Muy recientemente me ha llegado una nueva (y asombrosa)
noticia científica sobre los neandertales, que parecen estar en el punto de
mira de los investigadores en estos últimos años. En esta ocasión, ya no se
trata de explicar por qué se extinguieron sino de “recolocarlos” en el
escenario evolutivo humano, a través de una nueva datación mediante técnicas
genéticas.
Así, la noticia –aparecida en Science[1]–
nos habla de la secuenciación del ADN de unos huesos humanos procedentes del
famoso yacimiento de Sima de los Huesos, en Atapuerca (España), siendo este ADN
el más antiguo que se ha recuperado hasta la fecha de la especie humana. Según
este estudio, los huesos pertenecerían a individuos muy parecidos a los neandertales
(ancestros o formas arcaicas de este espécimen). De hecho, estos restos habían
sido hallados hace más de una década, y Juan Luis Arsuaga, de la Universidad
Complutense de Madrid, ya había apreciado que los dientes, mandíbulas y
cavidades nasales insinuaban una gran semejanza con el neandertal, si bien finalmente
fueron atribuidos al Homo heilderbergensis (supuesto antecesor del
Homo neanderthalensis y del Homo sapiens), especie que vivió en
África, Europa y Asia hace entre 600.000 y 250.000 años.
En 2013 se realizó un primer análisis del ADN mitocondrial
de estos restos óseos por parte del profesor Matthias Meyer, del Instituto de
antropología evolutiva Max Planck (Leipzig, Alemania), y los resultados
mostraron que los individuos en cuestión no eran propiamente neandertales, sino
que estaban más bien emparentados con los llamados Denisovianos, una
especie de reciente descubrimiento, de la cual aún se sabe relativamente poco[2].
Estos datos genéticos eran un poco sorprendentes y sugerían que los homínidos
de la Sima de los Huesos podrían haberse cruzado con los Denisovianos en un
tiempo muy remoto o que había allí una especie de homínido más antigua,
antecesora de las anteriores.
No obstante, tras dos años de trabajo, Meyer ha completado
la secuencia de ADN de los restos fósiles (de un diente y del hueso de una
pierna) y ha podido determinar que dichos restos compartían más alelos[3]
en el genoma con los neandertales que con los Denisovianos o los hombres
modernos (sapiens). Ello ha llevado a la conclusión de que estos individuos
eran neandertales o bien una forma arcaica de éstos, y que la diferenciación
entre neandertales y Denisovianos debería remontarse mucho más atrás en el
tiempo, de tal modo que podríamos hablar de una línea de neandertales muy
antigua, con un horizonte cronológico de entre 550.000 y 765.000 años, cuando
la cronología aceptada hasta la fecha para los primeros neandertales no va más
allá de unos 250.000 años. Como efecto rebote de este hallazgo se
plantea la seria duda sobre en qué momento se separaron los caminos del sapiens
y del neandertal a partir de un ancestro común (un axioma para la teoría evolucionista),
porque estos datos retrasarían bastante estas fechas y señalarían una
antigüedad impensable para el origen del hombre moderno.
Lo cierto es que, según los estudios paleontológicos, el Homo
heilderbergensis aparecía hasta ahora como candidato a ancestro común de
neandertales y sapiens, pero dado que la separación entre especies se
muestra ahora mucho más antigua, el papel del heilderbergensis queda un
poco en entredicho e incluso algún experto ya se ha aventurado a proponer
una cierta visión heterodoxa. Así, el paleoantropólogo Chris Stinger, del Museo
de Historia Natural de Londres, considera –a la vista de los datos aportados
por Meyer– que hace unos 500.000 años el heilderbergensis pudo haber
dado lugar a una separación de dos líneas, una “proto neandertal-Denisoviana” y
otra “proto sapiens”, pero no descarta como posibilidad que todos o la
mayoría de fósiles de heilderbergensis no sean ancestros directos
nuestros y que de hecho esta especie tal vez fuera una línea evolutiva que
acabó, por así decirlo, en una vía muerta.
Prof. M. Sandín |
No voy a insistir ahora sobre la validez de este tipo de
estudios genéticos aplicados a la paleoantropología, pues ya lo traté en un
artículo anterior (también sobre neandertales) y expuse la visión de algunos
especialistas, como el profesor Máximo Sandín, que cree que se ha utilizado la
biología de manera incorrecta, incluso torticera, para respaldar –sin base
científica real– determinados postulados. De todas maneras, si tomamos esta
investigación no como un instrumento de la teoría evolucionista sino como la
mera constatación de las semejanzas biológicas de las varias especies de
homínidos que los expertos califican de “diferentes”, podemos dar la vuelta al
argumento y empezar a preguntar si el género Homo no es en realidad una sola especie con
una morfología cambiante en el tiempo y el espacio, básicamente como fruto de
la hibridación pero también de otros factores. Veamos qué dice Sandín al
respecto:
«Desde lo que se admite como la aparición del “género” Homo, es decir, fósiles asociados a una morfología y/o a una cultura claramente humanas, se han propuesto un número variable de “especies” diferentes (por lo que, según el concepto de especie, no deberían ser interfecundas entre sí): Homo habilis, H. rudolfensis, H. ergaster, H. erectus, H. antecessor, H. heidelbergensis, H. neanderthalensis y, finalmente, Homo sapiens. Las “especies paleontológicas”, es decir las basadas en restos casi siempre muy fragmentarios son, en muchas ocasiones, artefactos con una base real poco sólida o, al menos, inverificable. Pero en el caso de la evolución humana, la “compartimentación” específica de unas variaciones morfológicas cuya traducción en términos genéticos se desconoce, pero cuya comparación con la variabilidad actual (existente tras milenos de intercambio genético), hace pensar que no resulta muy superior, es casi un acto de fe. La amplísima distribución temporal (una estasis de más de dos millones de años) y espacial (desde África y Europa hasta Extremo Oriente y Oceanía) de una especie formada por grupos no muy numerosos, de una extremada movilidad, y muy susceptibles, por ello, a fenómenos demográficos (que no evolutivos) de deriva genética (aislamientos reproductivos, mortalidad diferencial aleatoria, etc.), justificarían más que sobradamente la variabilidad encontrada a lo largo del tiempo.»
En suma, la investigación paleontológica sigue avanzando con nuevos
hallazgos y datos, pero a estas alturas parece del todo evidente que en lugar
de despejar incógnitas, el galimatías se hace cada vez más grande. Especies que
se superponen y coexisten en el tiempo, que cada vez son más antiguas, que están
estrechamente relacionadas, que comparten muchos rasgos genéticos, que se
cruzaron sin ninguna duda... Es un panorama que se quiere hacer encajar en términos
evolutivos sí o sí y no se contemplan para nada otras bases teóricas. Así las
cosas, mientras se quiera aplicar de manera obsesiva el actual paradigma darwinista,
nos tendremos que ir tragando las conjeturas, hipótesis y falacias que nos
quieren vender como si fuera ciencia empírica inapelable. Y desde luego, hay
vida racional y científica más allá del fundamentalismo-creacionismo bíblico.
Por consiguiente, ya está bien de que nos digan aquello de “o evolucionismo o religión, y no hay más que hablar”. Dogma
contra dogma, y entretanto nosotros a dos velas.
© Xavier Bartlett 2015
Aún sin querer insistir demasiado en el tema, me voy encontrando con más noticias sobre los neandertales que me dejam aún más perplejo y me confirman que la "ciencia paleontológica" es poco menos que un arte interpretativo. Así, un reciente hallazgo de dientes de Homo sapiens en la cueva Fuyan (en Daoxian, China) ha demostrado la presencia de esta especie en aquella región al menos hace 80.000-125.000 años. Ante este dato, la arqueóloga María Martinón-Torres (del University College de Londres) destaca el hecho de que, mientras que los sapiens ya estaban en Asia en esos remotos tiempos, en cambio no llegaron a Europa hasta hace unos 45.000 años. Para explicar este gran desfase, Martinón-Torres echa la culpa a los neandertales, que habrían cortado el paso a los sapiens en su expansión hacia tierras europeas, que era el hábitat ancestral de los neandertales desde hacía muchos miles de años. El razonamiento de la científica es que "Europa era demasiado pequeña para los dos" (sic).
Pero Martinón-Torres cree que no hubo conflicto físco (guerra) entre ambos, sino más bien una dominancia del neandertal a partir de una mejor explotación de los recursos, gracias a su experiencia y adaptación a las duras condiciones climáticas de la época. Esto choca directamente con otras visiones científicas -ya expuestas en anteriores artículos- que abogan por un predominio de la inteligencia y las capacidades del sapiens, que habrían fulminado a los neandertales en unos pocos miles de años, gracias a sus ventajas predatorias a la hora de obtener recursos y utilizar el fuego, por ejemplo. (Por cierto que otro experto, Chris Stinger, afirma que simplemente la llegada del sapiens a Europa fue fruto de otra migración posterior y que al principio no fueron hacia el oeste porque el clima allí era mucho más duro y ya estaban ahí los neandertales. (¡Viva la obviedad interpretativa!)
En fin, una vez más tenemos la famosa competencia darwinista "por tan poco espacio y tan pocos recursos" (¡por Dios, qué ridículo!), que en este caso sirve para cubrir un vacío enorme de muchos miles de años sin aparente explicación lógica. Ello por no hablar de hombres modernos en China hace 125.000 años, cuando se supone que que el sapiens no salió de África hasta hace unos 100.000 años. En suma, si las pruebas objetivas son desconcertantes, se buscan argumentos explicativos del tipo que sea, aun cuando las diversas visiones de los científicos entren en flagrante contradicción. Y todo ello porque la sacrosanta teoría es inamovible, como ya sabemos de sobra.
Apéndice
Aún sin querer insistir demasiado en el tema, me voy encontrando con más noticias sobre los neandertales que me dejam aún más perplejo y me confirman que la "ciencia paleontológica" es poco menos que un arte interpretativo. Así, un reciente hallazgo de dientes de Homo sapiens en la cueva Fuyan (en Daoxian, China) ha demostrado la presencia de esta especie en aquella región al menos hace 80.000-125.000 años. Ante este dato, la arqueóloga María Martinón-Torres (del University College de Londres) destaca el hecho de que, mientras que los sapiens ya estaban en Asia en esos remotos tiempos, en cambio no llegaron a Europa hasta hace unos 45.000 años. Para explicar este gran desfase, Martinón-Torres echa la culpa a los neandertales, que habrían cortado el paso a los sapiens en su expansión hacia tierras europeas, que era el hábitat ancestral de los neandertales desde hacía muchos miles de años. El razonamiento de la científica es que "Europa era demasiado pequeña para los dos" (sic).
Pero Martinón-Torres cree que no hubo conflicto físco (guerra) entre ambos, sino más bien una dominancia del neandertal a partir de una mejor explotación de los recursos, gracias a su experiencia y adaptación a las duras condiciones climáticas de la época. Esto choca directamente con otras visiones científicas -ya expuestas en anteriores artículos- que abogan por un predominio de la inteligencia y las capacidades del sapiens, que habrían fulminado a los neandertales en unos pocos miles de años, gracias a sus ventajas predatorias a la hora de obtener recursos y utilizar el fuego, por ejemplo. (Por cierto que otro experto, Chris Stinger, afirma que simplemente la llegada del sapiens a Europa fue fruto de otra migración posterior y que al principio no fueron hacia el oeste porque el clima allí era mucho más duro y ya estaban ahí los neandertales. (¡Viva la obviedad interpretativa!)
En fin, una vez más tenemos la famosa competencia darwinista "por tan poco espacio y tan pocos recursos" (¡por Dios, qué ridículo!), que en este caso sirve para cubrir un vacío enorme de muchos miles de años sin aparente explicación lógica. Ello por no hablar de hombres modernos en China hace 125.000 años, cuando se supone que que el sapiens no salió de África hasta hace unos 100.000 años. En suma, si las pruebas objetivas son desconcertantes, se buscan argumentos explicativos del tipo que sea, aun cuando las diversas visiones de los científicos entren en flagrante contradicción. Y todo ello porque la sacrosanta teoría es inamovible, como ya sabemos de sobra.
[1] Fuente:
http://news.sciencemag.org/archaeology/2015/09/dna-neandertal-relative-may-shake-human-family-tree
[2]
Esta nueva especie fue identificada hace unos pocos años en una cueva de
Denisova (Siberia), a partir de unos escasos restos, con una datación de entre
1millón y 40.000 años. Sólo se conserva un dedo y unos dientes (el molar humano
más grande que se ha encontrado). Por análisis genéticos, parece ser que está
emparentado con el neandertal y con el sapiens y que compartió habitat con
ellos (incluso hibridación). Algunos expertos creen que es una subespecie de sapiens,
pero no está claro su origen, pues parece que aunque pudo venir de África,
procede de una migración distinta de la del erectus, el neandertal y el sapiens.
[3] Según la
definición de Wikipedia, “un alelo o aleloide es cada una de las formas
alternativas que puede tener un mismo gen que se diferencian en su secuencia y
que se puede manifestar en modificaciones concretas de la función de ese gen.”