En cuanto a aspecto del neandertal,
del estudio de sus restos óseos se dedujo que era un homínido de altura un poco
inferior al sapiens, pero bastante más fuerte y robusto, siendo su
capacidad craneal media superior a la del sapiens. Asimismo, este homínido
mostraba unas capacidades intelectuales notables[1],
si bien se ha puesto en duda su facultad de hablar o de tener un lenguaje
elaborado como el hombre actual.
Con el tiempo, las
investigaciones revelaron que ambas especies habían convivido en Oriente Medio,
parte de Asia y en Europa durante muchos miles de años, en la última era
glacial. Sin embargo, resulta que el neandertal, la especie que físicamente
podría estar mejor adaptada a los tremendos rigores del clima de esa época, y
que era bastante más antigua (los ejemplares más arcaicos se podrían remontar a
los 250.000 años) fue la que acabó por desaparecer, hace aproximadamente unos
30.000 años.
Todo ello ha hecho pensar que la
extinción del neandertal podría tener su origen en una competencia directa con
el Homo sapiens de su época en Europa, el llamado hombre de Cro-Magnon.
Y es que, cuando hablamos de evolución, nunca puede faltar el factor
competitivo (agresivo, violento, egoísta), si nos atenemos a la típica línea
dura de Richard Dawkins. Sea como fuere, según la ortodoxia evolucionista, se habría producido aquí una
superposición natural de la especie mejor adaptada (¿en términos de
inteligencia?) sobre la peor adaptada, que habría sido incapaz de resistir la
presión ejercida por los sapiens.
Comparación de cráneos de sapiens y neandertal |
Y entre tanta incógnita, acaba de
surgir recientemente una nueva teoría sobre la extinción de los neandertales, a
cargo de la antropóloga norteamericana Pat Shipman, de la Universidad de
Pennsylvania State, plasmada en un libro titulado The Invaders: How Humans
and Their Dogs Drove Neanderthals to Extinction (“Los invasores: Cómo los humanos y sus perros
condujeron a los neandertales a la extinción”). Así pues,
pasaré a comentar esta nueva aportación a partir de un artículo periodístico
que me ha llamado la atención por varios motivos y que me ha hecho reflexionar
una vez más sobre cuánto de lo que sabemos –o creemos saber– sobre nuestro
pasado más remoto no es más que pseudociencia, conjetura o simplemente una
determinada visión del mundo que confundimos con el término “ciencia”.
Por de pronto, la publicación
británica (The Guardian) de donde he tomado esta información[2]
empieza presentando el tema de manera un tanto peculiar, mostrando que
la divulgación científica, cuando no está bien elaborada, puede contener sesgos
y tergiversaciones aún mayores que la propia literatura técnica científica.
Así, el periodista Robin McKie se luce con esta expresión:
“Hace 40.000 años en Europa, nuestros antepasados urdieron una crucial y
duradera alianza que nos permitió eliminar a nuestros primos en la evolución,
los neandertales.”
¡Bravo! Comentario muy científico... Hay que estar orgullosos de estos
antepasados nuestros que afortunadamente liquidaron a los neandertales, esos
indeseables competidores. De verdad, no creo ni que el mismísimo Dawkins se
hubiera atrevido a iniciar un texto con semejantes palabras tan crudamente
genocidas. Aunque haya sido un desliz, se ha de valorar el impacto colateral de
tal afirmación, pues se está sugiriendo que la brutal competencia fue a muerte
(ya no digamos intencionada...) y que fue beneficiosa.
Seguidamente, nos adentramos en el núcleo de la teoría, que no es otra
que la existencia de una alianza entre humanos modernos y lobos para poder
cazar mejor y así dejar sin opciones a los neandertales. La autora parte de la
premisa de que los sapiens, los neandertales y los lobos eran los tres
principales cazadores –en directa competencia– de grandes mamíferos como los
mamuts u otros herbívoros de gran tamaño. En este punto se plantea como enigma
a resolver la extraña desaparición del neandertal en Europa, que llevaba
200.000 años en el continente, y que fue desplazado en relativamente pocos
miles de años por el recién llegado de África. Este hecho es sin duda un gran
misterio y pese a que se han sugerido varias hipótesis más o menos viables,
entre las cuales figura el cambio climático[3],
no hay certeza sobre lo que pasó realmente, si bien se ha insistido en la
superioridad tecnológica y cognitiva del sapiens.
En este escenario, Shipman no descubre nada que no se supiese. Lo que
propone es retroceder en bastantes miles de años la domesticación del lobo[4]
(para convertirse en perro) y situar este hecho en medio de la polémica de la
desaparición de los neandertales. Su argumentación se basa en el hallazgo, en
Bélgica y en Siberia, de restos de lobo con una antigüedad de 33.000 años con
indicios anatómicos de una incipiente domesticación. Para Shipman, la unión de
sapiens y lobos (o perros) habría permitido a ambas especies dominar la cadena
alimentaria en la Europa prehistórica. Esta eficacia habría tenido sus
consecuencias, hasta el punto de costar la vida a diversas especies animales,
como los leones, los bisontes, los mamuts... y los propios neandertales. En sus
propias palabras: “Los humanos y los perros de caza fueron, y siguen siendo,
una combinación mortífera.”
Y para redondear el papel crucial del lobo-perro en el desarrollo y
hegemonía del sapiens, Shipman recurre a un argumento biológico. Para
ella, el hecho de los lobos y los humanos compartieran el blanco de los ojos
(la esclera), facilitaba su comunicación no verbal y les permitía reconocer al
instante hacia dónde estaba mirando el otro, elementos de gran ayuda en la
actividad de la caza. En consecuencia, la mutación que confería una esclera
blanca podría haberse hecho cada vez más común entre los sapiens desde hace
40.000 años, lo que suponía sin duda una ventaja competitiva para aquellos que
cazaban con perros.
A su vez, Shipman está convencida que tal relación entre lobos y
neandertales no se dio, pues no tenemos ninguna prueba arqueológica de ello.
Debemos suponer, pues, que los neandertales siguieron cazando con métodos
primitivos y con gran dificultad, lo que finalmente hubiera sido una gran
desventaja frente a los sapiens y sus aliados caninos. Como conclusión, la
autora ve la unión hombre-perro como el inicio de la conquista del mundo, pues
el perro ha acompañado también al humano a América y al Pacífico, facilitando
la caza y guardando su comida.
Bien, ignoro si a Shipman le gustan los perros o los admira con fervor;
es de suponer que sí, y yo también. Pero otra cosa bien distinta es utilizar esta
supuesta domesticación arcaica para explicar la desaparición de los
neandertales. En su favor, debo decir que sólo he leído un artículo y no su
libro y que por tanto se me pueden escapar muchos detalles y argumentos. Sin
embargo, si el artículo refleja fielmente el contenido, entonces veo varios
problemas –y bastante serios– que me hacen pensar que en la ciencia
arqueológica ya se puede decir prácticamente cualquier cosa, sin pretender
siquiera ajustarse a una remota objetividad.
En primer lugar, destacaría el marcado tono evolucionista competitivo
del discurso de Shipman, que raya casi en lo panfletario a favor del sapiens
y en contra del neandertal. Asimismo, nos encontramos con una exaltación de
los logros predatorios de la alianza de hombres y perros –calificada de
“combinación mortífera”– en detrimento de los depredados y de los perjudicados indirectos,
o sea, los neandertales. Todo esto más bien parecen juicios de valor
innecesarios (e incluso arbitrarios) sobre la condición depredadora del hombre,
olvidando el componente recolector, que –por cierto– compartían tanto el
sapiens como el neandertal.
En segundo lugar, la alianza lobo-sapiens presentada por la autora
parece un hecho indiscutible, y da la impresión de ser un pacto a gran escala
entre grandes potencias militares en perjuicio de un tercero. No obstante, esto
es arqueología, no historia contemporánea, y además debemos recordar que
estamos hablando de una hipótesis y no de hechos probados. Lo que tenemos aquí
es un intento (loable pero muy arriesgado) de reconstruir un escenario completo
enmarcado temporalmente en muchos miles de años y geográficamente en un
territorio extensísimo, cuya validez –a la vista de las escasas pruebas aportadas–
se mueve en terrenos altamente especulativos.
Así pues, analizando a fondo el argumentario de Shipman, vemos hasta qué
punto todo el escenario carece de verdadera solidez, por cuanto recurre a una
serie de suposiciones y conjeturas que lo acercan más a la pseudociencia que la
auténtica ciencia. En efecto, si observamos el núcleo de esta teoría,
comprobaremos que se sostiene por una hipótesis inicial de alta competencia por
los recursos entre neandertales y sapiens. Seguidamente, como la autora
propone, tal competencia se habría decantado a favor de los segundos gracias a
la intervención canina, con el resultado final de la progresiva desaparición de
los primeros. Pero esto no deja de ser una extrapolación del ideario
evolucionista ortodoxo que nos habla de competencia feroz por los recursos (supuestamente
escasos) y de la eliminación de los que no pueden adaptarse a los nuevos retos
o condiciones. En otras palabras, siempre ha de haber alguien a quien le toque pagar
el pato.
Territorio ocupado por los neandertales |
Por lo tanto, pensar que la irrupción del sapiens –con su caza más eficiente–
pudo afectar de manera tan dramática a la subsistencia del neandertal es mucho
aventurar, por cuanto el neandertal estaba ya bien establecido en el territorio
y llevaba milenios sobreviviendo exitosamente en condiciones bastante duras con
sus estrategias de caza y recolección. En este sentido, existe incluso la
posibilidad de que la caza de animales no fuera tan decisiva para los
neandertales. Así, ciertos estudios realizados sobre cálculos dentales de especimenes
de neandertal[5], muestran que
–en contra de lo que se había creído tradicionalmente– los neandertales se
alimentaban en gran medida de vegetales (y no sólo crudos, sino también cocinados)
y podrían haber tenido un profundo conocimiento de las plantas medicinales, lo
que refuerza aún más la imagen de alto desarrollo y adaptación al medio de esta
especie.
Otra cosa sería presentar una invasión masiva de centenares de miles de
sapiens que habrían ocupado todos los hábitats previos del neandertal y que con
el tiempo –por pura presión demográfica– los hubieron arrinconado hasta
hacerlos desaparecer. De todos modos, esta hipótesis no tiene pruebas
fehacientes que la sostenga, y tampoco estaría relacionada necesariamente con
una caza más eficiente. Antes bien, aquí se debería tener en cuenta el tema ya
citado de la hibridación, que –dando por hecho que no fue “forzada” o puntual–
nos podría indicar que la población de neandertales, mucho más reducida[6],
acabó por mezclarse y difuminarse entre la población de hombres modernos.
Después tenemos el propio hecho de la antigua domesticación del lobo
como premisa para la teoría. En este punto, las pruebas aportadas son más bien
escasas y se podría discutir si son o no relevantes, pues bien se podrían haber
dado casos aislados de una domesticación arcaica pero en zona aisladas y de
manera esporádica. Los datos arqueológicos recogidos hasta ahora nos muestran
que la domesticación generalizada ocurrió a finales de la última era glacial.
Así, las dataciones de 33.000 años podrían ser poco significativas, a menos que
fuéramos encontrando nuevas dataciones intermedias, entre estas fechas extremas
y las habituales de alrededor de 10.000 a. C.
Pero además existe otro problema, y no es otro que la propia datación.
Si, con el beneficio de la duda, damos por buena la fecha de domesticación del
perro aportada por Shipman, tenemos que hombres y perros quizá empezaron a
cazar juntos hacia el 30.000 a. C en amplias zonas de Europa y Asia, pero
resulta que la fecha de extinción de los neandertales se sitúa justamente en
esas fechas[7]. Como vemos,
aquí hay algo que no cuadra: tenemos un escenario de extinción que
prácticamente coincide con la domesticación del perro, lo cual nos obligaría a
aceptar que en unos poquísimos miles de años la eficaz combinación de sapiens y
perros hubiera acabado fulminantemente con los neandertales.
Homo neanderthalensis |
Finalmente, dejo aparte el argumento biológico de la mutación favorable
hacia el blanco de los ojos, pues me parece una salida por la tangente que se
sustenta en los misterios de la evolución, cuando la selección natural
actúa en un sentido determinado a partir de factores aleatorios. Muchos autores
de prestigio, como el biólogo Máximo Sandín, ya han criticado esta forma de
hacer ciencia que no se ajusta al método científico sino a una visión
determinista y sesgada de la naturaleza, por lo que no voy a hacer más
comentarios al respecto.
Y como conclusión, seguimos sin poder dar respuesta al interrogante
inicial; no sabemos por qué desaparecieron los neandertales, y lo único que
podemos hacer es trabajar con hipótesis y especulaciones acerca de los diversos
factores que se han propuesto. Todo ello asumiendo que los neandertales se
extinguieron hace 30.000 años, pero... ¿es así? Según el autor alternativo
Michael Cremo, existen ejemplares vivos de homínidos –supuestos antecesores del
hombre ya desaparecidos– que se mantienen ocultos en zonas relativamente
inaccesibles del planeta.
En lo referente al neandertal, Cremo cita en su libro Forbbiden
Archaeology el caso de unas extrañas criaturas humanoides conocidas en Asia
Central como “Almas”. Cremo recoge varios informes del siglo XX de esporádicos
avistamientos y encuentros con estos seres, pero al menos en una ocasión, en el
Cáucaso, durante el siglo XIX, se pudo capturar viva a una hembra de estas
criaturas, a la que llamaron Zana. Por las descripciones que se han conservado,
Zana tenía todo el aspecto de un neandertal típico y aunque profería algunos
sonidos era incapaz de hablar articuladamente. Además, volviendo al tema de la
hibridación, parece ser que un lugareño tuvo relaciones –y posterior
descendencia– con Zana, que falleció en la década de 1880. En 1964, el
investigador ruso Boris Porshnev todavía pudo examinar a los nietos de Zana, y comprobó que eran de piel
oscura, de complexión robusta y de mandíbulas prominentes.
Así pues, si diésemos por buenos estos testimonios (así como a otros
relacionados con otras criaturas semejantes como el yeti o el sasquatch),
se abriría la puerta a la posibilidad de que algunas especies de homínidos (básicamente
el Homo erectus y el neandertal) de la supuesta cadena evolutiva del
hombre moderno no hubiesen desaparecido por selección natural sino que
simplemente hubiesen quedado reducidos a la mínima expresión, al haber
conseguido sobrevivir en algún entorno natural protegido y no frecuentado por los
sapiens. Pero adentrarnos en tal hipótesis ya sería tema para otro artículo que
escribiremos en su momento.
© Xavier Bartlett 2015
[1] Ello incluye
ciertas capacidades superiores como la de concebir un más allá, pues
sabemos que el neandertal fue el primer homínido que enterró a los muertos con
un ritual funerario. Además, recientes estudios han abierto la posibilidad de
que las pinturas rupestres paleolíticas más antiguas fueran obra de
neandertales y no de sapiens. Asimismo, hace muy poco se han encontrado en Croacia pruebas de una incipiente joyería por parte de los neandertales con una antigüedad de 130.000 años.
[2] Fuente: http://www.theguardian.com/science/2015/mar/01/hunting-with-wolves-humans-conquered-the-world-neanderthal-evolution.
Todas las citas empleadas son traducciones directas de este artículo.
[3] Esta
propuesta no goza de mucho apoyo por la razón que se ha mencionado antes: el
hombre de neandertal debería estar mejor adaptado. Sin embargo, en la ciencia
actual, para justificar muchos hechos negativos se tiende a citar el cambio
climático, aun cuando no sea provocado por el hombre. Incluso no hace demasiado
leí un artículo de un científico que explicaba la paradoja de Fermi (“por qué
si hay extraterrestres no han contactado aún con nosotros”) aludiendo a que
tales seres inteligentes y sensatos no habrían querido contactar con una
especie malévola capaz de destruir su mundo alterando las condiciones
climáticas. Sin comentarios...
[4] Las fechas
que se han barajado tradicionalmente para la domesticación del lobo se situaban
hacia el 10.000-15.000 a. C, esto es, a finales del Paleolítico y de la era glacial.
[5] HARDY, K. et alii. Neanderthal medics? Evidence for food,
cooking and medicinal plants entrapped in dental calculus. Springer-Verlag,
2012. El estudio se refiere a restos de cinco individuos del yacimiento de El Sidrón
(Asturias); evidentemente tal muestra debe tomarse con precaución pero al menos
ya es indicativo de que las propias pruebas científicas pueden cuestionar
seriamente algunos escenarios creados con grandes dosis de especulación.
[6] Los estudios
actuales sobre la población prehistórica de Europa señalan que los sapiens
serían hasta diez veces más numerosos que los neandertales.
[7] Según unos
restos investigados recientemente en el sur de la Península Ibérica, los
últimos neandertales desaparecieron hace unos 28.000 años, si bien las
dataciones están bajo discusión y podrían ser más antiguas.
3 comentarios:
El maldito asunto de las pruebas, cuantas teorías "estupendas" han terminado en la basura por culpa de esos incómodos detalles. Y es que chorradas como esta se adaptan muy bien al mundo que nos pretenden presentar como único posible: competición, egoísmo y crueldad.
Hasta da para una buena serie del canal de "Historia" o hasta una dramatización con actores de moda.
Hablamos de un tiempo donde los recursos, por escasos que fueran, debían ser miles de veces más abundantes que ahora y nuestros abuelos estaban bien adaptados a el medio. Sería más lógico pensar en alianzas hombre-neardental que hombre-lobo y no se puede descartar la de neardental-lobo, pero de cualqueir modo, todo esto no sería a escala global, lo de la "alianza de naciones" es cosa de Zapatero.
Personalmente y desde mi ignorancia me inclino por la hibridación y que las consecuencias de esta fueran desastrosas para una de las especies, pero eso ya se sabrá en unos años, o al menos se estará más cerca de ello. (por las pruebas, por supuesto)
Saludos.
Amigo Piedra,
Mil gracias una vez más por tu comentario. Bueno, en este caso, como en tantos otros, cuando rascamos debajo de la moderna ciencia empírica vemos que hay un montón de suposiciones y escenarios creados para implantar una cierta visión del mundo, pero que difícilmente podríamos considerar científicos. El cuento este de la escasez de recursos y la competencia feroz por los pocos que hay ha sido usado desde hace más de 200 años por el darwinismo, el malthusianismo, el liberalismo y el ecologismo más radical para justificar la "ley del más fuerte" y el egoísmo frente al altruismo y la cooperación. Lo de poner al lobo junto con el sapiens para construir un arma letal de la depredación me suena a un discurso fascista totalmente basado en factores ideológicos, no científicos. Pero ¡ay amigo! resulta que la ciencia no es precisamente neutral, como algunos inocentemente podrían creer.
Saludos,
Xavier
hola
el eufemismo sangrante además de estúpido, de la alianza entre sapiens y lobo me parece un insulto a la razón, cuando está comprobado por todos en la actualidad (alcancen a comprenderlo o no y les convenga o no reconocerlo) como disponemos sin conciencia ninguna ni claro está inteligencia y por supuesto sin derecho, del cuerpo de los demás por capricho (pues da igual el motivo es sencillamente antinatural la aberración de someter a otro), osea traduzco: la violación, la tortura, la privación de libertad y el asesinato, eso es domesticar, llamemos a las cosas por su nombre, no hay otra forma de forzar a otro a servir a los fines de un tercero y no a los suyos propios, no hay otra manera de esclavizar
por otro lado deberiamos analizar el presente para tratar de comprender el pasado
gracias por regalarnos tu blog se siente bastante trabajo en tus artículos
Publicar un comentario