Uno de los grandes pilares de la
arqueología alternativa ha sido sin duda la Teoría del Antiguo Astronauta (en adelante, TAA), que fue difundida hace ya
más de 40 años entre el gran público por Erich Von Däniken, si bien esta
propuesta ya había sido esbozada ampliamente por varios autores anteriores al
fenómeno literario del escritor suizo. Básicamente, lo que la TAA viene a proponer
es que el planeta Tierra fue visitado en tiempos inmemoriales por una civilización
extraterrestre y que de algún modo tuvo un papel decisivo en la evolución de la
Humanidad, e incluso en su propio origen (lo que sería la hipótesis
intervencionista, que se opone al evolucionismo académico).
Esta obsesiva búsqueda de extraterrestres
en nuestra historia no se debió a un repentino arrebato de algunos autores con
mucha imaginación, sino que vino marcada por la coincidencia de una serie de
hechos que facilitaron la aparición de estas ideas. Por un lado, está el
nacimiento de la ufología a partir del famoso incidente de Roswell (EE UU)
en 1947. Por otro lado, más o menos en esas fechas, se inició la carrera
espacial y la exploración del Sistema Solar por parte de las grandes
superpotencias. En esta misma línea, cabe destacar que el siglo XX vio crecer
el interés popular por la ciencia-ficción como género literario abierto a todo
tipo de especulaciones sobre razas inteligentes en el Universo. Finalmente,
tampoco debemos menospreciar la influencia de determinadas corrientes
contraculturales o espiritualistas de las últimas décadas, que a veces han
resultado en una crítica directa a la ciencia establecida.
El caso es que, llegados a los
inicios de los años 60, el llamado realismo fantástico puso los
cimientos definitivos de la TAA, que Von Däniken luego difundió exitosamente a
través de su libro “Recuerdos del futuro” y de su correspondiente documental. Para
resumir su enfoque muy brevemente, diremos que Von Däniken defendía la supuesta
presencia de estos astronautas de otros planetas a partir de las formas y
conceptos de carácter divino que produjeron los hombres primitivos como
consecuencia del contacto o influencia de estos seres. Esta sería la razón de
hallar en antiguas culturas de todo el globo numerosas manifestaciones
artísticas o rituales que parecen representar astronautas, naves espaciales,
objetos de avanzada tecnología, etc. y que habían sido malinterpretados por la
ciencia ortodoxa.
Así
pues, si nos centramos en lo que serían ciertas figuras humanas o humanoides de
difícil identificación, la TAA nos ofrece una extensa iconografía de los
antiguos astronautas, esto es, la representación en tiempos
remotos de esos supuestos seres extraterrestres en forma
de pinturas, grabados, relieves o estatuas. Estas imágenes han sido objeto de
observación y análisis por parte de muchos autores alternativos, los cuales
están convencidos de que –como mínimo– tales figuras resultan muy extrañas o sospechosas. En este artículo vamos a
adentrarnos en dicha iconografía para ver qué podemos sacar de ella, y veremos
que una vez más los terrenos de la especulación dan para mucho, mientras que
las certezas son realmente mínimas.
Tipologías del
antiguo astronauta
El primer paso para reconocer esta iconografía es, según la visión alternativa, transmutar a hombres, dioses, espíritus u otros seres mágicos o mitológicos en astronautas, siguiendo un patrón de analogía. Así, esas múltiples estatuillas o representaciones gráficas serían en realidad retratos –que van de lo más figurativo a lo casi simbólico– de lo que los antiguos humanos vieron con sus propios ojos: seres venidos de otros planetas. A este respecto, es harto conocida la comparación que hizo Von Däniken al aparejar la fotografía de una antigua estatuilla con la imagen de un moderno astronauta para evidenciar ciertos rasgos comunes.
El primer paso para reconocer esta iconografía es, según la visión alternativa, transmutar a hombres, dioses, espíritus u otros seres mágicos o mitológicos en astronautas, siguiendo un patrón de analogía. Así, esas múltiples estatuillas o representaciones gráficas serían en realidad retratos –que van de lo más figurativo a lo casi simbólico– de lo que los antiguos humanos vieron con sus propios ojos: seres venidos de otros planetas. A este respecto, es harto conocida la comparación que hizo Von Däniken al aparejar la fotografía de una antigua estatuilla con la imagen de un moderno astronauta para evidenciar ciertos rasgos comunes.
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La lápida de la tumba del rey Pacal |
No obstante, si tratamos de
clasificar las representaciones de estos supuestos astronautas que nos presenta
la literatura alternativa, llegaremos básicamente a dos grandes grupos de
imágenes: 1) las figuras que tienen una vaga semejanza con la indumentaria más
o menos compleja de un astronauta, y 2) las que simplemente muestran seres
humanoides de un aspecto –digamos– extraño, categoría que puede llegar a ser un
inmenso cajón de sastre si incluimos cualquier figura que se salga de “lo
normal”.
Seres extraños ¿de otros mundos? |
Por ejemplo, tenemos figuras
con tres o seis dedos, con grandes ojos o lentes, o con algo parecido a cascos,
o que portan extraños objetos (sobre todo se habla de los seres que trasportan
en la mano una especie de bolsa o cesta), o que irradian luz o algo parecido...
sin olvidar la representación de algunos objetos flotantes que tienen
una cierta semejanza con los famosos platillos volantes. Esta idea de
ingravidez o vuelo también la encontramos en múltiples figuras aladas, que
podrían indicar que estaríamos hablando de seres divinos o semidivinos con la
capacidad de volar (o que proceden del cielo). Asimismo, existen otras figuras
de gran tamaño de diseño más o menos esquemático o simbólico trazadas sobre la
tierra –los geoglifos– que por su aspecto también
se han relacionado con seres venidos del espacio.
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Astronauta de Kiev |
Hecha esta exposición sobre la
tipología general, podemos pasar a profundizar ahora en algunas de las figuras
más clásicas de la TAA, a fin de entender el origen de todas las especulaciones
y contrastar las lecturas académica y alternativa.
Iconos clásicos de los antiguos astronautas
Para empezar con los típicos seres
voladores, podemos citar las pinturas prehistóricas de Valcamonica (Italia) que
muestran unas esquemáticas figuras humanas flotantes que destacan por poseer
una especie de halo con radios (o rayos) en la cabeza. En lo referente a los grandes geoglifos que
representan figuras humanoides cabe destacar el famosísimo astronauta de
Nazca (de aspecto más bien robótico),
algunas figuras de Palpa –ambas en Perú– o el Gigante de Atacama
(Chile). Para los seguidores más entusiastas de la TAA no habría prueba más
evidente que la representación de unos seres humanoides realizados para ser
vistos desde el cielo, esto es, la morada de los supuestos dioses-astronautas.
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Estatuilla dogu |
Ya en el campo alternativo, la
lectura personal de Von Däniken y de otros autores se ha centrado en un tipo en
particular de figuras: las Shakōkidogū o estatuillas de anteojos. Así, donde
los arqueólogos no vieron nada particular, los seguidores de la TAA observaron
algo similar a un traje espacial, un posible casco, una especie de correaje y
unas grandes gafas que destacan poderosamente. La arqueología ha sugerido que
tales gafas o anteojos podrían ser una especie de primitivas gafas solares que
usaban los inuit (esquimales), una
especie de ojeras opacas con una estrecha abertura en el medio para facilitar
la visión. Pero no existen mejores explicaciones.
Lo cierto es que muchos autores
alternativos no han tardado en hacer notar que en diferentes partes del mundo
se reproducían figuras con grandes ojos o anteojos. Por ejemplo, si volvemos al
campo de los seres extraños, tendríamos las estatuillas estilizadas de
dioses con grandes ojos en la antigua Sumeria o las famosas pinturas de wandjina de Australia. Precisamente,
estas pinturas presentan otro frente de interpretación en la TAA, por lo que
vale la pena comentar algunas de sus características. Los wandjina (o wondjina)
aparecen en la mitología de los aborígenes australianos como una especie de
espíritus o seres sabios procedentes de la Vía Láctea, que habrían creado el
mar, la tierra y sus criaturas durante el llamado Dreamtime (“Tiempo de los Sueños”). Se suponía que los wandjina,
que tenían enormes poderes, llevaron al hombre a un estadio de desarrollo y
prosperidad. No obstante, también podían causar desastres naturales si eran
ofendidos por los humanos. Su símbolo era una serpiente, similar a la de otros
pueblos de la Antigüedad.
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Figura wandjina |
Otro escenario clásico de
representaciones de antiguos astronautas se encuentra en el macizo de Tassili
N’Ajjer (Argelia), una región montañosa en pleno desierto del Sahara, pero que
antiguamente fue una región húmeda y frondosa, bañada por ríos. Allí podemos
observar un destacado conjunto de pinturas rupestres polícromas realizadas a lo
largo de miles de años. Las numerosísimas pinturas y grabados (han sido
catalogadas alrededor de unas 15.000 muestras) se han datado entre finales del
Paleolítico y el periodo Neolítico. Las pinturas ya eran conocidas por los
occidentales desde la década de 1930, pero fue el arqueólogo francés Henri
Lothe quien en 1957 difundió a gran escala la existencia de estas pinturas, tras
largos meses de estudio in situ.
Lothe fue el primero en realizar un estudio exhaustivo de las imágenes,
incluyendo una amplia clasificación temática en doce grupos o tipologías. Entre
ellos encontramos figuras humanas estilizadas, figuras de cabeza redonda,
escenas de caza, carros, animales, seres fantásticos, etc.
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El dios marciano |
El
sentido de las representaciones de astronautas
Una vez vista la casuística, podemos
hacernos la inevitable pregunta: ¿Por qué –o para qué– los hombres primitivos
iban a realizar estas representaciones? Entre otros argumentos, Von Däniken
echó mano de un fenómeno antropológico observado en los siglos XIX y XX llamado
cargo cult o “culto a la carga”. Se trata de la peculiar reacción que experimentan
comunidades muy primitivas ante el primer contacto con culturas desarrolladas.
En la práctica funciona como un rito religioso consistente en reproducir una
determinada conducta para obtener determinados bienes proporcionados por sus
dioses o ancestros (representados por la cultura superior).
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Cargo cult en el siglo XX |
Parece claro que
Von Däniken aprovechó el culto a la carga para explicar por qué los antiguos
humanos representaron imágenes de sus dioses, aquellos que supuestamente les
aportaron multitud de bienes y adelantos. No obstante, puestos a generalizar, la
creación de estas peculiares figuras se podría deber a los mismos motivos que
justifican la existencia de imágenes religiosas o mágicas en forma de dioses,
ángeles, santos, héroes, espíritus, profetas, etc. y que están relacionadas con
las creencias o con ciertos rituales. Así pues, podrían ser objetos de
adoración, exvotos, estatuillas funerarias, efigies de antepasados, etc. En la
misma línea, podríamos apelar a la posibilidad de que fuesen fetiches o figuras
totémicas. Recordemos que un tótem es un ser, animal u objeto que tiene un
significado ritual para los pueblos primitivos por cuanto constituye su
emblema, vínculo o símbolo de un origen común. Finalmente, y aunque pueda
parecer algo fuera de lugar, las figuras también podrían ser muñecos o juguetes
para los niños.
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Dogu con aspecto de buzo |
Y para cerrar esta vinculación entre mito y objeto, hay que destacar que
en algunas ocasiones la iconografía se transforma en un ritual completo de
recuerdo de supuestos seres procedentes de otro mundo, como en el caso de
cierta danza de los indios kayapós del Brasil, estudiadas por el antropólogo
brasileño João Americo Peret, en que un nativo, disfrazado con un traje
ceremonial hecho de paja trenzada denominado bo –con un lejano parecido
a una escafandra– representaría a un ser visitante divino llamado Bep-Kororoti
(literalmente, “vengo del universo”).
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¿Seres míticos o reales? |
Así pues, los estudios académicos realizados sobre estas figuras suelen
descansar en el terreno de la antropología, muy particularmente en las
creencias de los pueblos primitivos, cuya mentalidad y cosmología están muy
alejadas de la perspectiva racional del hombre moderno. No hay pues
astronautas, sino símbolos o recreaciones de la realidad que cumplen una
determinada función, que a veces puede resultar confusa o indeterminada. Sin
ir más lejos, las célebres pinturas rupestres del Paleolítico europeo (sin
“astronautas” de ningún tipo) han sido objeto de numerosos intentos de
interpretación en esta clave antropológica-mágica –como los de Breuil,
Laming-Emperaire o Leroi-Gourhan– pero pese a lo exhaustivo de estos trabajos
no pasan de ser conjeturas más o menos fundamentadas.
Conclusiones
Ya ha quedado claro que la TAA presupone
que los hipotéticos visitantes del espacio interaccionaron con las comunidades
humanas primitivas y que dejaron tal impronta que fueron tomados por dioses o
seres superiores que debían ser honrados o recordados, lo que motivaría la
creación de su correspondiente iconografía. Esto es fundamentalmente lo que Von
Däniken y sus seguidores trataron de argumentar, apelando a los relatos míticos
–en los casos en que se podía vincular una tradición conocida a ciertos restos
físicos– que reforzaban la interpretación de la presencia de seres no
terrestres. ¿Pero de qué manera podríamos comprobar la veracidad literal de los
mitos? Existe una enorme dificultad a la hora de trasladar el mundo mitológico
al mundo empírico.
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Una fácil analogía |
Todo esto nos lleva a pensar que la definición de extraterrestre es tremendamente
problemática en el sentido de “ser-venido-de-otro-planeta-en-su-nave-espacial”.
Siendo justos, e incluso dejando a un lado el mito, esas extrañas figuras también
podrían corresponder a seres humanos de civilizaciones superiores muy
apartadas, o tal vez a ignotas civilizaciones submarinas o intraterrenas.
¿Hasta qué punto nuestros posibles prejuicios, fruto de vivir en una era
espacial y bajo la influencia de ciertos referentes ufológicos, nos pueden
condicionar a ver todas estas figuras de una cierta manera, e incluso de
manipular su contexto?
En efecto, los defensores de la TAA quieren ver
extraterrestres o escenas sospechosas en las figuras que no podemos identificar
claramente pero también incluso en algunas representaciones que tienen un
contexto cultural bien identificado. Este sería el caso de la tumba del rey
Pacal, de Palenque, en que los elementos conocidos de la mitología maya han
sido aparcados para ser sustituidos por una visión tecnológica que cuadra con
la hipótesis de la TAA. Obviamente, en este caso, para dar alguna oportunidad a
la iconografía del antiguo astronauta, deberíamos revisar completamente la
validez de los estudios sobre la mitología maya. Dicho coloquialmente, “romper
la baraja” y jugar a otra cosa. En resumen, no hay que desestimar los indicios
que inclinan a la duda razonable, pero para sostener todo el edificio se
necesitan otros cimientos, pues los existentes hoy por hoy no parecen muy
sólidos.
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¿Experiencias chamanísticas? |
Por supuesto, la ciencia
establecida ve aquí alguna argumentación para justificar las rarezas de esa
iconografía, si bien descarta que tales seres sean reales, y se remite al
conocido campo de las alucinaciones producidas en el estado de trance. A este
respecto, podemos rescatar estas palabras de Christopher Chippindale,
conservador del Museo de la Universidad de Cambridge sobre determinadas
pinturas de los pueblos primitivos:
“La interpretación visionaria (que incluye el trance, además del conocimiento y de las habilidades especiales de los chamanes) es común en las sociedades de cazadores-recolectores modernas, o sea que es razonable esperar que también fuera así en las sociedades cazadoras-recolectoras del pasado. Un énfasis reiterado de una especie animal puede ser el signo de estas creencias, al igual que otras formas de expresar, mediante metáforas visuales, los sentimientos de trance (la ingravidez, la idea de flotar, volar y de otredad como la muerte).”[5]
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Las figuras flotantes de Valcamonica (Italia) |
Concluyendo, en un elevado porcentaje de esta
iconografía continuamos en las sombras y sólo podemos recurrir al consabido
mundo ritual, espiritual o mágico para aportar alguna explicación. Ahora bien,
dando esto por hecho, quedarían todavía muchos cabos por atar, a la vista de
cierta casuística que resulta cuando menos desconcertante, frente a la cual las
argumentaciones convencionales –que no suelen ir más allá del clásico campo de
la mitología o la religión– están lejos de ser satisfactorias. Es posible,
pues, que para avanzar en la comprensión de este fenómeno debamos cambiar de chip, ensanchar nuestras fronteras mentales
y plantear nuevos intentos de interpretación en clave genuinamente científica, aunque
se sitúen fuera del paradigma actual.
© Xavier Bartlett 2019
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] Esta
estatuilla fue estudiada a conciencia por el famoso autor Zecharia Sitchin, que
estaba convencido de que era auténtica. Sus argumentos son como poco discutibles,
pero al menos consiguió que las autoridades culturales expusieran la pieza en
un museo para que el público “juzgase por sí mismo”.
[2] La
cronología varía según las fuentes consultadas. Como inicios se citan fechas
entre el 14000 y el 10000 a.C. y como final las fechas se concentran alrededor
del 400-300 a.C.
[3] En
efecto, aquí se ha querido realizar una interpretación del tipo: “ser
alienígena abduce a un grupo de mujeres y se las lleva a la nave con intención
de realizar algún tipo de experimentación o manipulación”.
[4] KOLOSIMO, Peter. El
planeta incógnito. Plaza & Janés. Barcelona, 1971.
[5] FAGAN,
Brian M. (ed.). Los setenta misterios del
mundo antiguo. Blume. Barcelona, 2002.