Hace ahora tres años acababa diciembre con un regalo navideño en forma de anécdotas y curiosidades del mundo de la arqueología (académica). Para cerrar el presente año también deseo obsequiar a los lectores del blog con un artículo similar, pero esta vez centrado en las anécdotas protagonizadas por los autores alternativos. Que ustedes lo disfruten y feliz 2020.
No conviene molestar a los dioses
El investigador británico Alan Alford se interesó a finales del pasado siglo por la arqueología alternativa y se hizo un fanático seguidor de las teorías del famoso autor de best-sellers Zecharia Sitchin. Con este referente, inició su propio trabajo de investigación que culminó con su ya clásico Gods of the New Millenium (“Dioses del nuevo milenio”), publicado en 1996 y que fue una de las primeras obras que leí de la “nueva arqueología alternativa”. En realidad, Alford realizó una extensa ampliación de las propuestas de Sitchin y se mostró completamente partidario de la Teoría del Antiguo Astronauta. El caso es que tuvo un cierto éxito de ventas y se colocó entonces como una figura destacada en el mundillo de la arqueología alternativa, que en los años 90 vivía un cierto esplendor popular gracias a autores tan relevantes como Hancock, Bauval, Collins o West.
No conviene molestar a los dioses
El investigador británico Alan Alford se interesó a finales del pasado siglo por la arqueología alternativa y se hizo un fanático seguidor de las teorías del famoso autor de best-sellers Zecharia Sitchin. Con este referente, inició su propio trabajo de investigación que culminó con su ya clásico Gods of the New Millenium (“Dioses del nuevo milenio”), publicado en 1996 y que fue una de las primeras obras que leí de la “nueva arqueología alternativa”. En realidad, Alford realizó una extensa ampliación de las propuestas de Sitchin y se mostró completamente partidario de la Teoría del Antiguo Astronauta. El caso es que tuvo un cierto éxito de ventas y se colocó entonces como una figura destacada en el mundillo de la arqueología alternativa, que en los años 90 vivía un cierto esplendor popular gracias a autores tan relevantes como Hancock, Bauval, Collins o West.
Zecharia Sitchin y algunas de su obras |
Sin embargo, años
más tarde, Alford dio un giro a sus planteamientos y empezó a distanciarse de
Sitchin, poniendo en duda muchos de sus postulados y acercándose a posiciones
científicas más “ortodoxas”, lo que llevó a escribir un libro en que daba la
vuelta a bastantes de sus argumentos anteriores en lo referente a los dioses extraterrestres. Esta separación
se hizo más palpable en una conferencia que impartió Alford en la que atacó
directamente las tesis de su antiguo maestro por considerarlas faltas de base
empírica. Lo que no se esperaba Alford es que días más tarde recibiera una inquietante
carta del propio Sitchin en que le acusaba de perjudicar su obra y manchar su reputación,
aparte de hacerle perder importantes beneficios. En fin, Zecharia Sitchin
acababa por amenazar con ponerle una demanda judicial exigiendo una fuerte
compensación económica (nada menos que 50 millones de dólares) si no se
retractaba de sus declaraciones. Alford debió quedar impresionado, pero no
atemorizado, pues optó por ignorar a Sitchin.
Que yo sepa, el
asunto no llegó a mayores y pasó al olvido. Eso sí, la carrera de Alan Alford
fue desde entonces a la baja pese a publicar algunas obras bastante menos
heterodoxas, sobre todo centradas en el Antiguo Egipto y en la mitología.
Lamentablemente, Alford falleció en 2011, a la edad de 50 años. Por cierto, me
consta que existe cierto halo de conspiración en cuanto a lo que en verdad
sabía o intuía Alford, y que guardaría relación con su súbito cambio de
orientación y las circunstancias de su fallecimiento, pero carezco de elementos
de juicio para entrar a valorar este tema. Adjunto, empero, un significativo
fragmento de la conclusión de su obra Dioses
del nuevo milenio (y recuerdo que esto fue escrito hace más de 20 años):
“Si los dioses
reasumen el control sobre la Tierra, ¿cómo podemos esperar que lo hagan? ¿Vendrán
en grandes flotas de platillos volantes, o se anunciarán a través de Reuters?
¿Y cómo se probarán a sí mismos frente al público escéptico? Cualquiera podría
surgir declarando ser Jesús o Yahvé. Por el contrario, habría poca ventaja para
los dioses si se anunciasen a las masas. Las noticias sobre su regreso podrían
ser diseminadas sobre la base de la necesidad de saber, con tan solo algunos
líderes mundiales con el permiso de aproximárseles. La vida parecería continuar
de un modo normal, pero con una nueva agenda política. Podríamos detectar su
presencia en acontecimientos inexplicables, cambios en la política
gubernamental o actos bélicos que parecerían sin sentido, y tal vez un
incremento en el secretismo de los gobiernos. Eventualmente, estas operaciones
encubiertas podrían dar lugar a una presencia declarada abiertamente, pero solo
a su debido tiempo. Deberíamos buscar la manipulación de acontecimientos que
facilitarían el regreso de los dioses a su soberanía. Esto sería alcanzado de
mejor forma llevando a la Tierra a un punto crítico desde el que los dioses
pudiesen emerger como salvadores. Podríamos esperar por tanto una ruptura del
orden social y una extendida desilusión de la humanidad con las instituciones
gubernamentales, religiosas e industriales. Entonces, cuando las masas
estuvieran frustradas, asustadas, desesperadas y vulnerables, podría ser
llamado un nuevo orden mundial bajo los dioses.”
Las pruebas… para otro día
El arqueólogo védico estadounidense Michael Cremo defiende una versión muy distinta de la historia del ser humano que todos conocemos, pues rechaza el evolucionismo y sugiere que el ser humano anatómicamente moderno ha existido desde hace millones de años y que atraviesa por múltiples ciclos cósmicos de auge y decadencia. Esta teoría la plasmó junto con su colega Richard Thompson en su colosal obra Forbidden Archaeology (1993), que recogía un extenso compendio de pruebas arqueológicas –marginadas u ocultadas por la ciencia oficial– que demostrarían la existencia de homínidos inteligentes en épocas remotísimas, poniendo de manifiesto que existe un claro filtro cognitivo académico que impide que tales pruebas salgan a la luz del debate científico.
Michael Cremo |
Más adelante, con
el apoyo de la cadena NBC, impulsó la realización de un documental titulado The Mysterious Origins of Man (“Los
misteriosos orígenes del hombre”) en que pretendía exponer al gran público sus
propuestas, con el atractivo de un dinámico formato visual con entrevistas y
filmaciones de pruebas arqueológicas, entre las cuales pensaba incluir unos
insólitos objetos, presuntamente anómalos, hallados en EE UU a finales del
siglo XIX. Concretamente, se trataba de varios artefactos desenterrados por el
geólogo californiano J. D. Whitney en diversas explotaciones mineras auríferas
y que fueron mencionados en una publicación científica de la Universidad de
Harvard datada en 1880. Los artefactos fueron conservados durante décadas en el
Museo de Historia Natural de la Universidad de California, en Berkeley, con lo
cual presuntamente se podría disponer de ellos para ilustrar el documental,
como Cremo pudo confirmar.
Hasta aquí todo muy
bien, pero a la hora de realizar la petición a los funcionarios del museo,
Cremo se encontró con una respuesta escurridiza: en efecto, los artefactos
estaban allí almacenados (nunca fueron expuestos al público), pero no podían
facilitarlos a corto plazo, dando por hecho que los productores no tenían
margen de tiempo. Ante esta evasiva, los productores adujeron que no había
problema, pues disponían aún de seis meses de plazo. Acto seguido, los
responsables del museo contestaron que desgraciadamente tenían escasez de
personal y de recursos económicos para atender adecuadamente la demanda, pues
la labor de disponer los objetos suponía un sobrecoste que no podían permitirse.
Los productores encajaron el golpe y prometieron al museo que gustosamente se
harían cargo de los gastos del personal del museo. Llegados a este punto, los
funcionarios acabaron por admitir que de ningún modo iban a sacar los
artefactos del almacén para ser filmados. Fin de la farsa.
El documental de NBC |
De este modo, para
disgusto de Cremo, los productores tuvieron que recurrir a fotografías del
siglo XIX, de no mucha calidad, para suplir la filmación prevista. Pero eso no
fue todo, pues una vez emitido el documental –en febrero de 1996– fue tal el
impacto en la audiencia que la NBC planeó una reemisión en fechas próximas. Sin
embargo, nada más saber de esta intención, la comunidad científica estadounidense
presionó fuertemente a la cadena para que no se volviera a emitir el polémico
documental. La NBC, visto el éxito de público, soportó las críticas y pasó el
documental por segunda vez ante la irritación de las instituciones académicas.
Entonces, el
estamento académico decidió pasar a la acción y la Dra. Allison R. Palmer, presidenta del Instituto
de Estudios Cambrianos, envió un correo electrónico a la Comisión Federal de
Comunicaciones para que la Comisión reprendiese oficialmente a la cadena NBC
por la divulgación del programa, exigiendo además el pago de una dura multa y
una disculpa pública. El caso es que la NBC consiguió eludir las amenazas y se acabó
tirando tierra sobre el tema. En fin, Cremo pudo comprobar con este turbio
asunto que no era nada fácil aportar pruebas y argumentos heréticos a la
opinión pública. Claro que, si todo lo dicho en el documental era un disparate,
¿cómo es que los científicos oficialistas se mostraron tan molestos y
beligerantes?
¿El fin del
mundo o el fin de un autor?
Un calendario apocalíptico |
Entre todos estos profetas del cataclismo destacó
particularmente el belga Patrick Geryl, que estuvo varios años estudiando el
tema y ya publicó en 1998 un libro específico (La profecía de Orión) sobre el inevitable cataclismo, tomando como
referencia principal el trabajo previo del investigador francés Albert Slosman,
que había escrito ampliamente acerca del fin de la Atlántida. Para resumir su
planteamiento, diremos que Geryl creía que tanto egipcios como mayas habían
dado con cierto patrón repetitivo en el comportamiento del Sol, que culminaba
un determinado ciclo con una pavorosa tormenta solar. Geryl
citó en concreto dos fechas catastróficas (21312 a. C. y 9792 a. C.), que
supusieron desplazamientos de la corteza terrestre y grandes desastres
naturales, lo que sería la prueba definitiva de las destrucciones globales
sufridas por la Humanidad en tiempos míticos. La conclusión de Geryl, tras
manejar multitud de cifras y cálculos, era que la debacle global sería del todo inevitable una vez se alcanzase la fecha fatídica.
Más adelante, Geryl todavía publicó un par de libros más
centrados en “cómo sobrevivir al 2012”, ante la inminencia de la catástrofe. Finalmente,
según se acercaba la fecha maldita, se convirtió en un profeta de la salvación,
viajó por muchos países y empezó a promover una campaña internacional para
sobrevivir al desastre y crear refugios de máxima seguridad ante el apocalipsis
solar. De este modo consiguió que su mensaje calase en ciertos sectores de la
población, de tal manera que se fueron creando grupos de supervivencia que
debían preparar refugios en lugares estratégicos. Geryl tenía pensado construir
una serie de búnkeres en Sudáfrica y también sopesó otras localizaciones como España
y Francia, donde se señaló el famoso monte Bugarach –cercano a
Rennes-le-Chateau– como lugar privilegiado de supervivencia. De hecho, corrió
el rumor de que sólo se salvarían los que se refugiaran en la cima de dicha
montaña pirenaica…
El monte Bugarach, al sur de Francia |
Pero llegó el 21 de diciembre de 2012 y no pasó nada en
particular. Geryl ya vio que los primeros síntomas del desastre no tenían lugar
y comprendió que todo su edificio teórico no tenía ningún fundamento. Sus
seguidores, al contrastar la realidad, le abandonaron y dejaron de creer en él.
Geryl tuvo un fuerte bajón anímico y acabó pidiendo perdón públicamente por su
error y sus miedos infundados. Sin embargo, como era previsible, este gran
patinazo significó el fin de su credibilidad y de su carrera como autor de
arqueología alternativa. En cuanto a los otros autores alternativos
apocalípticos, fueron más discretos y no tan activistas, y quizás por ello no
fueron objeto de mofa o descrédito, aunque su recorrido literario quedó
fuertemente dañado, pues muchos de ellos pasaron a un segundo o tercer plano. Y
lo que es altamente significativo es que los principales autores de arqueología
alternativa, con gran visión, se mantuvieron en todo momento al margen de este
tema y evitaron complicaciones y controversias innecesarias.
El caso es que Patrick Geryl cargó con casi todo el peso de
la realidad “post-2012” y pagó caras las consecuencias. Quiso jugar muy fuerte
con sus cálculos supuestamente científicos y sus verdades indiscutibles y chocó
de frente con los hechos. Abatido y enfermo de diabetes, se retiró a su casa y
desapareció de la escena pública. Hoy en día prácticamente nadie habla de él ni
de sus libros. Desgraciadamente, el 2012 supuso el fin de un autor que quizás
podría haber aportado cosas interesantes de no haberse obsesionado con una
quimera.
(Por cierto, quiero recordar que desde los años 90 una
pléyade de políticos y científicos ha puesto fecha de caducidad a nuestro mundo
debido al terrorífico “cambio climático” provocado presuntamente por el hombre.
Hasta el momento, todas sus predicciones, profecías, presagios o estimaciones
apocalípticas han fallado miserablemente –cuando se supone que estaban basadas
en “ciencia rigurosa”– y sin embargo nadie ha pedido perdón, nadie se ha
retractado, nadie se ha retirado. Antes bien, todos siguen ahí en su puesto más
o menos discretamente y vuelven a plantear nuevas maldiciones fatalistas contra
la Humanidad a más años vista. Por lo que se ve, el ejemplo de Geryl no ha
cundido.)
Con el faraón hemos topado
A pesar de las discrepancias, no siempre se da un clima de
hostilidad entre los autores alternativos y los arqueólogos profesionales. A
veces, aun desde el firme desacuerdo en muchos temas, se entablan buenas
relaciones –basadas en el respeto personal– y hasta un cierto diálogo abierto.
Eso sucedió durante un tiempo entre tres famosos investigadores independientes,
Graham Hancock, John Anthony West y Robert Bauval y su rival académico, el todopoderoso Zahi Hawass, máximo responsable
del Supremo Consejo de Antigüedades egipcio. En cierto modo, y pese la herejía
de estos tres autores, a Hawass ya le iba bien que la atención de los
aficionados a la arqueología se centrase en “su” antiguo Egipto. De hecho, pese
a su evidente heterodoxia, Hawass respetaba el interés egiptológico de los
tres, teniendo además en cuenta que Bauval –aparte de ser egipcio de
nacimiento– había flirteado con ser más o menos reconocido por la egiptología
académica.
Charlando amigablemente: West, Bauval, Hawass y Hancock |
El caso es que, desde la publicación del clásico El misterio de Orión en 1994, Bauval
había tratado de presentar al mundo académico su teoría de la correlación de
Orión como un trabajo serio y riguroso. Y aunque Hawass calificó entonces dicha
teoría como una mera fantasía sin valor científico alguno, no llegó a crearse
un enfrentamiento entre ambos y a los pocos años aprendieron a respetarse desde
sus respectivas posiciones. Es más, en la propia web de Bauval se relata un
amistoso encuentro en 1998 entre los dos en el despacho de Hawass para hablar
de ciertos proyectos en Guiza. Incluso existe una fotografía de esa época en
que se ve a Hawass charlando distendidamente con el trío de tenores alternativos. Sin embargo, llegó
un momento en que las cosas se torcieron, y de forma muy grave, entre Bauval y
Hawass.
No puedo poner un punto de inflexión exacto en este
desencuentro, pero lo cierto es que –ya bien entrado este siglo– Bauval empezó
a criticar muchos aspectos del trabajo de Hawass y sobre todo su faceta de divo o showman de la arqueología, dado al espectáculo, a la megalomanía y
al egocentrismo con la excusa de promocionar la egiptología y poner a Egipto en
lo más alto. La animadversión entre los dos fue creciendo y Zahi Hawass no
perdía oportunidad de calificar a Bauval de agente
sionista. Al fin, Bauval acabó de tensar la cuerda con la publicación de su
libro Breaking the mirror of heaven
(2012), co-escrito con Ahmed Osman, justo después de que Hawass cayera
defenestrado por la revolución política egipcia de 2011. Pues bien, dicha obra
estaba enteramente dedicada a criticar la “supresión de la voz del antiguo
Egipto”, dando por hecho que la ciencia egiptológica había secuestrado o
maltratado el auténtico espíritu y legado de los antiguos egipcios. Y en dicho
discurso no podía faltar un ataque directo a toda la gestión de Hawass durante
sus años al frente de la arqueología egipcia, acusándolo de ser un trepa y un intrigante, y de estar ahí
puesto por los americanos, a los que tanto parecía haber favorecido, aparte de
otras imputaciones como robo de objetos, corrupción o apropiación indebida de
fondos.
Con estos antecedentes, la disputa entre ambos acabó por
explotar en abril de 2013 cuando Hawass, en una entrevista periodística, acusó
directamente a Bauval de haber promovido la extracción (con daño colateral) de
una muestra de un cartucho[1]
del faraón Khufu (Keops) del interior de la Gran Pirámide, acción que habrían
ejecutado en su nombre unos investigadores alemanes que estaban realizando un
documental televisivo. Según Hawass, Bauval quería probar que la Gran Pirámide
era un logro de los judíos y no de los egipcios y por ello había pagado a esos
hombres para que le aportasen la prueba. Hawass puso toda
la carne en el asador y llegó a afirmar literalmente que “los vándalos
extranjeros están liderados por un judío egipcio que vive en Bélgica, y […] que
antes escribió un libro intentando probar que la pirámide no era egipcia.” (Declaración
altisonante pero que demuestra que Hawass no estaba muy bien informado, pues
Bauval ya hacía años que vivía en España.)
Ante estas
acusaciones, Robert Bauval argumentó a su vez que en verdad podía haberse producido
tal “ataque” entre julio de 2004 y diciembre de 2006 por
alguien no identificado, pero que los tres investigadores germanos eran
inocentes de cualquier acto ilegal en 2013. Para despejar dudas y responder a
la difamación, Bauval pidió a los implicados que le explicaran exactamente lo
ocurrido y pusieran por escrito que ellos no tenían nada que ver con el daño al
cartucho y que el propio Bauval no tenía relación alguna con el asunto. Bauval
consiguió tal declaración y la envió al director de la publicación en la que
Hawass había lanzado sus graves acusaciones. De todos modos, uno de los
investigadores –llamado Gorlitz– admitió que, si bien no se había tocado el
cartucho del faraón, sí se había extraído una muestra de un grafiti de la misma
cámara. Y la controversia se agravó aún más, pues una investigación in situ de las autoridades egipcias
concluyó que el cartucho de Khufu sí había sido alterado[2].
Finalmente, Bauval quedó fuera de la polémica, pero aun así Zahi Hawass –el faraón ofendido– no perdería una última oportunidad
para destruir cualquier cosa que tuviera que ver con Bauval.
La diapositiva maldita |
Así, llegados a
abril de 2015, estaba prevista la celebración de un debate público en el Cairo
entre Graham Hancock y Zahi Hawass para contrastar sus respectivas visiones
sobre el antiguo Egipto. Ahora bien, resultó que Hawass –antes de iniciarse el
acto– vio la presentación de diapositivas de Hancock, entre las cuales aparecía
una con la imagen de Bauval y una mención a su conocida Teoría de la Correlación de
Orión. A Hawass le faltó tiempo para montar en cólera y negarse a realizar el
debate con Hancock (íntimo amigo de Bauval), estallando en descalificaciones
hacia Bauval, tachándolo de criminal y ladrón. Lo cierto es que no hubo forma
de reconducir la situación y al final no hubo ningún debate (sólo intervenciones
separadas), para disgusto de los asistentes al acto.
Dicho todo esto, y
para concluir, nos podría quedar una imagen de Hawass de capo mafioso o algo parecido. Sin embargo, creo que es justo
reconocer que en todo este asunto hay también un claro enfrentamiento de un ego
contra otro. En este sentido, mi breve experiencia personal con Bauval es
ambivalente. Por un lado, en 2013 fue muy gentil al concedernos una extensa
entrevista, realizada por Eduard Pi (con mi aportación en algunas cuestiones),
para la revista Dogmacero. Por otro
lado, empero, tuve unos fugaces contactos con él en el sitio web de Graham
Hancock para plantearle ciertos asuntos, y no me contestó o lo hizo de forma
altiva y arrogante, conducta que he visto repetida en otras muchas de sus
intervenciones, como si fuera un cerrado académico en posesión de la verdad. Y
es que nadie es perfecto, ni en el mundo oficial ni el ámbito alternativo.
© Xavier Bartlett
2019
Fuente imágenes:
Wikimedia Commons / archivo del autor
[1] “Cartucho” es el nombre coloquial puesto en el siglo XIX para referirse
al nombre de un faraón escrito en jeroglífico y rodeado de un óvalo para
destacarlo.
[2] Bauval está convencido, a la luz de unas fotos tomadas por su amigo
Robert Schoch, que la manipulación del cartucho tuvo lugar mucho antes de 2013,
en los primeros años del siglo, y que tal vez el investigador alemán Stefan
Erdmann –que había estado varias veces en las cámaras de descarga de la Gran
Pirámide desde los años 90– fuera el responsable, pero con toda seguridad no en
2013.
6 comentarios:
Pero seguimos sin saber nada del análisis sobre la muestra del cartucho.....Buen artículo Xavier.Un abrazo.
Hawass siempre me ha parecido alguien puesto ahí para obstaculizar toda investigación que descubra algo fuera de lo "oficial".
En fin, muchas gracias por tus artículos, Xavier, y feliz 2020.
Apreciados Ismael y Cobalt,
Muchas gracias por vuestros comentarios y feliz 2020. Sobre el cartucho, y según han afirmado Bauval y Creighton, la muestra se sacó a inicios del siglo XXI por alguien no identificado (y no sabemos si del estamento oficial, es posible) y nunca se han ofrecido resultados (también suponiendo qu la muestra se sometiera a análisis). Para Creighton, en una línea "conspiranoica", la muestra fue extraída por el estamento académico y los resultados no se han dado a conocer para no admitir el fraude de Howard Vyse, lo que sería un pequeño terremoto.
En cuanto a Hawass, de él se ha dicho casi todo, pero sí que es verdad que ha controlado todo lo que se excavaba en Guiza y otros lugares, dando o denegando permisos a su criterio. También es cierto que tiene muy buena relación con los americanos, tanto en lo académico como en lo comercial (documentales de TV, etc.)
Saludos,
X.
Muy buen artículo como siempre. Gracias por tu esfuerzo y feliz año 2020.
Gracias amigo elBlues
No creas que resulta fácil mantener alto el listón... por eso publico tan poco.
Saludos, y lo mejor para 2020,
X.
Feliz año 2020 con algo de retraso. Esperemos que sea fructifero sobre todo en nuevos hallazgos, que pongan en "jaque" al actual paradigma academico; de todas maneras que vaya bien
a nivel general.
Un saludo y gracias.
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