Recientemente publiqué en este blog la historia y la polémica que rodean al faraón Akhenatón, que ha sido relacionado con el origen del monoteísmo en el Mundo Antiguo y también con una parte importante del Antiguo Testamento judío (en particular, el Éxodo), que habría sido -según varios autores- una especie de adaptación hebraica de la historia y la religión egipcia, escrita muchos siglos después de que sucediesen los hechos narrados.
Lo cierto es que esta controversia sobre la historicidad del Antiguo Testamento se enmarca en un viejo debate sobre la supuesta correlación entre la difusa información aportada por la mitología, la religión, la tradición o la historia y la relativa objetividad ofrecida por los restos arqueológicos, cuyo estudio e interpretación debería ayudar a sostener o descartar la veracidad de los relatos orales o escritos. Además, este debate no ha estado exento de contaminaciones ideológicas y políticas, como cuando la muy científica arqueología alemana de los años 30 quiso diseñar un escenario histórico-arqueológico perfecto que encajara con la ideología racista del régimen dictatorial nazi.
De modo similar, muchas otras historias nacionales han tratado de ocultar, tergiversar o construir realidades a partir de datos arqueológicos incompletos, sesgados o inventados, prefiriendo adaptar las pruebas (sean muchas o pocas) al discurso que el discurso a las pruebas, lo cual es más bien poco científico. Sin embargo, afortunadamente, muchos profesionales no se dejan llevar por estos sesgos y aplican el método científico con el mayor rigor, lo que en su caso puede llevar a desmontar muchos mitos o ideas preconcebidas. En este sentido, hace unos pocos años di con La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, un interesante libro sobre arqueología del Próximo Oriente escrito por los arqueólogos israelíes I. Finkelstein y N. A. Silberman, en el cual los autores derrumbaban -al menos parcialmente- la historicidad de los textos religiosos judíos a partir de los hallazgos arqueológicos del Levante mediterráneo.
A continuación, adjunto una ilustrativa entrevista que ofreció el profesor Finkelstein, de la Universidad de Tel Aviv, al periódico argentino "La Nación", en la cual el erudito israelí repasa los resultados de su investigación arqueológica sobre el terreno, que no coincide precisamente con la literalidad de los antiguos textos sagrados, reconociendo que fueron escritos con bastante posterioridad a los hechos narrados y que contenían errores, invenciones o adaptaciones de otras historias. En cuanto al origen de los primeros israelitas, Finkelstein remarca que los hebreos ya estaban allí (eran pastores nómadas de la región) y que no hay pruebas arqueológicas del episodio del Éxodo, o sea el paso de la población judía desde Egipto hasta Canaán a través del Sinaí.
De modo similar, muchas otras historias nacionales han tratado de ocultar, tergiversar o construir realidades a partir de datos arqueológicos incompletos, sesgados o inventados, prefiriendo adaptar las pruebas (sean muchas o pocas) al discurso que el discurso a las pruebas, lo cual es más bien poco científico. Sin embargo, afortunadamente, muchos profesionales no se dejan llevar por estos sesgos y aplican el método científico con el mayor rigor, lo que en su caso puede llevar a desmontar muchos mitos o ideas preconcebidas. En este sentido, hace unos pocos años di con La Biblia desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, un interesante libro sobre arqueología del Próximo Oriente escrito por los arqueólogos israelíes I. Finkelstein y N. A. Silberman, en el cual los autores derrumbaban -al menos parcialmente- la historicidad de los textos religiosos judíos a partir de los hallazgos arqueológicos del Levante mediterráneo.
A continuación, adjunto una ilustrativa entrevista que ofreció el profesor Finkelstein, de la Universidad de Tel Aviv, al periódico argentino "La Nación", en la cual el erudito israelí repasa los resultados de su investigación arqueológica sobre el terreno, que no coincide precisamente con la literalidad de los antiguos textos sagrados, reconociendo que fueron escritos con bastante posterioridad a los hechos narrados y que contenían errores, invenciones o adaptaciones de otras historias. En cuanto al origen de los primeros israelitas, Finkelstein remarca que los hebreos ya estaban allí (eran pastores nómadas de la región) y que no hay pruebas arqueológicas del episodio del Éxodo, o sea el paso de la población judía desde Egipto hasta Canaán a través del Sinaí.
Entrevista a Israel Finkelstein
Israel Finkelstein |
Este enfant terrible de la
ciencia revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga
histórica relatada en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los
cristianos y la Torá de los judíos no responde a ninguna revelación divina.
Dijo que, por el contrario, esa gesta es un brillante producto de la
imaginación humana y que muchos de sus episodios nunca existieron.
El Pentateuco “es una genial
reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío, realizada
1.500 años después de lo que siempre creímos”, sostiene Finkelstein, de 57
años, director del Instituto de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv. “Los
primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán”, dice Finkelstein.
Añade que esos textos bíblicos
son una compilación iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el
siglo VII a. C. En aquel momento, ese reino israelita del Sur comenzó a surgir
como potencia regional, en una época en la cual Israel (reino israelita del
Norte) había caído bajo control del imperio asirio.
El principal objetivo de esa obra
era crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión.
El proyecto, que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un
solo pueblo judío, guiado por un solo Dios, gobernado por un solo rey, con una
sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de Salomón. En sus trabajos, que
han marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología bíblica,
Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el
Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos
han traído esos episodios que relatan la creación del hombre, la vida del
patriarca Abraham y su familia –fundadores de la nación judía–, el éxodo de
Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según
Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey
Josías de reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse
frente a los grandes imperios regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia. El
arqueólogo recibió a LA NACIÓN en la Universidad de Tel Aviv.
Durante más de veinte siglos,
los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un cierto número
de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.
El Moisés de Miguel Ángel |
¿Y sin embargo?
Desde el siglo XVII, los expertos
comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés fue la primera
víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de
contradicciones. ¿Cómo es posible –preguntaron los especialistas– que haya sido
el autor del Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros,
describe el momento y las circunstancias de su propia muerte?
Usted afirma que el Pentateuco
fue escrito en una época mucho más reciente.
La arqueología moderna nos
permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la historia
deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco
fue una creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar
la ideología y las necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica
fue compilada, durante el reino de Josías, a fin de servir de fundamento
ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas particulares.
Según la Biblia, primero fue
el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El relato bíblico
abunda en informaciones cronológicas precisas.
Es verdad. La Biblia libra una
cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo vivieron los patriarcas.
En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en
secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Éxodo, la travesía del desierto,
la conquista de Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la
monarquía. Haciendo cálculos, Abraham debería de haber partido hacia Canaán
unos 2.100 años antes de Cristo.
¿Y no es así?
No. En dos siglos de
investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados
positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la
Mesopotamia, con destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha
probado que en esa época no se produjo ningún movimiento masivo de población.
El texto bíblico da indicios que permiten precisar el momento de la composición
final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los patriarcas
está llena de camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario
sólo fue domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era
cristiana y que comenzó a ser utilizado como animal de carga en Medio Oriente
mucho después del año 1000 a.C. La historia de José dice que la caravana de
camellos transporta "goma tragacanto, bálsamo y láudano". Esa
inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo
control del imperio asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico
es la primera aparición de los filisteos en el relato, cuando Isaac encuentra a
Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos –grupo migratorio proveniente
del mar Egeo o de Asia Menor– se establecieron en la llanura litoral de Canaán
a partir de 1200 a. C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron
escritos entre los siglos VIII y VII a. C.
El heroísmo de Moisés frente a
la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo de
israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la
Biblia. ¿También eso es leyenda?
Según la Biblia, los
descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de
iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del
siglo XV a. C. Otra posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos
después. Los textos sagrados afirman que 600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y
que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar al monte Sinaí,
donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos
egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino
faraónico, no conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de
cuatro siglos en su territorio. Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios
mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom y Ramsés, que habrían sido
construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en el siglo XV
a.C. En cuanto al Éxodo, desde el punto de vista científico no resiste el
análisis.
¿Por qué?
Paisaje del desierto del Sinaí |
Porque, desde el siglo XVI a.C.,
Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes militares,
perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del
Nilo hasta el más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi
dos millones de israelitas que hubieran huido por el desierto durante 40 años
tendrían que haber llamado la atención de esas tropas. Sin embargo, ni una
estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las grandes
batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros
se desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un
pobre caserío. Tampoco existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No
había ningún rey en Edom para enfrentar a los israelitas. Esos sitios
existieron, pero mucho tiempo después del Éxodo, mucho después de la emergencia
del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su
peregrinación de 40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos
caseríos de 40 ó 50 personas. A menos que esa multitud nunca se haya detenido a
dormir, comer o descansar: no existe el menor indicio de su paso por el desierto.
En resumen, los hebreos nunca
conquistaron Palestina.
Nunca. Porque ya estaban allí.
Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se instalaron en
las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy
reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin
administración ni organización política. Todas las excavaciones en la región
exhumaron vestigios de poblados con silos para cereales, pero también de
corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos habían sido
nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de
instalación sedentaria registrada en la región desde el 3500 a. C. Esos
pobladores pasaban alternativamente del sedentarismo al nomadismo pastoral con
mucha facilidad.
¿Por qué?
Ese tipo de fluctuación era muy
frecuente en Medio Oriente. Los pueblos autóctonos siempre supieron operar una
rápida transición de la actividad agrícola a la pastoral en función de las
condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de
nomadismo, esos grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con
las ricas ciudades cananeas del litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de
invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se veían forzados a
procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a
cultivar en las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la
emergencia de Israel fue el resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura
cananea.
Pero entonces, si esos
primeros israelitas eran también originarios de Canaán, ¿cómo identificarlos?
Los pueblos disponen de todo tipo
de medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la indumentaria,
los ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura
material no propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos
religiosos, formas de vestirse o de enterrar a los muertos. Hay un detalle muy
interesante sobre sus costumbres alimentarias: nunca, en ningún poblado
israelita, fueron exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros
israelitas eran el único pueblo de esa región que no comía cerdo.
¿Cuál es la razón?
No lo sabemos. Quizá los
protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían en
profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Éxodo
y la alianza establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho
más tarde en la historia, 500 años después. Cuando los judíos actuales observan
esa prohibición, no hacen más que perpetuar la práctica más antigua de la
cultura de su pueblo verificada por la arqueología.
En el siglo X a.C. las tribus
de Israel formaron una monarquía unificada –el reino de Judá– bajo la égida del
rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de
Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?
Representación del Rey David |
¿Y de dónde salieron sus
fabulosos establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han encontrado?
Fueron criaderos instalados en el
Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte de Salomón,
alrededor del 933 a. C., las tribus del norte de Palestina se separaron del
reino unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que,
contrariamente a lo que afirma la Biblia, se desarrolló rápido, económica y
políticamente. Los textos sagrados nos describen las tribus del Norte como
bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin
embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos
entidades existentes, la meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos
poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el día en que alcanzó una
prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino nórdico
de Israel, ocupado por el poderoso imperio asirio, que no sólo deportó hacia
Babilonia a los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas
fértiles tierras.
¿Fue, entonces, durante el
reino de Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se transformaría
en fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?
Hacia fines del siglo VII a. C.
hubo en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa agitación
política. Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería
responsable de la confección de una saga épica compuesta por una colección de
relatos históricos, recuerdos, leyendas, cuentos populares, anécdotas,
predicciones y poemas antiguos. Esa obra maestra de la literatura –mitad
composición original, mitad adaptación de versiones anteriores– pasó por
ajustes y mejoras antes de servir de fundamento espiritual a los descendientes
del pueblo de Judá y a innumerables comunidades en todo el mundo.
El núcleo del Pentateuco fue
concebido, entonces, quince siglos después de lo que creíamos. ¿Sólo por
razones políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?
El objetivo fue religioso. Los
dirigentes de Jerusalén lanzaron un anatema contra la más mínima expresión de
veneración de deidades extranjeras, acusadas de ser el origen de los
infortunios que padecía el pueblo judío. Pusieron en marcha una campaña de
purificación religiosa, ordenando la destrucción de los santuarios locales. A
partir de ese momento, el templo que dominaba Jerusalén debía ser reconocido
como único sitio de culto legítimo por el conjunto del pueblo de Israel. El
monoteísmo moderno nació de esa innovación.
Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/775002-el-exodo-no-existio-afirma-el-arqueologo-israel-finkelstein
Fuente imágenes: artículo original y Wikimedia Commons
Fuente imágenes: artículo original y Wikimedia Commons
4 comentarios:
"La biblia desenterrada" es un libro muy recomendable, (tanto como "La historia imperfecta") pero creo que cae en el mismo error que la mayoría, la biblia y en general los textos sagrados no pretenden reflejar la realidad, aunque la usen para mostrar algunas cosas. Al igual que no se debe entender lo que se representa en esas historias de forma literal, tampoco se debe tomar como una guía histórica.
Todo es simbólico y debe conocerse muy bien de qué se está hablando para entender algo, los libros sagrados hablan de física y química.
Se puede obtener una enseñanza moral de algunas historias o hábitos higiénicos y de salud, pero igualmente una interpretación perversa puede estigmatizar a un pueblo o marginar a una raza, o al contrario convertirlo en "elegido por dios".
Finkelstein ha demostrado que la tierra es redonda, pero por desgracia es necesario para que se reconozca lo evidente, que los mitos solo son mitos, pero yo añado, detrás de esos mitos se esconde algo mucho más importante, y eso es lo que protegen los mismos que se interesan en fomentar esos mitos para manipular a la masa con ellos a la vez que esconden el verdadero significado.
Un saludo.
Gracias Piedra
De acuerdo básicamente con tus opiniones. Los "libros sagrados" desgraciadamente han hecho más mal que bien, confundiendo a la gente, ocultando la espiritualidad verdadera y separando a la humanidad en diversas religiones o credos. Y desde luego, a nivel histórico, no pueden ser tomados como referentes fiables, aunque siempre está el debate sobre qué parte de realidad -si es que hay alguna- se esconde tras un mito.
saludos,
X.
Es que si no haces creer a la gente que al final hay premio (vida eterna, paraíso, 72 vírgenes, etc), nadie sigue tu religión...
¿Tienes el árbol genealógico de tus tatarabuelos y hallazgos arqueológicos de sus huesos con comprobante del ADN? Si la arqueología fuese la base de la existencia entonces francamente muchos humanos actuales nacieron de generación espontánea, ya que la arqueología no da testimonio ni pruebas de los ancestros de su propia familia.
Sin mencionar hallazgos arqueológicos de carros de guerra en el mar que eran los carros de faraón. Si yuxtaponemos el mismo criterio de que los pueblos inventan su historia entonces los pueblos circunvecinos podrían también haber limpiado su propia historia en no dejar huellas de derrotas con el pueblo esclavo que tenía un Ser invisible que dejó en ignominia a todos sus dioses.
En pueblos mineros mucho más cercanos a nuestra época ubicados en desiertos se aprecia como después de unas cuantas décadas de dejar abandonadas sus construcciones sin presencia humana llegan a estar casi desaparecidos. Y eso que eran edificaciones avanzadas comparativamente con el nomadismo israelí.
La arqueología a nivel mundial ha tenido hallazgos posteriores que refutan a los anteriores porque no tienen medios económicos para barrer los lugares desenterrando estratos de niveles inferiores que van quedando tapados con el paso del tiempo. Ni hablar las dunas en desiertos. Y ni que decir de las refutaciones que los arqueólogos históricamente han hecho al carbono 14 y por ello ha tenido que ser corregida varias veces las curvas de datación.
El hecho de que el Exodo narre el fallecimiento de Moisés no excluye que solo el relato de ese trozo haya sido escrito por un contemporáneo como por ejemplo Josué.
La piedra cristalizada descubierta en zonas cercanas a lo que se estima fue Sodoma y Gomorra muestra que solo una alta energía similar a una explosión nuclear pudo cristalizar aquel material.
Sin olvidar que Siria, Palestina, Rusia y China tienen algo en desacreditar la historia bíblica por el impacto que esto tendría en sus intereses de poder mundial ya que le daría fiabilidad a los socios estratégicos del Israel de la ONU.
El hinduísmo con sus 3 millones de dioses estaría vencido si es que se descubriese tales cuestiones.
¿Como se construyeron las pirámides de Egipto según la arqueología? ¿Es razonable el tiempo de construcción para la explicación oficial? Sin mencionar el inmenso caudal de interrogantes que se abren al ir razonando solo un poco más profundo.
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