Introducción
Por supuesto, tales trapos muy raramente salen a la luz más allá de unos
círculos muy restringidos, o sea, más o menos en el ámbito de los propios
afectados. Todo lo más, se tiene noticia de la existencia de algunas
personalidades o corrientes minoritarias que en su momento propusieron cosas
quizá demasiado “arriesgadas” y no obtuvieron el apoyo de sus colegas y por
tanto quedaron fuera del consenso científico, que de hecho no es más que un
punto común de acuerdo, en modo alguno una verdad científica absoluta. En todo
caso, en la universidad, al igual que en la escuela, se ofrece la versión
estándar de la mayoría y todos aquellos que quedaron fuera del paradigma por
diversos motivos simplemente no son citados; es como si nunca hubieran
existido.
Ahora bien, dicho esto, no estamos ante una simple cuestión de quedarse
al margen por ir a contracorriente. Evidentemente, la ciencia va ampliando
horizontes y muchos conocimientos pueden resultar erróneos o quedar obsoletos
por diversos motivos y por tanto se van quedando atrás. Admitiendo esta
premisa, debe quedar claro que no se trata exactamente de esto; más bien
estaríamos hablando de la aplicación de un patrón de pensamiento único que
anula sistemáticamente determinadas visiones que no concuerdan con el marco
teórico establecido. Esta situación fue perfectamente descrita en el libro de
Michael Cremo y Richard Thompson Forbidden Archaeology (“Arqueología
prohibida”), una obra alternativa que –a pesar de sus muchos prejuicios,
errores y carencias de todo tipo– puso de manifiesto que cierta parte de la
investigación arqueológica de los últimos 150 años fue condenada al ostracismo
por contrariar las tesis imperantes, sobre todo en lo referente al
evolucionismo darwiniano.
Hueyatlaco entra en la Historia
Plano de situación del embalse de Valsequillo (México) |
Todo empezó en los años 30 del pasado siglo cuando un joven arqueólogo amateur local, Juan Armenta Camacho, encontró en la zona de Valsequillo muchos huesos de mamíferos extinguidos durante la última Edad de Hielo, así como herramientas de piedra. Juan Armenta estuvo explorando los aledaños del embalse durante muchos años y llegó a encontrar algunas piezas excepcionales, como por ejemplo un hueso fosilizado grabado con figuras de diversos animales o un hueso de mamut con una punta de lanza clavada en él.
Hueso grabado hallado en 1959 |
La intervención de la Universidad de Harvard
Pese a esta reacción contraria por parte del estamento científico mexicano, Armenta creía que Valsequillo constituía una zona de excepcional interés arqueológico, y de este modo invitó a varios expertos internacionales para que examinaran por sí mismos los restos hallados. A raíz de este hecho, Valsequillo acabó por entrar en la agenda de los profesionales norteamericanos, que decidieron realizar una serie de excavaciones con gran despliegue de medios. Esta iniciativa, bautizada como Valsequillo Project, se puso en marcha en 1962 y corrió a cargo de la Universidad de Harvard. Para dirigir el proyecto se puso al frente a una joven antropóloga de Harvard, Cynthia Irwin-Williams, siendo co-director de los trabajos el propio Juan Armenta.
Cynthia Irwin-Williams |
Virginia Steen-McIntyre en Valsequillo |
Las polémicas dataciones
Lo cierto es que los primeros intentos de los geólogos para datar el yacimiento no dieron mucho fruto. No obstante, en un estrato de la Barranca Caulapán –en las cercanías del embalse– al fin se pudo relacionar fiablemente un objeto hecho por el hombre con huesos mineralizados y conchas, que se podían datar con las metodologías de las series de uranio y con el Carbono-14, respectivamente. Este fue el primer resultado asombroso, pues las fechas obtenidas en ambos casos, aun con sus márgenes de error, estaban alrededor de 22.000 AP (Antes del Presente). Esto era una pequeña bomba para las teorías académicas de aquel entonces sobre el poblamiento humano en América, pues según los axiomas ya aceptados, los primeros hombres –de origen asiático– llegaron al continente a través del estrecho de Bering cuando éste se podía cruzar a pie y la primera cultura humana americana identificada arqueológicamente era la llamada cultura Clovis[1], con una datación aproximada de 10.000 a. C.
Localización de un artefacto de piedra de tipo bifaz |
Reacciones adversas
En fin, aceptar una antigüedad de 20 ó 30 mil años para Valsequillo ya era poco menos que un anatema para el estamento académico, pero entraba en los límites de lo posible y aceptable, aun con las máximas cautelas. No obstante, hablar de 250.000 años ya era una herejía sin precedentes. Con todo, antes incluso de que apareciesen estas fechas tan extraordinarias, las autoridades arqueológicas mexicanas ya habían decidido tomar cartas en el asunto, lo que provocó la primera tormenta sobre el controvertido yacimiento.
José Luis Lorenzo |
Sin
duda, la principal víctima de esta tormenta fue Juan Armenta Camacho, al que no
sólo se le retiró el permiso para practicar ninguna otra intervención
arqueológica, sino que además se le confiscaron todas sus piezas. Toda su
colección, más todos los hallazgos del Proyecto Valsequillo, que estaban
depositados en la Universidad de Puebla, fueron trasladados a Ciudad de México.
A su vez, Irwin-Williams no salió mucho mejor parada, pues Lorenzo dio por
finalizadas las excavaciones del equipo estadounidense.
Los estudios geológicos confirman “lo peor”
Vista de los trabajos en Hueyatlaco (1973) |
En 1973 las autoridades mexicanas permitieron al USGS realizar una intervención en Hueyatlaco de carácter exclusivamente geológico. De este modo, Malde y Steen-McIntyre, con la colaboración del experto en microestratigrafía Roald Fryxell, pudieron completar y ampliar los trabajos anteriores y confirmar así que los estratos con artefactos, por debajo de las cenizas volcánicas, se habían depositado en una secuencia natural, sin intrusiones de ningún tipo. Ello permitía afirmar con seguridad que dichos estratos eran más antiguos que las capas de ceniza y que por consiguiente datando éstas se podía obtener una fecha mínima para el yacimiento.
En este punto, una vez clausuradas las excavaciones, se siguió
trabajando con las muestras disponibles extraídas durante ese periodo. Así
pues, varios especialistas, como C.W. Naeser o la propia Steen-McIntyre,
realizaron mediciones con otros métodos. En suma,
aparte de las muy escasas pruebas realizadas con el método del carbono-14, se
aplicaron hasta cuatro metodologías de tipo físico-químico diferentes para
datar los estratos, a saber:
- Series de uranio
- Huellas de fisión en zircones
- Hidratación de tefras
- Meteorización de minerales
¿Y qué tenía que decir la directora de las
excavaciones a todo esto? Frente a la avalancha de pruebas, Cynthia
Irwin-Williams se refugió
en sus convicciones histórico-arqueológicas y miró para otra parte. Ya se había
mostrado desde el principio bastante incómoda y reticente ante las dataciones
obtenidas y a esas alturas seguía sin creer en estas fechas tan antiguas.
Estaba convencida de que los nuevos métodos debían de estar produciendo
resultados erróneos, ya que tales fechas eran “virtualmente imposibles”... Fue
tal su enfado que llegó a acusar a los geólogos de ser unos “lunáticos”. Y no
sólo eso, les amenazó con no publicar su extenso informe sobre el Proyecto
Valsequillo hasta que no se retractasen de sus posiciones. Esa fue la gota que
colmó el vaso, pues supuso la ruptura definitiva de la comunicación entre la
antropóloga y los geólogos.
Se corre un tupido velo
Portada del libro de J. Armenta |
«La antigüedad de los materiales ha sido determinada por insobornables pruebas de laboratorio, cuya validez sólo podría ser descartada con otras pruebas científicas. Mientras eso no suceda, los descubrimientos de Valsequillo están calificados para establecer un nuevo precedente en la historia de la cultura y plantean la necesidad de revisar los conceptos, que hasta ahora se tenían, del pasado prehistórico.»[2]
A todo esto, Virgina Steen-McIntyre no sólo no
conseguía publicar su material (le habían presentado múltiples excusas o
rechazos[3])
sino que era objeto de todo tipo de críticas y maledicencias a sus espaldas,
dándose entonces cuenta que todo el asunto de Valsequillo era un negro episodio
de inquisición científica. Como resultado de todo ello, su reputación
profesional cayó en picado. Así pues, fue perdiendo todas las opciones de
desarrollar una carrera académica; no obtuvo empleos acordes a su categoría e
incluso tuvo que salir del ámbito de sus estudios para trabajar como jardinera.
Hubo que esperar
hasta 1981 para que viera la luz el primer artículo específico sobre los
trabajos arqueológicos y geológicos en Hueyatlaco. Fue un artículo publicado
por la revista Quaternary Research, titulado Geologic Evidence for Age of Deposits at Hueyatlaco Archaeological Site,
Valsequillo, México (“Pruebas geológicas para la
antigüedad de los depósitos del yacimiento arqueológico de Hueyatlaco”) y firmado por Steen-McIntyre, Fryxell y Malde.
Es oportuno señalar que tal publicación fue posible gracias a la amistad que
unía a Steen-McIntyre con el editor, el geólogo Steve Porter, ya que de otro
modo hubiera sido casi imposible. De todos modos, el manuscrito original
cumplió la reglamentaria revisión por pares.
Y llegados a este
punto, aunque finalmente se habían podido publicar de forma detallada las
dataciones extremadamente antiguas de Valsequillo, Virgina Steen-McIntyre
comprobó con resignación que había llegado demasiado tarde y que sus esfuerzos
por defender en el ámbito académico tales dataciones habían caído en saco roto.
Así, a efectos oficiales, la datación de Hueyatlaco quedó fijada hacia
22.000 AP, según apareció por primera vez en un artículo de National
Geographic de los años 70. Con todo, Steen-McIntyre jamás se desdijo de sus
afirmaciones y su claro testimonio fue vuelto a escuchar en el libro de Cremo y
Thompson ya citado y en el polémico documental “The mysterious origins of man”,
a mediados de los años 90, que de alguna manera propiciaron que se volviera a
hablar de Valsequillo y que se emprendieran nuevas iniciativas de
investigación.
Dibujo de algunos artefactos hallados en las excavaciones |
Otras explicaciones y nuevos datos
Por supuesto, no sería objetivo reducir todo el problema de Hueyatlaco a la única versión de los “defenestrados” (el USGS) por la ortodoxia. El yacimiento ha sido objeto de estudios geológicos y paleontológicos por parte de otros profesionales (sobre todo del INAH mexicano, pero también del Center for the Study of the First Americans, de Texas, EE UU y de la Universidad John Moore de Liverpool, Reino Unido) en la década de 2000. Con respecto a las polémicas dataciones del USGS, las versiones oficiales no omiten mencionarlas, pero suelen resaltar que se trata de fechas “controvertidas”. Los pocos expertos que han dado su opinión sobre los argumentos de los geólogos del USGS han incidido bien en la baja fiabilidad de esas dataciones, bien en una interpretación incorrecta de la estratigrafía.
En el contexto de esta controversia, ya a finales de la década de 1990, el empresario y arqueólogo amateur Marshall Payn quiso reabrir el caso de Hueyatlaco y para ello contó con la ayuda de la propia Virginia Steen-McIntyre, así como de un equipo de especialistas, creándose de este modo un Nuevo Proyecto Valsequillo, en colaboración con los técnicos del INAH. Su primer objetivo se centró en comprobar si los datos geológicos eran fiables. Para ello hizo revisar los antiguos informes por expertos, que le corroboraron que el trabajo parecía bien hecho, pero que sería aconsejable realizar nuevas pruebas con los medios más modernos disponibles.
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Sam VanLandingham extrayendo muestras in situ |
Otra vez en el callejón sin salida
Payn había podido tomar parte en diversas intervenciones hasta 2005 con el beneplácito del INAH, pero su intención era realizar una campaña completa de excavación en Hueyatlaco para cerrar definitivamente el último elemento de la polémica: la ya mencionada inserción en la estratigrafía. No obstante, sus solicitudes de permiso oficial para excavar en Valsequillo fueron denegadas una tras otra desde 2006 hasta 2011. Para tratar de dilucidar cuál era el problema, Payn envió en su nombre al arqueólogo Neil Steede, que ya había trabajado para las autoridades mexicanas, para que se entrevistara con cuatro prominentes figuras académicas mexicanas. Pero llegado el momento los planes se torcieron, pues una de estas personas, Mario Pérez Campa, falleció dos días antes de producirse la entrevista, mientras que las otras tres rehusaron aduciendo que se les había prohibido conceder ninguna entrevista.
Único artefacto identificado procedente de Hueyatlaco |
Aspecto del yacimiento de Hueyatlaco en 2011 |
En cuanto al proceder del INAH en este
embrollo, las palabras del geólogo Robert McKinney, en un correo electrónico a Virgina Steen-McIntyre
(25 de julio de 2011)[5], son de una dureza concluyente:
«Mi posición es que a nosotros (todos
los implicados) se nos ha apartado del descubrimiento de hechos significativos a causa de una actuación ilícita sistemática por parte
del INAH y de otros
intereses que, por alguna razón, no
quieren que se descubra la verdad. Muchos intentos fallidos para obtener permisos, fósiles perdidos o destruidos, una
interferencia directa en los intentos de llevar equipos de perforación y registro al
yacimiento y otras cosas sin sentido
han impedido a los investigadores
rigurosos obtener datos vitales.»
Se pueden decir las cosas más alto pero no
más claro.
Más allá de Hueyatlaco
Podríamos concluir aquí el texto y aceptar que el caso de Hueyatlaco fue un episodio aislado en la historia de la arqueología americana y que en él confluyeron diversos factores poco recomendables como los celos profesionales, las ansias de protagonismo, los posibles errores técnicos o ciertas posturas intransigentes propias de personas o estamentos con un alto ego científico. Sin embargo, y esto desde luego no se enseña en ninguna facultad de Historia, existe un largo y lamentable historial de casos parecidos a Hueyatlaco en los que la intransigencia y la hostilidad ante las nuevas ideas y pruebas provocaron la marginación y exclusión de tales aportaciones, llegando incluso a perjudicar gravemente muchas carreras profesionales.
Este historial contiene episodios tan oscuros como los hallazgos del
arqueólogo canadiense Thomas Lee en el yacimiento de Sheguiandah, en la isla de
Manitoulin (al norte del lago Hurón) a inicios de los años 50. Allí encontró
artefactos líticos avanzados en unos depósitos que fueron datados
geológicamente entre 65.000 y 125.000 años. Lee perdió su empleó público (fue
despedido), no pudo publicar sus resultados y sus pruebas fueron rebatidas por
otros expertos. Todos los artefactos encontrados se perdieron en arcones del
Museo Nacional de Canadá. El Director del Museo, que había defendido los
hallazgos de Lee y había propuesto publicar una monografía sobre éstos, fue a
su vez apartado de su puesto. Sheguiandah se acabó convirtiendo en un centro
turístico.
George Carter |
Y ni siquiera una figura tan destacada de la paleoantropología, como el
mismísimo Louis Leakey, quedó al margen de la maquinaria del pensamiento único.
El que fuera descubridor de excepcionales especimenes de homínidos en África
estuvo excavando en los años 60 en el yacimiento de Calico (California), bajo
la dirección de la arqueóloga Ruth Simpson. En este lugar se hallaron más de
11.000 artefactos de tipo eolito (tradicionalmente interpretados como
piedras de sílex bastamente trabajadas, si bien la ciencia actual no reconoce
estos objetos como piedras modificadas por el hombre sino por procesos
naturales) en una serie de estratos, siendo los más antiguos datados por series
de uranio en ¡200.000 años! Leakey defendió estas dataciones pero nuevamente
los escépticos las rechazaron, recurriendo a la doble explicación de que, o los
artefactos no eran tan antiguos, o en realidad eran naturales (“geofactos”).
Con todo, algunos especialistas examinaron las piezas y afirmaron que algunas
al menos sí serían de inequívoca factura humana. En todo caso, los años de
Louis Leakey en Calico fueron “tristes y embarazosos”, según relata la biógrafa
de Leakey.
El gran problema de fondo
Las investigaciones llevadas a cabo en Valsequillo pusieron de manifiesto que el equilibrio trilateral existente entre los hallazgos arqueológicos, las dataciones y la teoría sobre el poblamiento humano de América se había roto por algún sitio. Si examinamos el núcleo de la controversia, llegaremos a la conclusión que al menos uno de los tres elementos de este triángulo debe fallar.
La primera sospecha podría recaer sobre la práctica arqueológica, pero
todo el mundo –empezando por los geólogos del USGS– coincide en afirmar que la
metodología científica aplicada por Cynthia Irwin-Williams estaba fuera de toda
duda. A pesar de su juventud, era una persona muy preparada, metódica,
detallista y con un cierta experiencia en excavaciones, lo que se tradujo en un
trabajo bien realizado y bien documentado, tomando buen registro de todos los
hallazgos e interpretando correctamente la secuencia estratigráfica del
yacimiento, labor en que sin duda la aportación de geólogos muy cualificados
tuvo un papel determinante.
Trazas o huellas de fisión, a la vista de microscopio |
Visto todo este oscuro episodio, y si descartamos cualquier tipo de
maquinación o maniobra siniestra, lo que queda tampoco es como para
estar orgulloso del proceder del estamento científico. Más bien muestra una
cerrazón y un claro prejuicio ante los hechos anómalos que desafían la solidez
del paradigma establecido, utilizando los términos empleados por Thomas Khun al
hablar de las revoluciones científicas. Por lo tanto, habría que dilucidar qué
impide a la ciencia realizar una seria autocrítica cuando se producen
situaciones de este tipo.
Finalmente, ya hemos visto que existieron varios casos similares a
Hueyatlaco; no se trata pues de una rara excepción que confirma la regla.
Entonces, ¿es razonable considerar que todos los profesionales que
encontraron datos anómalos se equivocaron? ¿Cuántas pruebas extraordinarias
se precisan para que la ortodoxia académica empiece a considerar que el
paradigma actual debería revisarse completamente? Si en el método científico la
hipótesis se somete a experimentación para ser validada y dicha experimentación
–que está fundamentada en hechos observables y medibles– contradice la teoría,
entonces se debe empezar otra vez desde el principio y replantear la hipótesis
inicial. ¿Es esto tan inadmisible en el campo de la historia y la arqueología?
¿O es que cierta teoría científica más bien se ha convertido en un dogma de fe que no puede ponerse en duda aunque la evidencia objetiva no lo
confirme e incluso lo descarte?
© Xavier Bartlett 2014
Referencias
Artículos
MALDE, H. E.; STEEN-MCINTYRE,
V.; NAESER, C. W.; VANLANDINGHAM, S. L. “The stratigraphic debate at
Hueyatlaco, Valsequillo, Mexico”. Palaeontologia Electronica Vol. 14,
Issue 3; 2011.
STEEN-MCINTYRE,
V., FRYXELL, R., MALDE, H.E. “Geologic evidence for age of deposits at
Hueyatlaco archaeological site, Valsequillo, Mexico.” Quaternary Research, 16:1-17;
1981.
STEEN-MCINTYRE,
V. “A review of the
Valsequillo, Mexico early-man archaeological sites (1962-2004) with emphasis on
the geological investigations of Harold E. Malde.” Presentation at 2008
Geological Society of America Joint Annual Meeting; 2008.
Libros
ARMENTA CAMACHO, J. Vestigios de labor humana en huesos de animales extintos de Valsequillo, Puebla, México. Consejo editorial del Gobierno del estado de Puebla, 1978.
CREMO, M.; THOMPSON, R.L. Forbidden Archaeology: The Hidden History of the Human Race. Bhaktivedanta Institute, San Diego, 1993.
HARDAKER,
C. The First American: The Suppressed Story of the People Who Discovered the
New World. New Page Books, Franklin Lakes, New Jersey, 2007.
Páginas Web
http://earthmeasure.com
http://pleistocenecoalition.com/steen-mcintyre/index.html
Créditos / agradecimiento por las imágenes: Virginia Steen-McIntyre y revista digital Pleistocene Coalition News
[1] Clovis es un
yacimiento situado en New Mexico (EE UU), que fue excavado en la primera
mitad del siglo XX y que fue un referente para fijar la antigüedad del primer
poblamiento de las Américas durante mucho tiempo.
[2] ARMENTA CAMACHO, J. Vestigios de labor humana
en huesos de animales extintos de Valsequillo, Puebla, México. Consejo
editorial del Gobierno del estado de Puebla, 1978.
[3] Sobre el
tema de las negativas se llegó a situaciones surrealistas: Steen-McIntyre relata
que fue contactada en 1980 por una revista de divulgación científica llamada Science
80 para publicar su manuscrito, pero que después de meses sin ninguna
noticia el editor se excusó diciendo que el manuscrito se había perdido al caer
detrás del archivero...
[4] Las
diatomeas son unos microorganismos unicelulares microscópicos fosilizados cuya
diversa y extensa tipología desde hace millones de años hasta actualidad
permite datar los estratos en que se depositaron.
[5] STEEN-MCINTYRE, V. “Bob McKinney 1933-2011, Classic Valsequillo Project colleague” Pleistocene Coalition News, volume 4 issue 2; 2012.
[5] STEEN-MCINTYRE, V. “Bob McKinney 1933-2011, Classic Valsequillo Project colleague” Pleistocene Coalition News, volume 4 issue 2; 2012.