Introducción
Las
teorías sobre el catastrofismo se contraponen al llamado gradualismo (o
uniformismo), que defiende la visión de un mundo que evoluciona lentamente durante
millones de años al ritmo de pequeños cambios, a excepción de momentos
puntuales en que se producen cambios más rápidos y más radicales que podrían
explicar ciertos saltos abruptos en registro fósil de las especies (lo que el
paleontólogo Stephen Jay Gould calificó de “equilibrio puntuado”). No hay que
ser muy perspicaz para observar que, detrás de esta dualidad, podemos ver un
conflicto entre las tesis más o menos creacionistas (o interpretaciones
influidas por creencias religiosas) y las tesis evolucionistas. Así no es de
extrañar que el catastrofismo más extremo y cercano a las lecturas mitológicas tenga
muy pocos adeptos entre las filas científicas ortodoxas.
El
catastrofismo, como cabe suponer, no es precisamente un tema reciente. De hecho
se podría remontar incluso hasta la Edad Media, pero para referirnos a tiempos
cercanos, digamos que en el siglo XVIII el teólogo inglés William Whiston ya
propuso un escenario catastrófico en la Antigüedad, sugiriendo que el gran Diluvio
Universal fue causado por el encuentro de nuestro planeta con un gran cometa.
Posteriormente, el jesuita Franz Kugler (1862-1929) retomó el tema y lo
relacionó con la antigua mitología, que estaba plagada de referencia a batallas
celestes, protagonizadas por seres divinos. Por otro lado, en el terreno
estrictamente biológico y geológico, también se defendió el catastrofismo para
explicar los cambios observables en la Naturaleza. El padre científico de este
catastrofismo natural fue el francés Georges Cuvier (1769-1832).
El
catastrofismo más reciente propugna que el Sistema Solar es mucho menos estable
de lo que imaginamos y que desde tiempos inmemoriales se han producido
tremendas catástrofes que han afectado a varios planetas del Sistema Solar (y
la Tierra entre ellos, obviamente). Dichos desastres habrían tenido lugar desde
épocas prehistóricas muy lejanas –prácticamente en los tiempos en que se formó
la Tierra– hasta épocas históricas relativamente próximas (el primer milenio
antes de nuestra era), configurando finalmente el Sistema Solar que observamos
hoy en día, incluyendo el aspecto actual de nuestro planeta.
Mundos en colisión
I. Velikovsky |
Estudiar
las teorías catastrofistas en el ámbito de la historia alternativa supone
hablar forzosamente de Immanuel Velikovsky (1895-1979). Este investigador
ruso-norteamericano, médico psiquiatra de formación y psicoanalista de
profesión, fue –y sigue siendo– la figura más destacada en el terreno del
catastrofismo, gracias a su obra principal que lleva por título Worlds in
collision («Mundos en colisión»), publicada en los EE UU en 1950. El
libro ya tuvo graves problemas para ver la luz, ya que fuertes presiones
obligaron a la editorial McMillan –que lo publicó por primera vez– a desecharla
al año siguiente y cederla a una empresa competidora, sin que ello impidiera
una destacada difusión entre el público, a pesar de las numerosas críticas de
la comunidad científica.
El origen
de las teorías de Velikovsky se remonta a 1939, a partir de un estudio titulado
Freud y sus héores sobre algunos
personajes de la antigüedad como Moisés, Edipo y Akhenaton. Cuando preparaba
este trabajo, se dio cuenta que podía usar las referencias a antiguas
catástrofes como medio para obtener un cuadro histórico sincrónico de diversas
culturas de la Antigüedad. Desde ahí empezó a construir sus teorías utilizando
multitud de fuentes, y no todas estrictamente mitológicas. Aparte de analizar
extensamente la Biblia, el Talmud y los mitos y tradiciones de varias culturas
de todo el mundo (Babilonia, Grecia, Roma, Persia, India, China, Japón, islas de Pacífico, México, Perú, entre
otras), también recurrió a papiros egipcios y a otros textos históricos. Sin
embargo, dicho sea de paso, su obra de 1956 Earth
in Upheaval («La Tierra en conmoción») estaba basada en estudios de tipo geológico y biológico, evitando
expresamente la referencia a las fuentes míticas, para aportar un sólido apoyo
empírico a sus propuestas.
¿Qué
tenemos pues en sus mundos en colisión?
Lo que propone Velikovsky es que algunas de las catástrofes citadas en los
textos antiguos no fueron en modo alguno invenciones o exageraciones sino que
fueron sucesos reales que tuvieron un gran impacto en la Humanidad de aquellos
tiempos. En su obra, Velikovsky presenta básicamente dos hechos: por un lado, un enorme cometa causó una gran
catástrofe en los tiempos de las siete plagas de Egipto (hacia el año 1500 a.
C.) –según se narra en el Éxodo bíblico– en su primer paso cerca de la Tierra.
Cincuenta y dos años más tarde, en tiempos de Josué, se produjo otro terrible
fenómeno. El Sol y la luna se pararon durante
un día, tras un nuevo paso del mismo cometa. Por otro lado, se produjeron otros
eventos catastróficos en el primer milenio antes de Cristo, unos 700-800 años
después de los primeros hechos, a causa de otro cuerpo celeste que se acercó a
la Tierra. Las narraciones en este caso se refieren a la destrucción del
ejército de Senaquerib en el sitio de Jerusalén.
Todo ello
debido al paso de un gigantesco cometa, pero... ¿cuál? Velikovsky lanzó la
teoría de que una gran explosión en el planeta Júpiter habría originado este
cometa y lo habría expulsado hacia el interior del Sistema Solar, donde habría pasado
muy cerca de Marte y la Tierra. Y este cometa –y aquí viene el gran desafío a
la astronomía– se convirtió, una vez adquirida una órbita estable alrededor del
Sol, en el planeta Venus.
Efectivamente,
para Velikovsky el acercamiento de Venus fue tal que su gran cola barrió el
planeta, provocando toda esta serie de hecatombes. Y a escala cósmica provocó
una alteración en la órbita de la Tierra alrededor del Sol (que hasta entonces
era de 360 días, como los grados de la circunferencia), de tal manera que se
vio incrementada hasta los actuales 365 días y un cuarto aproximadamente. En
realidad, muchas culturas antiguas utilizaban un calendario basado en un año de
360 días, a los que luego hubo que adjuntar unos días especiales. Velikovsky añadió a esta variación orbital otros
efectos no menos importantes como diversos cambios de posición del eje
terrestre, un desplazamiento de los polos o alteraciones en la órbita de la
Luna.
Pero Velikovsky no sólo recurrió al mito, sino que
también siguió el rastro de Venus en la antigua astronomía. Verificó las
observaciones astronómicas de las tablillas de Ammizaduga (Asiria) en las que
se señalaban extrañas irregularidades en los movimientos de Venus. Asimismo,
tuvo en cuenta que en la tradición brahmánica de la India no se citaban más que
cuatro planetas (esto es, no estaba Venus). Y lo mismo ocurre en la astronomía
babilónica más antigua: sólo cuatro planetas. Solamente en una época posterior
hay una referencia a Venus como «la gran estrella que se reunió con las otras
estrellas». De
hecho, para los babilonios Venus (Ishtar) era un astro con cabellera. A su vez, los antiguos indígenas americanos apodaban
a Venus la estrella que echa humo.
El universo eléctrico de Velikovsky
Pero lo que sin duda provocó tanta polémica y rechazo fue su órdago a la astronomía ortodoxa de origen newtoniano. Velikovsky propuso un Sistema Solar inestable y convulso, no perfectamente regulado por las fuerzas gravitacionales, sino profundamente afectado por las fuerzas electromagnéticas. (Este fue precisamente un tema que despertó gran interés en Einstein, que intercambió una extensa correspondencia con Velikovsky sobre el papel de estas fuerzas en la mecánica celeste). De hecho, Velikovsky equiparó el Sistema Solar al átomo, siendo el Sol el núcleo y los planetas los electrones que giraban alrededor de éste, según fuerzas eléctricas. Para el autor ruso-americano, los movimientos erráticos de los planetas, en vez de ser el resultado de colisiones, se deberían a alteraciones en los niveles cuánticos de energía de los planetas, causados por la absorción de uno o varios fotones.
En fin, frente a un universo ordenado por las leyes de
la gravedad, Velikovsky dio crédito a unas viejas historias que hablaban de
grandes conmociones cósmicas. Cabe señalar que, además de citar todos los
desastres provocados por el errático Venus, también destacó el hecho de que al
paso del cometa se produjo –según los textos antiguos– un tremendo relámpago, una descomunal descarga
eléctrica entre la Tierra y el cometa. Al parecer, tuvo lugar a continuación
una batalla eléctrica entre la cabeza
del cometa y su cola, que la mitología recordó con diversos nombres: Zeus
contra Tifón, Isis frente a Seth, Marduk contra Tiamat, etc. Y lo peor de todo
es que el hombre habría borrado de su memoria estos terribles hechos tan
traumáticos que pusieron al a Tierra al borde de la completa destrucción y los
habría ocultado en forma de mito, dando lugar a una amnesia cultural, una
auténtica amnesia histórica, argumento que luego ha sido utilizado extensamente
por muchos otros autores alternativos.
Predicciones polémicas
Llegados a este punto, y si dejamos la mitología a un lado, nos podemos preguntar qué hay de cierto, en términos de pruebas científicas, en el escenario propuesto por Velikovsky. Pues bien, el propio Velikovsky realizó una serie de predicciones sobre Venus, a tenor de su agitado origen, así como de otros astros. En resumen tendríamos lo siguiente:
- Al ser aún un planeta muy joven, su superficie debería ser extraordinariamente caliente.
- Su atmosfera debería ser muy densa, compuesta principalmente de nubes de hidrocarbono (los restos de la cola del cometa).
- Debería tener anomalías orbitales con respecto al resto de planetas, en particular en lo que se refiere a su movimiento de rotación.
- El planeta Júpiter emitiría señales de radio dentro del espectro electromagnético.
- El campo magnético de la Tierra llegaría hasta la misma órbita de la Luna.
Todas estas prediciones fueron realizadas entre 1950 y 1953, cuando la ciencia de la época no tenía todavía confirmación de estos hechos. Sin embargo, con la llegada de la era espacial se fueron despejando algunas incógnitas. En efecto, desde las primeras misiones a Venus por parte de las sondas espaciales rusas y americanas a partir de la década de 1960 hasta las más recientes exploraciones, se ha ido acumulando información de primera mano sobre este planeta, lo que ha permitido verificar la certeza de algunas de estas predicciones.
Ciertamente, hasta mediados del siglo XX, se creía que
Venus y la Tierra eran planetas muy semejantes, casi gemelos, pero las investigaciones
posteriores desmontaron esta imagen. Básicamente se ha verificado que Venus es
un planeta con ciertos rasgos específicos muy particulares. Tiene un movimiento
de rotación retrógrado, que además es muy lento. Esto hace que su día (243 días
terrestres) sea más largo que su año (225 días terrestres). Su órbita alrededor
del Sol, a diferencia del resto de planetas, es una circunferencia casi
perfecta. Finalmente, se ha comprobado que tiene una elevada temperatura en su
superficie (de hasta 480º C) y que su atmósfera es muy densa y está compuesta
esencialmente por dióxido de carbono. Con respecto a las otras predicciones, en
1955 los astrónomos Burke y Franklin verificaron la existencia de señales de
radio emitidas por Júpiter. Posteriormente, en 1965, se confirmó el alcance del
campo magnético de la Tierra, que llegaría a las proximidades de la Luna.
La crítica a Velikovsky
Aún a día de hoy existe una amplia polémica sobre la
validez o la precisión de esas predicciones, con valoraciones que van de un
extremo a otro: desde los que opinan que Velikovsky acertó en todo lo que
escribió hasta los que rechazan prácticamente todos sus trabajos, pasando por
visiones intermedias que reconocen algún mérito al autor ruso-americano pero
negando la mayoría de sus propuestas. Veamos al menos tres voces solventes contrarias
a Velikovsky.
Para Martin Gardner, que abordó
superficialmente las teorías de Velikovsky en su libro de 1957 Fads and fallacies in the name of science («Modas
y falacias en el nombre de la ciencia»), el trabajo de Velikovsky simplemente
consistía en buscar y copiar las las historias adecuadas –y omitir las
inconvenientes– que coincidieran con su teoría, con la ventaja de poder
adecuarlas a su fin, dada la incierta datación de los relatos míticos. Por
ejemplo, para Velikovsky, a la fecha del hundimiento de la Atlántida –9.000
años antes de Solón– «le sobraba un cero», lo cual situaba este hecho sólo 900
antes, es decir, coincidiendo con las convulsiones producidas por el primer
paso de su cometa. En su opinión, Worlds in Collision –cimentada casi
totalmente en mitos y leyendas– sería una obra totalmente pseudocientífica,
fruto de un intento de racionalizar las creencias judías del autor.
Otro científico, en este caso bastante
receptivo a las visiones heterodoxas, el químico Henry Bauer, realizó una
extensa crítica a Velikovsky en su libro Beyond
Velikovsky: The
History of a Public Controversy (1984) y, entre otras cosas, se preguntó sobre el sorprendente éxito popular
de Worlds in Collision pese a la
evidente falta de solvencia científica de su autor. Y en esto coinciden varios
de los que le han juzgado: el estilo de Velikovsky es erudito, coherente y
seductor, lo cual induce a dar por buenos sus argumentos sin plantearse
posibles defectos (y aquí tendríamos otro de los grandes males que se le
achacan a la arqueología alternativa: el lector medio no detecta las falsedades detrás de un
discurso aparentemente impecable.
Por su parte, el afamado Carl Sagan, también
rebatió a Velikovsky en su libro de 1979 Broca’s
brain («El cerebro de Broca»), al que le dedicó todo un capítulo. Básicamente,
Sagan aceptaba el catastrofismo, entendido como una serie de colisiones entre
astros o de impactos de meteoritos o cometas en el dilatado periodo de 4.600
millones de años, pero no admitía que se hubieran producido ciertas
catástrofes en tiempos relativamente recientes. Luego aportó hasta diez
argumentos basados en la más pura ciencia astrofísica, desde la imposibilidad
de eyección de Venus por parte de Júpiter hasta la inviabilidad física del “parón”
y retroceso de la rotación de la Tierra. Sin embargo, para muchos expertos ortodoxos la refutación de Sagan tal vez no fue lo suficientemente clara y decisiva como podría haber sido. El hecho es que a día de hoy, los escasos partidarios de Velikovsky todavía pueden esgrimir pruebas científicas que avalan ciertos aspectos del escenario velikovskiano.
El arquetipo del defensor de la heterodoxia
Más allá de la polémica, es justo reconocer que la controvertida figura de Velikovsky es todo un arquetipo en la defensa de la heterodoxia, pues sin duda reúne muchos de los rasgos típicos de los autores alternativos que se enfrentan al estamento académico desde múltiples enfoques:
- Trabajó solo y fuera de los círculos científicos; escribió para el gran público.
- Se opuso a las teorías científicas dominantes.
- Realizó un estudio multidisciplinar a partir de materiales míticos o religiosos, a los que concedió validez científica.
- Fundamentó sus tesis en aspectos mucho más cualitativos que cuantitativos (medibles o comprobables).
- Denunció ser perseguido por los guardianes del paradigma y ser víctima de la intolerancia y estrechez de miras de sus oponentes.
- En general, encajaba mal las críticas.
Velikovsky, además, despertaba bastantes antipatías por ser contrario a Darwin y a las tesis evolucionistas, a las que consideraba dogmáticas. Para él, el evolucionismo, al que acusaba de suprimir pruebas incómodas, no era más que otro retroceso científico provocado por la vuelta al aristotelismo. Por si fuera poco, pensaba que toda la ciencia oficial era más bien pseudocientífica, al omitir las pruebas y evitar las discusiones sobre el dogma. Sin duda, una actitud poco propicia para hacer amigos dentro del mundo científico...
(c) Xavier Bartlett 2013
1 comentario:
No deja de ser util cuestionar a los que dominan la voz cientifica a los que falta apertura para escuchar sin descañificar. El tiempo es el que ha probado que no tenemos instrumentos aun suficientes para medir y sus teorias de Velikowski siguen siendo inquietantes y muy atractivas
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