lunes, 16 de septiembre de 2013

El oscuro origen del “hobbit”


El estudio de la Prehistoria en la vasta área del sureste asiático y el Pacífico avanzó mucho durante del siglo XX, pero aún hoy quedan bastantes interrogantes por aclarar, empezando por el propio poblamiento de este enorme territorio, que en gran parte es puro océano jalonado de pequeñas y medianas islas, si exceptuamos la gran isla-continente de Australia. Lo que sabemos hasta ahora es que la población de las islas del Pacífico por parte del Homo sapiens se debió iniciar hace unos 50.000 años (si bien se sabe que el Homo erectus ya había poblado mucho antes el sureste asiático) y que a lo largo de muchos siglos las pequeñas comunidades primitivas se habrían ido extendiendo por vía marítima hasta ocupar todas las zonas hoy habitadas por el ser humano. Así, la Polinesia habría conocido la primera presencia humana hace tan sólo 2.000 años y la isla de Pascua hacia el 300 ó 400 d. C.

Lo cierto es que aún se producen en aquellas tierras hallazgos arqueológicos y paleontológicos sorprendentes, como el reciente descubrimiento, en 2003, de una nueva especie de homínido, el llamado Homo floresiensis, cuyos primeros restos (una hembra de unos 30 años) se encontraron en la cueva Liang Bua, en la isla de Flores (Indonesia). Este especimen tenía la apariencia de un humano anatómicamente moderno en muchos aspectos pero con una talla muy reducida –alrededor de 1 metro– por lo que fue apodado “hobbit”. Su cronología se ha fijado entre 90000 a. C y 13000 a. C., según los yacimientos estudiados hasta la fecha.

En cuanto a su origen, a pesar de que se cree que desciende evolutivamente de la población de Homo erectus, tanto su tamaño como su peso y capacidad craneal media (alrededor de 380 cm3) recuerdan a los de los australopitecos más antiguos o incluso a los chimpancés. Los paleontólogos consideran que la adaptación evolutiva a unas condiciones de vida extremas –especialmente la escasez de alimento– pudo empujar a esta especie al enanismo, al igual que ocurre con otras especies de la isla. En todo caso, resulta relativamente curioso que no se haya encontrado en la isla ni un solo ejemplar de Homo erectus, el supuesto antecesor directo.

A este respecto, varios investigadores han apuntado a otros posibles orígenes como el más pequeño Homo habilis o el recién descubierto Homo georgicus, e incluso algún investigador, como Milford Wolpof, se ha atrevido a sugerir que esta especie podría descender directamente de algún australopiteco, que abandonó África en una lejana época. Y tampoco han faltado los que han sugerido la hipótesis de que era un sapiens que habría involucionado –por decirlo así– hacia un ser enano, una especie de pigmeo afectado de microcefalia. Con todo, los estudios anatómicos más recientes parecen alejar al hobbit del H. sapiens (considerándolos dos especies bien diferenciadas) y en todo caso acercándolo más al H. erectus. Sea como fuere, el itinerario evolutivo de esta especie no está claro y cada vez hay más expertos que apuestan claramente por un antecesor aún desconocido para este Homo, ya que consideran que el Homo erectus (o incluso el sapiens) era demasiado grande para haberse convertido en un ser tan pequeño, incluso por degeneración.

Cabe señalar que el estudio de los cráneos ha generado una fuerte disputa científica, ya que algunos científicos insistían en que los individuos hallados no eran más que humanos modernos afectados de enanismo o algún tipo de patología, mientras que otra corriente ­–a la vista de un simple estudio anatómico– defendía que la ausencia de mentón, la peculiar articulación del hombro y otras diferencias de estructura ósea marcaban una clara separación con el sapiens. Además, estos últimos remarcaban el hecho de que al haber aparecido ya varios individuos similares, tantas malformaciones y casualidades no serían creíbles. En todo caso, los análisis realizados mediante tomografía (TAC) de los restos que deja la estructura del cerebro en el endocráneo mostraban que se trataba de un cerebro humano bastante desarrollado, pero simplemente diminuto, y que sus capacidades intelectuales podían haber sido notables. Así, las conclusiones apuntaban a que este homínido, pese a tener esta reducidad capacidad craneal, sería al menos tan inteligente como el Homo erectus si tenemos en cuenta la relación entre el cuerpo y la masa cerebral.

Y por si no hubiera poca polémica, los restos óseos de los hobbits hallados fueron celosamente custodiados por el profesor Teuko Jacob, máximo experto indonesio en evolución, hasta el punto de que los propios descubridores del especimen (los australianos Michael Morwood y Peter Brown) no pudieron tener acceso a los restos hasta un año después de hacerse público el hallazgo. Entretanto, los huesos (que no estaban fosilizados y presentaban una textura muy frágil) sufrieron un deterioro importante a causa de una mala manipulación, lo que lógicamente causó un gran malestar a los investigadores australianos. En fin, un episodio que debería avergonzar a más de uno en el mundo científico.

No obstante, lo que se debe destacar por encima de estas cuestiones es que los restos arqueológicos muestran ciertos conocimientos avanzados por parte del “hobbit”. Precisamente, lo que llama bastante la atención es que esta especie era muy hábil en la fabricación de utensilios líticos, que serían del todo comparables a las realizadas por el Homo sapiens en el paleolítico superior europeo. Se sabe con certeza que el Homo sapiens no pudo producirlas de ninguna manera pues las dataciones de estos utensilios se sitúan sobre los 78.000 años, mucho antes de que los Sapiens llegaran a esta isla.

Ahora bien, la controversia por excelencia sobre el Homo floresiensis tiene que ver con ciertas dataciones desconcertantes (o cronologías imposibles), relacionadas con algunos de los utensilios antes citados. Así, en el yacimiento de Mata Menge (también en Flores, a 50 km. de Liang Bua) se hallaron unas 500 piezas de factura avanzada –muy similares a las atribuidas al Homo floresiensis– y que posteriormente fueron datadas entre 880.000 y 800.000 años, lo que, según la ortodoxia, hace del todo imposible que fueran elaboradas por el Homo sapiens. Lamentablemente, en este yacimiento no se conservaron (o no se hallaron) restos óseos humanos de ningún tipo asociados a las piezas líticas, lo cual abría el abanico de especulaciones sobre quién podría ser el autor de tales utensilios.

Sea como fuere, algunos expertos se apresuraron a considerar que las cronologías podrían estar equivocadas. James L. Phillips, del Field Museum de Chicago, afirmó que los artefactos estaban sobre un sedimento fluvial inestable que se ha desplazado con el tiempo; por tanto, las dataciones obtenidas no tenían fiabilidad. En su opinión, estos artefactos –así como otros del yacimiento de Liang Bua (del Homo Floresiensis)– debían atribuise al Homo sapiens y datarse no más allá del 18000 a. C. Otros investigadores opinaron, en cambio, que las dataciones eran correctas y que tales utensilios debían ser atribuidos al Homo erectus, el cual ya habría tenido capacidad de navegar en épocas tan remotas.

Veamos ahora en resumen los problemas que ha comportado este hallazgo a la ortodoxia evolucionista, que trata de aplicar sistemáticamente sus patrones teóricos (establecidos desde hace un siglo aproximadamente), para solventar las supuestas anomalías, en vez de proponer nuevas teorías que abran nuevas vías de investigación.

Fundamentalmente, tenemos unas herramientas demasiado buenas pero demasiado antiguas, y sin una clara “paternidad”. La ciencia, como en el caso de las huellas de Laetoli, acude al modelo evolutivo establecido: a falta de pruebas, el autor de estos útiles tuvo que ser seguramente el Homo erectus, pues era el único homínido existente en aquella época. No obstante, algunos autores han sugerido que tal vez había hobbits (o sus antecesores directos) en aquel tiempo, y que ellos podían haber elaborado los útiles en cuestión. El problema es que entonces tenemos una especie muy desarrollada (pese a su enanismo) en un arco temporal enorme, desde 800000 a. C. hasta al 12000 a. C. aproximadamente.

Pero la presencia del erectus en Flores sigue siendo un misterio porque todavía no han aparecido pruebas directas de que hubiera llegado a la isla. Pero si los erectus estaban en la cercana Java (cuna del descubrimiento de esta especie, cuando se aún llamaban pitecántropos), no se ve muy claro porque no fueron a parar a Flores. Sin embargo, todos los modelos paleoclimáticos indican que Flores nunca estuvo unida al continente asiático y si bien al Homo sapiens se le adjudican ciertas capacidades marineras ya desde tiempos muy remotos, en cambio, suponer que el erectus podía haber navegado por el Pacífico hace 800.000 años requiere un gran esfuerzo especulativo. En todo caso, los especialistas coinciden en que alguien tuvo que llegar por mar para ocupar la isla y fabricar los utensilios hallados.

Por otra parte, está la insólita aparición de una rama de homínidos que hasta el momento es exclusiva de la isla de Flores, como una burbuja aislada dentro del árbol de la evolución, ya que nadie parece tener una idea sólida del origen genético de esta nueva variedad de Homo, que pese a tener un cerebro muy reducido era capaz de fabricar utensilios altamente sofisticados. Además, si se acepta que pudo ser el autor de las antiquísimas piezas de Mata Menge, rompería varios esquemas establecidos, pues tal destreza no era propia del Homo erectus, su supuesto “antecesor”.

De ahí que rápidamente, como hemos visto en el caso del Profesor Phillips, se caiga en el fácil prejuicio, de que “debe haber un error” y que realmente todas esas herramientas avanzadas son obra de los sapiens que llegaron a la isla (y evidentemente sería un anatema enorme llegar a insinuar que podía haber sapiens pisando la tierra hace 800.000 años...). En una línea parecida están los que, ante tal antigüedad, simplemente han señalado que las herramientas no son de origen antrópico, sino geológico (esto es, natural), un argumento que según Cremo y Thompson se aplicó sistemáticamente durante cierto tiempo para invalidar el hallazgo de útiles de piedra extraordinariamente antiguos, y que estaban en directa contradicción con la teoría de la evolución humana. Este sería el caso, por ejemplo, de los famosos hallazgos de James Reid Moir a inicios del siglo XX en el yacimiento de Red Crag (Gran Bretaña), que pasaron al baúl del olvido por contradecir las tesis imperantes.

Este sería un punto de partida excelente para comentar otros aspectos oscuros de la paleontología, pero lo dejaremos para otro momento...

© Xavier Bartlett 2013

Actualización 2015

Según he podido leer en un reciente artículo del geólogo Robert Schoch, parece ser que hay crónicas de exploradores y comerciantes occidentales del siglo XVII sobre encuentros con seres humanos diminutos en la región de Indonesia, lo cual podría indicar que tal vez se mantuvo allí una población muy marginal de hobbits hasta hace muy pocos siglos. 

Actualización 2017

Según consta en un artículo de la revista Nature de 2016, el equipo del paleontólogo australiano Gerrit van den Bergh ha encontrado en Flores nuevos restos óseos de un homínido de tipo hobbit con una datación de 700.000 años, lo que ya se acercaría a la cronología  de Mata Menge.

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