A continuación publico en este blog la primera parte (de tres) del extenso artículo que apareció recientemente en la revista on-line Dogmacero dedicado al tema de los gigantes, que a pesar de tener una base más que suficiente para ser estudiado de forma seria y rigurosa, sigue siendo objeto de rechazo o ridículo por parte de la ciencia oficial. Esto ha dejado la controversia en manos del ámbito alternativo, que ha sugerido muchas especulaciones y teorías diversas al respecto, e incluso ha lanzado serias acusaciones de encubrimiento sobre los estamentos académicos. En este artículo pretendo exponer el estado de la cuestión de la manera más fiel posible desde todos los puntos de vista, si bien reincido en el grave problema de la falta de información fiable para poder emitir un juicio fundamentado.
Introducción
Desde hace tiempo, uno de
los grandes campos de batalla de la arqueología alternativa ha sido tratar de
demostrar que buena parte de las antiguas mitologías no son meras fantasías o
leyendas, sino recuerdos más o menos distorsionados de hechos que sucedieron en
un pasado muy remoto. Así, desde las posiciones alternativas resulta bastante
habitual sacar a la palestra el conocido caso de Heinrich Schliemann, que
vendría a ser el prototipo de creyente en la mitología con trasfondo
histórico. En efecto, el arqueólogo alemán, siguiendo las pistas de las obras
de Homero, halló en Turquía los vestigios de la ciudad de Troya, que hasta
entonces había sido considerada por los académicos como una mera invención
mitológico-literaria[1].
Y más o menos en la misma época, el escritor y político norteamericano Ignatius
Donnelly realizó un exhaustivo estudio multidisciplinar para demostrar que el
continente de la Atlántida había existido, si bien en esta ocasión su empeño se
quedó en una mera hipótesis de trabajo sin ningún tipo de comprobación.
No hace faltar insistir en
que los historiadores, si bien reconocen que en algunos casos el mito puede
contener un sustrato de realidad sepultado en un pasado indefinido, no lo
consideran un material científico “empírico”, pues no admite experimentación,
está basado en el mundo de las creencias (la religión) y, por si fuera poco,
suele incluir elementos de tipo mágico, paranormal o sobrenatural. Por
consiguiente, el salto de la mitología a la realidad histórica pasaría
necesariamente por encontrar algún tipo de resto físico o documento que
permitiera “objetivizar” de alguna manera los relatos mitológicos (escritos o
mantenidos a través de la tradición oral), y sustentar así la hipótesis de que
detrás de unas narraciones aparentemente fantásticas existió una realidad
subyacente que podemos “tocar y estudiar” de manera científica.
En este ámbito, uno de los
casos más extraños y controvertidos es sin duda la propuesta de que en un
tiempo muy lejano existió una raza de seres humanos o humanoides de enorme
estatura y fuerza, los llamados “gigantes”, que llegaron a convivir con el
hombre primitivo. Lo que algunos autores alternativos mantienen es que tal raza
no fue una invención o una simple exageración sino que fue absolutamente real,
y que la mitología recogió de forma fidedigna el contacto entre estos gigantes
y los humanos “normales”.
Por su parte, la
arqueología convencional a día de hoy no reconoce la existencia de estos seres
fuera del contexto mitológico, pues según se afirma desde el estamento
académico no se ha encontrado rastro alguno de tales criaturas, más allá de que
se hayan podido confundir determinados restos óseos con tales “gigantes” o que
se hayan atribuido –erróneamente– ciertos monumentos de gran tamaño a estos
seres. Normalmente, cuando se saca este tema a colación desde la trinchera
alternativa, los académicos aluden a historias sensacionalistas o directamente
a fraudes, como por ejemplo el famoso caso del Hombre de Cardiff, un
supuesto gigante fosilizado hallado en 1869 en esta localidad norteamericana.
Hallazgo del llamado "Hombre de Cardiff" |
En realidad se trataba de un burdo montaje perpetrado por un tal George Hull,
que quiso hacer negocio exhibiendo tal rareza arqueológica. El gigante
no era más que una estatua de yeso, de poco más de tres metros, que por
supuesto no engañó a ningún experto, si bien despertó el interés de los
seguidores más acérrimos de la Biblia. Y si nos referimos a tiempos más
recientes –y con la proliferación de Internet y las nuevas tecnologías– han ido
apareciendo noticias y supuestas fotografías de esqueletos de gigantes. Una vez
más, la ciencia ha rechazado tales propuestas, por considerarlas manipulaciones
o bulos sin ningún fundamento. De hecho, es bien sabido que ciertas imágenes presentadas
como de restos de gigantes no eran más que el producto de un concurso
“creativo” realizado con un programa informático de retoque de imágenes.
En todo caso, la mención a
los gigantes se suele atribuir a una metáfora o ensalzamiento de las cualidades
de ciertos personajes o bien a la personificación de ciertas fuerzas de la
naturaleza. Así pues, podemos decir que de momento el asunto de los gigantes
está fuera de la agenda académica, actitud que tal vez podría cambiar si
admitiesen la existencia de restos inequívocos de estos seres[2].
En cambio, en el bando alternativo no se tiene esta misma visión escéptica y se
da por hecho que los gigantes sí existieron como tales y que hay numerosas
pruebas físicas al respecto que no han sido aceptadas por la ciencia oficial.
Sin duda alguna, aquí radica el meollo de la cuestión que trataremos de aclarar
en este artículo.
No obstante, para centrar
el tema –y antes de adentrarnos en el terreno propiamente arqueológico– es
preciso hacer un breve repaso de los que nos dice la mitología acerca de esta
supuesta raza o razas de gigantes que habitaron la Tierra y que se extinguieron
en un momento indeterminado del pasado.
Las fuentes mitológicas
Sin necesidad de realizar
un estudio exhaustivo, podemos ver que el tema de los gigantes no es propio de
un pueblo o de un área geográfica determinada, sino que está extendido por gran
parte del planeta, y que lo tenemos reflejado tanto en mitologías de las
grandes civilizaciones antiguas como en culturas supuestamente inferiores o no
tan desarrolladas. Asimismo, la tradición folclórica de muchos pueblos actuales
recoge aún la figura del gigante en forma de cuentos, fiestas, representaciones
artísticas, etc.
Las referencias quizá más
famosas y más repetidas sobre los gigantes son las de la Biblia judeo-cristiana
(en el Antiguo Testamento). Así, el Génesis nos habla de los gigantes en
relación con la divinidad:
«Por entonces y también en épocas posteriores, cuando los hijos de Dios cohabitaban con las hijas de los hombres y éstas tuvieron hijos, aparecieron en la Tierra los gigantes. Éstos son los esforzados varones de los tiempos primeros, los héroes famosos.» (Génesis 6: 4)
Estos gigantes, los Nefilim,
serían pues una especie de híbridos, una mezcolanza entre la raza divina y la
raza humana. Por cierto, hay que destacar que la traducción del término Nefilim
no ha estado exenta de polémica, pues según el autor alternativo Zecharia
Sitchin, la traducción exacta de Nefilim sería “aquellos que bajaron de
los cielos a la Tierra”, lo que –aparte de reforzar la condición divina o
semidivina de estos seres– abrió la puerta a interpretaciones relacionadas con
la llamada “teoría del antiguo astronauta” (o sea, la presencia de
extraterrestres en nuestro planeta), tema que dejaremos para más adelante.
David vence al gigante Goliat |
La Biblia recoge muchas
apariciones de los llamados Refaim o Rafaim (la palabra hebrea
que propiamente significa “gigante”) o humanos de gran tamaño, siendo una de
las más conocidas la batalla entre David y Goliat. Asimismo, tenemos una referencia
a una posible extinción de los gigantes en el “Libro de Baruch”, según el cual
tras el Diluvio perecieron los 409.000 gigantes que había en el mundo. Además,
existe un texto atribuido al patriarca Enoc titulado “Libro de los Gigantes”,
aparecido en los famosos Rollos del Mar Muerto, que –si bien está bastante
incompleto– parece confirmar en su contenido que los gigantes eran fruto de la
unión entre hembras humanas y unos seres que se corresponderían con los ángeles
caídos bíblicos o, más propiamente, los demonios[3].
Y sin salir de Oriente
Medio, es bien sabido que la mitología hebrea bebió en las fuentes de la
mitología sumeria, y en ella hallamos referencias a los Ari (y también a
los Ellu), que eran una estirpe de reyes divinos o descendientes de los
dioses. Estos personajes serían de gran estatura, y de hecho, en las
representaciones artísticas, aparentan ser gigantes al lado de los humanos. Más
al este, la mitología hindú nos habla de una raza de gigantes, llamados Daytias,
que se enfrentaron a los dioses. En cuanto al Extremo Oriente, las leyendas
chinas se refieren a una raza de gigantes llamados Kua Fu, que tomaron
parte en las disputas entre los reyes míticos de origen divino.
Quetzalcoatl |
Ya en Occidente, la
mitología europea nórdica relaciona el origen del mundo con los gigantes. Así,
un gigante primigenio, Ymir, habría creado una raza de gigantes, los Jotuns.
Según la leyenda, los descendientes de Ymir decidieron matarlo, pero al darle
muerte éste vertió tanta sangre que los ahogó a todos menos a uno de ellos, que
sobrevivió y dio origen a una nueva casta de gigantes. Por su parte, la
mitología clásica griega nos ofrece el origen etimológico de nuestra palabra
“gigantes”. Se trata de los “nacidos de la Tierra (Gaia o Gea)”, la
descendencia de Gaia y de Urano (el cielo). En efecto, los mitos griegos nos
ofrecen una variedad de gigantes como los tritones, los cíclopes o los titanes,
que –dado su tremendo poder– tendrían la capacidad de enfrentarse a los grandes
dioses. Asimismo, algunos héroes mitológicos como Atlas, Hércules, Orestes y
Áyax podrían considerarse gigantes. De hecho, en varias mitologías vemos
repetidamente que estos personajes eran protagonistas de grandes hazañas y
prodigios, y a veces eran portadores de la cultura y la civilización. Aparte de
los héroes griegos, también podríamos incluir aquí a personajes de otras
culturas como Gilgamesh (de Sumeria), los Tuatha Dé Danann y Cuculainn (de la
antigua Irlanda), a Quetzalcoatl y Votan (de la América precolombina), etc.
En lo que se refiere al
continente americano, la mitología azteca menciona una época o ciclo llamado el
Primer Sol en el cual la Tierra estaba poblada por una raza de gigantes
de gran fuerza. En Sudamérica, la mitología inca nos dice que su deidad
principal, Viracocha, había creado una estirpe de gigantes a su imagen y
semejanza para que poblaran el mundo. También cabe destacar los relatos
legendarios de los indios nativos de Norteamérica, que coinciden en afirmar que
en un tiempo anterior al de sus antepasados sus tierras fueron habitadas por
una raza de gigantes. Además, otras leyendas hablan de la llegada de unos
dioses blancos de gran estatura que, tras huir de su tierra (destruida por un
diluvio), se establecieron entre los indios y coexistieron con ellos. En todo
caso, resulta destacable que muchas de estas narraciones nos hablan de
continuas confrontaciones entre indios y gigantes en tiempos no demasiado
lejanos, y de hecho bastantes tradiciones nativas conservaban un retrato muy
vivo de las razas gigantes, como si fueran más “históricas” que “míticas”.
El aspecto y la conducta de los gigantes
Si recopilamos todo el
material procedente de la tradición folclórica y la mitología, se puede
intentar componer una especie de retrato-robot de la raza gigante, si
bien hemos de tener en cuenta que no es un fenómeno perfectamente uniforme y
que en las descripciones se entremezclan elementos del todo fantásticos con
otros supuestamente más realistas.
Obviamente, la
característica principal que destaca al perfil mítico del gigante es su
estatura descomunal, acompañada de una gran robustez y fuerza física. En
algunos relatos mitológicos disponemos de referencias aproximadas sobre su
portentosa altura. Por ejemplo, Goliat es descrito en la Biblia como un gigante
de unos 2,90 metros de altura[4]
y el rey Og (según la longitud de su cama) podría medir unos cuatro metros. De
acuerdo con la mitología griega, Orestes mediría alrededor de 3,30 metros y
Áyax, alrededor de 4,30 metros.
En lo que se refiere a la
fisonomía, la mayoría de los gigantes tiene un aspecto plenamente humano, con
algunas particularidades más o menos extrañas. Así, existen varias referencias
en la Biblia sobre la presencia de seis dedos en las manos y pies de los
gigantes y en el Talmud babilónico sobre gigantes con doble hilera de
dientes. Otro rasgo curioso presente en varias leyendas es la existencia de
seres con cráneos excepcionalmente alargados. A su vez, la mitología griega nos
habla de los cíclopes, o gigantes con un solo ojo en medio de la frente, o de
los llamados hecatónquiros, fantásticas criaturas de 100 brazos y 50
cabezas. En cuanto a la mitología nórdica, tenemos la descripción de un tipo
particular de gigantes, los trolls, que medirían entre tres y cinco
metros, tendrían la piel gris, tres o cuatro dedos en sus extremidades, y un
número de ojos entre uno y tres. En otras mitologías se atribuye a los gigantes
singulares capacidades físicas como por ejemplo vomitar fuego o causar todo
tipo de desastres, lo que corroboraría la visión convencional de que los gigantes
no serían más que la encarnación de fuerzas naturales.
En lo que se refiere a su
carácter, costumbres o comportamiento, la mayoría de relatos muestran al
gigante como un ser hosco, primitivo y agresivo, involucrado en todo tipo de
luchas, pillajes o destrucciones. Su relación con la especie humana es más que
conflictiva, tal y como se recoge en prácticamente todas las culturas. Así, la
descripción del gigante casa con la clásica imagen mitológica del “ogro” cruel
que come carne humana, que asalta a las mujeres, que atemoriza a los viajeros,
que saquea cuanto puede... A este respecto, existe en el ya citado Libro de
Enoc una referencia bastante clara a la naturaleza maléfica de los
gigantes:
«Quedaron embarazadas de ellos y parieron gigantes de unos tres mil codos de altura[5] que nacieron sobre la tierra y conforme a su niñez crecieron; y devoraban el trabajo de todos los hijos de los hombres hasta que los humanos ya no lograban abastecerles. Entonces, los gigantes se volvieron contra los humanos para matarlos y devorarlos; y empezaron a pecar contra todos los pájaros del cielo y contra todas las bestias de la tierra, contra los reptiles y contra los peces del mar y se devoraban los unos la carne de los otros y bebían sangre.» (Libro de Enoc 7, 2-5)
Sin embargo, a modo de
contrapunto, en algunas leyendas de la América precolombina se menciona que
–pese a su aspecto salvaje y bárbaro– los gigantes eran vegetarianos y se
alimentaban de bellotas y de hierbas.
Ahora bien, en cuanto a
sus características o capacidades intelectuales, existen claramente dos
perfiles bien diferenciados. Por un lado tenemos los gigantes violentos, que
serían poco más inteligentes que una bestia salvaje. Por otro lado, existe la
versión de los gigantes de mayor inteligencia que el ser humano como resultado
de su herencia genética divina. Este sería el caso que ya hemos mencionado de los grandes héroes de
leyenda, portadores de la civilización y capaces de grandes proezas.
Conjunto de Teotihuacán |
Confirmando esta visión, encontramos bastantes referencias en la mitología a la
participación de los gigantes en la realización de ciertos monumentos muy
notables, y no sólo por el tamaño de la obra en sí sino por otras
características de gran relevancia, como muestra de su alta sabiduría. Así, por
ejemplo, el conjunto de Teotihuacán (“el lugar donde los hombres se convierten
en dioses”), la pirámide de Cholula o el gran santuario de Baalbek son
atribuidos a gigantes de un tiempo muy remoto.
Referencias históricas
Hemos visto que la
mitología de varios pueblos nos habla de la existencia de los gigantes, pero lo
que quizá sorprendería a más de uno es que tenemos algunos relatos o informes
escritos en épocas históricas –y también en varias regiones del planeta– que
testimonian la existencia de seres humanos de tamaño enorme que fueron vistos
en tiempos relativamente recientes.
Desde luego, sobre estos
casos planea la duda de la veracidad de las fuentes, así como la condición
relativa de gigante, pues es posible que en determinadas ocasiones se tratara
simplemente de personas de una talla superior a la normal. De todos modos, la
mayoría de las descripciones inciden en destacar que se trataba de individuos
realmente excepcionales y que, si tuviéramos que hacer comparaciones con
nuestro mundo actual, superarían la formidable estatura media del pueblo watusi
o incluso la de los jugadores de baloncesto más altos.
Si nos referimos a las
crónicas del Mundo Antiguo, sabemos por la Historia Augusta que el
emperador Maximino el Tracio (siglo III d. C.) alcanzaba una altura de nada
menos que 2,60 metros, y que era hombre de gran fuerza; incluso hasta el tamaño
de su calzado era legendario[6].
Por su parte, los romanos describieron a algunos pueblos celtas como gentes de
gran envergadura, de prodigiosa fuerza y muy fieros en el combate; este sería
el caso particular de los cimbrios, que según el historiador Pausanias serían
los hombres más altos del mundo.
Ya en la Edad Media, el
gran viajero italiano Marco Polo afirmó haber visto gigantes en las costas de
Zanzíbar, hombres enormes de gran fuerza capaces de cargar con cuatro hombres
normales y de comer por cinco. Luego, a partir de finales del siglo XV e
inicios del XVI, se acumulan muchas crónicas sobre gigantes por parte de los
primeros navegantes y exploradores europeos (Colón, Magallanes, Drake,
Cavendish...) que alcanzaron el continente americano. Cabe subrayar que existen
numerosas referencias a indios de enorme estatura en la región de la Patagonia.
Parece ser que al menos en un caso se pudieron hacer mediciones directas de los
individuos:
«El navegante Anthony Knyvet cruzó el estrecho de Magallanes en 1592 y comunicó no sólo haber visto a los talludos patagones sino que había medido varios cuerpos en Puerto Deseo, todos ellos oscilando en diez y medio y doce pies de estatura [3,20 a 3,66 metros].» (Keel, John A. El enigma de las extrañas criaturas. Ed. Mitre. Barcelona, 1987.)
Del mismo modo, tenemos
noticia de varios encuentros en Norteamérica entre conquistadores españoles
(Coronado, De Soto, Cabeza de Vaca...) y algunos indios gigantescos. También
vale la pena recordar que la expedición holandesa de Jacob Roggeveen que descubrió la famosa isla de Pascua, en
1722, informó de la presencia de gigantes en la isla.
Gigante de la Patagonia |
Es interesante observar
que estas referencias a gigantes en América se prolongan hasta la época del
viaje de Charles Darwin, aunque curiosamente se aprecia que según se avanza en
el tiempo, la altura de los gigantes disminuye hasta convertirse simplemente en
personas de gran estatura. Por ejemplo, en el siglo XVI el naturalista inglés
William Turner menciona la existencia de una tribu de gigantes en las costas de
Brasil, cerca del río Polata, el más alto de los cuales mediría, según su
apreciación, más de 3,50 metros. A finales de ese mismo siglo, el navegante
holandés Sebald de Veert afirmó haber visto en la costa de Patagonia gigantes
de entre 3,05 y 3,35 metros. Posteriormente, en 1764, el almirante inglés John
Byron daba fe de la presencia de nativos de entre 2,44 y 2,74 metros en el
estrecho de Magallanes, pero apenas tres años más tarde el capitán Samuel
Wallis vio en la misma región hombres de alrededor de dos metros, pero no más
altos. Finalmente, en 1831 (y también en la Patagonia), Darwin describía a los
indígenas como de una altura de poco más de 1,80 metros, y por tanto ya no
había propiamente “gigantes”.
Por otro lado, existe una
larga lista de noticias históricas acerca de personajes de biografía más o
menos conocida que en su día fueron celebridades o poco más que una atracción
circense, y prácticamente en todos los casos estaríamos hablando de una
patología de gigantismo; esto es, de individuos afectados por una disfunción
hormonal que conllevaría frecuentemente algunas dolencias y dificultades,
especialmente en su movilidad, con una estatura muy superior a la habitual, si
bien rara vez por encima de los 2,5 metros.
Otro tema sería valorar
que toda una tribu o un grupo racial fuesen de enorme estatura y que tuvieran
determinadas particularidades muy características, lo cual sí encajaría de
alguna manera en la imagen mítica de los gigantes; o sea, no como una
anormalidad esporádica sino como un hecho genético diferencial y propio de una
pequeña (o gran) comunidad. En este caso, sí habría lugar para establecer
conexiones entre las leyendas de los pueblos primitivos y algunas observaciones
realizadas por los viajeros occidentales.
La huella arqueológica
Una vez vistos los
argumentos basados en la mitología y en algunas crónicas históricas, es el
momento de afrontar la cuestión principal que rodea el tema de los gigantes,
que no es otro que la superación del mito a partir de pruebas observables, ya
sean directas o indirectas.
El "astronauta" de Nazca |
Cuando nos referimos a
pruebas directas, estaríamos hablando del hallazgo de esqueletos –o momias– de
gigantes, o al menos de alguna parte lo suficientemente reconocible. Como
pruebas indirectas tendríamos las huellas, herramientas u otros artefactos de
gran tamaño, así como monumentos o construcciones ciclópeas que “sólo podrían
haber sido realizados por y para gigantes”. En esta categoría algunos autores
incluyen también las figuras de enorme tamaño representadas básicamente en
geoglifos, grabados, relieves o pinturas, entre las cuales se citan imágenes
tan típicas como el dios marciano de Tassili (Argelia), el astronauta
de Nazca (Perú), el gigante de Atacama (Chile) o el gigante de Cerne Abbas
(Gran Bretaña).
Asimismo, se suele recurrir a las comparaciones de proporción
en la representación artística de determinados personajes (normalmente héroes,
divinidades o monarcas), que son presentados en un tamaño muy superior –y a
veces con otras características especiales como los seis dedos, etc.– al de los
humanos “normales”.
Relieve acadio en que la divinidad (sentada) se muestra bastante más alta que los humanos |
Es obvio que el peso de
las pruebas indirectas es bastante problemático, dado que aquí se mezclan
elementos interpretativos o especulativos, por no hablar de la influencia o
prejuicio procedente de la propia mitología, por ejemplo cuando las leyendas
atribuyen la construcción de tal o cual monumento a una antigua raza de
gigantes. Aún así, debemos reconocer que el hallazgo de herramientas de gran
tamaño y peso puede indicar con una razonable lógica que debían ser usados por
seres capaces de emplear tales artefactos con soltura.
Para emprender un análisis
riguroso, lo primero que debemos hacer es comprobar si tenemos noticias fiables
de hallazgos inequívocos de gigantes. Y en este punto es cuando ya comienzan
los problemas, pues –como veremos– existen numerosos relatos, crónicas o
noticias de tales hallazgos, pero a la hora de la verdad hay muy poca información
acerca de estudios llevados a cabo sobre restos de gigantes, pues o bien las
pruebas físicas han desaparecido o bien no han sido reconocidas como una
“anormalidad”. En general, existe una cierta opacidad y falta de rigor en la
difusión de la información disponible, teniendo en cuenta que la gran mayoría
de la documentación existente procede de antiguas publicaciones y de fuentes
difusas.
Para empezar, y si nos
remontamos a un pasado muy lejano, existe un dudoso relato según el cual los
cartagineses habrían desenterrado en el primer milenio antes de Cristo dos
esqueletos humanos de unos increíbles 11 metros. Saltando a la Edad Moderna,
tenemos algunas crónicas significativas, como es el caso de Bernal Díaz (de la
época de la conquista del imperio azteca), al cual los indios le relataron que
en la llanura de Tlascala existió una raza de crueles gigantes en el tiempo de
los olmecas, y para demostrarlo le mostraron un hueso humano descomunal, tan
alto como el propio español. En una época similar, otros relatos –esta vez en
Europa– nos hablan de hallazgos aún más sorprendentes si cabe, aunque su
fiabilidad está bastante en entredicho. Así, tenemos el descubrimiento en 1456
de un inmenso esqueleto humano de unos siete metros, junto a un río cerca de
Valence (Francia). Más tarde, en 1577 se halló un esqueleto gigantesco, de
cerca de seis metros, en el cantón de Lucerna (Suiza), y en 1613 se encontró
otro aún más grande –alrededor de 7,80 metros– cerca del castillo de Chaumont
(Francia)[7].
En Angiers (también en Francia), se desenterró en 1692 un esqueleto de casi
5,30 metros.
(c) Xavier Bartlett 2014
Ir a 2ª parte de "Mito y realidad de los gigantes"
[1] Cabe señalar, empero, que a día de hoy
no existe modo de certificar con seguridad absoluta que los restos localizados
por Schliemann correspondan a la Troya homérica. Incluso se han llegado a
proponer mediante indicios geográficos y toponímicos otros escenarios muy
alejados del Mediterráneo para la guerra de Troya, como las Islas Británicas o
la región báltica.
[2] No sería la primera vez que la
arqueología topa con ciertas rarezas inesperadas, como fue la aparición hace
pocos años del pequeño Homo floresiensis. Por cierto, cabe resaltar que
durante algún tiempo hubo fuertes resistencias a considerar al hobbit
como un homínido diferente; de hecho, bastantes investigadores abogaron por
algún tipo de malformación genética o enanismo.
[3] Cabe destacar que toda
esta literatura bíblica ha generado una pléyade de investigadores, sobre todo
norteamericanos, enrocados en una línea fundamentalista, con la única intención
de demostrar que las escrituras sagradas estaban literalmente en lo cierto en
el tema de los gigantes (y en otros muchos, por extensión). Desgraciadamente, muchas
de estas posturas han caído en el terreno de la pseudociencia y la radicalidad
religiosa y han recibido frecuentes acusaciones de manipulación y fraude, lo
que ha restado mucha credibilidad a los esfuerzos realizados con espíritu
científico e imparcial.
[4] Para facilitar las comparaciones y
unificar las referencias a varios sistemas de medida, en este artículo se
presentan todas las medidas trasladadas al sistema métrico decimal.
[5] Traducido a metros daría una increíble
altura de ¡900 metros!
[6] En una línea similar a
Maximino, las crónicas históricas occidentales describen a otros grandes reyes
o emperadores de épocas posteriores, como Carlomagno o Maximiliano, como
hombres de enorme estatura, bastante por encima de los dos metros. Asimismo,
los soberanos incas también tendrían una altura enorme; de hecho tenemos
constancia física de ello, pues se conservan dos momias reales en el Museo del
Oro (en Lima, Perú), cuya altura rondaría los 2,90 metros.
[7] El autor alternativo John A. Keel
atribuye este hallazgo concreto a un médico llamado Mazurier, que al parecer
componía gigantes a partir de enormes huesos que compraba a unos obreros. Según
Keel, los huesos están aún en el Museo de Paleontología de París, en su
colección de mastodontes.
4 comentarios:
Gracias por crear este magnifico blog que creaste, nos ayuda a ver las cosas con mucha objetividad y ayuda a despejar las brumas que intencionadamente crean algunos para mantenernos en la oscuridad. Con tanto "bolazo" que pulula en la red a veces es difícil discernir la verdad de la mentira. En otro orden quiero preguntarte algo que no me quedó claro: las momias del museo peruano ¿son auténticas? Gracias Un saludo de esta uruguaya
Apreciada amiga:
Sobre el tema de las momias incas, supongo que te refieres a unas que están en Lima, en el Museo del Oro (que es privado). He visto fotos y he leído alguna crónica de visitantes, a las que doy cierto crédito, por lo que podría ser que tales momias de gobernantes incas fueran de enorme estatura (no sé si "gigantes"), en todo caso bastante más altas que la media de la etnia quechua.
Saludos,
Xavier
Me han encantado los tres artículos, expones mucha información, te felicito. Hago un humilde aporte, Juan de Velasco en su libro "Historia del reino de Quito" cuenta en detalle algunas historias de gigantes que estaban en el acervo de los distintos pueblos de lo que ahora conocemos como Perú, y de la que según fueron sus palabras: -voy á referir aquello de que soy ocular testigo-, indicando siempre según su versión que vio el esqueleto de uno de estos gigantes con proporciones parecidas a las del encontrado en Nueva Zelanda, dando la impresión al leer este primer libro que eso allí era algo habitual. La Historia del Reino de Quito tiene tres partes, aquí dejo la primera que es a la que me refiero por si alguien quiere leerlo de primera mano. Si abrís el pdf en las miniaturas de página, está en la 164 párrafo 5. Un saludo
https://goo.gl/0bkC56
Gracias Vicente por tu comentario
Sí, en efecto existe una amplia mitología sobre gigantes en Sudamérica, respaldada por crónicas antiguas y por algunos hallazgos arqueológicos. Y sin ir más lejos, Garcilaso de la Vega afirmaba -apoyándose en las leyendas indígenas- que la fortaleza de Sacsayhuamán había sido obra de gigantes o demonios.
Un saludo,
X.
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