viernes, 19 de junio de 2015

¿Evolución o hibridación?


Es misión de este blog presentar todas las propuestas alternativas que tengan que ver con los orígenes y la historia del ser humano, y en ese empeño no descarto ninguna visión –por extrema que pueda parecer– y menos aún si procede de personas con sólidos conocimientos de la materia, aunque ya hayan abandonado por completo la ortodoxia científica. Este es precisamente el caso que voy a presentar a continuación, el de la antropóloga norteamericana Susan B. Martínez, que ha renunciado al paradigma darwinista y en su lugar ha planteado una audaz y polémica teoría sobre el origen del Homo sapiens.

Así, Susan Martínez, que obtuvo el doctorado en Antropología por la Universidad de Columbia, ha escrito recientemente un libro titulado The Mysterious Origins of Hybrid Man: Crossbreeding and the Unexpected Family Tree of Humanity (“Los misteriosos orígenes del hombre híbrido: el mestizaje y el inesperado árbol genealógico de la Humanidad”) en el cual lanza un órdago a la ciencia ortodoxa, negando que la evolución tenga relación alguna con la diversidad de especies o razas humanas que recoge el registro fósil. Es más, en su opinión, el darwinismo trató de explicar algo (la evolución) que nunca ocurrió, y si sigue en pie hoy en día sólo es por la propia defensa del paradigma, que impone una corrección política basada en el materialismo y el ateísmo, en la que no cabe ningún tipo de factor sobrenatural.

Desde su punto de vista, el problema de la ciencia moderna es que se ha centrado en el origen genético del ser humano y en nuestra condición animal, descuidando completamente lo que ella denomina la antropogénesis espiritual. Para Martínez, el modelo darwinista –aceptado como verdad científica– hace hincapié en la rivalidad, el egoísmo innato, la selección adaptativa, la depredación, etc. para construir una determinada imagen del mundo, una especie de guerra de la naturaleza marcada por la supervivencia de los más aptos, que a su juicio ha servido de perfecta excusa para justificar el control de los pueblos, de los recursos, del territorio... todo lo cual ha venido a coincidir con el expansionismo, colonialismo y hasta incluso racismo de la civilización occidental. Mientras tanto, la mera observación de la naturaleza nos muestra que la mayoría de los animales son cooperativos y no están constantemente peleando por la comida, el sexo o el espacio vital, lo cual no encajaría precisamente con una visión de “lucha por la existencia”. 

Así pues, para Susan Martínez sólo hay dos alternativas que expliquen el origen de los humanos: o bien evolucionamos a partir de criaturas más primitivas o bien fuimos creados. Puesto que ya hemos visto que la autora descarta firmemente la vía darwinista, nos queda la segunda opción. El tema central sería ahora dilucidar las características de esta “creación”, incluyendo una explicación para la diversidad de razas humanas.

Entonces, ¿qué nos presenta Martínez como alternativa al evolucionismo? La autora no cree que la acumulación de supuestas mutaciones aleatorias haya producido ninguna evolución física[1] en los humanos ni que explique nuestro origen a partir de un simio primitivo. Martínez rechaza, en efecto, cualquier papel del mero azar y carga contra las visiones materialistas como las de Stephen Jay Gould, que afirmaba que “el linaje que conduce a los seres humanos obtuvo el número agraciado y somos muy afortunados de estar aquí.” Para ella, en cambio, nuestra existencia debe tener un sentido, que se sitúa en un campo etéreo o espiritual. Ahora bien, ¿cuál es el sentido de la diversidad morfológica de los humanos a través los tiempos? ¿De dónde procede tal diversidad? Ahora nos adentramos en el quid de la cuestión

Es en este punto cuando la antropóloga introduce el núcleo de su teoría, que no es otro que el mestizaje o hibridación entre especies o razas humanas o humanoides. La cuestión clave para iniciar su argumentación sería: ¿Por qué el humano anatómicamente moderno aparece en el registro paleontológico más antiguo? Esta cuestión le lleva a plantear lo que ella denomina muy coloquialmente el factor polvo[2], esto es, la diferenciación progresiva de los humanos a través del cruce. Desde esta perspectiva, los diferentes homínidos del Paleolítico que se han catalogado como especies situadas en una escala evolutiva serían en realidad el fruto de un constante cruzamiento a lo largo de muchos miles de años, o sea, un larguísimo escenario de intercambio genético.

Ahora bien, para que haya cruce debe haber un punto de partida, al menos dos razas primigenias distintas, y este es supuesto que toma Martínez como fundamento para su tesis, a partir de un libro revelado, llamado “Oahspe: Una nueva Biblia en los mundos de Jehovih y sus embajadores angelicales”. Este libro, publicado en 1882, procede de una revelación o canalización (a través de escritura automática) que experimentó un dentista norteamericano llamado John Ballou Newbrough. Se trata de un texto de corte espiritualista que habla de la historia de la humanidad en un contexto de decenas de miles de años, así como de la Creación del Universo, de la Tierra y del ser humano, siendo Jehovih el ente creador.

Según este libro, habrían existido hasta cinco razas humanas principales, cuyas diferencias se explicarían por un simple proceso de hibridación. A grandes rasgos, el panorama vendría a ser éste: 

  • Los Asu, la primera raza (a modo de “Adán”), predecesora de los australopitecos. Para Martínez estarían representados en el espécimen llamado Ardipithecus ramidus, y se trataría de seres sin espíritu ni conocimiento.
  • Los Ihin, la segunda raza. Serían humanos de baja estatura (alrededor de 1 metro) pero anatómicamente modernos, precursores del Homo sapiens pygmaeus (los pigmeos). Eran capaces de pensar, y habrían surgido apenas 6.000 años después de los primeros Asu.
  • Los Druk, la tercera raza. De hecho, sería una mezcla de las dos anteriores, que la autora asigna al Homo erectus. Serían seres de gran tamaño (gigantes), fuertes y omnívoros.
  • Los Ihuan, la cuarta raza, de aspecto propiamente moderno, sería fruto de la unión de las dos anteriores. La autora los identifica con los típicos homínidos Cro-Magnon del auriñaciense y solutrense europeo, altos y fuertes. Los últimos de esta raza habrían sido los paleo-indios de Norteamérica.
  • Los Ghan, la quinta raza, resultado de la unión de Ihin e Ihuan. Este sería el Homo sapiens sapiens, que habría surgido hace 18.000 años, tanto en el Nuevo como en el Viejo Mundo. 

Por otro lado, Martínez también ha intentado casar los antiguos relatos mitológicos de diversas tradiciones (aunque principalmente de la Biblia[3]) con el registro fósil de homínidos y la propia revelación del Oahspe. Como se puede comprobar de la lista anterior, existe una criatura primigenia aún no humana, sin entendimiento. ¿Qué sucedió pues para que surgieran los Ihin? En este caso, se habría producido la unión entre los Asu y unos seres etéreos, angelicales o divinos, que habrían aportado su ADN “extraplanetario”, poniendo así los cimientos del ser humano tal y como lo conocemos. Este es un relato que aparece en muchas antiguas mitologías de todo el mundo, como por ejemplo en la sumeria, en la cual el dios Ea (o Enki) crea una raza híbrida a partir de un ser salvaje por un lado y la esencia divina por otro. Del mismo modo, la famosa historia bíblica de la unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres habría sido en realidad la hibridación entre los Ihin y los Druk. Precisamente, desde su visión, esta aportación (el alma o chispa divina) sería de algún modo el famoso eslabón perdido, en vez del fantasma físico que persiguió durante décadas el evolucionismo, al cual no otorga ninguna credibilidad[4].

Además, la autora concede cierta verosimilitud a las historias sobre continentes perdidos (Mu, Lemuria, la Atlántida...) y asegura que el catastrofismo mitológico fue un hecho real, no una fantasía. Así, nos explica que Wagga o Pan[5], una gran masa continental situada en el actual Océano Pacífico, se hundió tras un gran cataclismo global, lo cual provocó la diáspora de los Ihins hacia las cinco tierras existentes por entonces, donde se mezclaron con los indígenas y les otorgaron la civilización. Esto hizo que hubiera, en su opinión, varios linajes humanos, incluso varios “jardines del Edén”, en los diferentes continentes.

Susan Martínez no entiende pues cómo la ortodoxia darwinista se empeña en defender los (más o menos) abruptos cambios en las especies de homínidos a partir de rápidas transformaciones puntuales (el equilibrio puntuado) o cadenas de modificaciones basadas en mutaciones casuales. En este escenario convencional, las especies se separan, se ramifican, desaparecen y son sustituidas por otras. Pero para esta antropóloga, todo esto no tiene sentido ni justificación científica; a su juicio, es mucho más viable la coexistencia a lo largo de largos periodos de tiempo de varias de estas razas, cuya mezcla explicaría las diferencias morfológicas documentadas en el registro fósil. Así, por ejemplo, los neandertales serían fruto de la hibridación entre los Druks (erectus) y los Ihuan (Cro-Magnon).   

Y entre otras muestras de los aprietos que sufre el darwinismo, la autora no deja de citar el famoso y reciente hallazgo del Homo floresiensis o hobbit[6], que tanto ha traído de cabeza a los investigadores. Según Martínez, resulta que esta especie, que habría pervivido hasta hace unos 12.000 años, es muy pequeña y con una capacidad craneal muy escasa (400 cm3), prácticamente del tamaño de un chimpancé. Sin embargo, el erectus, supuesto antecesor del hobbit tenía un volumen corporal bastante mayor y por lo menos el doble de capacidad craneal. El hobbit no mostraría pues una mejora evolutiva en estos términos, y no obstante presenta varios rasgos anatómicamente modernos, aparte de poseer un cerebro bastante desarrollado neuronalmente y de ser capaz de fabricar artefactos relativamente sofisticados. Y en vez de recurrir a complicadas especulaciones sin fundamento o a hipótesis sobre patologías o  degeneraciones, Martínez encuentra que la explicación de estas paradojas sería la simple hibridación de una especie con rasgos morfológicos avanzados con otra de rasgos más arcaicos.

Este sería, en resumen, el panorama que defiende esta investigadora. No hay que ser muy sagaz para comprobar que la mayor parte de su tesis descansa sobre el famoso libro revelado, sobre el cual se han vertido muchas críticas por considerarlo totalmente pseudocientífico (al igual que el también célebre Libro de Urantia) y sin ningún valor histórico o arqueológico. Este es el mismo problema que presentan las visiones teosóficas sobre el origen de ser humano o bien las revelaciones por vía parapsicológica, como las bien conocidas declaraciones del vidente Edgar Cayce, obtenidas en estado de trance.

Con todo, es de destacar que Martínez haya sacado a la luz las mil y una incongruencias del paradigma darwinista desde un análisis de los hechos y las pruebas, dejando claro que existe una fuerte dosis de conjetura y dogmatismo. Otro asunto sería valorar su complicada mezcla de paleontología, historia bíblica e historia “revelada”. La autora, de hecho, no entra en temas biológicos ni se plantea el vínculo entre simios y humanos; sólo trata de explicar las diferencias entre los homíninos (como actualmente son denominados) no en términos de evolución sino de hibridación.

Personalmente creo que el tema de la hibridación tiene sus puntos fuertes y en este sentido algunos investigadores más convencionales (como el profesor Sandín, entre otros) ya apuntan a la hibridación de los homínidos como factor de diferenciación antes que el oscuro proceso de las mutaciones aleatorias y la selección natural. Sobre la parte –digamos– espiritual o paranormal de esta teoría, ya es más difícil emitir juicios, aunque se insiste en una intervención sobrenatural (el paso del Asu al Ihin) que nos habría separado del resto de las especies animales. Como es obvio, esto de alguna manera nos retrotrae al consabido creacionismo religioso o bien al intervencionismo de tipo alienígena (véase Von Däniken, Sitchin y otros autores que están en esta línea). Nos quedaría como tercer factor alternativo la teoría del diseño inteligente, que es un enorme campo que aún está por explorar adecuadamente, y aquí, en mi opinión, es donde se podrían encontrar gran parte de las respuestas concernientes al origen de esta máquina virtual que llamamos ser humano.

© Xavier Bartlett 2015  


[1] No obstante, Martínez cree que el hombre cambia o “evoluciona” de alguna manera, pero no en un plano físico sino en uno cultural y espiritual.
[2] “Nookie factor”, en el original inglés.
[3] Martínez saca a colación diversos pasajes de la Biblia e intenta relacionarlos con el Oahspe, para dar cobertura a su teoría. En su interpretación personal, identifica varios personajes de la Biblia, concretamente del Génesis, con las razas mencionadas en el Oahspe.
[4] En honor a la verdad, el moderno evolucionismo actual ya ha abandonado este concepto, por considerarlo una antigualla. Por decirlo de forma simple, hoy se prefiere hablar de arbusto evolutivo en vez de cadena evolutiva.
[5] Equiparable al conocido mito de Mu.
[6] Véase mi artículo al respecto en este mismo blog: "El oscuro origen del hobbit"

lunes, 1 de junio de 2015

Entrevista a Robert Bauval



Robert Bauval (Alejandría, 1948) es sin duda uno de los grandes estandartes de la llamada arqueología alternativa y ello le ha llevado a sostener diversas polémicas con el estamento académico, y ello aun siendo un investigador relativamente “moderado” y próximo a algunos planteamientos convencionales. Por ejemplo, cabe reseñar la reciente (y sonada) negativa de Zahi Hawass a debatir con Graham Hancock acerca de la ya famosa Teoría de la Correlación de Orión (TCO), dada la gran animadversión personal que tiene el mediático egiptólogo hacia este ingeniero de origen belga.

De su obra cabe destacar los clásicos El misterio de Orión (1995), donde expuso los fundamentos de la TCO, y Código Egipto (2007), que seguía esta misma línea de patrones astronómicos en el Antiguo Egipto. Con La cámara secreta (2001) Bauval inició la investigación de la relación entre la tradición hermética y su relación con la arquitectura. También ha colaborado con Graham Hancock en diversas obras como Guardián del Génesis (1997) o Talismán (2004). Entre su reciente producción, cabe citar Black Genesis (2011), que se interna en la búsqueda de los orígenes de la civilización egipcia y Breaking The Mirror Of Heaven: The Conspiracy To Suppress The Voice Of Ancient Egypt (2012), que denuncia el maltrato que ha sufrido el antiguo legado egipcio. Su sitio web es: www.robertbauval.co.uk

En este blog ya dediqué un extenso artículo a todo su trabajo, muy especialmente centrado en la TCO, que postula que las tres Grandes Pirámides de Guiza se construyeron siguiendo un patrón astronómico que imitaba sobre la tierra la posición del cinturón de Orión en el firmamento. En fin, de Bauval se puede decir –sin temor a exagerar– que su aportación a la disciplina de la arqueoastronomía ha marcado fuertemente muchos estudios y enfoques arqueológicos de los últimos 20 años. Así pues, a modo de reconocimiento, me he permitido rescatar una interesante entrevista que concedió en 2013 a la revista digital Dogmacero, en la que comentaba diversos temas quizá no tan conocidos para el gran público, y que han sido objeto de sus libros más recientes. [Dada la extensión de la entrevista original, no la ofrezco en su totalidad, sino un amplio extracto.]


“Existió en Egipto una primitiva civilización varios miles de años antes de la era faraónica”


Pregunta: En algunos de sus trabajos, en particular Talismán, con Graham Hancock, usted afirma que existe una antigua tradición hermética que ha pasado desde el Antiguo Egipto hasta nuestros tiempos a través de ciertas sociedades secretas como los templarios o los masones. Esta arquitectura monumental intenta imitar la disposición de algunas constelaciones, reflejando sobre la tierra la posición exacta de las estrellas (“como es arriba, así es abajo”). En su opinión, ¿Cuál es el propósito final de esta arquitectura?

Respuesta: Podemos decir que la tradición hermética, aunque tuvo sus inicios en Alejandría el siglo I a. C., procedía del antiguo Egipto. Sabemos que los egipcios ya diseñaban o alineaban sus monumentos en función de ciertos valores astronómicos y cuerpos celestes, y además –según mis teorías– creaban modelos de constelaciones sobre la tierra, como el caso de la correlación de Orión en Guiza. Lo que Graham Hancock y yo investigamos es la influencia de la tradición hermética en la tradición europea, porque lo que resulta muy obvio es que el simbolismo egipcio aparece en las artes, la arquitectura, el urbanismo, etc. en todo el Renacimiento europeo, como podemos apreciar en ciudades como Roma, llena de símbolos egipcios y obeliscos, o en París, con ciertos monumentos dispuestos sobre ejes o alineaciones de origen hermético, incluyendo un claro paralelismo con el templo de Luxor.

No me cabe duda de que algunas grandes ciudades fueron diseñadas siguiendo una notable influencia de la tradición hermético-egipcia, como también vemos en Washington, planeada según principios masónicos con reminiscencias egipcias, o en Alexandria, con el monumento a George Washington, imitando la isla de Faros. También tenemos la estatua de la Libertad de Nueva York, que representaba a Isis, y cuyo escultor, Bartholdi, era masón; de hecho, era un regalo de las logias masónicas de París a las logias americanas. Y bien, siguiendo el trabajo de Talismán, otros autores han apreciado estas mismas influencias en otras ciudades como Madrid, Milán o Londres. Finalmente nos podemos preguntar: ¿estamos ante una serie de extrañas coincidencias o más bien ante una maniobra calculada?

Pregunta: ¿Y qué habría pues detrás de esta arquitectura de tradición hermética?

Washington D.C.
Respuesta: Bien, lo que intriga a la mayoría de la gente es saber por qué lo hicieron de esa manera. Para ahondar en este punto, hay que entender el sentido del término “talismán”. Es un conocimiento que es difícil de entender pero una vez que se capta la idea general, se pueden entrever las motivaciones que subyacen en esos extraños diseños urbanos. Por ejemplo, tenemos el caso obvio de Washington D.C., que fue diseñada de acuerdo a principios herméticos y masónicos, los cuales representan el núcleo de los rituales masónicos relacionados con el simbolismo egipcio, el simbolismo bíblico salomónico, etc. No obstante, en última instancia, Washington D.C. es realmente un gigantesco templo masónico. Vives literalmente dentro de ese templo, y cuando uno es consciente de su disposición, de las asociaciones de ciertos monumentos con determinadas creencias, de ciertas correlaciones con constelaciones que tienen  un significado astrológico, entonces uno se activa con los monumentos, es como si estuviese integrado en ellos. Es algo similar a estar en una catedral e iniciarse en el culto cristiano; el ambiente del lugar empieza a afectarte por el simbolismo que te rodea.

En suma, un talismán es un objeto que contiene una carga de significado, siempre que el individuo expuesto a ese objeto conozca ese significado. Así, una vez eres consciente de la presencia de los patrones masónicos, intentas averiguar el porqué de un monumento ahí, o del tal forma específica, etc. con lo cual uno se inicia en el culto masónico y la ciudad misma se convierte en algo así como una máquina de iniciación. Si esto es así, es una forma muy inteligente de crear enormes templos capaces de iniciar individuos sin que tengan que pasar necesariamente por un sacerdocio.

Pirámide de Khufu
Pregunta: Cambiando de tema, en el caso de las tres grandes pirámides, las dataciones de radiocarbono obtenidas en los '80 arrojaron curiosos resultados. En primer lugar, mostraron una importante diferencia en datación absoluta, que hacía las pirámides más antiguas en comparación con la datación histórica (una media de 370 años). En segundo lugar, según el resultado de varias muestras, las hiladas superiores eran significativamente más antiguas que las hiladas inferiores, una diferencia de siglos. Y finalmente las muestras arrojaron una amplia dispersión de dataciones entre los tres monumentos, casi un milenio entre la pirámide de Khufu y la de Menkaure, lo que es históricamente imposible. Así, ¿cuál es su opinión sobre la fiabilidad de la datación por radiocarbono, no sólo en el antiguo Egipto, sino en otros yacimientos de todo el mundo?

Respuesta: La opinión general sobre este sistema de datación es que es más bien poco fiable, debido a los problemas relacionados con la contaminación, con el manejo de las muestras, etc. Yo creo que la discrepancia en unos siglos para una época tan antigua es proporcionalmente aceptable, si uno admite que existe un apreciable margen de error en el método del radiocarbono. Esa puede ser una explicación; la otra explicación, refiriéndonos a la gran diferencia de tiempo entre la pirámide de Khufu y la de Menkaure, es que mucho de lo que sabemos sobre la Gran Pirámide es pura especulación. No sabemos cuánto tiempo se empleó para construir estos monumentos, pues no hay sólidas pruebas al respecto, y podría ser que dicho tiempo fuera mucho mayor de lo que se acepta comúnmente. Pudieron haber sido siglos más que una sola generación.

Además, lo que muchas personas tienden a ignorar es que no tenemos textos escritos en estos monumentos. Así, aparte de la datación por radiocarbono, sólo nos queda la datación por medio de la astronomía, como varios autores y yo mismo hemos utilizado. Lo que trasciende de esta investigación astronómica es que surgen dos dataciones: una que concuerda con la Egiptología, alrededor de 2500 a. C., basada en las alineaciones de los canales de la Gran Pirámide, y otra que se sustenta en el emplazamiento de las tres pirámides sobre el terreno que imita la disposición del Cinturón de Orión en una fecha aproximada de 10500 a. C., que también se repite en la posición y alineación de la Esfinge, lo que a mi entender resulta muy difícil de explicar como una coincidencia.

Templo del Valle de Khafre (Guiza)
Nos encontramos pues con un enorme salto de tiempo entre ambas dataciones. Mi visión al respecto es que tal vez hubieron dos momentos de construcción de estos monumentos, coincidiendo con la opinión que tiene mi buen amigo el géologo Robert Schoch. Habría habido una fase que podríamos llamar la era de las pirámides, caracterizada por la construcción con bloques de unas dos toneladas de media –aunque hay bloques de bastante más peso, como en la Cámara del Rey– y otra fase que observamos en los templos mortuorios y templos del valle, en que se usaron bloques de unas 50 toneladas y algunos de hasta 200. Vistas estas diferencias, no encontramos coherente construir los templos con piedras de ese tamaño. Además estos templos parecen ser mucho más antiguos que las pirámides dado el nivel de erosión que presentan, lo que nos situaría en una fase que podríamos calificar de megalítica. Asimismo, tenemos la cámara subterránea de la pirámide de Khufu, excavada en la roca viva y de aspecto inacabado, que también parece ser de esta fase previa, ya que no se asemeja en nada al estilo de las cámaras superiores. Así pues, sumando estas evidencias, el conjunto de Guiza podría ser mucho más antiguo que la 4ª dinastía; el dilema es ¿cuánto más antiguo?

Por otro lado, es conveniente recordar que hay pirámides más antiguas, y por ejemplo en Saqqara vemos que estos primeros monumentos se construyeron con piedras pequeñas, que eran mucho más fáciles de manejar y más aptas para construir templos. Entonces, siguiendo una lógica de ingeniería, si sabían hacer esto en los primeros proyectos de Saqqara, ¿por qué luego iban a construir en Guiza con enormes bloques que incluso hoy no utilizamos nosotros por ser poco manejables? La idea es que los templos de Guiza deben de ser de una época diferente, y más antigua, que el conjunto de Saqqara.

Pregunta: Entonces, ¿cómo explicaría usted estas divergencias?

Respuesta: En mi libro Black Genesis he abordado esta cuestión y he centrado mi atención en el yacimiento prehistórico de Nabta Playa, al sur de Egipto. Según reconoce la propia egiptología, este enclave es mucho más antiguo que el Egipto dinástico, con una datación de al menos 5000-6000 a. C.  si es que no es aún más arcaico. Este yacimiento es muy singular porque contiene los mismos fundamentos que hemos apreciado en la época de las pirámides. Por ejemplo, alineaciones a estrellas (al Cinturón de Orión, Sirio...), elementos relacionados con el culto a Hathor e Isis, conocimientos astronómicos, manejo de grandes bloques, etc. Todo esto miles de años antes de la aparición de los constructores de las pirámides.

Por otra parte, lo que está emergiendo ahora y que será tema de mi próximo libro, Imhotep the African, un trabajo en colaboración con el astrofísico Thomas Brophy, es que en el conjunto de Saqqara, al igual que en Guiza, apreciamos un diseño astronómico que contiene referencias a una fecha mucho más antigua. Pensamos, de hecho, que estas referencias prueban que el diseñador, probablemente Imhotep, conocía el fenómeno que llamamos la precesión de los equinoccios. Con este conocimiento, que también vemos en Guiza y otros lugares, se fijarían ciertas fechas. En otras palabras, los antiguos egipcios usaban una especie de cronología histórica basada en la astronomía.

En nuestra opinión, como también reconoce la egiptología, casi todos, por no decir todos, los antiguos templos egipcios se construyeron sobre edificios anteriores, o sea, tenían fases precedentes mucho más antiguas, según las evidencias arqueológicas. Ahora bien, ¿de qué antigüedad estamos hablando? Las fechas que hemos obtenido –según la datación astronómica que hemos utilizado para este nuevo libro– nos conducen a la época de Nabta Playa, por lo cual parece ser que muchos de estos lugares ya eran sagrados hacia el 6º o 7º milenio a. C. 

Pregunta: ¿Esto podría coincidir con lo que se ha llamado la civilización perdida, que supuestamente precedió a las civilizaciones históricamente reconocidas?

Göbekli Tepe
Respuesta: Más bien vendría a coincidir con otros descubrimientos como el famoso yacimiento de Göbekli Tepe, en Turquía. Parece ser pues, que había mucha actividad en forma de una primitiva civilización varios miles de años antes de la era faraónica. Este es el nuevo horizonte que se nos presenta, al cual mucha gente está prestando gran atención.

En definitiva, y volviendo al asunto de las dataciones en Guiza, mi conclusión es que, en parte, existe esa discrepancia en la datación de radiocarbono, pero que también hay que resaltar que este lugar experimentó una gran evolución a lo largo de muchos siglos, incluso milenios, con diversas fases, al igual que ocurrió en épocas posteriores, como el proyecto del Vaticano, que empezó con una rudimentaria capilla y luego fue creciendo con el paso del tiempo, con sucesivas destrucciones y ampliaciones. Creo que esto lo podemos ver en varios lugares de Egipto y particularmente en Guiza, y no me sorprendería en absoluto que se constatase la presencia humana allí hacia el 11º milenio a. C.

Sé que a los egiptólogos esto les choca y ponen el grito en el cielo, pero lo hemos investigado con ciencias “duras”, como la astronomía y la geología, y las pruebas físicas están por todas partes, los bloques están ahí... Pienso que la persona que sea capaz de explicar convincentemente porqué usaron esos enormes bloques de 50 a 200 toneladas para construir los templos habrá solucionado el misterio, dado que desde cualquier punto de vista, no tiene sentido. Para hallar una salida a esta incógnita hay que abandonar las visiones convencionales y considerar elementos como una datación muy anterior o una fase de civilización previa, como varios colegas y yo mismo estamos haciendo.

Pregunta: De hecho, existen muchas teorías sobre una antigua civilización perdida, que habría existido antes del Diluvio, y uno de los indicios sobre este tema son las similitudes que se dan entre diferentes restos y emplazamientos. ¿Cuál es su opinión?

Respuesta: Como investigador, encuentro este tema muy interesante e intrigante, aunque todavía no he visto ninguna evidencia que pueda demostrarlo vehementemente. No obstante, conjuntamente con mi colega Graham Hancock, creemos que sí que existe evidencia suficiente para creer que pudo existir una civilización previa a la Edad de Hielo, y estoy abierto a esta posibilidad. Existen varios yacimientos que no encajan en ninguna de las fases históricas del Antiguo Egipto, como Nabta Playa, los monumentos de Guiza, etc. Por lo tanto, eso significa que existe una fase perdida a nivel histórico, la cual podría haber tenido lugar en lo que llamamos la fase prehistórica, alrededor de los milenios 11º y 12º, y que ha sido ignorada por  la arqueología oficial. La evidencia esta ahí: Nabta Playa, las dataciones de carbono 14, las alineaciones astronómicas... 

Existe una reconsideración de lo que pueden ser los orígenes de lo que consideramos civilización, pues se ha generado una cierta frontera psicológica entre la fase del Antiguo Egipto histórico y la fase del Antiguo Egipto prehistórico, que los egiptólogos han establecido con un límite temporal alrededor del año 3100 a. C. Todo lo que se encuentra antes de esta fecha queda fuera de la fase del período histórico del Antiguo Egipto. Esta barrera psicológica es un problema, un lugar donde la arqueología se ha encallado. Yo no veo una prehistoria del Antiguo Egipto y una historia del Antiguo Egipto; más bien veo una gran cadena evolutiva, que probablemente empezó alrededor del 15000 a. C. aproximadamente, lo que marcaría el origen de la civilización humana.

Yo estoy convencido de que tal origen tuvo lugar en la zona subsahariana. Se trataría de una cultura antigua que dejó sus huellas en forma de pinturas rupestres, observaciones astronómicas, domesticación de ganado (mucho antes de la domesticación asiática), etc. Todo esto indica que existió una cultura prehistórica –a la cual llamaríamos civilizada o avanzada– en una etapa en que las condiciones climáticas del Sahara eran diferentes; esto es, cuando esta región era fértil y habitable, con lagos, fauna y vegetación.

Lo que yo defiendo, junto con otros investigadores como Thomas Brophy o Robert Schoch, es que un grupo de Sapiens se trasladó hacia el noroeste y se estableció en lo que hoy llamamos Chad, y probablemente estuvo allí durante muchos milenios. Luego, hacia el 4º milenio, cuando el paisaje se empezó a desertizar, se trasladaron hacia el Valle del Nilo, llevando consigo un amplio bagaje en su haber, y con el paso de los años se convirtieron en la civilización faraónica que conocemos hoy.

Por otra parte, en el momento en que este pueblo pasó a ocupar el Valle del Nilo, sabemos que también se produjo la llegada de otras gentes procedentes del este, a los que llamamos “el pueblo de los barcos”, que venían de la zona del Mar Rojo. La mezcla de esta raza negra subsahariana con los pobladores asiáticos dio lugar a lo que podríamos denominar la raza egipcia (antigua) tal y como la concebimos. Esta es la nueva línea que muchos investigadores de vanguardia están proponiendo actualmente. Así, la civilización faraónica no empezaría con la I Dinastía, como creen los egiptólogos, sino en un tiempo más remoto, unos 600-700 siglos antes, y su origen se situaría en el territorio subsahariano.

Pregunta: Aparte de ciertos clásicos –y muy famosos– monumentos faraónicos, como las Grandes Pirámides de Guiza o la Esfinge, tenemos otros enclaves menos reconocidos, pero de rasgos ciertamente peculiares, como el Osireion (Templo de Osiris), en Abydos. ¿Cuál es la importancia de este monumento, y en qué cree usted que se diferencia del resto de monumentos egipcios?

Osireion (Abydos)
Respuesta: No hay duda de que es un monumento muy diferente a los que solemos encontrar en el Antiguo Egipto; no hay que ser un experimentado arquitecto para verlo. Por ejemplo, el Templo de Seti I, justo al lado del Osireion, está repleto de relieves y jeroglíficos, mientras que el Osireion no tiene ni una sola inscripción, y además está construido con bloques gigantescos de granito, muy similares a los utilizados en Guiza, en especial en el Templo del Valle de Khafre. Se ha sugerido en los últimos tiempos que el Osireion podría pertenecer también a la IV dinastía, pero en mi opinión todos estos monumentos serían de una fase anterior a esta dinastía. Sabemos que en la IV Dinastía el uso de los jeroglíficos estaba extendido, como podemos ver en otros monumentos de Guiza (por ejemplo, en mastabas). ¿Por qué entonces estas construcciones carecen de jeroglíficos? Por otro lado, vemos un estilo de edificación con  grandes bloques de granito, que no es de fácil uso para la construcción; no obstante, en el Osireion se emplearon bloques de granito de hasta 50 toneladas.

Además, existe un elemento curioso acerca del Templo del Osireion: el templo de Seti I, que está justo al lado, está mucho más elevado, al nivel del suelo actual. Esto se debe a la acumulación de sedimentos del río Nilo, que produjo una progresiva elevación del terreno. En cambio, el nivel del suelo original del Osireion se presenta varios metros por debajo, como también observamos en yacimientos como Nabta Playa. Por lo tanto estamos hablando de una fase muy anterior en la historia, de milenios o por lo menos siglos. Todas estas cuestiones deben ser abordadas sin el sesgo que los egiptólogos han vertido sobre estas construcciones, fijando una cronología basada en los monumentos cercanos, aun cuando no tienen nada que ver el uno con el otro. Cualquier ingeniero o arquitecto que vaya a este lugar, sin influencia alguna de la Egiptología, y vea estos dos monumentos, concluirá que corresponden a dos tipos de construcción, de ideología y de época muy diferentes.

Pregunta: Luego parece que el faraón Seti I construyó su templo justo al lado de otro templo que ya estaba allí desde hacía mucho tiempo...

Respuesta: Sí, lo que acabaremos por reconocer es que la religión egipcia es mucho más antigua de lo que han mantenido los egiptólogos. No hay ninguna razón, más allá del consenso actual, que impida abrirnos a la idea de que fue otra gente, quizás en una fase antediluviana, la que construyó esos monumentos, y luego vino otra fase, la que sería la época dinástica. Sin embargo, existe mucha resistencia en el ámbito egiptológico a estas nuevas ideas. La egiptología está estancada porque no arrancó con científicos, sino con humanistas. Estos humanistas interpretaron de manera correcta los textos antiguos y los artefactos, pero no supieron aplicar las ciencias que hoy en día utilizamos para estudiar la antigüedad o el método de construcción de estos monumentos.

Por ejemplo, la astronomía no se aplicó hasta hace unos 20 años, y de hecho en el pasado  era objeto de risa, como si fuera astrología, algo no digno de atención. No obstante, hoy en día, el campo de la astronomía ha abierto una percepción diferente a los propios egiptólogos, que la utilizan para descubrir el significado de un templo, a través de elementos como su alineación o su posición. Un ejemplo claro de esto es el Templo de Dendera, que fue construido según principios astronómicos, y cuyos rituales también eran de carácter astronómico; incluso su fundación se basó ritos astronómicos.

Pregunta: En El Misterio de Orión usted le dio gran importancia a los Textos de las Pirámides, como un legado de una religión estelar muy antigua, más antigua que el culto solar. Los académicos creen que estos textos son básicamente una serie de fórmulas rituales y encantamientos, a veces difíciles de entender. De cualquier manera, algunos autores han sugerido que los Textos de las Pirámides esconden un conocimiento astronómico muy preciso, especialmente del ciclo de la precesión. ¿Cuál es su opinión sobre esta interpretación?  

Respuesta: Si tienes cierto conocimiento de astronomía y lees estos Textos, inmediatamente puedes hallar metáforas poéticas de observaciones astronómicas, a veces muy precisas. Así pues, los Textos de las Pirámides serían una especie de manual astronómico escrito según un antiguo culto en lenguaje metafórico.

También queda claro que el conocimiento de la precesión no sólo está presente en Guiza, sino en varios lugares y en periodos anteriores y posteriores, como por ejemplo en Nabta Playa, que muestra indicios de que se seguía el fenómeno del movimiento de las constelaciones a lo largo de extensos periodos de tiempo. Por tanto, parece que ya se conocía la precesión antes de la civilización faraónica, aunque tal vez no pudieran calcularla.  No obstante, tenemos también el templo de Satis en Elefantina, que es en realidad una sucesión de siete templos superpuestos, alineados con la estrella Sirio. Cada uno de ellos tiene diferentes accesos, lo que muestra que la construcción de cada uno se hizo teniendo en cuenta el cambio de posición de Sirio a lo largo de las épocas. Entonces, ¿podían calcular la precesión? Mi colega Thomas Brophy afirma que sí; que si sabían que las estrellas cambiaban de posición, entonces podían calcularla, de la misma manera que lo hizo Hiparco en el Siglo II a. C., por la simple observación a lo largo de los siglos. 

Pregunta: Según los trabajos de algunos autores –por ejemplo, Chris Dunn– existen muchos monumentos y objetos en Egipto que podrían indicar que los antiguos egipcios tenían una tecnología sorprendente, lo cual no encaja con las concepciones académicas sobre las capacidades técnicas de aquellos tiempos (la Edad de Bronce). ¿Cuál es su opinión sobre este tema? ¿Cree usted que tenían una especie de conocimiento especial que se perdió a través de los tiempos?

Sarcófago del Serapeum (Saqqara)
Respuesta: En 1995 invité a Egipto a Christopher Dunn, ahora buen amigo mío, cuando yo estaba realizando un documental con Graham Hancock sobre la Gran Pirámide. Chris Dunn es un técnico que fabrica herramientas para cortar piedras, así que fue muy interesante contar con una persona de tal conocimiento y experiencia para darnos su opinión sobre determinados artefactos. Él estaba especialmente intrigado en dos  cosas. Por un lado, los enormes sarcófagos del Serapeum de Saqqara, hechos de duro granito; de hecho, no sé cómo pudieron cortarlos y vaciarlos para darles forma de caja. Son gigantescos: tienen cinco metros de largo y tres de alto, y están tallados de manera muy precisa. No hay ninguna rascada, ninguna marca, están muy bien pulidos. Por otro lado, se interesó por el piramidión del Museo de El Cairo –también de granito– procedente de Dashur, de un faraón de la Dinastía XIII. Este piramidión está increíblemente bien cortado. Dunn pudo observar que la precisión del corte era casi perfecta, de fracciones de milímetro. Hoy en día no sabemos cómo hacer estos cortes de forma manual. Además, en su reciente libro Lost technologies of Ancient Egypt, Christopher Dunn plantea el interesante caso de las réplicas. Así, se ha comprobado que la precisión de las estatuas es tan grande, que es del todo imposible reproducir estatuas del Antiguo Egipto a mano; esta tarea debe hacerse mediante maquinaria.

Y bien, aún siendo cauto en este tema, empiezo a sospechar que el contexto ofrecido por los egiptólogos no casa con lo que vemos. O el contexto está equivocado o esta cultura poseía una habilidad que nosotros no podemos entender, lo que nos conduce otra vez al asunto de los enormes bloques (cómo los movieron y los elevaron, etc.). Así pues, todas estas cuestiones nos sugieren la existencia de una tecnología perdida. Particularmente, no suscribo ciertas teorías, como la levitación, pero es evidente que existió una tecnología antigua que no comprendemos, y no sólo en el Antiguo Egipto, sino en otros lugares como Malta, Líbano o Perú. En Egipto mismo tenemos un enorme monolito, el llamado  Obelisco Inacabado de Aswan, tallado en la roca viva (granito) con un  peso estimado de unas 1.200 toneladas. ¿Cómo diablos pensaban alzar esta cosa? Esto va más allá de mi entendimiento: hoy en día no hay medio de transporte capaz de mover tal objeto; se tiene que diseñar una plataforma específica para mover esta clase de peso. Tenemos, primero, que tallar tal objeto en la roca viva –que ya es un problema– y luego extraerlo y alzarlo, y finalmente transportarlo hasta el templo y erigirlo. No sé cómo podríamos hacerlo.

Pregunta: En definitiva, la civilización del Antiguo Egipto no deja de asombrarnos...

Respuesta: Sí, en verdad es así. Yo estuve viviendo tres años en un apartamento frente a la Gran Pirámide, y créame, llega un momento en que dejas de mirar estos grandes monumentos, ya que te despiertan tantas preguntas que empiezas a volverte loco. Es como si estos monumentos no pertenecieran aquí, o no debieran estar ahí. Son tan grandes, tan perfectos, tan antiguos y tan desconocidos... Tener ahí un monumento de esta calidad, tamaño, precisión y escala tan abrumadora, que contiene alineaciones astronómicas y constantes matemáticas...  y seguimos sin poder explicarlo. Es un gran enigma que en mi opinión no ha sido bien abordado por los expertos. Considerar que estos monumentos se construyeron como tumbas ha sido un gran error de cálculo. Realmente no responden a la teoría de que fuesen tumbas; más bien se ajustan a la idea de que eran una especie de máquinas metafísicas más que otra cosa. Pienso que ya es hora de mirar estos monumentos bajo otra luz diferente, y esto es lo que estoy tratando de hacer.

© Eduard Pi / Xavier Bartlett 2013