Hace escasas fechas saltó a las
primeras páginas de la prensa la “sensacional” noticia de que se había
detectado una gran cavidad desconocida en el interior de la Gran Pirámide de
Guiza, de unos 30 metros de longitud y situada justo encima de la llamada Gran
Galería. Este hallazgo ha sido posible gracias al trabajo de un equipo
internacional que ha recurrido a una novedosa tecnología de rayos cósmicos,
basada en unas partículas subatómicas llamadas muones, capaces de
penetrar la inmensa mole pétrea de la propia pirámide. Este proyecto, conocido
como ScanPyramids, consiguió publicar un artículo en la prestigiosa
revista científica Nature y de ahí el subsiguiente eco en los grandes
medios de casi todo el mundo.
No obstante, si uno lee bien la
noticia verá enseguida que se pone mucho más énfasis en la vertiente de la ingeniería
y la tecnología empleadas que en una genuina investigación arqueológica. Así, los
propios responsables del proyecto, pese a haber publicitado su hallazgo a bombo
y platillo, han reconocido que no saben exactamente en qué consiste esa cavidad
o espacio vacío. En palabras de uno de los cofundadores del proyecto, Mehdi
Tayoubi: “Se trata de una primicia. [La cavidad] podría estar compuesta de una
o varias estructuras, tal vez podría ser otra Gran Galería. Podría ser una
cámara, podría ser un montón de cosas.” En cambio, buena parte del mundo
académico ha sido muy cauto al recibir tal noticia, como el egiptólogo
británico Aidan Dodson (Universidad de Bristol), que descarta la existencia de
un tesoro o una cámara sepulcral y más bien cree que se trataría de una
estructura interna que podría aportarnos algún conocimiento sobre las técnicas
de construcción (algo parecido, tal vez, a las bien conocidas cámaras de
descarga).
Zahi Hawass (segundo por la derecha) |
En cualquier caso, los que
sabemos algo de arqueología y seguimos las investigaciones egiptológicas nos
hemos quedado prácticamente igual, pues –como los egiptólogos expertos admiten–
no hay realmente ninguna primicia o novedad en este proyecto. De hecho, el propio
Servicio de Antigüedades egipcio ha visto cierta precipitación en esas
declaraciones, no exentas de un cierto rebombo propagandístico. En efecto, como
ha afirmado Zahi Hawass, el otrora mandamás del Servicio de Antigüedades, hace
muchos años que se vienen llevando a cabo en la Gran Pirámide múltiples
proyectos de prospección con tecnologías parecidas y ya se tenía constancia de
varias cavidades inexploradas[1].
Asimismo, Hawass recalca que no hay ni un solo egiptólogo profesional en el
equipo de ScanPyramids, y que hay que ser muy cuidadoso con los
resultados que se transmiten al público.
En fin, todo esto me recuerda
mucho a lo que ya expliqué en el artículo La arqueología como espectáculo,
haciendo hincapié en que –sobre la base de cierta parafernalia tecnológica– se pretende
reinventar la arqueología y presentar descubrimientos espectaculares al
conjunto de la población, algo parecido a lo que se hace en otras ciencias
“duras”, como la medicina, la biología, la física, la astronomía, etc., con el
agravante de que a menudo esos grandes descubrimientos no son tales, porque más
bien se trata de especulaciones o exageraciones, por no hablar directamente de
errores[2].
Y también en dicho artículo sugerí que tal fenómeno podría estar provocado por
el progresivo distanciamiento entre el ciudadano medio y la realidad científica
de la arqueología, que se ha hecho tan técnica e incomprensible en algunos
aspectos que ha acabado por alejarse de la visión romántica de esta
ciencia. Y todo ello sin olvidar que, en contraposición, la arqueología
alternativa se presenta como una materia mucho más atractiva para grandes capas
de público, básicamente porque se vende como algo más insinuante y misterioso y
hasta incluso se permite arremeter muchas veces contra las grandes verdades del
paradigma.
Sea como fuere, hay muchos hechos que pasan absolutamente
desapercibidos para el gran público y que creo que merecen una profunda
reflexión sobre un cierto “doble rasero” que emplea el estamento académico, tanto
en la propia investigación –de campo o de laboratorio– como en la difusión posterior de
los resultados científicos. Así, resulta que para determinadas investigaciones,
las que confirman sólidamente el paradigma, se gastan grandes cantidades de
dinero y se emplean numerosos recursos humanos y materiales (sin escatimar esas
tecnologías de vanguardia), sobre todo en yacimientos emblemáticos y bien
conocidos. En cambio, cuando ciertos indicios, hallazgos o pruebas se perfilan
como algo incómodo para el paradigma imperante, entonces se cancelan o posponen
las investigaciones, se ponen trabas a las publicaciones, se deniegan los
permisos de prospección o excavación, o simplemente se mira para otra parte.
Puerta en un conducto de la Cámara de la Reina |
Y para referirme a hechos
concretos, citaré algunos casos que en su momento causaron polémica en el
ámbito académico, y que –si bien llegaron a ser conocidos por el gran público–
luego pasaron al limbo o al olvido: ninguna investigación, ningún seguimiento,
ninguna noticia. Por ejemplo, en 1993, en la propia pirámide de Keops, se
inició una prospección con sofisticados robots en los mal llamados “conductos
de ventilación” de la cámara de la Reina, pero el ingeniero a cargo de los
robots, Rudolf Gantembrink, fue apartado del equipo arqueológico por tener ideas
propias. Cabe recordar que en esa primera investigación se encontró un
tapón o puerta, que luego fue perforada en una segunda exploración por otro
robot, para encontrar detrás... otra puerta. Y allí se paró la investigación
por órdenes superiores. Y eso por no hablar de la polémica sobre los cartuchos
del faraón Khufu (Keops) hallados hace 180 años por el coronel Richard Howard-Vyse en algunas de las cámaras
de descarga, cuya autenticidad se ha puesto en duda repetidamente, pero que no
parece ser un asunto del más mínimo interés para la egiptología[3].
Y sin salir de la meseta de
Guiza, cabe mencionar las exploraciones realizadas en 1991 por los geólogos
Robert Schoch y Thomas Dobecki en la Gran Esfinge (el monumento y su recinto).
Allí pudieron aplicar diversos métodos y tecnologías –como el georadar– y como
resultado detectaron bajo la Esfinge varias cavidades de incierto origen
natural o artificial, incluyendo un espacio de formas regulares situado justo
debajo de una de las patas de la Esfinge, lo que lanzó la especulación de que
se tratara de la famosa “Sala de los Archivos” de los últimos supervivientes de
la Atlántida, según había profetizado el vidente Edgar Cayce. Sin embargo, ni
entonces ni después (hasta la actualidad) las autoridades egipcias concedieron los
oportunos permisos para explorar el subsuelo de esa zona. Por otro lado, hace
unos pocos años se comentó en algunos foros de Internet que en determinados
puntos de la meseta de Guiza se estaban realizando excavaciones supuestamente
oficiales, pero clandestinas, con recintos cerrados y vallados y actividad
nocturna (con maquinaria incluida).
Excavaciones en Hueyatlaco (Valsequillo, México) |
Del mismo modo, y a pesar de las
múltiples opiniones cualificadas de arquitectos, ingenieros y otros técnicos,
la arqueología ortodoxa no ha querido analizar a fondo el insólito fenómeno del
megalitismo, presente en casi todo el planeta, despachándolo con explicaciones habituales
y suposiciones. Así, el estamento académico se ha limitado a situar esta
prodigiosa arquitectura en el primitivo neolítico o en el calcolítico, y a
negar la evidente tecnología de alto nivel que se desprende de la simple observación
científica de muchos de los restos. Aquí también se podrían emplear novedosos
enfoques y modernas tecnologías para intentar descubrir las claves del fenómeno,
pero se sigue recurriendo a los mismos tópicos, aunque sean prácticamente insostenibles
en la práctica. Y es de reconocer que la arqueología alternativa, aunque muchas
veces ha patinado o fantaseado en este terreno, al menos ha realizado los
esfuerzos precisos para enfocar la cuestión desde una perspectiva genuinamente tecnológica,
como podría ser el caso de Chris Dunn, Joseph Davidovits, Jan Peter de Jong, David
Childress, etc.
Y por desgracia hemos de admitir que existe un largo suma
y sigue con otros posibles hallazgos muy prometedores que han quedado
totalmente apartados de cualquier intento científico de investigación. En este
sentido, es bastante significativo lo que ha ocurrido con la arqueología
submarina o subacuática, cuyo alcance todavía hoy es bastante limitado. A este
respecto, se puede argumentar que es una actividad compleja, costosa y que
requiere de bastantes recursos y de tecnología específica. Sin embargo, la
arqueología alternativa ha destapado ya desde hace muchos años la importancia
de la investigación de posibles restos de estructuras artificiales situadas en
las profundidades marinas, sin que la arqueología académica se haya dado por
enterada.
Bloques de piedra de Puma Punku (Tiahuanaco), con aspecto de haber sido trabajados con maquinaria |
Underworld |
Así, como ya describió
profusamente Graham Hancock en su libro Underworld (2002), existen en
varios puntos del planeta serios indicios de estructuras sumergidas y que
podrían corresponder a ciudades costeras que quedaron anegadas bajo las aguas
tras una gran catástrofe global sucedida hace unos 12.000 años. Nos estaríamos
refiriendo a restos situados en el Caribe (Bimini y Cuba), la costa occidental
de la India (en particular el golfo de Cambay), Malta, Taiwán, Japón, etc.
Asimismo, se ha constatado la existencia de posibles estructuras en el fondo
del lago Titicaca, que serían hipotéticamente aún más antiguas que la ciudad de
Tiahuanaco, situada a las orillas del lago. En todos estos casos existen sospechas
más que razonables de que los restos observables puedan ser artificiales. Para
despejar las dudas, es obvio que se haría necesaria una exploración científica
rigurosa y sistemática a cargo de profesionales, pero el estamento académico ha
lanzado balones fuera y ha preferido instalarse en la negación, no fuera que al
menos uno –sino varios– de estos yacimientos submarinos fueran realmente
artificiales y constituyesen la prueba física de la existencia de una
civilización perdida antediluviana que se ha venido negando por activa y por
pasiva durante décadas.
No vamos a discutir ahora que un proyecto de investigación en este campo sería lento y complicado, y no precisamente barato. Con todo, si existiese la voluntad de montar equipos internacionales multidisciplinares con la financiación y los medios adecuados, tales iniciativas se podrían llevar a cabo con las debidas garantías de profesionalidad y metodología científica. Pero como ocurre con todas las disciplinas, la arqueología está lejos de ser “neutral” y se acomoda a los mandatos y prejuicios del paradigma bien establecido que determinan un cierto modelo de pasado, marcando lo que deben ser los márgenes de la investigación sobre el origen de la Humanidad y de la civilización. Todo lo que violente dicho modelo es considerado simplemente una herejía o un engaño, quedando incluso excluido del beneficio de la duda.
No vamos a discutir ahora que un proyecto de investigación en este campo sería lento y complicado, y no precisamente barato. Con todo, si existiese la voluntad de montar equipos internacionales multidisciplinares con la financiación y los medios adecuados, tales iniciativas se podrían llevar a cabo con las debidas garantías de profesionalidad y metodología científica. Pero como ocurre con todas las disciplinas, la arqueología está lejos de ser “neutral” y se acomoda a los mandatos y prejuicios del paradigma bien establecido que determinan un cierto modelo de pasado, marcando lo que deben ser los márgenes de la investigación sobre el origen de la Humanidad y de la civilización. Todo lo que violente dicho modelo es considerado simplemente una herejía o un engaño, quedando incluso excluido del beneficio de la duda.
Homo naledi: ¿nueva especie? |
Pero no nos engañemos. Toda esta
gran actividad de investigación se corresponde al concepto de arqueología y
prehistoria nacido y consolidado en el siglo XIX. En este tiempo, los métodos y
las técnicas han evolucionado en gran medida; la visión científica sobre el
origen del hombre y de la civilización, no. En suma, mucho bombo y noticias supuestamente
sensacionales para el gran público, pero la realidad es que la moderna ciencia arqueológica
sigue mareando la perdiz, dando vueltas alrededor de los mismos patrones de
pensamiento de hace un siglo o más. ¿A qué están jugando?
© Xavier Bartlett 2017
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
[1] A pesar de ello,
todavía he podido leer en la prensa española que es la primera vez que se
realiza tal tipo de hallazgo (una nueva estructura arquitectónica en el
interior de la Gran Pirámide) desde la Edad Media. Esto es simple y llanamente mentira,
o tal vez el redactor no se ha preocupado de informarse bien, ya que –dejando
aparte las otras investigaciones modernas– las cámaras de descarga no fueron
descubiertas hasta los siglos XVIII-XIX.
[2] Justamente,
las autoridades egipcias ya están bien escarmentadas con el turbio asunto de la
hipotética tumba de Nefertiti y seguramente no quieren incurrir en nuevos ridículos
y fiascos. (Véase el artículo recién mencionado.)
[3] Por ejemplo,
el investigador independiente Scott Creighton ha hallado numerosos indicios de
un posible fraude cometido por Vyse en 1837, pero reconoce que sólo un análisis
químico de la pintura empleada y de los restos de pólvora en las paredes podría
arrojar luz definitiva sobre el tema. La ciencia oficial, empero, se ha negado
a realizar tales pruebas. Cabe recordar que estos cartuchos son la principal,
por no decir la única, prueba física in situ que permite asignar la Gran
Pirámide al faraón Khufu.
5 comentarios:
Es fácil de entender, a los que les pagan por "investigar", tienen que encontrar algo interesante para el público, a los que les pagan por publicar, les interesa tener carnaza y a los que les interesa que todo siga como hasta ahora, administran el dinero de otros para pagar a estos: Todos contentos y a seguir viviendo del cuento. ;)
¿A quien le importa la verdad o los porqués?
Un saludo.
Gracias por el comentario Piedra
Obviamente, la actividad arqueológica no es privada, está a cargo de las administraciones o de universidades (públicas y privadas), y siempre se necesitan autorizaciones estatales para llevar a cabo una excavación; además, el dinero viene casi siempre de las arcas públicas. Toda la actividad arqueológica científica es "legal" y está pues perfectamente controlada, organizada y dirigida hacia determinados fines, no sea que alguine vaya por ahí buscando lo que no debe.
Y cuando alguien "independiente" quiere ir más allá de lo aceptado, se le cortan las alas, como ocurrió con Marshall Payn, un mecenas americano, al que se le denegaron los permisos de excavación en Hueyatlaco cuando se le habían condedido sin problemas en años previos. Estaba a punto de demostrar la enorme antigüedad del yacimiento, negada por la ciencia.
Saludos,
X.
Le denegaron los permisos... los del smithsonian estaban ocupados en otra cosa en ese momento. ;)
Xavier,conoces si se llegó a analizar la muestra del cartucho robada por los dos alemanes? Se sabe algo? Gracias.
Hola Ismael
Buenísima pregunta, pero me temo que nadie tiene respuesta a esa cuestión, que además ha estado muy mezclada con sensacionalismo, rumores y hasta procesos judiciales. Lo que sí te puedo decir es que el escocés Scott Creighton, que lleva años investigando este asunto, cree que algún momento "alguien" extrajo muestras de las pinturas y procedió a su análisis químico. Robert Bauval también tiene la misma sospecha. Esto habría ocurrido hace unos diez años, y según Creighton no habrían sido los alemanes sino las propias autoridades egipcias, y los resultados se guardan bajo llave. Pero si leíste el artículo completo sobre los cartuchos (sobre todo el epílogo), verás que Creighton considera que si no han ofrecido esos resultados es porque algo se oculta (¿la verdad?), y además afirma que sotto voce la comunidad egiptológica reconoce que los cartuchos fueron un fraude más de Vyse, un individuo de dudosa honestidad científica.
Saludos,
X.
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