Con motivo del reciente
fallecimiento del investigador independiente Manuel Fernández Saavedra quisiera
rendirle un modesto tributo publicando aquí un material que quedó olvidado en
una remota carpeta de mi ordenador. Se trata de un artículo preliminar que debía
ser ampliado a partir de las nuevas investigaciones de Manuel Fernández en Tenerife.
En este documento básico traté de resumir la experiencia hasta el momento de Manuel
en el yacimiento de Igueste y mis propias impresiones tras visitar dicho lugar
en 2015. Lo cierto es que intenté publicar el artículo en publicaciones alternativas
(en las académicas era una pérdida de tiempo, dado lo herético del tema) sin
llegar a ningún resultado. Y para mi sorpresa ni siquiera apareció en una página
web dedicada al tema de los gigantes, pese a que su editor se mostró en
principio interesado.
En
fin, ni a Manuel ni a mí nos guiaba la vanidad ni la pretensión, sino simplemente
la voluntad de poner a disposición del público una información que considerábamos
relevante. Ahora Manuel ya no está entre nosotros, pero he creído oportuno desempolvar
el documento redactado en 2016 (tal como lo escribí entonces, aunque ahora
corregiría algunos aspectos puntuales) para quien pueda estar interesado en
herejías o simplemente en vislumbrar la otra cara del pasado, que a menudo se
presenta distorsionada y difusa, con muchas incógnitas y muy pocas certezas. Gracias
amigo Manuel.
El yacimiento arqueológico de Igueste
Introducción
Como
es bien sabido, el tema de los gigantes ha sido aparcado por la ciencia en el
campo de la mitología, donde aparecen múltiples referencias a estos seres
fantásticos en casi todas las culturas del planeta. Para el mundo académico,
los gigantes, entendidos como homínidos de enorme altura, nunca existieron de
verdad; se trataría de meras exageraciones, personificaciones de fuerzas
naturales o exaltaciones de antiguos héroes.
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Momia de gigante (EEUU, s. XIX) |
Así,
cuando alguien dice haber encontrado esqueletos o huellas de gigantes, se suele
apelar al fraude, al error o la confusión, sin descartar que en unos pocos
casos se trate de personas afectadas de la enfermedad de gigantismo. Por otro
lado, algunos autores alternativos afirman que hace tiempo que se han
encontrado restos inequívocos de gigantes, pero que dichas pruebas han sido
ignoradas, retenidas u ocultadas.
En
el paraje natural de Igueste, en la isla de Tenerife, el investigador local y
arqueólogo amateur Manuel Fernández Saavedra ha localizado un yacimiento
prehistórico del todo desconocido o ignorado por la ciencia académica. Según
sus investigaciones, dicho yacimiento contiene numerosas sorpresas que no sólo
afectarían a los parámetros en que se mueve la arqueología canaria sobre la
antigua cultura guanche sino a la arqueología y prehistoria en general, al
aportar indicios y pruebas de una cultura “pre-guanche” capaz de modelar el
paisaje a gran escala y que posiblemente es extremadamente antigua, con
homínidos de talla descomunal que sin duda podríamos calificar de gigantes.
El texto de este
artículo es un compendio de mis observaciones personales durante la visita al
yacimiento (noviembre-diciembre de 2015) y de las conclusiones de todo el
trabajo de campo realizado por Manuel Fernández a lo largo de más de dos años,
que incluye la exploración y reconocimiento del paisaje y la identificación de
estructuras y objetos en piedra[1].
Cabe señalar que este documento no pretende ser un material científico
“convencional”, sino una primera aproximación a un yacimiento arqueológico que
requeriría de un estudio sistemático multidisciplinar (y sin prejuicios) sobre
el terreno para poder corroborar o descartar las diversas hipótesis de trabajo
planteadas.
Identificación del yacimiento
La Candelaria, en la isla de Tenerife |
En
2013 Manuel Fernández realiza los primeros descubrimientos de toscas
herramientas de piedra en sus paseos en la zona de Igueste, en La Candelaria,
municipio situado en la costa este de la isla de Tenerife. Con el tiempo, se
dio cuenta de que el yacimiento era grande, hasta el punto de considerarlo un
gran asentamiento o “ciudad”, dada la extensión del área donde se encuentran
los artefactos, de varios kilómetros cuadrados.
Según avanzaban sus
prospecciones, siguieron apareciendo gran número de herramientas en superficie,
y llegado el momento Fernández observó en el paisaje la colocación de grandes
piedras de enorme peso, de entre 1.000 y 2.000 kilos, o tal vez más, y por primera
vez intuyó que podrían ser herramientas de un tamaño descomunal. Más adelante,
identificó una estructura a la que calificó de “presa”, no demasiado grande,
pero que contenía una enorme piedra de 5 ó 6 toneladas. Fernández descartó que
se tratase de un típico bancal de la época de la conquista española, por ser
completamente distinto a esas construcciones agrarias ya bien conocidas. La
confirmación de esa tesis vino dada por la observación de un muro en una
barranquera –no llegaba ni a barranco– que obviamente no había sido construido
para contener tierra de cultivo, pues la tierra sería arrastrada por el agua.
Paisaje de Igueste |
A partir de este punto,
Manuel Fernández empezó a identificar más presas localizadas en los barrancos.
Posteriormente, emprendió la exploración de lo que es la base del yacimiento
principal, que está constituido por montañas cortadas que se precipitan hacia
el mar de forma brusca y que contienen muchas cuevas. Se trataría de unos
asentamientos guanches, en un lugar privilegiado, orientado al este. En ese
momento identificó con toda certeza, por el tacto y la forma, un artefacto o
herramienta de enorme tamaño, atribuyéndola a gigantes. De este modo, su campo
de visión se amplió y así se produjo una sucesión continua de hallazgos de
herramientas de gigantes. Esta fue la constatación final de que el yacimiento
arqueológico era prehistórico, con varias fases y que incluía un posible
asentamiento de gigantes.
Lo que por desgracia
también pudo corroborar Fernández es que la zona ya había sido “asaltada” desde
hacía tiempo por excavadores clandestinos. Así, el expolio del lugar afectó a
los abundantes restos guanches, muchos de ellos ubicados en cuevas. Esta acción
se centró principalmente en los enterramientos, con la extracción de las momias
y los materiales cerámicos adjuntos, así como toda herramienta prehistórica
evidente ante los ojos de cualquier profano, llegando incluso al barrido y
criba del suelo de las cuevas para extraer hasta la última cuenta de collar
guanche, que son muy cotizadas.
Características y fases del yacimiento
Escalonamiento de terrazas |
Geográficamente,
el yacimiento lo podemos dividir en dos mitades, dejando el barranco de la
localidad de Igueste en el centro. Es en la parte superior de las terrazas de
una de estas zonas, la conocida como la mesa, donde aparece mayor
cantidad de herramientas de gran tamaño, mientras que en la parte opuesta
encontramos muchas de pequeño y mediano tamaño. Según Fernández, el
yacimiento estuvo poblado durante mucho tiempo en la prehistoria, porque –tal y
como ha observado por las pátinas de los cortes en grandes terrazas– se aprecia
que hubo una continua ampliación. Esto es más visible en los escalonamientos de
las terrazas, donde se ve una gran diferencia entre los más antiguos, con un
basalto totalmente negro, y los más recientes. Puede que en un principio se
escalonara una o dos zonas y luego la ciudad fuera prosperando y aumentando
hasta tener una extensión de varios kilómetros cuadrados.
En
lo referente a las fases de ocupación, Manuel Fernández dice haber identificado
tres etapas:
1) La fase más primitiva, en la que aparecen
herramientas muy simples, típicas del paleolítico inferior, que no sabemos a
qué época se remontan, pero que podrían tener al menos cientos de miles de
años. Estas herramientas aparecen dentro de los muros y argamasas y presentan
una pátina y un filo muy antiguos. Se puede suponer que tales artefactos ya
estaban en desuso y que fueron empleados como material de relleno. En cuanto al
hábitat, éste sería en refugios, cabañas, etc.
2) La fase intermedia, que es cuando tienen lugar los
grandes aterrazamientos del terreno, que son como unas terrazas
escalonadas que adoptan una forma piramidal. Pero además se aprecian trépanos,
argamasas, piedras que parecen “fabricadas”... Se puede intuir que no sólo hubo
aquí una gran fuerza física para escalonar las montañas sino que también había
una tecnología importante.
3) En la fase final parece que hubo una involución o
retroceso, pues se identifica el poblamiento guanche que conocemos, que muestra
una diferencia abismal con lo anterior. Se observa un retroceso a un estadio
neolítico, por llamarlo así, que es el estadio cultural de la población de las
islas Canarias cuando llegaron los castellanos.
En
cuanto a ofrecer una cronología de estas fases, hasta el momento sólo se pueden
plantear meras conjeturas a partir de datos geológicos generales, los cuales
podrían apuntar a un poblamiento extremadamente antiguo de las islas. Ahora
bien, para poder determinar unos horizontes cronológicos fiables, lógicamente
se deberían efectuar excavaciones estratigráficas, en forma de sondeos o catas,
e implementar dataciones absolutas de objetos mediante los métodos
radiométricos más habituales, aparte del recurso a la geología para obtener
dataciones al menos aproximadas de las formaciones geológicas observables, así
como de las pátinas de los artefactos hallados.
El modelado del paisaje y las estructuras
¿Paisaje modelado artificialmente? |
Al
reconocer a fondo el terreno –aparentemente natural– se puede ir descubriendo
una cierta modificación o modelado del paisaje desde tiempos muy
remotos. Por una parte, llama mucho la atención la presencia de escalonamientos
en las montañas. No podemos hablar de que sean derrumbes, desprendimientos,
etc.; son coladas de basalto, un material que no se derrumba. Aquí se aprecia
que los escalonamientos están todos hechos en basalto, y luego complementados
con muros de piedra.
Por supuesto, hay que tener en cuenta que no estaríamos
ante ruinas “normales”; se trata de una estructura en ruinas, que además fue
reaprovechada por los guanches, dado que este basalto era para ellos un
material lítico importante para hacer herramientas. Estaríamos hablando, pues,
de una estructura no sólo ruinosa, sino además roída y corroída por el paso del
tiempo y la actuación humana. Continuamente fueron arrancando y extrayendo
piedra; para ellos sería una cantera, además de un lugar de vivienda.
En
suma, tenemos una estructura en estado de ruina, complementada con muros que
también se han ido derribando. Quedan muchas piedras grandes que posiblemente
fueron respetadas por los guanches, o simplemente no pudieron moverlas. También
vemos argamasa en las cúspides de las terrazas, y se intuyen zonas muy largas
de caminos, que podrían ser estratos, pero que coinciden con las cúspides y
partes superiores de estas terrazas.
Por
otra parte, hay algo muy obvio, que son las pocetas (o cubetas), las
cataratas y los muros en los barrancos. Está claro que utilizaban y encauzaban
el agua, la canalizaban de una manera más que sofisticada; de hecho, en las
terrazas hacían caer el agua por el lugar que ellos querían. Además, se aprecia
que esas cataratas fueron talladas, porque el agua erosiona de una manera que
todos conocemos (suave, redondeada...) y aquí encontramos cataratas cortadas a
cuchillo. Y como es una sucesión continua, hallaremos otras que son muros de
piedra para forzar esa caída, y siempre debajo de todo esto encontraremos
pocetas, que presentan una típica forma circular, con un diámetro de unos 3 ó 4
metros. Y todavía vemos otras que no están cortadas o fabricadas con piedras
sino que han sido construidas enteramente con un tipo de argamasa. Además, en
algunos casos vemos que la disposición de las piedras obedece al propósito de
conseguir firmeza y durabilidad, con la inclusión de grandes bloques que están
obviamente falcados por piedras más pequeñas, lo que muy difícilmente se puede
considerar como una obra de la naturaleza. Sea como fuere, todo esto se tendría
que corroborar con la ayuda de geólogos expertos.
Una de las posibles pocetas o cubetas circulares, muy deteriorada |
Así
pues, vista la sucesión continua de estas estructuras, con las pocetas,
fabricadas de una u otra manera, bien con piedras, bien con argamasa o
excavadas directamente en el basalto, tendremos que reconocer que están
construidas por el hombre[2].
Por otro lado, se observa que con esa canalización del agua las cataratas
caerían por encima de las cuevas situadas en las terrazas. Luego frenaban esas
caídas con las pocetas que, además de servirles como depósito de agua, podían
ser fuente de alimento, ya que se han identificado varios arpones en
superficie, lo cual –por la época de la que estamos hablando– indicaría que
podría haber allí peces de agua dulce (para pescar). Y si había peces de agua
dulce eso supondría que a lo mejor la extensión de la isla era más grande, si
es que no apuntamos a una masa continental.
Muro de gran grosor con piedras enormes |
También
son de destacar una serie de muros en la parte más alta del yacimiento, la
mesa, que no parecen ser bancales o terrazas de época relativamente
reciente (por lo menos de tiempos de la conquista o posteriores), dada su
factura y disposición. Encontramos estos muros en un estado semiderruido en
algunos casos, de grosor notable (de hasta 2 metros) y de altura entre 1 y 2
metros. Están realizados con piedras de diferentes tamaños, con algunos bloques
realmente grandes y pesados. Además, llama la atención el hecho de que estos
gruesos muros –colocados en sucesión sobre la ladera– están separados por
terrenos de apenas unos 4 metros de ancho, lo que no tiene mucha lógica si se
tratase de bancales para el cultivo. Asimismo, dichas piedras no son del lugar
sino que fueron subidas de más abajo, de las coladas de basalto, lo que
supondría un esfuerzo enorme y poco práctico. Además, en algunas zonas entre
estos muros se observa la aparición de la misma “argamasa” en forma de
pavimento que se apreciaba en las estructuras anteriormente mencionadas.
Desgraciadamente, no podemos afirmar gran cosa sobre estos restos, ni que
fueran realizados por “gigantes”, pero sí parecen constituir una anomalía con
el paisaje circundante, con una finalidad incierta y una datación indefinida.
Los artefactos y las pisadas
Como
ya se ha comentado, en Igueste se pueden hallar en superficie muchos artefactos
de piedra de diferentes tamaños y de factura generalmente tosca, con una
tipología diversa. Los artefactos más fáciles de detectar son los picos de
mano; hay muchos y son inconfundibles. Por otro lado, lo que apunta ya a una
tecnología avanzada neolítica y que puede sugerir que podrían haber llegado
incluso a la edad de los metales –sin entrar en otras tecnologías que podrían
haber poseído los pobladores del lugar– es la presencia de unos pulidores que
muestran un gran conocimiento de talla y confección de herramientas.
Asimismo,
aparecen muchísimos útiles muy característicos que Manuel Fernández denomina
“cubiertos” (a modo de cucharas o cuchillos) y que se usarían para sacar
tuétano, para abrir huesos, para comer... De estos utensilios hay muchos
ejemplares y de todos los tamaños. También tendríamos otras herramientas como
percutores, machacadores, raspadores, etc., típicos implementos del paleolítico
medio. En suma, hay herramientas desde un paleolítico inferior hasta el
neolítico, siendo éstas últimas las más llamativas.
Posible artefacto de grandes dimensiones |
Ahora
bien, el punto clave de esta investigación es la identificación de herramientas
de un tamaño descomunal, que se corresponden en su forma y talla a modelos ya
conocidos del paleolítico más antiguo sólo que a una escala muy superior. Por
otro lado, la variedad de estos artefactos es mucho más amplia de la que viene
en los libros académicos. Así, en dichos libros se dan definiciones de las
herramientas más notorias y de sus características, pero se debe tener en
cuenta que cada individuo adapta la herramienta a su mano y que la diversidad
de herramientas es mucha.
A este respecto, mi experiencia personal sobre el terreno
fue la de un lento y progresivo descubrimiento de estos artefactos en
piezas de todos los tamaños pues la mente (incluso la de personas muy versadas
en arqueología) no está preparada para apreciar la intervención humana sobre
tales piedras, hasta que se empiezan a ver tallas, marcas, desgastes y
pulimentos, por lo general en formas muy toscas, pero inconfundiblemente
artificiales.
Desde
luego, demostrar la existencia de gigantes sólo a partir de artefactos de gran
tamaño parece una misión imposible, pues el prejuicio hace ver los objetos
desde otras ópticas e interpretaciones[3].
No obstante, sabemos que a lo largo de la Prehistoria y en prácticamente todos
los rincones del planeta, los humanos primitivos realizaron herramientas
relativamente similares para cumplir unas mismas funciones. Del mismo modo, se
puede colegir que estos supuestos gigantes tenían una inteligencia equiparable
a la nuestra y serían capaces de elaborar el mismo tipo de herramientas. En
todo caso, lo que resulta altamente revelador es que se puede observar que
estas herramientas fueron utilizadas para un propósito práctico, ya sea
percusión, fricción, etc., según se aprecia por la talla y el desgaste por uso
de la parte destinada a la acción deseada. Pero además se observan las huellas
evidentes del desgaste provocado por la mano (de gran tamaño) en la zona por
donde se asía el utensilio, lo que por fuerza se debe corresponder con
individuos de enorme estatura. La escala que baraja Manuel Fernández se ha
realizado mediante una extrapolación proporcional de la medida de las manos
capaces de asir los diversos artefactos a la altura total del individuo. Esta
operación es la que ha dado lugar a los datos más asombrosos, pues apuntan a la
existencia de individuos desde nuestra altura media (Homo sapiens) hasta
otros de casi 20 metros de estatura, pasando por varias estaturas intermedias.
Una tosca herramienta de tamaño normal |
No
se ha hecho ningún estudio estadístico de la cantidad, tipología y tamaño de
las piezas, pero se puede afirmar que en la superficie del yacimiento aparecen
miles de herramientas de nuestro tamaño, al haber sido un lugar habitado
durante un tiempo muy prolongado, si bien no siempre son fáciles de distinguir,
pues –como ya se ha señalado– no son las típicas herramientas “de museo”.
Luego, en varios puntos hallamos herramientas de todos los tamaños, formas y
tipos, aptas para seres de nuestra medida hasta otras para esos seres de cerca
de 20 metros. Sería muy significativo determinar si algunas de estas piezas de
diferente tamaño son contemporáneas, lo que podría indicar que seres humanos de
diverso tamaño coexistieron en el tiempo, pero es imposible pronunciarse al
respecto sólo con un mero estudio superficial de los restos.
Todo
esto nos podría parecer fuera de lugar, pero de todos modos vale la pena citar
el relativamente reciente descubrimiento de varias huellas de pisadas humanas
que apuntalarían la hipótesis de la presencia de humanos de enorme estatura,
aunque no fuera tan desorbitada. En este sentido, llama la atención no sólo su
presencia sino el cómo se hicieron. Hemos de tener en cuenta que están sobre
basalto y que las islas Canarias son volcánicas, por lo que no se pudieron
formar por solidificación de un terreno pantanoso –por ejemplo, barro– con el
paso del tiempo. Las coladas de basalto, efectivamente, un día estuvieron
blandas, pero por tener miles de grados, es muy poco creíble que nadie pudiera
meter el pie ahí en ese momento.
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Huella de pisada de gran tamaño |
Con
respecto a sus características, la primera en aparecer correspondería al pie
izquierdo de un individuo de entre 2,5 y 3 metros de estatura, posiblemente con
algún calzado de tipo sandalia. La segunda en aparecer está superpuesta; es una
huella de adulto al que se le puede estimar al menos en 2 metros de altura,
descalzo y con seis dedos. En la misma dirección y con la misma forma aparece
otra infantil superpuesta en el centro de la anterior; tal vez se trataría de
su hijo que lo seguía. Y por último, tenemos la de un individuo infantil con
sandalias, que igualmente se halla superpuesta (cruzada) por otra también infantil,
pero descalzo y con seis dedos. Es importante este detalle de los seis dedos,
pues en mucha bibliografía antigua sobre hallazgos de momias o esqueletos de
individuos de enorme altura –generalmente de entre 2 y 4 metros– se hacía
referencia a la peculiar característica de tener seis dedos en pies y manos.
(Lamentablemente, los pocos huesos correspondientes a esos anómalos individuos
no están disponibles para los investigadores, ya que se han perdido o se
mantienen guardados en almacenes de museos y no se exponen, bien sea a causa de
su mal estado, bien en cumplimiento de directrices museísticas).
Los trépanos y las “piedras moldeadas”
Aparte
del hallazgo de las estructuras y de los artefactos, destaca bastante la
presencia de unos elementos relativamente avanzados que nos recuerdan más bien
a las obras de antiguas civilizaciones capaces de grandes logros
arquitectónicos y técnicos en vez de a una primitiva cultura prehistórica.
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Perforación tosca sobre roca de gran tamaño |
Por
un lado, tenemos una serie de trépanos situados en varios puntos concretos y
que no pueden haber sido realizados por maquinaria moderna, porque están en
lugares no muy accesibles y porque deberían haber dejado huellas en el suelo
debidas a la fijación de las máquinas capaces de realizar las perforaciones, de
unos 3-4 cm. de diámetro, sobre una piedra tan dura como el basalto. Entre
ellos hay unos pocos de gran calidad y precisión[4],
que parecen hechos con una herramienta de tecnología actual o aún mejor que
ésta, pues las marcas muestran un avance por vuelta de unos dos milímetros,
superior al de las máquinas que se utilizan actualmente. Asimismo, se han
hallado algunos grandes bloques de piedra (¿artefactos?) perforados más o menos
en su centro, y de lado a lado en algunos de ellos, si bien en este caso las
perforaciones parecen bastante más toscas. Sobre el motivo o finalidad de tales
perforaciones no podemos más que especular, porque su disposición sobre el
terreno (o en el centro de una gran piedra) no parece tener un sentido práctico
definido.
Por
otro lado, Manuel Fernández considera que esta cultura local era capaz de
modelar el basalto por medio de un sistema de ablandamiento de la piedra en
frío, según se puede ver en cortes imposibles, como a cuchillo, así como en
angulaciones. También son muy notables y muy abundantes unos conglomerados o
argamasas muy duras con herramientas en su interior. Desde luego, para
profundizar en este campo sería del todo deseable contar con el criterio de un
geólogo experto que pudiera confirmar estas hipótesis. En el caso del basalto puede
resultar más complicado de demostrar, pero en cambio el aspecto y la
disposición sobre el terreno de la supuesta “argamasa”, como complemento de las
estructuras en piedra o incluso como pavimento, impulsa a considerar muy
seriamente la artificialidad de este material.
El hábitat de los pobladores de Igueste
Sólo
recurriendo a las prospecciones superficiales, resulta complicado aventurar qué
tipo de yacimiento es Igueste. Se aprecia que existen unas determinadas
estructuras en forma de muros y un sistema de presas, aparte de las terrazas y
posibles caminos. Aparte tenemos una gran cantidad de artefactos de diversa
tipología dispersos por la superficie, pero no hay ningún rastro de espacios
que pudiéramos llamar “viviendas”, obviando lógicamente las cuevas. Manuel
Fernández habla de una “ciudad de gigantes”, pero la pregunta que ahora surge
es: ¿Dónde vivía esta comunidad de gigantes?
Un hábitat para gigantes... pequeños |
Parece razonable
plantear que los guanches habitaron bastantes de las numerosas cuevas del
entorno, y se podría suponer que tal vez fueron usadas anteriormente por gentes
de mayor estatura como vivienda o refugio, pero Fernández ha calculado que no
podrían albergar a individuos de más de 10 metros. Por otra parte, tampoco las
terrazas parecen constituir un hábitat adecuado para los gigantes de mayor
altura.
Con los escasos datos disponibles se podría sugerir la hipótesis de que
el yacimiento de Igueste, en su mayor parte, podría haber sido un lugar de
recolección, caza o pesca (u otras actividades de subsistencia), aparte de
servir obviamente como cantera, y con la presencia adicional de diversos
talleres de fabricación de utensilios. Esta última propuesta ofrece al menos
alguna prueba sobre el terreno, ya que en algunas zonas concretas se han
hallado hasta diez o doce percutores de similares características, lo que nos
impulsaría a considerar que se trataba de un área de talla o taller de
distintos usos específicos.
Sobre la localización de
las viviendas de los gigantes sólo podemos especular; si no ocupaban cuevas,
tendrían que refugiarse en estructuras al aire libre, de las cuales no quedaría
ningún resto reconocible. Otra opción es que, dado que la isla es grande y que
en un remoto pasado lo fue aún más, es posible que esas viviendas estén en otra
parte o incluso bajo las aguas. De hecho, es sabido que al final de la era
glacial el nivel del mar subió unos 120 metros y que dicha subida afectó
también al archipiélago canario, cubriendo una notable porción de terreno. Así
pues, existe la posibilidad de que las viviendas estén ahora sumergidas. En
cualquier caso, quedaría pendiente un trabajo de prospección de otras zonas de
Tenerife (y de las Canarias en general) para poder identificar otros hábitats
similares al de Igueste, pues se hace raro pensar que fuese un caso totalmente
aislado en el conjunto de las islas.
Conclusiones
A
la vista de los estudios realizados in situ, está claro que podemos
calificar al paraje de Igueste como “yacimiento arqueológico”, con restos
diversos, tanto de artefactos como de estructuras, que puede abarcar una amplia
cronología y que se sitúa desde un estadio prehistórico de la Edad de Piedra de
antigüedad no definida hasta el horizonte conocido de la cultura guanche.
![]() |
Manuel junto a artefacto de gran tamaño |
Es
patente que el lugar fue ocupado por individuos de nuestra talla (Homo sapiens),
que podríamos ubicar en la época guanche o aún anterior. Pero los indicios
aportados principalmente por el tamaño de los objetos de piedra identificados
como herramientas nos empujan a creer que hubo humanos de tamaño muy superior.
De hecho, dejando a un lado la mitología local canaria (más bien escasa),
disponemos de algunos relatos de los primeros castellanos que llegaron a las
islas y que dejaron constancia de la presencia de nativos de grandísima
estatura, con un caso particular muy destacado en el cual se habla
explícitamente de un gigante de 22 pies, aproximadamente unos 7 metros. No
obstante, si nos vamos al terreno de la arqueología (lo que implica pruebas
físicas, no simples referencias históricas), es bien conocido que algunas
momias guanches conservadas superan los dos metros, llegando incluso hasta los
tres metros, lo que nos habla de una raza realmente imponente desde el punto de
vista físico, aunque no queramos usar el término gigante. A esta
evidencia habría que sumar la ya citada presencia de huellas humanas de gran
tamaño y con seis dedos.
Por
supuesto, sería determinante –como prueba directa– encontrar restos físicos de
esos hipotéticos gigantes de 5, 10, 15 ó 20 metros, pero no es de esperar que
tales restos sean accesibles en superficie. Lo más lógico es que los esqueletos
o momias de esos gigantes se encuentren bajo tierra (¿o bajo el mar?), en
tumbas aún no descubiertas, y siempre con la premisa de que sus restos óseos se
hayan conservado. En cuanto a su origen y ocaso, nos seguimos moviendo en el
terreno de las meras conjeturas. Así, podríamos proponer que los guanches
fueron tal vez descendientes de una estirpe de gigantes que habitó las islas en
tiempo inmemorial y que desapareció o degeneró progresivamente por cruce
genético, enfermedades, falta de recursos, una catástrofe natural u otros
motivos. Lamentablemente, en este campo estamos ante las mismas dificultades
que el resto de la casuística sobre supuestos gigantes hallados en otras partes
del mundo: apenas hay datos fehacientes con los que trabajar.
Sea
como fuere, las estructuras y los objetos están ahí y muestran que existió una
antiquísima cultura en Tenerife (y probablemente en el resto de las islas
Canarias) que merecería un extenso estudio arqueológico sin ningún tipo de
prejuicio o sesgo, porque las teorías y las verdades científicas no
pueden sobrevivir al margen de los datos objetivos que las contradicen.
©
Xavier Bartlett 2016
Imágenes: archivo del autor
[1] Muchos de
los datos aquí ofrecidos proceden de los comentarios directos de M. Fernández,
realizados sobre el mismo terreno y en una entrevista posterior.
[2] Cabría
esperar que los arqueólogos reconociesen la artificialidad de tales
estructuras, pero primero debería determinarse la imposibilidad de que las
fuerzas naturales fuesen capaces de “modelar” tan perfectamente estos sistemas
de canalización de agua.
[3] Por ejemplo,
en la década de 1990, en el
ahora desecado lago de Makgadikgadi,
en el desierto de Kalahari (África), un equipo de la Universidad de Oxford
halló cuatro gigantescas hachas de mano, de más de 30 cm. y de gran peso. Para
el director de la excavación, David Thomas, la supuesta finalidad de estos
artefactos era “la pregunta del millón de dólares”. Su explicación es que no
eran realmente “herramientas”, sino un recurso para extraer útiles más
pequeños, sin descartar otras hipótesis como objetos ceremoniales u
ornamentales.
[4] En cierto
modo, bastante similares a los que ya identificó y documentó Flinders Petrie en
Egipto, también sobre piedras muy duras como el granito.