Introducción
Cuando los investigadores
alternativos tratan de retar el conocimiento académico en arqueología suelen
echar mano de ciertos objetos llamados ooparts, unos artefactos que
supuestamente están fuera de lugar y de tiempo, esto es, que no deberían estar
en el contexto en que fueron encontrados. En este sentido, el antiguo Egipto es
toda una fuente de ooparts. Por una parte, muchos autores consideran que
el Egipto faraónico está lleno de anomalías de diverso tipo, con numerosos
objetos y monumentos supuestamente imposibles para los conocimientos y la
tecnología de aquella época, empezando por las grandes pirámides o los
sarcófagos del Serapeum y acabando por pequeños objetos como el disco de Sabu o
el “planeador” de Saqqara. Por otra parte, tenemos noticias de descubrimientos
de objetos egipcios en lugares excepcionalmente lejanos que podrían indicar que
los antiguos egipcios navegaron por casi todos los mares del planeta.
Desde luego, en este segundo supuesto
se debe ser muy prudente y conocedor de la arqueología convencional, pues no es
ningún misterio que en toda la área mediterránea, y aun fuera de ella, podemos
encontrar muchos objetos de origen egipcio debido a los contactos comerciales y
culturales que se produjeron desde tiempos muy remotos, en los que no
necesariamente estaban implicados los propios egipcios. Así pues, sabemos que
los fenicios y otros pueblos mediterráneos difundieron ampliamente la cultura
material egipcia, y los propios griegos y romanos fueron grandes amantes de la
ciencia, la cultura y el arte de los egipcios. Ahora bien, todo tiene un
límite, pues ya no es tan fácil admitir el hallazgo de genuinos objetos
egipcios en tierras muy distantes, incluso separadas de Egipto por grandes
océanos. Con todo, esto no cierra absolutamente la viabilidad de los contactos,
pero sí los hace bastante improbables.
Pero lo cierto es que los
rumores, indicios y supuestas pruebas sobre esta difusión lejana de la cultura
egipcia se remontan al siglo XIX y prácticamente se han mantenido hasta la
actualidad, sobre todo a raíz de las teorías difusionistas, que estuvieron muy
en boga hasta mediados del siglo XX[1].
Así pues, desde hace décadas no han faltado fantásticas historias sobre
hallazgos de restos egipcios en América y especialmente en los EE UU. El caso
más sonado y que todavía trae cola es el de un presunto asentamiento o
santuario egipcio subterráneo excavado en la roca del Gran Cañón del Colorado y
que fue explorado a inicios del siglo XX por un tal G. E. Kinkaid, arqueólogo
del Smithsonian Institution. Esta exploración mereció un artículo en la Arizona
Gazzette, del 5 de abril de 1909, pero desde entonces las autoridades
académicas no han dado ningún crédito a esta historia, o le han restado importancia,
considerando que fue un cúmulo de errores o exageraciones[2].
Sea como fuere, esta historia es fascinante y recuerda en muchos aspectos a las
oscuras pesquisas en otra legendaria cueva, la de los Tayos, en Sudamérica, con
supuestos tesoros y objetos de una civilización perdida.
Lamentablemente, sin documentos
fiables de primera mano ni restos físicos disponibles, todas estas proclamas se
quedan en papel mojado hasta que no se realicen estudios serios y rigurosos que
puedan aportar pruebas fehacientes. Ahora bien, en contrapartida, no deja de
ser curioso que algunos investigadores hayan citado la presencia de cocaína y
tabaco –plantas originarias de América– en algunas momias egipcias (de la época
dinástica), lo cual tiene difícil explicación según el paradigma actual en
arqueología, a menos que planteemos la posibilidad real de que efectivamente
hubo contactos vía marítima entre ambos continentes en los tiempos faraónicos.
Sin embargo, lo que todavía puede
ser más sorprendente para el lector es que varios autores, a partir de ciertos
indicios arqueológicos, han considerado seriamente la posibilidad de que los
antiguos egipcios hubieran llegado nada menos que a Australia, que es
prácticamente el otro extremo del mundo. Vamos a explorar pues estas osadas
propuestas, que en principio podrían parecer muy estrambóticas, y sin
embargo...
Jeroglíficos y pirámides
Empecemos por el principio. En general, tenemos la idea de
que el imperio de los antiguos egipcios se extendió por una pequeña parte de
África y de Oriente Medio y que sus exploraciones fueron limitadas o modestas
si las comparamos con las de otros pueblos como los fenicios y los griegos. No
obstante, los egipcios fueron más allá del Nilo y del Levante Mediterráneo, si
bien algunas de estas empresas fueron llevadas a cabo por fenicios al servicio
de la corona egipcia. En este sentido, tenemos constancia histórica de que el
faraón Necao II (siglo VII a. C.) organizó una expedición de circunvalación de
África a cargo de navegantes fenicios. Por otro lado, no es impensable que los
egipcios, a través del Mar Rojo, pudieran haber explorado lejanas tierras
africanas, o incluso islas y territorios del Océano Índico. El problema es que
Australia sigue quedando muy lejos y que la conexión entre Egipto y el Lejano
Oriente carece de pruebas consistentes.
Y aquí llegamos al quid de
la cuestión. ¿Tenemos indicios lo suficientemente sólidos para defender la
hipótesis de la llegada de los egipcios a Australia, aunque fuera de manera
accidental (o sea, por obra de las tempestades)? Veamos lo que se argumenta
desde el campo alternativo.
Jeroglíficos de Gosford (Kariong, Hunter Valley) |
Si nos referimos a la tradición
literaria, sabemos que existe una vieja historia egipcia llamada El relato
del náufrago, en la cual se narra la odisea de un marino egipcio que sobrevivió
al naufragio de su nave cuando se dirigía a territorio nubio. Pues bien,
resulta que en Australia se encontró una representación del dios Anubis y una
serie de unos 300 jeroglíficos –conocidos hoy en día como los jeroglíficos
de Gosford– en un lugar llamado Kariong, en el Parque Nacional de Hunter
Valley (Nueva Gales del Sur), en los cuales se mencionan las calamidades de
una expedición egipcia comandada por dos nobles llamados Nefer-Ti-Ru y
Nefer-Djeseb, supuestos hijos del faraón Khufu (Keops), que fueron parar a
aquellas lejanas tierras víctimas de un naufragio. Además, en el texto se cita
el nombre de otro faraón, Djedefre, también de la IV dinastía.
Estos signos están esculpidos
sobre dos paredes de arenisca de un barranco, y muestran un aspecto arcaico, de
las primeras dinastías. En cuanto a su descubrimiento, al parecer ya habían
sido reconocidos por varias personas desde inicios del siglo XX, pero los
primeros estudios datan del redescubrimiento de estos jeroglíficos, en
los años 70, y de la primera traducción a cargo del egiptólogo australiano Ray
Johnson. Según este trabajo, el texto completo explica la aventura de un grupo
de náufragos que arribó a unas costas desconocidas y que tras recorrer
penosamente tierras áridas y hostiles vio como uno de sus líderes, Nefer-Ti-Ru,
sucumbía al ataque de una serpiente. El texto tenía carácter funerario, pues se
mencionaba el enterramiento de este personaje a cargo de su hermano
Nefer-Djeseb, pero las pocas prospecciones que se hicieron en el lugar no
revelaron la presencia de ninguna tumba ni tan siquiera de ningún objeto
egipcio. No obstante, Steven y Evan Strong, investigadores alternativos
locales, dicen haber identificado cerca de las inscripciones algunas cavidades
y túneles que podrían constituir una estructura artificial.
Situación de Gympie en Australia |
Pero, puestos a ver ooparts monumentales,
los alternativos han llamado la atención sobre una presunta pirámide escalonada
en la localidad de Gympie (Queensland), que sería un legado de los antiguos
egipcios. Se trata de una estructura escalonada de unos 40 metros de altura que
aprovecha la forma abrupta del terreno y que está formada por una serie de
terrazas de 1,20 metros de alto cada una, sustentadas por grandes piedras
colocadas más o menos bastamente. En las proximidades de esta estructura se
hallaron algunos pequeños objetos de gran antigüedad incluyendo un presunto escarabeo
(amuleto en forma de escarabajo, un animal sagrado para los egipcios)[3].
Lo cierto es que existen otras construcciones similares en Australia, de tipo
megalítico, y que los aborígenes las atribuyen al tiempo de los gigantes, una
tradición con mucho arraigo en la cultura local. En el caso concreto de Gympie,
se sabe que por lo menos ya era conocida por el hombre blanco desde 1850.
Por otro lado, los partidarios de
la presencia egipcia en el continente austral mencionan la estatua de un
babuino hallada también en Gympie, cerca de la supuesta pirámide, y que tiene
un parecido razonable con las representaciones del dios de la sabiduría Toth de
los antiguos egipcios. Este objeto fue descubierto en 1966 y, aunque estaba muy
erosionado por el paso del tiempo, presentaba unas formas simiescas
inconfundibles. Asimismo, se habla de un conjunto de 17 piedras de granito
grabadas con caracteres fenicios, las piedras de Toowoomba, con textos de tipo
religioso que hacen referencia a dioses semíticos y egipcios. También cabe
citar el hallazgo en un campo de Kyogle (Nueva Gales del Sur) en 1983 de un
amuleto de ámbar en forma de obelisco de supuesto origen egipcio. Y rizando el
rizo, otros investigadores han relacionado ciertas figuras solares presentes en
los grabados aborígenes con la representación del disco solar y los rayos del
dios Atón[4].
Finalmente, cabe reseñar otro
posible rastro de la cultura egipcia en aquellas tierras, y es el hallazgo de
diversas momias semejantes a las que se pueden encontrar en Egipto. El
investigador independiente Paul White cita la práctica de este tipo de
enterramiento en algunas tribus aborígenes, y se refiere en particular al
método de momificación identificado en un cuerpo hallado en 1875 por la
expedición Chevert[5] y procedente
de los nativos de la isla de Darnley. Según el especialista que examinó dicha
momia, el prestigioso médico Raphael Cilento, las incisiones y metodología del
embalsamamiento se correspondían con las prácticas egipcias empleadas durante
las dinastías XXI a XXIII. White también menciona otro examen de una momia
hallada en Nueva Zelanda en 1931, a cargo del antropólogo Sir Grafton
Elliot-Smith, que consideró que el cráneo de ésta pertenecía a un antiguo egipcio,
con al menos 2.000 años de antigüedad. Pero además es de señalar que, más allá
de los rituales, los aborígenes tenían unas creencias funerarias sobre el mundo
de ultratumba muy similares a las antiguas egipcias. Aparte, en los dialectos
de muchas tribus nativas hallamos vocablos idénticos o muy similares a los
egipcios para designar conceptos como serpiente, sol y muerte.
¿Demasiado bueno para ser verdad?
Frente a toda esta parafernalia de datos, parecería que
todo está bastante claro a favor de esa presencia egipcia en Australia, pero
las cosas no son tan simples y cabe realizar algunas matizaciones, críticas y
reflexiones. En este sentido, cabe señalar que los académicos y los llamados escépticos
han arremetido contra todas estas proclamas desde su clásica mentalidad
instalada en el paradigma imperante pero también desde un análisis riguroso de
las pruebas disponibles, y en este caso
es de justicia reconocer que han destapado no pocas incongruencias, sesgos,
especulaciones y sobre todo una notable falta de datos fiables o contrastables.
De hecho, existen algunas fuentes de información alternativa (eso sí, muy
presentes en Internet) y unos pocos libros y artículos, pero en general se
trata de datos de complicada trazabilidad y con una gran escasez de
documentación original.
Transcripción de los jeroglíficos de Gosford |
Así, el buque insignia de las
argumentaciones alternativas, el conjunto de jeroglíficos de Gosford, ha sido
objeto de fuertes críticas, siendo calificado por todos los expertos que han
examinado los signos como un burdo fraude cometido en el pasado siglo XX. Por
de pronto, en primer lugar, está claro que por mucho que se quiera relacionar
el Relato del náufrago con la historia de Nefer-Djeseb, estamos ante una
simple comparación que sin más detalles no permite identificar el lugar a donde
fue a parar el náufrago. En segundo lugar, Kariong, en Nueva Gales del Sur,
está en la costa este australiana, y deberíamos suponer que la nave egipcia
naufragó justo en la otra costa (la oeste, más próxima al Índico, por donde
deberían haber venido los egipcios). Lo lógico hubiera sido encontrar algún
resto en la otra costa y no en el otro extremo del continente, si bien el
propio texto dice que los náufragos atravesaron duros territorios (¡casi toda
Australia, que no es poca cosa!). Así, da la impresión de que el propio texto
parece tratar de justificar la presencia de esos jeroglíficos en aquel remoto
lugar tan al este...
En tercer lugar, está la opinión
profesional de los expertos en escritura jeroglífica, que no apoyan la
autenticidad de las inscripciones. El profesor Boyo Ockinga, del departamento
de Historia Antigua de la Macquarie University, ha estudiado los
jeroglíficos y ha concluido que son falsos por estos motivos:
- La manera en que están dispuestos los jeroglíficos no es propia de los egipcios; muestran un inusual desorden (algunas otras opiniones inciden en que en realidad el texto está muy deslavazado y no ofrece una historia coherente).
- Las formas de algunos signos no se corresponden con el estilo del Imperio Antiguo, sino con formas mucho más tardías, nada menos que 2.500 años posteriores. No hay manera de explicar este enorme desfase cronológico.
- Es muy extraño, como ya se ha comentado, que estas inscripciones aparezcan en la costa este, cuando deberían estar al oeste del país.
Para Ockinga, estos jeroglíficos
posiblemente daten de la década de 1920, cuando hubo una gran expectación
mundial por el descubrimiento de la tumba de Tutankhamon, a lo que habría que
sumar el hecho de que muchos soldados australianos habían estado estacionados
durante la Primera Guerra Mundial en Egipto y se habían familiarizado con la
escritura jeroglífica. Y en efecto, se tiene constancia de la existencia de otros
grabados falsos pseudo-egipcios realizados por soldados que habían
estado en Egipto, si bien corren rumores de que las inscripciones podrían ser
mucho más “modernas”, realizadas por un emigrante yugoslavo aficionado a la
egiptología en los años setenta, o por unos estudiantes de arqueología de la
Universidad de Sydney, ya en los 80. A su vez, el egiptólogo australiano Naguib
Kanawati ha afirmado que los signos grabados pertenecen a diferentes épocas y
que incluso algunos de ellos fueron dibujados al revés.
Asimismo, diversos críticos han
incidido también en otras graves anomalías como varios errores en la
representación de los signos, la forma totalmente inusual de los cartuchos de
los faraones (completamente rectangulares), la mención a dos hijos desconocidos
de Khufu, la incorrecta forma Re-Heru para citar al dios Re-Horakhty[6],
etc. Y para cerrar la polémica, en cuarto lugar, los geólogos locales han
señalado que los petroglifos de los aborígenes realizados en la misma zona y
sobre la misma arenisca muestran una erosión mucho más marcada... y apenas
tienen unos 250 años de antigüedad.
Petroglifos realizados por aborígenes australianos |
De todas formas, se debería
reconocer que el falsificador no podía ser un soldado iletrado o un mero
aficionado a la egiptología. Seguramente debía tener cierta habilidad artística,
así como unos buenos fundamentos de la antigua lengua egipcia, pues el
contenido, aunque extraño, trata de explicar una historia con el lenguaje y
escritura de los antiguos egipcios. Lo que cuesta de entender es quien se
tomaría la molestia de realizar tanto trabajo, de forma anónima y con qué fines
(¿sólo como una broma o para ganar una apuesta?). Lo que a todas luces
sorprende un poco es que el traductor de los signos, el supuesto egiptólogo
Johnson[7],
diera el texto por bueno y afirmara que las inscripciones correspondían a la
tumba del Señor Nefer-Ti-Ru, hermano de Nefer-Djeseb.
Y para complicar más el asunto,
el investigador Steven Strong aduce que Aunty Beve, una anciana aborigen
guardiana de las antiguas tradiciones, le había confesado que las inscripciones
eran genuinas, de los antiguos egipcios, y que habían sido conservadas por los
aborígenes a lo largo de las generaciones. Y para sorpresa de Strong, esta
mujer le reveló que en aquella región había otras inscripciones similares aún
más antiguas, y no egipcias sino locales, lo que permitía a Strong sugerir la
osada hipótesis de que quizá habrían sido los egipcios los que habrían recibido
el don de la escritura de los pobladores de la Australia prehistórica. En este
sentido, se ha sugerido que la escritura empleada en Gosford sería una especie
de “proto-jeroglífico” muy antiguo, antecesor de la escritura usada en época
dinástica.
Mi opinión personal al respecto
es que las afirmaciones de la anciana aborigen carecen de toda base científica,
haya o no intención de fraude por su parte, y que Strong y otros no han tenido
en cuenta que existen en Egipto unos restos de un sistema de escritura muy
simple anterior a la época dinástica[8],
y que no se parece a lo que se puede ver en Kariong. Además, en un texto que
cita personajes del Imperio Antiguo no es de esperar que se usase un
“proto-jeroglífico” sino la escritura propia de la época, que nos es totalmente
conocida[9].
Pirámide de Java, en el Pacífico |
En cuanto al tema de la pirámide
de Gympie, el estamento académico tampoco reconoce que se trate de una pirámide
egipcia, ni siquiera un monumento antiguo, sino una estructura reciente, del
siglo XIX, cuando los colonos blancos trataron de construir unas terrazas para
el cultivo pero que acabaron por abandonar por la mala calidad del terreno[10].
De todos modos, aunque pudiéramos reconocer que es una pirámide, hay que
señalar que dichas estructuras en terrazas o plataformas tienen otros claros
paralelos en varias islas del Pacífico y nunca han sido relacionadas con los
egipcios, sino con los antepasados de las tribus actuales, que algunos autores
han querido agrupar bajo la etiqueta de una “civilización perdida” que habría
edificado esas pirámides, así como ciertas estructuras megalíticas muy
notables. En cualquier caso, no se ha realizado en la zona ningún estudio
arqueológico serio, por lo cual nos movemos aún en el terreno de las
conjeturas.
Y en lo que se refiere a otros posibles restos egipcios,
apenas he hallado comentarios críticos o académicos sobre tales objetos. Hemos
de tener en cuenta la posibilidad de fraude o de una simple confusión sin mala
intención. Incluso, aun en el caso de ser auténticos, esos objetos podrían
haber llegado a Australia “de rebote” a través de intercambios comerciales o
culturales, sin necesidad de que los egipcios hubieran pisado tierra austral.
En cuanto a las momias, siendo rigurosos, es de justicia reconocer que la
momificación fue practicada en la Antigüedad en diversos puntos del planeta, y
en este sentido se sabe que la momificación no era una costumbre extraña para
los antiguos habitantes de Australia. En cualquier caso, habría que determinar
hasta qué punto es comparable con la práctica egipcia, aunque ello tampoco
sería prueba irrefutable de la presencia egipcia. Pero, una vez más, sin
estudios sistemáticos ni datos procedentes de excavaciones arqueológicas, es
muy difícil validar la información disponible.
Recapitulando, la posibilidad de
fraude en los jeroglíficos de Gosford es muy alta (aunque el tema es
ciertamente confuso y hay opiniones muy recientes que dan validez a los textos[11]),
mientras que el resto de pruebas no resultan suficientemente consistentes, ni
tan siquiera la supuesta pirámide de Gympie, pues entonces estaríamos
relacionando todas las pirámides del mundo con los egipcios, cosa que no
hace prácticamente nadie, ni siquiera en el campo alternativo. Lo que tenemos
es un panorama muy fragmentado en el cual se mezclan a veces elementos
arqueológicos aborígenes con otros no bien definidos. Por lo demás, algunos
esfuerzos como los de los Strong, padre e hijo, han contaminado más la
investigación alternativa al incluir en sus propuestas a los alienígenas
–concretamente pleyadianos– como creadores del Homo sapiens (el aborigen
australiano), lo cual situaría a Australia como cuna de la Humanidad. Además,
según Steve Strong, los aborígenes se habrían desplazado a otros continentes
hace unos 50.000 años, visitando América, Egipto, Japón, India...
¿Huellas australianas en Egipto?
Sin embargo, antes de dar carpetazo
al asunto, resulta obligado sacar a la palestra otros datos que resultan más
bien desconcertantes, y que sugieren que tal vez no sólo los egipcios llegaron
a Australia... sino que volvieron a su tierra natal, llevando consigo “trofeos”
de tan lejano país. Este es el momento de revisar algunos elementos
arqueológicos bastante inusuales que podrían sustentar la conexión
Egipto-Australia en tiempos de los faraones.
Barco egipcio del Mar Rojo, hacia el 1250 a. C. |
Así pues, hemos de aplicar nuevamente el beneficio de la
duda y considerar que si algunas antiguas civilizaciones partieron del
Mediterráneo y llegaron a América –cosa que parece ya suficientemente
demostrada pese a la negación oficial– es igualmente factible que alguna
expedición egipcia llegara a Australia navegando por el mar Índico hasta
arribar al Pacífico. Es oportuno recordar aquí que el navegante e investigador
noruego Thor Heyerdhal ya demostró con su expedición “Ra” que un barco de
papiro construido a la manera antigua egipcia podía haber cruzado el Atlántico
sin mayores problemas. Y ya no digamos si se hubiera tratado de naves mercantes
de madera de mayores dimensiones y capacidades marineras, según consta en el
registro arqueológico. De hecho, si nos fijamos en los relieves que muestran
los barcos que realizaron la famosa expedición al país del Punt (quizá Somalia),
en época de la reina Hapshepsut, podemos ver que los egipcios usaban grandes
barcos, con una gran capacidad de almacenaje.
En este caso, no estaríamos
hablando necesariamente de la llegada accidental de un barco, a causa de una
tempestad, sino de unos cuantos barcos de exploración. En este supuesto, sería
viable un escenario de exploración de la costa oeste australiana (y quizá mas
allá) e incluso de un asentamiento temporal, que habría desaparecido con el
paso de los siglos. Luego de pasar un tiempo allí, la expedición habría
regresado a Egipto portando algunas riquezas o curiosidades de un mundo muy
remoto y bastante exótico. Y todo ello sin ninguna necesidad de dejar pruebas
en forma de jeroglíficos ni mucho menos pirámides.
Este podría ser el hipotético
marco que explicara la presencia de inequívocos bumeranes de tipo aborigen
australiano en el Antiguo Egipto, tanto en representaciones artísticas como en
objetos reales como, por ejemplo, los doce que se hallaron en la tumba del
faraón Tutankhamon. Un examen de estos artefactos nos permite ver su obvia
similitud con los modelos australianos, si bien la ciencia académica afirma
que, de hecho, los bumeranes están presentes en todos los continentes, incluso
desde tiempos prehistóricos muy remotos, indicando que hubo un desarrollo
autóctono de estos objetos en cada región del planeta, sin ningún contacto
cultural que explique su difusión.
Bumeranes hallados en la tumba de Tutankhamon |
Pero las sorpresas no acaban aquí,
pues en algunos relieves con escenas de caza se habían identificado unos extraños
animales que podían ser canguros, como se puede apreciar en el complejo
funerario del faraón Unis (V dinastía) en Saqqara. Para añadir más leña al
fuego, en 1984 el Cairo Times publicaba la noticia de que se habían
encontrado fósiles de canguros en Fayum, cerca del oasis de Siwa (al extremo
oeste del país, casi tocando a Libia). Ahora bien, sólo realizando una pequeña
investigación sobre la noticia original, se llega a la conclusión que esta información
se sacó de contexto, pues los restos fósiles hallados eran excepcionalmente
antiguos (del periodo Oligoceno, unos 20-30 millones de años atrás), y se
trataría de los primeros marsupiales de África, y por lo tanto nada tendrían
que ver con una supuesta “importación” de canguros australianos en época
dinástica.
Asimismo, aunque sea un asunto
menor, en Internet se puede hallar el dato de que en los años 60 unos expertos
del Museo Británico habrían identificado en algunas momias egipcias posteriores
al 1.000 a. C. restos de resina de eucalipto –originaria de Australia– utilizada
para el embalsamamiento. Sin embargo, nuevamente, una búsqueda minuciosa de las
fuentes originales no permite validar esa información desde el punto de vista
científico[12].
Conclusiones
¿La figura de un canguro en Egipto? |
Siendo rigurosos, la prueba más firme para sustentar la
hipotética relación entre Australia y Egipto se reduce a los bumeranes. Al
respecto, podemos afirmar con toda seguridad que los egipcios emplearon los
bumeranes con los mismos fines que los aborígenes, esto es, como arma
arrojadiza[13]. Podríamos
especular con las hipótesis de que fueron los egipcios los que “inventaron” el
bumerán y lo llevaron después a Australia o que en realidad se trató de
desarrollos totalmente autóctonos (lo que defiende la ciencia oficial), lo cual
echaría por tierra toda posible conexión entre ambos territorios. En lo
referente a los canguros, cuesta explicar su presencia en Egipto a menos que
fueran llevados allí desde el continente austral, dando por hecho que pudieran
sobrevivir al viaje y luego reproducirse en el país africano, aunque fuese
limitadamente. Por supuesto, tal presencia sólo se sustenta por las
representaciones artísticas, pues no se
han encontrado huesos de estos animales en las excavaciones arqueológicas de época
faraónica. Por tanto, dado que aquí se proyecta la larga sombra de la duda,
sería preciso reexaminar bien esos relieves y pinturas y determinar si se ha
producido o no una confusión, cosa que entra dentro de lo posible.
Todo este escenario, aun con
mucha cautela y siendo generosos, podría apuntar a una relación directa
transoceánica –más o menos excepcional o esporádica– producida en un tiempo
indeterminado, si bien podría datarse como mínimo en la época del faraón Unis
(2342 a. C. - 2322 a. C.), del Imperio Antiguo, según los relieves hallados en
Saqqara[14].
En cualquier caso, los académicos australianos no han dicho ni media palabra
sobre los canguros y los bumeranes hallados en Egipto, hecho cuya aceptación
abriría sin duda nuevos horizontes al estudio de la historia más antigua de
Australia.
En definitiva, una vez expuestos
estos argumentos, se ve que la presencia de los antiguos egipcios en Australia
no es un tema cerrado, ni por uno ni por otro lado, pero los restos hallados en
Egipto parecen dar fuerza (aunque no mucha) a esta hipótesis, por encima de las
confusas pruebas de Australia, que no deben despreciarse, pero sí ser
examinadas en conjunto con mayor rigor y profundidad para dilucidar qué es
genuino y qué es fruto de la confusión o el fraude. Otra cosa es que el
estamento académico esté por la labor de investigar estos hechos o se mantenga
instalado en el negacionismo y en el paradigma autoctonista, y más bien parece
lo segundo. Y desgraciadamente, gran parte de la investigación alternativa
parece estar falta de método y rigor, por no mencionar la intrusión en este
asunto de otros temas más etéreos como los antiguos astronautas.
Mapa de Piri Reis |
Sea como fuere, estas propuestas
de contactos marítimos a enormes distancias vienen a reforzar la tesis de que
en el Mundo Antiguo la navegación estaba posiblemente mucho más desarrollada de
lo que se ha considerado hasta la fecha, y la llegada de varias civilizaciones
y culturas a América en tiempos muy remotos, mucho antes que Colón, sería buena
prueba de ello. También eso explicaría una antiquísima cartografía insólita y
muy avanzada que permanecía reservada a unos pocos y que aparecería en
destellos puntuales como en el famoso mapa del almirante Piri Reis. Y si nos
vamos un poco más allá, estas teorías vendrían a enlazar con lo que Charles
Hapgood afirmó hace 50 años acerca de la existencia de una gran civilización
marítima, desconocida y muy antigua, capaz de recorrer todos los mares del
planeta y realizar cartografías de bastante precisión, algo impensable para
esos tiempos.
© Xavier Bartlett 2016
Fuente imágenes: Wikimedia Commons, crystalinks.com y bibliotecapleyades.com
[1] Así, por
ejemplo, se llegó a especular con un origen egipcio de las pirámides
mesoamericanas, dado su parecido con las egipcias y su datación relativamente
tardía en la mayoría de los casos. Actualmente, empero, la ciencia considera
que fueron un desarrollo autóctono y que la presencia egipcia en América es una
entelequia.
[2] Para quien
desee profundizar en esta polémica le remito a estos documentos disponibles en
Internet:
http://www.bibliotecapleyades.net/egipto/esp_egipto_grandcanyon_sp.htm#La_Importancia_del_Descubrimiento_en_1909
[3] Respecto a
estos hallazgos, parece que la fuente de la información procede de un libro alternativo
llamado The Gypie Pyramid Story publicado en 2005.
[4]
Curiosamente, en una de estas figuras solares aborígenes llamadas Tjuringa,
los rayos acaban en una especie de pequeñas manos, al igual que se puede ver en
las representaciones de los rayos de Atón. No obstante, la gran mayoría de
estas figuras no se asemeja a la típica iconografía egipcia.
[5] Esta expedición
también observó que los isleños de Torres Straits (entre Australia y Nueva Guinea)
usaban unos barcos bastante similares a los antiguos barcos funerarios egipcios
para dejar a los fallecidos en los arrecifes de coral.
[6] La síntesis
de los dioses Ra o Re (la divinidad solar) y Horus, hijo de Osiris e Isis.
[7] Según he
investigado en Internet, existe un profesor Ray Johnson, egiptólogo
estadounidense de la Universidad de Chicago, pero este Ray Johnson australiano
no sería un académico, sino un simple erudito, con conocimientos limitados de
la antigua lengua egipcia y los jeroglíficos.
[8] Se trata de
unos signos impresos en arcilla hallados en Abydos con una antigüedad de
3400-3200 a. C.
[9] De todas
formas, en muchos casos los expertos han topado con inscripciones “toscas” que
fueron tomadas por falsificaciones y luego se vio que no lo eran, debido a que
el escriba o artesano no era muy diestro o no tenía suficientes conocimientos
de la lengua escrita.
[10] Es muy
curioso que este mismo argumento se aplique a las pirámides de Güímar
(Tenerife, España), unas estructuras formadas por varias plataformas que son
consideradas por la mayoría de científicos como “majanos”, unos apilamientos de
piedras en forma de terrazas realizadas en el siglo XIX para cultivar una
planta local.
[11] Un estudio in
situ realizado en 2014 a cargo de un equipo egipcio experto en jeroglíficos
(el Khemit School of Ancient Mysticism, entidad no académica) avala la
autenticidad de las inscripciones de Gosford.
[12] Al parecer,
hasta donde he podido llegar, se trata de un dato citado en un artículo de un
autor llamado Michael Terry pero que no tiene soporte en la literatura
científica. Además, se habla de una única momia ubicada en el Valle del Jordán,
no en Egipto.
[13]
Contrariamente a lo que cree mucha gente, los primeros bumeranes no estaban
diseñados para regresar al punto de lanzamiento; los bumeranes que retornan
serían muy posteriores y probablemente fueron utilizados solo como un mero
pasatiempo, no como arma.
[14] Por
supuesto, sin tener en cuenta los polémicos jeroglíficos hallados en Australia,
que nos retrotraerían a los faraones de la IV dinastía (alrededor de 2500 a.
C.)
3 comentarios:
Pobres egipcios, todo el mundo queriéndoles mangonear su cultura.
Para mi lo más probable es que el descubridor de los jeroglíficos, fuese también su autor.
Puede que los egipcios llegasen a Australia, pero, puede también que no dejasen huellas y eso no sería "rentable" para nadie.
De cualquier forma no tiene mayor transcendencia, creo yo, pudieron llegar, pudieron incluso volver, pero eso no afectaría a la historia,solo sería algo anecdótico.
Un saludo.
De acuerdo totalmente con Piedra...un comentario objetivo y prudente...
Lo de la representación del canguro es menos raro de lo que podría parecer...por una razon...en el desierto de Egipto vive el Jerbo de Egipto...busquenlo en internet...y es como ver un canguro en miniatura...es posible que el supuesto canguro solo es un jerbo...
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