El pueblo serpiente
Hacia el 5500 a. C. los habitantes kurdos de las faldas de las colinas
comenzaron a descender en gran número a las llanuras de Mesopotamia. Fue
alrededor de esa fecha en que se fundó Eridu (la Erec bíblica), la
primera ciudad del Creciente Fértil, con su propio complejo de templos que
incluye un estanque ritual subterráneo.
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Estatuilla de la cultura el-Obeid |
En algún momento alrededor del 5000 a. C., tuvo lugar la llegada a las llanuras
del norte de Mesopotamia de una nueva cultura que se conoce hoy como el Obeid
(en honor a Tell al-Ubaid), el yacimiento en que se detectó su presencia por primera vez durante
las excavaciones del eminente arqueólogo del Medio Oriente Sir Leonard Woolley
en 1922). Este pueblo trajo consigo su exclusivo estilo artístico, así como sus
prácticas funerarias, entre ellas el hábito de colocar unas figuras
antropomorfas muy extrañas en las tumbas de los muertos. Las estatuillas eran
de hombres o mujeres (aunque predominantemente femeninas), con un delgado y
bien proporcionado cuerpo desnudo, hombros anchos, y unas extrañas cabezas
reptiloides que los estudiosos, en general, califican de “aspecto de lagarto”.
En efecto, presentan rostros alargados, como hocicos afilados, con una amplia
hendidura en los ojos (normalmente unas pelotillas elípticas de arcilla
pellizcadas para formar lo que se conoce como ojos de “granos de café”) y un
espeso penacho de betún en la cabeza que representa un moño para enrollar el
pelo (aparecen moños similares en arcilla en algunas cabezas encontradas en
Jarmo). Todas las estatuillas exhiben vello púbico o genitales femeninos o
masculinos.
Cada figurilla Ubaid tiene su propia postura. Con mucho, la figura más
extraña y más impactante muestra a una mujer desnuda que sostiene a un bebé
contra su pecho izquierdo. La mano izquierda del infante está aferrada al
pecho, y no cabe duda de que está succionando leche. Es una imagen muy
conmovedora, a pesar de que tiene una característica escalofriante: el niño
tiene grandes ojos rasgados y la cabeza de un reptil. Esto es muy
significativo, ya que sugiere que se daba por cierto que el bebé había nacido
con esas características. En otras palabras, las cabezas “aspecto de lagarto”
de las figuras no son máscaras o formas simbólicas animalescas, sino imágenes
abstractas de una raza real que –según la creencia del pueblo Ubaid– poseía
tales cualidades reptiloides.
En el pasado, estas figurillas de “aspecto de lagarto” fueron identificadas por
los eruditos como representaciones de la Diosa Madre; una suposición totalmente
errónea, ya que algunas de ellas son, evidentemente masculinas, mientras que
los teóricos de los antiguos astronautas, como Erich von Däniken han
considerado oportuno identificarlas como imágenes de entidades extraterrestres.
En mi opinión, ambas explicaciones intentan clasificar las figurillas de
arcilla en típicos estereotipos que son insuficientes para explicar su
simbolismo completo. Por otra parte, dado que la mayoría de los ejemplos
encontrados procedían de tumbas, donde éstas eran a menudo el único objeto de
importancia, Sir Leonard Woolley llegó a la conclusión de que representaban
“deidades ctónicas”, es decir, habitantes subterráneos conectados de alguna
manera con los ritos funerarios.
Aparte de esta observación, parece muy poco probable que las figurillas
representen a individuos con rostro de lagarto, puesto que no se tiene
constancia de que los lagartos tuvieran un lugar especial en la mitología del
Cercano Oriente. Es mucho más probable que las cabezas sean de serpientes, ya
que se sabe que éstas estuvieron asociadas con las deidades sumerias
subterráneas, como Ningiszida, el Señor del Buen Árbol.
Dado que las cabezas de las figuras de Ubaid parece que fueron modeladas sobre
los patrones mucho más antiguos encontrados en Jarmo, en las montañas kurdas,
¿podrían ser representaciones muy abstractas de los Vigilantes con rostro de
víbora? El hecho de que estas figurillas se encuentren específicamente en
tumbas sugiere que estaban conectadas con algún tipo de práctica supersticiosa
en un contexto ritual funerario. ¿Qué pretendían conseguir los Ubaid colocando
tales imágenes extrañas junto a sus familiares difuntos? ¿Estaban tratando de
garantizar el tránsito seguro del alma al otro mundo, o bien querían proteger
el cadáver después del entierro?
En la tradición babilónica tardía, existía un verdadero temor de que si
los muertos no eran enterrados de manera correcta, su alma entonces sería
arrastrada a los infiernos para convertirse en Edimmus chupadores de
sangre. ¿Es esto lo que temían los Ubaid, que sus familiares fallecidos se
convirtiesen en vampiros si los Vigilantes con rostro de víbora no eran
aplacados de forma adecuada? ¿Incluía esto el entierro de figurillas con rasgos
abstractos, como un difuso recuerdo de la raza caída?
El Inframundo
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Ciudad de Derinküyü |
Aunque a día de hoy no se ha encontrado rastro de ningún reino subterráneo en
Mesopotamia, sí existen ciudadelas ctónicas de extrema antigüedad en el Cercano
Oriente. Por ejemplo, bajo las llanuras de Capadocia, al este de Turquía,
existen no menos de 36 ciudades subterráneas, siendo la más famosa de ellas la
de Derinküyü, que se estima que albergó unos 20.000 habitantes. Las ciudades
exploradas hasta el momento alcanzan profundidades de hasta 400 metros. Tienen
calles, complejos sistemas de túneles, viviendas, y salas y áreas comunales.
Cada una puede quedar aislada del mundo exterior desplazando unas grandes
puertas circulares, mientras que en la superficie, el único signo visible de su
presencia son unas piedras megalíticas verticales que marcan las posiciones de
profundos pozos que también tienen la función de canales de ventilación para
los distintos niveles.
Nadie sabe quién construyó estos dominios subterráneos. Tienen al menos 4.000
años de antigüedad, si bien las pruebas provisionales sugieren que fueron
construidas ya en 9000 a. C., cuando el embate final de la última Edad de Hielo
estaba a punto de llevar al Oriente Medio a unas condiciones árticas. Al mismo
tiempo, los volcanes activos escupían lluvias de fuego, y cuando la Edad de
Hielo finalmente retrocedió, llegaron unas inundaciones comparables con el
Diluvio de la Biblia, lo que causó estragos en las zonas bajas. Además, la
mitología persa recoge que los antepasados de la raza iraní habían escapado del
largo invierno de nieve y hielo construyendo un var, una palabra que
denota una ciudad subterránea (curiosamente, la palabra arca significa
“ciudad” en la lengua persa).
El recuerdo de esos mundos subterráneos también es probable que estuviera
detrás de la creencia judeo-cristiana del Gehenna [infierno
o purgatorio judío] y el
Infierno, el reino de fuego al que fueron arrojados los ángeles caídos como
castigo por su injerencia en los asuntos de la humanidad.
El paisaje lunar de
Capadocia
En la misma zona que las ciudades subterráneas de Capadocia existe un virtual
paisaje lunar compuesto por miles de enormes conos de roca tallados por los
fuertes vientos durante muchos miles de años. La tradición local se refiere a
ellos como peri bacalari, “las chimeneas de fuego de los Peri”, hermosos
ángeles caídos nacidos de Iblis, la forma árabe-persa de Satanás.
Se dice hoy en día que estas “chimeneas de hadas” (como se las llama
inadecuadamente en inglés) están encantadas por los Djinn, parientes
espectrales de los ángeles que también vivieron una vez en el cielo, antes de
su caída.
Muchas de estas “chimeneas de hadas” fueron ocupadas durante los primeros
tiempos cristianos, mientras que algunas de ellas fueron convertidas en
iglesias rupestres o trogloditas, a partir del siglo VI. Las más antiguas
contienen muchas imágenes fascinantes que van más allá de la iconografía
aceptada por la Iglesia Primitiva. Estas imágenes incluyen diseños geométricos
recurrentes y, en un caso, un estilizado hombre-pájaro, que bien puede reflejar
el estilo artístico de los santuarios de los buitres de hace 8.000 años, en
Çatal Hüyük. La cercana proximidad tanto de este arte único “cristiano” como
del asentamiento de Çatal Hüyük a las ciudades subterráneas no puede ser
subestimada. Cabe recordar también que en la historia del descenso de la diosa
Ishtar al mundo subterráneo ésta se encuentra con seres “como aves,
cubiertos de plumas", quienes “desde los días de antaño dominaban la
tierra”.
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Paisaje de Capadocia (Turquía) |
¿Es posible que los habitantes de las ciudades subterráneas fueran
realmente los precursores de los que construyeron la ciudadela de Çatal Hüyük?
¿Podrían haber estado relacionados con la cultura chamánica de los Vigilantes
de las tierras altas kurdas, que estaban a cierta distancia al este de
Capadocia?
Los Hijos de los Djinn
Si es así, entonces, ¿dónde se pudieron originar estas extrañas
culturas chamánicas? ¿Se desarrollaron en Turquía y el Kurdistán poco después
del final de la última Edad de Hielo, o bien sus antepasados originales
emigraron de alguna tierra extranjera? Los cultos de adoración a los ángeles
del Kurdistán se ven a sí mismos sólo como descendientes del patriarca Noé, el
salvador de la humanidad, cuyos familiares directos se asentaron en sus
tierras. En contraste, los judíos kurdos preservan una historia muy curiosa
acerca de los orígenes de sus vecinos gentiles, a quienes se refieren como los
“hijos de los Djinn”. Según ellos, hace mucho tiempo el rey Salomón ordenó a
500 Djinn que le buscaran 500 de las vírgenes más bellas del mundo, y no debían
regresar hasta que la última de ellas estuviera en su poder.
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Figuración del templo del rey Salomón |
os Djinn se pusieron manos a la obra en su inmensa tarea, yendo a
Europa a buscar las doncellas. Finalmente, después de reunir el número
correcto, los Djinn estaban a punto de regresar a Jerusalén, cuando se
enteraron de que Salomón había fallecido. Ante el dilema, los Djinn meditaron qué
hacer: ¿Debían devolver las doncellas a sus hogares correspondientes en Europa,
o bien debían quedarse con ellas? Debido a que las jóvenes vírgenes habían
“caído en gracia a los ojos de los Djinn, los Djinn las tomaron ellos mismos
como esposas. Y engendraron muchos niños hermosos, y esos niños tuvieron más
hijos... Y esa es la manera en que se creó la nación de los kurdos.” En otra versión de la misma historia, cien genios son despachados por
Salomón para buscar a cien de las doncellas más bellas del mundo para su harén
personal.
Después de haber logrado este contingente, Salomón muere y los cien
genios deciden establecerse con las doncellas en medio de las inaccesibles
montañas del Kurdistán. Los hijos de estos matrimonios dieron lugar a la
fundación de la raza kurda, “quienes, en su carácter esquivo, se asemejan a sus
antepasados genios y en su hermosura a sus progenitoras”. Aunque puede parecer
que estas leyendas no tienen sentido, tratan de describir las inexplicables
características extranjeras de algunas comunidades kurdas y señalan su origen
en el reino bíblico de Salomón, en otras palabras, el Israel de la actualidad.
La Montaña de los Madai
Los Mandeos del Bajo Irak son más específicos acerca del origen de su raza. A
pesar de que se dice que sus ancestros directos provienen de un mítico lugar
conocido como la Montaña de los Madai (en el Kurdistán iraní), al
parecer sus antepasados más lejanos tenían su origen en Egipto. Aunque esto
podría parecer una mera fantasía por parte de los mandeos, es un hecho que su
lenguaje contiene varias palabras que son, sin duda, de origen egipcio
antiguo. Y lo que es más importante aún,
creen que después de la muerte, el alma vuela hacia el norte (es decir, hacia
las montañas de Kurdistán), donde entra en un dominio mítico llamado Mataratha,
el lugar del juicio. Ahí es donde se encontraban los enclaves de vigilancia de
los neter.
El término neter puede ser usado como sustantivo en algunas
lenguas del Cercano Oriente, en el sentido de “Vigilantes”, el mismo nombre de
los primeros ángeles que figuran en la literatura Enoquiana y la literatura del
Mar Muerto, mientras que en la antigua lengua egipcia esta misma palabra se
utiliza para definir a los seres semi-divinos que vivían en una Edad de Oro
conocida como Zep Tepi, el “Tiempo Primero”. Así pues, ¿sería posible
que los Vigilantes del Kurdistán fuesen descendientes de los dioses-neter
de Egipto?
Los primeros agricultores
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Antiguo templo junto al río Nilo |
Aunque se sabe que la explosión neolítica había arrancado en las
montañas del Kurdistán, en algún momento alrededor del 8500 a. C., esta no fue
la génesis de la primitiva agricultura, la domesticación de animales, la
fabricación de herramientas de precisión y los asentamientos estructurados.
Existen sólidas pruebas de que todos estos factores estaban presentes en varios
lugares a lo largo del Nilo, al sur de Egipto y al norte de Sudán ya en el
año 12500 antes de Cristo. Estas comunidades avanzadas siguieron evolucionando a
un ritmo constante hasta el 10500 a. C., cuando de pronto abandonaron la
agricultura sin ninguna razón obvia. Los expertos han atribuido este cese total
y absoluto de un sofisticado estilo de vida basado en la agricultura de los
pueblos del Nilo a las extremadamente fuertes inundaciones del Nilo que se
produjeron durante esta época. Sin embargo, en mi opinión, había algo más
detrás de este extraordinario giro radical por parte de estas comunidades.
Parecía casi como si aquellos que habían enseñado a los pueblos nilóticos los
rudimentos de un estilo de vida agrícola hubieran salido repentinamente de
escena, dejando que sus obedientes alumnos regresaran al primitivo estilo de
vida de cazadores-recolectores, más acorde con la época en cuestión. Por tanto,
es interesante observar que después de su aparente desaparición de Egipto, hacia
el 10500 a. C., la agricultura no vuelve a aparecer otra vez hasta su
florecimiento en el Kurdistán 1.500 años más tarde. Por tanto, ¿es posible que
los maestros de las comunidades del Nilo partieran de Egipto hacia el Kurdistán
en algún momento entre el 10500 a. C. y el 9000 a. C.? ¿Quiénes eran
exactamente esos hipotéticos agricultores y qué les hizo dejar las estepas
cultivadas del Antiguo Egipto Paleolítico en busca de nuevos pastos? Y lo que
es más importante aún, ¿fueron ellos los antepasados de los Vigilantes, los
ángeles humanos de la tradición Enoquiana y del Mar Muerto?
Nueva datación de la Esfinge
Las sólidas pruebas que están apareciendo actualmente en Egipto sugieren que la
Gran Esfinge de Guiza no fue esculpida durante la época faraónica, como siempre
se ha creído, sino mucho antes. Como se ha difundido ampliamente en los últimos
años, el perfil geológico de este antiquísimo monumento indica que fue
realizado antes de la desecación gradual del Oriente Medio en el cuarto milenio
antes de Cristo. La intensa erosión de su cuerpo parece haber sido provocada,
no por la acción de la arena, sino por la precipitación de lluvia a lo largo de
muchos miles de años. La última vez que cayó lluvia con tanta profusión fue
durante el período conocido por los climatólogos como el Neolítico sub-pluvial,
que tuvo lugar entre 8000 y 5000 antes de Cristo. Esto sugiere que la Esfinge
fue esculpida durante o antes de esta época.
La Esfinge es, obviamente, un león, cuya cabeza fue reesculpida en la época
faraónica para representar a un rey con el tocado nemes. Está orientada
exactamente hacia el este y mira hacia el punto del horizonte donde el sol se
levanta cada equinoccio de primavera y otoño. Su función es como la de un
marcador de tiempo, una manecilla larga de reloj que registra el retorno de la
órbita solar a medida que pasa a través de su ciclo de 365 días. Sin embargo,
también posee una manecilla corta, incluso quizás más importante, que señala el
minúsculo cambio de la bóveda celeste al girar sobre su ciclo de 26.000 años de
precesión. Este efecto visual es causado por la oscilación extremadamente lenta
de la Tierra, que podría compararse con el balanceo de una peonza infantil que
girase a ritmo de caracol.
Construida en la Era de Leo
En términos astronómicos, el fenómeno conocido como precesión hace que
las doce constelaciones zodiacales se muevan retrógradamente en línea con la
eclíptica –la trayectoria del sol– en una secuencia regular. En términos
simples, esto significa que las estrellas que se alzan junto al sol dan paso a
otra constelación cada 2.160 años más o menos, hasta que los doce signos han
completado su rueda astronómica. Al “leer” la precesión como un ciclo de tiempo
de largo plazo, los antiguos observaban qué signo zodiacal surgía con el sol en
el equinoccio de primavera, el punto-cero de calendario anual en muchas
culturas del Oriente Medio. Si hoy miramos hacia el horizonte, al este, justo
antes de salir el sol, el 21 de marzo, vamos a ver las estrellas de Piscis. Cuando
Alejandro Magno conquistó el Imperio Persa en el 330 a. C., eran las estrellas
de Aries (el carnero) las que se veían junto con el sol equinoccial, y cuando
se construyeron las pirámides de Guiza, hacia el 2500 a. C., eran de las
estrellas de Tauro (el toro), las que se alzaban con el sol en el equinoccio de
primavera.
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La Gran Esfinge de Guiza |
Si la Gran Esfinge fue esculpida como marcador equinoccial, en el mismo tiempo
en que se erigieron las cercanas pirámides de la época faraónica, seguramente
tendría más sentido que hubiera sido un toro. El hecho de haber esculpido un
león apunta a una conexión con las estrellas de Leo, lo que sugiere que marcaba
la era en que la constelación de Leo se alzaba con el sol equinoccial. La
última Edad de Leo tuvo lugar entre 10970 a. C.
y 8810 a. C., lo cual insinúa que la fecha de construcción de la Gran
Esfinge se inscribe en algún momento de este marco temporal. Esta no es una
nueva idea fruto de la imaginación. Por lo que yo sé, esta teoría fue
presentada inicialmente por el astro-mitólogo británico Gerald Massey en
1907. En un extraordinario trabajo titulado “El Antiguo Egipto: La Luz del
Mundo” concluyó audazmente que:
“... Podemos datar la Esfinge como monumento erigido por esos
grandiosos constructores y pensadores (egipcios), que vivían tan fuera de sí
mismos, hace unos trece mil años (es decir, en la era de Leo, su equivalente
astronómico).”
Las pruebas arqueoastronómicas más recientes, presentadas por Graham
Hancock y Robert Bauval en su libro de 1996 “Guardián del Génesis", demuestran
convincentemente que la Gran Esfinge, así como el plan básico de la meseta de
Guiza en su conjunto, debe datarse en una precoz fecha de 10.500 a. C., el
mismo marco temporal en que se da la brusca interrupción de la
proto-agricultura del Nilo. Y dado que sabemos que los grandes bloques de
piedra extraídos de la cubeta que rodea el monumento leonino fueron utilizados
para construir los cercanos templos del Valle y de la Esfinge, deducimos que
estos también deben fecharse en la misma época distante de la historia humana.
Todo esto indica la presencia en Egipto alrededor del 10500 a. C. de una
cultura avanzada, experta en agronomía, ingeniería, tecnología de la
construcción, así como la Astromitología y la Geomitología que incluía un
profundo conocimiento del ciclo de precesión de la Tierra, de 26.000 años.
¿Quiénes fueron estas gentes? ¿Fueron estos los constructores de la Gran
Esfinge realmente los antepasados de los grandes Vigilantes con rostros de
víbora del Kurdistán? El folclore, las leyendas y la difusión de la agricultura
en el mundo antiguo parecen respaldar esta opinión. Sin embargo, si este fuera
el caso, entonces, ¿qué sucedió para que esta antigua cultura egipcia quisiera
migrar a las montañas del Kurdistán?
Destrucción mundial
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Representación del Diluvio Universal |
Como ya ha sido demostrado suficientemente por varios autores (Hapgood, 1958 y
1970; Hancock, 1995; Flem-Ath, 1995), existen abundantes pruebas de que el
mundo, al llegar a su fin la última Edad de Hielo hacia el 11º -10º milenio a.
C., fue alterado por una serie de fuertes cambios climáticos y trastornos
geológicos. Los volcanes entraron en erupción, las tierras fueron sacudidas por
terremotos, las inundaciones cubrieron el paisaje, y se dieron largos períodos
de oscuridad que taparon el sol. Esto dio lugar a la destrucción de muchos
millones de animales y la extinción absoluta de docenas de especies
individuales. Las leyendas sobre cataclismos que hallamos en todo el mundo
parecen registrar estos sucesos con vivos detalles, a menudo simbólicos.
La supuesta antigua cultura egipcia habría estado justo en medio de
esta destrucción mundial. Ciertamente, se sabe que los cambios climáticos de
esta época causaron extensas inundaciones a lo largo del Nilo, siendo esta la
razón que los estudiosos han sugerido para explicar el cese de su
proto-agricultura.
El “Padre del Terror”
Es probable que estos tiempos difíciles obligaran a la avanzada cultura de
Egipto a fragmentarse y dispersarse, y de aquí la brusca interrupción de la
proto-agricultura entre las diversas comunidades del Nilo Occidental. Esta
suposición se apoya en relatos vívidos de fuegos e inundaciones en Egipto. Por
ejemplo, unos textos copto-árabes que han perdurado hablan de la devastación de
la tierra a causa de las inundaciones y de un gran fuego que llegó de “la
constelación de Leo”, que no se refiere necesariamente a algún bólido
astronómico proveniente de esta parte del cielo, sino al marco temporal en el
cual ocurrieron estos hechos, en otras palabras, durante la Era de Leo.
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Busto de la divinidad leonina Sekhmet |
Más elocuente es el mito de Sekhmet, la deidad con cabeza de león del
panteón egipcio. Debido a que la raza humana había dado la espalda a los
caminos del dios sol Ra (o Re), a quien veían como “demasiado viejo”, la feroz
diosa desató un fuego devastador. Su genocidio en masa se habría traducido en
la destrucción de la humanidad de no haber sido por la intervención personal de
Ra, que envió un brebaje embriagador que cubrió la tierra. El consumo de esta
bebida emborrachó tanto a Sekhmet que se quedó dormida.
Suponiendo que el terrible fuego de Sekhmet fue de alguna manera la
representación de una conflagración global que devastó Egipto, entonces, ¿pudo
ser este embriagador brebaje un recuerdo de una posterior inundación que
también asoló la tierra? Si es así, ¿fue Sekhmet simplemente una alusión
alegórica a la Era de Leo? Los indicios apuntan a que el león de Leo llegó a
simbolizar la era del caos y de la destrucción hacia el final de la Edad de
Hielo, razón por la cual tal vez los árabes se refirieron a la Gran Esfinge
como el Padre del Terror.
En la historia de Sekhmet, los supervivientes de la raza humana intentan
escapar del fuego devastador de la diosa ya sea escalando una montaña o
escondiéndose en “agujeros” como serpientes o gusanos.
Encontramos otros medios similares de protección contra los cataclismos que se
prolongaron durante la Era de Leo en las mitologías de todo el mundo, si bien
estas leyendas egipcias apuntan a la desintegración de la antigua cultura y su
posterior reestablecimiento en otras regiones. ¿Podría esto haber incluido
Capadocia, donde parece que ya tenemos ciudades subterráneas en el 9000 a. C.,
y en las montañas de Kurdistán, donde los Vigilantes bien pudieron haber
impulsado el comienzo de la revolución neolítica, ya en 8500 a. C.?
La fecha de esta aparente diáspora de la cultura antigua hacia el final de la
última Edad de Hielo puede ser fijada de manera efectiva con cierto grado de
precisión. Por ejemplo, un texto copto-árabe del siglo IX, conocido como Abou
Hormeis registra que los sacerdotes-astrónomos de Egipto, al darse cuenta
de la inminente destrucción de su raza, reconocieron que: “El diluvio iba a
tener lugar cuando el corazón del León entrase en el primer minuto de la cabeza
de cáncer.” Este “corazón de león” era el nombre dado en la antigüedad clásica
a la estrella Regulus, la “estrella real de Leo”, que se encuentra exactamente
sobre la eclíptica, el curso diario del sol a través del cielo. Puesto que la
constelación de Cáncer sigue a Leo solamente en el ciclo de precesión (Leo
sigue a cáncer en el ciclo anual), entonces esto parece confirmar que esta
leyenda preservaba, no sólo el recuerdo de los hipotéticos acontecimientos
históricos, sino también la fecha aproximada en que ocurrieron.
A petición mía, el ingeniero en electrónica Rodney Hale introdujo la
información astronómica contenida en los registros de Abou Hormeis en un
ordenador mediante el programa Skyglobe 3,5. Aseguró que la última vez que la
“Estrella Real” de Leo se alzó y se pudo vislumbrar en el horizonte oriental
justo antes de la salida del sol equinoccial fue alrededor del 9220 a. C.
Cuando la estrella Regulus, el "corazón del león”, ya no se levantó con el
sol en el equinoccio de primavera, los sacerdotes-astrónomos de Egipto lo
interpretaron como una señal de que la Era de Leo había llegado a su fin, y que
la Era de Cáncer estaba a punto de comenzar, o que ya había entrado en su
“primer minuto” de arco en el cielo. Esta información, por tanto, sugería que
este fue el momento en que la cultura antigua salió de Egipto anticipándose a
un gran diluvio que iba a arrasar sus tierras.
El kosmokrator
Si ahora volvemos a la tradición iraní, encontramos que varios textos de
Zoroastro, incluyendo el Bundahishn, hablan del comienzo de la historia del
mundo 9.000 años antes de la fecha tradicionalmente aceptada para la llegada de
su gran profeta, Zoroastro, en el 588 a. C., lo que nos da una fecha de 9588 a.
C. Fue en este momento, como lo afirma un texto, que las deidades dualistas de
la fe, Ahura Mazda y Angra Mainyu, nacieron del “fuego del aire” y “del agua de
la tierra”, una vez más referencias crípticas a los fuegos y las inundaciones
durante la Era de Leo.
Las deidades gemelas compitieron por la supremacía sobre el cielo y la tierra,
una batalla que sólo se resolvió cuando se dice que Zoroastro venció a los
sacerdotes Magi, adoradores de los daeva en el transcurso de su vida.
Desde ese tiempo, el Buen Espíritu, Ahura Mazda, ha reinado de forma
absoluta. ¿Implica todo esto que los antepasados de los reyes-dioses iraníes
había poblado por primera vez su mítica patria, conocida como Vaejah Airyana
(la Extensión Iraní), alrededor del 9585 a. C.? Siglo más o menos, esta
fecha era extraordinariamente cercana al marco temporal en el que la antigua
cultura egipcia pareció deshacerse. Y puesto que Vaejah Airyana se equipara con
las tierras altas kurdas, ¿pudiera ser que esta tradición también registrara la
llegada a la región de aquella antigua cultura que acabaría fundando la llamada
cultura Vigilante?
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Representación del dios Mitra |
Según la mitología iraní, las fuerzas duales de Ahura Mazda y Angra Mainyu
nacieron de un ser supremo conocido como Zurvan, que simbolizaba el “tiempo
infinito”. En el culto romano del dios Mitra, que se desarrolló a partir de
fuentes originales iraníes, el concepto de “tiempo infinito” estaba simbolizado
por una deidad con cabeza de león. Las estatuas que representan esta figura
leonina muestran los doce signos del zodíaco en su pecho, y una serpiente
enroscándose en la parte superior de su melena. Si bien esta deidad no es
identificada con un nombre (aunque a veces se relaciona con Aeon, un dios
gnóstico de tiempo), los estudiosos del mitraísmo lo describen como un kosmokrator,
la inteligencia controladora que está detrás del fenómeno de la precesión.
El hecho de hallar un kosmokrator con cabeza de león, con origen en una
tradición que consideraba que la historia mundial había comenzado en 9588 a.
C., durante la Era de Leo, era imposible de ignorar. ¿Pudiera ser que, aunque
la antigua cultura de Egipto había alcanzado el conocimiento del ciclo de
precesión, las culturas más tardías que heredaron esta tradición no
comprendieran su mecánica? Así que en lugar de que Leo dejara paso a la Era de
Cáncer, y luego a Géminis, y más tarde a Tauro, el símbolo del león se
convirtió en el único kosmokrator, o guardián del tiempo infinito, de la misma
manera en que la Gran Esfinge se convirtió en un marcador temporal precesional
en la meseta de Guiza.
La tragedia de la Caída
La antigua cultura de Egipto nunca llegó a las páginas de la historia.
El recuerdo de sus supuestos descendientes, los Vigilantes del Kurdistán, no es
más que una inútil victoria. El hecho de ser recordados como hermosos ángeles
que cayeron en desgracia, o como dioses o diosas inmortales, o como demonios
lascivos que corrompieron las mentes de la humanidad, apenas tiene parangón con
sus increíbles logros en astronomía, agricultura, geomítica, tecnología de
construcción y estructuración social. Es casi seguro que fueron los
descendientes de la antigua cultura egipcia quienes allanaron el camino para el
desarrollo de la civilización en el Viejo Mundo.
Sin embargo, estas personas hicieron mucho más que esto, pues también parece
que transmitieron un importante legado al mundo, que puede ser rastreado en la
astromitología y la geomítica de la meseta de Guiza, así como en los mitos y
leyendas universales sobre cataclismos globales y cálculos precesionales. Este
legado trasciende todas las barreras del idioma y pueden ser “leído” por todos.
Se trata de un simple mensaje repetido una y otra vez, como una recurrente
señal de S.O.S., que sugiere que lo que aconteció a su raza podría volver a
ocurrir algún día.
Nosotros mismos, por cualquier razón, podríamos caer en el olvido sin dejar
huella y desaparecer de las páginas de la historia, a menos que despertemos de
esta amnesia colectiva que parece que hemos venido experimentando en los
últimos once mil años y nos demos cuenta de que nunca fuimos los primeros.
Los librepensadores, místicos y eruditos inconformistas nos han estado
diciendo, en los últimos cien años o más, que la civilización es mucho más
antigua de lo que a la ciencia quiere que creamos. Las Pirámides, Tiahuanaco,
los Mayas, Piri Reis, Hapgood, Platón y la batería de Bagdad son solamente
palabras que se repiten sin cesar. Sin embargo, nadie más que los creyentes se
han tomado alguna vez estos asuntos seriamente.
Con la nueva datación de la Gran Esfinge en particular, ahora hay demasiadas
pruebas para negar que al final de la última Edad de Hielo existió una cultura
muy avanzada en este mundo. El origen de este pueblo nos es completamente
desconocido. Algunos podrían sugerir que vinieron de la Atlántida, otros dirán
que vinieron de los cielos, pero para ser honestos, simplemente no lo sabemos.
Lo que es más importante es que vayamos dando pasos, y nos ciñamos a los hechos
concretos, con la esperanza de que esta vez todo el mundo participará de estas
grandes revelaciones de nuestro tiempo.
©
Andrew Collins
Fuente original: “The forbidden legacy of a fallen race”, en
www.andrewcollins.com/articles
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
Bibliografía
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