Uno de los rasgos más típicos de la arqueología alternativa
ha sido sin duda la defensa de una Antigüedad mucho más avanzada de lo que se
ha venido aceptando convencionalmente, tanto en el ámbito de la conciencia como
en el de la ciencia. Así, no son pocos los autores alternativos que han ido
proponiendo teorías sobre un Mundo Antiguo caracterizado por una ciencia y
tecnología de un nivel similar o incluso superior a la de nuestros tiempos.
En este contexto, y vistos los sólidos indicios de una alta
ciencia, más de un autor se apresuró a sugerir la intervención de seres
inteligentes procedentes del espacio en la realización de tales prodigios, lo
que conformó la llamada teoría del antiguo astronauta, que aún sigue en
boga hoy en día. No obstante, más recientemente, otros muchos autores postulan
la existencia de una humanidad avanzada
que vivió en un ciclo álgido –según el modelo de una historia cíclica– y que
desapareció dejando apenas unos pocos rastros de su ciencia a las nuevas
generaciones de una Humanidad inferior. En este artículo nos centraremos
precisamente en unos de esos rastros, a través de una interesante teoría –poco
conocida a nivel popular– que apareció hace unos pocos años acerca de determinados
conocimientos relacionados con el sonido.
Esta teoría que presentamos a continuación es fruto del
trabajo de varias personas, pero particularmente del ingeniero norteamericano
Glenn M. Kreisberg, especialista en el terreno concreto de las radiofrecuencias.
Lo que propone Kreisberg es todo un reto a las mentes más convencionales, pues
sus estudios –sustentados en gran parte en el trabajo previo del investigador
eslovaco Pavel Smutný– le han llevado a la conclusión de que los antiguos
podían haber tenido un claro conocimiento del espectro electromagnético, sobre
todo en aspectos del ámbito de la acústica, lo que se puede conectar
directamente con una reciente vía de investigación del pasado llamada arqueoacústica[1].
Pinturas rupestres de Altamira (reproducción) |
Según esta
nueva disciplina, podemos contemplar la posibilidad real de que el sonido fuese
un elemento clave en antiguas ceremonias y en la configuración de ciertas
estructuras. Por ejemplo, los recientes estudios sobre el arte rupestre
paleolítico han apuntado a una asociación entre las áreas en las que tiene
lugar una fuerte resonancia y la localización de las pinturas. Tal hallazgo
demostraría que las propiedades del sonido ya eran conocidas y apreciadas hace
más de 30.000 años. Asimismo, se han realizado algunos estudios sobre las
propiedades sonoras de algunos artefactos, pero este campo apenas ha dado
resultados relevantes.
Volviendo
al tema específico del conocimiento del espectro electromagnético, Glenn
Kreisberg plantea que los antiguos –por lo menos antes de la aparición de la
ciencia de la Antigua Grecia, precursora de la ciencia moderna– podían expresar
conceptos o materias relacionadas con la ciencia de forma muy distinta a que lo
hacemos nosotros, lo que tal vez nos hace pasar por alto o malinterpretar
ciertas observaciones, que los expertos actuales toman como simbolismos o
alegorías, o simplemente no les conceden ningún sentido específico. Así,
Kreisberg cree que los antiguos tenían un conocimiento íntimo de la naturaleza
y de los mecanismos o fuerzas que la rigen, y entre estos elementos estaría sin
duda el espectro electromagnético, “una secuencia continua de energía
electromagnética dispuesta según una longitud de onda o frecuencia”.
El planteamiento teórico de Kreisberg se fundamenta en que
el espectro electromagnético (EM) es algo que forma parte del entorno natural
en que se desenvuelve el hombre y que por tanto debía ser conocido de alguna
manera por el hombre primitivo, dada su íntima proximidad a la naturaleza y a
la interdependencia con ella. Para demostrar que los antiguos sí eran
conscientes de la existencia de las ondas, Kreisberg saca a colación una serie
de antiguos motivos artísticos y ornamentales de varias culturas relacionados
con formas ondulantes o sinuosas, dientes de sierra, etc
Templo megalítico de Malta |
De hecho, sabemos que las primeras culturas humanas hicieron
uso de fuerzas naturales como el fuego, el agua, el viento y el sonido. Para el
investigador americano, el conocimiento del espectro EM no puede limitarse a
los últimos tiempos, sino que debe tener unos precedentes que han de remontarse
a épocas muy antiguas. Retomando las tesis de Smutný, Kreisberg afirma que los
templos megalíticos de Malta podrían haber tenido una función de propagación
del sonido a gran distancia. Así, estos grandes complejos megalíticos podrían
haber funcionado realmente como generadores de ondas acústicas de alta
frecuencia, cuya finalidad sería la de establecer un sistema de comunicación
entre las diversas islas. Incluso las leyendas sobre las sirenas y sus
característicos cantos tendrían alguna relación con estas estructuras. De
hecho, se han encontrado en Malta muchas estatuas de mujeres gruesas (como las divas
de la ópera moderna), que podrían haber emitido sonidos o cantos desde el
centro de la estructura. Luego, la configuración multi-lobular de los propios
templos habría permitido la amplificación del sonido, teniendo en cuenta que
los bloques megalíticos serían un buen material resonante.
Patrón de propagación de antena |
Planta del templo de Hagar Qim |
Esta hipótesis puede parecer algo rebuscada, pero Kreisberg
muestra la evidente semejanza entre la forma lobular del templo de Hagar Qim y
un típico patrón de propagación de una antena inalámbrica de 800 MHz, con un lóbulo principal y lóbulos
laterales. A partir de aquí, ha ido un poco más allá y ha encontrado otros
indicios significativos en el mismo conjunto arqueológico. Tomando como
referencia una publicación de Joseph S. Ellul 1988 titulada Malta’s
Prediluvian Culture at the Stone-Age Temples (1988), Kreisberg destaca que
en Hagar Qim se halló un dintel desplazado de su lugar sobre el cual se había
asentado en perfecto equilibrio una gran losa con notables propiedades
acústicas, pues cuando era golpeada con otra piedra sonaba como una campana.
Más tarde, en los años 50, los bloques se reubicaron en sus posiciones
originales y el efecto de la “campana de Hagar Qim” se perdió para siempre.
Finalmente, Kreisberg toma nota de una observación hecha por Graham Hancock en
Malta, al destacar la posición despejada los templos, con un notable descenso
del nivel terreno a su alrededor, lo cual sería una condición ideal para la
propagación de la señal acústica a grandes distancias. Y una vez más, en
algunos megalitos malteses encontramos los famosos diseños curvilíneos o en
espiral con forma de “onda”.
En todo caso, Kreisberg, concede una gran verosimilitud a la
hipótesis de la comunicación entre las islas a partir de dos observaciones. Por
un lado, tendríamos el mar como un canal de comunicación ideal. De hecho, la
transmisión del sonido se vería potenciada por la amplificación de éste a
través del agua. Esta característica es bien conocida a partir de principios físicos:
el agua enfría el aire que está justo por encima de la superficie, lo que
ralentiza las ondas que viajan sobre la superficie. Esto provoca una refracción
o curvatura de la onda sonora de tal modo que se propaga una mayor cantidad de
sonido a través de la masa de agua.
Por otro lado, Kreisberg supone que para que el sistema tenga
sentido debe haber un emisor y un receptor, y precisamente encontró un rastro
muy interesante al respecto en la isla de Lampedusa, a unos 160 km. al sur de
Malta y cerca de la costa tunecina. Allí existen unos restos megalíticos que todavía
no se han investigado aún, pero cuyo aspecto circular podría constituir un
claro paralelo de los famosos templos malteses.
Obviamente, Glenn
Kreisberg hace la reflexión de que todo esto podría ser un cúmulo de
coincidencias pero si hubiera una clara intencionalidad detrás de los hechos
observados, entonces tendríamos que preguntarnos si los antiguos no tenían un
cierto nivel de sofisticación tecnológica inesperada. Aquí, el autor
americano lanza la hipótesis de que tal vez el megalitismo, cuyo propósito
sigue sin estar demasiado claro para la arqueología, constituía el legado de un
conocimiento perdido en su funcionalidad.
Pero además del
caso maltés, Kreisberg ha identificado otros posibles rastros arqueoacústicos
en las torres célticas de Irlanda, cuyo periodo de construcción se ha fijado
aproximadamente entre los siglos VII y X de nuestra era. Existen allí más de
cien de estas altas estructuras cilíndricas, todas ellas construidas con unos mismos
patrones arquitectónicos, y se supone que en principio estaban aisladas y luego
acabaron rodeadas de edificaciones anexas (iglesias, monasterios...). Para los investigadores académicos las torres
habrían tenido una función de vigilancia y defensa ante posibles incursores,
con las puertas de acceso situadas entre 1,5 y 4,5 metros por encima del nivel
del suelo, supuestamente por razones de seguridad.
Torres célticas irlandesas |
Sin embargo,
Kreisberg cree que esta interpretación es errónea y para ello se apoya en el
trabajo de un investigador norteamericano llamado Phillip Callahan[2],
el cual defiende la tesis de que estas torres en realidad fueron diseñadas y
utilizadas como enormes sistemas de resonancia para captar y almacenar energía
electromagnética procedente de la tierra y del cielo. De hecho Callahan
considera que estas torres, así como otras estructuras similares del Mundo
Antiguo, eran antenas que captaban la sutil radiación magnética del Sol y la
transmitían a los monjes en meditación y a las plantas que crecían en la base
de la torre. Este fenómeno sería posible gracias a la propia forma de la torre
y a los materiales de construcción.
En efecto, las piedras empleadas (caliza, arenisca,
basalto, granito...) tendrían propiedades paramagnéticas y funcionarían óptimamente
como antenas y también como conductores de energía. Callahan apreciaba, además, que
algunas torres presentaban rellenos de cascotes en determinadas porciones
interiores, lo cual –lejos de ser un hecho aleatorio– indicaría que las
torres-antenas habrían sido “sintonizadas” para resonar con ciertas frecuencias
específicas.
Por otra parte, la misma posición geográfica de las
torres mostraba que se hallaban distribuidas según un patrón que reflejaba la
posición de las estrellas del hemisferio norte en el solsticio de invierno.
Estos lugares, no casualmente, se encontraban sobre antiguos terrenos sagrados
desde épocas remotas, coincidiendo así con otras antiguas civilizaciones como
los egipcios o los mayas, que parecían conocer una resonancia energética entre
determinados enclaves terrestres y ciertos cuerpos celestes.
Ante estos hechos, cabe preguntarse si los antiguos
monjes irlandeses conocían estas propiedades y las utilizaban en su propio
beneficio. Algo de ello podría haber, pues Kreisberg alude a modernos
experimentos de exposición a campos de radiación electromagnética, en los
cuales se pudo comprobar que los individuos analizados experimentaban un
notable estado de bienestar y salud, aparte de alcanzar ciertos estados
alterados de conciencia o de “trance” que podrían equipararse a las
experiencias chamanísticas. Y así pues aquí podríamos tener otra posible
explicación para la construcción de monumentos megalíticos, basada en el uso de
los campos electromagnéticos.
Juntando todas las piezas, Kreisberg especula con que
los antiguos conocían bien las propiedades del sonido y lo podrían haber usado
básicamente con estos fines:
- Hacia arriba: para la comunicación con los dioses
- Al nivel de tierra: para la comunicación a larga distancia y para defenderse (el sonido como arma).
- Hacia abajo (el inframundo): para entrar en estados alterados de conciencia o para comunicarse con el mundo espiritual.
Finalmente, cabe reseñar que recientemente (2014) se
celebró en la propia isla de Malta un congreso internacional organizado por la Old
Temples Study Foundation[3]
sobre arqueoacústica a partir del proyecto llamado Hal Saflieni Hypogeum
Acoustics Research Project, cuya finalidad es llevar a cabo un estudio
científico completo de este enclave arqueológico desde la perspectiva del
sonido. El informe sobre los resultados de esta primera experiencia está
todavía pendiente de publicación.
© Xavier Bartlett 2014
Crédito imagénes: 1. Matthias Kabel 2. Dietrich Michael Weidmann
3, 4 y 5. Extraídas del artículo Did Ancient Humans Have Knowledge of the Electromagnetic (EM) Spectrum?
Referencias
KREISBERG,
G. Did Ancient Humans Have Knowledge of the Electromagnetic (EM) Spectrum? (2005),
en www.grahamhancock.com/articles
KREISBERG,
G. Mission Malta - Exploring the Sound and Energy Properties of Ancient
Architecture (2014), en www.grahamhancock.com/articles
[1] Esta
disciplina es definida en Wikipedia como “el uso del estudio acústico como un
enfoque metodológico en la arqueología. Esto puede implicar, por ejemplo, el
estudio de la acústica de los yacimientos arqueológicos o el estudio de la
acústica de artefactos arqueológicos.”
[2] Callahan
escribió un libro al respecto titulado Ancient Mysteries, Modern Visions (1984)
[3] Se trata de
una entidad cultural estadounidense sin ánimo de lucro fundada en 1994 y
compuesta por profesionales de diversas disciplinas. Sus objetivos se han
centrado en la preservación y difusión del gran legado arqueológico que
representa el conjunto de templos megalíticos malteses, y más recientemente en su
investigación arqueoacústica.
2 comentarios:
Saludos,
Un interesantisimo aporte (ya ni mencionar todo su trabajo de calidad)
Yo misma me he encontrado en busqueda de trabajos que tomen en cuenta la acustica como elemento primordial y el que Ud. menciona es revelador.
Solo amante de estos temas, con formacion Antropologica y pinceladas de Arqueologia, Linguistica, Historia dada la carrera en mi pais,poco se ha considerado abordar nuevas perspectivas aunque la evidencia de pauta a ello. He recorrido varias zonas arqueologicas y notado la caracteristica acustica en frente de escalinatas o plazas centrales al aplaudir. Es una de las curiosidades que se muestran turisticamente pero me llama fuerte la atencion que el efecto no solo se repita en las zonas Mayas sino tambien en muchas zonas del centro de la Antigua Mesoamerica. Aunado a ello es bien sabido el efecto acustico de la arquitectura en domo y que aqui por lo memos sigue siendo tradicion en comunidades, el temazcal. Por otro lado los tuneles (Cholula)con forma conica o piramidal tambien tienen efectos acusticos interesantes y creo ello estaba probado en alguna piramide de Egipto (no recuerdo el lugar pero el tunel guarda forma similar).
Las catedrales actuales comparten caracteristicas similares y la hipotesis de que son parte de una cultura que seguia lineamientos electro-acusticos hasta no hace mucho tiempo es curiosa, siendo lugares de curacion acustico-energetica mas que templos de adoracion. En fin el tema da mucho para abordar, incluyendo el elemento agua como medio usualmente presente en lugares de este tipo. Gracias por tocar estos temas.
Saludos desde la mitica Xolula, Mexico
Ziwatl
Amiga mexicana,
Muchas gracias por el comentario y las observaciones sobre otros lugares con efectos similares. La arqueoacústica es realmente una disciplina muy nueva en la que hay mucho campo de trabajo... quizá para descubrir que los antiguos estaban mucho más avanzados de lo que creíamos.
Saludos,
X.
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