sábado, 14 de septiembre de 2013

Las huellas de Laetoli


A lo largo de los dos siglos pasados, y coincidiendo con el desarrollo de la paleontología y la arqueología, se han hallado diversas huellas fósiles de humanos o antepasados de humanos en varias regiones del mundo, si bien África concentra un cierto número de estas huellas, dado que allí tuvo lugar una buena parte del proceso evolutivo del ser humano, según el actual paradigma científico evolucionista. Precisamente fue en este continente donde tuvo lugar un espectacular hallazgo hace poco más de 30 años. Se trata de un conjunto de huellas de pisadas humanas descubiertas por la paleontóloga Mary Leakey en Laetoli (Tanzania) en 1979. Según los estudios realizados, las huellas, de unos 18/21 cm. de longitud, podrían pertenecer a tres individuos distintos, con una altura estimada de entre 1,15 cm. y 1,56 cm. como máximo, considerando que la diferencia se podría relacionar con el diformismo sexual y con la edad (se habla de una pareja de adultos y un niño). Estas pisadas fueron datadas geológicamente en unos 3,7 millones de años, a partir del estrato de lava solidificada donde se encontraron.



 Los problemas comenzaron por el propio aspecto de las huellas, ya que para Leakey tales pisadas eran prácticamente idénticas a las de hombres modernos, lo que podría causar cierta sorpresa en términos evolutivos. Con todo, y puesto que no podían haber humanos anatómicamente modernos en esa época tan remota, la ciencia optó por vincular las huellas al único antepasado homínido que pudo haber pisado aquellas tierras en aquel tiempo, esto es, un australopiteco, aunque no es ningún secreto que la estructura del pie del australopiteco difiere bastante de la del hombre moderno.



El investigador creacionista védico Michael Cremo recogió este caso en su célebre libro Forbidden Archaeology, que supuso un ataque directo a toda la arqueología académica y muy en particular a la teoría evolucionista, y lo puso como un ejemplo más del prejuicio cognitivo y la manipulación que tiende a dar por buena la teoría de la evolución humana aún a pesar de las supuestas pruebas contrarias que han ido apareciendo desde hace más de un siglo. Sin embargo, este caso tiene una curiosa continuación que debería hacer reflexionar a más de un profesional de la arqueología. La resumimos a continuación, según la explica el propio M. Cremo en un artículo del libro You are still being lied to.



El autor norteamericano acudió en 1999 al Congreso de Arqueológico Mundial celebrado en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), donde coincidió con el científico Ron Clarke, que había descubierto el año anterior un esqueleto casi completo de australopiteco en Sterkfontein (también en Sudáfrica), datado en 3,7 millones de años, exactamente la misma antigüedad que las huellas de Laetoli. Clarke había reconstruido el pie de ese espécimen según un patrón simiesco, porque los huesos del pie eran en sí bastante simiescos. Así, por ejemplo, el dedo gordo era bastante largo y se movía hacia el exterior, algo similar al pulgar de la mano humana. Asimismo, el resto de dedos —siguiendo el patrón simiesco— eran bastante más largos que los del pie del humano moderno



Vistas estas diferencias, Michael Cremo aprovechó la ocasión para interpelar directamente a Clarke: “¿Por qué el pie de su australopiteco de Sterkfontein no concuerda con las pisadas encontradas por Mary Leakey en Laetoli, que son de la misma época, pero que aparentan ser de humanos modernos?” Clarke respondió que su australopiteco había hecho las pisadas de Laetoli, pero caminando con sus dedos gordos apretados a un lado del pie y con los otros dedos curvados hacia abajo. A Michael Cremo no le satisfizo tal explicación.



Para algunos investigadores alternativos, las pisadas de Laeotli constituyen un auténtico oopart o artefacto fuera de lugar, pero nos tendríamos que preguntar hata qué punto podemos hablar de fuera de lugar (o de tiempo, para ser más  precisos). Las pisadas están aceptadas por la ciencia oficial como reales, están bien datadas y han sido estudiadas según el método científico. ¿Dónde estaría el problema, pues? Básicamente, desde mi punto de vista, en que la teoría se ha antepuesto a la prueba porque se ha tenido que “forzar los límites del paradigma” buscando una explicación más bien especulativa para no enfrentarse al tremendo inconveniente de tener que aceptar la posibilidad de que las pisadas correspondieran a humanos anatómicamente modernos, esto es, el Homo sapiens, cuyos ejemplares más arcaicos no se podrían remontar más allá de los 200.000 años. Tal conclusión supondría un auténtico terremoto para el evolucionismo pues desbarataría la cadena evolutiva construida durante el siglo XX, dado que una anomalía de tales proporciones no se podría encajar en los axiomas tan bien consolidados en las últimas décadas.



Por otra parte, las huellas de Laetoli no son un caso aislado; existen otros casos de huellas fósiles que no cuadran con las cronologías aceptadas convencionalmente, si bien la ciencia o no admite tales pruebas como auténticas —las considera falsificaciones— o considera que no se han interpretado correctamente, como las famosas huellas de Glen Rose (EE UU) en que aparecen supuestas pisadas humanas junto a huellas de dinosaurios. También tenemos un reciente hallazgo en el municipio de Sullkatiti Lahuacollu de la ciudad de Jesús de Machaca (Bolivia) de una pisada de aspecto humano moderno datadas en el periodo Mioceno, con una antigüedad de 7 a 15 millones de años.



En definitiva, puede que entre esta casuística de dudoso origen haya casos de error y de manipulación, e incluso fraude. No obstante, desde una perspectiva científica abierta y libre de prejuicios, se hace necesario explorar todos estos restos y plantear —si procede— nuevas vías de investigación que no estén marcadas por preconcepciones o dogmas sino por un espíritu libre que busca respuestas a veces no fáciles ni claras y que prefiere la razonable duda a la  supuesta seguridad de un paradigma que no admite discusiones ni debates genuinamente científicos.

(C) Xavier Bartlett 2013

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