Posiblemente, el autor francés
Albert Slosman es un gran desconocido para muchos aficionados a la arqueología
alternativa pues nunca tuvo un gran eco mediático o éxito literario, como otros
autores populares del género. Sin embargo, su notable aportación heterodoxa a
los estudios del antiguo Egipto no se puede pasar por alto, dado que Slosman
fue de los escasos investigadores que profundizaron de manera rigurosa en la
estela interdisciplinaria marcada por Ignatius Donelly acerca de los orígenes
de las antiguas civilizaciones, que –tal como defendió en el clásico Atlantis,
the Antidiluvian World– no habrían sido el fruto de una evolución a partir
de un estadio anterior más primitivo, sino el legado o herencia de los supervivientes
de la Atlántida.
Por supuesto, todo esto constituye una herejía para la
arqueología académica, que considera que la génesis de las civilizaciones –en
el Mediterráneo o en otros lugares– se deriva de cierta revolución neolítica
propia de cada región. En este sentido, no hay cabida para una gran civilización anterior, la Atlántida o cualquier otra, pues no existen pruebas (supuestamente) de su existencia. Esto, claro está, significa apuntalar el concepto de evolución frente al de involución.
Albert Slosman |
Pero empecemos por el principio.
Albert Slosman (1925-1981) fue un matemático y analista informático francés,
cuyo alto nivel profesional le llevó a colaborar con la NASA en el programa de
las sondas Pioneer. Su vida, empero, no fue precisamente fácil ya que
durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la Resistencia y fue capturado
y torturado por la Gestapo nazi. Más adelante, fue juzgado por desertor y
deportado al Camerún. Asimismo, sufrió dos graves accidentes, uno en 1956 en
que estuvo muy cerca de la muerte y otro en 1970, en que quedó varios meses en
coma. Como consecuencia de esto, su salud fue más bien frágil y quebradiza, lo
que le obligó a mantener a menudo largos periodos de convalecencia. Pero aparte
de estas desgracias, las circunstancias de la vida parecieron entrar en
conjunción para conducirle a unos intereses y unos estudios bien alejados de su
especialidad científica, algo muy similar a lo que le ocurrió a su famoso
compatriota y contemporáneo René Schwaller de Lubicz, que también sucumbió al
embrujo del antiguo Egipto.
Por ejemplo, estando en Camerún tuvo conocimiento de una
mitología local que hablaba de un gran cataclismo ocurrido hacia el oeste, en
el Atlántico, por el cual la divinidad habría castigado la impiedad de los hombres
provocando el hundimiento de un gran continente. Por otro lado, Slosman realizó
sus tesis doctoral sobre Pitágoras, lo que le acercó al antiguo Egipto y sus
altos conocimientos. Este afán le hizo viajar a Egipto en diversas ocasiones, a
consultar miles de libros de diversas materias y a aprender de forma
autodidacta los fundamentos de la lengua jeroglífica. Asimismo, tuvo gran
interés en trazar los orígenes del monoteísmo en la Antigüedad, al descubrir
que el Egipto faraónico había tenido clara relación con ello.
Pero sin duda el punto crucial de su trabajo fue la
elaborada tesis de que el antiguo Egipto, la gran civilización conocida por
todos, no había nacido a orillas del Nilo sino en el norte de África. Así,
después de inspirarse en la obra de Stéphane Gsell Historia antigua del
norte de África, Slosman empezó a componer un escenario en el que los
primeros faraones-dioses habrían venido del oeste, esto es, del Atlántico. Sus
sospechas se vieron reforzadas en sus estancias por convalecencia en el norte
de África, durante las cuales fue recogiendo las múltiples piezas de un
complejo rompecabezas.
Como fruto de esta propuesta, Slosman se implicó en la
realización de una vasta obra que quedó inconclusa a su muerte y que estaba
estructurada básicamente en tres trilogías y una tetralogía. La primera
trilogía estaba dedicada a los orígenes de Egipto y comprende sus libros
esenciales: El Gran Cataclismo
(1976), Los Supervivientes de la Atlántida (1978) e Y Dios
resucitó en Dendera (1980).
El resto de su obra, que exploraba otros aspectos del antiguo Egipto, del
monoteísmo y del cristianismo, quedó prácticamente en estado de proyecto, si
bien todavía se publicó material suyo tras su muerte en 1981.
Zodíaco del templo de Hathor (Dendera) |
¿Pero en qué se basó exactamente la propuesta de Albert Slosman?
Como ya hemos comentado, Slosman adquirió una sólida base de conocimiento
egiptológico ortodoxo, pero se fue decantando hacia la heterodoxia cuando
contrastó dos elementos principales. Por un lado, la antigua mitología y
religión egipcias, expresadas en el lenguaje jeroglífico; y por otro, las
diversas pruebas geográficas, filológicas, antropológicas y arqueológicas que
identificó en el norte de África en sus viajes. Y todavía habría un tercer
elemento esencial, el famoso bajorrelieve del Zodíaco del templo de Hathor en
Dendera (Egipto)[1], que le
facilitaría importantes datos y vías de investigación.
Fue en una estancia en Marruecos
cuando Slosman empezó a construir su herética tesis, que trataba de convertir
la antigua mitología egipcia en historia real. De hecho, él ya había
identificado algunas curiosas semejanzas entre determinada toponimia marroquí y
algunos términos que aparecían en el Libro de los Muertos. Pero una vez
en aquel país, los hallazgos y las oportunas conexiones cognitivas se dispararon
para acabar creando un escenario del todo revolucionario para la egiptología.
Así, Slosman empezó a reconstruir los orígenes de los antiguos dioses egipcios,
que en realidad no habrían sido más que los supervivientes de un continente
perdido, situado a Occidente, según citaban los propios textos sagrados
egipcios.
En lo que sería la investigación
propiamente geológica, geográfica y arqueológica, Slosman identificó en
Marruecos trazas de fuertes alteraciones geológicas, incluido un posible vuelco
del eje terrestre, con el consiguiente desplazamiento de los polos, lo que
vendría a corroborar una hipótesis catastrofista. Asimismo, dio con un lugar
llamado Tamanar (al norte de Agadir) que podría ser la mítica Tierra de
Poniente egipcia denominada en lenguaje jeroglífico Ta Mana. Además,
según le explicaron los ancianos beréberes de la región, ellos
descendían de los supervivientes de un continente hundido y que luego se
quedaron allí por la riqueza agrícola y minera de la zona. Asimismo, y
por mediación de unos geólogos alemanes, localizó un enclave al sur del país
que se podría relacionar con el Ta Uz (o Tierra de Osiris),
prácticamente en la frontera con Argelia, en pleno desierto del Sahara. Y entre
medio de estos dos referentes, Slosman fue hallando restos de una inconfundible
intervención humana –tremendamente antigua– en el territorio, en forma de
pinturas rupestres, explotaciones mineras, enormes pozos, tumbas “de gigantes”,
etc. Y con este escenario supuso que el norte de África occidental había sido
una colonia atlante y que los supervivientes del cataclismo se habían ido
desplazando de poniente a oriente a lo largo de los siglos.
Texto del Libro de los Muertos |
Con esta base sobre el terreno, a Slosman sólo le faltaba
relacionar las pruebas físicas con la antigua cosmovisión egipcia. De este
modo, fue atando cabos y componiendo una especie de historia de los últimos
tiempos de la Atlántida –incluido su terrible final– a partir de la mitología y
la religión del antiguo Egipto, así como de los textos funerarios del Libro
de los Muertos y muy especialmente de los textos del templo de Hathor en
Dendera. En resumen, la visión de Slosman –siempre fundada en su particular
interpretación filológica de los jeroglíficos–
nos presenta un mundo desaparecido hace muchos miles de años y que fue
tomado como mera mitología por los historiadores occidentales. Lo que voy a
exponer seguidamente es un breve compendio de dicha visión.
Según Slosman, hace decenas de
miles de años existía un gran continente atlántico llamado en los textos
egipcios Ahâ-Men-Ptah, que significa literalmente “Primogénito-Durmiente-de-Dios”
o “Primer Corazón de Ptah”, si bien dicho nombre sería luego
simplificado en el Libro de los Muertos como El Amenta. Además,
este nombre nos revela la identidad de la divinidad primigenia, Ptah, y sería
el origen de la propia palabra “faraón”, que sería una derivación fonética
griega de la expresión Phtah-Ahan (luego Per-Ahâ) o “Hijo de Dios”. Asimismo, la palabra griega Aegyptos
(Egipto) se basaba en la expresión original Ath-Kâ-Ptah (“segundo corazón de Dios”),
dando a entender que era la segunda tierra divina, posterior a la primera[2].
Pues bien, este continente, que
gozaba de un clima templado y de una rica vegetación y fauna, albergaba una
avanzada civilización que observaba con detalle el firmamento. Así, después de
sufrir un primer hundimiento parcial –en el 21.312 a. C.– a causa de fuertes
erupciones volcánicas, los sabios intensificaron el estudio de los astros a fin
de poder predecir cataclismos cósmicos, que estarían regidos por ciertas
conjunciones basadas en el ciclo precesional. De este modo, llegaron a calcular
cuándo iba a producirse el siguiente desastre, tal vez definitivo.
Concretamente, hacia el año 10.000 a. C. el sumo sacerdote An-Nu anunció que
–de acuerdo con las exactas combinaciones matemáticas celestiales– en un par de
siglos se produciría una catástrofe de enormes proporciones que acabaría con Ahâ-Men-Ptah, lo que obligaba ya a preparar un éxodo masivo.
Representación del dios Osiris |
Slosman, a partir de sus observaciones en el Zodíaco de Dendera, sitúa dicho evento en una fecha exacta, el 27 de julio de 9.792
antes de Cristo, que no es muy distante de la que sugirió Platón en sus famosos
diálogos, hacia el 9.600 a. C. El matemático francés coincide también con
Platón en la descripción de una destrucción súbita y terrorífica, de la cual
sólo pudieron escapar unos pocos supervivientes en unos barcos prácticamente
insumergibles llamados mandjit, que fueron a parar a las costas
africanas, a la ya citada Tamanar (Ta Mana), que hace 11.000 años habría
estado junto al mar (actualmente está a unos 10 kilómetros).
Luego, durante largo tiempo los herederos del
pueblo “atlante” permanecieron en el occidente africano esperando el momento
propicio, determinado por el pontífice Ptah-Her-Anepu (hijo
de Anepu o Anubis), para emigrar hacia el este, la “Marcha hacia la Luz”. Y por fin, los seguidores
de Horus se encaminaron hacia oriente donde acabaron por establecerse en lo
que hoy conocemos como Egipto en un viaje que duró dos mil años. No obstante,
durante esta época habría seguido la inacabable guerra entre el clan de Seth y
el de Horus, que se habría prolongado hasta la invasión de Egipto en el siglo
VI a. C. por los persas. Y el recuerdo de esta historia milenaria se habría
trasmitido al antiguo Egipto gracias a los textos sagrados, escritos en la
lengua original a través de los signos jeroglíficos.
I. Donnelly |
Si empezamos por este último
punto, es bien cierto que muchos autores han puesto de manifiesto que la
religión egipcia es probablemente la madre de las grandes religiones
posteriores como el judaísmo y el cristianismo (y en última instancia el
islamismo), dadas las evidentes similitudes en las creencias, los símbolos, los
personajes, los relatos, los rituales, etc. Además, según afirma Slosman, está
el evidente caso del faraón hereje Akhenatón, que no habría hecho más que
intentar recuperar el monoteísmo original de Ptah a través del culto a Atón,
superando un falso politeísmo debido a una interpretación sesgada de las
antiguas mitologías, que confundían a los personajes atlantes con dioses[3].
Por otro lado, la conocida relación de faraones divinos o semidivinos
anteriores a las dinastías “históricas” citada por Manetón y otras fuentes
encajaría con un escenario hipotético de supervivientes atlantes reconvertidos
en divinidades.
Escritura jeroglífica egipcia |
Para Albert Slosman, en los
jeroglíficos se podía hallar la antigua lengua primigenia, la que transmitía la
tradición sagrada, y que no tenía que ver con la lengua hablada, plasmada en la
escritura demótica. Esta lengua original expresada en los jeroglíficos, de
hecho, no varió en lo más mínimo a lo largo de miles de años de existencia, a
diferencia de la lengua hablada, que fue evolucionando a lo largo de los siglos
hasta perderse casi por completo[4].
Finalmente, en el ámbito arqueológico tenemos dos frentes: por un lado, los restos hallados en el norte de África y por otro, los ubicados en el propio Egipto. En lo referente al norte de África, ya se han formulado audaces propuestas de una conexión Canarias-norte de África-Egipto basadas principalmente en coincidencias filológicas y antropológicas. Asimismo, se conocen desde hace tiempo diversas huellas de culturas muy arcaicas que podrían estar relacionadas con el antiguo Egipto, como algunos autores modernos han sugerido (muy especialmente Robert Bauval), indicando que allí hubo una especie de pre-civilización que se fue desplazando hacia el este y acabó por asentarse en el valle del Nilo. Veamos qué dice Bauval al respecto:
Finalmente, en el ámbito arqueológico tenemos dos frentes: por un lado, los restos hallados en el norte de África y por otro, los ubicados en el propio Egipto. En lo referente al norte de África, ya se han formulado audaces propuestas de una conexión Canarias-norte de África-Egipto basadas principalmente en coincidencias filológicas y antropológicas. Asimismo, se conocen desde hace tiempo diversas huellas de culturas muy arcaicas que podrían estar relacionadas con el antiguo Egipto, como algunos autores modernos han sugerido (muy especialmente Robert Bauval), indicando que allí hubo una especie de pre-civilización que se fue desplazando hacia el este y acabó por asentarse en el valle del Nilo. Veamos qué dice Bauval al respecto:
“Existe una reconsideración de lo que pueden ser los orígenes de lo que consideramos civilización, pues se ha generado una cierta frontera psicológica entre la fase del Antiguo Egipto histórico y la fase del Antiguo Egipto prehistórico, que los egiptólogos han establecido con un límite temporal alrededor del año 3.100 a. C. Todo lo que se encuentra antes de esta fecha queda fuera de la fase del período histórico del Antiguo Egipto. Esta barrera psicológica es un problema, un lugar donde la arqueología se ha encallado. Yo no veo una prehistoria del Antiguo Egipto y una historia del Antiguo Egipto; más bien veo una gran cadena evolutiva, que probablemente empezó alrededor del 15.000 a. C. aproximadamente, lo que marcaría el origen de la civilización humana. Yo estoy convencido de que tal origen tuvo lugar en la zona subsahariana. Se trataría de una cultura antigua que dejó sus huellas en forma de pinturas rupestres, observaciones astronómicas, domesticación de ganado (mucho antes de la domesticación asiática), etc. Todo esto indica que existió una cultura prehistórica –a la cual llamaríamos civilizada o avanzada– en una etapa en que las condiciones climáticas del Sahara eran diferentes; esto es, cuando esta región era fértil y habitable, con lagos, fauna y vegetación. Creo que ese es el encuadre que hay que darle, y la gran pregunta aquí sería: ¿De dónde provenía esa gente, esa cultura?”[5]
Y si nos trasladamos a Egipto, tenemos obviamente el
famoso Zodiaco del templo de Dendera, grabado en una enorme losa de unas 60
toneladas, que ya fue estudiado por la expedición napoleónica de finales del
siglo XVIII y que reveló que los antiguos egipcios poseían altos conocimientos
astrológicos y astronómicos. Pero sin duda lo más polémico es que el astrónomo
francés C. F. Dupuis afirmó que el relieve describía la configuración del
firmamento no en la era ptolemaica sino hace unos 12.000 años, con el Sol en la
constelación de Leo, si bien es cierto que han habido otras interpretaciones y
dataciones. Además, rodeando el Zodiaco se hallaron unos signos jeroglíficos
con varias líneas de zigzag, que indicarían una ingente cantidad de agua[6].
Por otra parte, está el tema de
los barcos atlantes, las naves muy marineras de altas proas llamadas mandjit,
según lo narrado por Slosman. Lo cierto es que ya desde época predinástica
(Nagada) se encuentran numerosas referencias a estas naves, en forma de
pinturas sobre tumbas o sobre piezas de cerámica, que describirían el éxodo de
los atlantes tras el cataclismo. Pero no sólo se trata de imágenes, pues
también tenemos objetos reales en forma de grandes barcos de madera enterrados
en varias localizaciones funerarias, destacando por ejemplo el que se halló
junto a la pirámide de Khufu[7]
el siglo pasado, y que coincide aproximadamente con lo que se puede ver en las
pinturas arcaicas. Asimismo, es muy destacable el descubrimiento de nada menos
que una flota de doce barcos de entre
19 y 29 metros de eslora en el gran complejo funerario del faraón de la segunda
dinastía Khasekhemwy (o Jasejemuy), datado hacia el 2.675 a. C., justo antes
del inicio del Imperio Antiguo.
Barco "funerario" de Khufu |
En estos casos, los egiptólogos han interpretado los hallazgos
como barcas solares o funerarias, en las cuales el faraón fallecido viajaba
ritualmente al reino del Más Allá a través de los cielos. No obstante, en unos
pocos casos aislados han quedado pruebas de que algunos barcos se desplazaron
realmente por las aguas, lo que les daría un sentido más funcional y práctico,
posiblemente para transportar el cadáver del faraón. De todos modos, la
egiptología sigue sin tener demasiado claro el origen histórico y el propósito
de estos barcos, que se han datado desde el 3.100 a. C. (el inicio mismo de la
civilización egipcia) hasta el 1.800 a. C. aproximadamente. ¿Se trataría todo
esto de un recuerdo de los barcos mandjit? Tan sólo podemos especular.
Concluyendo, el escenario
propuesto por Albert Slosman es un avance con relación a otras propuestas
anteriores que se podrían remontar a Donnelly, pero todavía permanece bajo esa
gran incógnita que podríamos llamar “la realidad histórica de la Atlántida”,
que a día de hoy sigue siendo un puzzle de cientos de piezas que nadie ha
sabido encajar, aunque para la arqueología ortodoxa dichas piezas han sido
tergiversadas y no conducen de ningún modo a la Atlántida. Pero el mérito de
Slosman está ahí: dejó de ver la mitología como una serie de relatos
supersticiosos y empezó a comparar fragmentos de arqueología con fragmentos de
mitología para ver si realmente podían casar. Sea como fuere, tendremos que
esperar a que nuevas investigaciones y enfoques sin prejuicios acaben de
confirmar lo que Slosman apenas pudo esbozar.
© Xavier Bartlett 2017
Fuente principal: Régulo
Rodríguez, M. Albert Slosman y los remotos orígenes de Egipto, del sitio
web Historia Antiqua.
Fuente imágenes: Wikimedia Commons / archivo del autor
[1] Hay que
tener en cuenta que, aunque el templo visible hoy en día es de época
ptolemaica, era una reconstrucción de un edificio mucho más antiguo,
posiblemente reformado o reconstruido en varias ocasiones. De hecho, en un papiro
de la época de Khufu (Keops), el faraón ordena la reconstrucción por tercera
vez del templo de la Dama del Cielo en Dendera.
[2] De todos
modos, los egipcios de la Antigüedad conocían su país como Kem o Kemit,
que significa “tierra negra”.
[3] Esto ya fue
sugerido por el propio Ignatius Donnelly: que los dioses de las antiguas
civilizaciones en todo el mundo antiguo no eran más que el recuerdo
distorsionado de los reyes y héroes de la Atlántida.
[4] Sólo el
idioma copto, empleado exclusivamente como lengua ritual, pervivió como el
último vestigio –aunque muy modificado– de la lengua hablada en el antiguo
Egipto.
[5] Extracto de
la entrevista concedida por R. Bauval a la revista Dogmacero, n.º 2
(2013)
[6] En Egipto,
el agua se representaba con una línea de zigzag, y en plural (“aguas”) con dos,
mientras que la crecida del Nilo se mostraba con tres líneas. En el Zodíaco de
Dendera se pudieron apreciar hasta ocho líneas, lo que sería una enorme
inundación o catástrofe marina.
[7] Se trataba
de una nave de madera de cedro desmontada en más de 1.000 piezas y que una vez
reconstruida daba una eslora de 43,4 metros y una manga de 5,6 metros.
12 comentarios:
Muchas gracias por su blog, y en particular por esta entrada tan sugerente. Hay muchas cuestiones que suscita la hipótesis del origen atlante del antiguo Egipto, una que se me ocurre es, si era una civilización avanzada, que presumiblemente construyó las pirámides, ¿no tendría una tecnología superior a todos los pueblos del mundo antiguo, y en particular armas más avanzadas? Me extraña que siendo más avanzados no conquistaran fácilmente el mundo antiguo.
Un cordial saludo.
Gracias Chema por el comentario
Las supuestas capacidades de los atlantes han sido objeto de debate durante décadas, y según unos autores (de la línea Cayce) sí tenían una tecnología fantástica, basada en cristales, superior a la actual. En cambio, para otros autores (de la línea Diez-Montexano) la Atlántida, tal como la describe Platón, era una sociedad de la Edad de los Metales.
En cuanto a las armas avanzadas, esto es mera especulación, si bien hay relatos en el mundo antiguo que hablan de armas terribles "de destrucción masiva", aunque para el mundo académico todo es pura mitología. Lo que parece claro es que el Antiguo Egipto dinástico se desarrolló en la Edad de los Metales, según nos confirma el registro arqueológico.
Otra cosa sería plantear que hubo una civilización anterior que sí tenía mayores capacidades, y que fue la artífice de muchos grandes logros que luego se han atribuido a la época dinástica; este es uno de los grandes debates de la arqueología alternativa que aún está por cerrar.
Saludos,
X.
Si no hay pruebas que confirmen la versión oficial se inventan y si las hay que
corroboren alguna versión alternativa, se ignoran o se ocultan.
Habría que cuestionarse hasta que punto la historia que se considera mitológica, proviene de hechos reales y de que modo tendría que alterarse la versión oficial para que sea fiel a la realidad, no a dogmas desfasados.
Naturalmente, no conocía a este señor ni sabía de sus estudios.
Un saludo.
Gracias piedra
Bueno, has dado en el clavo de una de las motivaciones principales de la arqueología alternativa: intentar demostrar que las antiguas mitologías no son "cuentos" sino que contienen el recuerdo de una realidad muy remota que fue distorsionada por el paso del tiempo. Este fue el objetivo de Slosman y de tantos otros. Y desde luego es una labor complicada por la escasez de pruebas y lo "interpretable" de éstas, pero veo ahí un sincero afán científico (por lo menos en Slosman era muy claro), aunque siempre está el riesgo de equivocarse y de ir más allá de lo que se puede demostrar.
De todos modos, eso es mucho mejor que la cerrazón académica, que no se siente nada cómoda con la mitología, a la que aparca en el campo de las creencias. Esa pasión desmesurada por los objetos y por medir y pesar todo no puede ser nunca una finalidad en sí misma. Y su tan querido evolucionismo podría no ser más que otro mito... sin base alguna.
saludos,
X.
Podría casar Slosman con Juan Parellada de Cardellac y su libro: el origen de los vascos? Donde explica su teoría de que todas las civilizaciones mediterraneas tienen lugar en la peninsula iberica y el norte de Africa. Buen artículo, gracias.
Hace poco leí una teoría que decía que los actuales bereberes del norte de África y los extintos guanches de Canarias, desdienden de una población de cro-mañones que se estableció por la zona.
Podría encajar bastante bien en esta historia.
Amigo Ismael, gracias por el comentario
No conozco el libro que mencionas, lamentablemente, aunque sí la teoría de vincular a los vascos con la Atlántida; esto ya lo había sugerido Juan G. Atienza. Otra cosa es defender lo que citas luego y sé de alguna gente en esa línea como Ribero-Meneses, algunos "vasquistas", etc. Francamente no pienso que los tiros vayan por ahí, según las actuales evidencias arqueológicas, y recordemos que la Atlántida sigue más en el campo del mito que en el de la realidad, por mucho que nos pese.
Saludos
X.
Amigo Cobalt,
Sí, en efecto, la teoría de esos Cro-magnon de gran altura en Canarias (lo que cuadra con la cultura guanche y ciertos "gigantes")y el norte de áfrica ya hace tiempo que existe, y supone un vínculo entre las islas (¿restos de la Atlántida?) con África, lo que de alguna manera conecta con el escenario de Slosman. Y tengo un artículo de Díaz-Montexano en que habla directamente de esa conexión y su relación, al menos filológica, con Egipto a través del tetragramatón de la Gran Pirámide (los cuatro signos escritos sobre la entrada original). Creo que es un terreno por explorar y que podría reforzar todo lo que expuso Slosman.
Saludos,
X.
Es un libro muy dificil de conseguir y absolutamente documentado en antiquísimos historiadores.Si te acercas por Vitoria-Gasteiz te lo regalo sin ningun compromiso.ismarinfante62@gmail.com
Apreciado Ismael
Muchas gracias por tu ofrecimiento aunque de momento no tengo a la vista desplazarme a Euskadi, si bien tengo muy buenos recuerdos de mis viajes a Bilbao por motivos de trabajo. Pero en fin, aunque sea indirectamente vía internet, trataré de informarme sobre el autor y el libro que me citabas.
Saludos,
X.
He estado leyendo en el grupo Atlantología de Facebook sobre Slosman y Amenta, y me llama mucho la atención que Amenta fuese destruida más o menos en la misma época en la cual Montexanos dice que se fundó la Atlántida, hacia el 9000 AC.
¿Podría ser que tras la destrucción de Amenta, los supervivientes se dispersaran hacia varios lugares, unos hacia el actual Marruecos tal y como sugiere Slosman, otros hacía América, y otros hacia alguna isla que sobreviviera al cataclismo, más al norte, cerca de Gibraltar, y allí esos supervivientes fundasen la Atlántida?
La cronología coincide, por lo que Amenta no sería la Atlántida, sino que esta última fue una de las sucesoras de Amenta tras la destrucción de ésta.
¿Cómo lo véis?
Hola Cobalt
Bueno, lo que hizo Slosman precisamente fue conectar la antigua mitología egipcia con la Atlántida, con lo cual los paralelismos son evidentes (y no se olvide que el relato platónico procede indirectamente de Egipto). Esa dispersión de supervivientes hacia ambos lados del océano ya fue citada en tiempos de Donnelly y ha sido repetida por casi todos los autores posteriores. En cuanto a las cronologías, otros autores hablan de destrucciones parciales de la Atlántida y de una final y definitiva, la que pudo ocurrir entre el 10000 a. C. y el 9000 a. C. siguiendo a Platón. De todos modos, nos seguimos moviendo en la mera especulación y en hipótesis no probadas con hechos, con todos mis respetos para Montexanos y todos los atlantólogos.
Saludos,
X.
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