sábado, 24 de junio de 2017

Homo sapiens: perdido en el limbo científico



En un reciente artículo saqué a relucir las diversas herejías que complican en cierta manera las explicaciones evolucionistas habituales sobre el origen del hombre. Y todo parece indicar que los nuevos hallazgos e investigaciones –en lugar de aclarar más el panorama– introducen más confusión y perplejidad, pues los axiomas hasta ahora aceptados parecen cada vez más flexibles e interpretables a la vista de las pruebas objetivas. En todo caso, la ortodoxia darwinista no está por la labor de abandonar la idea de evolución por selección natural o su versión actualizada de la “síntesis evolutiva moderna”. Y desde luego, cualquier cosa que suene a diseño inteligente o creacionismo es pura religión, una afrenta a la verdadera ciencia.

Así pues, vamos a adentrarnos en la enésima vuelta de tuerca de una teoría que lucha por sobrevivir contra el propio método científico. Recordemos, a modo de introducción, que el actual consenso académico sigue defendiendo que los primeros pasos evolutivos hacia la línea Homo surgieron en África y que el propio Homo sapiens “apareció” indiscutiblemente en África oriental –y sólo en África– hace unos 200.000 años como mucho, y que luego se fue extendiendo por los cinco continentes a partir de dos grandes olas migratorias, la primera hace 130.000 años y la segunda, hace unos 70.000 años. En ambos casos, los humanos modernos habrían reemplazado –según los procesos de selección natural– a las poblaciones de homínidos más arcaicos.

Pero esta visión ya no es un mandamiento divino. En este sentido, considero oportuno exponer brevemente tres notables argumentos que de nuevo ponen en entredicho la versión académica, sobre todo en cuanto al origen del Homo sapiens y la tan manoseada teoría de Out-of-Africa (“desde África”) que acabamos de citar. Por un lado, tenemos el reciente libro del investigador independiente británico Bruce Fenton titulado The forgotten Exodus (“El éxodo olvidado”); por otro, los descubrimientos de homínidos de gran antigüedad en China; y finalmente, un sorprendente hallazgo paleontológico que ha tenido lugar en Marruecos.
 
Mapa y cronología de la teoría Out-of-Africa ("Desde África")
Lo que plantea Bruce Fenton en su libro es una propuesta bastante herética, pues afirma que ni los hallazgos paleoantropológicos ni los últimos estudios genéticos refuerzan la teoría de que el Homo sapiens surgió en África, sino que más bien la desmienten, ofreciendo como clara alternativa que el H. sapiens apareció en otra parte del planeta y que posteriormente se desplazó a África. Pero veamos con detalle la argumentación que expone Fenton y luego que cada cual extraiga sus conclusiones.

En primer lugar, tenemos la aportación de la moderna investigación genética que ha abierto –teóricamente– más puertas al estudio del origen de los humanos, pero que en la práctica ha arrojado más paradoja y confusión, sobre todo al comparar los datos con las verdades paleontológicas establecidas desde hace bastantes décadas. Así, los análisis genéticos de varios especímenes humanos muy antiguos han puesto de manifiesto los siguientes hechos:

  • Que la separación genética entre los neandertales y los sapiens se produjo mucho antes de lo que se pensaba; así, el último ancestro común de ambos podría situarse en una antigüedad de entre 400.000 y 700.000 años, siendo esta última cifra la más probable. Así, el vacío temporal con respecto a la aparición (teórica) del Homo sapiens –hace 200.000 años– resulta ser demasiado grande.
  • Que el llamado Homo heilderbergensis[1], situado en un estadio evolutivo más avanzado que el Homo erectus y que encontramos básicamente en Europa y parte de Asia y África, no es un antecesor del Homo sapiens, y eso a pesar de compartir bastantes características anatómicas y una capacidad craneal prácticamente idéntica. Tradicionalmente se lo había considerado antecesor de los neandertales, pero las modernas pruebas genéticas lo relacionan más directamente con los Denisovianos.
  • Que estos Denisovianos, otra especie de homínidos de muy reciente descubrimiento, se empezaron a separar de la línea de los humanos modernos hace nada menos que 800.000 años.
  • Que los antepasados más antiguos comunes del sapiens y del resto de Homo avanzados deben buscarse en una población que vivió hace 900.000-700.000 años, según las conclusiones de la reputada paleoantropóloga y médico española María Martinón Torres, del University College de Londres.


Todo ello marca unos orígenes genéticos muy antiguos para los primeros sapiens, y con poblaciones situadas fuera de África, lo cual ya produjo en su día un cierto desasosiego para las tesis tradicionales tan centradas en África (cuna de los primeros grandes descubrimientos paleoantropológicos, así como de famosos científicos). Para tratar de dar respuesta a estas incógnitas, Fenton nos menciona otra teoría que pretende eludir el problema africano, que no es otra que la de la evolución multi-regional del ser humano.

Restos del llamado "Hombre de Java", un H. erectus asiático
Esta propuesta, defendida por reputados paleontólogos como Milford H. Wolpoff, Xinzhi Wu y Alan Thorne, se fundamenta en la idea de que no hubo un único origen para el hombre moderno, sino un origen múltiple a partir de las diversas poblaciones de Homo erectus esparcidas por todos los continentes, excepto América, donde no hay evidencia física de la presencia de este homínido. Así, aceptan que los homínidos más primitivos surgieron en África y que de allí partió el Homo erectus (en su versión africana, Homo ergaster) para extenderse por muchas regiones del planeta. Más adelante, hace unos 500.000 años, los erectus habrían evolucionado en Eurasia dando origen a varias líneas de hombres modernos, que habrían mantenido a lo largo de los milenios una cierta homogeneidad evolutiva gracias a un continuo mestizaje entre las distintas poblaciones.

Ahora bien, Fenton rompe la baraja al desmarcarse de la teoría tradicional africana pero también de la multi-regional. Entonces, ¿qué? En su opinión, cree que debe considerarse seriamente una tercera opción: que el hombre moderno podría haber surgido en Extremo Oriente o en Australasia. Para sustentar esta teoría, Fenton echa mano de diversas pruebas de varios ámbitos (genético y paleontológico), que le empujan a defender la propuesta de que el origen del Homo sapiens debe situarse más específicamente en Australasia[2]. Así, considera que el antecesor directo del sapiens debió ser una población de erectus establecida firmemente en Australasia hace unos 900.000-800.000 años.

El reciente libro de B. Fenton
A partir de este punto, Bruce Fenton rescribe la prehistoria más lejana al revés, de Oriente a Occidente, y propone hasta tres olas migratorias de Homo sapiens en función de tres eventos geológicos. El primer “éxodo” habría tenido lugar hace unos 200.000 años, coincidiendo con un periodo de fuertes cambios climáticos. Así, una población de sapiens habría alcanzado las costas de África oriental (Etiopía), precisamente donde hasta el momento se había hallado el ejemplar de sapiens más antiguo, de unos 195.000 años de antigüedad. Luego, una gran erupción volcánica (la del lago Toba) habría causado la segunda migración hace unos 74.000 años, provocando la colonización del interior y sur de África, así como algunas costas asiáticas. Finalmente, habría existido una tercera migración –hace unos 60.000 años– que habría ocupado el sudeste asiático y que habría sido el inicio de la progresiva expansión del hombre moderno por el continente euroasiático,  dando así origen a toda la población de sapiens no-africana y no-australiana.

Todo este escenario heterodoxo se asienta mayormente en hallazgos de homínidos ya conocidos y en recientes investigaciones genéticas. Por consiguiente, no hay grandes novedades pero sí una profunda reinterpretación de pruebas ya existentes, lo que confirma que la teoría evolucionista sobre el ser humano se va moviendo de acá para allá en las aguas de la especulación y la conjetura, a la espera de que las pruebas físicas confirmen por fin la teoría, de una u otra manera. Por cierto, es de destacar que algunos científicos –como el profesor Máximo Sandín– no avalan las conclusiones de los estudios genéticos basados en la técnica del “reloj molecular”, a la que consideran carente de todo rigor científico en el marco de la biología[3], pero dejaremos este asunto en el cajón para no alejarnos hacia otros derroteros.

En segundo término, vale la pena comentar que –para complicar más las cosas– la ciencia paleontológica está marcada por un inconfesado chauvinismo “patriótico-científico”. Porque aparte de la aportación “pro-australiana” de Fenton, hace décadas que los científicos chinos se quejan de que la comunidad científica occidental ha tendido a minusvalorar o marginar los hallazgos de homínidos en Extremo Oriente, principalmente en la propia China. De hecho, varios paleontólogos chinos hace tiempo que reclaman que la teoría Out-of-Africa debe revisarse a la luz de los descubrimientos asiáticos. De este modo, hacen hincapié en que los científicos occidentales suelen interpretar los restos asiáticos en clave africana o europea, como una mera derivación, posiblemente por el sesgo de que la intervención paleontológica occidental ha estado centrada en Europa, desde el siglo XIX, y en África desde inicios del siglo XX.

Cráneo reconstruido del Hombre de Pekín
Lo cierto es que los hallazgos de homínidos muy antiguos se han ido acumulando en tierras chinas y entre estos tenemos numerosos ejemplares de dientes de humanos modernos datados entre 80.000 y 120.000 años, con un caso (una cueva en la provincia de Guizhou) en que la datación se podría ir hasta un máximo de 178.000 años. También cabe destacar el reciente descubrimiento de un fósil de humano moderno de más de 100.000 años de antigüedad en Daoxian (Hunan), publicado en la revista científica Nature. Y todo ello por no hablar de otros homínidos más arcaicos con características mixtas de erectus y sapiens, como el famoso “hombre de Pekín”, hallado en 1929 y con una antigüedad estimada de unos 780.000 años, y otros especímenes cuya datación oscila entre 900.000 y 125.000 años. La ortodoxia reconoce que son individuos más avanzados que los erectus, pero no se decide a clasificarlos de una manera taxativa, aunque el reputado especialista Chris Stringer opina que se trataría de heilderbergensis asiáticos. Claro que tampoco faltan las grandes anomalías evolutivas como una supuesta población residual de Homo erectus que habitaba China hace apenas unos 15.000 años[4].

Con todo este arsenal de pruebas, no es de extrañar que los chinos dejen caer la idea de una cierta teoría Out-of-China (“desde China”), pues estos datos no parecen cuadrar con la gran expansión euroasiática del sapiens a partir de una segunda migración, que se habría iniciado hace sólo unos 70.000 años. En suma, algo tan evidente como decir que en China ya había humanos modernos, fruto de una hipotética evolución autóctona a partir de los erectus locales, antes de que llegasen los supuestos colonos africanos.

Y así llegamos al tercer asunto que ha trastocado –al menos ligeramente– los cimientos de las teorías convencionales sobre el origen del sapiens. Si hace décadas no se le concedía una antigüedad superior a 100.000 años, en tiempos más recientes esta cifra se ha ido alejando en el pasado hasta llegar a los 200.000 años, principalmente por el hallazgo de unos huesos humanos en Omo Kibish (Etiopía) y por las técnicas genéticas basadas en el ADN mitocondrial –con el apoyo teórico de la llamada genética de poblaciones– que lanzaron la propuesta de una cierta “Eva mitocondrial”, la mujer sapiens más antigua del mundo, situada en África y con una datación de 200.000 años, coincidiendo de forma “casi perfecta” con la cronología asignada a los huesos recién mencionados.

Jean-Jacques Hublin en Jebel Irhoud
Sin embargo, hace escasas fechas se ha propagado la noticia de que en el yacimiento de Jebel Irhoud, una cueva a unos 100 km. de Marrakech (Marruecos), se habían hallado restos óseos de cinco humanos anatómicamente modernos datados en una antigüedad de entre 300.000 y 350.000 años. El hallazgo, publicado en la prestigiosa revista Nature, corrió a cargo de un equipo liderado por Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) y por Abdelouahed Ben-Ncer, del Instituto Nacional de Arqueología de Marruecos.

De hecho, el yacimiento ya era conocido desde los años 60 del pasado siglo y había sido excavado parcial y esporádicamente. Los restos humanos que se hallaron entonces fueron calificados de homínidos arcaicos (tal vez unos “neandertales africanos”[5]) y no se les dio un antigüedad superior a los 40.000 años. En los años 90, como pudo comprobar Hublin, la cueva estaba totalmente tapada de nuevo y hubo de esperar hasta 2004, en que se inició un programa sistemático de excavaciones. Los resultados fueron realmente esperanzadores, pues aparte de los huesos humanos –entre los que había cráneos y mandíbulas– hallaron numerosas herramientas y huesos de animales. Y precisamente las herramientas de sílex, empleadas básicamente para la caza, fueron de enorme utilidad, pues se pudo comprobar que habían sido calentadas, lo que a su vez permitía datarlas mediante el método de la termoluminiscencia, que arrojó la inesperada cronología de más de 300.000 años.

Cráneo de Homo sapiens de Jebel Irhoud
Pero sin duda, más que la propia antigüedad de los homínidos, lo que realmente estaba en juego era su clasificación, y aquí Hublin ha acabado por desestimar la hipótesis de una “especie de neandertal” y ha adscrito los restos al Homo sapiens, aunque se trate de una forma relativamente arcaica... pero no muy arcaica, porque según los análisis anatómicos realizados con las más modernas técnicas microtomográficas se ha podido reconstruir el aspecto de los cráneos y Hublin ha tenido que reconocer que dicho aspecto es prácticamente indistinguible del de los humanos actuales, si bien los cráneos de estos antiguos humanos serían ligeramente más alargados. Asimismo, el estudio de las piezas dentales ha confirmado que se trata de típicos dientes de sapiens, bien distintos de los neandertales o de los erectus. Lamentablemente, los intentos por extraer ADN de los huesos han fracasado, y habrían sido de gran ayuda para averiguar si estos sapiens estaban en la línea evolutiva directa que ha conducido a los humanos actuales.

En definitiva, el escenario ya está servido para la polémica: tenemos una población de Homo sapiens 100.000 años más antigua que los restos más arcaicos reconocidos hasta la fecha y además en el norte de África, lo que representa una cierta desconexión en espacio y el tiempo de la supuesta “cuna de la humanidad  moderna”, en el extremo este del continente africano. Pero lo mejor empieza cuando los paleontólogos se lanzan a especular para tratar de encajar las piezas de este nuevo puzzle en el marco teórico.

Herramientas halladas en Jebel Irhoud
Naturalmente, la ortodoxia no cree que una flor haga primavera y no consideran que el origen evolutivo del sapiens tenga que desplazarse al norte de África. Más bien, se quiere proponer una evolución continua del sapiens por gran parte de África[6], y este hallazgo sería sólo una muestra de ese proceso evolutivo. No obstante, dada la gran antigüedad de los restos de Jebel Irhoud, Hublin piensa que los primeros pasos en la evolución del sapiens tal vez se dieron en el norte de África. El problema es que los restos recuperados muestran una morfología no muy distinta de los humanos actuales. Así, para tratar de explicar ese aspecto tan moderno en un fósil tan antiguo, un miembro del equipo de Hublin, Philipp Gunz, ha sugerido que la evolución física en los primeros sapiens fue mínima o súbita (pues su morfología facial parece muy “moderna”) y que, en cambio, la evolución cerebral fue mucho más larga. En fin, ¡viva la especulación!

Aunque, claro, ante la aparición de datos relativamente incómodos, no podía faltar la voz de los escépticos. Así, el paleontólogo Jeffrey Schwartz, de la Universidad de Pittsburg (EE UU), considera que los restos hallados son notables pero que no pueden asignarse a los sapiens, pues muchas veces se ha tendido a unificar en una sola especie restos apreciablemente diferentes, a falta de mejores interpretaciones. Asimismo, la ya citada María Martinón tampoco cree que estos restos sean de sapiens, y alude a la escasez de especímenes para estudiar el origen del sapiens y a que los cráneos de Jebel Irhoud no tienen una frente y un mentón equiparables a los de los humanos actuales.

Sobre estas opiniones, tal vez habría que recordarle a Schwartz que no siempre se ha tendido a la unificación. De hecho, en muchos casos, se ha optado por lo contrario. Esto es, cada diferencia apreciable podía ser motivo suficiente para crear nuevas especies y subespecies, bautizándolas con sus correspondientes nombres en latín, con lo cual el científico de turno ya podía sacar pecho por haber hallado una nueva rama en el árbol evolutivo humano. En cuanto a Martinón, se le tendría que preguntar hasta qué punto quiere llevar las diferencias, pues desde hace tiempo se han englobado a diferentes homínidos modernos bajo una misma denominación. Así, por ejemplo, los arcaicos Cro-Magnon no eran exactamente igual que nosotros pero también eran sapiens. Y lo mismo podríamos decir de la rica variedad de razas dentro del actual Homo sapiens, a menos que recurramos al espíritu original –manifiestamente racista– del darwinismo, con sus superiores e inferiores. ¡Cuánto me recuerda esto a los Untermenschen de los nazis!

Escena de H. erectus haciendo fuego
En definitiva, el hallazgo de Jebel Irhoud añade nuevos dolores de cabeza a la ortodoxia y también, de paso, pone en entredicho las tesis ya citadas de Fenton, que debería explicar qué hacían ahí esos sapiens antes de la primera ola de “colonos australianos” que llegó a África hace 200.000 años según sus estimaciones. Como ya expuse en un artículo anterior, vemos distintas especies del género Homo que aparecen en varios lugares del planeta, a veces muy alejados entre sí, con dataciones que se solapan y sobre todo sin un claro recorrido evolutivo. Esto es, ¿dónde está la pléyade de formas intermedias, los eslabones perdidos, que hicieron “avanzar” la evolución humana? ¿Por qué el sapiens más arcaico tiene una morfología muy similar a la del hombre actual? ¿O es que las famosas mutaciones aleatorias transformaron de golpe y porrazo a un erectus en sapiens perfecto sin ninguna progresión a lo largo de milenios? ¿Es que siguen faltando los fósiles “adecuados”? ¿Por qué esa repulsión a la idea del mestizaje para explicar las diferencias –y afinidades– entre las especies de Homo?

Y por supuesto, ya no he querido sacar a la palestra el controvertido tema de los ooparts, pues –según defienden algunos autores alternativos– durante el siglo XIX y principios del XX se hallaron huesos y objetos atribuibles a humanos modernos de una antigüedad enorme (hasta cientos de miles o millones de años), que destrozarían completamente los esquemas evolutivos[7]. Para estos críticos, los hallazgos fueron olvidados, marginados, ocultados o incluso destruidos, mientras que para el estamento académico simplemente se trata de confusiones y errores propios de la ciencia, pues la Prehistoria era entonces todavía una disciplina poco metódica y fiable.

La pregunta ahora sería: ¿qué antigüedad máxima para el Homo sapiens será capaz de admitir la ortodoxia evolucionista? Recordemos que cuando a finales del siglo XIX se descubrieron en Castenedolo (Italia) varios esqueletos de individuos anatómicamente modernos datados –según el contexto geológico– entre 3 y 4 millones de años, la ciencia oficial rechazó firmemente esa cronología y consideró que se trataba de un evidente enterramiento intrusivo. Pero lo más inquietante fue la actitud de cerrazón mental ante los hallazgos, pues para los darwinistas las pruebas deben encajar en la teoría y no al revés. Véase que en 1921 el arqueólogo irlandés Robert Macalister, pese a  no dudar de la competencia de los descubridores de los esqueletos, dijo lo siguiente: 
“Debe haber algo erróneo en alguna parte... Si [los huesos] pertenecían al estrato en que se encontraron, esto implicaría un extraordinariamente largo parón para la evolución. Es mucho más probable que algo se haya escapado en las observaciones. La aceptación de una fecha del Plioceno para los esqueletos de Castenedolo crearía tantos problemas insolubles que difícilmente podemos dudar entre las alternativas de adoptar o rechazar su autenticidad.”
Sin comentarios.

© Xavier Bartlett 2017

Fuente imágenes: Wikimedia Commons 

Actualización

Apenas unas semanas después de publicar este artículo me han llegado noticias de que, a partir de los restos de  un neandertal de hace 124.000 años ubicado en Alemania, se han hallado pruebas genéticas de mestizaje entre neandertales y sapiens en Europa en una fecha muy remota: hace unos 220.000 años. Ello tira por tierra el concepto de que los sapiens llegaron a Europa en la segunda ola migratoria (70.000-60.000 años) pero también pone en entredicho el alcance de la primera ola, supuestamente acaecida hace 130.000 años y que sólo habría llegado al levante mediterráneo. Además, dichos estudios vuelven a conectar más a los neandertales con los humanos modernos, alejándolos relativamente de los denisovianos. En fin, seguimos mareando la perdiz y dando tumbos, pero definitivamente la antigüedad del sapiens y su expansión por el planeta están en completa revisión.



[1] Ubicado cronológicamente entre los 600.000 y 200.000 años.

[2] De hecho, las primeras propuestas serias sobre el origen australasiático del sapiens se remontan a 1982, a partir de los hallazgos del profesor Alan Wilson.

[3] Sandín, de hecho, no da ninguna credibilidad científica a la teoría de la “Eva mitocondrial”, el supuesto primer ser humano moderno ubicado en África, hace unos 150.000-200.000 años.

[4] Para más detalles, véase el artículo Herejías evolutivas de este mismo blog.

[5] Esta asignación, más que a la propia fisonomía de los restos óseos, se debió a los utensilios de piedra hallados, que se parecían mucho a la industria musteriense, típica de los neandertales. Sin embargo, a día de hoy, no se reconoce la presencia de neandertales en África; sólo en Europa y Asia.

[6] De hecho, hay otro posible sapiens identificado en Florisbad (Sudáfrica), datado en una antigüedad de 260.000 años.


[7] Para consultar una muestra extensa de estas “anomalías”, recomiendo el libro de Cremo y Thompson Forbidden Archaeology.

8 comentarios:

Ismael dijo...

No sera el sapiens el gran Oopar? No es sintomatico que se rastree el origen de cualquier especie muchísimo mejor que la nuestra? Poque se intenta forzar al sapiens en una evolucion cuando su mente como su fisico esta fuera de cualquier sentido biologico? No seran los pueblos indígenas autenticos re-adaptados a la naturaleza?.....en fin...reflexiones...Un saludo.

CobaltUDK dijo...

Impresionante, cuánto más se averigua, más se evidencia que nos queda mucho por conocer.

Lo que no me cuadra demasiado es que con al menos 1 millón de años de antiguedad, los sapiens apenas evolucionaron tecnológicamente asta hace 10.000 años.

¿Han estado 900.000 años viviendo como nómadas sin apenas haber inventado más que una piedra afilada atada a un palo de madera?

Me cuesta creer que un ser con una capacidad inventiva como la nuestra haya estado un millón o más de años sin pasar de ahí. Si eran iguales (o mejores) que nosotros, no puede ser así.

En un periodo tan extenso ha debido de dar tiempo de sobra a florecer civilizaciones más avanzadas y a desaparecer completamente.

Igual que lo haría la nuestra si desapareciese de golpe hoy. En 20.000 años no quedaría nada, solo lo poco que hayamos construido en piedra.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Ismael por tu comentario

Tu reflexión está muy bien encaminada, y lo cierto es que cada vez resulta más complicado explicar todo en términos "evolutivos". Ya no se trata de tener ideas religiosas (o "creacionistas") sino de buscar explicaciones científicas alternativas al darwinismo en las que podría caber un cierto diseño inteligente y sobre todo un mestizaje entre especies. ¿Seremos en realidad híbridos? Entonces, ¿quiénes serían nuestros antecesores? No tengo respuestas para ello.

Todos somos familia (incluidos nuestros primos simios), todos somos uno, pero la evolución y diversidad por selección natural es un despropósito y además no puede ser demostrada según el método científico.

Saludos,
X.

Xavier Bartlett dijo...

Amigo Cobalt

Gracias por tu comentario. Coincido plenamente con tus apreciaciones. ¿Nada de evolución en cientos de miles de años? No digo ya en lo físico, sino en lo cultural y técnico. Ese enorme vacío podría sugerir que hubo civilizaciones que nacieron, crecieron y desaparecieron completamente, si hemos de creer en un catastrofismo cíclico. De nuestro mundo "avanzado" no quedará nada en pie dentro de 100.000 años...

Saludos,
X.

Piedra dijo...

Interesante el post y las reflexiones de los comentarios. Seguro que la mayor parte de académicos no se atreven ni a formularse esas preguntas tan evidentes y necesarias.
Sobre lo de que para los Darwinistas las pruebas tienen que adaptarse a la teoría, yo añadiría también a la inmensa mayoría de científicos académicos.

Hablando con alguien, comenté que yo uno de esos locos creacionistas y me dijo aquello de "eso no es científico" puedes pensarlo claro pero nunca se podrá demostrar. Yo solo me sonreía pensando, pues igual que tu evolucionismo, aunque eso si se puede demostrar científicamente... que es erróneo.

Un saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Piedra

Tienes razón; la mente del científico está contaminada por sus prejuicios y mentalidad materialista, aunque no lo quieran admitir. Su ciencia es una forma de "religión", simplemente se trata de que el pueblo crea en los sabios y no los cuestione, porque eso sería cuestionar el poder mismo. En cuanto al creacionismo, yo diría que tiene una vertiente religiosa o fundamentalista a la cual no hago caso porque le hace el juego al darwinismo. Sin embargo, el creacionismo enfocado como una forma de diseño inteligente guarda relación con el papel de la conciencia y la ciencia esotérica que está vedada para el común de los mortales.

Pero en fin, a estas alturas, considero que las teorías materialistas para explicar el origen del hombre basadas en mutaciones aleatorias, azar, selección natural y competencia a muerte me parecen un total sinsentido. Algunos científicos honestos ya ven que esto no cuadra con el método científico ni con las observaciones, pero han de bajar la cabeza, porque oponerse al evolucionismo es peligroso (que se lo digan a Sandín...)

Saludos,
X.

Mito dijo...

Hola Xavier,
¿sacarás del cajón las investigaciones de Máximo Sandín sobre la Eva mitocondrial y el reloj molecular?

gracias y un saludo

Xavier Bartlett dijo...

Amigo Mito

Gracias por el comentario. Bueno, esto es un punto relativamente técnico, con mucha biología y bioquímica, pero Sandín lo explica por encima en un artículo bastante extenso sobre el origen del hombre. Es posible que en breve publique ese material, aunque sea en dos partes. Su crítica biológica y metodológica al darwinismo es realmente dura, pero para los no expertos algunas cosas se nos escapan. Ya te puedes imaginar que a los arqueólogos se nos vende el evolucionismo (como parte básica de la antropología) sin muchas explicaciones, porque en el fondo "somos de letras".

Saludos,
X.