jueves, 6 de noviembre de 2014

Los cartuchos de Khufu: la sombra del fraude (2ª parte)


Y así, en ausencia de un escrutinio científico de estas inscripciones, lo que en definitiva tenemos aquí es un callejón sin salida: la palabra de Walter Allen (a través de su bisabuelo, Humphries Brewer) contra la palabra escrita del coronel Howard-Vyse. ¿Cómo podría romperse este estancamiento? ¿Qué datos existen acerca de estos dos hombres que pudieran arrojar alguna luz sobre su carácter, lo que nos podría dar alguna pista acerca de la clase de personas que eran en vida? De Humphries Brewer todo lo que tenemos es su obituario, que sólo dice amables palabras de él, si bien difícilmente puede ser considerado imparcial, ya que probablemente fue redactado por su cónyuge o sus hijos. Con todo, no hay pruebas en ningún otro lugar que muestren tacha en el carácter de Humphries Brewer. El Coronel Howard-Vyse, por el contrario, tiene una historia bastante diferente.

Dejando de lado, por el momento, la acusación de Humphries Brewer contra Howard-Vyse y su equipo en 1837, se dieron otras dos ocasiones en la vida del coronel Howard-Vyse en las que sabemos que su carácter moral fue cuestionado por otras personas. La primera de estas alegaciones se remonta al inicio de la carrera de Howard-Vyse como político en el Reino Unido según la cual, después de ganar las elecciones de 1807 en la circunscripción de Beverley, uno de sus rivales, el Sr. Staple, acusó a Howard-Vyse de perpetrar fraude. Posteriormente, se llevó a cabo una diligencia en el Parlamento para investigar las alegaciones de fraude del Sr. Staple contra Howard-Vyse, a saber:

“A petición del Señor Philip Staple, se leyó: estableciendo que en las últimas elecciones a diputado para servir en el Parlamento por el distrito de Beverley, en el condado de York, el Señor John Wharton, el Señor Richard William Howard Vyse, [...] eran candidatos para representar a dicho Municipio, [...] y que cada uno de ellos era culpable de soborno y corrupción y prácticas corruptas para conseguir ser elegidos diputados por dicho distrito en el presente Parlamento...”

Por supuesto, podríamos intentar disculpar Howard-Vyse de estos cargos, pues a principios del siglo XIX tales prácticas eran moneda corriente. Sin embargo, esto no niega el hecho de que esta práctica en la época de Howard-Vyse era ilegal, y que Howard-Vyse lo sabía perfectamente. Howard-Vyse habría sido muy consciente del tremendo riesgo que estaba corriendo. Y, sin embargo, a pesar de la posibilidad de una sentencia de cárcel y la deshonra familiar, Howard-Vyse seguía dispuesto a correr el riesgo a fin de lograr su objetivo. Esto no quiere decir, por supuesto, que Howard-Vyse fuese una mala persona; es muy posible que hiciera muchas cosas buenas en su vida. Lo que demuestra este episodio, no obstante, es su total disposición a recurrir a la infracción. E incluso aunque esta particular práctica corrupta estuviera aparentemente generalizada en aquellos tiempos, seguía siendo ilegal, y lo que es más, era completamente inmoral. Y aun así Howard-Vyse no se resistió a ella.

El segundo cargo contra el personaje de Howard-Vyse viene de su propio diario publicado, a saber:

“Hoy mismo me mostraron un párrafo difamatorio, destinado a ser insertado en los periódicos ingleses, que acusaba al coronel Campbell de haberse puesto él mismo indebidamente al servicio del Pachá mediante la obtención del firmán [concesión o permiso oficial expedido por la autoridad otomana], y que implicaba que el coronel y yo mismo teníamos la intención de hacer nuestras fortunas bajo el pretexto de [realizar] investigaciones científicas... " (Col. RW Howard-Vyse, Operations, p.225.)

Howard-Vyse no hace mención directa aquí en cuanto a la naturaleza precisa de las acusaciones que se hacen contra él, ni revela quién las estaba haciendo. Es evidente, sin embargo, que alguien creía que las actividades de Howard-Vyse en Egipto eran inadecuadas y amenazó con exponer lo que estaba haciendo, quedando así, una vez más, el carácter moral de Howard-Vyse en entredicho.

Y por último está el descubrimiento reivindicado por Howard-Vyse y su equipo de los restos de Menkaure (Micerino), que resultaron ser totalmente falsos. En este sentido, el famoso egiptólogo británico Sir I.E.S. Edwards escribe:

“En la cámara funeraria original, el coronel Vyse había descubierto algunos huesos humanos y la tapa de un sarcófago antropoide de madera con el nombre inscrito de Micerino. Esta tapa, que está ahora en el Museo Británico, no pudo haberse realizado en época de Micerino, pues se trata de un tipo no usado antes del período Saíta. Las pruebas de radiocarbono han demostrado que los huesos datan de los primeros tiempos cristianos.” (Sir I.E.S. Edwards: Las Pirámides de Egipto.)

Pirámide de Menkaure

Así pues, lo que tenemos aquí son unos artefactos arqueológicos de dos períodos diferentes que mágicamente se encontraron juntos en la pirámide de Menkaure (G3), habiendo sido hallados por el equipo de Howard-Vyse sólo después de que otros exploradores anteriores de algún modo los hubieran pasado por alto. ¿Por qué los huesos y el sarcófago no eran de la misma época? ¿Hemos de creer que había dos enterramientos intrusivos de dos períodos diferentes? ¿Por qué entonces no hemos encontrado fragmentos del sarcófago o de los huesos de la otra sepultura intrusiva (suponiendo que había dos tumbas de este tipo)? ¿Acaso este hecho por sí solo no apesta a un intento de engaño por parte de Howard-Vyse y de su equipo, tratando de hacer pasar una cosa como algo que más adelante se descubrió que no era tal? Y si tenemos motivos para sospechar de un intento de fraude, tenemos que preguntarnos, ¿de qué modo repercute esto en la credibilidad de Howard-Vyse y sus descubrimientos en cualquier otro lugar de Guiza?

Si bien todo lo anterior puede dejar un mal olor, un aire de sospecha, no es una prueba real que Vyse perpetrara un fraude dentro de la Gran Pirámide. Sin embargo, la prueba más incriminatoria de todas viene de la propia mano de Vyse, y muestra –más allá de toda duda razonable– que él perpetró un engaño dentro de la Gran Pirámide.


Me parecía que, en ausencia de pruebas científicas oficiales sobre estas marcas pintadas, la única vía que quedaba por explorar sería el diario manuscrito de Vyse. Me di cuenta de que si podía localizar este documento, entonces por lo menos sería posible determinar si Humphries Brewer había estado en Egipto con Vyse en 1837, según nos dice la historia de la familia de Walter Allen. Quizás Vyse había escrito sobre él en su diario escrito a mano (cuando estaban en buenos términos al inicio) y simplemente eliminó su presencia en su obra publicada. Ese era mi pensamiento, y si resultaba ser correcto, entonces por lo menos corroboraría un poco ese relato en particular. Y así, en marzo de 2014, me puse a buscar diario manuscrito de Vyse.

Gracias a Internet, no tardé mucho tiempo. Estaba seguro de que había hecho búsquedas en el pasado sobre este documento y había resultado en vano, pero esta vez conseguí dar con la ubicación de estos documentos de cerca de 200 años de antigüedad. El Centro de Estudios de Buckinghamshire en Aylesbury está a unos 600 kilómetros de mi casa, por lo que sería un viaje de alrededor de 1.200 kilómetros para mi esposa y para mí para poder echar un vistazo al diario manuscrito de Vyse. No sabíamos qué podíamos esperar, o si íbamos a encontrar algo de gran relevancia para nuestra búsqueda. Cuando llegamos al Centro a principios de abril de 2014, no nos decepcionó.

El diario manuscrito de Vyse se compone de alrededor de 600 páginas de color amarillento de tamaño folio dobladas, unidas con una cinta blanca y delgada y todo ello contenido en una carpeta bastante corriente. Aunque algunas de las páginas son muy claras, la tinta en muchas de las páginas es extremadamente débil y se ha vuelto marrón con el tiempo. Lo que nos planteó más problemas, sin embargo, fue la caligrafía de Vyse, que era muy difícil, si no completamente imposible, de leer. Considerando esto, pregunté si podíamos fotografiar digitalmente las páginas para que pudiéramos llevarlas a casa para analizarlas en nuestro tiempo libre. Esto no resultó ser problema (siempre y cuando no empleáramos la fotografía con flash). Y así, durante los dos días siguientes, mi esposa y yo nos dedicamos a la tarea nada despreciable de fotografiar cada página del diario manuscrito de Vyse, más algún otro material de su archivo. Éramos bien conscientes que la tarea de encontrar algo significativo en estas páginas podría suponer meses, si no años, de profunda investigación.

Pero siempre suele ser el caso –al menos en mi experiencia– que justo cuando tu investigación parece haber llegado a una vía muerta, el "ángel de la biblioteca” aparece y te conduce exactamente hacia lo que necesitas, precisamente cuando lo necesitas. Y así resultó ser aquí. Los dioses de la casualidad estaban de nuestro lado. Cuando mi esposa pasó una de las páginas para que yo la fotografiara, ya estaba a punto de pasar a la página siguiente cuando vi algo bastante peculiar en la página que estaba ante mí. Entonces puse la cámara sobre la mesa y le eché un vistazo más de cerca a la página escrita a mano y señalé algo a mi esposa. Nos miramos el uno al otro en un silencio impresionante, pues la comprensión y la enormidad de lo que estábamos viendo nos abstrajo, ya que estábamos observando una prueba convincente de que el cartucho de Khufu que Vyse afirmó haber descubierto dentro de la Gran Pirámide de hecho debió haber sido falsificado por él, tal como habían sospechado bastantes personas durante años.

Decir que estábamos estupefactos por lo que habíamos descubierto sería decir poco. Cuando regresamos a nuestro hotel esa noche, algo cansados ​​de nuestro día de trabajo, nos sentamos y miramos pasmados la prueba en la pantalla de nuestro ordenador. La ironía de lo que habíamos encontrado no nos pasó desapercibida. Aquí estábamos, apenas capaces de leer unas palabras de la escritura garabateada de Vyse y sin embargo la antigua escritura egipcia que había copiado con tanto cuidado en su diario nos revelaba la verdad de las inscripciones en disputa en la Gran Pirámide, que muchos habían estado buscando durante décadas, si no más.

Fig.1 Reproducción de los jeroglíficos con cartucho de la Cámara de Campbell de la Gran Pirámide


Fig.2 Reproducción de los jeroglíficos con cartucho de una página del diario manuscrito de Vyse


A simple vista, estos dos cartuchos (dentro de las formas ovaladas a la derecha de las imágenes de arriba) parecen comunes y corrientes. Sin embargo, cuando miramos más de cerca, la simple verdad que atesoran habla por sí misma. El cartucho de la Fig. 1 es una copia del cartucho que Vyse afirmó que había encontrado en la Gran Pirámide. El segundo cartucho (Fig. 2), también hallado por Vyse, se presenta solamente en su diario escrito a mano (éste no lo publicó) y claramente fue encontrado en otro lugar, ya que es un poco diferente al cartucho de la Gran Pirámide; es decir, no tiene líneas horizontales en el pequeño círculo de la derecha. De haber sido copiado el cartucho de la Fig. 2 del cartucho en la Cámara de Campbell, entonces Vyse seguramente habría copiado las pequeñas líneas en el círculo simple que observamos en el círculo de la Figura 1. El hecho de que no copiara estas líneas nos revela que él no observó esas líneas en el círculo de este cartucho en la Figura 2, lo cual implica, por supuesto, que este cartucho de la Figura 2 es de una fuente diferente a la de la Cámara de Campbell (Figura 1).

Hasta el momento, todo bien. Ahora, si miramos debajo del jeroglífico de la pequeña serpiente (entre los dos glifos de polluelo de ambos cartuchos) podemos observar dos pequeños puntos, uno al lado del otro. Y aquí está el meollo del tema: estos dos puntos son un error; no forman parte del nombre del rey, y son probablemente el resultado de salpicaduras de pintura al azar que cayeron accidentalmente de la brocha del escriba. De hecho, incluso en su último libro (publicado unos cinco años después de que dejara Egipto), Vyse, presumiblemente después de haber observado ahora este hecho por sí mismo, elimina este error del cartucho de Khufu supuestamente encontrado en la Gran Pirámide (Figura 3):



Fig.3. El cartucho de Khufu publicado en el libro de Vyse ya no muestra los puntos bajo la serpiente


La pregunta que ahora debemos hacernos es, por supuesto, ¿cómo es posible que un error aleatorio idéntico se encuentre en dos cartuchos de Khufu de dos fuentes aparentemente diferentes? Seguramente se está estirando la credibilidad hasta un punto de ruptura al considerar que estos dos cartuchos bastante separados de Khufu tendrían las mismas marcas aleatorias que cayeron al azar en el mismo lugar exacto de cartucho del rey, presentando de este modo la prueba convincente de que uno fue copiado del otro. Dado que ya hemos eliminado la posibilidad de que la Figura 2 (con el círculo en blanco) se pudiera haber copiado de la cámara de Campbell (Figura 1), entonces sólo nos queda suponer que la Figura 2 era el original y que éste fue utilizado para copiar el cartucho (con algunas mejoras de menor importancia), junto con los demás jeroglíficos de la Cámara de Campbell.

Pero ¿qué hay de los otros jeroglíficos a la izquierda de los cartuchos? ¿Es que nos dicen algo? Claramente podemos ver que los dos textos son muy similares entre sí, con algunas pequeñas variaciones. Si consideramos los dos jeroglíficos de aspecto de bastón (Figura 2), parece que simplemente han sido duplicados en el otro texto (Figura 1), con la parte superior del segundo bastón (a la derecha) truncada y más retorcida (así, la Egiptología académica interpreta este glifo como un cincel, aunque sobre tal interpretación planea una serie de interrogantes). Esta ligera diferencia entre estos dos glifos pudo deberse simplemente a una mala copia de este glifo por parte de la persona a quien Vyse encargó realizar esta tarea en la Cámara de Campbell, posiblemente el señor Hill. De hecho, incluso existe la polémica de si esta pequeña diferencia pudo haberse efectuado para introducir deliberadamente un elemento de vaguedad. Dado que Vyse no podía entender lo que decían estos glifos en realidad, si se presentaban de forma lo suficientemente ambigua, entonces surgía la posibilidad de ser interpretados de muchas maneras, siendo una de ellas probablemente significativa en el contexto de Khufu y la Gran Pirámide.

Sin embargo, que se trate del mismo glifo de bastón mal copiado (o deliberadamente falseado) de un lugar a otro es sugerido por el hecho de que en las dos imágenes podemos observar un pequeño trazo horizontal más o menos en la mitad de la línea vertical. Nuevamente, estamos ante un error y no ante un elemento de la escritura jeroglífica. Si este pequeño trazo horizontal fuera realmente parte del jeroglífico de cincel –como sostiene la Egiptología académica– entonces este pequeño guión está en el lugar equivocado; debería estar en el cuello de lo que es el mango del cincel (el bucle) en el lado opuesto y no abajo, a media barra del cincel. Este trazo aparece replicado sólo porque Vyse no habría sabido que se trataba de un error y, al igual que hizo con los dos puntos en el cartucho, simplemente lo copió todo. Y así tenemos que preguntarnos de nuevo: en este fragmento de antigua escritura egipcia, ¿cuáles son las posibilidades de encontrar el mismo error en el mismo lugar en lo que son (ostensiblemente) dos fuentes diferentes?

La explicación más sencilla de todo esto, por el momento, es reconocer sin más que Vyse descubrió un fragmento de texto jeroglífico con el cartucho de Khufu (Figura 2) durante sus excavaciones en algún lugar fuera de la pirámide, y reconoció el nombre de Khufu (Rossellini lo había establecido correctamente y publicado cinco años antes de que Vyse fuera a Egipto). Luego copió directamente de esa fuente el texto jeroglífico entero –con sus errores– en la Cámara de Campbell, incluyendo los caracteres muy similares a la izquierda del cartucho que no habría sido capaz de leer, excepto una ligera modificación del pequeño círculo para incluir tres líneas horizontales. Del mismo modo, copió mal o falseó deliberadamente el segundo glifo de aspecto de bastón.

Vyse habría añadido estas líneas horizontales en el círculo en blanco (de la Figura 2), ya que en 1837 no estaba claro que un simple círculo representase el sonido “Kh” (j). La creencia de que un círculo en blanco (a menudo con un punto central) sólo podía ser pronunciado “Ra” (como en Ra-ufu) habría impulsado a Vyse a colocar las líneas rayadas en el círculo simple para presentar de manera inequívoca el glifo del círculo “Kh” (como en Kh-ufu). De hecho, en la misma página de su diario manuscrito (Fig. 4) podemos ver que Vyse delibera sobre el uso de estas tres líneas horizontales para el círculo simple del cartucho Khufu y que tamb
ién ha colocado una cruz (X) justo encima de los dos discos por fuera de los cartuchos:



Fig.4. Reproducción de una página del diario manuscrito de Vyse que muestra los comentarios de Vyse y los dos puntos bajo el jeroglífico de la serpiente de ambos cartuchos. (Nota: Hay mucho más texto manuscrito en la página original de lo que aquí se presenta)


En la misma página Vyse también comenta:

"Los cartuchos en la tumba al W. [oeste] de la primera pirámide son diferentes a los de Suphis [Keops / Khufu]."

A partir de este comentario es evidente que Vyse ya sabe cómo debería ser el cartucho correcto de Khufu. Junto a este comentario (Fig. 4) observamos que ha dibujado un pequeño círculo con un punto en el centro, el sonido fonético "Ra", y por debajo de este, otro pequeño círculo con tres pequeños trazos horizontales en el centro, el sonido fonético "Kh". Esto parece casi como si Vyse –habiendo encontrado el texto Khufu con un disco en blanco (Fig. 2)– estuviese deliberando sobre si debería o no dibujarse con líneas rayadas. Incluso podemos ver que ha hecho una referencia cruzada de estos círculos mediante la colocación de un '1 ' en la parte superior derecha de éstos. Finalmente, se decide y dibuja, en la parte inferior de la página en el margen izquierdo, un cartucho de Khufu completo con los dos puntos (errores) bajo el glifo de la serpiente y ahora con los tres trazos horizontales en el –hasta el momento– disco en blanco. Debajo de éste escribe: "Cartucho en [la cámara de] Campbell", como si se apuntase lo que había decidido colocar allí. La ironía aquí es que si Vyse no se hubiese molestado en colocar las líneas rayadas en el disco en blanco, el engaño habría sido mucho más convincente, ya que nadie sabía en 1837 que Khufu también podía escribirse, de hecho, con un disco en blanco. Vyse quiso rizar el rizo y le salió mal.

Lo que aquí se nos presenta es la prueba del delito que apunta a un fraude perpetrado por parte de Vyse y su equipo en la Gran Pirámide en 1837. El hecho de haber encontrado en la misma página del diario manuscrito de Vyse dos cartuchos de Khufu ligeramente diferentes –ostensiblemente pertenecientes a dos fuentes diferentes– pero con los mismos errores aleatorios (los dos puntos por debajo del glifo de la serpiente) nos habla a las claras de lo que ocurrió realmente en Guiza hace tantos años.

A este escritor más bien le parece que a dondequiera que fue Howard-Vyse y en cualquier campo de la actividad humana en que se implicó, el tufo del escándalo y de la comisión de algún tipo de fraude nunca estuvo demasiado lejos. Y así ahora nos tenemos que preguntar: ¿Fue Howard-Vyse un hombre en el que se podía tener plena confianza? ¿No hay acaso dudas suficientes acerca de este hombre, de tal modo que nos lleve a cuestionar lo que él afirmó haber descubierto en la Gran Pirámide? En suma, lo que tenemos aquí se parece a lo que en el lenguaje jurídico británico se considera “sospecha razonable”: ¿existe base suficiente para dudar razonablemente de la veracidad de los testimonios publicados de Howard-Vyse en relación con sus descubrimientos en la Gran Pirámide y otros más?

Y así, tenemos que preguntarnos: ¿por qué la egiptología es tan reacia a examinar científicamente ni una sola de estas inscripciones? ¿A qué responde ese reparo? Incluso la Iglesia Católica ha sido más atrevida, al haber dado el audaz paso de hacer analizar científicamente un pequeño fragmento de la Sábana Santa de Turín. Al hacer esto, la Iglesia Católica ha demostrado infinitamente más voluntad de aceptar la ciencia y el método científico para llegar a la verdad absoluta de una cuestión que la “ciencia” de la egiptología con respecto a las inscripciones de estas cámaras. ¿A qué teme tanto la egiptología?

Si aceptamos la idea de que en realidad existen suficientes dudas sobre el carácter de Howard-Vyse, ¿cómo impacta esto en la egiptología y qué debe hacer la egiptología a partir de ahora? La respuesta es simple: la egiptología debe hacer lo que debería haber hecho en primer lugar con estas inscripciones: considerarlas como no probadas hasta que la ciencia propiamente dicha pueda autentificarlas. La egiptología debe dejar a un lado todos los testimonios escritos referentes a estas cámaras y sus inscripciones y volver a las pruebas físicas reales, aplicando las ciencias exactas para tratar de determinar la autenticidad de estas inscripciones, pues éste parece ser el único medio adecuado por el cual se puede establecer la verdad de estas marcas. Y puede haber una manera de hacer esto.

Como se dijo anteriormente, en su urgencia para acceder a estas cámaras selladas, Howard-Vyse recurrió al uso de la pólvora para abrirse camino hasta ellas. Lo que sucede con la pólvora es que deja un finísimo residuo sobre las superficies que se encuentran en las proximidades de la explosión y también puede dejar trazas de explosión específicas (salpicaduras). El residuo resultante puede ser  microscópico, pero se podría someter a pruebas forenses para hallar proporciones específicas de nitratos y plomo en las superficies afectadas por la explosión (el suelo, las paredes y el techo de estas cámaras). Si el patrón de los residuos es significativamente más bajo –o nulo– en las inscripciones, esto sugeriría en consecuencia que dichas inscripciones fueron escritas después de la explosión de la pólvora y no antes, reivindicando así la palabra de Humphries Brewer. Si el residuo sobre la superficie de las marcas es el mismo que en otras partes de la cámara, entonces, creo yo, esto reivindicaría a Howard-Vyse. Aunque algunas de estas pequeñas cámaras se han limpiado en los últimos años, las pruebas científicas todavía podrían resultar válidas,  ya que deberían poder detectar lo que se encuentra debajo de la pintura, tal vez mediante tests de restos microscópicos de polen, de pincel o de fibras de caña atrapados en la pintura. También existe la posibilidad de que la pintura ocre rojo utilizada pueda ser datada mediante radiocarbono, ya que el agente aglutinador de esta pintura era a menudo extracto de clara de huevo, goma o miel.
 

Sin embargo, como ya se ha dicho anteriormente, no es tarea de nadie desmentir la autenticidad de estas inscripciones; es responsabilidad de la egiptología afrontar estas cuestiones seriamente y demostrar científicamente que estas inscripciones son auténticas, en lugar de aceptar informalmente el testimonio de un hombre cuyas acciones han llevado a muchos otros a cuestionar seriamente su carácter moral. Negarse a mantener una actitud científica sobre estas inscripciones simplemente ya no es una opción sostenible. El mundo merece saber la verdad.
 

Pero, ¿están los egiptólogos preparados para llevar a cabo este tipo de pruebas? ¿O ya les va bien dejar que este debate se degrade de forma indefinida con el fin de mantener el statu quo? ¿Desean realmente conocer la respuesta? ¿Están realmente interesados en la verdad? Bueno, deberían.


© Scott Creighton 2013-2014


Figuras 1, 2 y 4: dibujos de Scott Creighton a partir del diario manuscrito de Howard-Vyse.

 
 

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