lunes, 27 de abril de 2015

La extinción de los neandertales (2): más leña al fuego




Muy recientemente publiqué en este blog un artículo sobre una nueva hipótesis (entre tantas) sobre la polémica extinción de los neandertales a cargo de Pat Shipman, una reconocida antropóloga. Para mi sorpresa, veo que este asunto parece estar de moda y muchos investigadores están abordando la cuestión en busca de una solución definitiva que les pueda reportar una buena dosis de reconocimiento y prestigio. En fin, hace muy poco he tenido noticia de un nuevo intento, protagonizado esta vez por la arqueóloga de la Universidad de Boston Anna Goldfield, que tuvo como marco la reunión anual de la Society for American Archaeology, este mes de abril de 2015.

Como viene siendo habitual, cualquier artículo sobre el tema viene introducido por el inevitable misterio de la desaparición de los neandertales, tema que viene suscitando controversias desde hace muchas décadas. En este caso, los datos tomados de la fuente original[1], presentan un escenario de extinción que habría tenido lugar hace unos 40.000 años, lo que ya sería harto discutible, porque muchas otras dataciones sitúan este evento unos diez mil años después, pero dejémoslo en el terreno de las apreciaciones académicas[2].

Luego, Goldfield saca a colación el famoso hecho de que los neandertales llevaban muchos miles de años viviendo en Europa cuando el Homo sapiens (el hombre moderno) llegó allí hace precisamente unos 45.000 años. La consecuencia lógica de estos dos eventos, a juicio de Goldfield, no puede ser más que esta: “La llegada de los humanos (sic) tuvo algo que ver con la extinción de los neandertales.” O sea, que los neandertales no eran humanos (¿o eran subhumanos?[3]) y que necesariamente desaparecieron por la irrupción de los “humanos”, pues tal coincidencia debe tener un significado claro. Sin comentarios. Por lo demás, Goldfield reconoce que las causas de esta extinción es un asunto muy complejo y cita brevemente algunas teorías manejadas hasta la fecha, como el dificultoso acceso a los recursos de subsistencia por parte de los neandertales o incluso el incierto canibalismo practicado por los humanos hacia sus primitivos parientes.

En este punto, la arqueóloga estadounidense expone su teoría personal, que no es otra que el distinto uso del fuego por parte de las dos variantes de homínidos. Goldfield recuerda la gran importancia del dominio del fuego, ya que éste ofrecía luz y calor, pero también permitía cocinar los alimentos, lo que hacía que éstos fueran más seguros y saludables, por ejemplo matando bacterias y desnaturalizando las proteínas (lo que supondría mayor obtención de calorías con la misma cantidad de comida). Además, esto sería un problema para los neandertales, porque dada su mayor masa corporal media, necesitarían muchas más calorías que los sapiens para sobrevivir. Por tanto, la menor necesidad de calorías de los humanos modernos habría facilitado su subsistencia en el entorno natural frío y “nutricionalmente escaso” de la Europa occidental de aquella época.

Para sustentar su argumentación, Goldfield ha incorporado los estudios de Ross Booton, bióloga matemática de la Universidad de Sheffield (Reino Unido), a fin de demostrar la vital importancia del uso del fuego en el proceso de competencia entre neandertales y sapiens. Como punto de partida, Goldfield afirma que –si bien existen algunas pruebas físicas de que los neandertales usaron el fuego– posiblemente no fue en todos los casos o no con regularidad. Goldfield se apoya también en las investigaciones del arqueólogo Dennis Sandgathe en dos yacimientos franceses[4], según las cuales se habrían encontrado multitud de artefactos y huesos pero prácticamente ningún indicio de fuego, lo que hacía deducir al prehistoriador que los neandertales se las arreglaban sin fuego.

A partir de aquí entrarían en acción los modelos matemáticos, que parecen conferir a la ciencia una aura de infalibilidad indiscutible, cuando en realidad no dejan de ser proyecciones especulativas, y que a menudo no son contrastadas (o contrastables) con la realidad observable[5]. Sea como fuere, Goldfield presenta unas estimaciones matemáticas comparativas del uso del fuego entre neandertales y humanos modernos en relación con la población de renos, que era una especie cazada por ambas comunidades.

Cráneo de neandertal
Y a partir de los datos obtenidos (el artículo no expone los detalles), Goldfield deduce que cuanto más usaban el fuego los sapiens, más parecía crecer su población. Eso habría provocado una disminución de los renos disponibles para sus competidores, los neandertales. Finalmente este progresivo declive en el acceso a los recursos alimenticios habría conducido a la inevitable desaparición de los neandertales. Sin embargo, incluso en el propio artículo se reconoce, por boca de Sandgathe, que no está del todo definida la cantidad de calorías que precisarían los neandertales y que ni siquiera existe una idea clara acerca de su dieta, especulando que podrían comer plantas pero también podrían ser ultracarnívoros, incluyendo el canibalismo (ahora los caníbales son ellos...).

Lamentablemente, el artículo es breve y se queda en las ideas principales sin profundizar en la parte técnica de los argumentos, pero a la vista de lo expuesto nos hallamos en una situación similar a la hipótesis de la fructífera alianza perros-sapiens con un inevitable perjudicado: el neandertal.

No voy a extenderme en excesivos comentarios, pues en gran parte repetiría lo ya dicho en el artículo precedente sobre esta misma cuestión, pero sí vale la pena remarcar algunos hechos:

  • Se sigue insistiendo de forma tozuda en la competencia a muerte entre ambas comunidades, y aunque podamos suponer que existió una cierta influencia de los sapiens (no necesariamente negativa) se continúa haciendo hincapié en la lucha por los recursos e incluso en el canibalismo entre especies. No se plantea en ningún caso un escenario de recursos para todos y de una cierta cohabitación.
  • Casi siempre se plantea como axioma indiscutible la pobreza de recursos naturales a finales del Plioceno, sin tener en cuenta que la población humana en Europa debía ser realmente escasa y relativamente dispersa, lo que podría facilitar el sustento de pequeñas comunidades. De cualquier modo, aplicando las tesis evolucionistas de supervivencia del más apto, si algún homínido estaba mejor adaptado a las duras condiciones climáticas y ambientales, ese era el robusto Homo Neanderthalensis.
  • El tema del uso del fuego podría estar sesgado, pues sabemos que el Homo erectus ya lo usaba y el neandertal también. En un artículo científico que cité previamente[6], se ofrecían pruebas de que los neandertales cocinaban su comida –con fuego, lógicamente– y que su dieta podría haber sido mucho más vegetariana que carnívora, si bien se había de tomar la prudencia de no extrapolar al 100% los resultados (de hecho, hay otros datos, de otros yacimientos, que muestran una dieta rica en carne). En todo caso, el tema del fuego, a falta de datos totales y representativos, parece tan poco firme como la especulación sobre la caza con perros (lobos domesticados).
  • Los horizontes temporales siguen sin casar. Según el escenario propuesto por la autora, en 5.000 años habría tenido lugar esa rápida desaparición, pero en otras fuentes se habla de una extinción situada entre 30.000 y 24.000 años. Además, parece que Goldfield sólo se fije en la caza de renos, cuando había otros animales y fuentes de alimentación disponibles; es muy arriesgado fundamentar la teoría en un único recurso, por muchas calorías que pudiera ofrecer a los homínidos de aquella época.


En suma, realmente es muy complicado asignar un solo factor clave a este declive de los neandertales, pues en tantos milenios pudieron pasar muchas cosas o se pudo dar un conjunto de circunstancias, y como algunos expertos sugieren, la progresiva hibridación entre ambas comunidades pudo haber diluido genéticamente la población neandertal en la población de hombres modernos, presumiblemente mucho más numerosa.


Prof. Máximo Sandín
Lo que sí es evidente es que la ciencia evolucionista ha presentado durante décadas a los neandertales con un innegable sesgo, dándoles un aspecto de brutos y subhumanos, incapaces de hablar (al menos articuladamente) y de tener un pensamiento elaborado. En este contexto, su evidente inferioridad intelectual respecto del sapiens habría sido la causa última de su desaparición. El prestigioso biólogo español Máximo Sandín ha sido muy crítico con estas visiones estereotipadas oficiales y ha sacado a la luz las incongruencias de este arquetipo. Para empezar, Sandín alude a que la primera reconstrucción física de los neandertales se basó en el espécimen de un anciano (¡y con artrosis!) del yacimiento de Chapelle-aux-Saints. Los neandertales, empero, serían humanos morfológicamente normales, pero con ciertos rasgos muy marcados procedentes de sus ancestros locales. Por otra parte, su típica industria lítica (conjunto de artefactos de piedra), llamada Musteriense, es todo un ejemplo de habilidad en la elaboración de utensilios diversos como punzones, cuchillos, raspadores, etc. a partir de lascas extraídas de un núcleo de sílex[7]. Asimismo, Sandín argumenta que los neandertales eran muy eficaces en otras labores como el curtido de pieles, la construcción de tiendas o la fabricación de instrumentos y armas de madera, y que indiscutiblemente dominaban y usaban el fuego normalmente; es más, considera que su supervivencia durante cientos de miles de años en condiciones extremas hubiera sido inviable sin este conocimiento.

Cráneos de neandertal (izq.) y de H. sapiens (der.)
Para concluir, Sandín no ve argumentos válidos que justifiquen la teoría de la sustitución de una población por otra. Más bien apuesta por validar lo que el registro fósil muestra: que los ejemplares de los últimos neandertales se muestran progresivamente más gráciles y que los primeros hombres de Cro-Magnon (de la cultura auriñaciense) presentaban una fisonomía arcaica y de mayor robustez. En definitiva, como ya se ha sugerido anteriormente, se habría producido un progresivo mestizaje que habría acabado por diluir los “típicos” rasgos morfológicos neandertales en el conjunto de la población humana prehistórica. Desde esta perspectiva, la diversidad evolutiva presentada por la ortodoxia sería en realidad la diversidad morfológica de una población mezclada a lo largo de cientos de miles de años, como hoy podemos ver en la actualidad con poblaciones aparentemente tan dispares como los caucásicos, los aborígenes australianos o los pigmeos[8].

Entonces, ¿qué hay de objetivo y empírico en el estudio de la evolución humana? Sandín se muestra muy contundente al respecto, como se puede apreciar en el siguiente párrafo:
«Y esto pone de manifiesto, una vez más, que en el campo de la evolución –pero muy especialmente en el de la evolución humana– los resultados obtenidos mediante metodologías, técnicas o materiales limitados o discutibles se pueden interpretar a gusto del investigador en función de lo que se quiere demostrar. Y lo que se quiere demostrar queda claro en la frase con que Paul Mellars (1998) zanja el debate sobre “El destino de los Neandertales”: La vehemencia de algunos científicos en reclamar la cercana relación con los Neandertales puede estar cercana a negar que la evolución humana está teniendo lugar en la actualidad. Es decir, que “la supervivencia de los más aptos” continúa.»[9]

En fin, me sigue sorprendiendo lo poco que sabemos con certeza sobre nuestros orígenes como especie y sobre nuestros parientes homínidos, y la poca consistencia de los intentos de la ciencia actual por explicar los hechos, que más bien parecen estar anclados en rígidos patrones ideológicos y en formulaciones pseudocientíficas (pese a su pátina de alta ciencia casi matemática).

© Xavier Bartlett 2015





[1] Artículo aparecido en: http://www.livescience.com/50532-neanderthals-died-no-fire.html

[2] No obstante, también ha surgido la especulación de que los neandertales no fueron “eliminados” por los humanos modernos, directa o indirectamente, por la simple razón de que no habrían coincidido en el tiempo, lo cual es una nueva vuelta de tuerca al asunto de las dataciones, en las que parece haber un gran desacuerdo, por no decir galimatías.

[3] Este tipo de apreciaciones me recuerda al enfoque ya comentado de Pat Shipman, en que parecía que este homínido fuese tratado como un competidor indeseable y muy primitivo de los hombres modernos.

[4] Roc de Marsal y Pech de l'Aze IV, en el sudoeste de Francia.

[5] Este enfoque mecanicista matemático ha sido durante criticado por muchos científicos que denuncian que se está vendiendo ciencia dura sobre bases no científicas, como en muchos aspectos de la biología, la química o la climatología, que justifican, por el ejemplo, las falsedades vertidas sobre el tema del calentamiento global antropogénico.

[6] HARDY, K. et alii. Neanderthal medics? Evidence for food, cooking and medicinal plants entrapped in dental calculus. Springer-Verlag, 2012

[7] Sandín señala, no obstante, que hay otras industrias “avanzadas” similares  a la Auriñaciense –atribuida tradicionalmente al Homo sapiens– que se han encontrado asociadas a restos de neandertales. Tal hecho, según los expertos ortodoxos, se explicaría por una mera imitación o incluso por robo (de los neandertales a los cromañones, claro está).

[8] La teoría de la hibridación en vez de la evolución humana ha sido desarrollada recientemente por la antropóloga norteamericana Susan Martinez en un audaz trabajo que comentaré en su momento, en un artículo específico.


[9] SANDÍN, M. Sobre el origen del hombre
Del sitio web: www.somosbacteriasyvirus.com/articulos

3 comentarios:

Piedra dijo...

Con perdón, cuanto daño hace la universidad.
Muy de acuerdo con Sandín, y entiendo que contigo también.
No se puede limitar la ¿extinción? a una sola causa o un solo recurso y menos de forma generalizada en el planeta, solo para justificar el dogma.

PD: Hablas de Sandín en presente, no se si sabes que hace relativamente poco murió... su cuerpo, por supuesto.

Saludos.

Xavier Bartlett dijo...

Amigo Piedra:

Cierto, durante siglos se vendieron "verdades" desde el púlpito y en los últimos tiempos desde la Universidad... sin comentarios. Pero la gente sigue creyendo cualquier cosa que venga encabezada por "Según un reciente estudio científico, etc."

Lo que más lamento es la noticia del fallecimiento de Sandín (evidentemente no sabía nada de esto), una enorme pérdida para la ciencia y la verdad.

Saludos

Xavier Bartlett dijo...

Para Piedra y todos los lectores de este blog:

Según una información que he recibido, quiero desmentir la noticia del fallecimiento del profesor Máximo Sandín, tema que no había podido confirmar en estos días y que ahora veo que no tenía base. Ignoro el origen del rumor pero, a todos los efectos, publico esta rectificación y envío mis mejores deseos al profesor Sandín, persona a la que admiro sinceramente por su competencia profesional, su honradez y su valentía.

Xavier Bartlett