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domingo, 27 de octubre de 2019

Salvador Freixedo (1923-2019)


Me ha llegado la triste noticia del reciente fallecimiento de Salvador Freixedo, ex sacerdote jesuita, escritor e investigador independiente especializado en ufología. Para los seguidores de la historia alternativa, Freixedo fue todo un referente durante décadas porque, desde su enfoque ufológico, propuso un escenario de la historia humana dominado por unos seres superiores venidos de otros mundos que se hicieron pasar por dioses y controlaron a los humanos mediante varias estrategias, muy especialmente por las religiones.

Para los que conozcan poco el trabajo y la trayectoria de Freixedo, me complace adjuntar un amplio extracto de una de las últimas entrevistas que concedió. Se trata de una entrevista a cargo de mi amigo y experto ufólogo David Álvarez (con algunas aportaciones mías), y que fue publicada en la revista digital Dogmacero en 2014. Tuve la oportunidad de conocer en persona a Freixedo hace unos pocos años y todavía seguía tan lúcido y combatiente como siempre, aunque su discurso apenas había evolucionado ya en este siglo XXI. Sea como fuere, Salvador Freixedo marcó una época y mostró un camino a los investigadores que vinieron después. Además, obtuvo un gran reconocimiento nacional e internacional por su trabajo, con el que se puede estar de acuerdo o no, pero que nunca podremos tachar de incoherente u oportunista. Su legado merece ser tenido en cuenta y por ello le dedico este sencillo homenaje. Descanse en paz, Don Salvador.

Entrevista a Salvador Freixedo



Nacido en Carballino (Orense) en 1923, cursó estudios de Humanidades, Filosofía y Teo­logía en diversas universidades españolas, así como Psicología en la Universidad de Los Ángeles y en la Universidad de Fordham (Nueva York). Fue sacerdote y miembro de la Compañía de Jesús desde la que defendió postulados muy críticos frente a buena parte de la jerar­quía de la Iglesia Católica. En los años 50 y 60 escribió diversos libros de marcado carácter social que le acarrea­ron serios problemas –pena de cárcel incluida– con las autoridades de la época en la Cuba de Batista y en Venezuela. En 1968 publicó Mi Iglesia duerme (libro que fue prohibido en España), una obra demoledora en la que denunciaba la irracionalidad de algunos de los principios tenidos como dogmas por la Iglesia Católica, así como el esca­so espíritu evangélico de parte de su jerarquía.

A partir de 1970, y tras su desvinculación de la Compañía de Jesús, inició sus trabajos en el campo de la Parapsicología y el estudio de los no identificados en el que des­plegó una labor intensa y apasionada con libros considerados de referencia obligada para el estudioso de estos temas, entre los que destacamos: El diabólico inconsciente (1973), Israel pueblo contacto (1978), ¡Defendámonos de los dioses! (1984), La granja humana (1988, recientemente reeditada), Los contactados (1991) y Teovnilogía (2012).

En palabras del desaparecido Gordon Creighton, antiguo redactor-jefe de la tal vez mejor publicación y la más seria que ha existido en el estudio del fenómeno ovni, la Flying Saucer Review, “Salvador Freixedo es un hombre de una profunda erudición y de una gran sabiduría que ha realizado un estudio a fondo del impacto que el fenómeno ovni puede tener en el pensamiento religioso y en particular en el cristianismo. En este supremo nivel cósmico-filosófico yo creo que sólo Aimé Michel[1] se le puede parango­nar, por sus puntos de vista holísticos, y creo que Salvador Freixedo debe ser consi­derado como una de las mentes más perspicaces dedicadas en la actualidad al estudio del fenómeno ovni.”

Charles Fort
DogmaCero: Una pregunta obligada, aunque pueda parecer ingenua, ¿estamos solos en el universo?

Salvador Freixedo: En absoluto. La premisa cierta de la que hay que partir y que hace años ya traté de explicar en uno de mis libros, “La granja humana”, es que en este pla­neta hay otros seres –normalmente invisibles- más inteligentes que nosotros, que son los que desde las sombras nos dominan sin que nos demos cuenta. Charles Fort, a principios de siglo pasado lo resumió genialmente en tres palabras we are property, tres palabras que en español se convierten en dos: “somos propiedad”. Quien no sepa que en este planeta que consideramos tan nuestro hay otras inteligencias extrahuma­nas que son las verdaderas dueñas de él, le diré que no va a creer nada de lo que digo. Pero le diré que se ha dejado engañar por las afirmaciones de ciertos científicos, por las mentiras de la prensa y de las perversas autoridades de este mundo, y que ignora algo que es fundamental en la historia humana. Yo también estuve engañado durante casi setenta años.

DC: ¿Qué papel juega la religión en este planteamiento?

SF: En lo único en lo que todas las religiones están de acuerdo es en creer que por en­cima de nosotros hay unos seres espirituales e inmateriales, pero reales, que se inmis­cuyen en nuestras vidas, ayudándonos o castigándonos. Dependiendo de las religiones se les llama de muy diversos nombres: dioses, ángeles, demonios, espíritus, devas, iblis, ninfas, sílfides… La sociología ha tratado muy a la ligera el hecho religioso y la megaciencia intenta explicar las religiones como fruto del miedo a la muerte, mal fun­cionamiento del cerebro o simples fabulaciones del mismo. Pero es un intento vano, porque en la actualidad, cuando las masas están sufriendo un rápido y destructivo pro­ceso de “desespiritualización” y perdiendo la fe en las creencias de nuestros antepa­sados, en nuestros cielos aparecen unos seres que, a primera vista, parecen ser los visi­tantes de otros planetas pero que cuando se les conoce a fondo se comportan igual que los espíritus en los que creían las gentes del pasado y como el dios o los dioses en los que creen las religiones del presente.

DC: ¿Y por qué no se nos presentan abiertamente?

SF: La razón por qué no se presentan abiertamente es que prefieren que sigamos cre­yendo que nosotros somos los dueños de este planeta y que actuamos con entera libertad. De esta manera, no nos rebelaremos y podrán seguir aprovechándose de nosotros. Sin embargo, ellos son y han sido siempre los auténticos señores de nuestro planeta y las diferentes razas humanas no somos más que una especie de animales de granja. Nos usan de maneras muy diferentes (lo mismo que los humanos usamos a otros animales de maneras muy diferentes) y sin que caigamos en cuenta de ello.

DC: ¿Qué opinión le merece la teoría del antiguo astronauta?

E. Von Däniken
SF: La teoría de los Antiguos Astronautas, defendida por Kolosimo, Charroux y sobre todo inicialmente por Taylor Hansen y últimamente por Von Däniken, sostiene que a lo largo de muchos milenios seres de otros astros visitaron nuestro planeta. De esto hoy ya no podemos tener duda a juzgar por las muchas muestras que ellos dejaron de su estancia y que se pueden encontrar a todo lo ancho del planeta, como por ejemplo en las pirámides, de las que hay ejemplares no sólo en los cinco continentes sino incluso sumergidas bajo el mar. Además, poseemos restos muy claros de otras razas, aparen­temente humanas, muy diferentes a la raza humana actual, algunas de ellas de una enorme estatura. 

DC: ¿Cree que hubo en un remoto pasado una intervención genética sobre ciertos homínidos para crear los humanos modernos, según defienden autores como Von Däniken o Sitchin?

SF: Parece indudable que en la antigüedad hubo intervenciones de extraterrestres para crear las diferentes razas humanas que en la actualidad existen. A pesar de que algu­nos explican estas intervenciones con todo lujo de detalles, no podemos estar seguros de cómo ni en qué fechas fueron hechas en concreto esas intervenciones. Algunas pueden haber sucedido hace millones de años. En la actualidad, según nos dicen no pocos contactados, algunas de las razas que nos visitan, parece que están repitiendo la tarea de lograr híbridos de su raza con la nuestra, a juzgar por lo que ellos han visto en las ciudades subterráneas a donde han sido llevados.

Estas inteligencias suprahumanas son las que han creado las diferentes razas humanas a lo largo de los milenios a partir de algunos simios. A juzgar por los abundantes restos fósiles, en nuestro planeta han vivido diversas razas humanas muy diferentes (algunas de ellas gigantes y otras minúsculas, como el ejemplar que posee en Barcelona el gran investigador ovni Ramón Navia-Osorio) que han existido y se han extinguido a lo largo de millones de años, contrariamente a lo que afirman arqueólogos y paleontólogos.

DC: ¿Cree que las religiones (o, por lo menos, las grandes religiones) han sido instru­mentos de manipulación mental para convertir la espiritualidad en un sistema de creencias opresivo basado en el pecado y la necesidad de redención?

SF: Mi opinión personal, que reflejo en mi libro “Teovnilogía”, es que las religiones fue­ron creadas inicialmente por seres extraordinarios enviados por el Creador para ayu­dar a los humanos a liberarse de las fuerzas malignas que dominan el mundo, pero esas mismas fuerzas malignas intervinieron enseguida para utilizar las religiones como un instrumento de confusión y de división entre las diferentes razas y culturas. Por lo tanto, todas las religiones tienen elementos positivos que ayudan a los seres huma­nos a evolucionar espiritualmente, y al mismo tiempo tienen aspectos negativos que impiden esta evolución.

DC: ¿Identifica Vd. a los dioses y demonios (o “ángeles caídos” de la Biblia) con los seres extraterrestres que controlan y manipulan a la Humanidad, según afirman al­gunos teóricos de la conspiración?

SF:  Efectivamente yo creo que lo que el cristianismo llama Satanás (y del que piensa que es un ser real, idea que comparto) y que otras religiones llaman espíritus malig­nos, son unas pocas razas extraterrestres multidimensionales que interactúan con noso­tros y que nos dominan, impidiendo nuestra evolución y haciendo que luchemos entre nosotros y contra nosotros mismos.

DC: De sus palabras se desprende la íntima relación entre las religiones y el fenómeno ovni…

SF: La relación de las religiones con los ovnis es mucho mayor de lo que creen los auto­denominados “ufólogos”. En realidad, el fenómeno ovni, considerado en su totalidad, es la explicación que más nos acerca al verdadero origen de todas las religiones actua­les. Y viceversa, las religiones, o más bien el fenómeno religioso considerado global­mente, son lo que mejor explica la presencia de estos misteriosos visitantes a los que inocentemente llamamos objetos volantes no identificados. Y entre los dos podrán decirnos por qué hay tanto dolor y tanta injusticia en el mundo y por qué el ser hu­mano tiene tanta inclinación a la maldad.

Se puede decir que las creencias del cristianismo en cuanto a la existencia, a la esencia y a la presencia de Satanás en este mundo coinciden totalmente con lo que la ovnilogía sabe, no por creencias ni por suposiciones o conjeturas ni por dogmas preestablecidos sino por repetidas experiencias de cientos de miles de hombres y mujeres en todo el mundo –entre los que me cuento– por más que la megaciencia pretenda ignorarlos y por más que las grandes autoridades lo nieguen.

DC: ¿Piensa Vd. que toda la historia de la Humanidad ha sido dirigida y controlada por estos “dioses” y que, por tanto, el hombre no ha gozado nunca de libertad real?

SF: Creo que toda la historia de la humanidad ha sido dirigida y controlada por estos seres malignos, y por eso es tan espantosa e inexplicable en un ser racional que por otro lado ha sido capaz de grandes obras tanto materiales como espirituales. El origen de tantos males en el mundo se debe a la constante influencia de estos seres. Teóricamente tenemos libertad, pero ésta está muy condicionada por la intromisión de estos seres malignos. Para dirigir la marcha de la historia, se han valido siempre de las mentes de las grandes autoridades a las que han tenido completamente dominadas sin que ellas se den cuenta.

John Lash
DC: Algunos autores como John L. Lash consideran que los seres manipuladores de otras dimensiones se pueden equiparar a los arcontes, citados en los textos gnósticos. ¿Es­tá de acuerdo con esta visión?

SF:  Los arcontes de los gnósticos son los mismos seres indeterminados, aunque reales, de los que nos hablan todas las culturas y religiones. Digo indeterminados porque de ninguna manera son todos iguales, sino que tienen orígenes muy diversos, dado que en el Universo hay una infinidad de seres diferentes, dotados de formas e inteligencias diversas.

DC: Según las informaciones extraídas de los casos de abducción, parece existir por parte de esos seres de otros mundos una fijación por las cuestiones sexuales o gené­ticas o, más específicamente, por la hibridación. Desde su punto de vista, ¿qué senti­do tendrían tales experiencias?

SF: El interés de los seres extrahumanos por todo lo relacionado con la reproducción de las especies –y a nivel humano con el sexo– es algo en lo que coinciden tanto las nume­rosas experiencias de los contactados como lo que en el cristianismo conocemos por el Génesis. Los elohim se encapricharon con las “hijas de los hombres” y se mezclaron con ellas, procreando seres extraños y por ello fueron castigados. Por otro lado, conoz­co personas, hombres y mujeres, que han sido llevados a los profundos túneles donde viven muchos de estos seres, y allí han visto largas filas de pequeñas cunas donde crían a sus descendientes. Christa Tilton, una muy famosa contactada norteamericana me contó muy pormenorizadamente cómo vio en los túneles a los que fue llevada muchas veces, muy largas filas de cunitas. Y no es el único contactado que me ha hablado de este tema. Algu­nos tratan desesperadamente de conseguir híbridos con los humanos aunque tienen grandes dificultades en lograrlo; otros contactados, en cambio, han visto híbridos procedentes de semen u óvulos que anteriormente les habían extraído a ellos. El deseo de algunas de estas razas parece que se debe a que algunas de ellas están desapareciendo porque han perdido la capacidad de reproducirse debido a guerras entre los habitantes de diversos astros. Hasta qué punto todas estas noticias son exactas es un misterio, pero lo que sí es cier­to es que provienen de muchas fuentes distintas, muchas de las cuales son muy de fiar. Lo que no sabemos es si les han dicho la verdad o han tratado de engañarlas, como ha sucedido en muchas ocasiones.

DC: ¿Cómo ve el panorama actual de investigación OVNI?

SF: Hay ovnílogos que todavía siguen investigando casos con la finalidad de convencer a la gente y a las autoridades científicas de que los ovnis son una realidad. Ese fue un primer paso en la ovnilogía y su resultado después de más de sesenta años de investi­gaciones es la certeza de que en este planeta hay otros seres inteligentes que no son humanos. Pero ese paso ya ha quedado atrás. Es muy triste que, en congresos impor­tantes, famosos “ufólogos” sigan todavía insistiendo en la presentación de casos y en el interés por convencer a las autoridades civiles y científicas, cuando la verdad es que ninguna de las dos quiere prestarles oídos. Y es igualmente triste ver cómo investiga­dores serios se han dejado acomplejar por las afirmaciones de los científicos de que no hay pruebas de la realidad del fenómeno, y lo repiten muy convencidos, cuando la realidad es que hay más pruebas de la presencia de los ovnis entre nosotros que de muchos postulados de la ciencia oficial.

El nivel en el que actualmente se encuentra la ovnilogía avanzada es el de averiguar cuáles son las intenciones de esos seres (vengan o no vengan en ovnis) y ver qué es lo que, de una manera muy disimulada, están haciendo en nuestro planeta. Hoy, una de las principales tareas de la ovnilogía debería consistir en tratar de averi­guar hasta qué punto los secretos dirigentes del planeta están en connivencia con es­tas inteligencias extrahumanas y cuáles son sus propósitos finales. Si los ovnílogos quieren estar en la vanguardia de las investigaciones de tan misterioso, profundo y trascendental fenómeno, sin dejar de estar atentos a la casuística puntual pero secundaria, deberían fijarse más en el creciente estado caótico –en el fondo antihumano y suicida– en que rápidamente está cayendo la humanidad, que es produc­to de la agenda y de las inteligentísimas estrategias de estos seres malignos, llamados “nefilim” según el Génesis, “Satanás” o “demonios” según el cristianismo, “demiurgos” según los gnósticos, “jinas” o “eblis” según el Islam o “malos espíritus” en todas las religiones sin excepción. El origen de todos estos malos espíritus es un tema fascinante que requiere ser tratado con detenimiento y que nos llevará hasta los límites de lo creíble y aceptable.
 
© David Álvarez-Planas / Xavier Bartlett 2014

Fuente imágenes: Wikimedia Commons / archivo del autor



[1] Aimé Michel (1919-1992) Licenciado en psicología y filosofía. Miembro del “Colegio Invisible” de Jacques Vallée. Miembro del comité editorial de la revista Lumieres dans la nuit (a partir de 1969), realizó numerosos trabajos sobre ufología que se publicaron en diversas revistas de la época. Autor de diversos libros entre los que destaca Misterieux objets celestes (1958) en el que planteó la conocida teoría de las “ortotenias”. Pero Michel es también autor de una obra sensacional, menos conocida del gran público, “El misticismo. El hombre interior y lo inefable”, en la cual realiza un “estudio de los fenómenos emanantes de la mística, del ascetismo riguroso y de los milagros”.

jueves, 6 de junio de 2019

El misterio de las ciudades subterráneas


Uno de los temas más polémicos presentados por la arqueología alternativa en las últimas décadas ha sido el de las ciudades subterráneas, o por extensión, las antiguas estructuras artificiales halladas en el subsuelo de muchas regiones del planeta. En este asunto, empero, cabe distinguir bien entre lo que es mera ficción o conjetura y los restos observables en el terreno. Así, es evidente que existe una amplia literatura sobre ciudades o reinos intraterrestres de carácter casi mágico como Shambala o Agartha, o incluso una hipotética civilización perdida en la Antártida (relacionada con la “Tierra hueca”). Sobre estos refugios o santuarios de antiguas civilizaciones o de hombres sabios se ha escrito mucho y se ha especulado más, y no suelen faltar los clásicos elementos esotéricos o mitológicos –e incluso ufológicos– que bien poco ayudan a desvelar las incógnitas. Confieso que es un tema apasionante como mero ejercicio de fantasía alternativa, pero no me interesa demasiado desde el punto de vista estrictamente histórico o arqueológico.

Ahora bien, el tema adquiere otro cariz si nos referimos a ciertos restos arqueológicos, más o menos explorados y estudiados. En este ámbito tenemos constancia de diversas estructuras subterráneas –sobre todo en forma de túneles, cuevas, catacumbas, laberintos, hipogeos, etc.– que nos indican que en un momento remoto de la Antigüedad algunas sociedades avanzadas hicieron uso del subsuelo para fines no siempre bien identificados. En algunos casos se aprecia una clara finalidad ritual o funeraria, pero en muchos otros no hay certeza sobre el propósito de las obras, en particular cuando no hay restos materiales in situ que permitan asociar la estructura a una función determinada. En su momento ya dediqué una entrada a la cuestión de la red de túneles que podía existir en América del Sur, que apenas ha sido objeto de investigación y que suscita muchas más preguntas que respuestas. Estamos hablando de una extensa red de kilómetros y kilómetros de terreno excavado a cierta profundidad en un tiempo indefinido, aunque se haya querido asociar tales obras a las antiguas civilizaciones precolombinas.

Por desgracia, hay muy poca información completa y fiable en este tema, así como en otras posibles redes de túneles en otros puntos del planeta (en Europa, Asia, África…), que apuntarían a una interconexión entre territorios muy distantes entre sí. He leído algo sobre estas propuestas, y realmente la imaginación se dispara a partir de pequeños indicios o de rumores, que dan pie a hablar de incluso una civilización subterránea mundial que existió en una época remotísima. En todo caso, quisiera destacar ahora un fenómeno intraterreno que ha sido estudiado en parte por la arqueología académica y reinterpretado a su vez por la arqueología alternativa, sin que ni unos ni otros muestren gran seguridad en sus argumentos y explicaciones. Me voy a referir pues a lo que podríamos llamar “el misterio de las ciudades subterráneas”, y muy en concreto a las ciudades que encontramos en la región de Capadocia (Turquía).

Lo cierto es que la arqueología ortodoxa tiene muchos focos de interés en Turquía y el asunto de estas ciudades subterráneas ha quedado relegado a un segundo o tercer plano, teniendo en cuenta además las propias dificultades y altos costes de emprender intervenciones de este tipo. En este punto, hay que remarcar que no se trata de estructuras que quedaron abandonadas en superficie y luego sepultadas por capas de sedimentos, sino que se trata realmente de hábitats excavados en la roca o subsuelo ya en épocas antiguas, lo que implica un trabajo ingente. Además, no se puede decir que este fenómeno sea algo marginal o de poco alcance, pues hasta la fecha se han identificado en la zona nada menos que unas doscientas poblaciones subterráneas, de las cuales sólo una pequeña parte ha sido abordada por los investigadores. Actualmente son accesibles al público 37 de estas estructuras, si bien dicho acceso está restringido a una porción acondicionada (“turística”) del yacimiento, pues la mayor parte de estos complejos subterráneos aún está siendo documentada por los profesionales o está por explorar. Y de entre todos ellos, hay dos que destacan poderosamente, y más en particular uno llamado Derinkuyu (“pozo profundo”, en idioma turco), del cual hablaremos más extensamente.

Vista de las estructuras de Kaymakli
En primer lugar, cabe mencionar el yacimiento de Kaymakli, situado en la provincia de Nevsehir, en el corazón de Anatolia. Se trata de una pequeña ciudad subterránea conocida desde antaño, pues aún se habitaba a inicios del siglo XX. Por su interés arqueológico y cultural fue prontamente estudiada y acondicionada, y es visitable desde 1964. La estructura excavada en la roca volcánica tiene por lo menos hasta ocho niveles o pisos conocidos, aunque sólo se pueden visitar los cuatro superiores. En realidad, es un complejo laberíntico de estancias y túneles (alrededor de un centenar) no demasiado amplios que podría soportar una población de unos 4.000 habitantes, con espacios suficientes para personas, animales y suministros básicos. En todo caso, no se trataba de unas poblaciones “primitivas”. De hecho, encontramos allí pruebas de una actividad laboriosa, con lugares sociales y económicos diferenciados, que van desde viviendas a almacenes, ¡y hasta una iglesia! En cuanto a su datación, los arqueólogos fijan su fundación en la época frigia (primer milenio antes de Cristo), si bien luego las estructuras fueron reutilizadas por todos los pueblos o culturas que se instalaron en la zona hasta los tiempos modernos.

Y a unos 12 km. de este enclave tenemos la ciudad subterránea por excelencia, Derinkuyu, que estaba conectada a la anterior por un túnel hoy parcialmente derruido. Cabe señalar que la ciudad había sido abandonada y olvidada, pero en 1963 fue redescubierta fortuitamente y enseguida fue objeto de exploración, hasta ser abierta al público en 1969. Aquí ya hemos de emplear palabras mayores, pues los niveles o pisos identificados hasta la fecha son unos 20 –aunque sólo son visitables los ocho más próximos a la superficie– y se estima que la profundidad alcanzada estaría alrededor de los 85 metros bajo la superficie, con una extensión horizontal de unos 4 km2. Los distintos niveles estaban conectados por pasajes y escaleras talladas en la roca. En este caso, las valoraciones acerca de la capacidad de población se sitúan sobre las 20.000 personas[1], más los animales y otros bienes, como en el caso anterior. En cuanto a la estructura y disposición de los espacios, se repite más o menos lo visto en Kaymakli pero a una escala superior. Así pues, aquí encontramos habitáculos, establos, cocinas, prensas de vino y de aceite, almacenes, graneros, comedores, escuelas, talleres de metalurgia y también una iglesia de tamaño respetable de planta cruciforme. Como dato a destacar, en el segundo nivel se halló una enorme sala cubierta por una bóveda de cañón, que se cree que pudo ser usada como escuela religiosa.

Mapa de la ciudad subterránea de Derinkuyu
Lo que destaca poderosamente es la habilidad e inteligencia con que se construyó todo el complejo, pues existe una red de canales de ventilación que llega hasta la superficie, a menudo de forma camuflada o discreta, para el suministro de aire fresco. Asimismo, los diversos niveles están conectados por unos conductos de pequeño diámetro que tienen una sonoridad perfecta, lo que vendría a constituir un sistema de interfonía muy eficiente. Aparte, la ciudad disponía de abundante agua potable gracias a pozos que se alimentaban de ríos y acuíferos subterráneos. Los túneles o pasadizos eran aquí un poco más amplios que en Kaymakli y los accesos se bloqueaban mediante unas enormes ruedas macizas de piedra, de entre uno y dos metros de diámetro, medio metro de grosor y un peso de hasta media tonelada. En realidad, funcionaban como una especie de puertas correderas que se podían mover –abrir y cerrar– con cierta facilidad desde el interior, pero no así desde el exterior.

En lo referente a la datación y ocupación, se constata una vez más que la ciudad fue habitada de manera ocasional durante muchísimos siglos por distintas culturas, con una especial incidencia en la era bizantina –cuando supuestamente tuvo lugar una ampliación de la ciudad– y prácticamente hasta épocas recientes, llegando a inicios del siglo pasado. Según algunos estudios arqueológicos, las dataciones de los niveles superiores se podrían remontar hasta la época hitita (entre el 1800 a. C. y 1200 a. C. aproximadamente), pasando luego por las diversas civilizaciones posteriores (frigios, griegos, romanos, bizantinos, árabes, otomanos…). Eso sí, no hay datos concluyentes sobre los niveles más profundos, que están pendientes de posteriores estudios.

Dicho esto, debo precisar que en este punto he hallado informaciones dispares, pues según las autoridades culturales turcas, Derinkuyu fue excavada en época frigia (siglos VIII – VII a. C.), aprovechando cavidades naturales existentes, y no hay ningún otro precedente histórico. En todo caso, cabría preguntarse cómo se obtuvieron las dataciones; si fue por tipología de objetos, por dataciones radiométricas de C-14, o por otros métodos. Por lo que he podido rastrear someramente, parece ser que en efecto se encontraron algunos objetos claramente hititas en los túneles y de ahí las estimaciones cronológicas más arcaicas, que se van al segundo milenio a. C. Lamentablemente, las referencias históricas no aportan luz sobre el origen de estas ciudades, pues el primer documento escrito que las cita es la Anábasis, un relato de Jenofonte datado en siglo IV a. C.

Paisaje de la región de Capadocia
Lo que está claro que es que todavía hay mucho trabajo por hacer en esa región de Turquía y que los estudios deben proseguir para podernos hacer un retrato más completo y fiable de estos complejos subterráneos. Por de pronto, en 2014 se identificó otro yacimiento más al norte, bajo la ciudad de Nevsehir, del cual no se tenía ninguna referencia previa. Este complejo, según las prospecciones iniciales, podría ser mucho más grande que Derinkuyu, con túneles de hasta siete kilómetros de longitud. Algunos arqueólogos, tomando en conjunto todo el fenómeno, se han atrevido a sugerir que las estructuras subterráneas de Capadocia podrían albergar a más de un millón de personas, cifra que –para los tiempos antiguos– parece realmente desorbitada. Ahí lo dejamos.

Una vez presentada la cuestión en sus elementos esenciales, vamos a adentrarnos en los dos aspectos más oscuros del tema, que han atraído la atención de las propuestas más variopintas de la arqueología alternativa: 1) el motivo por el cual se construyeron estas ciudades subterráneas, y 2) su contexto histórico, con la polémica específica sobre el origen y datación de las estructuras. Como veremos, todo apunta a que ambos aspectos están muy relacionados, y en esta ocasión la arqueología alternativa presenta una serie de escenarios que poco o nada tienen que ver con las explicaciones oficiales, aunque –en honor a la verdad– hay que reconocer que algunos investigadores ortodoxos ofrecen unas interpretaciones relativamente audaces.

Si nos centramos en la razón por la que se realizaron estas impresionantes obras, el contexto dado por el estamento académico es categórico: estas ciudades fueron construidas como grandes refugios para casos de guerra, en una región que precisamente vivió innumerables conflictos e invasiones desde el mismo principio de la civilización. Así, ante el peligro de que la población fuese saqueada, esclavizada o asesinada, se habrían construido unas fortificaciones subterráneas capaces de mantener a gran cantidad de personas durante cierto tiempo. Esta idea viene reforzada por la discreción de los accesos, la estrechez de los pasadizos y sobre todo por los potentes sistemas de bloqueo que ya hemos citado. Todo esto tiene sentido en una zona devastada por las guerras, con continuos ataques y contrataques de los imperios que se disputaban el dominio del territorio.

Túnel con sistema de bloqueo mediante una enorme rueda-puerta (Derinkuyu)

Ahora bien, a esta hipótesis razonable le podríamos objetar algunos hechos. Que las ciudades subterráneas sirvieran de refugio temporal a través de diversas épocas no significa necesariamente que fueran creadas con esa finalidad. Es algo similar al clásico problema de las pirámides egipcias; quizá en algún momento de la historia pudieron ejercer de tumbas, pero no hay evidencia fehaciente de que fueran diseñadas y construidas originalmente para tal fin, según se aprecia en los monumentos más antiguos. Después está el factor defensivo. Las ciudades del subsuelo podrían ser útiles en tanto que se mantuvieran en cierto secreto o sigilo. En caso de ser descubiertas, y aunque los invasores no pudieran sortear los bloqueos, sí podrían localizar los canales de ventilación y taponarlos, o bien llenarlos de humo, o incluso arrojar líquidos.

Finalmente, el enorme trabajo de excavar la roca y acondicionar los espacios implica una labor coordinada de mucha gente durante muchos años, y todo ello fue… ¿para construir un mero refugio temporal? Está claro que vivir lejos de la luz solar y el aire libre acarrearía graves problemas, pero todo indica que estas ciudades estaban diseñadas para resistir durante mucho tiempo, no sólo para ocultarse durante unas semanas o meses. En realidad, más bien parece que estas ciudades pretendían replicar la vida normal en superficie en la mayoría de los aspectos, lo cual sí justificaría el enorme esfuerzo realizado. No obstante, en aquellas épocas el sistema de defensa por excelencia era la construcción de fuertes murallas en torno a las ciudades, y tenemos ejemplos de éstas en toda Turquía. A veces resistían y a veces no, pero los defensores ya contaban con ello. En cambio, sobre el posible éxito o eficacia de los hábitats subterráneos poco sabemos, pero ya hemos visto que podían convertirse en ratoneras en caso de ser localizados, lo que tampoco era un panorama muy halagüeño.

E. Von Däniken
En este punto varios autores alternativos empezaron a ver cosas extrañas y se plantearon otros escenarios bien distintos. Nuestro viejo amigo, el inefable Erich Von Däniken, visitó varias veces Derinkuyu y en uno de sus libros (La respuesta de los dioses) especuló sobre el origen de la ciudad. Esta vez el autor suizo no se atrevió a decir que el complejo subterráneo era una obra extraterrestre, pero sí afirmó que había sido creado para refugiarse de unas terribles guerras –con armamentos devastadores– entre alienígenas. En paralelo a esta línea, otros autores como Steiger, Childress y Sitchin han sugerido que en épocas muy antiguas pudieron darse unas terribles guerras atómicas sobre el planeta, y muy concretamente en la zona de Oriente Medio, siendo protagonistas los extraterrestres o unas civilizaciones desaparecidas. En este contexto no sería de extrañar la construcción de grandes refugios subterráneos donde protegerse de los catastróficos efectos de tales guerras, empezando por la radiación. Desde luego, la propuesta de guerras nucleares arcaicas tiene numerosos puntos discutibles –siendo muy generosos– y los académicos la consideran un absoluto disparate. En fin, esta teoría nos conduce a otro escenario muy polémico y complejo de la arqueología alternativa que dejaré para un futuro artículo para no desviarme en exceso del tema principal.

Sin embargo, existe otra línea alternativa que también plantea una situación de gran catástrofe, con dos opciones más o menos interrelacionadas. En este caso, no habría guerras (del tipo que fueren), pero sí un tremendo cambio en el medio ambiente de la superficie terrestre provocado por factores naturales, lo que habría empujado a los habitantes de la región a buscar refugio en el subsuelo durante periodos de tiempo muy extensos. Para los que siguen este blog este asunto ya les resultará familiar y no es otro que el del cataclismo global que asoló la Tierra hace unos 12.000 años y que autores como Graham Hancock defienden a capa y espada, si bien esta idea ya había arrancado con fuerza en los años 60 con Charles Hapgood, e incluso se podría remontar al siglo XIX, en los tiempos de Ignatius Donnelly.

¿Un desastre natural de gigantescas proporciones?
Recordemos que según esta visión un evento cósmico, probablemente el impacto de un cometa, provocó una reacción en cadena al final de la última era glacial, con la inmediata fusión de gran parte de los hielos árticos, inundaciones gigantescas, terremotos, tsunamis, erupciones, etc. Todo ello habría causado un tremendo cambio climático –nada que ver con las estupideces y mentiras que nos venden ahora– que quizá se llevó por delante a gran parte de la población humana del planeta, incluyendo una hipotética civilización muy avanzada. De este modo, se pasó de una etapa benigna de progresivo calentamiento al retorno de los rigores de la era glacial más dura, con nieves, hielos e intenso frío. Este lapso climático se denomina Dryas reciente y tuvo una duración de unos mil años, durante los cuales desaparecieron muchas especies animales y vegetales.

El investigador inglés Andrew Collins estima que precisamente durante esta etapa los habitantes de la región construyeron las ciudades subterráneas para resguardarse de las inclemencias climáticas superficiales y disponer de un microclima con una temperatura fresca pero estable, en el que –por cierto– se darían las condiciones óptimas para la conservación de los alimentos. Collins también apuntaba al detalle de que los niveles o zonas más antiguas de la ciudad eran de mayor altura, lo que vendría a sugerir que los hombres de aquella época eran bastante más altos. ¿Tal vez serían los famosos Cro-Magnon del paleolítico superior, cuya altura media rondaría los dos metros? Estaríamos hablando de meras conjeturas.

G. Hancock
A su vez, Graham Hancock visitó Derinkuyu en 2013 y su veredicto –expresado en Magicians of the Gods– fue que las ciudades del subsuelo podían ser mucho más antiguas de lo que reconoce el estamento académico, coincidiendo con Collins en que podían haber sido construidas como refugio hace unos 12.800 años, en respuesta al terrible evento cósmico que dio un vuelco al medio ambiente del planeta. Hancock añade que tal vez los hábitats subterráneos, aparte de responder a las duras condiciones climáticas, se crearon como protección ante el periódico bombardeo de pequeños fragmentos del cometa, que se alargó probablemente durante siglos.

Pero el escenario catastrofista no acaba aquí. El geólogo de la Universidad de Boston Robert Schoch –que desde los años 90 está instalado parcialmente en la arqueología alternativa– propuso hace no mucho otra visión no menos impactante. En este caso, Schoch tiene en cuenta la hipótesis anterior, pero la desestima por falta de pruebas de impactos de objetos celestes, y más bien cree que el verdadero motivo para la construcción de las ciudades subterráneas fue un evento cósmico de diferente naturaleza. Así, el geólogo estadounidense alude a la posibilidad de un gran estallido o explosión solar, acompañado de llamaradas solares y eyección de masa coronal (descarga de materia y radiación electromagnética en forma de plasma), que habría ocurrido hacia el final de la última Edad del Hielo.

Actividad solar devastadora
Schoch fundamenta su interpretación en los trabajos de Paul LaViolette, según los cuales se ha podido documentar los efectos químicos y radiactivos de este fenómeno en sedimentos y núcleos de hielo analizados en diversos lugares, desde Venezuela a Groenlandia. Otros recientes estudios, como los de Ted Bunch et alii[2], han confirmado esa gran explosión solar y la han acotado temporalmente en una antigüedad de 12.900 años. Aparte, Schoch se remite a las investigaciones emprendidas por Heinrich e Ingrid Kusch, que han identificado en distintos puntos de Europa la presencia de centenares de túneles –que incluyen habitáculos y salas de almacenamiento– justo por debajo de los asentamientos neolíticos, con una datación muy similar a la ya citada (hace unos 12.000 años). Con todo ello, Robert Schoch construye un hipotético escenario en el cual los hombres de esa época tuvieron que protegerse de la catástrofe ambiental producida por la potente actividad solar desatada, y de ahí que buscasen refugio en el subsuelo, excavando con gran pericia redes de túneles y hábitats estables bajo tierra.

Llegados a este punto, ya podemos entrar de lleno en la segunda cuestión a debate, que es una continuación directa de la primera: ¿Cuál es la auténtica antigüedad de estas estructuras? Como hemos visto, las interpretaciones alternativas suponen la negación de la versión académica, pues sitúan la construcción de estas ciudades subterráneas en otro momento muy anterior de la historia; para ser exactos, de la prehistoria. Para empezar, hay que remarcar que no es posible datar las estructuras subterráneas en sí mismas por los métodos habituales, pues aquí se trata de roca excavada y trabajada a golpe de pico y cincel. En cuanto a los objetos o posibles restos óseos, hay que tener en cuenta que pueden haber sido depositados durante muchos siglos –de forma “intrusiva”– por lo cual es muy difícil datar el momento original de la excavación.

Lo que choca es que, mientras que varios científicos académicos han reconocido que hay evidencia hitita en los túneles y que por ello las dataciones deberían remontarse al segundo milenio antes de Cristo, las autoridades culturales han fijado el horizonte frigio como el momento original de la excavación. La verdad es que no se entiende mucho esta postura, cuando todavía hay una duda o controversia científica sobre una datación fiable. El historiador y arqueólogo turco Ömer Demir no sólo tiene en cuenta la cronología hitita, sino que se atreve a remontar el origen de las ciudades del subsuelo al final del periodo paleolítico. De este modo, viene a confirmar las opiniones de los alternativos en el sentido de que las civilizaciones de época histórica simplemente se encontraron con las estructuras y las reaprovecharon y modificaron para sus necesidades en sus respectivas épocas. 

Una de las salas de la ciudad de Derinkuyu
Demir sustenta su opinión en varios elementos. Primeramente, se aprecian diferencias de estilo entre los distintos niveles, lo que demuestra que hubo un cierto lapso temporal entre las obras. Después, se observa que los niveles más antiguos no presentan las típicas marcas de los utensilios al trabajar la roca, pues éstas desaparecen tras muchos siglos de estar expuestas; en cambio, dichas marcas todavía son observables en los niveles más modernos. Finalmente, está el problema de localizar los materiales que fueron extraídos del subsuelo para crear las cavidades. En este caso, no se han localizado en torno a Derinkuyu, sino que han sido identificados en un río, a bastante distancia (26 km), lo que indica que fueron arrojados a varios ríos de la zona para que se los llevara la corriente. Pero lo más llamativo es que allí mismo se encontraron diversas herramientas de piedra del paleolítico. En conjunto, no son pruebas definitivas, pero sí al menos indicativas de que la ciudad pudo ser excavada muchísimo antes de lo aceptado en el entorno académico.

Sea como fuere, no tenemos realmente certezas acerca del momento fundacional de estas ciudades, y el origen prehistórico no debería descartarse, aunque parezca algo forzado. Ahora bien, hemos de recordar que las versiones alternativas sitúan la cronología en función de la tesis del gran cataclismo de hace más de 12.000 años, pero no pueden aportar ninguna prueba directa de ello, ni una relación causa-efecto indiscutible que justifique la creación de esas ciudades; son sólo hipótesis. De hecho, aún abandonando la tesis oficial del “refugio en tiempo de guerra”, quedan muchos cabos sueltos que se ofrecen a múltiples interpretaciones y posibilidades.

Yacimiento de Göbekli Tepe (Turquía)
Así pues, nos podríamos preguntar quiénes excavaron estos complejos al final del paleolítico, pues vistas la enorme cantidad de trabajo, la destreza y la ingeniería que comportan estas estructuras no parece algo propio de cavernícolas primitivos, los cazadores-recolectores de esa época. Además, llama mucho la atención la capacidad de construir tantos complejos para tanta gente, si es que todos fueron contemporáneos. Tal vez apelar a una civilización desaparecida sea demasiado arriesgado, pero bien es cierto que en la misma Turquía tenemos el yacimiento de Göbleki Tepe, cuya datación fiable se va más allá del 9000 a. C. Y recordemos que se trata de un amplio conjunto de recintos o templos con estructuras megalíticas y decoraciones en relieve. Todo esto era impensable para el estamento académico hace unos años, pero ahora no pueden negar la evidencia de una sociedad desarrollada anterior a la llamada revolución neolítica. Por tanto, es factible que estos complejos subterráneos, que tienen algo de megalítico, puedan remontarse a esa época tan lejana... y no tan primitiva.

Otro asunto es valorar la capacidad de supervivencia en estos complejos y el tiempo que podían pasar las personas sin salir al exterior. En efecto, parecen ser ciudades completas y bien preparadas en las que poder subsistir durante periodos extensos, pero surgen varios problemas, como la necesidad de recurrir a la alimentación vegetal (para personas y animales) y de obtener materias primas, aparte del propio contacto con el aire fresco y la luz solar. Si las condiciones externas eran durísimas –y no sabemos hasta qué punto– tal vez el cultivo de plantas en superficie sería inviable o problemático. Es obvio que se podría almacenar gran cantidad de alimentos, la mayoría en seco, pero una población de miles de personas acabaría por consumir las reservas en cuestión de meses. Por tanto, es complicado hallar un equilibrio entre la tesis oficial –un refugio temporal– y la alternativa, que nos muestra escenario poco menos que apocalíptico. Tal vez deberíamos pensar en alguna solución intermedia, en que se podía combinar una reducida actividad exterior con una más intensa actividad interior, a la espera de disponer de datos paleoclimáticos más precisos.

Concluyendo, considero que tanto las visiones ortodoxas como las alternativas se mueven todavía en datos parciales e inseguros, y deben recurrir a especulaciones y escenarios probables para tratar de dar una explicación coherente. No descarto, empero, que ambas tengan su parte de razón, sin entrar en contradicciones, pues el uso original pudo tener como motivo un problema climático, mientras que el uso “histórico” pudo estar más relacionado con las guerras locales. Sólo el tiempo e investigaciones más profundas podrán darnos pistas más sólidas sobre estas asombrosas ciudades subterráneas de hace tantos siglos.

© Xavier Bartlett 2019
Fuente imágenes: Wikimedia Commons



[1] Según otras estimaciones, la cifra de habitantes podría llegar incluso a los 50.000.
[2] BUNCH, T. et alii. Very high-temperature impact melt products as evidence for cosmic airbursts and impacts 12,900 years ago. PNAS, June 2012.