En su día ya dediqué un amplio artículo al tema de los
geoglifos (grandes dibujos o trazados realizados sobre el terreno), incluyendo
un comentario sobre las famosas líneas de Nazca (al suroeste de Perú), pero
ahora he creído oportuno realizar un contraste entre las visiones académicas y
las alternativas sobre Nazca para poner de manifiesto que tanto desde una
visión aparentemente racional y empírica como desde una más literaria o
sensacionalista se acaba cayendo en meros ejercicios de imaginación. En efecto,
desde que a inicios del siglo XX se redescubrieron las líneas gracias a los
primeros vuelos realizados sobre la zona, Nazca ha sido objeto de mil y una
teorías, a cuál más imaginativa y fantasiosa, y los propios arqueólogos no han
podido evitar caer en la fácil trampa de que crear unos estupendos modelos
teóricos para que las pruebas sobre el terreno “encajen” luego en dichos
modelos.
Sólo a modo de breve recordatorio, mencionaré las
características principales del paisaje arqueológico de Nazca. Se trata de un conjunto de líneas y de
geoglifos que ocupa una extensión aproximada de unos 750 km2 en la llamada
Pampa Colorada. Los trazados están hechos a base de despejar el duro
terreno –de color blanco-amarillento– de las pequeñas piedras y la arena
superficial de tono marrón-rojizo que lo recubre. Las líneas rectas, de anchura
variable, se extienden por valles y colinas a lo largo de varios kilómetros y
en algunos casos parten radialmente de un centro. Las figuras, alrededor de
unas 300, se dividen en dibujos geométricos (rectángulos, trapezoides,
triángulos...) y representaciones a gran escala de animales (mono, ballena,
colibrí, araña, garza, perro, etc.) aunque también hay alguna forma humanoide, como
el llamado “astronauta”. En cuanto a sus dimensiones, son realmente grandes y
por ello sólo pueden verse desde cierta altura; el mono, por ejemplo, mide poco
más de 130 metros. En lo que se refiere a su autoría y antigüedad, se atribuye
el trazado de las líneas a cultura local nazca, con una datación estimada de
entre el 200 a. C. y el 700 d. C. Claro que los indígenas locales, preguntados en
el siglo XVI por los conquistadores españoles –que habían observado las líneas[1]–
las atribuyeron a las divinidades viracochas...
Erich Von Däniken |
En fin, para mostrar ahora los
dos extremos a la hora de interpretar los geoglifos, me voy a referir a las
teorías del famoso escritor suizo Erich Von Däniken y a una de las más
recientes investigaciones académicas, a cargo de científicos japoneses. Sobre
Von Däniken no hay que hacer demasiadas presentaciones sobre su perfil y sus
métodos. El autor suizo tomó las propuestas creadas por otros y popularizó
mundialmente la teoría de los antiguos astronautas, hasta convertirse en un
exitoso escritor de best-sellers que hacía de la arqueología alternativa
su gran negocio literario. El sistema era simple: tomar todas las “anomalías”
arqueológicas, removerlas un poco, y allá donde había dioses, sustituirlos
automáticamente por astronautas extraterrestres.
Von Däniken ya se ocupó de Nazca en su primer libro
publicado en 1968 Chariots of the Gods? (“Recuerdos del futuro” en
versión española), y se maravilló de unas líneas tan largas y bien ejecutadas,
sobre todo la pista situada sobre el valle de Palpa de varios kilómetros
de largo. Aquello no podía ser una carretera de los incas, como decían los
académicos, sino otra cosa. Porque, en su opinión, “¿qué sentido tenía
para los incas realizar caminos paralelos, que se cruzaban, o que se acababan
abruptamente?” Brillante argumento... Por lo demás, el investigador suizo
reconocía que allí se habían encontrado cerámicas locales de la cultura nazca,
pero que ello de ningún modo justificaba la simplificación de atribuir –sólo
por ese motivo– las líneas a dicha cultura (luego veremos qué dicen los
japoneses al respecto...). No obstante, Von Däniken sacaba a colación algunas
teorías científicas sobre el propósito de las líneas, en concreto las
relacionadas con alineaciones astronómicas, calendarios o rituales religiosos.
Pero, más allá de estos tópicos, el autor suizo presentaba lo evidente: que la
larga “carretera” era obviamente una pista de aterrizaje para naves
aeroespaciales. ¡Cómo no lo había visto nadie antes!
En cuanto al conjunto completo de Nazca, reconocía que no
forzosamente se debía tratar de un “aeropuerto”, pero señalaba lo siguiente (texto
literal): “¿Qué hay de malo con la idea de que las líneas fueron trazadas para
decir a los "dioses": ¡Aterrizad aquí! Todo ha sido dispuesto como ordenasteis?” Para
Erich Von Däniken, todas las figuras de Nazca –y de otros lugares del
Perú– no podían ser más que señales para un ser flotante en el cielo. Imaginación al poder.
Las largas pistas de aterrizaje... según Von Däniken |
En su segundo libro, titulado en
castellano Regreso a las estrellas, Von Däniken narra su experiencia
sobre el terreno, así como su conversación con Maria Reiche[2]
sobre las líneas. Y una vez más, vuelve a rebatir las interpretaciones
convencionales y reincide en su teoría del aeropuerto. Según su visión, los
extraterrestres aterrizaron sobre la llanura de Nazca y construyeron un
improvisado aeropuerto con dos pistas para las naves “que hubiesen de operar en
las cercanías de la Tierra”. El caso, es que los alienígenas realizaron su trabajo
–el autor suizo no nos dice cuál– y luego regresaron a su planeta. Sin embargo,
los nativos “deseaban ardientemente” el regreso de los imponentes dioses,
y de este modo empezaron a trazar nuevas pistas sobre la llanura (que serían
las líneas que cruzan las dos pistas principales). Luego, al ver que los dioses
no volvían, los sacerdotes ordenarían trazar nuevas pistas orientadas según las
estrellas (lugar de procedencia de los dioses), aunque nuevamente sin éxito.
Con el paso del tiempo, los recuerdos de los dioses se convirtieron en
tradiciones sagradas y los sacerdotes impulsaron el trazado de las figuras
–algunas de ellas relacionadas con el vuelo– para estimular el regreso de los
casi olvidados dioses. Y lógicamente todo debía ser realizado a gran tamaño,
para que pudiera verse bien desde los cielos[3].
Como puede comprobarse, a Von
Däniken no le faltaba imaginación para “escenificar” la creación de las líneas
y geoglifos a partir de una supuesta inspiración extraterrestre, pasando por
alto algún hecho incómodo dentro de su propia lógica, como la más que
improbable necesidad de realizar largas pistas para naves alienígenas muy
avanzadas (estilo platillo volante, para entendernos) que estarían a
años-luz de la tecnología de las lanzaderas espaciales modernas que han de
aterrizar como un avión. Por lo demás, y en honor a la verdad, Von Däniken
exponía acertadamente los problemas de las visiones académicas y dejaba claro
que para realizar las grandes figuras no se precisaba tecnología
extraterrestre, sino un meticuloso trabajo a escala sobre el terreno.
Conjunto monumental de Cahuachi |
Si ahora saltamos a los inicios
de este siglo XXI, un equipo de científicos japoneses de la Universidad de Yamagata
propuso hace escasos años una nueva teoría que explicaría convincentemente lo
que se puede ver en Nazca. En líneas generales, la teoría propone que los
trazados son fruto de dos culturas diferentes en dos épocas también distantes.
Los científicos, liderados por el profesor Masato Sakai, descubrieron hasta 100
nuevos geoglifos y observaron que en la intersección de varias líneas se
acumulaban fragmentos de vasijas de cerámica rotas.
Luego analizaron la
posición, el estilo y el método de elaboración de los geoglifos y llegaron a la
conclusión de que había hasta cuatro tipos distintos de geoglifos que se
insertaban en una serie de caminos que guiaban hasta un antiguo centro
ceremonial de época pre-incaica llamado Cahuachi. Con estos datos dedujeron que
las líneas marcaban una especie de ruta de peregrinaje de los nativos, que
llevarían sus ofrendas desde la llanura de Nazca hasta el citado conjunto
religioso.
Estudiando más a fondo el tipo de
geoglifos y los animales representados, y sobre todo el punto de partida, los
científicos japoneses reconocieron que los distintos estilos conducían al
templo desde lugares separados en el espacio, pero también en el tiempo. De
este modo, Sakai afirmaba que se veía una diferencia apreciable entre los
geoglifos del periodo formativo (hasta el 200 d. C.) y los del periodo del
nazca inicial (hasta el 450 d. C.). Los primeros, según Sakai, se situaron para
ser vistos desde los caminos rituales mientras que los segundos se usaron como
lugares de actividades rituales como las destrucciones intencionadas de las
vasijas de cerámica (datadas precisamente en ese periodo).
Visto este panorama, no cabe duda
de que la creación de sugestivos escenarios no es propia de los autores
alternativos. Si sustituimos la épica de los dioses venidos en sus naves desde
lejanos planetas por el tradicional y socorrido cajón de sastre de los
académicos –religión, creencias, magia, rituales, cultos, etc.– cuando se
enfrentan a culturas muy antiguas estamos más o menos en las mismas. Aquí, más
que imaginación, vemos la habitual construcción de un modelo que más o menos
encaja en los márgenes conceptuales de ese cajón de sastre, y en el cual las
pruebas físicas (esto es, los propios geoglifos) no son explicadas, sino insertadas
en el modelo.
En efecto, en el caso de esta
novísima teoría, uno se podría preguntar si tanto esfuerzo para crear rutas de
peregrinaje estaba justificado, cuando se podría haber ideado un sistema mucho
más simple a base de hitos, por ejemplo, o de una calzada. Para los científicos,
quizá la presencia cercana del centro ceremonial (está casi tocando a la
llanura de las líneas y geoglifos, a unos pocos kilómetros) ofrecía una buena
respuesta para el sentido religioso de los trazados, pero más parece una feliz
explicación que no acaba de cuadrar: por un lado, no está claro que Cauhachi
tuviese una función religiosa[4],
y por otro lado, parece mucho trabajo –y muy complejo– para tan escasa
distancia. Aparte, especular a partir de unas meras diferencias formales
resulta bastante gratuito y no aporta más certezas. Realmente, no sabemos por
qué las cerámicas están ahí, por qué las rompieron y si dicha actividad se podría
calificar como “ritual”. En fin, me sorprende que con tan poca evidencia –y tan
difusa– se haya podido construir una historia de peregrinaje tan elaborada, y
tan distinta de otras teorías académicas como la representación de constelaciones,
la figuración de dioses o animales chamánicos, la identificación de corrientes
de agua subterráneas, la plasmación de un gran mapa sobre el terreno, ¡e
incluso la de una forma de controlar a la población teniéndola ocupada en un
trabajo comunal!
Lo cierto es que la realidad de
Nazca es mucho más compleja y el intrincado batiburrillo de líneas y de figuras
de enormes dimensiones parece algo que desborda el estricto marcado de una
incierta ruta de peregrinaje religioso. Recordemos que los geoglifos son
apreciables en superficie pero su limitada visibilidad (y por ende,
significado) desde tierra no tendría sentido, a menos que alguien se elevara
mucho sobre el suelo y pudiera apreciar la simbología grabada sobre el terreno,
lo cual nos llevaría al consabido callejón sin salida: nadie volaba en aquella
época, presuntamente, a menos que demos crédito a hipotéticos viajes astrales de
los antiguos chamanes[5].
En definitiva, todo resulta demasiado opaco para nuestra moderna forma de
pensamiento. O quizá nos estemos perdiendo algo... vaya usted a saber si al
final tendremos que volver a sacar a escena a los dioses de Von Däniken
a partir de la teoría del llamado cargo-cult[6].
La Panamericana corta muchas de las líneas y figuras. Aquí se aprecian el lagarto y el árbol. |
En cualquier caso, nadie a día
hoy –ni en el bando académico ni en el alternativo– tiene una explicación convincente
sobre el propósito de las líneas de Nazca, lo que se podría extender a muchos
otros geoglifos localizados en Sudamérica u otras partes del mundo. Tampoco hay
completa seguridad sobre su datación, pues las cerámicas halladas podrían ser
posteriores a la realización de las líneas o bien podríamos estar ante una fase
de mera restauración. Siendo rigurosos, la presencia de esos objetos situaría
la intervención más moderna alrededor del 700 d. C., si bien parece demostrado
que los trazados fueron realizados a lo largo de extensos periodos de tiempo.
En este sentido, algunos estudiosos especulan al menos con dos momentos: uno
inicial en que se dibujaron las figuras de animales y otro tardío en que se
trazaron las figuras geométricas y las líneas, que en muchos casos cortan a las
anteriores. Poco más se puede decir del conjunto, aparte de una mera
descripción y una aproximación al método de construcción de las líneas y las
figuras. Lo que resulta claro es que dada la extrema sequedad de la zona –una
de las más áridas del planeta– y la baja erosión del terreno[7],
los autores escogieron una región óptima para la perdurabilidad (casi eternidad)
de sus trazados.
La figura de la araña |
Puestos a especular y agitar la imaginación, déjenme que
añada mi modesta aportación, a partir de unas simples reflexiones y comentarios.
En primer lugar, no descarto una función utilitaria de los geoglifos, en algún
tipo de aplicación práctica relacionada con la agricultura, como calendario o
marcador natural de las estaciones, pero las explicaciones que he leído al
respecto no pasan del nivel de la conjetura y apenas desarrollan los argumentos del ámbito de la astronomía. Lo que sí
es cierto es que la repetida tesis de que las líneas marcaban posiciones de
astros y constelaciones ya fue desechada por varios especialistas en el tema
hace muchos años. Concretamente, el experto en arqueoastronomía británico Gerald
Hawkins estudió casi 200 líneas in situ en 1973 y, tras analizar las posibles
correlaciones mediante computadora, llegó a la conclusión que apenas un 20% de éstas
casaban con alineaciones astronómicas, y tal vez por mera casualidad.
En segundo lugar, me sorprende hasta cierto punto que los nativos de la zona hayan perdido completamente el sentido de esa tradición y que ya incluso en el lejano siglo XVI atribuyesen los trazados a los viracochas. Es una ruptura cultural que me recuerda a otras tantas disociaciones entre ciertos restos “anómalos” y las tradiciones de los nativos, que se refieren a otra época o cultura muy anterior, algo que no era propiamente “suyo”. A este respecto, algunos científicos –como Johan Reinhard– han atribuido gratuitamente creencias y rituales a los autores de las líneas para explicar la realización de los trazados y sobre todo su gran tamaño; concretamente se trataría de un culto o adoración a unos inciertos “dioses de las montañas”, los cuales –transmutados en aves o felinos voladores– podrían observar los geoglifos desde las alturas.
En tercer lugar, podemos comprobar que la mayoría de los animales representados –de forma esquemática pero con gran habilidad– no son propios de esa región desértica del Perú, quizá con la excepción del cóndor[8]. Asimismo, es curioso ver que algunas figuras presentan algunos rasgos fantásticos, como una garza (o alcatraz) con un larguísimo cuello en zig-zag. Hay también algunos rasgos extraños, como un ser no identificado con unas grandes manos o garras, una con cuatro de dedos y la otra con cinco. Incluso el mono aparece con diferente número de dedos en sus extremidades. Además, varios de los animales acaban “conectados” a una serie de líneas cuya explicación es toda una incógnita. Ello por no mencionar el misterioso humanoide (“el astronauta”) de unos 30 metros de largo, que tanto ha dado que hablar a los ufólogos: un individuo de aspecto robótico con una gran cabeza casi cuadrada, dos ojos circulares (pero sin nariz ni boca ni orejas), un cuerpo sin definir y un brazo en alto en posición de saludo. Para los arqueólogos se trata, como no podía ser de otro modo, de algún tipo de divinidad, a pesar de que no hay ninguna iconografía religiosa similar en la zona.
En segundo lugar, me sorprende hasta cierto punto que los nativos de la zona hayan perdido completamente el sentido de esa tradición y que ya incluso en el lejano siglo XVI atribuyesen los trazados a los viracochas. Es una ruptura cultural que me recuerda a otras tantas disociaciones entre ciertos restos “anómalos” y las tradiciones de los nativos, que se refieren a otra época o cultura muy anterior, algo que no era propiamente “suyo”. A este respecto, algunos científicos –como Johan Reinhard– han atribuido gratuitamente creencias y rituales a los autores de las líneas para explicar la realización de los trazados y sobre todo su gran tamaño; concretamente se trataría de un culto o adoración a unos inciertos “dioses de las montañas”, los cuales –transmutados en aves o felinos voladores– podrían observar los geoglifos desde las alturas.
En tercer lugar, podemos comprobar que la mayoría de los animales representados –de forma esquemática pero con gran habilidad– no son propios de esa región desértica del Perú, quizá con la excepción del cóndor[8]. Asimismo, es curioso ver que algunas figuras presentan algunos rasgos fantásticos, como una garza (o alcatraz) con un larguísimo cuello en zig-zag. Hay también algunos rasgos extraños, como un ser no identificado con unas grandes manos o garras, una con cuatro de dedos y la otra con cinco. Incluso el mono aparece con diferente número de dedos en sus extremidades. Además, varios de los animales acaban “conectados” a una serie de líneas cuya explicación es toda una incógnita. Ello por no mencionar el misterioso humanoide (“el astronauta”) de unos 30 metros de largo, que tanto ha dado que hablar a los ufólogos: un individuo de aspecto robótico con una gran cabeza casi cuadrada, dos ojos circulares (pero sin nariz ni boca ni orejas), un cuerpo sin definir y un brazo en alto en posición de saludo. Para los arqueólogos se trata, como no podía ser de otro modo, de algún tipo de divinidad, a pesar de que no hay ninguna iconografía religiosa similar en la zona.
La figura del mono. Véanse las líneas asociadas y la elaborada cola en espiral. |
El extraño aspecto del humanoide llamado "el astronauta" |
Sea como fuere, si tratamos de dar una interpretación a
las figuras, acabaremos por recurrir al mundo simbólico. Así, cada animal
podría tener un simbolismo propio, y quizá tuviera alguna conexión con el mundo
celestial, lo cual justificaría el gran tamaño, como si hubiera algún vínculo
con la gran escala del firmamento. En conjunto, podríamos observar aquí una
cosmovisión de tipo hermético (“Como es arriba, así es abajo”), plasmada en
geoglifos para que tuviese lugar alguna forma de magia o interacción entre el firmamento
(el macrocosmos) y la tierra (el microcosmos). En un contexto similar, me ha
llamado mucho la atención una interpretación muy minoritaria, pero muy
ingeniosa. Según la propuesta de Alan Sawyer, los geoglifos de Nazca podrían
ser una especie de laberintos rituales, pues la mayoría de las figuras
están realizadas con un solo trazo que nunca se cruza consigo mismo. De este
modo, los nativos nazcas recorrerían la figura y absorberían simbólicamente la
esencia del animal en cuestión[9].
Naturalmente, todo esto no es más que otro ejercicio de imaginación...
Pero... ¿y las formas geométricas y las líneas? ¿Estaban
conectadas simbólicamente con las figuras de animales o tenían un contexto o
propósito completamente distinto? ¿Tiene algún sentido realizar formas rectilíneas
con cientos de ángulos y otras sin ninguno (por ejemplo, las espirales)? Tampoco
veo fácil obtener una respuesta para esta cuestión, aunque Maria Reiche
especuló con que se trataba de algún tipo de código o lenguaje, realizado con
enormes signos sobre el terreno. Otros autores, como Paul Deveraux, han
sugerido que podrían tratarse de líneas de fuerza o energía telúrica, las
famosas ley-lines, pero sin abandonar el campo de la mera conjetura. Nuevamente
estamos muy perdidos en este laberinto de formas, porque las teorías
presentadas hasta el momento no han podido ser validadas con pruebas
fehacientes. Es como si estuviéramos ante un mensaje cifrado y careciéramos de
la clave o código para interpretarlo.
La figura de la garza con su largo cuello en forma de zig-zag |
En todo caso, estoy seguro que tanto esfuerzo y precisión
a lo largo de los siglos no se hizo ni para “pasar el rato” ni por motivos
artísticos, políticos o económicos. Para los habitantes de aquella región, las
líneas y geoglifos tendrían un significado muy profundo y concreto que se nos
escapa completamente. Considero que esto es lo que sucede en Nazca y en otros
tantos enclaves de un remoto y extraño pasado, donde el hombre moderno ha
tratado de leer los restos desde su actual estado de conciencia, quedándose en
la mera superficie porque es incapaz de ir más allá.
© Xavier Bartlett 2018
Fuente imágenes: David Álvarez Planas / Wikimedia Commons
[1] Lógicamente,
no vieron las figuras, sólo las largas hendiduras o surcos sobre el terreno. Ya
en 1540 el cronista Cieza de León observó unas señales sobre el desierto
y más tarde, en 1586, el corregidor Luis de Monzón visitó Nazca y recogió esos
testimonios.
[2] Matemática
alemana que llegó al Perú en 1932 y se instaló en Nazca en 1946. Allí estuvo
medio siglo estudiando y conservando las líneas y los geoglifos. Se la
considera la experta de referencia en este tema.
[3] En la misma
línea, el escritor suizo consideraba que el no menos famoso candelabro
de Paracas era una especie de baliza aeroespacial.
[4] La interpretación
de los restos es aún dudosa, pues también se ha sugerido que podría ser una
fortaleza o una ciudadela. La función religiosa se ha atribuido principalmente por
la presencia de una gran construcción escalonada de tipo piramidal.
[5] Otra opción
más “realista” fue sugerida hace décadas, cuando se propuso que los primitivos
nazcas pudieron haber construido unos sencillos globos aerostáticos para “vuelos
ceremoniales” con los materiales que tenían a su disposición. De hecho, en 1975
Jim Woodman y Julian Knott construyeron un globo de prueba –que funcionó– a
modo de arqueología experimental.
[6] El cargo-cult
o “culto a la carga” se refiere a la experiencia vivida por los nativos de
regiones inhóspitas del Pacífico que no habían interactuado nunca con hombres
civilizados y que quedaron asombrados durante la Segunda Guerra Mundial por el
transporte de carga militar mediante aviones. Luego intentaron reproducir o
invocar mágicamente ese transporte –que les proporcionaba fabulosos
recursos– construyendo falsas pistas, aviones, torres, etc. para que retornaran
los “dioses”, sin que lógicamente tuvieran éxito. Los proponentes de la teoría
del antiguo astronauta han utilizado mucho este fenómeno para explicar
determinados objetos o rituales nativos.
[7] No obstante,
en tiempos modernos muchas líneas se han ido deteriorando a causa de la
actividad humana, en particular por las continuas olas de visitantes, y por el
desarrollo industrial de esa zona del Perú, que ha provocado algunos cambios
ambientales.
[8] Hay cierta
controversia sobre este punto, según cómo se interpreten los dibujos, que no
son completamente “realistas”. Por ejemplo, algunos autores han dicho que el
tipo de araña no es autóctono de la zona, al tener una extremidad más larga que
las otras (lo cual casa con una rara especie llamada Ricinulei, que es
propia de remotas regiones de la selva amazónica), pero ese apéndice podría ser
algo similar a las continuidades que aparecen en otras figuras.
[9] Aquí podríamos
referirnos a la antigua simbología de los laberintos, utilizados desde tiempos inmemoriales
en varias culturas y tradiciones de tipo mistérico o iniciático. (Véase como
ejemplo clásico el laberinto de la catedral de Chartres.)
6 comentarios:
Voy a soltar mi hipótesis: el propósito de las figuras era que sus "dioses" las viesen desde el cielo, pero no desde naves espaciales, sino desde globos aerostáticos.
No eran ni dioses ni extraterrestres, eran humanos con algunos conocimientos de más, entre ellos el de que el aire caliente pesa menos y que con tripas de animales, cuerdas y madera ligera se podía fabricar un artilugio volador.
La misma idea que tuvo alguien siglos después e inventó el globo aerostático.
Puede parecer disparatado, pero los materiales necesarios ya se tenían hace 2 milenios y sólo faltaba tener el conocimiento y la idea. ¿Y si alguien los tenía entonces? ¿Qué le impediría construir el artilugio?
Los otros humanos los verían y los tomarían por dioses, por gente venida del Sol, de la Luna, de las estrellas (trola que seguramente aprovecharían los dioses), y llamarían a sus globos aerostáticos, por ejemplo, "carros de fuego" (la cesta o barcaza de madera, el fuego para calentar el aire).
Y ya te puedes imaginar quiénes creo que fueron esos dioses, los caraconos.
Es sólo una hipótesis.
Gracias Cobalt por tu aportación
Bueno, de hecho en las notas al pie ya menciono el tema de los globos y que podrían haberse hecho con los recursos disponibles en aquel tiempo y aquella zona. De todos modos, la supuesta relación o interacción de las figuras con seres "celestes" (vengan de donde sea) sigue siendo un terreno especulativo. Tal vez los tiros vayan por un lugar completamente diferente.
saludos,
X.
Con las prisas por postear no había leído las notas... de todas formas lo que yo planteo es que los tripulantes de los globos no fuesen los nativos de Nazca, sino gentes venidas de otro lugar.
Los de los cráneos alargados estaban por allí y por otras zonas del mundo, los análisis de ADN indican que provienen de Europa oriental y bueno, sus representaciones están en prácticamente todas las culturas antiguas. Para mí tienen todas las papeletas, aunque siempre sin pasar de la hipótesis al no haber pruebas definitivas.
Gracias Cobalt por tu aclaración
Bueno, los famosos cráneos alargados están muy presentes en toda esa zona, como sabrás, y ya expuse en el artículo correspondiente. Otra cosa es averiguar su procedencia y su posible relación con los geoglifos y líneas. En todo caso, todo indica que se trataba de una casta dominante o aristocracia, que con el tiempo desapareció o se fundió genéticamente con las razas "normales". Pero además está el problema de la ruptura cultural, como ya exponía en el texto: los nativos atribuían los trazados a los viracochas, que vete a saber quiénes eran, si es que la cosa no va más allá del mito.
saludos,
X.
Respetando la hipotesis de todos, creer en Von daniken en mi opinion es de ingenuos, creo que este personaje nunca aporto nada sino fabulas por el solo hecho de ganarse un buen dineral, no se porque tanto lo nombra a este señor fraudulento en su pagina, ya que todo lo que escribio esta comprobado que no tiene sustento real y veridico sino fantasias para vender solo su libro pero respeto si es que tiene algo de creible para usted este señor, en mi opinion no hay nada raro en esto sino mas bien como han dicho estos investigadores japoneses fueron rutas de peregrinacion y ir mas alla es ya demasiada fantasia, hablo en este tema particular, claro hay oros misterios que llaman la atencion sobre todo los de los gigantes de la antiguedad. Saludos y muy bueno su blog, solo que no comparto que este pseudo cientifico se le otorgue algo de credibilidad, para mi si somos bien serios y buscamos la verdad o mracionalidad, este Von Daniken no se deberia ni nombrarlo.
Gracias por su comentario y su opinión por el blog
Entiendo su postura ante Von Daniken, pero este blog está dedicado a la arqueología alternativa y por ello he mencionado varias veces a Däniken (un referente en esta disciplina, nos guste o no), aunque no esté de acuerdo con sus propuestas. De todos modos, lo que quería destacar aquí es que aparte de las fantasías del autor suizo sobre las líneas, muchas propuestas científicas sobre el mismo tema carecen de más fundamento que la mera especulación, pero evidentemente "suenan mejor" porque no hay extraterrestres de por medio, y los lugares comunes siempre son bien recibidos.
Saludos
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