Todos los aficionados a la arqueología alternativa saben
que uno de los caballos de batalla más firmes de sus tesis heréticas es
el tema de las civilizaciones desaparecidas (una o varias), argumento que tal
vez permitiría entender algunas cosas que aún hoy en día resultan oscuras o
confusas desde el punto de vista arqueológico. Para resumir, podríamos decir
que hay dos enfoques principales sobre esta cuestión. Por un lado, están los
que abogan por una civilización que data de hace unas decenas de miles de años
–encarnada principalmente en el mito de la Atlántida– y que resultó destruida
por un enorme cataclismo hace unos 12.000 años, como ya expuse en el artículo
reciente sobre catastrofismo. Por otro lado, están los que adoptan una
perspectiva de historia cíclica y que creen que ha habido varias humanidades
que han nacido, prosperado y desaparecido en ciclos de tiempo muy extensos,
llegando incluso a varios millones de años, tal como afirma la tradición védica
hindú, y que ha tenido eco en autores occidentales tan conocidos como Michael
Cremo.
Por lo demás, tampoco hay una
idea muy definida de cómo podrían haber sido esas humanidades pasadas e
ignotas. En algunos casos, recogidos por Cremo, se habla de presencia de restos
de Homo sapiens (u homínidos anatómicamente modernos) con antigüedades
de hace algunos millones de años, pero sin estar claramente asociados a una
cultura material determinada. Más bien parece que esos hipotéticos hombres de
eras remotas vivirían o bien en una supuesta Edad de Piedra o bien en un
estadio de civilización primitivo. No obstante, algunos supuestos objetos
sofisticados o avanzados de incierta datación –los famosos ooparts–
empujarían a pensar que los humanos de esos tiempos tenían una civilización
tecnológica similar a la nuestra o incluso más adelantada. En esta misma línea
también cabe mencionar las visiones del psíquico americano Edgar Cayce en las
que hablaba de tecnología de cristales y otros poderes que no estarían al alcance
de la humanidad actual. Este tipo de especulaciones de algún modo enlazaría con el
viejo debate sobre los prodigios de algunas obras megalíticas, asunto polémico
que he abordado frecuentemente en este blog.
Los inicios de la civilización: Egipto |
En este clásico contexto de
negación de civilizaciones desaparecidas por parte de la ciencia académica, he
quedado sorprendido por las recientes noticias que han aparecido en
numerosos medios de comunicación acerca de una investigación de tipo físico,
químico y geológico que pretende abrir una inesperada puerta a una civilización
perdida no hace miles de años... sino millones. En efecto, en el artículo
titulado Was There a Civilization On Earth Before Humans?[1]
(“¿Hubo una civilización sobre la Tierra antes de los humanos?”) los
científicos norteamericanos Adam Franck (astrofísico de la Universidad de
Rochester) y Gavin Schmidt (director del GISS[2])
realizan una serie de planteamientos teóricos no muy habituales –y
aparentemente muy audaces– sostenidos por determinadas observaciones de tipo
geológico y medioambiental. Paso pues a comentar este documento, adjuntado al
final unas breves reflexiones sobre su validez e intención.
En primer lugar, empero, cabe
resaltar que resulta un poco desconcertante el título de artículo pues pretende
suponer que hubo una civilización antes de los humanos, lo cual nos
empuja a pensar que o bien tal civilización surgió a partir de otra clase de seres
terrícolas o bien fue obra de alienígenas. Desde luego, esto es algo que
podríamos considerar un patinazo o resbalón del lenguaje, pero me pregunto si
no se hizo para no violentar el paradigma evolucionista sobre el origen del
hombre. Lo que parece claro es que si dejamos a los extraterrestres en su limbo
científico, lo lógico sería pensar que dicha civilización sería fruto de
humanos al menos parecidos a nosotros. Así pues, creo que no hubiera sido
ningún problema poner “una civilización (o humanidad) precedente” o algo
similar, pero dejémoslo ahí.
¿Civilizaciones de hace millones de años? |
En realidad, su estudio tiende
más bien a plantear el descubrimiento en otros mundos de una exo-civilización
esto es, una civilización originaria de algún planeta del Universo que en
el futuro pudiera ser identificada por sus restos. En todo caso, el punto de
partida o condición sine qua non es que tal civilización debería haber
sido altamente desarrollada, semejante a nuestra modernidad industrial.
Así pues, la hipótesis tiene como base metodológica la comparación de ese mundo
perdido con la actual etapa de crecimiento industrial de la Humanidad llamada
convencionalmente Antropoceno. Desde esta perspectiva, lo que los
autores tratan de buscar es una serie de marcas o indicadores en el registro
geológico –similares a los que dejaría sobre el terreno una sociedad industrial
como la nuestra– que pudieran señalar la inequívoca presencia de una sociedad
avanzada hace millones de años.
Ahora bien, ¿sería sencillo identificar las trazas de una civilización de hace millones de años? Los autores
constatan que el registro geológico es bastante limitado, pues en la
Tierra sólo se puede acceder a superficies terrestres del Cuaternario, siendo
la más antigua conocida de hace 1,8 millones de años (situada en el desierto
del Negev, al sur de Israel). Para estudiar restos más antiguos se ha de
recurrir a acantilados o cortes en la roca. La solución a este problema de
“detección” surge de la investigación climática, o dicho de otro modo, del
impacto físico-químico sobre la naturaleza que ha dejado el desarrollo
industrial en los siglos recientes.
Aquí llegamos al núcleo duro de la teoría. Los autores creen que, a falta de restos materiales convencionales, se podría explorar la hipotética huella industrial dejada sobre el paisaje en un amplio marco de tiempo que abarcara muchos millones de años. Para realizar este ejercicio teórico, se recurre a la extrapolación de la actual situación del planeta Tierra, con una civilización que ha ido dejando rastros derivados de su creciente actividad industrial. Así, cabe esperar que el actual recurso generalizado a determinados productos y a prácticas industriales deje en la naturaleza una impronta duradera, sobre todo en forma de sedimentos, en los cuales sería factible identificar unos indicadores de “extraños equilibrios químicos”.
Aquí llegamos al núcleo duro de la teoría. Los autores creen que, a falta de restos materiales convencionales, se podría explorar la hipotética huella industrial dejada sobre el paisaje en un amplio marco de tiempo que abarcara muchos millones de años. Para realizar este ejercicio teórico, se recurre a la extrapolación de la actual situación del planeta Tierra, con una civilización que ha ido dejando rastros derivados de su creciente actividad industrial. Así, cabe esperar que el actual recurso generalizado a determinados productos y a prácticas industriales deje en la naturaleza una impronta duradera, sobre todo en forma de sedimentos, en los cuales sería factible identificar unos indicadores de “extraños equilibrios químicos”.
Los autores citan, por ejemplo,
el caso de los fertilizantes (necesarios para la producción agrícola a gran
escala), que dejarían un rastro de grandes cantidades de nitrógeno, que se
acabaría depositando en los sedimentos de nuestra era. Asimismo, está el caso
de ciertos productos de uso muy extendido que datan del siglo pasado, como los
plásticos, que según varios estudios se están depositando de forma masiva en el
fondo de los mares, creando una capa geológica que podría perdurar durante
enormes periodos de tiempo. En este mismo plano, también cabría citar otros
productos químicos contaminantes e isótopos radioactivos que se depositan sobre
la superficie terrestre y que tienen larguísimos periodos de degradación.
Uso de combustibles fósiles |
Sin embargo, no es conveniente ir
tan deprisa. Los propios autores hacen referencia a un periodo llamado PETM (Paleocene-Eocene Thermal Maximum, “Máximo térmico del
Paleoceno-Eoceno”) de hace unos 45 millones de años en los que la
temperatura ascendió de forma notable y en que la Tierra estaba casi libre de
hielos. En este caso del PETM, los análisis químicos también muestran picos de
isótopos de carbono y oxígeno, que podrían ser muy similares a los de nuestro
actual Antropoceno, sin que ello suponga forzosamente pensar en una
civilización, pues la liberación del carbono y el oxígeno podría haberse dado en
una escala temporal muchísimo mayor que los recientes 300 años. De hecho, es
bien sabido que a concentración de CO2 en la atmósfera ha sido
variable a través de las eras geológicas y que en otras épocas fue mucho mayor
que en la actualidad[4].
Sobre el origen de estas alteraciones naturales, tampoco hay demasiadas
certezas, si bien se apela frecuentemente a desastres naturales, erupciones
volcánicas, eventos cósmicos, etc.
En suma, los autores vienen a
concluir en la idea de que sería muy complicado detectar con plena fiabilidad
la presencia de una civilización avanzada semejante a la nuestra y que podría
darse el riesgo de confundir factores naturales con factores humanos. No
obstante, la validez de esta hipótesis radicaría en la concienciación de lo que
supone el impacto de una civilización industrial sobre el medio ambiente, en
términos de cambio climático y autodestrucción o colapso de la propia
civilización. Así pues, en términos de supervivencia de una civilización sería
aconsejable renunciar a las energías que producen un fuerte impacto sobre la
naturaleza y adoptar otras energías sostenibles, que sin duda dejarían una
ínfima huella sobre el terreno... ¡y dificultarían pues la detección de
carácter físico-químico! Franck y Schmidt lo expresan de forma muy clara en la
siguiente afirmación:
“Una vez que te das cuenta, a
través del cambio climático, de la necesidad de hallar fuentes de energía de
bajo impacto, menos impacto dejarás. Por tanto, cuanto más sostenible se haga
tu civilización, menor será la señal que dejarás para las futuras
generaciones.”
Restos plásticos (foto: A. Whaddington) |
Para empezar, como ya se ha recalcado, ni los
proponentes de esta hipótesis tienen claro cómo se podría discriminar con
precisión el sentido de los indicadores “irregulares” hallados en los análisis
químicos. Al no haber seguridad sobre el origen de esos picos de
determinados elementos ya mencionados, sería muy complicado determinar si hubo
vida inteligente aquí o en otro planeta sin disponer de otros elementos de
contraste. En cualquier caso, también cabe la posibilidad de que los
indicadores que maneja esta hipótesis estén presentes hasta un determinado
tiempo y luego desaparezcan del registro geológico o sean tan leves que no
permitan aportar ninguna información fiable.
Asimismo, podemos apreciar un grave sesgo,
reconocido por los propios autores, que es suponer que una civilización
desarrollada tuvo que pasar por una etapa industrial similar a la nuestra, ya
sea en nuestro planeta o en cualquier otro. Incluso si aceptamos que esa
civilización alcanzó una fase industrial, no se puede saber qué tipo de
industria iba a desarrollar ni con qué fuentes de energía, y si en caso de
producir cierta contaminación no hubiera hallado un remedio eficaz contra ésta.
Del mismo modo es imposible saber cómo evolucionará nuestra civilización, pues
todos los presagios catastrofistas están plagados de sesgos, manipulaciones y
mentiras, por no hablar del propio riesgo de hacer predicciones basándose en
simples proyecciones estadísticas o matemáticas. Hay muchos escenarios posibles
a partir de nuestra actual situación y que no necesariamente han de acabar en
la deposición y consolidación de residuos –ya sean contaminantes o no– durante
millones de años. Ahora es pertinente recordar que la geología contiene una
buena parte de especulación, pues por ejemplo las propias dataciones
radiométricas (sobre elementos radioactivos) están basadas en proyecciones
matemáticas y suposiciones sobre la inalterabilidad de ciertos procesos, aparte
de los importantes márgenes de error propios de la metodología[6].
Aún así, y aunque admitamos la bondad de los
argumentos de estos científicos, también podríamos considerar que es un sesgo
afirmar que una civilización fue destruida por su propia contaminación o por
haber provocado un “cambio climático”. Podría haber sobrevivido a un gran
desastre ecológico –debido a causas naturales o bien a causas antrópicas– o de
cualquier otra clase y luego desaparecer por otros motivos completamente
distintos. Las civilizaciones antiguas, por ejemplo, ya no están entre nosotros
porque sucumbieron a procesos internos o externos de desintegración o
evolución, y en ningún caso podemos hablar de un “desastre industrial”. A lo
mejor nuestro mundo podría perecer a causa del impacto de un asteroide enorme,
o de una guerra nuclear masiva, o de un virus maligno o de los efectos de la
contaminación electromagnética (de la que casi nadie habla). Todas las
hipótesis están abiertas. Nada es eterno ni seguro.
Otro concepto de civilización |
Para varios arqueólogos alternativos, entre los que podemos a destacar a John Anthony West o Graham Hancock, algunas de las civilizaciones más antiguas que nos precedieron no se parecían en casi nada a la nuestra porque no estaban orientadas al materialismo (nuestro caso) sino a la espiritualidad, como se aprecia especialmente en el caso de la civilización egipcia, tal vez heredera de una civilización ignota superior a nuestro mundo occidental en muchos aspectos. Me quedo con las siguientes palabras de J. A. West, tomadas de su imprescindible libro La serpiente celeste:
“Por civilización
entiendo una sociedad organizada sobre la convicción de que la humanidad está
en la Tierra con un propósito. En una civilización, los hombres están más
preocupados por la vida interior que
por las condiciones de la existencia cotidiana.”
© Xavier Bartlett 2018
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[2] Goddard
Institute for Space Studies (organismo de la NASA orientado a estudios
climáticos)
[3] Nombre
inspirado en un episodio de la famosa serie de ciencia-ficción Doctor Who,
según el cual la Tierra habría estado habitada por humanoides inteligentes de
aspecto reptiloide o “siluriano” (¿a qué me recuerda esto?) en el contexto de
una sociedad científicamente adelantada.
[4] Por ejemplo,
los estudios paleoclimáticos asignan a la era de los dinosaurios un nivel de CO2
atmosférico de hasta 12 veces superior al actual.
[5] Véase mi
artículo específico al respecto en mi otro blog:
https://somniumdei.wordpress.com/2017/01/11/la-omnipresente-y-siniestra-religion-ecologista/
[6] Básicamente,
las tres grandes fuentes de error de la datación radiométrica son: 1) las
imprecisiones sobre el conocimiento de los periodos de desintegración de los
átomos, 2) el carácter estadístico del proceso, y 3) los errores propios de la
metodología empleada.
3 comentarios:
Interesante cuestion la que ud. plantea y como siempre lucida y clara exposicion.
Yo voy a dejar caer aqui unas ideas que pueden ser interesantes o simplemente ridiculas,sin pruebas empiricas que demuestren nada,solo cuento con indicios que pueden ser descabellados o no.
1º/ ¿Conocemos a fondo nuestro propio planeta?,creo que no.Toda la poblacion mundial,dandole a cada individuo,bebes incluidos,2000 metros cuadrados de terreno,para su uso y sustento,cabrian perfectamente en 2 o 3 estados Norteamericanos,imaginese las areas despobladas que existen en la Tierra,aunque conocidas,nunca fueron exploradas en profundidad y no contemos con los oceanos o los casquetes polares.
2º/¿Es posible que convivan con nosotros,desde la mas remota antiguedad,otros seres humanos o por lo menos con un origen comun,mucho mas evolucionados que nosotros,con una poblacion no muy extensa y sobre los cuales no tenemos ni la mas remota idea y no porque nosotros no queramos,sino porque no quieren ellos.?
3º/ Las megaconstrucciones liticas,de las que si tenemos evidencias fisicas,muchas son datadas en el neolitico,solo hay dos vias explicativas para eso,o bien los constructores tenian conocimientos que no se correspondian con los conocimientos que se les presupone a sus coetaneos o bien el neolitico,no era tan neolitico como parece.
4º/¿Es posible que alguien mas aparte de nuestra especie,este controlando diversas cuestiones que afectan a la bilologia terrestre?.Por ejemplo,ud.hablo del plastico como agente contaminante,algo que no admite discusion,pues bien,no se donde he leido un informe de unos biologos que estan investigando sobre la contaminacion y la repercusion del plastico en los oceanos,saben exactamente cuanto plastico se desecha al mar,saben los puntos oceanicos donde se concentra la mayoria del plastico,incluso conocen la descomposicion en particulas microscopicas que contaminan los mares,ahora bien,la gran duda que tienen es ¿donde esta todo el plastico que falta,que deberia estar y no esta? los resultados de sus investigaciones,no coinciden para nada con la realidad que observan.
5º/¿Como explica la geologia la aparicion de radiohalos de polonio en el granito?
6º/¿Como explica la microbiologia la aparicion de vida?
Y asi una tras otra,una interminable cadena de evidencias que carecen de respuestas logicas y-o coherentes con aquello que se quiere explicar,que nos llevan a presuponer,que nada es lo que parece ser y en terminos arqueologicos o historicos,creo que en la mayoria de los casos,(no en todos),estamos en el polo opuesto a la verdad.
Muchas gracias,por su paciencia y por el conocimiento que recibo de su esfuerzo.
Un saludo.
Gracias anónimo por su extenso comentario
Interesantes las preguntas que plantea paa las cuales no tengo respuesta, pero sí alguna pista. En cuanto al (des)conocimiento del planeta, comparto su visión y la obviedad de que el mundo está muy mal poblado (distribuido) y que con buena voluntad y la actual tecnología habría recursos para todos. Lo demás es miedo, amenaza y alarmismo.
Sobre otras humanidades u otros humanos estoy abierto a todas las posibilidades y la mitología apunta a eso precisamente; otra cosa es el crédito que le querramos dar. También he leído algo sobre civilizaciones ultraterrenas, pero es algo que hoy en día sigue más bien en el campo de la leyenda. En lo que se refiere al megalitismo, yo pienso que hubo uno tardío y otro más remoto, el original, de incierta datación y realizado con medios que desconocemos.
Del tema de los plásticos y del granito no puedo opinar porque no tengo elementos de juicio, y en cuando al último punto, me remito al artículo sobre "quién diseñó el ADN". Yo creo que las explicaciones del actual paradigma no son satisfactorias y se limitan a especular, porque eluden las cuestiones filosóficas y científicas fundamentales.
Un saludo cordial
hola Anónimo, ¿se refiere usted a los de los cráneos largos?
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