jueves, 6 de junio de 2019

El misterio de las ciudades subterráneas


Uno de los temas más polémicos presentados por la arqueología alternativa en las últimas décadas ha sido el de las ciudades subterráneas, o por extensión, las antiguas estructuras artificiales halladas en el subsuelo de muchas regiones del planeta. En este asunto, empero, cabe distinguir bien entre lo que es mera ficción o conjetura y los restos observables en el terreno. Así, es evidente que existe una amplia literatura sobre ciudades o reinos intraterrestres de carácter casi mágico como Shambala o Agartha, o incluso una hipotética civilización perdida en la Antártida (relacionada con la “Tierra hueca”). Sobre estos refugios o santuarios de antiguas civilizaciones o de hombres sabios se ha escrito mucho y se ha especulado más, y no suelen faltar los clásicos elementos esotéricos o mitológicos –e incluso ufológicos– que bien poco ayudan a desvelar las incógnitas. Confieso que es un tema apasionante como mero ejercicio de fantasía alternativa, pero no me interesa demasiado desde el punto de vista estrictamente histórico o arqueológico.

Ahora bien, el tema adquiere otro cariz si nos referimos a ciertos restos arqueológicos, más o menos explorados y estudiados. En este ámbito tenemos constancia de diversas estructuras subterráneas –sobre todo en forma de túneles, cuevas, catacumbas, laberintos, hipogeos, etc.– que nos indican que en un momento remoto de la Antigüedad algunas sociedades avanzadas hicieron uso del subsuelo para fines no siempre bien identificados. En algunos casos se aprecia una clara finalidad ritual o funeraria, pero en muchos otros no hay certeza sobre el propósito de las obras, en particular cuando no hay restos materiales in situ que permitan asociar la estructura a una función determinada. En su momento ya dediqué una entrada a la cuestión de la red de túneles que podía existir en América del Sur, que apenas ha sido objeto de investigación y que suscita muchas más preguntas que respuestas. Estamos hablando de una extensa red de kilómetros y kilómetros de terreno excavado a cierta profundidad en un tiempo indefinido, aunque se haya querido asociar tales obras a las antiguas civilizaciones precolombinas.

Por desgracia, hay muy poca información completa y fiable en este tema, así como en otras posibles redes de túneles en otros puntos del planeta (en Europa, Asia, África…), que apuntarían a una interconexión entre territorios muy distantes entre sí. He leído algo sobre estas propuestas, y realmente la imaginación se dispara a partir de pequeños indicios o de rumores, que dan pie a hablar de incluso una civilización subterránea mundial que existió en una época remotísima. En todo caso, quisiera destacar ahora un fenómeno intraterreno que ha sido estudiado en parte por la arqueología académica y reinterpretado a su vez por la arqueología alternativa, sin que ni unos ni otros muestren gran seguridad en sus argumentos y explicaciones. Me voy a referir pues a lo que podríamos llamar “el misterio de las ciudades subterráneas”, y muy en concreto a las ciudades que encontramos en la región de Capadocia (Turquía).

Lo cierto es que la arqueología ortodoxa tiene muchos focos de interés en Turquía y el asunto de estas ciudades subterráneas ha quedado relegado a un segundo o tercer plano, teniendo en cuenta además las propias dificultades y altos costes de emprender intervenciones de este tipo. En este punto, hay que remarcar que no se trata de estructuras que quedaron abandonadas en superficie y luego sepultadas por capas de sedimentos, sino que se trata realmente de hábitats excavados en la roca o subsuelo ya en épocas antiguas, lo que implica un trabajo ingente. Además, no se puede decir que este fenómeno sea algo marginal o de poco alcance, pues hasta la fecha se han identificado en la zona nada menos que unas doscientas poblaciones subterráneas, de las cuales sólo una pequeña parte ha sido abordada por los investigadores. Actualmente son accesibles al público 37 de estas estructuras, si bien dicho acceso está restringido a una porción acondicionada (“turística”) del yacimiento, pues la mayor parte de estos complejos subterráneos aún está siendo documentada por los profesionales o está por explorar. Y de entre todos ellos, hay dos que destacan poderosamente, y más en particular uno llamado Derinkuyu (“pozo profundo”, en idioma turco), del cual hablaremos más extensamente.

Vista de las estructuras de Kaymakli
En primer lugar, cabe mencionar el yacimiento de Kaymakli, situado en la provincia de Nevsehir, en el corazón de Anatolia. Se trata de una pequeña ciudad subterránea conocida desde antaño, pues aún se habitaba a inicios del siglo XX. Por su interés arqueológico y cultural fue prontamente estudiada y acondicionada, y es visitable desde 1964. La estructura excavada en la roca volcánica tiene por lo menos hasta ocho niveles o pisos conocidos, aunque sólo se pueden visitar los cuatro superiores. En realidad, es un complejo laberíntico de estancias y túneles (alrededor de un centenar) no demasiado amplios que podría soportar una población de unos 4.000 habitantes, con espacios suficientes para personas, animales y suministros básicos. En todo caso, no se trataba de unas poblaciones “primitivas”. De hecho, encontramos allí pruebas de una actividad laboriosa, con lugares sociales y económicos diferenciados, que van desde viviendas a almacenes, ¡y hasta una iglesia! En cuanto a su datación, los arqueólogos fijan su fundación en la época frigia (primer milenio antes de Cristo), si bien luego las estructuras fueron reutilizadas por todos los pueblos o culturas que se instalaron en la zona hasta los tiempos modernos.

Y a unos 12 km. de este enclave tenemos la ciudad subterránea por excelencia, Derinkuyu, que estaba conectada a la anterior por un túnel hoy parcialmente derruido. Cabe señalar que la ciudad había sido abandonada y olvidada, pero en 1963 fue redescubierta fortuitamente y enseguida fue objeto de exploración, hasta ser abierta al público en 1969. Aquí ya hemos de emplear palabras mayores, pues los niveles o pisos identificados hasta la fecha son unos 20 –aunque sólo son visitables los ocho más próximos a la superficie– y se estima que la profundidad alcanzada estaría alrededor de los 85 metros bajo la superficie, con una extensión horizontal de unos 4 km2. Los distintos niveles estaban conectados por pasajes y escaleras talladas en la roca. En este caso, las valoraciones acerca de la capacidad de población se sitúan sobre las 20.000 personas[1], más los animales y otros bienes, como en el caso anterior. En cuanto a la estructura y disposición de los espacios, se repite más o menos lo visto en Kaymakli pero a una escala superior. Así pues, aquí encontramos habitáculos, establos, cocinas, prensas de vino y de aceite, almacenes, graneros, comedores, escuelas, talleres de metalurgia y también una iglesia de tamaño respetable de planta cruciforme. Como dato a destacar, en el segundo nivel se halló una enorme sala cubierta por una bóveda de cañón, que se cree que pudo ser usada como escuela religiosa.

Mapa de la ciudad subterránea de Derinkuyu
Lo que destaca poderosamente es la habilidad e inteligencia con que se construyó todo el complejo, pues existe una red de canales de ventilación que llega hasta la superficie, a menudo de forma camuflada o discreta, para el suministro de aire fresco. Asimismo, los diversos niveles están conectados por unos conductos de pequeño diámetro que tienen una sonoridad perfecta, lo que vendría a constituir un sistema de interfonía muy eficiente. Aparte, la ciudad disponía de abundante agua potable gracias a pozos que se alimentaban de ríos y acuíferos subterráneos. Los túneles o pasadizos eran aquí un poco más amplios que en Kaymakli y los accesos se bloqueaban mediante unas enormes ruedas macizas de piedra, de entre uno y dos metros de diámetro, medio metro de grosor y un peso de hasta media tonelada. En realidad, funcionaban como una especie de puertas correderas que se podían mover –abrir y cerrar– con cierta facilidad desde el interior, pero no así desde el exterior.

En lo referente a la datación y ocupación, se constata una vez más que la ciudad fue habitada de manera ocasional durante muchísimos siglos por distintas culturas, con una especial incidencia en la era bizantina –cuando supuestamente tuvo lugar una ampliación de la ciudad– y prácticamente hasta épocas recientes, llegando a inicios del siglo pasado. Según algunos estudios arqueológicos, las dataciones de los niveles superiores se podrían remontar hasta la época hitita (entre el 1800 a. C. y 1200 a. C. aproximadamente), pasando luego por las diversas civilizaciones posteriores (frigios, griegos, romanos, bizantinos, árabes, otomanos…). Eso sí, no hay datos concluyentes sobre los niveles más profundos, que están pendientes de posteriores estudios.

Dicho esto, debo precisar que en este punto he hallado informaciones dispares, pues según las autoridades culturales turcas, Derinkuyu fue excavada en época frigia (siglos VIII – VII a. C.), aprovechando cavidades naturales existentes, y no hay ningún otro precedente histórico. En todo caso, cabría preguntarse cómo se obtuvieron las dataciones; si fue por tipología de objetos, por dataciones radiométricas de C-14, o por otros métodos. Por lo que he podido rastrear someramente, parece ser que en efecto se encontraron algunos objetos claramente hititas en los túneles y de ahí las estimaciones cronológicas más arcaicas, que se van al segundo milenio a. C. Lamentablemente, las referencias históricas no aportan luz sobre el origen de estas ciudades, pues el primer documento escrito que las cita es la Anábasis, un relato de Jenofonte datado en siglo IV a. C.

Paisaje de la región de Capadocia
Lo que está claro que es que todavía hay mucho trabajo por hacer en esa región de Turquía y que los estudios deben proseguir para podernos hacer un retrato más completo y fiable de estos complejos subterráneos. Por de pronto, en 2014 se identificó otro yacimiento más al norte, bajo la ciudad de Nevsehir, del cual no se tenía ninguna referencia previa. Este complejo, según las prospecciones iniciales, podría ser mucho más grande que Derinkuyu, con túneles de hasta siete kilómetros de longitud. Algunos arqueólogos, tomando en conjunto todo el fenómeno, se han atrevido a sugerir que las estructuras subterráneas de Capadocia podrían albergar a más de un millón de personas, cifra que –para los tiempos antiguos– parece realmente desorbitada. Ahí lo dejamos.

Una vez presentada la cuestión en sus elementos esenciales, vamos a adentrarnos en los dos aspectos más oscuros del tema, que han atraído la atención de las propuestas más variopintas de la arqueología alternativa: 1) el motivo por el cual se construyeron estas ciudades subterráneas, y 2) su contexto histórico, con la polémica específica sobre el origen y datación de las estructuras. Como veremos, todo apunta a que ambos aspectos están muy relacionados, y en esta ocasión la arqueología alternativa presenta una serie de escenarios que poco o nada tienen que ver con las explicaciones oficiales, aunque –en honor a la verdad– hay que reconocer que algunos investigadores ortodoxos ofrecen unas interpretaciones relativamente audaces.

Si nos centramos en la razón por la que se realizaron estas impresionantes obras, el contexto dado por el estamento académico es categórico: estas ciudades fueron construidas como grandes refugios para casos de guerra, en una región que precisamente vivió innumerables conflictos e invasiones desde el mismo principio de la civilización. Así, ante el peligro de que la población fuese saqueada, esclavizada o asesinada, se habrían construido unas fortificaciones subterráneas capaces de mantener a gran cantidad de personas durante cierto tiempo. Esta idea viene reforzada por la discreción de los accesos, la estrechez de los pasadizos y sobre todo por los potentes sistemas de bloqueo que ya hemos citado. Todo esto tiene sentido en una zona devastada por las guerras, con continuos ataques y contrataques de los imperios que se disputaban el dominio del territorio.

Túnel con sistema de bloqueo mediante una enorme rueda-puerta (Derinkuyu)

Ahora bien, a esta hipótesis razonable le podríamos objetar algunos hechos. Que las ciudades subterráneas sirvieran de refugio temporal a través de diversas épocas no significa necesariamente que fueran creadas con esa finalidad. Es algo similar al clásico problema de las pirámides egipcias; quizá en algún momento de la historia pudieron ejercer de tumbas, pero no hay evidencia fehaciente de que fueran diseñadas y construidas originalmente para tal fin, según se aprecia en los monumentos más antiguos. Después está el factor defensivo. Las ciudades del subsuelo podrían ser útiles en tanto que se mantuvieran en cierto secreto o sigilo. En caso de ser descubiertas, y aunque los invasores no pudieran sortear los bloqueos, sí podrían localizar los canales de ventilación y taponarlos, o bien llenarlos de humo, o incluso arrojar líquidos.

Finalmente, el enorme trabajo de excavar la roca y acondicionar los espacios implica una labor coordinada de mucha gente durante muchos años, y todo ello fue… ¿para construir un mero refugio temporal? Está claro que vivir lejos de la luz solar y el aire libre acarrearía graves problemas, pero todo indica que estas ciudades estaban diseñadas para resistir durante mucho tiempo, no sólo para ocultarse durante unas semanas o meses. En realidad, más bien parece que estas ciudades pretendían replicar la vida normal en superficie en la mayoría de los aspectos, lo cual sí justificaría el enorme esfuerzo realizado. No obstante, en aquellas épocas el sistema de defensa por excelencia era la construcción de fuertes murallas en torno a las ciudades, y tenemos ejemplos de éstas en toda Turquía. A veces resistían y a veces no, pero los defensores ya contaban con ello. En cambio, sobre el posible éxito o eficacia de los hábitats subterráneos poco sabemos, pero ya hemos visto que podían convertirse en ratoneras en caso de ser localizados, lo que tampoco era un panorama muy halagüeño.

E. Von Däniken
En este punto varios autores alternativos empezaron a ver cosas extrañas y se plantearon otros escenarios bien distintos. Nuestro viejo amigo, el inefable Erich Von Däniken, visitó varias veces Derinkuyu y en uno de sus libros (La respuesta de los dioses) especuló sobre el origen de la ciudad. Esta vez el autor suizo no se atrevió a decir que el complejo subterráneo era una obra extraterrestre, pero sí afirmó que había sido creado para refugiarse de unas terribles guerras –con armamentos devastadores– entre alienígenas. En paralelo a esta línea, otros autores como Steiger, Childress y Sitchin han sugerido que en épocas muy antiguas pudieron darse unas terribles guerras atómicas sobre el planeta, y muy concretamente en la zona de Oriente Medio, siendo protagonistas los extraterrestres o unas civilizaciones desaparecidas. En este contexto no sería de extrañar la construcción de grandes refugios subterráneos donde protegerse de los catastróficos efectos de tales guerras, empezando por la radiación. Desde luego, la propuesta de guerras nucleares arcaicas tiene numerosos puntos discutibles –siendo muy generosos– y los académicos la consideran un absoluto disparate. En fin, esta teoría nos conduce a otro escenario muy polémico y complejo de la arqueología alternativa que dejaré para un futuro artículo para no desviarme en exceso del tema principal.

Sin embargo, existe otra línea alternativa que también plantea una situación de gran catástrofe, con dos opciones más o menos interrelacionadas. En este caso, no habría guerras (del tipo que fueren), pero sí un tremendo cambio en el medio ambiente de la superficie terrestre provocado por factores naturales, lo que habría empujado a los habitantes de la región a buscar refugio en el subsuelo durante periodos de tiempo muy extensos. Para los que siguen este blog este asunto ya les resultará familiar y no es otro que el del cataclismo global que asoló la Tierra hace unos 12.000 años y que autores como Graham Hancock defienden a capa y espada, si bien esta idea ya había arrancado con fuerza en los años 60 con Charles Hapgood, e incluso se podría remontar al siglo XIX, en los tiempos de Ignatius Donnelly.

¿Un desastre natural de gigantescas proporciones?
Recordemos que según esta visión un evento cósmico, probablemente el impacto de un cometa, provocó una reacción en cadena al final de la última era glacial, con la inmediata fusión de gran parte de los hielos árticos, inundaciones gigantescas, terremotos, tsunamis, erupciones, etc. Todo ello habría causado un tremendo cambio climático –nada que ver con las estupideces y mentiras que nos venden ahora– que quizá se llevó por delante a gran parte de la población humana del planeta, incluyendo una hipotética civilización muy avanzada. De este modo, se pasó de una etapa benigna de progresivo calentamiento al retorno de los rigores de la era glacial más dura, con nieves, hielos e intenso frío. Este lapso climático se denomina Dryas reciente y tuvo una duración de unos mil años, durante los cuales desaparecieron muchas especies animales y vegetales.

El investigador inglés Andrew Collins estima que precisamente durante esta etapa los habitantes de la región construyeron las ciudades subterráneas para resguardarse de las inclemencias climáticas superficiales y disponer de un microclima con una temperatura fresca pero estable, en el que –por cierto– se darían las condiciones óptimas para la conservación de los alimentos. Collins también apuntaba al detalle de que los niveles o zonas más antiguas de la ciudad eran de mayor altura, lo que vendría a sugerir que los hombres de aquella época eran bastante más altos. ¿Tal vez serían los famosos Cro-Magnon del paleolítico superior, cuya altura media rondaría los dos metros? Estaríamos hablando de meras conjeturas.

G. Hancock
A su vez, Graham Hancock visitó Derinkuyu en 2013 y su veredicto –expresado en Magicians of the Gods– fue que las ciudades del subsuelo podían ser mucho más antiguas de lo que reconoce el estamento académico, coincidiendo con Collins en que podían haber sido construidas como refugio hace unos 12.800 años, en respuesta al terrible evento cósmico que dio un vuelco al medio ambiente del planeta. Hancock añade que tal vez los hábitats subterráneos, aparte de responder a las duras condiciones climáticas, se crearon como protección ante el periódico bombardeo de pequeños fragmentos del cometa, que se alargó probablemente durante siglos.

Pero el escenario catastrofista no acaba aquí. El geólogo de la Universidad de Boston Robert Schoch –que desde los años 90 está instalado parcialmente en la arqueología alternativa– propuso hace no mucho otra visión no menos impactante. En este caso, Schoch tiene en cuenta la hipótesis anterior, pero la desestima por falta de pruebas de impactos de objetos celestes, y más bien cree que el verdadero motivo para la construcción de las ciudades subterráneas fue un evento cósmico de diferente naturaleza. Así, el geólogo estadounidense alude a la posibilidad de un gran estallido o explosión solar, acompañado de llamaradas solares y eyección de masa coronal (descarga de materia y radiación electromagnética en forma de plasma), que habría ocurrido hacia el final de la última Edad del Hielo.

Actividad solar devastadora
Schoch fundamenta su interpretación en los trabajos de Paul LaViolette, según los cuales se ha podido documentar los efectos químicos y radiactivos de este fenómeno en sedimentos y núcleos de hielo analizados en diversos lugares, desde Venezuela a Groenlandia. Otros recientes estudios, como los de Ted Bunch et alii[2], han confirmado esa gran explosión solar y la han acotado temporalmente en una antigüedad de 12.900 años. Aparte, Schoch se remite a las investigaciones emprendidas por Heinrich e Ingrid Kusch, que han identificado en distintos puntos de Europa la presencia de centenares de túneles –que incluyen habitáculos y salas de almacenamiento– justo por debajo de los asentamientos neolíticos, con una datación muy similar a la ya citada (hace unos 12.000 años). Con todo ello, Robert Schoch construye un hipotético escenario en el cual los hombres de esa época tuvieron que protegerse de la catástrofe ambiental producida por la potente actividad solar desatada, y de ahí que buscasen refugio en el subsuelo, excavando con gran pericia redes de túneles y hábitats estables bajo tierra.

Llegados a este punto, ya podemos entrar de lleno en la segunda cuestión a debate, que es una continuación directa de la primera: ¿Cuál es la auténtica antigüedad de estas estructuras? Como hemos visto, las interpretaciones alternativas suponen la negación de la versión académica, pues sitúan la construcción de estas ciudades subterráneas en otro momento muy anterior de la historia; para ser exactos, de la prehistoria. Para empezar, hay que remarcar que no es posible datar las estructuras subterráneas en sí mismas por los métodos habituales, pues aquí se trata de roca excavada y trabajada a golpe de pico y cincel. En cuanto a los objetos o posibles restos óseos, hay que tener en cuenta que pueden haber sido depositados durante muchos siglos –de forma “intrusiva”– por lo cual es muy difícil datar el momento original de la excavación.

Lo que choca es que, mientras que varios científicos académicos han reconocido que hay evidencia hitita en los túneles y que por ello las dataciones deberían remontarse al segundo milenio antes de Cristo, las autoridades culturales han fijado el horizonte frigio como el momento original de la excavación. La verdad es que no se entiende mucho esta postura, cuando todavía hay una duda o controversia científica sobre una datación fiable. El historiador y arqueólogo turco Ömer Demir no sólo tiene en cuenta la cronología hitita, sino que se atreve a remontar el origen de las ciudades del subsuelo al final del periodo paleolítico. De este modo, viene a confirmar las opiniones de los alternativos en el sentido de que las civilizaciones de época histórica simplemente se encontraron con las estructuras y las reaprovecharon y modificaron para sus necesidades en sus respectivas épocas. 

Una de las salas de la ciudad de Derinkuyu
Demir sustenta su opinión en varios elementos. Primeramente, se aprecian diferencias de estilo entre los distintos niveles, lo que demuestra que hubo un cierto lapso temporal entre las obras. Después, se observa que los niveles más antiguos no presentan las típicas marcas de los utensilios al trabajar la roca, pues éstas desaparecen tras muchos siglos de estar expuestas; en cambio, dichas marcas todavía son observables en los niveles más modernos. Finalmente, está el problema de localizar los materiales que fueron extraídos del subsuelo para crear las cavidades. En este caso, no se han localizado en torno a Derinkuyu, sino que han sido identificados en un río, a bastante distancia (26 km), lo que indica que fueron arrojados a varios ríos de la zona para que se los llevara la corriente. Pero lo más llamativo es que allí mismo se encontraron diversas herramientas de piedra del paleolítico. En conjunto, no son pruebas definitivas, pero sí al menos indicativas de que la ciudad pudo ser excavada muchísimo antes de lo aceptado en el entorno académico.

Sea como fuere, no tenemos realmente certezas acerca del momento fundacional de estas ciudades, y el origen prehistórico no debería descartarse, aunque parezca algo forzado. Ahora bien, hemos de recordar que las versiones alternativas sitúan la cronología en función de la tesis del gran cataclismo de hace más de 12.000 años, pero no pueden aportar ninguna prueba directa de ello, ni una relación causa-efecto indiscutible que justifique la creación de esas ciudades; son sólo hipótesis. De hecho, aún abandonando la tesis oficial del “refugio en tiempo de guerra”, quedan muchos cabos sueltos que se ofrecen a múltiples interpretaciones y posibilidades.

Yacimiento de Göbekli Tepe (Turquía)
Así pues, nos podríamos preguntar quiénes excavaron estos complejos al final del paleolítico, pues vistas la enorme cantidad de trabajo, la destreza y la ingeniería que comportan estas estructuras no parece algo propio de cavernícolas primitivos, los cazadores-recolectores de esa época. Además, llama mucho la atención la capacidad de construir tantos complejos para tanta gente, si es que todos fueron contemporáneos. Tal vez apelar a una civilización desaparecida sea demasiado arriesgado, pero bien es cierto que en la misma Turquía tenemos el yacimiento de Göbleki Tepe, cuya datación fiable se va más allá del 9000 a. C. Y recordemos que se trata de un amplio conjunto de recintos o templos con estructuras megalíticas y decoraciones en relieve. Todo esto era impensable para el estamento académico hace unos años, pero ahora no pueden negar la evidencia de una sociedad desarrollada anterior a la llamada revolución neolítica. Por tanto, es factible que estos complejos subterráneos, que tienen algo de megalítico, puedan remontarse a esa época tan lejana... y no tan primitiva.

Otro asunto es valorar la capacidad de supervivencia en estos complejos y el tiempo que podían pasar las personas sin salir al exterior. En efecto, parecen ser ciudades completas y bien preparadas en las que poder subsistir durante periodos extensos, pero surgen varios problemas, como la necesidad de recurrir a la alimentación vegetal (para personas y animales) y de obtener materias primas, aparte del propio contacto con el aire fresco y la luz solar. Si las condiciones externas eran durísimas –y no sabemos hasta qué punto– tal vez el cultivo de plantas en superficie sería inviable o problemático. Es obvio que se podría almacenar gran cantidad de alimentos, la mayoría en seco, pero una población de miles de personas acabaría por consumir las reservas en cuestión de meses. Por tanto, es complicado hallar un equilibrio entre la tesis oficial –un refugio temporal– y la alternativa, que nos muestra escenario poco menos que apocalíptico. Tal vez deberíamos pensar en alguna solución intermedia, en que se podía combinar una reducida actividad exterior con una más intensa actividad interior, a la espera de disponer de datos paleoclimáticos más precisos.

Concluyendo, considero que tanto las visiones ortodoxas como las alternativas se mueven todavía en datos parciales e inseguros, y deben recurrir a especulaciones y escenarios probables para tratar de dar una explicación coherente. No descarto, empero, que ambas tengan su parte de razón, sin entrar en contradicciones, pues el uso original pudo tener como motivo un problema climático, mientras que el uso “histórico” pudo estar más relacionado con las guerras locales. Sólo el tiempo e investigaciones más profundas podrán darnos pistas más sólidas sobre estas asombrosas ciudades subterráneas de hace tantos siglos.

© Xavier Bartlett 2019
Fuente imágenes: Wikimedia Commons



[1] Según otras estimaciones, la cifra de habitantes podría llegar incluso a los 50.000.
[2] BUNCH, T. et alii. Very high-temperature impact melt products as evidence for cosmic airbursts and impacts 12,900 years ago. PNAS, June 2012.

6 comentarios:

Alarico dijo...

Curiosamente,hace un par de semanas,estaba leyendo unos articulos sobre la cantidad de estos subterraneos,que aun estan pendientes de exploracion y estudio.
Si le soy sincero,ninguna de las teorias,tanto alternativas,como digamos academicas,me convence,claro que yo no poseo ni el conocimiento ni la experiencia necesaria,como para dar una opinion medianamente relevante.
Un dato que no tengo claro y puede que ud. me lo indique,es saber si estos subterraneos,estan construidos de arriba hacia abajo,es decir,los mas antiguos encima y los mas recientes,mas profundos,porque siendo asi,puede que exista una pequeña posibilidad,a una explicacion mucho mas simple y sencilla,al menos para el origen y solamente valida para el origen de dichas construcciones.

Gracias por su trabajo. Un saludo.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Alarico

Por lo que sé, parece ser que los niveles superiores son los más antiguos (por lógica, se excava de arriba hacia abajo), pero podría ser que también hubiera ampliaciones posteriores en horizontal, y es posible que en algunos puntos la excavación original fuera más profunda y llegara a niveles que luego no fueron proseguidos. En todo caso, la dificultad de datar las estructuras complica una interpretación segura.

Saludos

Anónimo dijo...

Hola Xavier

De acuerdo a los descubrimientos que se hacen queda más claro, a mi modo de ver, que la civilización empezó mucho antes de la escritura. Si estas ciudades hubieran sido hechas en la época histórica habría muchos textos explicando su construcción y quienes las construyeron. Creo que hubo una época, talvez de más de mil años, en que la temperatura de la tierra fue muy elevada. En Australia se construyen casas subterráneas para poder vivir en zonas calurosas. Son solo casas particulares porque la población es escasa, pero si hay pueblos es lógico que existan estas ciudades.
Espero haber sido claro.

Saludos

Roberto

Xavier Bartlett dijo...

Gracias por el comentario Roberto

Tus argumentos son lógicos y confirman que la hipótesis climática (y prehistórica) tiene bastante peso. Otra cosa es el reaprovechamiento a lo largo de los siglos y otros posibles usos. En todo caso, tanto esfuerzo -y con tanta inteligencia- para albergar a tanta gente bajo tierra da mucho que pensar sobre lo que pudo pasar en superficie...

Saludos,
X.

CobaltUDK dijo...

Buenas Xavier, dices "Pero lo más llamativo es que allí mismo se encontraron diversas herramientas de piedra del paleolítico."

¿Es viable construir algo así con herramientas de piedra? En un tiempo razonable.

Xavier Bartlett dijo...

Gracias Cobalt

Bueno, la verdad es que llama la atención tanta obra y de tal tamaño hecha en la prehistoria, pero te puedo decir que existen extensas minas del neolítico que fueron realizadas con herramientas de piedra (aunque teóricamente un poco mejores). En Cataluña hay una de ellas y francamente es de admirar. En el caso de Turquía, si hemos de creer en la prehistoria convencional, hace 12.000 años no tenían ni por asomo herramientas metálicas, pero sí a partir de la Edad del Cobre, lo que nos explica que la parte "moderna" de los túneles pudo ser excavada con cinceles metálicos. Lo cierto es que no he hallado demasiadas explicaciones sobre cómo se realizaron estos complejos, pero sí parece seguro que estuvieron implicadas muchas personas durante mucho tiempo, aparte de las sucesivas ampliaciones.

Saludos,
X.