domingo, 11 de noviembre de 2018

La paleoantropología, en caída libre (2ª parte)



En la primera parte de este artículo expuse dos investigaciones que saltaron a la prensa como grandes hallazgos y avances en la ciencia de la Prehistoria, pero ya razoné argumentadamente que más bien estamos ante una continua sobredosis de noticias científicas que o bien no aportan nada sustancial o bien siguen apuntalando los viejos dogmas y prejuicios científicos sobre el origen del hombre, el evolucionismo o la Prehistoria en general.

No obstante, estoy convencido de que tanta investigación sólidamente patrocinada y publicitada contiene unas sutiles intenciones que van más allá de las meras propuestas científicas. En este sentido, considero que muchas investigaciones actuales son promocionadas y difundidas en la prensa de todo el mundo por razones que quizá no tengan que ver nada con el estudio del remoto pasado, sino con la ingeniería social del presente. Hace no mucho incidí en esta visión en el artículo sobre “civilizaciones desaparecidas y mensajes subliminales”, un estudio especulativo que a mi juicio tenía más bien poco –por no decir nada– de arqueología y sí mucho de maniobra pseudocientífica para extender las consabidas amenazas del cambio climático. Esto es, se utiliza el pasado para lanzar un mensaje de alarma en el presente. En suma, no sólo estamos ante una ciencia de baja calidad, que construye castillos en el aire y los sustenta con grandes dosis de parafernalia tecnológica o estadística, sino ante proyectos pseudocientíficos que tratan de utilizar torticeramente ciertos aspectos del pasado para vender e implantar determinadas ideas o tendencias sociales.

Bueno, ahora se podría decir que veo fantasmas donde no los hay y que apelo a oscuras conspiraciones, pero lo cierto es que cuando el hecho se repite una y otra vez y con el mismo modus operandi, no puede ser casualidad. Siendo generosos y escépticos podríamos admitir que haya uno, dos o tres artículos que apuesten por este tipo de ciencia, pero lo que llama la atención es que la mayoría de noticias de arqueología que llegan al gran público están cortadas por el mismo patrón, la misma carga ideológica moderna y el mismo tratamiento periodístico simple y sensacionalista. Y si uno rasca un poco sobre la superficie llena de datos y análisis verá la repetición de conclusiones vagas que apenas resisten una crítica razonada, pero que incitan a sutiles comparaciones entre el pasado y el presente para extraer consecuencias amenazantes. Esto sí que es “arqueología alternativa” y no lo que escriben Hancock y compañía... En fin, cada vez siento más respeto por los prehistoriadores del siglo XIX e inicios del XX.

El trabajo ennoblece... y asegura la supervivencia



Uno de los pilares de la sociedad actual es la cultura del trabajo, la competitividad y el esfuerzo, lo cual está muy bien siempre que nos dejaran decidir cómo enfocar nuestro trabajo o actividad y qué hacer con nuestras vidas para ser personas en vez de máquinas de producción. Sobre esta visión, se ha dicho en tono humorístico que la esclavitud típica de la Antigüedad no desapareció; fue sustituida en tiempos modernos por la jornada de 8 horas... o más. Este tipo de planteamiento social y económico raramente ha sido trasladado a la prehistoria, porque las condiciones de vida de los homínidos en tiempos arcaicos se regían por otros parámetros que poco o nada tienen que ver con nuestra civilizada concepción del trabajo y del rendimiento.

Reconstrucción de Homo erectus
Sin embargo, hace no mucho la publicación científica PloS ONE[1] me sorprendió con un artículo sobre una extraña teoría acerca de las causas de la extinción del Homo erectus. Y dicho sea de paso, cabe resaltar que al pobre erectus se lo había “liquidado” tradicionalmente en una fecha cercana a los 300.000 años, pero desde épocas recientes se acepta que sobrevivió residualmente en pequeñas comunidades hasta unas pocas decenas de miles de años, lo que una vez más pondría de manifiesto que las diversas “especies” de Homo se solaparon en el tiempo y no aparecieron y desaparecieron de golpe –y de forma encadenada– en función de selecciones, luchas o competencias evolutivas. Pero vayamos al grano de la teoría en cuestión.

Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de Australia (ANU), liderado por el arqueólogo Ceri Shipton, ha lanzado una propuesta cuando menos curiosa sobre el devenir del Homo erectus. A partir de los resultados de unas excavaciones realizadas en el yacimiento de Saffaqah, cercano a la población de Dawadmi (en el centro de la Península Arábiga), Shipton ha concluido que el Homo erectus se extinguió –al menos parcialmente– a causa de una actitud poco laboriosa en sus estrategias de supervivencia; esto es, desapareció “por vago”, por optar por la ley del mínimo esfuerzo. En principio todo esto nos puede sonar un poco raro o categórico, pero vamos a explicar en que se basa tal afirmación.

Lo que pudo apreciar el equipo de Shipton es que los restos sobre el terreno delataban que los individuos erectus de aquel lugar no habían hecho grandes esfuerzos ni en la elaboración de herramientas ni en la búsqueda de recursos. Así, se pudo comprobar que en los diferentes estratos –correspondientes a una sucesión de épocas– las herramientas de piedra, clasificadas técnicamente como la típica industria achelense de piezas bifaces,  permanecían invariables. Se trataba de simples  herramientas obtenidas a partir de los cantos rodados del lecho del río cercano. Esto es, no se mataban a la hora de procurarse el sustento ni se esmeraban en la fabricación de los medios –los utensilios– para procesar dicho sustento.

Lo que también parece demostrado es que esa región, mucho más húmeda hace miles de años, era la confluencia de varias corrientes de agua y que por eso estuvo densamente poblada durante el Paleolítico inferior. En ese contexto, los homínidos de aquella época parece que se acomodaron a la abundancia de recursos de todo tipo. Esto les llevó a ser relativamente conservadores en la elaboración y mejora de sus artefactos, y siempre emplearon los guijarros que tenían más a mano, junto a sus campamentos, para realizar sus toscas herramientas.

Esta estrategia podría ser eficaz a corto plazo pero no con vistas a crecientes cambios y adversidades, sobre todo de tipo climático, con una progresiva desertización del paisaje. Así, frente a la capacidad de los neandertales y los sapiens arcaicos para realizar herramientas de mejor calidad, quizá los erectus se quedaron estancados y no supieron reaccionar hasta que fue demasiado tarde. Esta falta de esfuerzo se vería refrendada por la presencia de un cercano yacimiento de roca de mayor calidad que no fue utilizado. De hecho, no se ha detectado allí ningún resto de herramienta o de cantera incipiente. Shipton se pregunta por qué no hicieron nada y e interpreta que –aunque los erectus sabían bien que el yacimiento estaba ahí mismo– no vieron ninguna necesidad de molestarse en explotarlo.

A este respecto, Shipton ha declarado en los medios lo siguiente: “Lo cierto es que no parece que se esforzaran demasiado. No tengo la sensación de que fueran exploradores mirando por encima del horizonte. No creo que tuvieran la misma capacidad de maravillarse que tenemos nosotros.”

Artefactos de H. erectus hallados en Saffaqah (Arabia Saudí). Fuente: artículo original en PloS ONE

El escenario final que se plantea es que, a la vista de la continuidad de las herramientas, la falta de progreso y la “comodidad” de vivir junto a ricas fuentes de agua por parte de los erectus, tuvo lugar un cierto colapso tecnológico cuando las condiciones de vida se hicieron desfavorables, principalmente debido a la progresiva aridez del medio natural. Y como resultado de tal colapso los erectus desaparecieron del lugar, lo cual podría extrapolarse a una extinción a una escala mayor en las diversas regiones habitadas por este homínido. En fin, estaríamos en la línea del más puro evolucionismo por selección natural: los que no se adaptan a entornos cambiantes y hostiles acaban por extinguirse, dando paso a especies más evolucionadas que sí luchan, se esfuerzan y se adaptan de una forma competitiva.

En fin, lo primero que cabe decir ante esta propuesta es que es sólo una hipótesis y que está restringida a una zona muy concreta del planeta. De hecho, la ciencia no tiene ninguna explicación probada de por qué se extinguieron las diversas “especies” de homínidos que nos precedieron. En efecto, hay teorías más o menos fundadas pero ninguna certeza. Es algo similar a lo que ocurre con la famosa desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años, con la teoría del impacto de un gran meteorito. Es plausible, pero no podemos asegurar nada. Y de paso, véase que en dicho escenario no habría existido ningún proceso de selección natural sino un evento cósmico catastrófico que se habría llevado por delante a “los más fuertes y adaptados”.

Otro hecho que llama la atención es que se pueda especular con el poco esfuerzo del Homo erectus y su capacidad de supervivencia. Se compara negativamente al erectus con otros homínidos “más evolucionados” como el neandertal o el sapiens, pero si tomamos los propios estudios aceptados por la ciencia de la Prehistoria veremos que el erectus vivió sobre nuestro planeta alrededor de 1,8 millones de años, mientras que el neandertal estaría sobre los 300.000 años y el sapiens (hasta la fecha) unos 200.000, si bien muy recientes investigaciones ampliarían bastante dicha cronología. Además, el erectus es el primer homínido que encontramos extendido por todo el planeta (en África toma el nombre de Homo ergaster), con excepción de América[2]. Esto quiere decir que, pese a tratarse de un humano “tosco y primitivo”, fue capaz de viajar a grandes distancias, ocupar territorios con climas y paisajes bien distintos y adaptarse a los cambios climáticos producidos a lo largo de cientos de miles de años.

Figuración de H. erectus haciendo fuego
Los restos que nos han llegado del erectus nos muestran que era un homínido de talla similar a la nuestra pero más fuerte y robusto que nosotros, aunque con un cerebro más pequeño. Este homínido era hábil con las manos y aprendió a usar el fuego. Cazaba y recolectaba y ejerció un cierto dominio sobre los territorios –y sobre las especies competidoras– en los que se asentó. Sus herramientas de piedra bifaces eran ciertamente simples, pero cumplieron bien su labor durante cientos de miles de años. Cuando una cosa funciona bien, ¿qué necesidad hay de cambiarla? Lo que Shipton propone como “falta de evolución” es la constatación de que una estrategia exitosa no provoca cambios sustanciales. Por otro lado, es muy arriesgado afirmar que un cambio tecnológico hubiera comportado necesariamente la supervivencia de esas comunidades. No veo cómo unas herramientas más avanzadas (o realizadas con piedra de mayor calidad) hubieran podido contrarrestar los cambios ambientales más duros. Posiblemente, las condiciones de vida se hicieron tan extremas que la natalidad bajó progresivamente y finalmente los erectus tuvieron que buscarse la vida en otras zonas con más recursos.

Véase también que las actuales tribus que aún mantienen un estilo de vida paleolítico (cazador-recolector) han sobrevivido durante decenas de miles de años sin necesidad de cambiar apenas su primitiva tecnología y sus técnicas de caza y recolección. Sólo la presencia del hombre moderno y de la civilización han supuesto una grave amenaza para su supervivencia. Lo que ocurrió durante la colonización española en América, así como en otros lugares, es que estas personas fueron esclavizadas a un modo de vida productor y de trabajo extenuante (por ejemplo, en las minas), y no estaban preparadas para tales labores. Su forma de vida requería ciertamente de esfuerzo, pero no como el que supone una economía productiva avanzada, enfocada a tener cada vez más recursos y riquezas. De ahí que, a ojos de los europeos, los indígenas pudieran parecer “vagos”.

Y aquí cerramos la reflexión sobre esta visión del Homo erectus. Siendo suspicaz, veo que desde una interpretación ideológica de la Prehistoria se está lanzando un mensaje sesgado al mundo de hoy en día en forma de aviso a navegantes. Ellos (los erectus) “no eran  como nosotros”, “no tenían la capacidad de maravillarse como nosotros”, “recurrían al mínimo esfuerzo”, etc. Esto no cuadra con nuestra actual visión de que “hay que ser competitivos, trabajar muy duro, renunciar al mínimo esfuerzo, seguir avanzando, buscar nuevas metas, no contentarnos con lo que tenemos, etc.” Este es el ideal del mundo moderno, inmerso en la adoración (o sumisión) al trabajo, a la carrera profesional, al dinero, a la tecnología, a los bienes materiales, etc., todo lo cual provoca una continua insatisfacción porque nada nunca es suficiente. Es el progreso por el progreso, que nos lleva... ¿a dónde?

Los neandertales no eran buenos veganos... y lo pagaron



Cráneo de neandertal
Otra noticia reciente que me ha causado cierto estupor se basa en un estudio sobre los neandertales y la enésima teoría sobre su extinción, que ya parece un concurso de “a ver quién da más”, a la espera de hallar la respuesta definitiva, lo cual permitiría agrandar el ego del científico afortunado. Recordemos, sólo como contexto básico, que los neandertales aparecen en el Levante mediterráneo y Eurasia hace unos 300.000 años[3] y que desaparecen hace unos 40.000-30.000 años, supuestamente por la presión o competencia del Homo sapiens. No obstante, se ha constatado la presencia de algunas comunidades residuales de neandertales en la Península Ibérica que pervivieron hasta hace unos 14.000 años.

Este caso particular nace de un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS)[4] a cargo del equipo científico encabezado por el alemán Michael Staubwasser, de la Universidad de Colonia. La tesis de este equipo es que los neandertales fueron incapaces de adaptarse a los cambios climáticos sucedidos durante la última Edad del Hielo, en particular cuando las temperaturas bajaron en extremo y la fauna se resintió de forma notable, lo que a su vez impactó gravemente en su dieta. Ya se puede imaginar uno por dónde van los tiros...

La investigación de Staubwasser se centra en aspectos paleoclimáticos de Europa (principalmente central y oriental) durante el Paleolítico medio y superior. Lo que su equipo ha tratado de demostrar es que determinados cambios climáticos abruptos hicieron descender drásticamente las temperaturas (hasta una media de 2º C bajo cero) en zonas como el valle del Danubio, lo que supuso un descalabro en los grandes mamíferos –sobre todo renos– que cazaban entonces los neandertales. Esto se tradujo en un grave descenso de los recursos alimenticios y, en consecuencia, en un progresivo declive de la especie.

Lo que los científicos apreciaron en los registros paleoclimáticos de hace unos 40.000 años –extraídos principalmente de las estalagmitas en cuevas– es que las temperaturas cayeron tan fuertemente que la población humana vio en peligro su propia subsistencia en unas condiciones tan gélidas. Estos registros se compararon con los estratos arqueológicos en que se habían hallado artefactos, y resultó que en los estratos correspondientes a las épocas más frías no se detectaron las típicas herramientas de los neandertales. De ahí se dedujo que los neandertales sufrieron especialmente durante esos periodos, ya próximos al momento de su extinción, puesto que su dieta era fundamentalmente carnívora y al no disponer de piezas para consumir debieron sufrir una fuerte recesión demográfica, lo que daría paso a la decisiva expansión en Europa del Homo sapiens, cuyas estrategias de supervivencia eran más amplias, empezando por una dieta más vegetariana. En resumidas cuentas, quien no reacciona frente al cambio climático y además come mucha carne, tiene todos los números para extinguirse. ¿A qué me suena todo esto?

Realmente, es de agradecer que en esta nueva hipótesis los sapiens no aparezcan como “eliminadores” directos de los neandertales, pero es evidente que en el trasfondo está el concepto de una mejor adaptación “a los cambios ambientales” lo que nos lleva a los clásicos postulados darwinistas. Sin embargo, estamos una vez más ante conclusiones generales extraídas a partir de datos parciales y posiblemente sesgados. Pasemos a analizar algunos hechos relevantes.

Área de poblamiento neandertal
Que los neandertales abandonaran una determinada área en un determinado tiempo no indica necesariamente que se extinguieran de forma global. La realidad es que durante el Pleistoceno –un largo periodo geológico y ambiental– se sucedieron varias etapas muy frías y los neandertales superaron todas ellas hasta hace 30.000 años, si bien está probado que fueron capaces de sobrevivir en regímenes climáticos bien distintos. Cabe recordar que ellos ya estaban en Eurasia por lo menos desde hace 250.000 años, mucho antes que los sapiens, pues la propia ciencia ortodoxa nos dice que la migración masiva de sapiens hacia Eurasia no tuvo lugar antes de unos 70.000 años. Por lo tanto, si había una especie autóctona y bien adaptada al medio natural esa era la de los neandertales, que por otra parte eran mucho más fuertes y robustos que los humanos modernos, que presumiblemente procedían de la cálida África (un dogma científico que nadie se atreve a discutir). Tampoco los neandertales eran tan brutos ni primitivos como se les pintó durante décadas, pues los estudios más recientes han demostrado que su inteligencia y habilidad estaba a la par que la de los sapiens.

Si nos adentramos ahora en el núcleo de la propuesta de Staubwasser, los datos parecen muy sólidos y convincentes, pero hay que tener en cuenta que la población de neandertales estaba muy dispersa por toda Europa y que podía haber zonas casi deshabitadas o abandonadas, en favor de otras más pobladas, donde el acceso a los recursos era más fácil. Existe, aparte, un dato clave que no debemos pasar por alto: en el Paleolítico superior la población humana era excepcionalmente baja en Europa. Según estimaciones arqueológicas, hace unos 15.000 años la población europea rondaba apenas ¡los 30.000 individuos! (Y en todo el mundo no habría más de medio millón de habitantes humanos.) Si retrocedemos unos cuantos miles de años, cuando coincidieron sapiens y neandertales en el continente, podemos pensar que las cifras eran bastante similares. En fin, muy poca gente para tanto espacio. Por consiguiente, el problema de los recursos podía ser superado si los humanos eran capaces de moverse y de buscar fuentes de alimentación diversas.

Y aquí viene otro importante prejuicio. Se nos dice que los rudos neandertales eran básicamente carnívoros. Esto no es cierto. Existen varios rigurosos estudios[5] de este siglo XXI que apuntan a que su dieta habitual era mixta e incorporaba numerosos vegetales (frutos secos, raíces, tubérculos, bulbos, legumbres, granos de cereal, etc.), bien consumidos en crudo, bien cocinados al fuego. Además, también se comprobó que consumían determinadas plantas como remedios medicinales, lo cual implica que su dominio del medio natural era mucho más amplio que “ir a cazar renos”. Es evidente que tanto los sapiens como los neandertales eran omnívoros –como lo somos hoy en día– y que según las necesidades y las condiciones ambientales se inclinarían por una mayor o menor proporción de carne en su dieta.

Por tanto, es muy forzado afirmar que los neandertales se extinguieron por comer casi exclusivamente carne, mientras que los sapiens eran básicamente vegetarianos y gracias a ello pervivieron. De hecho, algunos expertos creen que esos hombres primitivos en realidad comían mucho mejor que nosotros, al acceder a una alimentación fresca y variada (frutas, vegetales, raíces, carne, pescado, etc.) completamente natural. Los restos óseos dejan lugar a poca duda: individuos sanos, robustos y poco afectados por enfermedades degenerativas o pérdida de dientes.

Cráneos de sapiens (izq.) y neandertal (der.)
En suma, estamos ante una teoría más de dudosa consistencia para intentar explicar el declive y posterior desaparición de los neandertales. Y por cierto, cabe destacar que esta propuesta choca de frente con la visión defendida por la prestigiosa antropóloga Pat Shipman, según la cual los sapiens forzaron a la extinción a los neandertales al ser más eficaces en sus técnicas de caza, esto es, en el acceso a más y mejores recursos cárnicos... A ver, pónganse de acuerdo, para empezar.

Con todo, veo en este material otro mensaje subliminal para este desquiciado presente en que el ecologismo se ha convertido en una auténtica religión indiscutible. No hay que insistir mucho en la intimidación constante sobre la amenaza del cambio climático –que se achaca falsamente a la actividad humana– y en la presión, a veces muy intolerante y dogmática, realizada por veganos y animalistas en contra de la alimentación a base de carne, aunque sea parcialmente, y para ello se ha dicho incluso que la crianza de vacas es un factor clave en las emisiones nocivas de CO2. Vamos a dejarlo ahí...

No quisiera acabar, empero, sin mencionar otro pesado fardo que se ha cargado a espaldas de los pobres neandertales. En pleno auge de los estudios paleogenéticos y microbiológicos, ha aparecido un artículo en que se culpa a los neandertales de traspasarnos genéticamente un agresivo virus, el del papiloma humano, causante del cáncer de cuello de útero. Así, según una investigación conjunta de la Universidad de Honk Kong y de la Facultad de Medicina Albert Einstein (EE UU), este virus, que se contagia por relación sexual, ha estado evolucionando conjuntamente con su huésped –o sea, el ser humano– durante cientos de miles de años, pero que en concreto fue traspasado –en su subtipo HPV16– por los neandertales a los humanos modernos hace unos 80.000 años.

Pues bien, dado que este virus llega a matar anualmente a unas 250.000 personas en todo el mundo en diversos tipos de cáncer relacionados con los genitales, ya ven que nada bueno se podía esperar de la hibridación entre sapiens y neandertales, que al parecer también fue el origen de algunas enfermedades y deficiencias de los seres humanos actuales. Por lo tanto, de cara al bienestar del planeta y de la raza humana, mejor que no coman carne y que no practiquen sexo, por lo que pueda pasar...

© Xavier Bartlett 2018

Fuente imágenes: Wikimedia Commons


[1] Fuente: https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0200497

[2] No obstante, y dado que se han hallado yacimientos en América de gran antigüedad (de hasta 300.000 años) –aunque no reconocidos por el estamento académico–, se ha especulado con la presencia de comunidades de erectus en dicho continente, pero hasta la fecha no se han hallado huesos humanos atribuibles al H. erectus. 

[3] Los estudios tradicionales apuntaban a unos 250.000 años pero las investigaciones más modernas retrasan tal fecha a unos 300.000 años o incluso más, según estudios paleogenéticos.

[4] Fuente: http://www.pnas.org/content/115/37/9116


[5] Por ejemplo : HARDY, K. et alii. Neanderthal medics? Evidence for food, cooking and medicinal plants entrapped in dental calculus. Naturwissenschaften, DOI 10.1007/s00114-012-0942-0, 2012.

6 comentarios:

CobaltUDK dijo...

Nada, falta la opción del meteorito que extingue a todos los neandertales, como pasó antes con los dinosaurios.

Les falta explicar de dónde vienen las aves, o por qué llevamos un 3% de adn neandertal.

Claro que eso supondría reconocer que extinguirse no es lo mismo que diluirse.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Cobalt

Ya lo he expuesto varias veces, y bastantes científicos apuntan a eso: baja población de neandertales que se acabó fundiendo con los sapiens. Ni competencia ni selección natural; hibridación.

Saludos,
X.

Alarico dijo...

Bueno,bueno,esto es como para mear y no echar gota,el nivel cognitivo de una pequeña parte,al menos eso creo,del colectivo cientifico,es totalmente subrrealista,situado en unos peldaños,que verdaderamente da pena y escalofrios pensar que estas ideas,puedan traspasar lo puramente anecdotico y festivalero,para convertirse en pilares educativos y de formacion.
Lo del Erectus gandul ¿en serio que lo dice un titulado universitario?.
Desconozco en que tombola se expiden licenciaturas,pero si me lo indican,mañana mismo,salgo volando a adquirir una catedra y si hay oferta me traigo tambien el doctorado en gilipolleces.
No se si lo que dice el sr.Shipton,lo dice en contra de todo lo que sabe,o,si todo lo que sabe es solo lo que dice,de cualquier manera me gustaria proponerle algo sobre la haraganeria del Erectus,que posiblemente no tuviera en cuenta para sus investigaciones,como por ejemplo someter a valoracion la pereza del Erectus por cazar,o puede que fuese vago a la hora de encender fuego para cocinar y calentarse,o bien careciese de interes suficiente por abrir la boca para masticar,otra posibilidad realista,es plausible si algun gen retorcido,cada vez que tenia hambre,le hiciese creer que en realidad lo que tenia era frio,de ahi que se tapara para dormir,no despertara y se extinguiera.Bochornoso.
Los Neandertales,los pobres,han cargado con todo tipo de apariencias y fisonomias,desde ser un monstruo encorvado,pelos en las orejas,garrote en mano y con muy mala vibra,viviendo en cuevecitas muy cucas,con vistas a las pistas de esqui o tambien a 1ª linea de playa,por que curiosamente,sabian encerder fuego y utilizarlo,sabian aprovechar las pieles y el cuerpo de los animales,sabian fabricar armas,sabian muchas cosas,pero inexplicablemente,no sabian construir un chamizo con 4 palos y 4 ramas,para protegerse,curioso,todos a las cuevas,no se,estarian especulando con el terreno.
Ahora en algunos museos,han retirado al monstruo con sifosis y lo han enderezado un poco,ahora mismo ya no es el jorobado de Notre Dame,anda totalmente erguido,y podemos afirmar que su desaparicion,fue ocasionada por la escasez de la remolacha azucarera,en unos cuantos años mas,estaremos en condiciones de asegurar que en realidad su extincion,obedece a las reverberaciones solares,que impactaron de lleno en sus organos reproductores,llevandolos al exterminio.
A mi ya no me extraña nada,estas cosas me sulibellan,pero no me extrañan,tengo un chico con 16 añazos el morlaco,va al instituto y es de los primeros en clase,la verdad es que estudia y aprueba todo,incluso la asignatura de geografia e historia,el nivelazo institucional es tremendo,consiste en saber el codigo postal y el numero del portal de su casa,el nombre de su pueblo,autonomia,pais o continente,seguro que le cae en selectividad.Si le preguntan que son Los Pirineos o Los Alpes,sabe fijo que son unas marcas de playeros,si le preguntan que son los Neandertales,sabe de muy buena tinta que los "neanderlantales",son los que se le rompen a su abuela en la cocina,por comprar en los chinos.
Y ahi como lo ve,con 16 tacazos del ala,la criatura esta euforica,porque esta semana le van a enseñar a poner el rabito de la o.
Cuatro años mas y el angelito se planta en la Universidad,con este tremendo baul de conocimientos generales.
Si tiene ud.ocasion,visualize programas de " Cesta y Puntos " de los años 65-70,alguno hay circulando por youtube y compare el nivel anterior con el actual.
No es de extrañar que surjan figuras cientificas como las expuestas en el articulo,que por otra parte parece evidencial señalar,que el virus de la idiotez,no es unicamente una epidemia local,la terrible sospecha de que se trata de una pandemia a nivel mundial,cobra dia a dia pruebas irrefutables.

Perdone ud.la ironia y el sarcasmo,pero es que ante ciertas publicaciones,no asoma mas que la insana burla,que a veces nos domina.

Gracias por su trabajo.Un saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Apreciado Alarico

Magnífico y sarcástico comentario que suscribo enteramente. En las últimas décadas se ha producido una evidente caída en la calidad de la ciencia (parece haber quedado claro...) y en la enseñanza. Pero eso es lo que se busca: gente que sepa tres o cuatro cosas, sea supercialista en algo y se crea cualquier tontería. La verdad es que esta arqueología actual me produce más pena que otra cosa.

Saludos,
X.

el Blues dijo...

En la primera parte te preguntabas sobre "la difícil lógica exacta que permite identificar o separar especies, tanto en los humanos como en otros seres vivos" y "no tener explicaciones para esa diversidad anatómica en los humanos". Siempre me he preguntado sobre la gran diversidad entre los hombres ¡¡¡de una misma raza!!! ni que decir entre las distintas razas. Y creo que podría valer lo siguiente: Son especies distintas las que no pueden recombinar con éxito su material genético: ser viable el producto y no son especie sino raza la que si lo hacen. De ahí la gran diversidad fenotípica. Un artículo muy interesante. Gracias por tu esfuerzo.

Xavier Bartlett dijo...

Apreciado amigo,

Muchas gracias por tu comentario. En efecto, según he podido comprobar en la opinión de varios biólogos distinguidos, definir el término "especie" no resulta tan fácil, y esto mismo se ha trasladado a los homínidos. ¿Te imaginas a un arqueólogo del año 120.000 estudiando los restos de "diversas especies humanas" del siglo XXI? Pues esto se puede aplicar a la Prehistoria donde se ve la convivencia y solapamiento de diversas razas (y no especies) humanas con caracterísiticas más o menos marcadas. Lo cierto es que la hibridación entre los humanos fue factible durante cientos de miles de años; en cambio, con el resto de los primates fue (y es) absolutamente imposible. Por algo será.

Saludos