Acaba de salir al mercado internacional el último libro del conocido autor
de best-sellers Graham Hancock, con
el título de America before (“América
antes”). Hancock es en la actualidad uno de los investigadores más leídos y
comentados en el ámbito de la arqueología alternativa –sino el que más– y por
ello he creído oportuno presentar una breve reseña de esta obra, que esperemos
sea prontamente traducida y publicada en castellano como lo han sido sus
anteriores trabajos. Vamos pues a analizar brevemente su contenido y su posible
interés para los lectores ávidos de novedades en arqueología alternativa.
¿Qué nos ofrece Hancock en America
before? La verdad es que, siendo honestos, el autor escocés no aporta
demasiadas cosas novedosas e insiste grosso
modo en la línea del reciente Magicians
of the Gods (2015), que era una secuela o ampliación del imprescindible
clásico Fingerprints of the Gods
(1995). Una vez más, el eje de todo el discurso es la defensa de una hipotética
civilización desaparecida que existió en tiempos antediluvianos y que fue
víctima del tremendo cataclismo global que Hancock sitúa alrededor del 10800 a.
C., como consecuencia del impacto de un cometa o meteorito en el hemisferio
norte, más concretamente en América[1].
No obstante, Hancock ha ido esta vez más lejos y ha estado buscando
argumentos diversos que desmonten las teorías convencionales sobre la
Prehistoria del continente americano, en particular con relación a su primer
poblamiento humano y al origen de tal poblamiento. El motivo por el que se haya
centrado ahora en América es probablemente porque allí hay una importante
fuente de polémicas prehistóricas y porque conoce bien el terreno, debido a sus
múltiples viajes por la zona, de un extremo al otro del continente. En esta ocasión, Hancock reedita sus exploraciones en los dos
subcontinentes americanos a la búsqueda de anomalías y datos sorprendentes que
refuercen sus visiones sobre un mundo perdido que los académicos parecen
ignorar o despreciar, haciendo hincapié en la herética teoría de que quizás el
origen de la civilización no deba focalizarse en el Viejo Mundo, sino en el
Nuevo.
Artefactos de la cultura Clovis |
En primer lugar, Hancock pone el dedo en una llaga bien conocida, que no es
otra que la cronología del poblamiento humano en América. Frente a la
tradicional versión ortodoxa de la llamada cultura
Clovis[2], que data la
irrupción de los humanos en América hacia el 11000 a. C., Hancock saca a la
palestra nuevos datos que remontan la presencia humana en el continente a nada
menos que 130.000 años, según unos recientes descubrimientos localizados en el
sur de California. A todo esto, debemos decir que Hancock tal vez no quiera
meterse en demasiados líos, pues es bien sabido que algunos científicos han
descubierto y datado diversos restos de presencia humana de mayor antigüedad,
como en los controvertidos yacimientos de Calico (EE UU), Hueyatlaco
(México) y Toca da Esperança (Brasil), que se sitúan en horizonte aún más
audaz, de entre 200.000 y 400.000 años.
En segundo lugar, Hancock explora otro tema que ya había tocado
tangencialmente en trabajos anteriores, y es la diversidad de culturas o etnias
de la América arcaica, poniendo de relieve que la antigua población indígena no
se debía exclusivamente a la penetración de pueblos asiáticos por el estrecho
de Bering[3].
En este sentido, el autor escocés aporta datos sobre unos recientes análisis de
ADN de comunidades indígenas del Amazonas, que muestran una inesperada
presencia de material genético propio de los aborígenes de Australia y de
gentes de la Melanesia. Este hecho, una vez más, pondría sobre la mesa el viejo
debate sobre si los pueblos del Pacífico pudieron llegar a Sudamérica –y establecerse
allí en cierto número– en tiempos remotos, como ya se sabe que sí hicieron en
la isla de Pascua.
Típico mound indígena en EE UU |
En tercer lugar, America Before
nos ofrece una comparativa entre culturas ampliamente separadas en el espacio y
el tiempo, como el antiguo Egipto y la cultura del valle del Mississippi, que
es relativamente poco conocida fuera de los Estados Unidos, pero que resulta
muy notable por sus famosos mounds
(túmulos o colinas artificiales). Hancock busca aquí los paralelismos en las
creencias y costumbres de ambos pueblos, y certifica una serie de rasgos
similares en las tradiciones religiosas y funerarias, así como en la
iconografía ritual. Todo ello, a juicio del autor, no puede ser mera
casualidad, sino fruto de un origen común muy arcaico, lo cual le permite
revivir el clásico difusionismo, una teoría ampliamente combatida desde hace
décadas por el estamento académico, actualmente instalado en el aislacionismo o
autoctonismo.
En cuarto lugar, tenemos un asunto que ya traté aquí en su momento, que no
es otro que la posibilidad de que hubiera existido una civilización desconocida
en medio en la región amazónica. Hancock se refiere en concreto a las
investigaciones sobre diversos restos que desmontan la típica imagen de un
terreno salvaje y apenas poblado por tribus primitivas de
cazadores-recolectores desde hace milenios. En este campo, se citan los
modernos hallazgos de obras sobre el terreno y huellas de poblamiento avanzado,
así como de remodelación del paisaje natural, cuya datación se remonta a más de
13.000 años. Así, Hancock se fija en el gran logro de la llamada terra preta (“tierra negra”), un
esfuerzo por convertir la tierra improductiva en tierra muy fértil capaz de
sostener a grandes comunidades humanas. Además, estos pueblos tendrían amplios
conocimientos de geometría y astronomía, tal y como se puede deducir de sus
monumentos sobre el terreno (que Hancock compara con Stonehenge y Angkor Vat), aparte
de unos imponentes geoglifos, parecidos a los que se pueden admirar en
Norteamérica.
El catastrofismo cósmico como explicación |
Finalmente, cabe mencionar la insistencia de Graham Hancock en su tesis
catastrofista, que lleva incubando desde Fingerprints
of the Gods. En este sentido, se
reafirma en que hubo una gran catástrofe planetaria hace unos 12.800 años
causada por múltiples impactos de grandes fragmentos (algunos de ellos de más
de un kilómetro de diámetro) de un cometa, si bien el epicentro estuvo sin duda
en Norteamérica. Esto, a su vez, provocó la rápida fusión de buena parte de la
capa de hielo ártica que arrasó seguidamente enormes extensiones de terreno. En
este campo, Hancock se apoya en el trabajo de unos 60 científicos que defienden
esta tesis desde principios de este siglo, aunque a decir verdad la mayoría de
la comunidad científica no ve claro el tema del impacto del cometa. En todo
caso, sí que empieza a existir un mínimo consenso científico en que hacia esas
fechas ocurrió un gran cataclismo global cuya naturaleza, origen y magnitud es
aún objeto de controversia. Sea como fuere, Hancock considera que en el lapso
que duró esta época oscura y catastrófica (unos 1.200 años) desapareció toda
una civilización global.
Este vendría a ser el panorama que nos desvela Hancock con su nuevo
trabajo, que incide en contenidos ya presentados anteriormente, y
visto lo visto no se aparta mucho de la estela temática de Magicians of the Gods, sólo que ahora se centra en el continente
americano. A este respecto, me permito realizar dos reflexiones. Por un lado, parece
evidente que a estas alturas Hancock está agotando los enfoques y los temas, y más
bien está dedicándose a ampliar contenidos concretos a partir de
investigaciones puntuales. ¿Estamos pues ante un déjà vu? Admito que siento un gran respeto por todo lo que ha
aportado Hancock desde hace más de veinte años en el ámbito de la arqueología
alternativa, pero es posible que su faceta de autor esté fagocitando a la de
investigador. En este sentido, la realidad es que desde finales de los 80
–cuando dejó su trabajo de periodista– se ha estado dedicando en cuerpo y alma
a la escritura como modus vivendi y ello
provoca la necesidad de seguir creando expectación con cada nueva obra, lo que
cada vez se hace más difícil. Así, como autor profesional que vive de sus libros,
debe publicar nuevos materiales cada cierto tiempo y tal vez este factor esté marcando
la calidad de su producción.
G. Hancock |
Por otro lado, veo que cada vez más tiende a acercarse al mundo académico
(aunque sea a través de voces más o menos heterodoxas) y a no complicarse la
vida o a exponer teorías más audaces. En efecto, a lo largo de su carrera
literaria, y sobre todo al principio, Hancock tuvo muchas críticas –algunas
feroces– y con el tiempo su discurso se ha ido moderando y encajando en
patrones más próximos a la investigación científica académica. Otros autores,
como su amigo Robert Bauval, han seguido este mismo camino buscando un cierto
reconocimiento y un aire de rigor y seriedad que, dicho sea de paso, se echa en
falta en otras tendencias más fantasiosas
de la arqueología alternativa. Entretanto, Hancock ha tenido el gran acierto de
explotar otros terrenos y escribir libros de temáticas alternativas o
incluso de ficción, como las novelas Entangled
o War God.
Ahora bien, lo cortés no quita lo valiente, y creo que Hancock se ha dejado
en el tintero temas no poco polémicos relacionados con la paleontología o arqueología
americana, como podría ser la presunta supresión de pruebas llevada a cabo por el Smithsonian, la posible existencia de seres humanoides como el bigfoot, el turbio asunto de
Hueyatlaco (que sigue en el limbo entre la versión oficial y la herética), la
extraña presencia de individuos de cráneos alargados en diversos puntos del
continente, las nuevas investigaciones sobre el megalitismo americano o el
oscuro tema de los gigantes, que tiene una especial incidencia en aquellas tierras
con testimonios y pruebas de todo tipo. Recuerdo bien que cuando entrevisté a
Hancock en 2013 le pregunté específicamente por los gigantes y me respondió que
no creía en ellos y que de hecho no le interesaba en particular el tema. Bien,
cada uno es libre de enfocar su investigación como estime oportuno y seguro que
un servidor de ustedes es culpable de incontables omisiones, sesgos y errores
en sus estudios.
© Xavier Bartlett 2019
Fuente imágenes: Wikimedia Commons y Santha Faiia (foto de G.H.)
[1] Precisamente, uno de los temas
centrales de Magicians fue el
exhaustivo estudio geológico que muestra las huellas de un terrible cataclismo
en Norteamérica, a causa de un evento cósmico (la caída de grandes fragmentos
de un cometa).
[2] Hay que resaltar, empero, que hoy
en día ya se admite la existencia de un horizonte “Pre-Clovis”, con una
antigüedad máxima que no superaría los 25.000 años.
[3] Cabe destacar que, en libros y artículos anteriores, Hancock
ya había llamado la atención sobre diversas pruebas (esqueletos, esculturas,
etc.) según las cuales la América antigua parecía haber sido poblada también
por individuos semíticos, caucásicos, negroides o asiáticos procedentes de
China.
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