jueves, 19 de enero de 2017

Edgar Cayce o la arqueología psíquica


Introducción


Al estudiar los diversos enfoques de la arqueología alternativa, podemos ver que detrás de ellos existen múltiples fuentes de información o de inspiración, como los estudios heterodoxos de la historia, la mitología, el creacionismo, la arqueoastronomía, la ufología, los ooparts, el esoterismo, etc. Y entre esta diversidad es de destacar la presencia de una fuente bastante insólita, que no es otra que el mundo de la parapsicología. Así, dentro de este ámbito, podemos encontrar experiencias diversas de supuesto contacto con el pasado a través de la xenoglosia[1], las visiones fugaces o apariciones, las intuiciones,  las psicofonías, el espiritismo, etc. Pero sin duda el mayor exponente de este fenómeno es el caso de las personas con ciertos poderes psíquicos que son capaces de conectar –generalmente en estado de trance– con unas entidades o inteligencias eternas que carecen de soporte físico en este mundo.

Y como muestra muy notable de esta tendencia heterodoxa, que podríamos denominar arqueología psíquica, me permitiré hacer una breve reseña de lo que aportó a este campo el famoso vidente norteamericano Edgar Cayce, también llamado “el profeta durmiente”, un reconocido personaje que ha sido seguido y citado por bastantes autores alternativos desde mediados del siglo XX hasta nuestros días.

Las capacidades paranormales de Edgar Cayce


Edgar Cayce
Edgar Cayce nació en 1877 en Hopkinsville, Kentucky (EE UU), en un ambiente rural. Sus primeros años de vida no fueron especialmente destacados, pero según su biografía oficial un ángel se le apareció en 1890 y desde ese momento pudo memorizar libros sólo durmiendo sobre ellos[2]. Pero el evento que cambió su vida se produjo en 1900, cuando contrajo un fuerte resfriado que casi le hizo la perder la voz (apenas podía susurrar). Tras pasar por la consulta de varios especialistas que fueron incapaces de resolver su problema, en 1901 Cayce acudió a un hipnotizador, y fue precisamente durante el estado de hipnosis inducido en el que el propio Cayce reveló el método para su curación. A partir de este punto, adquirió la facultad de entrar en trance o “dormir” a voluntad y empezar a hablar de diversos asuntos que él en principio desconocía en estado consciente, ya que era una persona de cultura limitada.

De alguna manera, se suponía que Cayce, una vez dormido, entraba en contacto con un tipo de inteligencia o saber cósmico[3] a través del cual tenía acceso a conocimientos del pasado, del presente y del futuro, de tal modo que muchas de sus revelaciones eran en realidad profecías o bien una especie de prospecciones en un remotísimo pasado. Cayce pronunció en trance miles de discursos –concretamente 14.306– a preguntas de sus interlocutores, que fueron recogidos en forma de “lecturas”, y que versaban sobre cuestiones paranormales, filosófico-metafísicas, científicas (orientadas a la sanación), o histórico-arqueológicas[4]. Sobre las profecías en particular, se puede decir que acertó en bastantes, por ejemplo el crash bursátil del 29 o la Segunda Guerra Mundial, pero también falló en otras tantas, mientras que algunas han quedado por comprobar en un futuro próximo[5]. Cayce falleció en 1945 y su legado se ha trasmitido a través de la organización sin ánimo de lucro Association for Research and Enlightment (A.R.E., “Asociación para la Investigación y la Iluminación”), que él mismo fundó en 1931, y que sigue plenamente activa en la actualidad.

La historia vista desde la experiencia psíquica


Recreación artística de la Atlántida
En lo que aquí nos atañe, cabe destacar que Cayce habló en varias ocasiones sobre el pasado más distante, y no sólo se refirió al pasado conocido (el Antiguo Egipto, por ejemplo) sino también a un ignoto pasado mítico encarnado por civilizaciones desaparecidas como la Atlántida o Mu. Sin embargo, este no fue un interés principal de Cayce; de hecho, no fue hasta 1922 en que empezó a dictar experiencias o recuerdos relacionados con la Atlántida u otras civilizaciones perdidas. Seguidamente repasaremos lo que dijo sobre diversas materias de alcance histórico-arqueológico y hasta qué punto pudo “acertar” o aportar conocimientos fiables a los estudios convencionales.

Historia de América


Cayce tocó el tema de la historia de América (más bien centrada en Norteamérica) en 68 lecturas, de las cuales cerca de la mitad han sido corroboradas a posteriori con datos científicos. Básicamente, lo que Cayce dijo es que la población de América no tenía un solo origen (asiático) sino que habían existido aportaciones procedentes tanto del este como del oeste, y desde tiempos muy remotos. En concreto, afirmó que hacia el 28.000 a. C. llegaron al continente gentes venidas de China, del Pacífico y de ¡la Atlántida! Además, especificó que la última migración tuvo lugar poco antes del 10.000 a. C. y que se trató de refugiados atlantes.

Estos datos podrían parecer muy especulativos (por decir algo), pero lo cierto es que los estudios genéticos más recientes de las poblaciones indígenas americanas –aparte de confirmar la migración siberiana– muestran rastros de diversos haplogrupos de ADN mitocondrial originarios de localizaciones lejanas[6], y de un tiempo muy anterior a la llegada “oficial” de los europeos y de otros pueblos al continente.

Los papiros del Mar Muerto


Rollos del Mar Muerto
Este fue un tema secundario en la obra de Cayce, pero vale la pena remarcar que en poco más de un centenar de lecturas mencionó, once años antes del descubrimiento de los famosos rollos del Mar Muerto, la existencia de la secta de los esenios, un grupo religioso muy poco conocido hasta ese momento. Lo cierto es que Cayce facilitó bastante información sobre esta comunidad y su forma de vida, que luego fue contrastada con el material encontrado en el yacimiento de Qumram.


Antiguo Egipto


Cayce dijo haber soñado –o conectado– con el Antiguo Egipto en muchas ocasiones (más de mil), en escenas que habría experimentado con identidades de personajes del pasado, como por ejemplo el sumo sacerdote Ra-Ta. Estas experiencias revelaron en particular que el periodo álgido de esta civilización no habría sido la conocida época faraónica, sino mucho antes, hacia el 10.000 a. C. Esa habría sido una era caracterizada por una avanzada tecnología y una rica cultura, pero sobre todo por una marcada comprensión espiritual. Y entre otras cosas, afirmó que “presenció” la dedicación de la Gran Pirámide, que no habría sido erigida en el Imperio Antiguo (hacia el 2500 a. C.), sino mucho antes: entre 10490 a. C. y 10390 a. C., en los tiempos de un desconocido rey llamado Arart. Por otro lado, Cayce vinculó el Antiguo Egipto al legado de la Atlántida, como luego veremos.

Pero más allá de estas oscuras visiones, cabe señalar que Cayce fue sorprendentemente preciso al describir el antiguo paisaje que circundaba al río Nilo, afirmando que había cambiado su curso a lo largo de los milenios, que una vez había desembocado en el Atlántico y que el Sahara había sido un territorio fértil y frondoso. Todo esto pudo ser contrastado y validado años después (en los 80 y 90) por los estudios de la NASA mediante satélite.

La Atlántida


Como ya se ha comentado, desde 1922 Cayce empezó a referirse a la Atlántida, y ofreció extensa información sobre su devenir pero especialmente sobre su trágico final, y todo ello sin haber leído previamente nada sobre el tema, particularmente los famosos diálogos de Platón, si bien algunos contenidos de sus lecturas recuerdan algo al relato platónico y especialmente al discurso teosófico de Madame Blavatsky.

Cayce situó la Atlántida en medio del Atlántico, y al parecer habría sido en origen una masa continental, luego disgregada en varias islas. Respecto al mito de su destrucción, Cayce apuntó que habría sufrido más de un cataclismo; concretamente al menos tres. En el primero, acaecido hacia el 15600 a. C., el continente ya se habría partido en tres grandes islas llamadas Poseidia, Og y Aryan. La última y definitiva catástrofe, la recordada por los mitos, habría sucedido hacia el 10000 a. C., una fecha no muy lejana de la cronología tradicional basada en Platón, que ronda el 9500 a. C. Además, Cayce comentó la existencia de otra gran civilización perdida, un continente que se hundió en el Pacífico y al cual se refirió con distintas denominaciones: Lemuria, Mu, Zu, y Oz.

¿La Sala de los Archivos atlante bajo la Gran Esfinge?
En cuanto a las características de la Atlántida, Cayce dijo que era un mundo mucho más avanzado que el nuestro en muchos aspectos y que destacaba por su fabulosa tecnología de cristales[7]. Lamentablemente, esta civilización se perdió en la última gran catástrofe y los supervivientes tuvieron que refugiarse en otras tierras, dando origen a las grandes civilizaciones antiguas, como el propio Egipto[8]. En este punto, Cayce fue muy riguroso y declaró que el legado histórico, cultural y científico de la Atlántida se había guardado y enterrado en una cierta Sala de los Archivos, localizada bajo la Esfinge de Guiza, y que dicha estancia sería descubierta a finales del siglo XX. Asimismo, predijo con rotundidad que los primeros restos físicos de la Atlántida (de la isla Poseidia) saldrían a la luz entre 1968 y 1969 cerca de la costa de Florida.

Este último dato resulta muy significativo pues en 1968 se hallaron bajo las aguas de las islas Bimini (en el Caribe) unas estructuras en piedra que por su tallado y disposición parecían artificiales, formando una especie de avenida o camino (“Bimini Road”). Para el mundo académico, empero, estos restos son sólo resultado de la erosión natural. De todos modos, en los últimos tiempos los investigadores de la A.R.E. han señalado que existen otros sospechosos restos submarinos en el Caribe, como en la isla de Andros (del archipiélago de las Bahamas) o cerca de la costa de Cuba.

A su vez, a día de hoy no se ha localizado en Egipto la famosa Sala de los Archivos, si bien la exploración mediante georadar llevada a cabo en los años 90 por los geólogos Schoch y Dobecki mostró ciertas anomalías debajo de las patas de la Esfinge de Guiza que, dada su regularidad, podrían relacionarse con la hipotética Sala. De hecho, es bien sabido que bajo la meseta de Guiza se han identificado numerosas cavidades y túneles, la mayoría naturales, pero otros de origen artificial.

Análisis y conclusiones


Es muy complicado juzgar la validez de la vía parapsicológica en los estudios históricos o arqueológicos. Para la ciencia oficial, esta vía carece de la más mínima credibilidad o fiabilidad, de tal manera que los supuestos contactos paranormales con el pasado suelen ser considerados un burdo fraude. Esta reacción no nos debería extrañar, pues encaja bien con el profundo escepticismo, por no decir desprecio, hacia la parapsicología por parte del estamento académico. Así, este tipo de experiencias paranormales, salvo contadas excepciones, queda fuera de la teoría y la metodología empírica del presente paradigma, que se ve incapaz de contrastar lo que va más allá de la observación material y objetiva de los fenómenos. No obstante, aun queriendo ser abiertos y generosos con estos episodios paranormales, resulta difícil darles un voto de confianza por cuanto presentan muchas más incógnitas y dudas que certezas.

En el caso concreto de la vasta obra dejada por Cayce a través de sus lecturas, nos encontramos con el evidente problema de que –aparte de unos datos concretos o ligados a realidades comprobadas a posteriori– la mayoría de las revelaciones “históricas” se enmarcan en un mundo mítico, etéreo o difuso que hoy por hoy no tiene respaldo documental ni arqueológico. Además, la obra de Cayce, en general, respira un aire de filantropía[9], espiritualidad o trascendencia, y en este sentido sus lecturas sobre temas históricos se ceñían bastante a esta línea, mucho más próxima a una visión alternativa o heterodoxa que a una convencional. Sea como fuere, no deja de resultar curioso que de repente, a una edad avanzada, empezase a hablar de la Atlántida y similares, cuando hasta ese momento había tocado temas relativamente alejados de esta materia, sin que sepamos muy bien las motivaciones de este giro (¿el interés de ciertas personas?).

Pero… ¿de dónde provenían esos mensajes? ¿Hasta qué punto es creíble esa conexión con otras inteligencias? Estamos ante una situación muy semejante a la de los llamados contactados o canalizadores, cuya credibilidad ha sido puesta más de una vez en duda, en algunos casos por ser meros farsantes y en otros por ser víctimas de simples sugestiones o de enfermedades mentales. Según parece, Edgar Cayce carecía realmente de sólidos conocimientos sobre temas históricos, mitológicos o arqueológicos, dado que su formación había sido bastante elemental, y en consecuencia, no podía haber engaño acerca de su escaso bagaje en este campo[10].

Sólo como hipótesis, podríamos preguntarnos si alguien de su entorno, de algún modo, pudo “colocar” esos conocimientos en algún lugar recóndito de su mente o bien influir en su subconsciente para “hacerle decir” determinadas cosas. Porque lo que está claro es que su discurso contenía elementos ya conocidos –e incluso populares– en aquellos tiempos, como el ocultismo, el Antiguo Egipto o la Atlántida, sobre todo a partir del discurso alternativo teosófico, todavía muy en boga a inicios del siglo XX. Y naturalmente nos quedaría el planteamiento de que tales conexiones con una especie de base de datos cósmica fueran reales, aunque otra cosa sería determinar hasta qué punto serían fiables o comprobables (¿podría mentir o fantasear la fuente de tal base de datos?). Por otro lado, esta vía nos llevaría a fascinantes especulaciones como la posibilidad de que tanto el pasado como el futuro fuesen flexibles y contuviesen muchos caminos por explorar, haciendo que tanto “lo verdadero” como “lo falso” deviniesen términos más bien relativos.

En cualquier caso, es muy llamativa su profética visión de ciertos detalles como el supuesto redescubrimiento de la Atlántida en 1968 (coincidiendo con el hallazgo de Bimini)[11] o el cauce del Nilo prehistórico, aparte de la incógnita de la escurridiza Sala de los Archivos, cuya existencia sigue siendo una quimera... en tanto no se den permisos para excavar debajo de la Gran Esfinge.

© Xavier Bartlett 2017

Fuente imágenes: Wikimedia Commons


[1] Capacidad de hablar en una lengua extraña (y desconocida) para el individuo.
[2] Para los escépticos, empero, este dato no es más que una leyenda sin ninguna credibilidad.
[3] Algunas personas denominan a estas fuentes de conocimiento universal registros akáshicos, sólo accesibles en determinados estados de trance o profunda meditación.
[4] Normalmente, era su mujer Gertrude la que conducía las sesiones, pero ocasionalmente participaban personas de diverso origen que formulaban preguntas concretas. Las palabras de Cayce eran recogidas por una taquígrafa y luego redactadas como “lecturas”.
[5] Entre lo más destacado, dijo que pasado el año 2000, en la Era de Acuario, tendría lugar un periodo de terribles catástrofes, tras el cual Jesucristo volvería a nuestro mundo y el hombre retornaría a una era de armonía con la Naturaleza y con Dios. También insinuó una posible Tercera Guerra Mundial desatada a partir de los conflictos de Oriente Medio.
[6] En particular, uno llamado “X”, procedente de Europa del Este y Oriente Medio. También se identificó el haplogrupo B, típico de China, Japón, Sudeste asiático, Polinesia y Melanesia.
[7] Sobre esta tecnología, Cayce profetizó que los EE UU redescubrirían en 1958 un cierto “rayo de la muerte” usado por los atlantes.
[8] Esta idea ya había sido lanzada a finales del siglo XIX por Ignatius Donnelly y ha sido seguida, con más o menos matices, por muchos autores actuales.
[9] De hecho, Cayce ofreció muchísimas sesiones de trance para ayudar a la curación de enfermos, si bien sus resultados han sido puestos en duda por los profesionales ortodoxos de la medicina.
[10] A este respecto, cabe apuntar que sus seguidores admiten que Cayce tenía un buen conocimiento del ámbito religioso, en particular de temas bíblicos. No obstante, los críticos van más allá y consideran que Cayce había leído y estudiado muchos otros temas (sobre todo de salud y medicina) y que en realidad no era tan iletrado como desde la A.R.E. se quiere hacer creer.
[11] Naturalmente, tal hallazgo tiene que superar dos fuertes obstáculos: primero, demostrar que se trata de una estructura artificial; y segundo, que pueda relacionarse de forma fiable con el mito de la Atlántida.

lunes, 9 de enero de 2017

"Ooparts" de alta tecnología


Introducción


En el siempre complejo y variopinto mundo de los ooparts[1], existen ciertos artefactos  que podríamos relacionar con una tecnología bastante avanzada, comparable a la actual o incluso de un nivel superior, y que se han asignado a contextos cronológicos imposibles, esto es, a épocas muy remotas en las cuales no había supuestamente el menor rastro de tecnología moderna.

Por desgracia, estas asombrosas noticias de objetos anómalos suelen ir acompañadas de bastante sensacionalismo pero de muy pocos datos fiables o contrastables, lo cual más bien dificulta la genuina investigación alternativa que trata de esclarecer los hechos y retar a la ortodoxia en arqueología. Lo cierto es que sobre este tipo de artefactos podemos emitir básicamente tres juicios:

1.     Que sean hallazgos verdaderos, pero que no constituyan en sí mismos una anomalía, porque tienen una explicación razonable dentro del actual paradigma, a la luz de la información disponible. Generalmente, se trata de simples confusiones o malas interpretaciones, en las cuales en principio no hay intención de engaño, pero sí prejuicios, sesgos o malas prácticas.

2.     Que los supuestos ooparts sean fruto de fraudes o manipulaciones, esto es, actuaciones con mala fe para confundir al público. En estos casos, los objetos no serían “auténticos”, o bien habrían sido introducidos en contextos anómalos de forma artificial.

3.     Que, con todos los datos disponibles y habiendo analizado rigurosamente el objeto y su contexto, no haya forma de darle una explicación coherente dentro del paradigma, lo cual apuntaría a la autenticidad del oopart. Sin embargo, en bastantes casos no es posible decantarse por una u otra opción, precisamente por no tener la suficiente cantidad o calidad de información, lo cual deja el artefacto en una especie de limbo científico, a la espera de obtener otros datos concluyentes.

A continuación presentaré unos pocos ejemplos de estos ooparts de “alta tecnología” que de algún modo podrían encajar en alguno de estos tres escenarios, para que los lectores se puedan hacer una idea de las controversias planteadas y extraigan su propia conclusión.

Artefacto de Coso


Radiografía del artefacto de Coso
El llamado “artefacto de Coso” fue encontrado en 1961, durante una prospección de minerales en los montes Coso (California, EE UU). Las tres personas que realizaron el hallazgo lo identificaron en principio como una geoda[2]. Al abrir ésta, pudieron observar en su interior un objeto con una envoltura de porcelana y un núcleo metálico. Al parecer, un geólogo consultado –cuya identidad quedó en el anonimato– afirmó que la geoda había experimentado un proceso de formación de unos 500.000 años. Más adelante, se realizaron diversas radiografías que mostraron más detalles del extraño objeto, que fue interpretado como un artefacto tecnológico antiquísimo, a la luz de la datación geológica.

Sin embargo, al conocerse y difundirse la peculiaridad del objeto, muchos escépticos rechazaron la idea de que fuese un artefacto de una época remotísima. En concreto, la investigación emprendida por los científicos Pierre Stromberg y Paul Heinrich rebajó muy notablemente la antigüedad del objeto. Tras analizar los datos disponibles y las radiografías,  determinaron que el artefacto en cuestión no era más que una bujía de los años 20 del siglo pasado, de la marca Champion para ser más precisos. La explicación dada se basaba en procesos naturales bien conocidos, que bien poco tendrían que ver con una geoda. Según estos investigadores, en aquella zona se habían llevado a cabo actividades mineras a inicios de siglo y es bien posible que allí quedase abandonada la bujía. Con el paso del tiempo, dicha bujía habría resultado fuertemente corroída y oxidada. Seguidamente, como ya se ha constatado en casos semejantes, se habrían formado sedimentos de óxido de hierro sobre la bujía en un proceso relativamente rápido, y a su vez estos sedimentos habrían envuelto el objeto sobre el suelo, junto con pequeños guijarros y algún fragmento metálico.

En resumen, todo indicaría que la bujía quedó atrapada en un bloque compacto, lo que pudo llevar a la confusión con una geoda. De hecho, una de las descubridoras del objeto aseguró que el aspecto original de la concreción le recodaba más bien a arcilla endurecida. Con este dictamen podríamos cerrar el caso como un simple fallo de interpretación, si bien hay que reseñar que apenas se pudieron realizar análisis directos sobre el objeto real, ya que desapareció en 1969 sin que nadie haya vuelto a saber nada de su paradero. Quizá esa fuera la mejor forma de correr un tupido velo sobre el asunto.

La piedra Petradox


Piedra Petradox con enchufe incorporado
Un caso similar al anterior, pero bastante más insólito, es el de la piedra “Petradox” o “Enigmalith”. Se trata de un hallazgo hecho en 1998 por un ingeniero eléctrico estadounidense llamado John J. Williams, que encontró en un lugar indeterminado de su país una extraña piedra que presentaba una insólita incrustación: una típica clavija de un enchufe eléctrico triple[3], con un diámetro de unos 0,8 centímetros.

Para empezar a ver sombras en el asunto, Williams nunca ha querido revelar dónde realizó el hallazgo, aunque asegura que se trataba de una zona rural y relativamente salvaje, lejos de centros urbanos, industrias, etc. Así, aduce que quiere mantener esta localización en secreto para evitar que el lugar sea asaltado por buscadores de rarezas. Todo esto no tiene mucho sentido, pues lo que hace Williams es tirar piedras contra su tejado (nunca mejor dicho), y dado que la pieza en cuestión es supuestamente auténtica y excepcional, lo lógico es que aportase el máximo de datos que avalasen su historia. Eso sí, Williams ha ofrecido la piedra a cualquier investigador que desee analizarla, pero siempre que sea en su presencia y sin abrirla bajo ninguna circunstancia.

Por la información disponible en Internet, sabemos que Williams ha hecho examinar el objeto por un geólogo y un ingeniero (anónimos, una vez más), que habrían corroborado que la piedra es granito y que el enchufe no ha sido pegado o soldado a la piedra de manera fraudulenta. Por otro lado, se dice que el interior de la roca ha sido explorado con rayos-X, mostrando que el supuesto mecanismo eléctrico se adentra en ella. En cuanto a las tres puntas del enchufe, no hay ningún dato acerca de su composición, lo cual resulta un poco desconcertante. Finalmente, Williams ofrece una datación geológica de la piedra, que se remontaría a unos 100.000 años, lo que daría el sello definitivo de oopart a este objeto. No obstante, mira por dónde, el granito más joven que conocemos tiene unos 800.000 años, lo cual ya dice bien poco del examen riguroso de la piedra.  

Pero lo que sin duda acaba por derrumbar esta historia es entrar directamente en la web de John J. Williams, leer sus explicaciones y sobre todo descubrir que Williams ha tasado la pieza en 500.000 dólares y que vende un CD con buenas fotos de la piedra a 19 dólares. Lamentablemente, todo apunta a que estamos ante un montaje más o menos espectacular (pero muy poco creíble) llevado a cabo por un ingeniero electrónico... ¡qué casualidad!

Nanotecnología en Siberia


Aspecto de una nanoespiral
En 1992 un equipo de geólogos rusos[4] que estaba realizando prospecciones junto al río Narada, en los Urales, extrajo una serie de muestras que contenían unos pequeñísimos objetos metálicos en unos estratos situados a cierta profundidad, entre 3 y 12 metros. En efecto, el examen de las muestras –realizado en los laboratorios del Instituto de Investigación Geológica de metales nobles de Moscú– detectó la presencia de unos minúsculos artefactos de entre 3 cm. y 0,003 mm, algunos de ellos imperceptibles para el ojo humano.

Los análisis mostraron que dichos objetos eran piezas metálicas bien diseñadas y que estaban compuestas de cobre, wolframio o molibdeno. Su aspecto se asociaba a lo que hoy conocemos como nanotecnología, una tecnología de vanguardia que nació en la década de 1970 y que se emplea en diversos campos profesionales, como la electrónica la tecnología espacial o la medicina. Las piezas más abundantes eran nanoespirales, en su mayoría de wolframio, realizadas con gran precisión, con la superficie lisa, si bien a veces presentaban agujeros.

Obviamente, el quid de la cuestión radica en que los estratos en que se hallaron estos artefactos habían sido datados entre 20.000 y 318.000 años, lo que viene a ser completamente imposible desde la ortodoxia científica. Ahora bien, recopilando más información y datos sobre estos ooparts, no resulta complicado llegar hasta la principal fuente de esta asombrosa noticia: el ufólogo ruso Valery Uvarov. Aquí es cuando suenan las alarmas y descubrimos un discurso en que el investigador ruso nos vende que la presencia de estos objetos es la prueba de la presencia tecnológica extraterrestre en la prehistoria humana[5]. Y lo que es más, Uvarov se atrevió a identificar estas piezas con restos de antiguas antenas estacionadas en nuestro planeta.

Naturalmente, los escépticos se apresuraron a desacreditar esta historia, alegando que o bien las pruebas y mediciones se habían realizado defectuosamente o bien que todo el asunto era directamente una falsificación o fraude. Lo que parece claro es que los objetos son inequívocamente artificiales, tanto si fueron hallados in situ como si no[6]. Lo que ocurre, para complicar más el tema, es que parece ser que en otros ríos cercanos al Narada, como el Koshim o el Balbanju, se hallaron posteriormente objetos similares, aunque nuevamente en este caso se hace complicado remontarse a fuentes fidedignas. Así pues, sin bibliografía científica reconocida y sin información original fiable, da la impresión de que esta historia sobrevive en Internet como una mera leyenda o rumor sensacionalista, que puede tener una parte más o menos verídica sobre la cual se ha construido una fantasía.

El pie de aluminio de Aiud


Artefacto metálico hallado en Aiud
En 1974, unos operarios que estaban trabajando en una trinchera en la ribera del río Mures, a unos dos kilómetros de la localidad de Aiud (Rumanía) encontraron en el mismo nivel, a unos 10 metros de profundidad, dos grandes huesos –identificados posteriormente como de mastodonte[7]– y un pequeño objeto de metal recubierto de una gruesa capa de óxido, con unas dimensiones de 20 cm. de largo,  12,5 cm. de ancho y 7 de alto. Pensando que podía ser un hallazgo arqueológico, el artefacto fue remitido para su estudio al Instituto Arqueológico de Cluj-Napoca, donde se confirmó que era un objeto metálico de aluminio.

Con todo, la excepcionalidad de esta pieza, que tenía forma de calzo o cuña con dos pequeños cuernos perforados, hizo que fuese analizada por el Instituto para el Estudio de Minerales Metálicos y No-metálicos (ICPMMN), de Magurele, en la misma Rumanía. Allí, bajo la dirección del Dr. Niederkorn, se procedió a examinar la composición del objeto, que dio como resultado una compleja aleación  metálica. Lo más destacado es que se pudo verificar que hasta el 89% de la pieza era de aluminio puro, con pequeñas aportaciones de otros metales como cobre (6,2%), sílice (2,84%) y zinc (1,81%), más unas leves trazas –por debajo del 1%– de otros elementos como plomo, zirconio, cobalto, cadmio, níquel, bismuto y plata. El objeto también fue examinado en un laboratorio de Lausana (Suiza), donde se llegaron a las mismas conclusiones. Por lo demás, su funcionalidad no quedó clara, aunque por un agujero central que presentaba se especuló que podría tratarse de un pie para otra pieza.

Las incógnitas que planteaba el objeto eran ciertamente relevantes por dos motivos. Por un lado, la capa de óxido era buena muestra de que no se trataba de un artefacto reciente, si bien algunos expertos le calcularon no más de 300 ó 400 años, y por tanto no coincidiría con el contexto paleontológico tan antiguo de los mastodontes. Pero, por otro lado, aun admitiendo que se había producido una evidente intrusión en un estrato muy profundo, el objeto seguía siendo bastante anómalo, porque sabemos perfectamente que hasta inicios del siglo XIX no fue posible producir aluminio y que hasta finales de ese siglo no se produjo en grandes cantidades.

En definitiva, tendríamos un objeto metálico aparentemente muy antiguo y hecho básicamente de aluminio, cuando es bien sabido que esta tecnología metalúrgica es relativamente moderna. Pero profundizando un poco en el devenir de este objeto, vemos que estuvo muchos años acumulando polvo en un almacén hasta que a mediados de los 90 fue retomado por los seguidores de los antiguos astronautas (a través de una revista de ufología), siendo entonces presentado como la pieza de un supuesto OVNI. Así, según un anónimo ingeniero aeronáutico, se trataría de la pieza de un tren de aterrizaje para una nave de ascenso y descenso vertical.

En fin, una vez más, la falta de información fidedigna (sobre todo acerca de las circunstancias de su descubrimiento) hace despertar más de una sospecha. De este modo, para muchos críticos el artefacto –en tanto que oopart– es un fraude, pues se trataría en realidad de un pequeño objeto perteneciente a una maquinaria de excavación (un EBT, o diente de pala excavadora) que quedó abandonado sufriendo luego una fuerte corrosión. En suma, estaríamos ante un objeto real, de una aleación nada extraña en los procesos industriales modernos, pero mal datado / interpretado, aunque quedaría la incógnita de saber cómo fue a parar a un estrato geológico tan antiguo... dando por hecho que no se actuó dolosamente, colocando el objeto en tal estrato.

Una extraña perforación en Noruega


Aspecto de la perforación de Volda (Noruega)
A finales de 2007, unos obreros de la construcción estaban trabajando en los cimientos de un edificio en un acantilado próximo a la localidad de Volda (Noruega) cuando a varios metros de profundidad apreciaron la existencia de un trépano o perforación en forma de estrella de siete puntas. Esta perforación, de unos 6 cm. de diámetro, mostraba un aspecto regular, suave y pulido, nada tosco o primitivo, lo que daba la impresión de haber sido realizada con maquinaria moderna. Al inspeccionar el agujero, uno de los operarios observó que la perforación era muy profunda y que se adentraba en las montañas de los fiordos colindantes. De hecho, más adelante, una pala excavadora se abrió paso unos cuatro metros en la roca y se pudo comprobar que la perforación era como un “mini-túnel” que tras un inicio recto proseguía hacia el interior de las montañas, desviándose hacia la derecha y con un ángulo descendente de entre 20 y 30 grados.

Ante este fenómeno tan inusual, los geólogos locales aportaron tres hipótesis:

1)    Que el trépano estuviera relleno originalmente por un cristal que se disolvió por la acción del agua durante miles de años (dejando el espacio hueco), siendo la figura de estrella un efecto del puro azar.
2)    Que el trépano tuviera su origen en los años 30 del siglo pasado, dado que esa época el acantilado se usó como cantera. La forma de estrella sería resultado del uso de martillos neumáticos que utilizaban seis piezas unidas de broca.
3)    Que una antigua civilización desaparecida –pero muy adelantada tecnológicamente– fuera capaz de realizar dicha perforación con medios desconocidos.

Como es bien sabido, el tema de la tecnología de trépanos viene siendo objeto de atención por parte de la arqueología alternativa, sobre todo con relación a los trépanos hallados en Egipto, donde se han identificado trépanos de avanzada factura sobre piedras muy duras como el granito. La arqueología ortodoxa insiste en que tales perforaciones no tienen  nada de particular y que podían ser realizadas perfectamente con la tecnología de la época, con herramientas de cobre y piedra... y mucha habilidad y esfuerzo.

En este caso particular de Noruega, la hipótesis de la formación cristalina presenta el problema de que se aprecia un marcado desvío intencionado a la derecha, lo que parece poco probable en un fenómeno natural. En cuanto a las perforaciones del siglo XX, habría que comprobar si realmente las brocas empleadas podrían haber dado esa forma de estrella de siete puntas (totalmente inusual en la tecnología de este campo). Pero sea como fuere, dada la profundidad de la perforación, queda muy en entredicho que una maquinaria moderna pudiera obtener ese resultado. Además, seguimos sin tener respuesta para las preguntas más básicas: ¿quién iba a realizar tal perforación tan inusitada? Y sobre todo, ¿con qué fin?  Por de pronto, apenas hay información que nos pueda aportar pistas sobre este extraño conducto subterráneo.

Y finalmente, nos quedaría la tercera hipótesis, que sería el reconocimiento explícito de la existencia de una civilización muy avanzada en tiempos remotos. Por supuesto, con la mente abierta, esta propuesta podría ser la respuesta correcta; el problema es demostrarla de manera fehaciente...

© Xavier Bartlett 2017

Fuente imágenes: Google Images


[1] Out-Of-Place-Artefacts: Objetos aparentemente ajenos a su contexto espacio-temporal.
[2] Cavidad rocosa, generalmente cerrada, en la que han cristalizado minerales que han sido conducidos hasta ella disueltos en agua subterránea y cuyos cristales son de gran tamaño.
[3] Este tipo de enchufe sólo se usa de forma estándar en Israel.
[4] Según otras fuentes, se trataba de buscadores de oro.
[5] Uvarov da por supuesto que los hombres primitivos no eran capaces de tales proezas, y por exclusión sólo quedan los alienígenas, en una línea coherente con los postulados de Erich Von Däniken.
[6] Por cierto, en las escasas y repetidas fotos disponibles, los objetos muestran un aspecto excelente sin trazas de corrosión.
[7] Mamífero prehistórico que vivió entre los periodos Mioceno y Pleistoceno. Esto implica una datación mínima de unos 11.000 años hasta unos pocos millones de años.