Inevitablemente, cuando
desde posiciones heterodoxas se habla de supuestas civilizaciones perdidas, el
nombre que más se repite es el de la Atlántida. Sobre este mítico continente se
ha escrito mucho a lo largo de la historia, pero muy especialmente en los
últimos 150 años, a partir de los trabajos de Madame Blavatsky y de Ignatius
Donnelly, que –si bien desde perspectivas diferentes– dieron paso a una escuela
de investigadores “atlantistas” que ha pervivido hasta nuestros días.
Como es bien sabido, el
mito de la Atlántida comporta en realidad dos grandes temas en un solo relato:
por un lado, la existencia de una civilización muy avanzada, en una cierta Edad
de Oro, y por otro el recuerdo de una gran catástrofe geológica que acabó
con dicha civilización y que de algún modo fue un castigo de los dioses.Este mito, además, está relacionado con otra creencia muy extendida en diversos
pueblos de la Antigüedad acerca de una cierta historia cíclica, según la cual la
Humanidad no es una, sino varias, que pasan por varias etapas o ciclos de nacimiento, desarrollo y destrucción, en un
contexto de tiempo circular, no lineal.
Ahora bien, hablar de la
Atlántida, en un sentido estricto, es hablar de Platón y de sus dos famosos
diálogos, el Critias y el Timeo, en los cuales se esboza el
origen y el devenir de esta gran isla. Y aunque
la historia narrada por Platón es harto conocida, vale la pena rescatar los
principales argumentos de este mito:
- El punto de partida es el supuesto relato de Solón, un sabio griego que en el siglo VI a. C. visitó Egipto; allí escuchó la historia de la Atlántida de boca de unos sacerdotes de Tebas.
- Se trataba de una isla situada más allá de las columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar), o sea, en pleno océano Atlántico. Esta isla era mayor que la Libia y el Asia unidas[1].
- La Atlántida era un rico y vasto imperio regido por una dinastía de reyes, que albergaba una avanzada civilización. Este gran imperio estuvo en guerra contra una primitiva Atenas, pero resultó vencido por los atenienses.
- La capital del continente estaba estructurada de forma circular, rodeada por una serie de anillos de tierra y canales de agua intermedios, con un gran palacio o templo en su centro.
- La Atlántida desapareció completamente bajo las aguas por efecto de un gran cataclismo, unos 9.000 años antes de que el relato llegase al conocimiento de los griegos (por tanto, hacia el 9500 a. C.).
- La destrucción de la Atlántida fue un castigo impuesto por Zeus ante la arrogancia y degeneración que habían desarrollado los atlantes (y es en este punto donde se acaba el Critias, sin que sepamos si se perdió el resto o si Platón lo dejó inconcluso).
Por
tanto, ya tenemos unos datos básicos que sitúan la Atlántida en el tiempo y el
espacio, y nos muestran un mundo altamente civilizado que desapareció completamente
a causa de una gran catástrofe global. En este punto es cuando podemos
sumergirnos en las antiguas mitologías de varias regiones y culturas del mundo
y descubriremos que la Atlántida no es tan sólo un tema griego (o egipcio),
sino que realmente es de carácter planetario, sea cual fuere su supuesta
localización geográfica. En cuanto a lo que serían estrictamente las
tradiciones sobre el Gran Diluvio, encontramos los mismos paralelismos, pues –como
ya hemos apuntado– ambas historias están completamente entrelazadas.
Así
pues, tenemos antiquísimas historias similares que nos hablan de grandes
territorios desaparecidos en un tiempo lejano por acción de una catástrofe de proporciones
colosales. Por ejemplo, en la Antigua Mesopotamia existía la historia de Aralu,
un lugar paradisíaco situado en el océano occidental. A su vez, los
antiguos egipcios situaban al oeste la morada de sus almas y la tierra de sus
antepasados remotos[2]. Asimismo,
conservaban una leyenda sobre una gran inundación que acabó con una humanidad
pecadora, como se constata en un texto hallado en la tumba de Seti I. En una línea
similar, varios pueblos del norte de África mantenían antiguas tradiciones
sobre un continente o isla al oeste que se hundió bajo las aguas. Más al norte,
ya en Europa, la mitología céltica de Irlanda recogía el relato de la llegada
de hombres procedentes de una isla al oeste, liderados por un tal Partholon.
Por otra parte, en el Mahabharata hindú tenemos también una referencia más o
menos directa a la Atlántida, según este fragmento: “Siete grandes islas del
mar de Occidente, cuyo imperio tenía por capital la ciudad de las Tres
Montañas, destruida por el arma de Brama.”
Pero
sin duda la fuente legendaria más repetida sobre el Diluvio y el mundo perdido procede
de la tradición hebraica. Así, tenemos por un lado el Libro de Enoc, que
narra la historia de este personaje, abuelo de Noé, e incluye una mención al castigo
de la raza humana por obra de un cataclismo. Por otro lado, está la versión más famosa del Diluvio, según el Antiguo Testamento (concretamente del Génesis), personificada en la
figura de Noé. De acuerdo con este relato, Dios desea borrar a la Humanidad de la faz de
la Tierra a causa de su pésima conducta, y para ello planea enviar un diluvio
que cubra toda la tierra. Sin embargo, decide salvar del castigo a Noé, un
hombre justo, y a su familia. Así pues, le ordena construir una nave, según
unas precisas instrucciones, para albergar a todos ellos y a una pareja de cada
especie animal. Tras 40 días de diluvio, en que pereció todo rastro de vida,
cesó el desastre y las aguas fueron bajando poco a poco. Finalmente, el arca
fue a parar a lo alto de un monte. Y desde allí Noé dejó ir una paloma para
comprobar si las aguas ya habían descendido lo suficiente, cosa que pudo
corroborar cuando el ave volvió con una rama de olivo en su pico. Al abandonar
el barco, Noé realizó un sacrificio a Dios, el cual conminó a su gente a que se
multiplicaran y repoblaran la Tierra.
Esta
historia, como otros muchos relatos bíblicos, tiene visos de haber sido
adaptada de la mitología sumerio-caldea; en este caso, sería una copia del mito de Utnapishtim –o Ziusudra, o Atrahasis, entre
otros nombres– que forma parte del poema o epopeya de Gilgamesh. Aquí se da la
variante de que existe un dios colérico (Enlil) que quiere acabar con los
hombres y un dios protector (Ea/Enki) que avisa oportunamente a Utnapishtim y
le insta a que prepare un barco ante el desastre que se avecina. El resto de la
historia es prácticamente idéntica, incluido el detalle de la paloma.
En
cambio, las tradiciones y leyendas del otro lado del Atlántico se refieren a
ese mundo perdido como un lugar más allá del mar, el este. Así, Aztlán sería
una tierra mítica que según los antiguos aztecas habría desaparecido tras un
gran cataclismo (además, para reforzar esta asociación, la palabra nahuatl atl
significa “agua”[3]).
En general, la existencia de la Atlántida y de los atlantes se relaciona
directamente con la aparición de unos dioses civilizadores que llegaron a las
costas americanas y luego, una vez cumplida su misión, se marcharon hacia el
este. Este sería el caso típico de Quetzalcóatl,
identificado como un hombre blanco y barbado, vestido con una simple túnica.
Asimismo, la tradición maya-quiché recordaba la existencia de un país oriental que otrora habitaron y que consideraban como un auténtico edén.
Sobre
el Gran Diluvio en concreto, los aztecas creían que el cuarto mundo había sido
destruido en una terrible inundación por obra de la diosa Chalchitlicue. Sólo
escaparon con vida un hombre y una mujer –Coxcoxtli y su esposa Xochiquetzal–
que, tras haber sido advertidos previamente por otro dios, pudieron eludir el
desastre construyendo una gran barca en la embarcaron también varios animales y
abundantes provisiones de grano. Y como en la historia bíblica, se repite el
envío de pájaros hasta que uno de ellos vuelve; en este caso, un colibrí que portaba
una rama frondosa en su pico. En la cultura maya tenemos una leyenda idéntica del
diluvio, en esta ocasión enviado por el dios Hurakán. Además, según el libro sagrado quiché, el Popol-Vuh, la Humanidad de
ese tiempo (los “hombres de madera”) fue exterminada por un gran diluvio por
haberse vuelto contra la divinidad creadora. Sin embargo, no todos perecieron;
el Gran Padre y la Gran Madre sobrevivieron para repoblar el mundo otra vez. También es muy conocida
la historia de los indios hopi de Norteamérica, que menciona la tercera destrucción
de la Humanidad mediante una gran inundación. En esta catástrofe habría
perecido un gran continente llamado Kasskara, que estaría situado en el Pacífico,
lo cual supone una variación de la clásica versión atlántica y apunta a otros
mitos paralelos como el de Mu.
En
Sudamérica, los indios cañaríes, de los Andes ecuatorianos, también recogen el
mito de un gran diluvio. En este relato, dos hermanos se salvaron al subir a
una montaña mágica que se elevaba al mismo tiempo que las aguas. También cabe reseñar que
los conquistadores españoles encontraron en Venezuela un reducto llamado Atlán,
que estaba habitado por indios de raza blanca, los cuales, según sus propias
leyendas, serían descendientes de los supervivientes de un gran diluvio. A su
vez, en la zona del lago Titicaca y la ciudad de Tiahuanaco (entre Perú y Bolivia)
se conservaba la tradición de una enorme inundación que acabó con un mundo
primigenio habitado por gigantes. Después de que bajaran la aguas, la deidad Viracocha
creó una nueva humanidad, pero no ya de gigantes sino de hombres hechos de
barro (y aquí tenemos una nueva conexión con la mitología bíblica).
Incluso los esquimales inuit del
extremo norte del continente recuerdan en sus leyendas una enorme inundación acompañada
de terremotos que asoló la tierra y eliminó a casi todo ser viviente, menos a unos
pocos que sobrevivieron sobre las cimas de montañas más altas y volvieron a
repoblar el mundo tras la retirada de las aguas. Asimismo es interesante citar
una leyenda particular de los indios athapescan, en este caso de la
costa del Pacífico, que incide en el hecho que el Diluvio provocó una gran dispersión
de gentes que huían en todas direcciones sobre canoas y balsas. Tras esta separación
de una tierra única donde se hablaba una sola lengua, los supervivientes fueron
a parar distintas regiones y para entonces ya hablaban lenguas diferentes. Por
supuesto, esta historia nos recuerda enormemente a la confusión de las lenguas narrada
en la Biblia, concretamente el episodio de la torre de Babel, que supuestamente
tuvo lugar tras el Diluvio.
En
la Antigua Grecia se repite el modelo, siendo Deucalión el personaje central y
Zeus el dios supremo que decide castigar al género humano, encarnado entonces en la raza de Bronce. Deucalión, avisado
por Prometeo, también construye un arca y se embarca en ella junto a su esposa
Pirra y una pareja de cada animal. Luego se desata un gran diluvio durante nueve días y nueve noches y, tras el
retroceso de las aguas, la nave acaba suspendida sobre el monte Parnaso. Finalmente, desembarcan de la nave y realizan un sacrificio a los dioses, tras lo cual Zeus permite a los hombres que repoblen el mundo (nótese una vez más el paralelo con Noé).
Según
la antigua mitología china de los pueblos yao
y miao, los hermanos Fu Xi fueron los
únicos supervivientes de un tremendo diluvio. También ellos se refugiaron en
una barca. En las leyendas védicas de la India, un hombre llamado Manu
Vaisvasvata sobrevive a un gran diluvio después de recibir un aviso por parte
del dios Vishnu, encarnado bajo la forma de Matsya, un hombre pez. Vishnu le
ordenó construir un gran barco y llevar con él una pareja de cada especie
animal y vegetal. Como en otros relatos, Manu acabó a salvo en lo alto de una
montaña.
Finalmente,
cabe mencionar que en tierras aparentemente aisladas e inconexas de los grandes
centros de civilización, como las islas del Pacífico y Australia (en su parte norte), se mantienen
leyendas sobre disputas entre divinidades que resultaron en la destrucción de
un antiguo mundo, tragado por las aguas, tras el cual surgiría un nuevo mundo
renacido. Por ejemplo, los nativos de Hawaii conservan el mito de la destrucción
del mundo a causa de un diluvio, si bien luego fue recreado por el dios Tangaloa.
Incluso los indígenas de la remota isla de Pascua también referían una historia
según la cual sus antepasados habían alcanzado la isla huyendo de un terrible
diluvio que había asolado la mítica isla o continente de Hiva.
Como
se puede apreciar, todos estos relatos tienen muchos puntos similares (por no
decir idénticos) que no tienen fácil explicación, a no ser que aceptemos un
difusionismo cultural masivo del mito, o bien recurramos al insconciente
colectivo de Jung, o simplemente consideremos que se trata de múltiples narraciones
sobre diversas catástrofes locales de parecidas características. A este
respecto, el autor alternativo Graham Hancock cita en su libro Fingerprints of the Gods que al menos
existen en el mundo unas 500 leyendas sobre el Diluvio. De una selección de
éstas, un total de 86 (20 de Asia, 3 de Europa, 7 de África, 46 de América y 10
más de Australia y el Pacífico), el investigador Richard Andree estableció que
62 de ellas eran completamente independientes de las tradiciones hebraicas o
mesopotámicas.
Ante
este panorama, muchos autores alternativos aseguran que tanta coincidencia
no puede ser fruto del azar ni del difusionismo ni de otras circunstancias,
sino que es síntoma de una realidad única que ocurrió en tiempos inmemoriales y que fue recordada de forma muy semejante por diversas culturas, con escasas variantes.
Parece ser, en efecto, que tantos puntos en común apuntan a que realmente
existió una Humanidad avanzada que desapareció casi totalmente como efecto de
una gran catástrofe geológica (relacionada con el fin de la última era glacial)
y que de alguna forma puso las bases para un renacimiento de la civilización en
diversas regiones del planeta, si bien varios milenios más tarde del fatal
cataclismo. Lamentablemente, este gran lapso temporal, así como la falta de una
cultura material que podamos considerar sin lugar a dudas “atlante”, dejan un
enorme vacío que por el momento nos imposibilita saltar del mito a la realidad
histórica.
(c) Xavier Bartlett 2014
Referencias:
BERLITZ, Charles. El misterio de la Atlántida. Pomaire.
Barcelona, 1976.
DÍAZ, A.; ARTOLA, M. Atlántida, entre el mito y la historia. Editorial
N.A. Madrid, 2006
HANCOCK, Graham. Las huellas de
los dioses. Ediciones B. Barcelona, 1996.
[1] Según la
geografía actual, sería la extensión aproximada del norte de África y el
Oriente Medio.
[2] Esta
relación entre la Atlántida y el antiguo Egipto fue estudiada profusamente por
el investigador francés Albert Slosman, que estaba convencido que los
dioses-ancestros de los egipcios eran los supervivientes de la Atlántida,
tierra a la que llamaban Aha-Men-Ptah.
[3] Se da la
curiosa coincidencia de que atl significa lo mismo en lengua bereber, etnia que habita el norte de África.
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