Los lectores de este blog ya saben que no suelo tocar el
tema de los extraterrestres ni la Teoría del Antiguo Astronauta, porque mucha
gente ya se dedica a ello y personalmente me resulta un asunto cansino, repetitivo
y muchas veces anclado en el dogmatismo, el sensacionalismo o la mera
ignorancia. No obstante, cuando se habla de historia o arqueología alternativa
en general tarde o temprano se acaba topando con estas extrañas presencias
y todas sus repercusiones colaterales. Así, como ya expuse en el
reciente artículo sobre el realismo fantástico, no cabe duda de que la ufología
impactó directamente en las interpretaciones más atrevidas sobre nuestro remoto
pasado e incluso sobre los orígenes de la Humanidad, básicamente mediante la
transmutación de los antiguos dioses de la mitología en astronautas venidos de
lejanos planetas. Por tanto, resulta difícil disociar la moderna ufología con la arqueología alternativa, pues la interacción entre ambas disciplinas ha sido constante desde hace más de medio siglo.
A partir de aquí, se han escrito miles y miles de libros y se han lanzado teorías
y propuestas para todos los gustos, las cuales han tenido un notable impacto
mediático con autores de best-sellers tan destacados como Erich Von
Däniken y Zecharia Sitchin, más toda su corte de acólitos y seguidores
posteriores. Sin embargo, muchos puristas preferimos irnos a las raíces
de la ufología y escuchar la voz de los autores que consideramos más rigurosos
y relativamente escépticos –que no negacionistas– y que estudiaron el fenómeno
OVNI desde una perspectiva plenamente científica, tomando como base la pura fenomenología
o casuística.
Jacques Vallée |
Y entre esas visiones clásicas,
me permito ahora recomendar a un autor al que tengo en alta consideración, pese
a no compartir algunos de sus postulados. Me refiero al francés Jacques Vallée,
una figura muy respetada en el mundo de la ufología más científica, por
contraponerlo a los autores de tipo popular. Sólo como breve introducción, diré
que Vallée nació en 1939 en Pontoise (Francia) y que actualmente vive en San
Francisco (California, EE UU). Su carrera profesional se ha centrado en la
astronomía y la informática, ha sido colaborador de la NASA desde 1962 y ha
trabajado en diversos proyectos de computación e inteligencia artificial. Ya
desde los años 50 empezó a interesarse por los ovnis (fue testigo de un
avistamiento en su localidad natal en 1955) y al trabar relación con el
astrónomo y ufólogo J. Allen Hynek profundizó en esta materia hasta convertirse
en un investigador experto reconocido mundialmente.
Y entre toda su obra, cabe
mencionar un libro que se convirtió en referente durante décadas para los
estudiosos de la ufología y para algunos reputados investigadores de la
historia alternativa, como el escocés Graham Hancock, entre muchos otros. Me
estoy refiriendo, obviamente, al clásico Pasaporte a Magonia, publicado
en 1969[1],
que aunque no fue escrito como un libro científico –tal como reconoció el
propio autor– sí ofrece un planteamiento o aproximación racional para
interpretar el fenómeno fuera de las coordenadas habituales de la ciencia
académica convencional. Pero sin duda lo que más destaca en esta obra es la
visión transversal del fenómeno a través de los siglos, poniendo como premisa
estos dos puntos: 1) que la aparición súbita de seres u objetos extraños
que de alguna manera interfieren en los asuntos humanos no es un suceso moderno
del siglo XX, y 2) que dado el enorme cuerpo de pruebas documentales es
imposible negar su existencia, tanto en el pasado como en la actualidad, aunque
no sepamos cuál es su verdadera naturaleza o intención.
Pero, ¿qué nos ofrece exactamente
Pasaporte a Magonia? Vallée construye su relato desde una breve
narración de Agobardo de Lyon, un obispo medieval del siglo IX, que se burlaba
de las “supersticiones populares”, algo que nos retrotrae directamente a la
actitud de la moderna ciencia materialista y empírica. Esta es la cita
completa:
“Pero hemos visto y oído a muchos hombres sumidos en tan gran estupidez, hundidos en tan profunda locura, hasta el punto de creer que existe cierta región, llamada por ellos Magonia, en la que los barcos navegan por las nubes, a fin de llevar a esa región los frutos de la tierra destruidos por el granizo y las tempestades; los marineros ofrecen recompensas a los brujos de la tempestad para recibir a cambio trigo y otros productos. Entre aquellos cuya ceguera y locura eran tan grandes que les hacían creer posibles tales cosas, había unos que exhibían en cierto concurso a cuatro personas atadas... tres hombres y una mujer que aseguraban haber caído de una de estas naves; después de mantenerlos unos días en cautividad, los condujeron a presencia de la multitud, como hemos dicho, para ser lapidados en nuestra presencia. Pero la verdad prevaleció.”[2]
La famosa visión del profeta Ezequiel |
A partir de aquí, Vallée va alternando la detallada
descripción de numerosos casos de avistamientos de ovnis y contactos con
supuestos alienígenas de nuestra época más reciente con los múltiples
testimonios antiguos de fenómenos celestes anómalos y de relaciones con todo
tipo de seres sobrenaturales que el folklore popular llamó hadas, elfos,
trasgos, duendes, gnomos, ángeles, demonios, etc. Lo que todos ellos
tendrían en común sería una serie de poderes y propiedades excepcionales que
los haría “mágicos”, inexplicables o inalcanzables para el pueblo llano. Entre
estas características podríamos citar la capacidad de volar y de aparecer y
desaparecer de súbito, la posesión de alimentos mágicos, la extraña
vestimenta, las marcas dejadas sobre el terreno (sobre todo círculos o
anillos), la costumbre de raptar personas (adultos y niños), la alteración del
espacio-tiempo, etc. Y lo que es más, Vallée incluye en esta extensa casuística
las creencias religiosas a través de todas las épocas y culturas, interpretando
ciertos sucesos extraordinarios –especialmente las apariciones de seres
divinos– como casos muy próximos a la típica fenomenología OVNI. En su opinión,
existe un claro paralelismo entre los eventos antiguos y los modernos, ya que
“los mecanismos que han originado estas diversas creencias son idénticos”.
Para el investigador francés no cabe duda de que detrás de
todo el fenómeno, que se puede remontar prácticamente a las tradiciones más
antiguas, existe un patrón de comportamiento muy similar que podemos rastrear a
través del folklore popular y de los mitos hasta llegar a nuestros días, en que
se ha creado por así decirlo un nuevo folklore contemporáneo, adaptado a
nuestros tiempos y que llamamos... ufología. Pero Vallée se pregunta si de
verdad podemos creer en naves interestelares venidas de remotas galaxias como
si fuera un fenómeno físico tangible (objetos materiales, metálicos, tripulados
por seres venidos de otro planeta) y achaca esta “creencia” principalmente a la
influencia de la ciencia-ficción. Y afirma lo siguiente:
“Por sólida que sea la actual creencia en el origen extraterrestre de los platillos, no es más sólida que la fe que tenían los celtas en los elfos y las hadas, o la creencia medieval en la existencia de lutins, o el temor que inspiraban en toda la cristiandad, durante los primeros siglos de nuestra era, demonios, sátiros y faunos. Y ciertamente no puede ser más sólida que la fe que inspiró a los autores de la Biblia... una fe arraigada en el trato cotidiano con visitantes angélicos.”
Imagen moderna de un ovni |
Ahora bien, el problema de fondo es determinar
qué grado de seguridad u objetividad tienen estos episodios desde un punto de vista
científico y aquí el sabio francés rompe con el rígido paradigma materialista –supuestamente
objetivo– e introduce el factor de la subjetividad. En este sentido, me sorprende
que Vallée no sólo cuestione la validez de la ciencia empírica y positivista,
sino que sugiera abiertamente algún tipo de manipulación realizada desde
arriba, tal como se deduce de este párrafo:
“Las acciones humanas se basan en la imaginación, la creencia y la fe, no en la observación objetiva... como los expertos en cuestiones militares y políticas saben muy bien. Incluso la ciencia, que pretende que sus métodos y teorías se desarrollan de una manera racional, está conformada en realidad por la emoción y la fantasía, o por el miedo. Y quien controla la imaginación humana podrá conformar el destino colectivo de la Humanidad, a condición de que el origen de este control no pueda ser identificado por el público. Y la verdad es que uno de los objetivos que se propone la política de cualquier Gobierno es preparar al público con vistas a cambios inevitables o para estimular su actividad en la dirección más deseable.”
Sin embargo, en sus conclusiones finales Jacques
Vallée parece arrojar la toalla y admite que él mismo no sabe cómo encarar el
fenómeno, como si no pudiera acercarse a la realidad desde una perspectiva
racional, e incluso reconoce que “no sabemos lo que es la realidad”. Estas son
sus palabras textuales:
“Yo no puedo ofrecer la clave de este misterio. Únicamente puedo repetir: la búsqueda acaso sea inútil; la solución quizá quede siempre fuera de nuestro alcance; la aparente lógica de nuestras deducciones más elementales puede evaporarse. Tal vez lo que buscamos no sea más que un sueño que, pese a convertirse en parte integrante de nuestras vidas, nunca existió en realidad. No podemos estar seguros de que estudiemos algo real, porque no sabemos lo que es la realidad; únicamente podemos estar seguros de que nuestro estudio nos ayudará a entender muchas más cosas sobre nosotros mismos.”
¿Extraños dioses? |
En definitiva, la obra de Vallée, con todas
sus posibles limitaciones y sesgos, nos obliga a encarar la existencia de cierto
mundo paranormal –paralelo a nuestra realidad física– que se manifiesta
ocasionalmente y que ha estado presente junto a nosotros desde el principio de
los tiempos, con el añadido no poco importante de que ha podido influir de
alguna manera en la Humanidad (al respecto, véase el artículo de este mismo
blog sobre la “conquista paranormal de América”). ¿Es todo esto una maniobra de
engaño? ¿Qué relación guarda con el origen del hombre y la civilización? ¿Se
trata de una pura fantasía para hacernos creer en unos ciertos “dioses”? Confieso
que no tengo respuestas para estas cuestiones.
© Xavier Bartlett 2018
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
3 comentarios:
Un error que yo mismo cometí es confundir a seres "reales" e "irreales", así tomar a los "extraterrestres" por dioses, creo que es un error. Son dos realidades reales pero pertenecientes a planos diferentes, es decir unos serían seres no humanos pero que habitan planos más sutiles que el nuestro y los mal llamados dioses, no serían esos mismos seres identificados en otro tiempo, sino que serían fuerzas naturales personificadas para su mejor comprensión.
Creo que ningún autor podrá entender ni por supuesto explicar nada de esto, mientras no lo experimente por él mismo, pero una vez vivido, entenderá que es imposible de explicar. ;-) Es por esto que los grandes iniciados no comparten sus conocimientos más que con otros iniciados y de forma velada para el resto.
Un saludo.
Gracias Piedra
Comparto plenamente tus opiniones y alguna gente de la ufología ya se inclinó por esa interpretación: el "folclore extraterrestre" es un fenómeno paranormal, de inteligencias de otras dimensiones o planos que normalmente se escapan de nuestra percepción. O como decía Andreas Faber-Kaiser, "alguien está jugando con nosotros".
Saludos
X.
Fantástico post
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