Nota previa (XB): “Mammoth Trumpet” es la revista
cuatrimestral del departamento de Antropología de la Universidad de Texas y
está centrada en el estudio de los primeros habitantes de América. Sus
artículos y su temática en general se adhieren a la ortodoxia científica en
arqueología, como se puede comprobar en su página web. No obstante, en este
número presentaba el estudio de dos científicos sobre la posible existencia de
un desastre nuclear (natural) en Norteamérica en épocas remotas que habría
causado una gran alteración de los niveles de Carbono-14, lo que a su vez habría
afectado a la fiabilidad de las modernas dataciones por radiocarbono. Como
presentación de este documento, un tal “JMT” firmaba un artículo de
introducción que explica los problemas de la datación por radiocarbono y da
contexto a las tesis de estos dos autores. Al final de este artículo, no
obstante, se advierte al lector sobre lo controvertido de las teorías de estos
autores y se apoya la confianza habitual en el método del C-14.
El radiocarbono: elemento inestable
El tipo de carbono llamado carbono-14 se crea continuamente
en las capas altas de la atmósfera, donde los rayos cósmicos de procedencia
estelar bombardean las moléculas de aire, creando lotes aleatorios de materia
atómica y liberando neutrones. Cuando un neutrón colisiona con un átomo de nitrógeno,
éste lo captura y se libera un protón. Con 6 protones, se ha convertido ya en
carbono con 14 nucleones. Este es el C-14, un isótopo inestable de carbono, o
carbono radioactivo. Siendo radioactivo, el C-14 decae, se desintegra. El átomo
de radiocarbono emite una débil partícula beta (β) mientras se transforma en N-14, el átomo de nitrógeno del cual
proviene.
La concentración de C-14 en depósitos de carbono es mínima,
sólo un átomo de radiocarbono por cada 1012 átomos de isótopos de
carbono estable. El C-14 se comporta como otros isótopos de carbono, que se
combinan con el oxígeno y forman parte del ciclo del carbono de cada célula
viva. Cuando muere el organismo huésped, no hay más ingesta de carbono o
radiocarbono, y entonces el C-14 comienza a decaer.
La datación por radiocarbono: una bicoca para los científicos
Ya se conocía la existencia del radiocarbono años antes de
que Willard Libby, de la Universidad de Chicago, descubriera que el C-14 se
desintegra a un ritmo constante. Después de 5.568 años, la mitad del C-14 decae
hacia el N-14. Después de otros 5.568 años más, la mitad del C-14 restante
decae a N-14 y así sucesivamente. Libby razonó que este ciclo permitía datar
los restos orgánicos: midiendo la proporción de emisiones de partículas β podemos calcular la concentración de C-14
(comparando cuánto difiere del contenido de carbono de la materia viviente), y
por tanto determinar la cantidad de años que han transcurrido desde la muerte
del organismo. La investigación posterior estableció que la mitad de la vida
del C-14 es realmente de 5.730 años, pero la primera cifra se ha aceptado
convencionalmente; la diferencia, de un 3%, es un problema menor en las
muestras sin corregir.
Libby y sus colegas
crearon un método práctico para realizar la datación por radiocarbono y lo
sometieron a exhaustivas pruebas para comprobar su precisión. Así, se dataron
materiales orgánicos asociados a artefactos del Egipto dinástico de unos 5.000
años de antigüedad y se cotejaron las medidas de radiocarbono con los registros
escritos; los resultados encajaron en unos razonables márgenes de error con
respecto a las dataciones históricas. Libby realizó dataciones de restos más
antiguos, originarios de Norteamérica y el norte de Europa, enterrados bajo
sedimentos glaciales de la última capa de glaciaciones. Todos los resultados
fueron consistentes, demostrando que la última glaciación había ocurrido hace
unos 11.000 años AP[1]. Por su
contribución a la ciencia, Libby fue galardonado con el premio Nobel de Química
en 1960.
Una herramienta útil, pero fallida
La datación por radiocarbono debe usarse con cuidado[2].
Existen varias fuentes de error, algunas evidentes y otras no, que pueden
falsear los resultados. Para empezar, la concentración de C-14 en la atmósfera
no ha permanecido constante a través de las eras. Con la revolución industrial,
llegó la quema de enormes cantidades de combustible fósil, con lo que la
concentración de carbono en la materia viviente no es la misma que hace unos
150 años.
Los científicos realizaron dataciones de madera de edad
conocida y comprobaron que había variaciones de contenido de C-14 de hasta un
5% en los últimos 1.500 años por razones diversas. Los investigadores,
entonces, recurrieron a contar los anillos de los árboles (dendrocronología) y
elaboraron una curva de calibración que se emplea para muestras de más de
10.000 años de antigüedad. Además, el ambiente en que se halla el especimen
puede afectar a la datación. Un especimen marino normalmente presenta una edad
de de radiocarbono 400 años superior a un especimen terrestre de la misma
época. Esto es así porque los océanos son un depósito enorme de dióxido de
carbono disuelto cuyo contenido en radiocarbono queda por detrás del contenido
atmosférico. Por todo ello ha de aplicarse un factor de corrección para validar
estas muestras.
Algunos resultados desconcertantes
Asumiendo que los métodos de datación por radiocarbono son correctos, los
restos orgánicos asociados a un artefacto darán una edad de radiocarbono más
moderna de lo que es realmente sólo si contienen artificialmente un alto nivel
de radiocarbono.
Una pista para dar con una posible fuente de un elevado C-14 artificial
en los restos del Pleistoceno puede encontrarse en el bien documentado “efecto
bomba atómica”. A mediados de los ’60 las pruebas termonucleares, con su enorme
flujo de neutrones térmicos, casi habían doblado el volumen de C-14 en la
atmósfera, y más importante, casi doblaron la actividad del C-14 de los
materiales orgánicos enterrados (Taylor, 1987: Higham website). En
otras palabras, la proporción de emisiones β se aceleró artificialmente. El
flujo de neutrones térmicos había reiniciado el reloj radioactivo, haciendo que
los materiales parecieran más modernos de lo eran en realidad.
¿Una catástrofe nuclear natural?
Firestone y Topping han recogido pruebas de diversas fuentes:
proporciones anormales de isótopos de uranio y elevados niveles de plutonio,
incrementos en del C-14 en sedimentos marinos, etc. La totalidad de las pruebas
les lleva a una inevitable conclusión:
En el Pleistoceno tardío
tuvo lugar en el noreste de Norteamérica una catástrofe de rayos cósmicos
causada por una supernova. La irradiación masiva de neutrones térmicos alteró
la radioactividad de los materiales terrestres y probablemente fue la
responsable de las extinción en masa de la
fauna de la Edad del Hielo y de mutaciones en las plantas.
PRUEBAS TERRESTRES DE UNA CATÁSTOFE NUCLEAR EN TIEMPOS PALEOINDIOS
(Resumen del artículo de Firestone y Topping)
La primera ocupación humana de América se remonta, según se
asume tradicionalmente, hacia el 12.000 AP[3],
pero esto no coincide con otras dataciones mucho más antiguas en Sudámerica
(hasta 32.000 AP); por otro lado destacan las fechas demasiado modernas
obtenidas por radiocarbono en la zona noreste. La investigación sugiere que la
región de los Grandes Lagos fue sometida a un bombardeo de partículas y a una
catastrófica radiación nuclear que secundariamente produjo neutrones térmicos.
Dichos neutrones produjeron cantidades inusuales de plutonio 239 y alteraron las proporciones naturales de
uranio contenidas en artefactos y otros elementos expuestos en la totalidad del
paisaje. Asimismo, estos neutrones transmutaron forzosamente el nitrógeno
residual (N-14) en el carbón vegetal datado por radiocarbono, lo que explica
las fechas anómalas.
Dados los análisis realizados sobre materiales de varios
yacimientos de aquella zona, se demuestra que tales restos deberían ser
revisados en su datación. Por ejemplo, se dataría Gainey en unos 39000 AP
(coincidente con la opinión de muchos arqueólogos), Lewisville en 55000 AP y el
abrigo de Meadowcroft en 45000 AP[4]. La fecha de termoluminiscencia de 12400 AP
de Gainey podría ser resultado del calor generado por el bombardeo nuclear de
esa época.
Según algunos arqueólogos, es probable que la
población paleoindia viviera en latitudes más bajas en plena Edad del Hielo, y
se fuera desplazando hacia el norte según se iba retirando la capa de hielo.
Así, las fechas para los yacimientos norteamericanos tendrían que retrasarse en
unos 40.000 años, dependiendo de la latitud y la sobrecarga. Los geólogos creen
que antes de 15000 AP la glaciación de Winsconsin cubría los territorios más al
norte donde ya se han encontrado poblados paleoindios. La capa de hielo, pues,
habría protegido el paisaje de la irradiación. Las fechas modificadas del
poblamiento paleoindio indican que la cronología de las secuencias de avance de
la glaciación, fuertemente marcadas por las fechas convencionales de
radiocarbono, han de ser revisadas a la luz de la evidencia de ocupaciones
mucho más antiguas de lo que se pensaba.
A partir de los estudios sobre diversos materiales y con
diversos métodos, el fuerte incremento en el bombardeo de rayos cósmicos se
habría situado sobre 12500 AP ± 500
años y habría estado centrado en el
hemisferio norte terrestre. El origen de este fenómeno sería una supernova, que
habría proyectado tres ondas de choque sobre la Tierra. El resultado sería una
gran catástrofe, que iniciaría una secuencia de eventos que incluirían
llamaradas solares, impactos y bombardeos de rayos cósmicos secundarios. La
enorme energía desatada por la catástrofe pudo haber calentado la atmósfera
hasta los 1000º C sobre Michigan y el flujo de neutrones pudo haber fundido una
buena parte de la capa de hielo de las zonas más al norte. Los efectos de la
radiación podrían haber sido letales sobre animales y plantas expuestos a los
rayos cósmicos. El patrón de este desastre coincide con la extinción masiva
antes del periodo Holoceno. En cuanto su efecto sobre plantas, pudo haber
causado muchas mutaciones, y se ve que la domesticación de plantas —de formas
probablemente modificadas— empezó en todo el mundo tras la catástrofe al final
de la Edad de Hielo.
[1] AP: Antes
del Presente; en terminología anglosajona, BP. Se refiere a la antigüedad
contada desde la actualidad, no desde antes de Cristo, siendo el “presente”
mediados del siglo XX. (XB)
[2] También debe
recordarse que su espectro de medición está limitado: por encima de unos 50.000
años, se considera que el método ya no es útil o representativo. Por tanto, si
se miden restos de una antigüedad superior, podrían arrojar fechas
completamente erróneas. (XB)
[3] Tal vez sea
una confusión, pero convencionalmente la cultura Clovis (la primera cultura
humana identificada en América) se databa hacia el 12000 a.C., o sea 2.000 años
antes, aunque últimamente ya se admiten fechas de presencia humana cada vez más
antiguas. (XB)
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