Según nos confirma la arqueología, desde la más remota Prehistoria las sociedades primitivas realizaron trazados o grabados sobre piedra, lo que técnicamente se denomina petroglifos. Estos trazados, que van de lo relativamente naturalista a lo más simbólico, vendrían a ser una representación de su mundo cotidiano y de su sistema de creencias, que no siempre podemos captar en su significado último. De hecho, existen en todo el mundo muchos petroglifos que todavía nos resultan bastante incomprensibles, pues o bien muestran objetos o seres que no acabamos de descifrar en su simbolismo o bien se trata de formas geométricas o abstractas cuya interpretación es a menudo un auténtico rompecabezas.
Entre estos petroglifos tan peculiares por su
extraño simbolismo, vale la pena destacar los que figuran en la llamada Piedra
Cochno, un objeto arqueológico ubicado en Escocia y que es muy poco
conocido por el público en general más allá de las fronteras del Reino Unido.
Vamos a comentar en este breve artículo las particularidades de este objeto
megalítico, su curiosa historia y las diversas incógnitas que suscitan sus
enigmáticos petroglifos.
Signos grabados sobre la Piedra Cochno |
A raíz del hallazgo, la Piedra fue totalmente despejada y se realizaron
dibujos y calcos de las 90 marcas o surcos, que cubrían aproximadamente la
mitad de la superficie. Este material fue publicado
en el Journal
of the Society of Antiquaries of Scotland en 1889. Posteriormente, la
Piedra fue objeto de diversos estudios in situ, destacando la peculiar
intervención realizada en los años 30 del siglo pasado por el arqueólogo
amateur Ludovic Maclellan Mann,
que consideraba que el arte rupestre poseía algún tipo de
significado cosmológico. Y así, en un arrebato de excentricidad, se dedicó a
pintar los anillos en blanco y los diferentes motivos de la Piedra en varios
colores. Además, trazó una gran rejilla en amarillo por encima de los signos.
De este modo, Mann trataba de encontrar algún patrón cosmológico que
relacionara las figuras, pero no pudo llegar a ninguna conclusión. No obstante,
aún en la actualidad algunos expertos no descartan que el conjunto de símbolos
pudiera tener alguna significación astronómica.
En cuanto a su
cronología, las investigaciones emprendidas concluyeron que la Piedra, así como
el conjunto de petroglifos localizados en el área circundante, tenía una
antigüedad de unos 5.000 años, y que debía ubicarse pues entre el Neolítico y
la Edad del Bronce. Ahora bien, sobre los autores de los grabados y el significado
de éstos no se pudo decir gran cosa, más allá de constatar el gran paralelismo
con otros antiguos petroglifos de varias partes del planeta.
La Piedra Cochno convertida en espectáculo |
Pero ¿qué tienen de
especial los signos grabados en la roca? ¿Por qué los arqueólogos están tan
faltos de explicaciones? Este es realmente el quid de la cuestión y lo
que ha llevado a sugerir las más variadas teorías e interpretaciones, que van
de las visiones académicas “habituales” a los planteamientos propios de la
arqueología alternativa, siendo algunos de ellos relativamente moderados, como
los del ya citado Mann u otros más radicales, como los que han relacionado los
anillos concéntricos con los famosos crop circles de la campiña
británica, incluyendo de paso intervenciones extraterrestres.
Y para que no falte
el tono misterioso, el investigador alternativo Wayne Herschel
(especialista en arqueoastronomía) sospecha que hay otros motivos para mantener
la Piedra bajo tierra. En concreto, piensa que esta operación podría tratar de
ocultar un evidente mapa estelar, que incluiría constelaciones tan destacadas
como Orión o las Pléyades, aunque no queda claro qué podría de haber de
comprometedor en tal mapa (si es que en efecto es un mapa cósmico). No
obstante, Herschel profundiza en una línea conspirativa y afirma que los
grabados han sido retocados en la actual restauración, pues a su juicio no
coinciden con lo que se ve en las fotos antiguas.
En cuanto a las interpretaciones
más o menos ortodoxas, el historiador Alexander McCallum ha reconocido que los enfoques son múltiples y
que de momento no hay forma de confirmar ninguno de ellos. Además, cree que la
Piedra podría haber tenido usos distintos a lo largo de los siglos. Sólo a modo
de muestra, podemos citar algunas de estas interpretaciones más socorridas:
- Algún tipo de escritura primitiva.
- Un marcador tribal o territorial, una especie de “hito”.
- Un mapa del terreno, concretamente de los asentamientos del valle del Clyde.
- Un mapa del firmamento.
- Un lugar simbólico de celebración de la vida, muerte y renacimiento.
- Un lugar de prácticas rituales, tal vez un altar en el cual se vertían líquidos sobre las “tazas” y los anillos.
- Un objeto puramente decorativo o “artístico”.
Espirales grabadas sobre un gran megalito |
Como
vemos, las propuestas son del todo variopintas –e incluso imaginativas– pero
nadie ha ido mucho más allá en este tema y realmente tampoco se han aportado
pruebas sólidas que puedan sustentar una u otra interpretación. En todo caso,
se aprecia una gran desconexión cultural y mental con el supuesto primitivismo
de los antiguos y por ello se suele recurrir con frecuencia al magnífico cajón
de sastre de la magia, los rituales, las creencias, etc. sin llegar a entender
en el fondo cuál era la verdadera mentalidad –o nivel de conciencia– de esas
comunidades.
Petroglifo de Portaxes (Galicia), con la típica forma de anillos concéntricos |
Lo cierto es que todavía nadie ha sabido
acercarse al simbolismo de esas figuras, pero su presencia en tantas culturas y
en tiempos tan remotos sugiere que hace milenios tal vez existió una cosmología
común para la Humanidad, sin que podamos determinar si fue fruto de un gran
difusionismo o bien de fenómenos autóctonos idénticos. La arqueóloga lituana
Marija Gimbutas ya intentó –sin éxito– convencer al estamento académico de que
estos símbolos en realidad constituían el complejo metalenguaje de una supuesta
civilización matriarcal neolítica existente sobre todo en el Mediterráneo y
buena parte de Europa y que habría sucumbido a manos de una cultura guerrera
euroasiática. Y con respecto a los trazados en forma de anillos o espirales,
Gimbutas recalcó que eran muy frecuentes las representaciones de dos espirales confrontadas, que quizás podrían
simbolizar el ciclo de vida, muerte y renacimiento, o simplemente un sentido de
eternidad. De todas formas, estas propuestas se quedaron en el terreno de la
teoría, pues nadie en el mundo académico continuó la línea de los trabajos
emprendidos por Gimbutas, tras su muerte hace unos 20 años.
Yacimiento de Cancho Roano (Jaén) |
Para Díaz-Montexano,
este sería un indicio más que notable de que la Atlántida estaba en las
cercanías de la Península Ibérica o que tendría una relación directa con la
antigua cultura de Tartessos, en el sudoeste peninsular. De hecho, este
investigador, como muchos otros a lo largo de décadas, se ha obsesionado con la
literalidad de los diálogos platónicos y ha tratado de descubrir sobre el terreno
las formas exactas –o al menos aproximadas– descritas por Platón. No obstante,
la presencia de una simbología tan similar en un lugar tan distante como
Escocia nos tendría que plantear dudas razonables sobre la correlación
geográfica de estos trazados. ¿Es una simple casualidad? ¿O también los
antiguos habitantes de aquella región nórdica tenían un conocimiento o recuerdo
de la antigua (y perdida) Atlántida? Esa es una posibilidad, pero estamos aquí
ante la vieja controversia de ubicar la Atlántida en algún lugar concreto de la
Tierra, lo que ha derivado en opiniones y teorías para todos los gustos.
Representación "terrenal" de la Atlántida |
Naturalmente, esta visión no deja
de ser una especulación más, pero a veces es preciso romper con los moldes
establecidos para avanzar en las investigaciones. En este sentido, los análisis
convencionales de estos petroglifos se han estancado en un callejón sin salida
y no han aportado nada realmente convincente. Tal vez ya sería hora de plantear
hipótesis más arriesgadas (de arqueología muy alternativa, si se quiere)
que de alguna manera nos permitan salir de este paradigma tan dogmático que nos
sigue insistiendo en la idea fija de que los antiguos eran primitivos,
ignorantes y supersticiosos, y que no tenían un conocimiento científico de su
entorno y del cosmos.
En cualquier caso, lo que es del
todo evidente es que nosotros –anclados en la soberbia de una ciencia y una
tecnología aparentemente avanzadas– somos incapaces de interpretar su profundo
simbolismo. Porque está claro que los que grabaron esos signos sobre la piedra
hace miles de años no lo hicieron para pasar el rato o para expresar cierto
“arte”.
© Xavier Bartlett 2017
Fuente imágenes: Historic Environment
Scotland. Wikimedia Commons
[1] También
conocida localmente como Druid Stone o “Piedra de los druidas”.
[2] Según
algunos expertos, estos pies podrían ser un añadido muy posterior a los
trazados originales.
[3] Esta labor
fue llevada por un pequeño equipo de trabajo ayudado por una excavadora. Tras
desenterrar la Piedra, ésta fue rociada por los bomberos con 2.000 litros de
agua. Luego se pudo comprobar que después de tantos años, todavía se
conservaban restos de pintura del trabajo de Mann, así como de las
inscripciones de los turistas.
[4] Cairn:
túmulo, mojón, hito o simple apilamiento de piedras.
[5] Tumbas
realizadas con grandes losas más o menos rectangulares, a modo de cajas.
[6] De hecho,
muchos petroglifos se asemejan más al típico laberinto circular, que se
perpetuó en la iconografía antigua y medieval, como por ejemplo el famoso
laberinto de la catedral de Chartres.
[7] Son muy
destacables los petroglifos de la zona noroeste, especialmente los de Galicia,
con una gran similitud a los de Escocia.