Hace unos pocos años tuve el honor de
entrevistar al afamado investigador escocés Graham Hancock para la revista Dogmacero
y al preguntarle cómo se había introducido en el mundo de la arqueología
alternativa me explicó esta asombrosa anécdota ocurrida en Etiopía en los años
80 del pasado siglo. Permítanme que trascriba este fragmento:
“Yo era el corresponsal de África
Oriental para The Economist, por lo cual viajaba regularmente a Etiopía
para realizar informes de actualidad (la guerra civil, la hambruna de 1984...).
Y en uno de mis viajes regulares me encontré en la ciudad de Axum, al norte de
Etiopía. Pasé unos días en la ciudad, y –a pesar de la situación de guerra
civil– me pareció que tenía un ambiente extraordinario, con notables monumentos
históricos, enormes estelas (tan altas como los obeliscos egipcios) y una
catedral muy antigua. Y en los jardines de esa catedral, había una capilla y
fuera de esa capilla, un monje, con el que finalmente llegué a conversar a
través de mi traductor. Me dijo nada menos que era el guardián del Arca de la
Alianza, y –como hacía poco que había visto la película En busca del Arca
perdida– tal afirmación me intrigó inmediatamente. Como periodista,
siempre he tenido olfato para una buena historia y pensé: «Esto es increíble,
en medio de las guerras de Etiopía, este monje me dice que tiene el Arca de la
Alianza en la capilla detrás de él». Este encuentro, que relaté en mi libro The
Sign and the Seal[1], fue el
comienzo de un largo camino para mí, cuando comencé a indagar en este misterio
de que los etíopes afirman poseer el Arca de la Alianza, y si bien los eruditos
se habían mostrado muy desdeñosos al respecto, gradualmente comencé a pensar
que había algo cierto en todo aquello.”
En fin, no cabe duda de que con
el paso de los siglos el Arca de la Alianza se ha convertido en un artefacto
fascinante que cabalga entre el mito y la historia, y cuyo influjo va mucho más
allá del terreno puramente religioso. En efecto, la Biblia –aparte de su evidente
condición de texto religioso– contiene elementos históricos y otros más bien
legendarios o muy dudosos, cuya autenticidad o fiabilidad están bajo sospecha a
falta de datos históricos o arqueológicos que puedan corroborarlos. Este es el escenario
en que se mueve el Arca, que ha sido objeto de numerosas búsquedas y pesquisas
desde que desapareció de Jerusalén en tiempo inmemorial, supuestamente llevada
a un lugar seguro para no ser objeto de expolio. Sea como fuere, a día de hoy el
enigma persiste: ¿Existió realmente el Arca? ¿Qué clase de objeto sagrado era?
¿Realmente se perdió para siempre o está custodiada en Etiopía, como nos
apuntaba Hancock? ¿O tal vez permanece oculta en otro lugar? Vamos a hacer un
poco de historia para situar la polémica y arrojar un poco de luz sobre estas
cuestiones.
Réplica moderna del Arca |
Lo que la propia Biblia nos
cuenta es que fue el dios Jehová o Yahvé el que ordenó a Moisés la construcción
de este objeto, que sería el símbolo o representación física de la divinidad
entre los israelitas. Y en este “encargo” sorprende la exactitud de las
instrucciones dadas por Yahvé para la fabricación del Arca, que podemos leer en
Éxodo 25:10. Básicamente se trataba de una caja de madera de acacia de unas
dimensiones aproximadas de 1,14 x 0,68 x 0,68 metros[2].
Estaba completamente forrada de oro puro en su interior y exterior y tenía una
tapa en forma de trono con una marcada moldura o cornisa y dos querubines
–también de oro– en los extremos, cuyas alas se extendían hacia el centro y se
unían a modo de protección. Aparte tenía cuatro anillos (dos a cada lado) por
los cuales se introducían dos barras o bastones de madera de acacia recubierta
de oro que eran empleados para izar y mover el arca. Con todo, en la Biblia se
menciona que el Arca era a veces transportada en un carro tirado por bueyes
debido a su peso. Y sobre lo que había en el interior de la caja, existen
varias opiniones al respecto, pero se acepta generalmente que contenía
reliquias sagradas, principalmente las Tablas de la Ley o la Alianza (los Diez
Mandamientos) dadas por Yahvé a Moisés en el Monte Sinaí, durante el Éxodo. No
obstante, otra versión apunta a que el Arca guardaba en su interior la
misteriosa máquina del maná (conocida también como El ancestro de los
días), que proporcionó alimento al pueblo de Yahvé en su larga travesía por
el desierto. Y también hay algunos expertos que aseguran que el Arca estaba
vacía, pues era simplemente la morada del Señor.
El dios de los israelitas había
dado también órdenes de que el Arca debía acompañar siempre al pueblo de Israel
y que tenía que ir por delante siempre que el pueblo se desplazase. En lo
referente a su custodia en los momentos de acampada o asentamiento, el Arca
debía morar en un espacio sagrado o santuario llamado tabernáculo, cuyo
diseño y materiales también venían muy especificados por Yahvé. Los
únicos hombres capacitados para manipular el Arca eran los sacerdotes levitas,
los cuales debían vestir de un modo especial y cumplir unos rituales o medidas
de seguridad. Al parecer, el Arca era un artilugio peligroso físicamente,
pues quienes estaban cerca de ella durante cierto tiempo se exponían a enfermar
y padecer vómitos, así como llagas, escamas y eczemas. Además, existe un
relato inequívoco (II Samuel 6, 3-7) en el cual se narra que un hombre llamado Oza (o Uzza) tocó el arca
imprudentemente cuando ésta se balanceaba sobre un carro y cayó fulminado al
instante. Con todo, se sabe que incluso algunos sacerdotes también fueron
víctimas de accidentes relacionados con el Arca.
En cuanto a su función, parece que tenía una doble misión. Por un lado, servía de aparato “trasmisor” entre la divinidad y los líderes israelitas, pues al parecer Yahvé se comunicaba en forma de nube justo por encima de la cubierta. Por otro lado, ejercía de artefacto milagroso para proteger al pueblo de Israel mediante su inmenso poder destructivo. De hecho, en el Antiguo Testamento tenemos relatos específicos del poder del Arca, utilizada para destruir a los ejércitos enemigos –en particular los filisteos– e incluso para derribar murallas (como el caso de Jericó). No obstante, en una ocasión los filisteos consiguieron capturarla y la llevaron a la ciudad de Asdod como trofeo de guerra. Sin embargo, al cabo de siete meses la devolvieron en un carro a los israelitas pues no sólo se habían visto incapaces de sacarle partido sino que habían sufrido varios desastres, como la destrucción de su ídolo Dagón, una plaga y una invasión de ratones, aparte de numerosas muertes y problemas físicos.
En cuanto a su función, parece que tenía una doble misión. Por un lado, servía de aparato “trasmisor” entre la divinidad y los líderes israelitas, pues al parecer Yahvé se comunicaba en forma de nube justo por encima de la cubierta. Por otro lado, ejercía de artefacto milagroso para proteger al pueblo de Israel mediante su inmenso poder destructivo. De hecho, en el Antiguo Testamento tenemos relatos específicos del poder del Arca, utilizada para destruir a los ejércitos enemigos –en particular los filisteos– e incluso para derribar murallas (como el caso de Jericó). No obstante, en una ocasión los filisteos consiguieron capturarla y la llevaron a la ciudad de Asdod como trofeo de guerra. Sin embargo, al cabo de siete meses la devolvieron en un carro a los israelitas pues no sólo se habían visto incapaces de sacarle partido sino que habían sufrido varios desastres, como la destrucción de su ídolo Dagón, una plaga y una invasión de ratones, aparte de numerosas muertes y problemas físicos.
El caso es que, una vez vencidos los filisteos e instalados en Canaán, los israelitas ya no tuvieron que hacer uso de su objeto sagrado por excelencia y lo depositaron en diversas ubicaciones temporales. Finalmente, el Arca fue rescatada por el rey David hacia el año 1000 a. C., que decidió alojarla en un espacio sagrado apropiado, en la capital del reino, Jerusalén, si bien la tarea fue finalmente emprendida por su hijo Salomón. De este modo, el Arca se instaló de forma definitiva en un recinto especialmente protegido (el sanctasanctorum) del templo de Salomón, de donde no salía a excepción de su uso en combate contra los enemigos de Israel. Existe una breve referencia del tiempo del rey Josías (siglo VII a. C.) en que se ordena que el Arca vuelva a alojarse en el templo, sin que sepamos con certeza cuándo ni por qué abandonó su recinto habitual. El caso es que en el 597 a. C.[3] el rey babilónico Nabucodonosor invadió Israel y saqueó Jerusalén. Y es a partir de este punto donde se pierde toda pista del Arca. Según Richard E. Friedman, profesor de hebreo y religión comparada de la Universidad de California, no hay constancia histórica ni arqueológica de que el Arca fuera ocultada, robada, destruida o llevada a otro lugar. Simplemente no hay ninguna información fiable sobre el destino del Arca desde tiempos del rey Salomón (970 a. C. – 931 a. C.), lo que deja las puertas abiertas a varios escenarios.
El Arca transportada por los sacerdotes levitas |
De todos modos, existen otros episodios de conquista de Jerusalén
que han puesto el Arca de por medio. Así, podemos citar la incursión en Canaán
del faraón egipcio Shishak (o Sesonquis), que reinó entre el 945 a. C. y 924 a.
C., y que según algunos autores podía haber arrebatado el Arca a los hebreos al
entrar en Jerusalén. Un milenio después tuvo lugar la intervención romana en
Judea para aplastar una rebelión contra el poder imperial. En este contexto,
los romanos saquearon el segundo templo en época del emperador Vespasiano (70
d. C.) y se llevaron a Roma importantes objetos –tal como se aprecia en el arco
de Tito– como por ejemplo el candelabro de siete brazos o Menorah. Ahora
bien, según una teoría reciente, los romanos no se llevaron el Arca, ya que
ésta habría sido puesta a salvo en la zona de Qumrán, si bien nos seguimos
moviendo en el terreno de las conjeturas. Finalmente, cabe mencionar otra
historia que roza la leyenda, que es la aparición en escena de los cruzados en
Jerusalén durante la Edad Media. Según esta tradición, los caballeros
templarios habrían buscado y encontrado el Arca en las ruinas del templo de
Salomón y se la habrían llevado a Occidente a inicios del siglo XII, lo que
viene a coincidir con la no menos famosa historia del Santo Grial[5].
Otras versiones colaterales afirman que la búsqueda no tuvo fruto o que el Arca
fue a parar al final a las criptas del Vaticano.
Todo esto correspondería a
escenarios relacionados con invasiones extrajeras, pero en paralelo tenemos
otra tradición o explicación para el destino del Arca, y que se remonta a los
propios tiempos de Salomón. Esta nueva visión sería la pista etíope, que
prácticamente ha pervivido hasta la actualidad y ha dado paso a la investigación
a cargo de Graham Hancock, si bien ésta difiere ligeramente de la versión
ortodoxa. Prácticamente toda la historia descansa en un relato etíope llamado Kebra
Nagast, una especie de epopeya nacional de incierta datación medieval y que
describe el nacimiento de la monarquía etíope. Concretamente, se dice que
Salomón y la Reina de Saba tuvieron un hijo llamado Baina-lehkem,
que luego cambió su nombre por Menelik, tal como sería conocido como primer rey
de Etiopía. Pues bien, este Menelik, nacido en África, emprendió un viaje a
Jerusalén a los 22 años para conocer a su padre Salomón. Allí, el espabilado
Menelik aprovechó su estancia para pedir a Salomón el Arca, a lo que éste
accedió siempre y cuando se simulase que el Arca era robada del templo y fuese
sustituida por una falsa. Salomón, oficialmente, se dio cuenta de los
hechos demasiado tarde y no pudo capturar a Menelik, y luego se esmeró en
mantener el tema del robo en secreto, pues no le interesaba que los enemigos de
Israel conocieran la pérdida del poderoso artefacto. De este modo, el Arca fue
llevada discretamente a Etiopía, acompañada por nativos judíos que luego se
convertirían en el pueblo falasha etíope. Más adelante, con la
implantación del cristianismo en el país, el Arca habría sido custodiada
durante siglos por la Iglesia etíope y estaría actualmente a resguardo en la
ciudad de Axum.
La capilla de Sta. María de Sión, en Axum |
Existen otras teorías diversas
sobre el paradero actual del Arca que no comentaré para no extenderme en
demasía, pero que podríamos resumir en dos grandes ámbitos. Por un lado,
algunos autores creen que el Arca habría salido de Israel para ir a parar a
tierras muy lejanas, como Zimbabwe (siendo una antigua reliquia de una tribu
llamada Lemba) o bien Oak Island en Escocia, con la intervención de los
templarios. Por otro lado, los más puristas –siguiendo las antiguas tradiciones
ya citadas– defienden que el Arca permanece aún oculta en algún lugar de Tierra
Santa: el Monte Nebo, el Monte de la Calavera o en lo más profundo del templo
de Jerusalén).
Llegados a este punto, podemos
comprobar que toda la historia del Arca se fundamenta en antiguos relatos o
tradiciones de muy difícil comprobación empírica. Incluso si aceptáramos que
los etíopes disponen de algún tipo de “arca”, nada nos asegura que sea el Arca
original, que debería tener bastante más de 3.000 años si nos remontamos a los
tiempos de Moisés. Es bien posible que el objeto custodiado en Axum no sea más
que una copia, réplica o simple representación de un objeto mucho más antiguo
que, o bien se perdió en la noche de los tiempos o bien no existió nunca. Es
oportuno mencionar ahora que en toda Etiopía el culto al Arca está muy
extendido, hasta el punto de existir unas 20.000 réplicas del Arca en otros
tantos templos. A este respecto, cabe resaltar que ya en la Edad Media
aparecieron numerosas reliquias cuya autenticidad era más que dudosa[6],
incluyendo piezas “duplicadas”. Por lo demás, la época del rey Salomón fue
fructífera en toda clase de leyendas y objetos prodigiosos, como –por ejemplo– otro
famoso artefacto llamado La mesa de Salomón, sobre cuya naturaleza y
paradero se ha especulado mucho, sin que haya visos de sacar nada en claro más
allá de las brumas del misterio.
Moisés en el Tabernáculo frente al Arca |
Ahora bien, si nos adentramos de pleno en el campo de la
arqueología alternativa, hay un elemento del Arca que viene llamando la
atención desde hace décadas, que no es otro que sus extraños poderes, tras los
cuales algunos autores no han visto ninguna mano divina sino una ciencia
y tecnología altamente avanzadas, propias de una civilización superior. No hay
más que leer el texto bíblico para comprobar que del Arca salía una poderosa
energía, rayos, fuego, descargas, etc[7].
De hecho, ya a finales del siglo XVIII un erudito judío alemán llamado Lazarus
Bendavid insinuó que “el Arca de la Alianza de los tiempos mosaicos debió contener un grupo
bastante completo de instrumentos eléctricos, cuyas influencias se hacían
sentir en el exterior.” Esta idea fue retomada en el siglo XX en pleno auge del
realismo fantástico y la Teoría de los Antiguos Astronautas, cuyo núcleo
central consistía en plantear que los antiguos dioses no fueron más que
astronautas de una civilización avanzada llegados de algún lejano planeta.
E. Von Däniken |
En este sentido, destaca con mucho la aportación del suizo Erich Von
Däniken, que prácticamente interpretó todo el Antiguo Testamento en clave
alienígena, considerando a los ángeles como astronautas extraterrestres y al
propio Yahvé como el autoritario jefe de la misión. En su libro Profeta del
pasado (1979), Von Däniken tocó en profundidad el tema del Arca y planteó
la hipótesis de que era un artefacto de origen extraterrestre que contenía la
máquina del maná, esto es, un reactor nuclear capaz de producir un alimento
albuminoide a partir de algas microscópicas y rocío, según la teoría de los autores
G. Sassoon y R. Dale, que tomaron como base la descripción del libro místico judío
Zohar[8]. Para
realizar esta síntesis sería precisa una considerable dosis de radiación y de
ahí la peligrosidad del aparato y la necesidad de tenerlo aislado en una caja
perfectamente protegida (y recordemos que el oro es mejor protector que el
plomo contra las radiaciones). Además, Von Däniken aludía al argumento de que
un artefacto tan extraño y delicado debía estar bien protegido de los rigores
del desierto y de los ojos curiosos del pueblo.
El escritor suizo creía que los extraterrestres descargaron la máquina en
cuestión de su nave (¿la “Gloria de Yahvé”?) y que luego dieron completas
instrucciones a Moisés y a su hermano Aarón para una correcta manipulación y
mantenimiento. El caso es que, tal como nos muestra el relato bíblico, muchas
personas perecieron o enfermaron al exponerse a la radiación o electricidad del
Arca. Sea como fuere, la máquina milagrosa cumplió con su cometido durante 40
años en el desierto, pero una vez llegados los hebreos a la Tierra Prometida
–llena de recursos naturales– cayó en desuso, por lo que fue postergada y luego
alojada en el templo de Salomón. Von Däniken insiste, empero, en que el Arca
seguía siendo un artefacto más o menos “activo” y que por ello tuvo que ser
bien resguardado en un lugar especial (“blindado”) del templo. En cuanto al
destino final del Arca, Von Däniken echa mano del Kebra Nagast y
cree que, en efecto, el artefacto pudo ser llevado a Etiopía, y nada menos que
mediante un carro volador facilitado por el propio Salomón. Ahí es nada.
Hasta aquí podríamos decir que todo esto no es más que una retahíla de
las clásicas fantasías y especulaciones del investigador suizo, si no fuera
porque el tema despertó el interés de algunos profesionales académicos con amplitud
de miras. Me refiero en particular a dos expertos en Física, ya fallecidos, que
además tenían un notable conocimiento de las civilizaciones antiguas (de Egipto
en particular). Por una parte tenemos al profesor argentino José Álvarez López
(1914-2007), doctorado en Física y Química, que abordó el tema del Arca y el
templo de Salomón en su libro El hombre, un náufrago del Cosmos. En
dicha obra, Álvarez, afirma seriamente que el Arca fue el primer condensador eléctrico
de la historia, según los propios datos citados en el Éxodo. Así, el experto
argentino estima que el Arca tenía una capacidad de un microfaradio y una tensión
superior a 20.000 voltios. Álvarez, pese a observar ciertas lagunas en la descripción
del artefacto, identifica unas claras carencias en términos de aislamiento, lo
cual explicaría los muchos accidentes sufridos por los incautos a causa de la
carga estática del Arca, como le sucedió a Uzza. En cualquier caso, Álvarez considera
que, montada encima de un carro, el Arca se convertiría en un arma eléctrica
infernal, lo que cuadra con las descripciones de su enorme poder en el campo de
batalla.
Reconstrucción del Templo de Jerusalén, con las dos columnas |
Por otra parte, cabe citar al físico norteamericano Clesson Harvey
(1925-2012), que estudió el antiguo idioma egipcio y sus jeroglíficos y ofreció
una traducción alternativa de los Textos de las Pirámides. Pero para lo
que nos interesa, Harvey aportó una interesante visión del Arca y su relación
con el antiguo Egipto. Harvey, releyendo la descripción de las cuatro capillas
que protegían el sarcófago del faraón Tutankhamon, llegó a la conclusión de que
se trataba de modelos o réplicas del Arca de la Alianza de los israelitas y que
tales capillas, de madera y recubiertas de oro puro, detuvieron a los
ladrones o intrusos debido a su alto poder disuasorio. En concreto, Harvey
señala que las proporciones en las dimensiones de ambos objetos son exactamente
las mismas, así como sus elementos y materiales, y todo ello remitía a instrucciones
que aparecen en los antiquísimos Textos de las Pirámides. Harvey, por ejemplo,
destaca lo siguiente:
“La forma requerida de la caja rectangular de terrible
poder para tal monstruoso instrumento tenía que ser construida en
sus correctas dimensiones, para que el modelo de Arca pudiera activarse por y entre
los dos arquetípicos querubines de Isis y Neftis, como se describe
repetidamente en los Textos de la Gran Pirámide para activar el Ojo de Heru.”[9]
El faraón Akhenatón |
Concluyendo: no cabe duda de que el mito y el misterio son muy atractivos, tal y como nos mostraba la famosa película de Indiana Jones, pero por desgracia no disponemos de suficientes elementos objetivos para confirmar (pero tampoco desmentir) la existencia del Arca ni mucho menos su hipotético paradero actual, si es que resistió el paso de tantos siglos. Otra cosa sería preguntarse por qué motivo los escribas iban a fantasear sobre tal objeto e iban a poner en boca de la divinidad unas instrucciones tan precisas. Para el mundo académico no hay respuesta para esta cuestión, e insiste en que o bien no existió nunca el Arca o bien fue un simple objeto litúrgico con un simbolismo religioso y nada más.
Sin embargo, ya hemos visto que algunos científicos han
interpretado esas descripciones “técnicas” y han dejado claro que el Arca pudo
haber sido un artefacto tecnológico, en vez de un mero contenedor de reliquias.
Y aquí volvemos una vez más a la conocida tesis de la arqueología alternativa
según la cual existió una civilización superior, muy avanzada tecnológicamente,
que desapareció en un pasado remoto, pero cuyo tenue legado fue aprovechado por
las antiguas civilizaciones conocidas, tal y como se puede apreciar en múltiples
objetos y construcciones en diversas partes del mundo. Ello por no mencionar a
los inevitables extraterrestres de nuestro viejo amigo Von Däniken...
© Xavier Bartlett 2018
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] “Símbolo y
señal: en busca del Arca de la Alianza”,
en edición española.
[2] No obstante,
existen otras versiones –según la interpretación de los eruditos– sobre las
dimensiones, haciendo la caja un poco más grande: 1,75 x 1 x 1 metros, o bien
1,25 x 0,75 x 0,75 metros.
[3] Según otras
fuentes, se cita la fecha de 587 a. C. para el mismo hecho histórico.
[4] La caída y
saqueo de Jerusalén se narra en Cuarto Libro de los Reyes, capítulo XXV.
[5] G. Hancock
es de la opinión de que ambas reliquias eran un mismo objeto, según dedujo del
estudio comparado del Parsifal de Von Eschenbach, la iconografía de la
catedral de Chartres y el relato épico etíope Kebra Nagast.
[6] No hay más
que referirse a la famosa Sábana Santa de Turín, que ha sido analizada por
expertos durante décadas y que sigue en el limbo de la indefinición, si bien la
gran mayoría de científicos cree que se trata de una falsificación de origen medieval.
[7] También se
le atribuye en la Biblia el poder para separar las aguas del río Jordán, lo
cual más bien parece excesivo o fantasioso.
[8] Para más detalles, véase:
http://www.antiguosastronautas.com/articulos/Sassoon01.html
[9] Artículo
original en inglés (The Great Pyramid Texts) en: www.pyramidtexts.com
[10] Véase el
artículo de este mismo blog sobre “El enigmático faraón Akhenatón”.
4 comentarios:
¡ Jope ! vaya galimatias,si seguimos proponiendo teorias,vamos a terminar ubicando el arca,en Padron,debajo de la casa de Camilo Jose Cela.
¡Hay...el enigma,el misterio ! ¿ que tendran para ensimismarnos y conducirnos al deseo continuo de conocer lo mas recondito ?
En el momento en que el misterio deja de serlo,se pierde el interes,el misterio es el combustible del conocimiento.
Gracias por su interesantisimo articulo,muchas de sus aportaciones,las desconocia por completo.
Un saludo efectuoso.
Gracias por el comentario
Bueno, la arqueología alternativa sobrevive en gran parte debido a la atracción por el misterio, pero al menos en mi caso no puedo evitar el deseo de separar lo ficticio de lo histórico y tratar de extraer alguna conclusión razonable. Es más, muchos académicos reconocen que detrás de muchos mitos existe un poso de realidad perdida en la noche de los tiempos... Por lo demás, me gustaría ver qué tienen en esa capilla de Etiopía.
Cordiales saludos,
X.
Mi opinión personal es que una vez entendido que no existieron las tablas de la ley, Yaveh, no representa a Dios, ni siquiera a una forma de Dios o un dios menor, los cuarenta años en el desierto tampoco son reales y ni siquiera el pueblo de Israel se refiere tampoco al pueblo judío... Quiere decir que todo es alegórico e interpretado de forma supersticiosa por aquellos (mayoría) que no se preocupan de indagar en el fondo de los conocimientos y a la vez son confundidos, aun más por otros que aprovechan esa ignorancia y esa falta de preocupación para sacar partido.
Al margen de esto, es posible que en algún momento de la historia, se construyese un objeto siguiendo las indicaciones de la biblia, para o confundir a los devotos y rentables fieles o como simple icono religioso y este haya sido tomado por los nuevos "incultos" como el objeto divino original.
PD; por supuesto es solo mi opinión personal y basada en lo que a día de hoy doy por cierto sobre mis conocimientos "religiosos".
Un saludo.
Gracias piedra
Bueno, ya has leído que hasta los propios arqueólogos israelíes ponen en entredicho la historicidad del Éxodo, y de buena parte del Antiguo Testamento, a falta de pruebas. Con todo ello, la historia bíblica se nos vendría abajo como una mera mitología. Otra cosa ya sería profundizar en la religión judía, la supuesta divinidad de Jehová y sus detalladas instrucciones para construir el Arca. Pero dado que no podemos estudiar el objeto que custodian en Axum, pues nos quedamos igual.
Saludos,
X.
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