Introducción
Si nos ceñimos al campo de la
egiptología ortodoxa, no cabe duda de que el faraón Akhenatón[1]
es una de las figuras históricas del antiguo Egipto que más estudios y debates
ha suscitado a lo largo de siglo y medio, sobre todo por el pequeño o gran
terremoto político, ideológico y religioso que provocó su reinado en el Egipto
faraónico.
Así, Akhenatón ha sido presentado
tradicionalmente como una rareza –en todos los sentidos– en la
civilización egipcia, y hasta su destino final ha sido objeto de largas
controversias, en particular por lo incierto de su lugar de enterramiento y las
incógnitas que rodean la llamada tumba KV 55 (Kings’ Valley n.º 55). Pero las especulaciones sobre
este faraón han ido mucho más lejos y han llegado a la historia alternativa,
dando lugar a hipótesis no poco audaces, algunas de ellas realmente insólitas:
desde considerarlo un antiguo patriarca judío hasta... ¡un extraterrestre! En
este artículo trataremos de arrojar un poco de luz sobre estas cuestiones y
presentaremos esa otra faceta “alternativa” que ha sido especialmente explotada
en los últimos tiempos. Pero empecemos por los datos históricos más conocidos
de este personaje.
Los hechos históricos
El futuro Akhenatón
nació como Neferjeperura Amenhotep[2],
hijo del faraón Amenhotep (o Amenofis) III y de la reina Tiyi, de la XVIII
dinastía (Imperio Nuevo). Él no era el primogénito del faraón –lo era su
hermano mayor Tutmose– pero la muerte prematura de éste lo convirtió en
príncipe heredero. Así, se da por hecho que, después de unos pocos años de
corregencia al final de la vida de su padre, accedió al trono hacia el 1353 a.
C.[3]
como Amenhotep IV (su título “histórico”). En aquel
momento, Egipto ya había superado la invasión de los pueblos asiáticos llamados
hicsos, y se estaba consolidando como una gran potencia más allá de sus
tradicionales fronteras, sobre todo en la región de Oriente Medio, y en menor
medida en África; todo ello hizo que el país acumulara gran cantidad de
recursos y riquezas.
En este contexto, Amenhotep IV
sólo tenía que mantener la política de expansión, prosperidad y estabilidad
labrada por sus antecesores, pero al cuarto año de reinado Amenhotep cambió su
nombre por el de Akhenatón, que quiere decir “agradable a Atón”, y dio impulso
a una serie de profundas reformas tanto en el ordenamiento religioso como en el
político, que en el contexto de aquella época venían a ser prácticamente la
misma cosa. Este fue el principio de un convulso episodio en la historia de
Egipto.
busto de Nefertiti |
Con todo, Akhenatón,
casado con la bella reina Nefertiti, empezó su gobierno en una línea
continuista, favoreciendo el culto a Atón (el disco solar), hasta entonces un
dios secundario, pero sin desatender el omnipresente culto a Amón, cuyos
sacerdotes gozaban de amplios poderes y prerrogativas en todos los asuntos del
país. No obstante, una vez consolidado en el trono, decidió imponer el culto
único al dios solar Atón, venerado principalmente en Tebas, en detrimento del
arraigado politeísmo egipcio y muy en especial del culto al dios Amón, que
llevaba tiempo siendo el dios principal de Egipto por razones sociales y
políticas. Lo cierto es que no hay documentos de la época que expliquen los
motivos últimos de ese cambio radical, aunque los historiadores creen que hubo
una combinación de factores, en los que no faltaba la lucha por el poder
efectivo ni tampoco una cierta revolución ideológica.
Para materializar su voluntad
monoteísta y reformadora, Akhenatón puso todos sus
esfuerzos en edificar una esplendorosa nueva capital, que estaría dedicada al
gran dios solar, y por ello la llamó Akhet-Aton (“el horizonte de Atón”),
también conocida por el nombre actual del lugar donde se hallaron sus ruinas:
Tell-el-Amarna. Esta gran ciudad, construida de la nada en el desierto y
situada a medio camino entre Menfis y Tebas, estaba delimitada por 15 grandes
estelas y tenía una extensión de unos 5 x 10 kilómetros, con templos, palacios,
avenidas, talleres, viviendas para ricos y pobres, etc. En su mejor momento
llegó a tener más de 10.000 habitantes, pero fue abandonada al poco de la
desaparición del faraón[4].
Ruinas del palacio norte de Tell-el-Amarna |
En cuanto a la situación del
país, la hasta entonces poderosa casta sacerdotal se volvió abiertamente hostil
hacia el rey, dada la paulatina marginación y persecución a la que se vio
sometida en el nuevo régimen. Esto no es de extrañar pues en el noveno año de
reinado, Akhenatón prohibió los antiguos cultos, cerró los templos y cercenó
las imágenes e inscripciones de los antiguos dioses. De hecho, con su reforma,
el faraón había acabado con el clero como intermediario entre la divinidad y el
pueblo, puesto que él mismo se había erigido en único representante del dios
solar. Y por si fuera poco, el alto coste de la fundación de la nueva capital
se había sufragado mayormente con los
bienes de los templos de los dioses tradicionales. Por otro lado, el ejército,
en cual se había apoyado para contrarrestar el poder sacerdotal, también empezó
a darle la espalda, porque el faraón –aparte de desatender los asuntos
políticos y económicos– eludió ofrecer socorro a sus territorios vasallos y
permitió que sus dominios fueran atacados sin ofrecer una respuesta adecuada.
Sea como fuere, a los 17 años de reinado, hacia 1336 a. C.,
Akhenatón desapareció de escena sin que sepamos muy bien qué le ocurrió: si
fue asesinado o derrocado, o si simplemente falleció de muerte natural.
Máscara de oro de Tutankhamon |
Por desgracia, no hay apenas
documentación histórica que explique esta etapa final de su reinado, con el
agravante de que años después de su muerte tuvo lugar cierta persecución de su
memoria a cargo de sus sucesores, que retornaron a los cauces de la antigua
religión y trataron de borrar el nombre y la obra del faraón hereje de
la faz de Egipto. Sin embargo, el atonismo no desapareció de inmediato. Las
crónicas históricas hablan de dos soberanos sucesores, que más bien habrían
sido corregentes al final del reinado de Akhenatón: Smenkhare
y Neferneferuatón[5]. De estos
monarcas se tiene muy poca información, y se duda de si podían haber sido una
misma persona. De Smenkhare se sabe que reinó entre uno y tres años a la muerte
de Akhenatón para dar paso a un joven príncipe, el famoso Tutankhamon,
que anteriormente se había llamado Tutankhatón, siguiendo la ortodoxia
atonista. Ambos tenían relación consanguínea con Akhenatón, pero a día de hoy
no se sabe exactamente cuál, aunque se ha sugerido que podían ser hijos de
segundas esposas (no de Nefertiti, que sólo tuvo hijas con el faraón).
Fue a partir del propio
Tutankhamon –y sobre todo de los monarcas posteriores– cuando se abandonó el
atonismo como culto oficial y se volvió a la antigua ortodoxia. Por cierto,
también se ha hablado durante décadas del posible asesinato de Tutankhamon, a
partir de ciertas lesiones que se observan en el cráneo de la momia, sin que
haya aún un veredicto definitivo sobre esta cuestión.
La controversia de la tumba KV55
Sarcófago de la tumba KV55 |
Pero ¿qué fue de Akhenatón? Uno
de los temas que más polémica ha despertado desde hace más de un siglo es el
posible emplazamiento de la tumba de Akhenatón. En 1907, el egiptólogo
norteamericano Theodore Davis excavó en el Valle de los Reyes una tumba de
hipogeo relativamente sencilla, la KV55, que constaba de una escalinata de
acceso, un corredor y una cámara única con un pequeño nicho. Esta tumba parecía
dedicada a la reina Tiyi (madre de Akhenatón) pero allí se halló un sarcófago
con una momia en mal estado a la que se había arrebatado las máscara de oro y
que resultó ser de un varón de unos 35 años[6].
El problema es que las inscripciones del sarcófago habían sido borradas y no
había certeza de a quién podía pertenecer el cuerpo, aunque se daba por hecho
que era un personaje real.
Además, todo apuntaba que el
enterramiento original había tenido lugar en Tell-el-Amarna[7]
y que luego se había reubicado en esa tumba del Valle de los Reyes, muy
posiblemente tras el abandono de la nueva capital, hecho que sucedió durante el
reinado de Tutankhamon. Y para complicar más la situación se encontraron allí
varios objetos funerarios atribuidos a otros personajes, como Tutankhamon,
Smenkhare, el propio Akhenatón y Kiya, segunda esposa
de éste. El sarcófago, de hecho, parecía haber sido preparado para una mujer
(Kiya), pero había sido reaprovechado y adaptado a toda prisa para albergar la
momia de un faraón... pero ¿cuál?
Cráneo hallado en la tumba KV55 |
Así pues, se podría reconstruir
el siguiente escenario hipotético: el faraón Akhenatón fue enterrado en
Tell-el-Amarna –en la tumba preparada para la familia real– pero tras el
abandono de la ciudad por parte de la corte, su cuerpo fue trasladado a una
tumba relativamente modesta del Valle de los Reyes y ubicado en un sarcófago
que no era el suyo originalmente. Y posiblemente, ya en la dinastía XIX, una
época de reyes más intolerantes hacia el atonismo, se habría saqueado
parcialmente la tumba y se habría mutilado el sarcófago real.
Un arte peculiar para un faraón peculiar
No es exagerado decir que con Akhenatón se abrió una nueva etapa en el arte egipcio,
que llevaba instalado en unos mismos cánones y convencionalismos desde el mismo
inicio de la era dinástica. Así, la reforma religiosa del faraón no sólo se
quedó en puros conceptos religiosos o espirituales sino que impactó en todas
las facetas artísticas y monumentales, pues la forma y el fondo en el antiguo
Egipto constituían una misma cosa indisociable. Esto es lo que algunos expertos
han venido a llamar la “revolución amarniana”.
Akhenatón (como esfinge) recibe los rayos de Atón |
Por ejemplo, en la arquitectura,
la nueva concepción de un dios solar hizo que los templos atonianos de la nueva
capital quedaran abiertos, al aire libre y expuestos a los rayos solares, a
diferencia de los semicerrados (“oscurantistas”) templos politeístas. Pero los
cambios realmente importantes vinieron de la mano de la escultura, el relieve y
la pintura, y en general de un nuevo enfoque conceptual sobre las
representaciones figurativas. Este enfoque se caracteriza por un marcado
naturalismo frente al tradicional hieratismo y rigidez de los periodos
anteriores. Los cánones de la figura humana fueron modificados, adoptando un
patrón de cuadrícula de 9 x 12 unidades, que se mantuvo durante cierto tiempo
aún después de la muerte de Akhenatón, con la aportación de cierto sentido de
la perspectiva.
Escena afectuosa de la familia real |
En cuanto a la iconografía y los
motivos, destaca la omnipresencia de la representación del disco solar con
rayos que acaban en pequeñas manos portadoras de la cruz ankh, el
símbolo de la vida. Asimismo, las figuras de flora y fauna que decoraban las
tumbas se hicieron más naturalistas y coloridas. Sin embargo, lo más impactante
es sin duda la propia representación del faraón y de su familia. En este punto,
el estilo amarniano rompe con los formalismos anteriores, en que se tendía a
idealizar o “divinizar” la fisonomía de los monarcas y se los mostraba en
posturas rituales o de autoridad. Frente a esto, el nuevo estilo exhibe a la
familia del faraón de manera más “humana”, casi íntima y relajada, con claras
escenas de afecto bajo el influjo de los rayos de Atón.
Busto de una de las hijas del faraón |
Y ese naturalismo llega al
extremo al representar al faraón con un aspecto del todo inusual, que ha
despertado asombro y controversias a lo largo de décadas. En efecto, las
estatuas y relieves nos muestran a un Akhenatón desfigurado, de aspecto
enfermizo y femenino, con extraños rasgos no vistos hasta entonces en la
representación de faraones. Así, Akhenatón aparece
representado con cabeza de marcada dolicocefalia, pómulos salientes, ojos
rasgados, labios gruesos y largo cuello. Su cuerpo es de formas voluminosas y
redondeadas, con prominentes pechos femeninos, vientre abultado, cintura
estrecha y amplias caderas. Se podría decir que su aspecto sería el de un ser
hermafrodita o de sexo incierto. En general, estos rasgos se repiten en otros
personajes de su familia, sobre todo en los cráneos dolicocéfalos[8]
y el vientre abultado. En cambio, los bustos de su esposa Nefertiti parecen
mostrar a una mujer de rasgos delicados y de enorme belleza.
Representación de Akhenatón |
Este aspecto del faraón, que
algunos han calificado de caricaturesco o monstruoso, ha sido objeto de largas
discusiones. ¿Era así realmente Akhenatón? Algunos
autores, como el egiptólogo Christian Jacque, opinan que el faraón tenía un
aspecto físico más “normal”[9]
y que esa apariencia no sería más que una imagen simbólica, una especie de
unión mística de lo masculino y lo femenino según la ideología atoniana. Así
pues, los artesanos habrían recibido instrucciones de representar una especie
de efigie andrógina como ideal del faraón, sin ningún intento de ser realistas.
No obstante, otros expertos han
tratado de ver alguna enfermedad concreta en esos rasgos. Algunos han insistido
en que podría ser un caso de hermafroditismo, pero lo cierto es que el faraón
se mostró bastante viril y fértil, y de hecho tuvo una numerosa progenie.
Aparte de estar casado con Nefertiti, la “gran esposa real”, con la que tuvo
seis hijas, tenía otras esposas secundarias (sobre todo Kiya), e incluso cohabitó
al menos con tres de sus propias hijas y tuvo descendencia de ellas[10].
En cambio, otras hipótesis han ido a coincidir en una rara afección llamada
“síndrome de Marfan”, caracterizada por crear formas alargadas (sobre todo en
rostro y manos), pero no hay datos fehacientes que permitan confirmarla.
También se podría dar el caso de un conjunto de enfermedades de origen genético
que hubieran causado las diversas malformaciones, pero tampoco hay certezas al
respecto.
Los perfiles alternativos de Akhenatón
¿aspecto alienígena? |
Si entramos de lleno en el
terreno de la arqueología alternativa, podemos afirmar que la heterodoxia de
Akhenatón ha dado pie a numerosas interpretaciones y especulaciones, algunas
con ciertos visos de realismo y otras que parecen “fuera de juego”. Lo más radical
que se ha dicho se circunscribe al ámbito de la teoría de los antiguos
astronautas, ya que según las teorías más extremas, el famoso disco solar de
Atón sería en realidad... ¡un ovni! y el propio faraón sería de hecho un
alienígena o al menos tendría una parte de ADN extraterrestre. Los defensores
de esta visión se apoyan una vez más en el aspecto extravagante o andrógino del
faraón y muy en particular en su cráneo alargado, que según varios autores
estaría relacionado con una raza de “dioses” venidos de otros mundos. Además,
el hecho de luchar contra el primitivo politeísmo e instaurar el culto
monoteísta a una “bola de luz” reforzaría ese halo extraterrestre del faraón...
En fin, en su momento ya toqué el tema de la dolicocefalia exagerada en ciertas
elites antiguas y no es tema para bromear u obviar. Pero de ahí a construir una
historia de ovnis y alienígenas en medio del antiguo Egipto hay un trecho
altamente especulativo, siendo muy generosos.
En cambio, otra línea heterodoxa
más moderada ha buceado en la historia de Akhenatón y en sus
paralelismos con el Antiguo Testamento judío, buscando inesperadas conexiones,
sobre todo centradas en la aparición de un líder carismático que promovía un
monoteísmo relativamente abstracto en un mundo que adoraba a una pléyade de
dioses antropomorfos o zoomorfos. De hecho, ya a inicios del siglo XIX el
propio Jean François Champollion –el descifrador de los jeroglíficos– había
apreciado semejanzas entre la historia bíblica y el periodo del faraón hereje.
Este mismo enfoque fue retomado en el siglo XX por Sigmund Freud, destacado
intelectual judío y padre del psicoanálisis, que se había interesado por el
perfil monoteísta de Akhenatón y lo había relacionado con el patriarca bíblico
Moisés[11].
Según su visión, Moisés (una adaptación del común nombre egipcio Mose)
tal vez habría sido un egipcio seguidor de Atón que llevó consigo el culto a un
dios único a la tierra de los hebreos. En sus propias palabras: “Si Moisés fue
egipcio, si transmitió su propia religión a los judíos, fue la de Akenaton, la
religión de Atón”.
El libro de los Sabbah |
Sin embargo, en tiempos más
recientes esta teoría ha ido bastante más lejos de la mano de los hermanos
Roger y Messod Sabbah, rabinos judíos marroquíes, que escribieron un polémico
libro titulado Los secretos del Éxodo. El punto de partida de estos dos
investigadores era una incógnita aún no resulta: ¿cómo es que si los hebreos
habían vivido y sufrido esclavitud en Egipto durante siglos no había ningún
rastro arqueológico de ellos en el país del Nilo? Para obtener respuestas a la
cuestión planteada, emprendieron un exhaustivo estudio multidisciplinar que les
llevó 20 años, recurriendo fundamentalmente a la filología y a la arqueología[12].
Con esta premisa, empezaron a
desmontar los textos bíblicos tradicionales y lanzaron la osada propuesta que
los judíos del Éxodo eran en realidad los atonistas egipcios junto con otros
fieles de distintas culturas o etnias (semitas, africanos...) que abandonaron o
fueron expulsados de Akhet-Aton tras la caída de Akhenatón
para dirigirse al exilio en la tierra de Canaán (la actual Palestina), que
estaba entonces bajo dominio egipcio. Los Sabbah profundizaron concretamente en
el Génesis y vieron que su contenido se parecía mucho a la cosmogonía egipcia y
que además el patriarca “fundador” del pueblo hebreo, Abraham, tenía una
biografía muy similar a la de Akhenatón, con el eje central del abandono del
politeísmo para abrazar la fe monoteísta.
Así, el escenario reconstruido
por estos autores identifica al patriarca Abraham con Akhenatón, el cual habría
acabado por provocar un enfrentamiento civil entre sus partidarios y sus
oponentes. Como resultado de este conflicto, fue derrocado y se le forzó a
abandonar el país junto con sus sacerdotes y fieles, lo que le llevó a
atravesar el Sinaí con estos seguidores, los llamados yahud (que
significa precisamente “adoradores del faraón”), para acabar fundando en Canaán
el reino de Yahuda (esto es, Judea). Como apoyo documental de esta
teoría, existe una carta de la época
escrita por el gobernador de Jerusalén denominada EA287, que se conserva en el Vorderasiatisches
Museum de Berlín, en la cual quedaría constancia del confinamiento del
faraón y sus fieles en dicho territorio[13].
Además, hay un cuerpo de numerosas pruebas adicionales en forma de semejanzas
teológicas entre la religión egipcia y lo que se narra en el Antiguo
Testamento, aparte de múltiples coincidencias en aspectos arquitectónicos,
rituales o culturales que se extienden incluso hasta los tiempos de la religión
cristiana.
Tumba de Tutankhamon |
Y para acabar de rematar las
teorías más extremas, otros investigadores han incidido en una línea
pseudoconspirativa, afirmando que en la tumba de Tutankhamon
se habrían hallado pruebas documentales de la expulsión de Akhenatón y sus
fieles de Tell-el-Amarna (o sea, el “Éxodo”), concretamente unos papiros
ubicados en la llamada Caja 101. Según esta hipótesis, defendida por el
autor inglés Andrew Collins, el egiptólogo Howard Carter descubrió este
polémico material y fue obligado a ocultar el asunto –con amenazas y contrapartidas–
por las autoridades británicas (bajo presión del lobby sionista),
mientras que otras personas fueron eliminadas para que no se fueran de la
lengua; eso sí, bajo una oscura tapadera llamada “maldición de Tutankhamon”,
que ha hecho correr muchos ríos de tinta durante décadas. Para quienes deseen
profundizar en este asunto, les remito al artículo específico que escribí sobre
la trastienda de esta supuesta maldición.
El difícil retrato de un faraón “atípico”
A la hora de intentar plantear
alguna conclusión, resulta complicado establecer un retrato fiel, objetivo y
bien documentado de Akhenatón porque precisamente no se dispone de mucha
información histórica sobre él, y más teniendo en cuenta que su obra y su
legado fueron perseguidos por los posteriores faraones, y que incluso en
tiempos actuales los egiptólogos y eruditos han tendido a realizar
interpretaciones más o menos libres o sesgadas de su reinado.
Lo cierto es que muchos autores
han escrito sobre Akhenatón, básicamente por dos razones. La primera, porque
dentro del tradicional Egipto –tan poco proclive a los cambios drásticos– el
faraón hereje representó un movimiento radical para cambiar las cosas, desde
todos los ángulos y poniendo en jaque a un orden establecido durante siglos, si
bien es de justicia señalar que ya su padre Amenhotep III había intentado
reducir el gran poder del clero de Amón. La segunda, porque su deriva hacia un
culto religioso único (y oficial) parecía la avanzadilla de las grandes
religiones monoteístas que tendrían que venir después, principalmente el
judaísmo, el cristianismo y el islamismo, cuyo impacto en la historia del mundo
es del todo evidente.
Plano de Akhet-Atón (El Amarna) |
En todo caso, durante mucho
tiempo bastantes historiadores apuntaron a que Akhenatón puso por delante sus
ideales religiosos por encima de cualquier otra consideración, lo que llevó a
su pueblo a una cierta situación de confusión[14],
mientras que las cuestiones de estado quedaban en segundo plano, causando un
notable rechazo o incomprensión por parte de elites dirigentes, clero y
ejército. En la práctica, el faraón, ya identificado plenamente como un dios,
ejerció un poder absoluto centralizado en él mismo y en la reina, y se preocupó
más de las cuestiones internas, dejando la política exterior reducida sólo a
los temas que le afectaban personalmente por algún u otro motivo, tal como se
deduce de las cartas de El-Amarna[15].
Así, para muchos expertos, Akhenatón se dedicó en cuerpo y alma a Atón mientras
dejaba los asuntos políticos y administrativos en manos del competente Ay
(posiblemente su suegro) y los asuntos militares en manos del general Horemheb[16].
Por lo menos esta ha sido la
visión tradicional hasta hace no demasiado tiempo, porque recientemente se ha
vuelto a revisar la historia de este periodo y algunos autores consideran que
Akhenatón fue un rey firme y decidido, que mantuvo –más o menos– la política
exterior de sus predecesores y que no fue tan hostil con los antiguos credos.
Incluso un experto como el ya citado Christian Jacque opina que ni siquiera
hubo un clima de enfrentamiento civil ni una gran tensión interna, y que se ha
exagerado mucho sobre las circunstancias y las consecuencias de la “revolución
atoniana”.
Llegados a este punto, podemos
preguntarnos: ¿Fue Akhenatón un sabio, un filósofo, un megalómano, un soñador,
un ególatra, un fanático, un místico...? Tal vez fuera un poco de todo, una
persona de fuerte personalidad y convicciones, pero con escaso sentido práctico
del poder, que fue sustituido por una visión mesiánica y ultra-religiosa.
Así, no es aventurado pensar que la reforma de Akhenatón
quizá estuviera movida en mayor proporción por cuestiones espirituales que por
razones políticas, si bien es evidente que la imposición del culto oficial a
Atón (y la prohibición de adorar a Amón y a los otros dioses) suponía el
drástico recorte de los poderes del clero de Amón, con sus todas sus
derivaciones de tipo político, social y económico. De este modo, podríamos
considerar que el faraón, sin dejar de ser un hombre de estado, fue en gran
medida un idealista y quiso llevar a la práctica sus ideales desde su posición
de máximo poder.
Esta característica no es única
en la Historia, y tenemos otro perfecto ejemplo en la Historia Antigua, que
tuvo lugar unos 1.600 años después. Me estoy refiriendo a otro famoso “hereje”,
el emperador romano Juliano (del siglo IV d. C.), llamado “el apóstata” por sus
detractores. Al igual que Akhenatón, no estaba destinado a reinar en principio,
pero acabó viéndose en el trono a una edad relativamente joven. Educado en el
cristianismo –que ya era casi religión oficial del Imperio– se interesó por los
antiguos cultos paganos y la filosofía y acabó rechazando el credo cristiano,
por motivos espirituales e ideológicos pero sin duda también porque vio que el
poder de la Iglesia y sus obispos se había hecho demasiado materialista y
político. A partir de este punto, desencadenó una lucha constante contra el
cristianismo, cerrando iglesias y escuelas cristianas, al tiempo que intentaba
reinstaurar con energía –y con el apoyo de todo el aparato estatal– una
religión neopagana con muchos tintes abstractos y filosóficos.
Moneda de oro del emperador Juliano Augusto |
Pero, como le ocurrió a
Akhenatón, Juliano se encontró solo y endiosado, con pocos apoyos y ganándose
muchos enemigos entre diversos estamentos del Imperio, que se veían amenazados
o perjudicados por sus nuevas políticas. Además, la mayoría del pueblo ya había
abrazado el cristianismo mientras que los tradicionales paganos no entendían la
nueva religión conceptual del emperador, algo que también sucedió con Akhenatón
y su refundado y particular atonismo. Finalmente, Juliano murió en un lance de
la guerra contra los persas, pero no está claro si fue por obra de las armas
enemigas o si fue asesinado a traición por uno de los suyos (un soldado
cristiano). El caso es que, a su muerte, su reforma se derrumbó rápidamente y
sus sucesores abandonaron enseguida el episodio neopagano de un hombre al que
veían como un fanático.
En suma, tanto Akhenatón como
Juliano trataron de luchar contra un sistema del cual procedían y pese a su inmenso
poder no fueron capaces de implantar entre la gente su ideal, más allá de su
propia vida. Algunos autores han tratado de reivindicar sus figuras
precisamente por ese empeño quijotesco, por demostrar que para ellos una idea
era más importante que el mantenimiento del statu quo. Por supuesto,
ello no quiere decir que fueran gobernantes ejemplares, puesto que no
estuvieron exentos de carencias y errores, sin olvidar su semblante mesiánico y
autócrata. En todo caso, su gran pecado fue la intención de ir a contracorriente
de la Historia, no sabiendo apreciar que el tiempo de determinados cambios o ya
había quedado muy atrás o todavía estaba demasiado verde para poder triunfar.
© Xavier Bartlett 2016
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] Existen
multitud de formas para escribir el nombre de este monarca (Ajenatón, Akenatón,
Ijnatón, Akhenaten, etc.) según los idiomas modernos y las convenciones
ortográficas. Para mantener una coherencia, he optado por la grafía Akhenatón,
reconocida en varias enciclopedias de habla hispana.
[2] Nombre que
literalmente significa: “Hermosas son las manifestaciones de Ra, Amón está
satisfecho”.
[3] Esta es la
fecha más aceptada, pero existen otras cronologías un poco más antiguas
defendidas por algunos egiptólogos.
[4]
Posteriormente, sus edificios fueron demolidos, siendo sus bloques reutilizados
en grandes obras de la XIX dinastía.
[5] En los
últimos tiempos han cobrado fuerza las especulaciones de que Neferneferuatón
podría haber sido la propia reina Nefertiti bajo otro título.
[6] Otras
interpretaciones no concedían más de 25 años al difunto, con lo cual sería
imposible que fuera Akhenatón, que vivió con seguridad más de 30 años.
[7] A finales
del siglo XIX se halló una tumba real con decoración atoniana en un lugar
agreste a varios kilómetros de Tell-el-Amarna, pero había sido saqueada y
mutilada por los adversarios del atonismo. Aunque había varias cámaras
previstas para toda la familia real, sólo se hallaron los restos de la princesa
Meketatón.
[8] Este rasgo
de los cráneos alargados (más allá de una dolicocefalia “normal”) parecería
propio de la casta real y no fruto de deformaciones artificiales. Véase el
artículo sobre este tema en este blog.
[9] Jacque alude
a una máscara funeraria de yeso hallada en Tell-el-Amarna atribuida a
Akhenatón.
[10] No debe
escandalizar a nadie este dato, pues es bien sabido que las familias reales
egipcias practicaron durante milenios una estricta endogamia e incesto y que
las uniones dentro del núcleo familiar eran norma común. Por ejemplo, era
habitual que el rey se casara con su hermana a la hora de compartir el trono.
En nuestro caso, parece ser que la princesa Meritatón sucedió a su madre
Nefertiti como gran esposa real, mientras que la princesa Ankhesenpaatón fue
esposa real de su padre Akhenatón y más tarde fue esposa real de su hermanastro
Tutankhamon.
[11] Este
estudio se plasmó en su obra “Moisés y la religión monoteísta”, de 1939.
[12] Sobre todo
se basaron en la obra del rabino Salomón Rashi, un erudito judío de la Edad
Media, que trabajó sobre las fuentes bíblicas originales.
[13] Esto podría
implicar que tal vez Akhenatón no murió en Egipto, sino en Canaán, lo que
abriría nuevos interrogantes sobre su supuesta tumba y supuesta momia. De todos
modos, cuando los Sabbah escribieron su libro todavía no se habían realizado
las pruebas de ADN sobre la momia de la tumba KV55.
[14] Aparte de
los fieles atonistas residentes en la nueva capital, la gran mayoría del pueblo
–acostumbrado a un politeísmo milenario y no dogmático– no acabó de entender la
transición a un culto único y oficial al disco solar, y apenas tardó en volver
abiertamente a las antiguas costumbres y credos a la muerte de Akhenatón.
[15]
Correspondencia oficial, en forma de tablillas principalmente, mantenida entre
el faraón y los gobernantes de otras tierras.
[16] En este
contexto de poder efectivo, no es de extrañar que ambos personajes llegaran a
ser faraones a la muerte de Tutankhamon: Ay por unos pocos años y Horemheb
durante más de dos décadas.
8 comentarios:
No te parece que el rostro del busto de Nefertiti no guarda relacion con el resto de los aqui expuestos? me parece de rasgos completamente occidentales.
Amigo Orlando,
Gracias por el comentario. Cierto, algunos autores, sobre todo alternativos, han apuntado que la realeza egipcia se distinguía racialmente del pueblo llano. Según las representaciones y los restos físicos conservados, se ha especulado con un aspecto más "blanco" u occidental de clase dirigente, incluyendo rasgos nórdicos y otros más anómalos como los famosos cráneos dolicocéfalos. El egiptólogo Walter Emery ya descubrió esto hace casi un siglo.
La verdad es que no tengo respuesta para esta cuestión y no sé si han realizado estudios profundos sobre estas características raciales y anatómicas. De todas formas, es significativa la diferencia de representación entre Akhenatón y Nefertiti; el primero parece desfigurado o simbolizado como un andrógino, mientras que la reina tiene un aspecto mucho más natural (al menos en los famosos bustos).
Saludos,
X.
Gran artículo.
La duda es si la momia de la tumba KV55 parece ser el padre de Tutankamon, ¿no aclararía eso si las representaciones de Akenatón son exageraciones o era su aspecto real?
Porque los cráneos largos deberían ser fáciles de identificar en los restos momificados, si el cráneo tiene un volumen anormalmente grande y un solo hueso parietal, sería uno de ellos.
Si el de la momia tiene un cráneo normal, o alargado pero con un volumen dentro de lo normal y dos huesos parietales, pues las representaciones están exageradas.
Gracias Cobalt
Precisamente acabo de editar el artículo añadiendo una foto del cráneo hallado en la tumba KV55, supuestamente parte de la momia. Se aprecia una clara dolicocefalia, lo cual es propio de bastantes faraones egipcios, pero posiblemente su aspecto general era mucho más normal de lo que se ve en las estatuas. Desde luego, si disponen de la momia y la han identificado como Akhenatón, podrían realizar un estudio anatómico completo para comparar la realidad física con la artística, pero que yo sepa aún no se ha llevado a cabo. Y desde luego, todo ello dando por supuesto que los análisis de ADN son correctos e irrebatibles, o al menos no abiertos a discusión...
Saludos,
X.
En la foto no parece que tenga un cráneo más grande de lo normal. Parece más bien un cráneo deformado artificialmente.
Puede que los artistas le representaran con el cráneo exageradamente grande, obligados por él, para magnificar su "divinidad".
Si en muchas culturas la nobleza se deformaba el cráneo para parecerse seguramente a sus "dioses", no sería nada raro que Akenatón, además de deformarse el cráneo, obligara a sus artistas a exagerar aún más esa deformación.
O, como sugieres, que los análisis de ADN no sean correctos. Hay tanta ocultación de los verdaderos cráneos largos, que no me extrañaría nada que esa momia no fuese Akenatón.
Muchas gracias por el comentario Cobalt
Bueno, en el artículo sobre los cráneos alargados ya dejé claro que hay elongaciones artificiales, pero también cráneos naturales muy dolicocéfalos, hasta extremos como los de Paracas o Malta. El caso de este cráneo de la KV55 no es exagerado, pero no es un cráneo de forma "normal", se nota cierta elongación. Sin más datos no es posible saber si fue efecto de un entablillado o si era congénito.
En cuanto a los análisis de ADN, los resultados muestran una relación de primer grado entre la momia KV55 y Tutankhamon, y de ahí se ha derivado que los restos deberían pertenecer a Akhenatón. Ahora bien, si han habido errores o malas interpretaciones, por no hablar de conspiración, esto ya se me escapa completamente.
Saludos
Cierto, yo me inclino a pensar que la deformación era artificial y que ordenaba a los artistas que lo representaran de forma exagerada, para parecerse más a sus "dioses".
En la antiguedad los reyes debían dotarse de cierta divinidad para evitar ser asesinados. El ser dios o hijo de dioses les daba cierta legitimidad para estar ahí y que nadie les clavase un puñal por la espalda. Además de legitimar sus decisiones.
No han cambiado mucho las cosas hasta hoy.
Me gustó mucho el articulo. Buenos datos y reflexiones.
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