miércoles, 22 de abril de 2015

Las pirámides como “cámaras de salvación”



Scott Creighton
En este mismo blog publiqué hace año y medio un interesante artículo del investigador independiente escocés Scott Creighton sobre la posibilidad de que las grandes pirámides de las primeras dinastías egipcias nunca hubieran sido diseñadas para albergar las tumbas de los faraones. 

Creighton aportaba en su ensayo hasta diez argumentos basados en diferentes elementos (mitología, arqueología, religión, arquitectura, etc.) que le inclinaban a descartar como válida la clásica teoría de la pirámide-tumba, y todo ello sin recurrir a la tan manoseada ausencia de momias en el interior de estos monumentos.

Sólo a modo de breve recordatorio, incluyo un breve apunte de estos diez hechos:

1.    El incierto motivo de la evolución de la mastaba a la pirámide como monumento funerario.
2.   El cambio inexplicado en el ritual funerario de una base rectangular (mastaba) a una cuadrada (pirámide).
3.   La existencia reconocida de pirámides sin enterramiento: pirámides provinciales y cenotafios
4.  Las múltiples pirámides de Snefru: ¿hasta cuatro construcciones para una sola tumba?
5.  Las cámaras anónimas y los sarcófagos sin nombre (en el interior de las pirámides).
6.   La planificación unificada –en un solo momento– de las tres grandes pirámides de Guiza (que descarta la conjunción de tres monumentos funerarios aislados).
7.  El evidente fracaso de la seguridad de la pirámide para proteger la supuesta tumba (que se podía haber evitado con ciertas acciones que no se hicieron).
8.    La existencia de enterramientos no originales, sino intrusivos.
9.   La paradoja de que las reinas tuviesen también pirámides (pues no tenían acceso al Otro Mundo), y que el faraón necesitase barcos para alcanzar el Duat, si su alma ya salía –supuestamente– por los llamados conductos del alma de la pirámide. 
10.  El sarcófago que no sería tal, sino un “lecho de Osiris”[1].

En su momento, ya expresé mi opinión al respecto de este argumentario, concediendo cierta razón a Creighton en algunos puntos pero no en otros, y no voy a volver a incidir en esta controversia. Además, ya toqué ampliamente esta cuestión en  mi artículo previo ¿Dónde están las momias de los faraones? y me remito a él para los lectores interesados en profundizar en la polémica.

Lo que parece lógico ahora sería devolverle la pregunta a Creighton y discutir su planteamiento: si las pirámides (al menos las más antiguas) no fueron tumbas, entonces, ¿qué fueron? Lógicamente, el autor escocés ya había previsto esta cuestión y él mismo trató de darle respuesta en su libro “The Giza Prophecy” (2012) coescrito con Gary Osborn, en el cual desarrolló una teoría alternativa –­y muy poco común– para explicar el verdadero motivo, en su opinión, por el cual se construyeron esas grandes pirámides. Así pues, sin ánimo de ser exhaustivo, paso a comentar brevemente esta teoría, aportando al final algún razonamiento para valorar su viabilidad, dejando como siempre al lector la última palabra y el último juicio.

Básicamente, lo que Creighton admite es que las pirámides posteriores a la 4ª dinastía, más pequeñas y de factura más basta, probablemente sí fueron construidas como tumbas faraónicas. Sin embargo, considera que las pirámides anteriores no respondían a esa función, sino a una misión mucho más importante.

Para fundamentar su explicación, Creighton concede una vital importancia a dos conceptos trascendentales en la antigua religión egipcia. Por un lado, el ciclo eterno de nacimiento, muerte y renacimiento, plasmado en las simples observaciones de los ciclos naturales, como el día y la noche, el sol y la luna, las estrellas que se alzan y se ponen, el propio río Nilo, etc. Todo ello lo vemos recogido en el clásico mito de Osiris (el dios muerto) y Horus (el dios renacido). Por otro lado, era obvio que los faraones también vivían, morían y luego renacían. Esto sería el concepto de revivificación, esto es, el faraón –después de su muerte física– se transformaba para alcanzar un estado superior o perfecto que cerraba el círculo. En efecto, el rey muerto se convertía en un ente espiritual completo –el Akh– que gozaría de la vida eterna en el Más Allá. Desde este enfoque, la pirámide sería el instrumento que permitiría este acto de revivificación, o renacimiento en la Otra Vida.

Scott Creighton se preguntaba en este punto de dónde habían surgido tales ideas. En otras palabras, ¿qué había dado pie a los antiguos egipcios a desarrollar los conceptos de preservación y renacimiento? 

Las tres grandes pirámides de Guiza
A partir de aquí, Creighton sugiere que habría existido algún hecho o evento real –enterrado en el mito– que habría tenido lugar en un remotísimo pasado y que tuvo un fuerte impacto en los antepasados de los egipcios de la era dinástica. Este hecho no habría sido ni más ni menos que una gran catástrofe global, simbolizada por la construcción de los pilares sagrados djed (los cuatro pilares que sostenían el firmamento), y que habría amenazado totalmente la existencia de la primitiva civilización egipcia. En este contexto, los egipcios habrían sentido la necesidad de preservar el Ma’at (la Creación), mediante el acopio de semillas del renacimiento en unos contenedores enormes y fáciles de identificar a grandes distancias: las primeras grandes pirámides, que de algún modo vendrían a ser “cámaras de salvación”[2]. Esto lo habrían hecho con la esperanza de que los supervivientes de su civilización pudieran acceder fácilmente a ellas tras el desastre y obtener el sustento almacenado en su interior. De esta manera se aseguraría el renacimiento del Ma’at y el propio reino.

Para el autor británico, las conexiones entre el mito egipcio de la Creación y la arqueología no dejan lugar a dudas. Así, la llamada colina primigenia (el arquetipo de la pirámide), surgía de las aguas primigenias y desde ahí el dios creador podía vencer a las fuerzas del caos y –al abrir el promontorio o colina– provocar así el nacimiento del universo. Según este símil, las enormes pirámides no tendrían nada que ver con el renacimiento del monarca, sino que tratarían de imitar la colina primigenia de la Creación, lo que facilitaría el renacimiento del reino y la civilización o, en otros términos, de la propia Tierra.  

Al parecer, esta creencia en la muerte y renacimiento del mundo se habría mantenido durante milenios en la tradición religiosa egipcia, con un recuerdo muy explícito de la inmensa catástrofe natural provocada por los propios dioses. Veamos a tal efecto las palabras del dios de la sabiduría Toth:

"Voy a borrar todo lo que he hecho. Esta Tierra entrará en (es decir, será absorbida por) el abismo acuoso de Nu (o Nunu) por medio de una furiosa inundación, y será igual que lo fue en un tiempo primigenio. Yo mismo permaneceré junto a Osiris, pero me transformaré en una pequeña serpiente, que no puede ser ni vista ni comprendida... un día el Nilo se levantará y cubrirá todo Egipto con agua, y anegará el país entero; entonces, como en el principio, no habrá nada que ver excepto agua."

Por tanto, los antiguos egipcios habrían tenido esa obsesión por construir  grandes monumentos que permitiesen la recuperación de la civilización –la Tierra misma– tras un cataclismo que podría regresar como parte del inevitable ciclo cósmico. Más adelante, las pirámides, antes reverenciadas por su labor preservadora, habrían evolucionado con el tiempo hasta convertirse en iconos religiosos. De esta manera, en vez de ser símbolo de renacimiento de la Tierra se habrían transformado en instrumentos de renacimiento del rey.

Así pues, Creighton argumenta que el Imperio Antiguo –la época en que se construyeron las pirámides de gran tamaño– sufrió un colapso que también afectó a otras culturas de la Edad del Bronce, como el Imperio Acadio, que desapareció abruptamente de la historia. Este colapso, identificado en el llamado Primer Periodo Intermedio,  podría haber tenido su origen en un duro período de sequías, a causa de un fuerte cambio climático, del cual Egipto pudo renacer y recuperarse. Para el investigador escocés, la razón de tal recuperación sería la previsora construcción de las cámaras de salvación (las grandes pirámides), que habrían cumplido la misión para la cual fueron alzadas. Así, no sería nada casual que uno de los símbolos más sagrados de los egipcios, la piedra Benben (con forma de pequeña pirámide) estuviera asociada al pájaro Bennu, que tendría aproximadamente las mismas características que la famosa ave fénix, que siempre renacía de sus cenizas.

Complejo funearario del faraón Djoser (3ª dinastía)
Pero, volviendo al terreno arqueológico, nos topamos finalmente con la tan controvertida polémica de la ausencia (o no) de momias en las pirámides. Para Creighton, los egiptólogos han explicado la falta de momias reales en las grandes pirámides –anteriores a la 5ª dinastía– por la acción de los saqueadores. No obstante, se muestran algo confusos por la presencia de grandes cantidades de trigo, cebada, uva y otras semillas encontradas en dos galerías bajo la pirámide escalonada de Djoser, así como en varios silos subterráneos situados en el perímetro de la pirámide. Los egiptólogos tampoco se acabarían de explicar la existencia de un alijo de unos 40.000 vasos, bandejas, cacerolas y otros artefactos hallados bajo esta pirámide. En este caso, los expertos atribuyen la presencia de estos bienes y objetos a las vituallas imprescindibles para la vida del faraón en el Más Allá.

Esto no es nada nuevo ni sorprendente pues sabemos que desde la época predinástica los enterramientos iban acompañados de cierta cantidad de ajuar y víveres para el difunto. De hecho, se pudo apreciar un claro ejemplo de esta costumbre en la célebre tumba de Tutankhamon, que fue descubierta prácticamente intacta y que contenía este tipo de objetos. Sin embargo, es justo decir que la cantidad de artefactos y víveres era relativamente escasa, meramente simbólica, mientras que la gran cantidad de bienes hallados en la pirámide de Djoser da que pensar. Teniendo en cuenta que se encontró un escondite de enormes proporciones, podemos deducir que los otros espacios de almacenamiento habían sido vaciados ya en época antigua. Precisamente el hecho de haber hallado intacto uno de estos espacios bajo la pirámide, reforzaría la idea de que todo el complejo piramidal era una estructura diseñada y construida para ser una cámara de salvación, que podía ser empleada después de producirse un gran desastre, lo que supondría el renacimiento de la Tierra.

Representación de Osiris
Y lo que es más, la meticulosa disposición de las tres grandes pirámides de Guiza, siguiendo el patrón estelar de la constelación de Orión (no por casualidad asociada al dios Osiris, divinidad de la muerte y resurrección), reflejaría un preciso código precesional que se repite con regularidad. En otras palabras, las pirámides  funcionarían como una especie de marcador temporal del momento en que sucedió la gran catástrofe del pasado. Ello permitiría a las generaciones venideras conocer el ciclo de vida y muerte de la Tierra, lo facilitaría que estuviesen preparados para tal evento, asegurando el renacimiento de la civilización una vez más.

Una vez expuesta esta teoría, cabría realizar algunos comentarios sobre su validez desde el punto de vista arqueológico. En este sentido, aunque valoro muy positivamente el empeño de Scott Creighton en desmontar algunos mitos de la egiptología (como el polémico tema de las inscripciones de Khufu en las cámaras de descarga de la Gran Pirámide), creo que en esta ocasión ha ido demasiado lejos en sus conclusiones, aunque ello no interfiera, desde luego, en el cuestionamiento mismo de la teoría de la pirámide-tumba a partir de otros datos y pruebas.

En primer lugar, parece que Creighton se inspiró en antiguas leyendas árabes para su teoría, pero, de hecho, la tradición egipcia no recoge en ningún momento esa finalidad. Si bien la literatura egipcia sobre las propias pirámides es escasa, lo que se sabe con certeza es que la palabra utilizada para designar la pirámide era mr, que se traduce como “ascensión” o “lugar de ascensión”, siendo ésta una referencia directa a la ascensión del alma del faraón al reino del Más Allá, que es la interpretación convencional defendida por la egiptología[3].

En segundo lugar, Creighton sólo puede aportar los restos hallados en la pirámide de Djoser, que –aun siendo bastante impresionantes por su cantidad– no apuntan necesariamente a la finalidad indicada. Por cierto, resulta paradójico que un gran almacén o cámara supuestamente destinada a ser utilizada tras la catástrofe permaneciera oculta e intacta durante milenios. De todas formas, afirmar que no se han hallado otros restos porque precisamente los egipcios ya vaciaron estos espacios en su momento para recuperar su civilización no deja de ser una especulación más o menos gratuita.

Cámara en el interior de la Pirámide Roja (Dashur)
En tercer lugar, por lo que respecta al resto de pirámides, no hay prueba fehaciente de que se hubieran diseñado para albergar grandes cantidades de bienes y víveres. ¿Dónde exactamente? ¿En qué cámaras? ¿Tal vez en cámaras subterráneas por debajo de la propia pirámide o en sus alrededores? Desde luego, es muy difícil especular con lo que nunca se ha encontrado o comprobado. Además, si uno analiza las típicas estancias y corredores de las grandes pirámides le costará identificar grandes espacios destinados al almacenaje. Y por si fuera poco, las pirámides posteriores (de la 5ª dinastía en adelante) conservan una disposición similar en su estructura interna[4], cuando supuestamente ya no estarían ideadas para la función de “recuperación de la Tierra”.

En cuarto lugar, tenemos el problema de la propia conservación de los víveres. Si se supone que los monumentos debían servir para un tiempo futuro catastrófico, es muy improbable que pasado cierto tiempo, incluso siglos o milenios, el material orgánico llegase en buen estado de utilización. Aquí podríamos lanzar conjeturas sobre las supuestas cualidades de la pirámide para la preservación de dichos bienes perecederos[5], pero nuevamente nos movemos en el terreno especulativo, a falta de pruebas de restos de alimentos en el interior de las pirámides.

Textos de la Pirámides
En todo caso, tanto desde las visiones académicas como desde las alternativas, se reconoce que al final del Imperio Antiguo se produjo una época de fuerte crisis y de cambio que afectó a la sociedad egipcia en su conjunto. Es ese momento cuando habría tenido lugar cierta evolución de los conceptos religiosos e incluso políticos, sociales y económicos, lo que explicaría las diferencias en la construcción de las pirámides y en la aparición –por vez primera– de escritura jeroglífica en el interior de estos monumentos, los famosos Textos de las Pirámides. De todas formas, las interpretaciones sobre la naturaleza e impacto de estos cambios se mueven aún en el terreno especulativo, empezando por que nadie se explica muy bien la repentina aparición de unos textos religiosos que el propio mundo académico acepta que reflejaban un culto antiquísimo, que se remontaría a las primeras dinastías o incluso al mundo predinástico.

Finalmente, y aunque Creighton no lo menciona expresamente, nos queda la hipótesis defendida desde hace más de un siglo por la Piramidología, y es que las grandes pirámides, y muy particularmente la Gran Pirámide, sería en sí misma una especie de cápsula del tiempo (¿cámara de salvación?) construida en piedra con la misión de conservar no un mero sustento vital sino el legado de una civilización avanzada, en forma de conocimientos físicos, matemáticos, geométricos, geográficos, astronómicos, etc. Y aunque en este tema a veces se haya exagerado mucho y se hayan buscado los tres pies al gato, bien es cierto que muchas cualidades y datos contenidos en la pirámide de Khufu, nos invitan a pensar tal teoría quizá no esté tan desencaminada como sugiere la egiptología ortodoxa.

© Xavier Bartlett 2015


[1] Un objeto ritual que representaba simbólicamente el ciclo de nacimiento y renacimiento, ligado a la actividad agrícola. De hecho, este objeto era una especie de cajón con la forma del dios Osiris que se rellenaba con tierra y semillas que luego germinaban.
[2] Creighton usa la expresión recovery vaults, que también se podría traducir como “bóveda, cúpula, cripta...” de recuperación, regeneración o recobro.
[3] Algunos autores alternativos, como Clesson Harvey, sin negar este sentido de “ascensión”, creen que la interpretación ortodoxa es incorrecta. En su opinión, la pirámide no se enmarcaría en un contexto religioso-funerario, sino en un contexto metafísico, en que la pirámide sería un instrumento de elevación a un nivel de conciencia superior, sólo accesible a los iniciados.
[4] Sólo la Pirámide de Khufu tiene una estructura atípica y más compleja, y puede considerarse hasta cierto punto una anomalía en comparación con el resto de monumentos afines.
[5] Algunos científicos y varios investigadores alternativos han explorado tales propiedades y creen que son totalmente ciertas y demostrables.

3 comentarios:

Piedra dijo...

Eso tampoco explicaría la perfección de su construcción.

El almacenaje de alimentos bajo la pirámide no estaría bajo los efectos (protectores o conservadores)de esta, y dentro cabe poca cosa.

Creo que el problema de todas estas teorías es que no dejan de asumir la ignorancia y superstición de una cultura cuyos mitos y religión, hemos heredado el resto de civilizaciones actuales; todas nuestras tradiciones religiosas provienen de las suyas (y estas puede que de los sumerios), la navidad, la pascua, el culto a la "virgen", al hijo de esta... todo eso viene de estos que despreciamos de este modo.
Es como si dentro de mil años, al descubrir una central nuclear, los modernos arqueólogos afirmasen que había sido inspirada por nuestra creencia en el más allá y que debía haber servido para que el presidente de EEUU al morir llegase a la luna, a la que adorábamos "inequívocamente".

También hay otra de estas teorías que dice que quizás las pirámides no es que se construyeron para llegar al futuro, sino que se necesitaba una estructura a prueba de todo por las presiones a las que estaba expuesta, como las centrales nucleares que se calculan para una vida de diez mil años, en teoría.

Saludos.

PD: después del ladrillo (el mio) me voy a leer los demás post que mencionas. :-p

Xavier Bartlett dijo...

Amigo Piedra:

Bueno, aparte de haber bebido de las interpretaciones académicas sobre el propósito de las pirámides, he leído otras muchas versiones alternativas, y creo que todavía estamos lejos de una solución definitiva.

No apoyo la teoría de Creighton, porque creo que contiene demasiados elementos especulativos, pero reconozco que la egiptología nos ha creado en gran parte una falsa imagen del antiguo Egipto, que sigue siendo bastante inexplicable en muchas de sus facetas. Lo que sí creo es que quizá hubo dos eras de las pirámides, unas "divinas" y otras "humanas", por decirlo así, e incluso se podrían ver estos dos aspectos en un mismo monumento. Todo esto está por explicar.

Saludos,
X.

Juan M. Ochoa dijo...

Bueno creo que es un error tratar de comparar una estructura como La gran Pirámide con un refugio antimisiles o antitornados. Esta pirámide posee una mayor importancia en la propia estructura en sí que lo que pudiese contener en su interior.
Es algo que ocurre mucho cuando la gente ve grabados como el de las supuestas "bombillas" de Dendera, los tanques y helicópteros en grabados antiguos. Objetos que rápidamente se relacionan con nuestros instrumentos mas cotidianos actuales. Es extraño que no hayan sacado ya algún teléfono móvil de cualquier grabado.

Es algo mucho mas importante, quizá la estructura misma sea la solución y el motivo. Un proyecto propio de mucha gente pensando al mismo tiempo en una misma cosa y en tantos argumentos científicos tan precisos para pasar a un trabajo de campo colosal y buscando la perfección en su ejecución y resultado final.
El resultado fue meticulosamente estudiado para obtener la mejor respuesta posible, duradera y a prueba de extinciones catastróficas. No encontraron un modo mejor obtener la misma respuesta.

Es muy posible que fuera programada y diseñada para combatir y resistir una amenaza de una basta proporción pero lo que si se puede estar seguro es que le dieron mayor importancia al contenido científico estructural que al contenido interior como posible refugio.