sábado, 16 de noviembre de 2013

"La serpiente celeste", de John Anthony West


(Reseña del libro "La serpiente celeste", aparecida en el n.º 2 de la revista Dogmacero)

La serpiente celeste es sin duda uno de esos libros que permiten al lector abrir el pensamiento a nuevas maneras de ver la ciencia y en este caso podemos decir sin exageración que es además una de las obras de referencia y lectura obligada para todos aquellos interesados en la llamada arqueología alternativa.


Frente a la imagen del Antiguo Egipto que nos ofrece la egiptología oficial, el escritor y egiptólogo amateur norteamericano John Anthony West presenta en este libro un Egipto completamente distinto, que exige una lectura pausada y reflexiva para superar prejuicios y visiones estereotipadas y así poder vislumbrar esa otra realidad.



Lo que West propone en La serpiente celeste (publicada originalmente en 1993) es la existencia de un Egipto simbolista, que debe ser estudiado e interpretado con un modelo de pensamiento bastante distinto del patrón científico convencional. Este concepto no es en realidad nada estrictamente nuevo; su obra es un homenaje y reivindicación del trabajo previo del filósofo y matemático francés René Schwaller de Lubicz (1887-1961), que estudió la civilización del antiguo Egipto durante muchos años pero desde un ángulo completamente heterodoxo. Concretamente, Schwaller realizó múltiples investigaciones en el templo de Luxor durante 15 años, que constituyeron la base de su libro Le temple de l’homme (“El templo del hombre”), una referencia obligada para muchos investigadores alternativos.



Esta propuesta simbolista se fundamenta en la idea de que la cultura egipcia estaba enormemente avanzada y que su conocimiento procedía de una cultura anterior que se remontaría al tiempo de los dioses. Según West, toda la civilización egipcia destilaba una sabiduría ancestral y sofisticada, llena de armonía y proporción, que impregnaba todos los aspectos de la vida, desde la arquitectura a la ciencia y el arte, pasando por la escritura, la literatura, las matemáticas, la medicina, la astronomía... En suma, la gran cultura egipcia debería estudiarse como un todo simbólico interrelacionado, como una ciencia sagrada holística, y no sólo como una suma de partes.



Para West, existen algunos principios clásicos de la historia y arqueología que falsean o tergiversan la auténtica realidad de las antiguas civilizaciones. En resumen, estos principios se sustentan en la idea de que el hombre “progresa” y que la evolución es consustancial con todo lo humano. Asimismo, la civilización implica progreso, y a mayor grado de civilización, mayor grado de progreso, y en consecuencia, no hay nada que los antiguos supieran y que nosotros no sepamos o comprendamos mejor. La obra de West trata de refutar esta concepción y comienza por plantear un concepto de civilización bastante distinto al que se enseña en universidades y escuelas. En sus propias palabras: “Por civilización entiendo una sociedad organizada sobre la convicción de que la humanidad está en la Tierra con un propósito. En una civilización, los hombres están más preocupados por la vida interior que por las condiciones de la existencia cotidiana.” Y West todavía va más allá, cuando afirma que la la egiptología ha malinterpretado completamente la esencia del Egipto faraónico:



«Según la explicación habitual, Egipto es una civilización de arquitectura asombrosa, reyes egocéntricos y populacho serviI y supersticioso. La visión simbolista ve Egipto de forma bastante diferente, como una civilización filosófica y espiritualmente (y en ciertas áreas, incluso científicamente) más avanzada que la nuestra, de la cual tenemos mucho que aprender.»



Para construir su discurso, West combina su propia interpretación de Schwaller con lo que afirma la egiptología ortodoxa y trata de ofrecernos una visión distinta de la civilización egipcia, una sabiduría o ciencia sagrada que trasciende de lo material y se insinúa en todos los órdenes de la vida, con una magnífica expresión en las representaciones artísticas. En el camino, West fustiga a la egiptología clásica por su falta de respuestas y por sus ideas preconcebidas y se acoge a numerosos ejemplos de perfección matemática y técnica de los egipcios, como expresiones inequívocas de armonía, proporción y equilibrio de esta antigua sabiduría. Esto nos conduce a la inevitable referencia a un arte sagrado (en especial, la arquitectura) que –gracias a una minoría de iniciados– se perpetuó en Egipto durante muchos siglos sin apenas cambios, y que tuvo su continuación a lo largo de la historia con altas dosis de simbolismo y esoterismo.



Desde este punto de vista, se nos hace difícil adentrarnos en esta civilización con una mentalidad racional, dado que los símbolos nos conducen inexorablemente por una vía mística, en consonancia con el alma profundamente religiosa –o mágica– de los antiguos egipcios. West enfatiza precisamente el carácter mágico del arte egipcio, que es una parte indivisible del todo (la sabiduría o el conocimiento), siendo la expresión artística la muestra genuina de esa sabiduría sagrada, la cual apenas se plasmó explícitamente por escrito. Así pues, West desgrana a lo largo del libro numerosos ejemplos de las manifestaciones de esa sabiduría holística en diversas facetas de la ciencia y la cultura egipcias, como la astronomía, las matemáticas, la medicina o la escritura jeroglífica. En todos estos casos, West se apoya en las investigaciones de Schwaller para mostrarnos que los egipcios tenían una forma de pensar y actuar sobre el mundo distinta a la actual, pero sorprendentemente avanzada en algunos aspectos, como se puede apreciar a través de algunos textos que se han conservado (por ejemplo, los papiros Rhind y Smith).



Para finalizar su obra, West lanza un órdago completo a la egiptología, ya que presenta la teoría de que la civilización egipcia, que arrancó perfectamente formada en casi todas sus características, no fue más que el legado de una civilización previa, la Atlántida. Entre otras observaciones, West menciona la famosa controversia de la datación de la Esfinge de Guiza, que ya fue insinuada por Schwaller, y que se basa en el patrón de erosión por agua que presenta el propio monumento y la cubeta donde se encuentra. Así, dado que en la época dinástica Egipto tenía un clima muy seco, parecido al actual, la erosión sólo pudo darse en épocas anteriores, cuando el norte de África tenía un mayor régimen de lluvias. Además, tanto la esfinge como su templo anexo no tienen parangón en tamaño y estilo con estructuras posteriores.



En definitiva, La serpiente celeste no es un libro fácil de digerir ni aceptar si se lee exclusivamente con los ojos del paradigma científico imperante. Sea como fuere, y sin necesidad de coincidir con todos los planteamientos de West, esta obra puede aportar fructíferas reflexiones que nos permitan avanzar hacia una comprensión global de la civilización egipcia. De hecho, para muchos investigadores procedentes del campo alternativo, el auténtico Antiguo Egipto todavía está por descubrir.



© Xavier Bartlett 2013