viernes, 1 de septiembre de 2017

El legado del realismo fantástico




Introducción


Después de haberme dedicado durante años a estudiar el fenómeno de la arqueología alternativa, no me cabe la menor duda de que esta disciplina heterodoxa le debe mucho –o muchísimo– a otro fenómeno cultural y literario cuyos inicios podemos remontar a finales de los años 50 del pasado siglo y que responde al nombre de realismo fantástico. Hoy en día, sólo los realmente aficionados o los investigadores del género tienen una idea clara de lo que supuso este movimiento que llegó a su apogeo, en forma de aceptación popular, en los años 60 y perduró al menos hasta mediados de los años 70.

En efecto, llegados a esas fechas, este fenómeno se fue apagando progresivamente y casi se convirtió en una caricatura de lo que había sido al principio. Tal decadencia vino marcada, por un lado, por la explosión mediática y comercial del fenómeno Von Däniken, que fagocitó sin piedad a sus antecesores y puso todo el énfasis en la llamada Teoría del Antiguo Astronauta. Por otro lado, es evidente que el género murió de éxito y de excesos, dado el cansancio y el empacho experimentado por el público consumidor de este producto cultural. Y por supuesto, cambian los tiempos, las modas, los intereses, las creencias...

Sin embargo, no sería exagerado afirmar que el realismo fantástico es un muerto “muy vivo”, pues su sombra se proyecta claramente hasta nuestros días. Así, cualquiera que se adentre con cierta profundidad en la arqueología o la historia alternativa acabará por topar con el realismo fantástico, uno de los padres más destacados del género, hasta el punto de que es casi imposible eludir o negar su influencia directa o indirecta sobre la gran mayoría de los autores actuales, tanto en los temas –que siguen siendo básicamente los mismos– como en los enfoques o planteamientos teóricos.

Y pese a todo, no existe aún la inevitable página de Wikipedia dedicada a este género... ¿Por qué será? ¿Fue acaso el realismo fantástico un movimiento maldito o incómodo? ¿Qué aportó a la ciencia heterodoxa? ¿Fue un mero producto cultural de entretenimiento o subyacía en él una sólida propuesta intelectual (o incluso esotérica)? Vamos a estudiar todas estas cuestiones, sacando a relucir la deuda que muchas investigaciones o teorías alternativas tienen con él.

Los orígenes



J. Bergier
Si bien antes de 1960 ya habían surgido algunas muestras aisladas de este incipiente género, quienes le dieron forma definitiva y lo bautizaron fueron los autores franceses Louis Pauwels y Jacques Bergier[1], auténticos mitos y referentes para la arqueología alternativa así como para muchas otras materias del ámbito de lo paranormal o incluso de lo pseudocientífico (según el paradigma imperante). 

En efecto, Pauwels y Bergier publicaron en 1960 su célebre libro Le matin des magiciens, traducido aquí como “El retorno de los brujos”, y ya en sus primeras páginas expusieron abiertamente su visión y su campo de estudio, al tiempo que definían su género como “realismo fantástico”, dos términos que en principio podrían parecer antitéticos, como una especie de oxímoron. 

Veamos pues la declaración de intenciones dada por los propios autores:

“[...] nosotros no hemos ido a rebuscar del lado del sueño y de la infraconciencia, sino en el otro extremo: del lado de la ultraconciencia y de la vigilia superior. Hemos bautizado así la escuela que hemos creado: escuela del realismo fantástico. No debe verse en ella la menor afición a lo insólito, al exotismo intelectual, a lo barroco, ni a lo pintoresco. ‘El viajero cayó muerto, herido por lo pintoresco’, dice Max Jacob. No buscamos el extrañamiento. No investigamos los lejanos suburbios de la realidad; por el contrario, tratamos de instalarnos en el centro. Pensamos que la inteligencia, por poco agudizada que esté, descubre lo fantástico en el corazón mismo de la realidad. Algo fantástico que no invita a la evasión, sino, por el contrario, a una más profunda adhesión.”

Sólo a modo de brevísima reseña, cabe señalar que El retorno de los brujos se presenta como un compendio de temas heterodoxos aparentemente inconexos, pero con un hilo conductor que podríamos sintetizar en el concepto de que en verdad no podemos conocer la realidad. Dicho en otras palabras: que no podemos pretender captar la realidad –en su conjunto– desde nuestra limitada visión instalada en la “modernidad”, pues hay muchas cosas que se nos escapan y que no podemos explicar con las clásicas herramientas de la ciencia positivista (o materialista). Así, Pauwels y Bergier, personas de reconocido bagaje científico e intelectual, se adentran en la escurridiza alquimia, en el halo fantástico de las civilizaciones desaparecidas, en los llamados estudios fortianos, en el ámbito esotérico, en la parapsicología y los fenómenos paranormales, e incluso hacen una incursión en el nazismo, si bien orientándose mucho más a su faceta oculta que a la propiamente política o histórica.

En este recorrido casi iniciático los autores van alternando el mundo real con el misterio y con la incógnita, mostrándonos un cierto lado oscuro e inexplicable de las cosas que no debería ser objeto ni de espectáculo ni de desdén, sino de una aproximación seria y rigurosa, aunque desde una mentalidad abierta a todas las posibilidades, o lo que hoy llamaríamos el “pensamiento lateral”. Ello implica aplicar una cierta visión científica, pero no aquella que está limitada por las fronteras de nuestra ciencia materialista, sino la que comporta un saber profundo y espiritual que prácticamente podría relacionarse con el conocimiento esotérico, tal y como podemos constatar en este significativo párrafo, que llamó la atención de varios autores posteriores (entre ellos el malogrado Andreas Faber-Kaiser):

Es posible que lo que llamamos esoterismo, ci­miento de las sociedades secretas y de las religiones, sea el residuo difícilmente comprensible y manejable de un conocimiento muy antiguo, de naturaleza técnica, que se aplica a la vez a la materia y al espíritu. [...] Los “secretos” no serían fábulas, cuentos ni jue­gos, sino recetas técnicas precisas, llaves que abrieran los poderes contenidos en el hombre y en las cosas. [...] Nuestra visión del conocimiento pasado no está de acuerdo con el esquema “espiritualista”. Nuestra vi­sión del presente y del porvenir próximo introduce la magia donde no quiere verse más que lo racional. Para nosotros, no se trata más que de buscar corresponden­cias que nos iluminen. Éstas nos permiten situar la aventura humana en la totalidad de los tiempos. Todo lo que puede servirnos de puente es bueno para nosotros.
La secuela de "El Retorno..."

Una vez leídas estas líneas y el resto de la obra de estos dos autores –especialmente Bergier– me queda poca duda de que muy probablemente habían pasado por alguna escuela iniciática o mistérica, por no decir sociedad secreta[2]. Y lo que parece seguro, con estas premisas, es que los autores no jugaban al misterio por el misterio ni pretendían la fama y el éxito literario a cualquier precio, y sí en cambio cierta difusión de una ciencia heterodoxa y un enfoque “metafísico” de determinadas cuestiones. Este afán fue el que les llevó a fundar y publicar durante varios años una prestigiosa –y ya mítica– revista llamada Planète, que en cierto modo fue el “boletín” del realismo fantástico.

Por lo que se refiere a sus objetivos últimos, creo que Pauwels y Bergier buscaban una conexión con un público más o menos minoritario que pudiera captar sus sutilezas, sus mensajes, sus reflexiones intelectuales y sus inquietudes humanistas y espirituales. Así pues, en un mundo dividido entre las creencias y la ciencia empírica, ellos optaron por una tercera vía que fuera capaz de construir puentes entre la compleja civilización del siglo XX –con su avanzada ciencia– y los saberes tradicionales u ocultos que quedan fuera del paradigma, y que propiamente formarían parte del esoterismo. Además, hay que tener en cuenta que en esa época ya se estaba produciendo en Europa (y luego en América) una incipiente revuelta hacia lo racional, lo empírico y lo establecido, que poco más tarde cristalizaría en los movimientos contraculturales.

Charles Fort
Pero, por supuesto, nada surge de la nada. Este planteamiento ya tenía sus antecedentes en varias fuentes anteriores que podemos remontar al siglo XIX e inicios del XX. Por un lado, tenemos la herencia científica típica del mundo moderno e industrializado, mientras que por otro tenemos la literatura de la fantasía o el misterio, con ilustres representantes como Edgar A. Poe, H.G. Wells y sobre todo H.P. Lovecraft. Asimismo, tampoco fue despreciable la influencia de algunas corrientes vinculadas al esoterismo y las escuelas iniciáticas, como por ejemplo la teosofía.

Y como era previsible, tal como se ha citado anteriormente, el espíritu genuino de la ciencia acabaría por asaltar el terreno de lo misterioso y lo desconocido, no por “afición a lo insólito”, sino para hallar certezas. Este ideal fue el que posiblemente llevó a Ignatius Donnelly en el siglo XIX a estudiar “científicamente” el mito de la Atlántida y posteriormente a Charles Fort –ya en el siglo XX– a denunciar la falta de respuestas científicas ante ciertos fenómenos inexplicados, sugiriendo que tal vez deberían probarse otras vías de conocimiento o enfoques para desentrañar ciertos “misterios”.

Temas y tendencias



El realismo fantástico fue en realidad una amalgama de intereses hacia múltiples disciplinas y materias en las que se combinaba el enfoque científico –ortodoxo o heterodoxo– con la atracción por el misterio, lo desconocido y hasta “lo herético”. Y en este cajón de sastre entraron disciplinas de casi todos los ámbitos: antropología, arqueología, historia, mitología, demonología, física, zoología (o más exactamente criptozoología), geología, biología, alquimia, astronomía, astrología, esoterismo, ciencias ocultas, parapsicología o la recién nacida ufología, que impactaría a su vez en otros estudios, sobre todo en historia, arqueología y antropología, dando lugar a la ya citada Teoría del Antiguo Astronauta, esto es, la intromisión de seres extraterrestres en el nacimiento y evolución de la Humanidad.

La ufología: tema estrella en el realismo fantástico
De hecho, la ufología ya había despegado a finales de los años 40 a partir del famoso –y aún confuso– episodio de Roswell[3] y se había extendido por todo el mundo occidental e incluso por los países de la esfera soviética de entonces. En cierto modo, su desarrollo corrió en paralelo al del realismo fantástico, pues era el asunto perfecto donde confluían los mayores avances científicos del momento (la astrofísica, la carrera espacial, etc.) y las historias más fantásticas sobre seres de otros planetas, que se podían remontar a Wells y Lovecraft. Y como no podía ser de otra manera, el realismo fantástico apostó por la ufología como ciencia válida, posicionándose en contra del negacionismo oficial, si bien es cierto que luego la cuestión extraterrestre se bifurcaría entre los escépticos o críticos, que combinaban una mente abierta con cierto rigor metodológico, y los creyentes, a menudo instalados en el sensacionalismo y la simplificación.

En cuanto a los temas específicos vinculados a la historia y la arqueología que abordó el realismo fantástico, podríamos citar –sin ánimo de ser exhaustivos– los siguientes:

  • El origen del ser humano: por lo general, negando el evolucionismo darwiniano y apostando por otras vías científicas o incluso esotéricas. Como tema derivado y secundario también fue frecuente la apelación a la existencia –en la actualidad– de seres humanoides no reconocidos por la ciencia.
  •  La Atlántida y las civilizaciones desaparecidas: un auténtico clásico, repetido una y otra vez por muchos autores, principalmente a partir de los antiguos mitos y de ciertos restos arqueológicos de dudosa antigüedad.
  • El megalitismo: en relación directa con el tema anterior, este fenómeno fue visto como algo mal interpretado, misterioso e imposible técnicamente. En este ámbito, el realismo fantástico creó auténticos mitos o iconos como Baalbek, Stonehenge, Carnac, Sacsayhuamán, Tiwanaku, la isla de Pascua, etc. 

Las murallas de Sacsayhuamán (Perú): un icono creado por el realismo fantástico

  •  La Piramidología: otra materia clásica y muy repetida fue el estudio heterodoxo de las pirámides y en particular de las pirámides egipcias, y aún más en concreto, de la Gran Pirámide de Keops. Este enfoque se sustentaba en los estudios de Piazzi-Smyth y de otros autores heréticos para la egiptología y derivó en trabajos de todo tipo, desde los más rigurosos hasta las fantasías más desbocadas. 
  •  Los objetos imposibles: ya antes de que Ivan Sanderson lanzara el famoso concepto de oopart[4], algunos autores se empezaron a interesar por determinados objetos o artefactos que teóricamente estaban fuera de su contexto espacio-temporal y que luego se convirtieron en iconos de la arqueología alternativa: la pila de Bagdad, el mapa de Piri Reis, las “bombillas” de Dendera, las piedras de Ica, los discos Dropa, etc.
  • La Teoría del Antiguo Astronauta: la ya mencionada y omnipresente visión de los extraterrestres como antiguos dioses y creadores del ser humano (y/o de la civilización) dio muchísimo juego a casi todos los autores y acabó por tener un éxito popular global con Erich Von Däniken. Asimismo, esta tendencia supuso una reinterpretación completa de la Prehistoria y de las antiguas civilizaciones, afirmando incluso que éstas tenían conocimientos que resultan incomprensibles (o inalcanzables) para la moderna ciencia.
  • La arqueoastronomía: a partir sobre todo del trabajo de Alexander Thom, hubo un gran interés por reivindicar los conocimientos astronómicos de los antiguos y por remarcar la relación entre los megalitos y las observaciones astronómicas.
  • Los episodios históricos alternativos: propuestas que retaban la versión oficial de la historia, introduciendo con frecuencia elementos polémicos, paranormales o esotéricos, como por ejemplo el falso descubrimiento de América por Colón, la existencia de gigantes en un remoto pasado, el misterio de Rennes-le-Chateau, los cátaros, el Santo Grial, el significado oculto de las catedrales, el nazismo esotérico, los viajes en el tiempo, las desapariciones inexplicables, las maldiciones de faraones, etc.
  • Personajes históricos misteriosos o peculiares por algún motivo: el conde de Saint-Germain, Cagliostro, Nostradamus, Edgar Cayce, etc.


Los autores y los libros



A continuación repasaremos al menos someramente los autores más sobresalientes del género (centrándonos en el ámbito de la historia y la arqueología), que nació y creció en Europa occidental, sobre todo en Francia, aunque no tardó mucho en extenderse a América y a la Unión Soviética de aquella época.

Así por ejemplo, el escritor italiano Pietro Colosimo –que firmaba como Peter Kolosimo– ya en 1957 abrió las puertas al género con otro clásico, Il pianeta sconosciuto (“El planeta desconocido”), que era toda una oda al misterio científico, a aquello que se mantenía aún oculto para las ciencias naturales y sociales, proponiendo que podían existir en nuestro mundo diversas “rarezas” que seguían escapando a la comprensión racional o a las observaciones científicas habituales. Kolosimo sería uno de los autores más leídos y admirados del género, con obras que irían desde la parapsicología a la arqueología alternativa, y entre las que cabe destacar Tierra sin tiempo y No es terrestre.

Si saltamos a Francia, aquí tenemos un amplio plantel de autores de gran renombre, empezando por los ya citados Pauwels y Bergier, padres del género, de los cuales también se ha de destacar otras dos obras conjuntas: La rebelión de los brujos y El planeta de las posibilidades imposibles. Jacques Bergier también publicó en solitario otros trabajos relativamente menores y redundantes como El libro de lo inexplicable, Los extraterrestres en la Historia o Visado para otra Tierra.

Asimismo, se han de citar a otros notables autores franceses que gozaron de cierto éxito literario, como Robert Charroux (pseudónimo de Robert Grugeau), cuya obra más destacada fue sin duda Histoire inconnue des hommes depuis cent mille ans (“Cien mil años de historia desconocida”), publicada en 1963, si bien cabría citar igualmente El enigma de los Andes y El Libro de los Mundos Olvidados. Después tenemos al periodista y viajero Louis Charpentier, autor de los años 60 y 70 que escribió libros tan interesantes como El enigma de la catedral de Chartres, El misterio vasco, El misterio de los templarios y Los gigantes y el misterio de los orígenes.

Y aunque tal vez sean escritores un poco menos conocidos, es oportuno citar también a Serge Hutin, autor de Las civilizaciones desconocidas y Los gnósticos, y a Gerard de Sède, especializado en el tema medieval y esotérico, que escribió El tesoro cátaro y El oro de Rennes. Asimismo, vale la pena mencionar algunas obras específicas interesantes por determinados conceptos, como El enigma de la Gran Pirámide, de André Pochan; Desapariciones misteriosas, de Patrice Gaston; El misticismo, de Aimé Michel y La fantástica isla de Pascua, de Francis Mazière.

Si pasamos al ámbito anglosajón, quizá el realismo fantástico no tuvo tanto impacto debido a la clara frontera que separaba allí la ciencia de la fantasía literaria, pero aun así hay que citar a algunos autores como el británico Raymond Drake que en 1964 publicó Gods or spacemen? (“¿Dioses o astronautas?”) o a su compatriota Peter Tompkins, que en 1972 escribió Secrets of the Great Pyramid (“Los secretos de la Gran Pirámide”). También es destacable el extensísimo trabajo del filósofo y escritor Colin Wilson, que tocó el género desde los años 70 hasta bien entrados los 90, en lo que podríamos denominar el “post-realismo fantástico”.

En los EE UU prácticamente no existió el género como tal, pero es imposible no referirse a Charles Hapgood, cuya obra heterodoxa de 1966 Maps of the ancient sea kings (“Mapas de los antiguos reyes del mar”) fue ampliamente citado por los autores europeos del género y se convirtió en todo un referente para muchísimos autores de arqueología alternativa posteriores. Asimismo, el zoólogo de origen escocés Ivan T. Sanderson puso su granito de arena con investigaciones en diversos campos heterodoxos como la ufología, la criptozoología, las desapariciones y los ooparts. Entre otros libros, publicó en 1972 Investigating the Unexplained (“Investigando lo inexplicado”). Y todavía podríamos citar al famoso autor Charles Berlitz, que escribió best-sellers relacionados con los fenómenos paranormales y las civilizaciones perdidas, siendo su obra cumbre la dedicada al Triángulo de las Bermudas. En cuanto a la América Latina, la aportación al género prácticamente se quedaría en una sola persona: el investigador peruano Daniel Ruzo, que escribió sobre las profecías de Nostradamus y las civilizaciones desaparecidas[5].

En cuanto a Rusia, cabe destacar básicamente a dos autores: el físico y matemático Matest Agrest y el escritor Andrew Tomas (un pseudónimo), ambos centrados en las civilizaciones desaparecidas, el cosmos, las presencias extraterrestres y los fenómenos científicos situados en las fronteras del paradigma. La influencia de Agrest en famosos autores posteriores –como Von Däniken y Sitchin– fue muy notable, al ser uno de los primeros proponentes de la Teoría del Antiguo Astronauta.

E. Von Däniken
Y precisamente es obligado hablar ahora del suizo Erich Von Däniken, que para muchos no sería en realidad un escritor de realismo fantástico, sino un simple aprovechado con visión comercial. En efecto, frente a la pátina intelectual y minoritaria del género en estado puro, Von Däniken se muestra como un fenómeno cultural de masas que explotó los temas ya conocidos con habilidad, espectáculo y sensacionalismo, incluyendo el salto al medio audiovisual. De hecho, su aportación en contenidos fue más bien escasa y llegó a ser acusado de plagio por los editores de Charroux, aunque al final se alcanzó un acuerdo amistoso entre las partes.

De alguna manera, Von Däniken representa al mismo tiempo la culminación y la decadencia del género, pues su primer libro Recuerdos del futuro[6] (1968) fue todo un best-seller mundial que recogía la mayoría de tópicos ya expuestos por otros autores y le daba la enésima vuelta de tuerca al tema de los dioses-astronautas. Detrás de esta obra vino Regreso a las estrellas y luego otras muchas que ampliaron los temas originales pero sin aportar nada radicalmente nuevo. Con todo, y a pesar de las múltiples críticas que recibió el polémico trabajo de Von Däniken, sus obras –al menos las primeras– son una muestra genuina de los últimos coletazos del género, que se reinventó poco después con la aparición de Zecharia Sitchin, otro autor de referencia, aunque ya difícilmente podríamos hablar ya de realismo fantástico “clásico”.

Finalmente, nos referiremos de forma breve a la aportación española, que más bien fue una secuela relativamente tardía del género, con una fuerte influencia de la temática ufológica y de la Teoría de los Antiguos Astronautas. Así, es obligado mencionar a los pioneros Antoni Ribera y Andreas Faber-Kaiser, autor de ¿Sacerdotes o cosmonautas? (1971) y luego de otras muchas obras de referencia de la ufología y de la arqueología alternativa. También destacaron en esa primera época otros investigadores como Fernando Jiménez del Oso, J. J. Benítez y Juan G.ª Atienza, que tocaron básicamente los mismos asuntos que el realismo fantástico original: civilizaciones desaparecidas, dioses alienígenas, fenómenos paranormales, magia y esoterismo, etc.

En cuanto a la iniciativa editorial en España, cabe reseñar que Ribera –aparte de publicar muchos libros y traducir a varios autores extranjeros– fue editor de una efímera revista alternativa llamada Horizonte, que se inspiraba directamente en la publicación Planète, de Bergier y Pauwels. A su vez, Faber-Kaiser fundó años más tarde, junto con A.Vignati, otra mítica revista de referencia: Mundo desconocido. Asimismo, es muy reseñable el esfuerzo de la editorial barcelonesa Plaza y Janés, que lanzó en los años 70 e inicios de los 80 dos amplias colecciones sobre el realismo fantástico internacional: Otros Mundos y Realismo fantástico. Obviamente, estos títulos se dejaron de imprimir hace más de 30 años y son muy buscados por los coleccionistas.

La herencia



G. Hancock
A mediados de los 70, justo cuando Von Däniken empezó su declive y la mayoría de autores fantásticos escribían sus últimas obras, aparecieron Temple y Sitchin para dar un fuerte impulso a la arqueología alternativa, retomando conceptos ya expuestos muchos años atrás. El género como tal se extinguió entonces, pero a inicios de los 90 nuevos autores volvieron a encender la llama de los antiguos temas y las antiguas reflexiones sobre el pasado. Y así renació la vieja rebelión de los brujos contra la ciencia académica, con nombres como Bauval, Hancock, Collins, West, Cremo, Alford y tantos otros. Así pues, es muy posible que sin la influencia del realismo fantástico no se hubiera retomado la crítica de cientos de verdades históricas y arqueológicas que el estamento académico actual aún defiende a muerte, mientras envía a los autores alternativos al limbo de los descarriados, los ignorantes o los aprovechados.

Y si bien es cierto que nunca podremos negar la parte de negocio cultural de este género –antes y ahora– ni la irresistible atracción por el misterio, la rebeldía intelectual y la negación de los dogmas, hemos de admitir que hay algo más. Pauwels y Bergier nos dejaron bien claro que la ciencia actual, inmersa completamente en el paradigma materialista-reduccionista, no sólo no tiene todas las respuestas sino que desconoce, ignora o aparca muchos temas incómodos, para los cuales sus herramientas teóricas y metodológicas son totalmente inservibles. Hay otros modos de saber, hay vías de conocimiento reservadas para unos pocos. Esto ya lo dijeron los proponentes del realismo fantástico hace más de medio siglo, y en la actualidad autores como Jonathan Black reinciden en esta misma idea. No será por casualidad.

© Xavier Bartlett 2017


Fuente imágenes: Wikimedia Commons / archivo del autor





[1] En realidad, ninguno de los dos era francés de origen. Pauwels tenía origen belga y Bergier, de estirpe judía, había nacido en Ucrania y su verdadero nombre era Jacob Mijailovich Berger.

[2] Sin ir más lejos, de Bergier se ha dicho que tuvo un fugaz encuentro en los años 30 con el misterioso (y famoso) alquimista que usaba el pseudónimo de Fulcanelli, autor de “El misterio de las catedrales”.

[3] Incidente ocurrido en Roswell (Nuevo México, EE UU) en 1947, en que hipotéticamente se habría estrellado un platillo volante y se habrían recuperado los cuerpos de los tripulantes alienígenas.

[4] Out-of-Place-Artifact: artefacto fuera de lugar (o de tiempo)

[5] En concreto, identificó en Marcahuasi (Perú) los restos de una civilización perdida que llamó Masma.


[6] El título original era Erinnerungen an die zukunft, y en inglés apareció como Chariots of the Gods?

4 comentarios:

Ismael dijo...

Una de las vias inexploradas son los propios indigenas y su vision del mundo, el problema es que no es "vendible" puesto que ellos aceptan con normalidad los diferentes estados de conciencia y sus respectivas realidades, algo inalcanzable para nuestra mente occidental....termino como siempre....en fin....
Gracias Xabier.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Ismael

Sí, coincido con tu comentario. El mundo indígena con su chamanismo es una gran fuente de conocimiento (y una visión del mundo) bien distinta de nuestra concepción occidental, que creemos "superior" sólo porque tenemos más tecnología. De hecho, una de las propuestas del realismo fantástico es que el mundo moderno es incapaz de comprender el mundo antiguo y su sabiduría, algo que se repite con las comunidades "primitivas" actuales.

Saludos,
X.

Piedra dijo...

Buen repaso de títulos y autores, supongo que tu también tienes la colección "otros mundos" :)

No se hasta que punto se podría incluir a Verne dentro de ese realismo fantástico, o si solo lo tenemos que considerar un ¿visionario?.

En fin, quizás el legado más importante del género sea el haber despertado el interés y la conciencia de mucha gente.

Un saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Piedra

Pues sí, tengo unos cuantos títulos de ambas colecciones, y en su momento siendo adolescente ya había leído algunos de esos títulos. Sobre Verne, creo que sí fue un visionario (y un iniciado, sin duda), pero a mi juicio se quedó en la mera insinuación a través de la ficción, mientras que los autores del género se metieron a fondo en los temas (o al menos tan a fondo como pudieron o consideraron conveniente). En todo caso, gran parte de esa literatura se muestra muy superior a la mayoría de la actual "literatura del misterio".

Saludos,
X.