes en sus visiones. Cuando le pregunté qué eran los platillos volantes, le comenté: “¿Son extraterrestres que vienen a nuestro mundo desde otro planeta?” Y él me respondió: “No, no se trata de eso; son vehículos para entrar y salir del mundo de los espíritus.” Y cuando los chamanes hablan del mundo de los espíritus, es un concepto muy próximo a las dimensiones paralelas de las que hablan nuestros físicos cuánticos.


En mi opinión, estos contactos tienen lugar, pero es mucho más probable que sean  contactos interdimensionales que contactos dentro de esta dimensión con civilizaciones de alta tecnología. Creo que lo que se cruza es más bien el velo entre dimensiones en vez de la barrera de la velocidad de luz del espacio interestelar. Pienso que en este tema debemos tener una mente abierta: tenemos un misterio y tenemos fenómenos que debemos investigar. Pero el único lugar en el que no vamos a obtener respuestas completas a estos fenómenos es en el estudio de las pirámides o de las líneas de Nazca. En cuanto a mí respecta, fueron hechas por seres humanos.


DC: ¿Y por qué cree que los poderes políticos del mundo están tan preocupados en impedir que las personas accedan libremente a otros estados de conciencia a través de sustancias psicotrópicas?

GH: Esto es lo que yo llamo la “Guerra contra la conciencia”. Nuestras modernas sociedades tecnológicas (y yo diría que todas las sociedades centralizadas desde hace cientos, si no miles de años), se han preocupado de controlar la conciencia de sus individuos. Y en estos momentos, nuestra sociedad valora un tipo particular de conciencia que yo llamo el estado de conciencia “despierto para la resolución de problemas”, y permite, o tolera, ciertas digresiones de ese estado. Uno puede, por ejemplo, tomarse unas vacaciones de ese estado de conciencia mediante el alcohol o con la “realidad televisiva”. Y si su estado de conciencia “despierto para la resolución de problemas” se trastoca a causa de la depresión, las grandes empresas farmacológicas le prescribirán medicamentos que alteran la conciencia llamados antidepresivos, que le devolverán al estado de conciencia supuestamente “despierto para la resolución de problemas”. 


Por lo tanto, nuestra sociedad no está en contra de la alteración de conciencia como tal; sólo está en contra de ciertas formas de alteración de la conciencia que amenazan la hegemonía del estado de conciencia “despierto para la resolución de problemas”. Y creo que por este motivo nuestra sociedad –de una manera muy calculada– persigue el uso de las sustancias psicotrópicas, porque tales sustancias modifican las reglas del juego. De hecho, particularmente cuando se toman de la manera correcta en el contexto ceremonial adecuado, incitan fuertemente a las personas a cuestionarse todo sobre sus vidas y sobre la sociedad, e incluso sobre la naturaleza misma de la realidad. De este modo, resulta más fácil ver la manipulación que el Estado está operando en nuestras vidas y el tremendo control mental a que estamos sometidos a través de los medios de comunicación y del sistema educativo.


Por eso creo que estas sustancias son ilegales, ya que si se diera un consumo generalizado responsable y sensato de estas sustancias para la exploración de la conciencia, creo que ello conduciría a un cambio radical del tipo de sociedad en que vivimos, y personalmente creo que sería un cambio para mejor. Sin embargo, los poderes fácticos, las grandes compañías farmacéutico-químicas, las grandes burocracias, el complejo industrial-militar, etc. se sienten muy amenazados por esto, y se han dado cuenta de que tienen que mantenernos como robots de carne y hueso inanimados, presuntamente para producir y consumir.


DC: ¿Cree usted que en un pasado lejano los seres humanos ​​vivían en un estado superior de conciencia, lo que les permitía modificar la materia y su entorno de una manera muy diferente y más fácil de lo que hacemos hoy?


GH: Creo que es posible. Es uno de los temas sobre los que voy a indagar en mi secuela de “Fingerprints of the Gods”. Considero que si existió una civilización perdida, tendría un enfoque bien diferente del nuestro en el ámbito de la tecnología. Nuestra sociedad se basa en lo que yo llamo ventaja mecánica: buscamos medios mecánicos para resolver cuestiones como mover piedras de gran tamaño o desplazar a la gente en coches, por ejemplo. En cambio, creo que es muy probable que en esa antigua civilización perdida, los poderes de la mente estuvieran mucho más potenciados. Los poderes psíquicos, como la telequinesis, se muestran casi completamente inactivos en los seres humanos de la actualidad; tenemos indicios de que existen, pero están dormidos. Yo me atrevo a sugerir que en la Antigüedad estos poderes estuvieron mucho más activos y que pudieron ser utilizados con fines tecnológicos.


DC: En cuanto a la reciente polémica sobre el episodio de censura TED (que también afectó a Rupert Sheldrake), ¿considera que bajo la aparente libertad de expresión, existe un fuerte dogmatismo científico, no muy diferente del dogma impuesto por la Iglesia durante siglos?


GH: Por supuesto. Esto se hizo muy evidente para mí como resultado de la controversia TED. Siempre he sido consciente de que había científicos dogmáticos, pero no me había dado cuenta de lo mal que estaban las cosas hasta que ocurrió el problema TED. En realidad Rupert Sheldrake y yo dimos charlas muy diferentes, pero ambas conferencias acabaron siendo eliminadas del sitio web de TED. Y cuando analizamos los motivos, rápidamente nos encontramos que lo único que tenían en común es que ambas consideraban la posibilidad de que la conciencia no sea local, que no esté generada por el cerebro (sino que se manifieste a través de él) y que pueda existir fuera del cerebro. Y resulta que esto se opone a un dogma fundamental de la ciencia materialista. 


Los científicos que se hacen llamar materialistas-reduccionistas parecen reducir todos los fenómenos a la materia. La conciencia es vista como un “epifenómeno” de la actividad cerebral. Hemos desarrollado –dicen– estos grandes cerebros para poder sobrevivir en la jungla de la vida cotidiana. Y, ya sea por accidente o como  producto de ello, tenemos esta cosa llamada conciencia, y por lo tanto, dado que parece que la conciencia es generada por el cerebro, lo más normal es que los científicos consideren que cuando el cerebro muere la conciencia deja de existir. Esta es una visión a la que me opuse firmemente en mi charla. Y, visto de otra manera, Rupert también se opuso a esto en su discurso cuando abordó cuestiones como la telepatía. Si la conciencia está confinada a tu cerebro individual y al cerebro individual de otra persona, entonces no hay manera de que los dos podáis tener contacto telepático a través de grandes distancias. Pero si la conciencia no se limita al cerebro, entonces sí es posible.


Así pues, este era el dogma al que nos opusimos, que es la ciencia materialista-reduccionista. Y no es un hecho comprobado que el cerebro genere la conciencia. No podemos negar que hay una conexión entre la conciencia y el cerebro, pero la naturaleza exacta de esta relación no está clara. Y por lo tanto, es bastante obvio que un grupo de científicos materialistas-reduccionistas estaba detrás de la decisión de TED de eliminar nuestras conferencias de su página web, no porque hubiera nada erróneo en nuestros discursos o cualquier cosa incorrecta, sino porque nuestras conferencias contradecían el dogma materialista-reduccionista. Así, nuestras conferencias todavía siguen suprimidas de su página web hoy en día. Ellos [TED] publicaron las réplicas, eso sí, pero no se repusieron las conferencias en el canal de youtube.


DC: Así que, en cierto modo, podemos encontrar aquí una lucha entre dos conceptos: por un lado, “la materia crea conciencia”, y en el otro lado, “la conciencia crea la materia”.


GH: Sí, exactamente. Los materialistas-reduccionistas creen que la materia crea la conciencia, y piensan que esto es un hecho. No pueden llegar a enfrentarse con la posibilidad de que en realidad sea una teoría o una opinión, no un hecho. Y no hay ninguna clase de prueba. Muchos materialistas-reduccionistas dirían: “Por supuesto que la conciencia se genera en el cerebro, porque si dañamos tal o cual área del cerebro, entonces tal o cual área de la conciencia se vería afectada.” Y así consideran que su argumento está bien asentado. Pero hay una respuesta muy simple a eso, si establecemos una analogía entre la relación de la conciencia con el cerebro y la relación de la señal de TV con un televisor. En este caso, si dañamos ciertas áreas del televisor, ello afecta sin duda la imagen, pero la señal de TV sigue ahí, sigue intacta.


Por lo tanto, en mi opinión, su argumento es falso, y creo que ya era hora de que entrase aire fresco en este debate. Además, me complace que, tras la polémica TED, Deepak Chopra reuniese a un grupo de 15 ó 16 científicos líderes en el ámbito de la conciencia que escribieron una carta abierta quejándose de la forma en que TED nos había tratado y afirmando que, de hecho, la conciencia es un gran misterio de la ciencia y que debemos aproximarnos a este tema con la mente muy abierta, y en ese sentido valoraron nuestra contribución a ese debate.


(c) Xavier Bartlett 2013

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