Llegamos a fin de año y cerramos ya la 4ª temporada de La otra cara del pasado. A modo de divertimento y regalo navideño me permito ofrecer a todos los lectores una serie de pequeñas historias o anécdotas del mundo de la arqueología oficial que por uno u otro motivo tienen su punto curioso o insólito. Que ustedes lo disfruten.
Ante la duda... los romanos
Cromlech de Stonehenge |
La cosa tiene su gracia, porque
precisamente Jones era reconocido por realizar obras de estilo clásico
(renacentista), y además debía conocer algunos restos romanos todavía en pie en
diversos puntos del país. No obstante, Jones apreció en la disposición de los
megalitos un determinado patrón geométrico, que atribuyó sin duda a arquitectos
romanos.
Una colina muy sospechosa
Es bien sabido en arqueología que
muchas colinas aparentemente naturales se han formado por la constante
ocupación humana de un mismo espacio, esto es, la sucesiva superposición de
asentamientos a lo largo de los siglos o milenios. Esto se traduce en una
acumulación de estratos de origen artificial que finalmente, con el abandono y
la erosión natural, se acaban transformando en suaves colinas.
Sin embargo, existe un caso muy
curioso en que la colina en cuestión no estaba formaba por restos de
estructuras y capas de sedimentos. El arqueólogo alemán Heinrich Dressel tuvo
la fortuna de excavar por primera vez –a finales del siglo XIX– el llamado Monte
Testaccio, en Roma, una colina de poco menos de 40 metros de altura, con
una base de unos 20.000 metros cuadrados. Y allí pudo comprobar cómo el nombre
tradicional dado a este monte (“de los tiestos”) tenía pleno sentido: toda la
colina, recubierta de vegetación superficial, ocultaba un enorme vertedero de
época romana, compuesto básicamente por millones de cascotes de ánforas
romanas, principalmente procedentes de la Bética y de África, y que
transportaban aceite o vino. En aquella época no existía el reciclaje de
envases[2],
y una vez vaciado el contenido, las ánforas se rompían y –tras recubrirse con
capas de cal para evitar malos olores– se amontonaban a las afueras de la ciudad.
Así es como creó este gigantesco
apilamiento de desechos entre los siglos I a. C. y III d. C. que
progresivamente se fue abandonando hasta convertirse en una auténtica colina de
aspecto “natural”. Sea como fuere, gracias a los restos de unos 26 millones de
ánforas, Dressel pudo componer la primera tipología de estos artefactos, que
todavía es vigente con pequeños cambios y que un servidor de ustedes estudió
religiosamente en su día.
Entre la piratería y la arqueología
Aunque las películas del famoso
Indiana Jones han distorsionado grandemente la imagen de la arqueología como
ciencia, no van muy desencaminadas en cuanto a presentar cierto arquetipo de
buscador de tesoros –y a la vez erudito– que hacía lo posible y lo imposible
para conseguir sus objetivos, recurriendo a las males artes cuando procedía. Lo
que ocurre es que esos personajes no vivieron a inicios o mediados del siglo XX
(la época de Indiana) sino un siglo antes, cuando casi todo estaba por hacer y
la arqueología era más bien cosa de anticuarios, viajeros y aventureros, sobre
todo en el ámbito de la arqueología “exótica” de redescubrimiento de las
antiguas civilizaciones.
Giovanni Batista Belzoni |
En su libro Narrative of the
Operations and Recent Discoveries within the Pyramids, Temples, Tombs and
Excavations in Egypt and Nubia, Belzoni narró varios episodios tragicómicos
de sus andanzas y negocios, entre los cuales cabe destacar, por ejemplo,
su peculiar manera de “asaltar” las antiguas tumbas, sin rigor ni metodología
pero sí con mucha torpeza y avidez por hacerse con las preciadas antigüedades:
“Tras el esfuerzo de entrar en
semejante lugar, por un corredor de 50, 100, 300 o quizás 600 yardas, casi
deshecho, busqué un lugar de descanso, y cuando lo encontré me senté en él;
pero al caer mi peso[4]
sobre el cuerpo de un egipcio lo aplastó como si se tratase de una sombrerera.
Busqué con las manos algún apoyo, pero al no hallarlo me hundí por completo
entre la momia rota, entre un crujir de huesos, andrajos y féretros de madera y
levantando una polvareda que me mantuvo paralizado durante un cuarto de hora
esperando a que desapareciese. No podía, sin embargo, levantarme de aquel lugar
sin aumentarla y a cada paso espachurraba alguna de las momias. [...] La
intención de mis investigaciones era robarle a los egipcios sus papiros,
algunos de los cuales encontré escondidos en los pechos, bajo los brazos, entre
las nalgas o en las piernas, y cubiertos de telas dobladas que envolvían a las
momias.”[5]
Una mica muy valiosa
Leopoldo Batres (1852-1926) fue
un famoso antropólogo y arqueólogo mexicano de finales del siglo XIX e inicios
del XX que tuvo el honor de excavar importantes yacimientos de las
civilizaciones precolombinas de su país. Batres fue uno de los típicos sabios
nacionales de aquellos tiempos que trabajó bajo la protección del régimen
de Porfirio Díaz (el Porfiriato), y que gozó de grandes prerrogativas en
sus labores. Además, se le reconoce haber dado un gran impulso a la
arqueología del país y haber promovido instituciones y legislaciones en este
ámbito.
Trabajos en Teotihuacan a inicios del siglo XX |
Entre otras críticas, también se
le atribuye el uso generoso de dinamita para “acelerar” los trabajos[6]
y el abuso de su cargo para hacerse con un terreno en el propio enclave de
Teotihuacan, en el cual luego edificaría un hotel. Asimismo, se le acusó de
apropiarse de objetos auténticos extraídos del lugar y de crear una fábrica de
falsos artefactos antiguos, todo ello lógicamente con fines lucrativos. Pero
entre sus correrías y malas prácticas cabe mencionar su lamentable excavación
de la famosa “Pirámide del Sol”, la cual según muchos expertos, sufrió
deterioros irreparables, especialmente en su capa de revestimiento. El
monumento era entonces una colina “natural” que tuvo que ser desbrozada
laboriosamente para poder acceder a su estructura de piedra. Y al llevar a cabo
tal empresa, Batres apreció que la pirámide mostraba un grueso recubrimiento de
mica en una de sus terrazas superiores. Y ni corto ni perezoso, Batres decidió
extraer este material de su localización original, saltándose cualquier
criterio de conservación y estudio científico, para venderlo en su beneficio,
dada su alta cotización en el mercado. Sin comentarios...
El vino embotellado más antiguo del mundo
Como es bien reconocido, los
romanos eran grandes productores y consumidores de vino. De hecho, ya desde
épocas muy antiguas el comercio de vino fue una de las actividades económicas
más importantes del área mediterránea y europea. Los romanos, concretamente,
transportaban el vino a grandes distancias por vía marítima en los clásicos
contenedores de cerámica que conocemos como ánforas. Y así es normal que
en casi cualquier excavación de un asentamiento romano se encuentren muchos
fragmentos de ánforas. Pero para los arqueólogos subacuáticos del siglo XX fue
todo un evento encontrar bajo los aguas algunas ánforas intactas que aún tenían
el tapón sellado. Me consta que al menos en un caso una ánfora intacta,
extraída de un pecio hundido cerca de la costa de Marsella, fue abierta, pero
los investigadores se quedaron con las ganas de catar el añejo vino romano,
pues ya se había convertido en un brebaje totalmente imbebible.
Lo que es mucho menos conocido por la gente es la existencia de “vino embotellado romano”[7]. De hecho, en Alemania se conserva la botella de vino (intacta) más antigua conocida hasta la fecha, a la que se ha bautizado como Römerwein. Se trata de un hallazgo del siglo XIX; concretamente de la tumba de un noble romano descubierta en la localidad de Speyer (Renania-Palatinado) en 1867. Entre el ajuar funerario se encontraron hasta 16 botellas de cristal, y lamentablemente todas estaban rotas... menos una, que se conservaba en buen estado. En efecto, los arqueólogos pudieron comprobar que dentro de la botella todavía quedaba líquido, de un tono más bien blanquecino. Se rumorea que a inicios del siglo XX se analizó el líquido para comprobar que fuera vino, pero esto parece muy improbable pues la botella permanece aún sellada.
Lo que es mucho menos conocido por la gente es la existencia de “vino embotellado romano”[7]. De hecho, en Alemania se conserva la botella de vino (intacta) más antigua conocida hasta la fecha, a la que se ha bautizado como Römerwein. Se trata de un hallazgo del siglo XIX; concretamente de la tumba de un noble romano descubierta en la localidad de Speyer (Renania-Palatinado) en 1867. Entre el ajuar funerario se encontraron hasta 16 botellas de cristal, y lamentablemente todas estaban rotas... menos una, que se conservaba en buen estado. En efecto, los arqueólogos pudieron comprobar que dentro de la botella todavía quedaba líquido, de un tono más bien blanquecino. Se rumorea que a inicios del siglo XX se analizó el líquido para comprobar que fuera vino, pero esto parece muy improbable pues la botella permanece aún sellada.
Los investigadores han concluido,
por el contexto arqueológico, que la botella data del siglo IV d. C. y que muy
probablemente se trata de auténtico vino, pero de momento no hay intención de
abrirla para proceder a un análisis del líquido pues se teme que el contacto
con el aire pueda estropear el contenido. La enóloga germana Monika Christmann considera que tal vez el vino no
esté microbiológicamente estropeado, pero que resultaría repulsivo para el
paladar. Además, es bien posible que este vino contenga aceite
y hierbas aromáticas, según el gusto y los hábitos de la época. Y para los que
no conozcan el dato, es procedente recordar que –por si fuera poco– los romanos
solían mezclar el vino con agua, servirlo caliente... ¡y hasta endulzarlo con
miel!
El dios egipcio que ayudó a Gaston Maspero
A finales del siglo XIX, en
Egipto ya se habían explorado numerosas pirámides de diversas épocas y
dinastías y el resultado había sido bastante frustrante. El célebre egiptólogo
francés Auguste Mariette ya daba por hecho que las pirámides eran monumentos
ruinosos, saqueados mayoritariamente en tiempos remotos, y que apenas ofrecían
información al ser edificios mudos, pues prácticamente no se habían hallado
inscripciones en su interior, a diferencia de los templos y tumbas, los cuales
solían estar literalmente recubiertos de jeroglíficos.
Así las cosas, en 1880 Mariette
–ya hacia el final de su vida– emprendió la exploración de varias pirámides en
Saqqara a la búsqueda de esas escurridizas inscripciones, aparte de otros
posibles restos. Pero Mariette falleció al año siguiente sin haber logrado
reconocer los increíbles resultados de esas exploraciones. Fue su sucesor,
Gaston Maspero, el que se llevó toda la fama de haber descubierto, junto con
otros miembros de su equipo, el extenso conjunto de inscripciones egipcias que
hoy conocemos como los Textos de la Pirámides, el texto
religioso-funerario[8] de la
Humanidad más antiguo hallado hasta la fecha. Así, se identificaron algunos
fragmentos de estos textos en pirámides de faraones de la VI dinastía como Pepi
I o Merenre.
Pirámide del faraón Unis (Saqqara) |
Pero lo mejor de esta historia es
la bella metáfora del descubrimiento, pues en el antiguo Egipto, el chacal era
el animal que representaba al dios funerario Upuaut, que literalmente se
traduce como “el abridor de caminos”[9].
Así pues, no sería exagerado afirmar que Upuaut echó una mano al bueno de
Maspero para recuperar una importantísima porción del legado cultural del
Egipto de los faraones.
© Xavier Bartlett 2016
© Xavier Bartlett 2016
Fuente imágenes: Wikimedia Commons e INAH
[1] El orden
toscano es un estilo arquitectónico de origen etrusco adaptado por los romanos,
y que básicamente consiste en una simplificación del estilo griego dórico. Tal
vez Jones, al ver la simplicidad de los megalitos, pensó que el monumento
original habría sido de ese estilo.
[2] Simplemente
por razones logísticas y económicas; no salía rentable.
[3] A este
respecto, Belzoni tenía como enemigo acérrimo a un tal Drovetti, que trabajaba
en un cargo similar al suyo para el cónsul de Francia. Cada banda pugnaba por
obtener los mejores tesoros y no dudaban en recurrir a las armas, a las
amenazas o a todo tipo de artimañas para lograr sus propósitos.
[4] Belzoni era
muy corpulento y medía unos dos metros.
[5] DANIEL, G. Historia
de la arqueología. Alianza Editorial. Madrid, 1986. (pp. 50-51)
[6] En realidad,
esta fue una práctica muy en boga durante todo el siglo XIX, llevada a cabo por
insignes arqueólogos, que tenía como fin acelerar y economizar los trabajos más
pesados para llegar a la meta deseada, aun a costa de causar una gran
destrucción en el propio yacimiento arqueológico. De todas formas, otras
fuentes consultadas afirman que Batres no empleó dinamita en Teotihuacan.
[7] Fuente:
http://www.labrujulaverde.com/2016/12/la-botella-de-vino-sin-abrir-mas-antigua-que-se-conserva-tiene-mas-de-1-500-anos
[8] No obstante,
algunos autores alternativos han rebatido esta interpretación y opinan que se
trata en gran parte de un tratado de astronomía (Bauval) o bien un compendio de
una especie de ciencia metafísica, relacionada con la conciencia y la física
cuántica (Harvey) Véase al respecto mi artículo sobre visiones alternativas de
los Textos de las Pirámides en este mismo blog.
[9] Precisamente
un siglo después, el ingeniero alemán Rudolf Gantembrink bautizaría como “Upuaut”
a los dos robots que empleó para explorar los conductos de la Gran
Pirámide.
2 comentarios:
Estimado x.:
hablando de fraudes y malas artes, he visto en alguna parte de la red fotos de la "costruccion " de Stonehenge por los britanicos a principios del siglo pasado, (segun estas no existian con anterioridad los megalitos que lo caracterizan) ¿sabes algo sobre este tema?
Real o no dicho monumento,es muy notable la diferencia que se aprecia entre las rocas verticales y las losas horizontales, estas parecen talladas con esmero, contastando con la rusticidad de las primeras.
saludos y buen año
Estimado Orlando,
Gracias por el comentario. Sí, tengo noticia de que a mediados del siglo XX tuvo lugar una reconstrucción de los trilitos de Stonehenge. A ver, hay tradiciones, grabados y dibujos antiguos que nos muestran que el monumento estaba ahí desde hacía siglos, pero posiblemente en un estado mucho más ruinoso de lo que se puede ver ahora. No tengo información directa sobre los criterios empleados para realizar la restauración, pero no creo que podamos hablar de una "falsificación" del monumento. En cuanto al aspecto de las losas, yo no veo una gran diferencia y doy por hecho que son de la misma época y realizadas con técnicas similares. Lo que es posible es que por razones de estabilidad las losas horizontales se trabajasen con más esmero para que no se moviesen sobre los pilares verticales.
Saludos,
X.
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