Si nos remontamos a
los lejanos tiempos del Mundo Antiguo, no es extraño observar que muchos hechos
o relatos de esa época están salpicados de detalles o eventos de dudoso
realismo, que de algún modo podríamos etiquetar como “paranormales”. Por
ejemplo, ¿cómo explicaríamos que las murallas de Jericó se derrumbaran por
efecto del sonido de las trompetas de los israelitas?[1]
Así pues, no es ninguna novedad afirmar que muchas narraciones supuestamente
históricas de las antiguas civilizaciones navegaban a menudo en las aguas de la
leyenda y la fantasía, con fuertes dosis de mito y religión. De hecho, era
relativamente habitual la presencia de situaciones sobrenaturales mezcladas con
otras más mundanas, del mismo modo en que aparecían dioses, semidioses,
héroes, gigantes, etc. junto a humanos mortales.
Todo esto es sabido
y reconocido por la historiografía y no ofrece más comentario. Sin embargo, me
llama la atención que en tiempos mucho más recientes, como por ejemplo la Edad
Moderna, nos encontremos con extraños relatos en los que el elemento
sobrenatural o paranormal es indiscutible, a menos que consideremos que se
trata de simples licencias literarias (“fantasías”) de los autores para dar más
colorido o épica a un determinado suceso. Es evidente que si negamos tales
referencias tachándolas de imposibles, se puede dar sin más carpetazo a
la polémica. No obstante, si aceptamos –al menos como premisa– la literalidad de los relatos, entonces nos
podemos preguntar por su significado o interpretación correcta.
Recreación de la llegada de Colón a América |
Bien es verdad que
se suele atribuir el éxito de los conquistadores a dos factores bien
documentados: Por un lado, la superioridad militar y tecnológica de los
europeos (en particular por sus caballos y sus armas de fuego) y, por otro, el
recurso a la vieja táctica del “divide y vencerás”, rompiendo la unidad de los
imperios y consiguiendo alianzas muy útiles en lo político y lo militar. Sin
embargo, para algunos autores alternativos, la audacia, las maniobras políticas
y la disponibilidad de un armamento superior no explican de manera convincente
una gesta tan colosal realizada relativamente en pocos años y por tan pocos
hombres.
Aquí es cuando
entra en juego el primer factor que de alguna manera se sale de un marco
racional. Así, hemos de referirnos a la tradición o creencia por parte de los
aztecas acerca de unos seres divinos que habían estado entre ellos para
difundir la civilización. Según las leyendas, estos seres –encarnados
principalmente en la figura del gran dios Quetzalcóatl– habían partido hacia el
este (el Océano Atlántico), y por allí mismo debían volver, tal como ellos
mismos habían prometido. Sin embargo, no había nada de positivo en este hecho,
pues tal regreso iba a suponer el fin inevitable de su imperio. La referencia
dada por el cronista de Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo, en su obra Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España (capítulo CI) sobre
esta cuestión es clara e inequívoca:
“Y diré en la plática que tuvo el Montezuma con todos los caciques [...] que les dijo que mirasen que de muchos años pasados sabían por cierto, por lo que sus antepasados les habían dicho, e así lo tienen señalado en sus libros de cosas de memorias que de donde sale el Sol habían de venir gentes que habían de señorear estas tierras, y que se había de acabar en aquella sazón el señorío y reino de los mexicanos; y que él tiene entendido, por lo que sus dioses le han dicho, que somos nosotros.”
Dios Huitzilopochtli |
“Diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamígera, muy encendida, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centellaba en tanta espesura que parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ellas salía, hacia tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana. La cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra de do comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar el cielo en figura piramidal. La cual aparecía a la parte del medio día y de media noche para abajo hasta que amanecía, y era de día claro que con la fuerza del Sol y su resplandor y rayos era vencida. La cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana, acaeció el año de 1517.”
Otros fenómenos eran
extremadamente inauditos –hasta el punto de entrar ya en el ámbito paranormal–
y causaban auténtico terror entre los testigos. Según la misma obra recién
citada:
“El octavo prodigio y señal de México, fue que muchas veces se aparecían y veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales los llamanTlacantzolli. Y otras veían cuerpos, con dos cabezas procedentes de un solo cuerpo, los cuales eran llevados al palacio de la sala negra del granMotecuhzoma, en donde llegando a ella desaparecían y se hacían invisibles todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir el fin y que todo el mundo se había de acabar y consumir, de que habían de ser creadas otras nuevas gentes e venir otros nuevos habitantes del mundo. Y así andaban tan tristes y despavoridos que no sabían qué juicio sobre esto habían de hacer sobre cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas y oídas.”
Dios Quetzalcóatl |
A este respecto, Scott Patterson, un estudioso de las
tribus indígenas americanas, da crédito en su obra Profecías de los indios
americanos (1995) a los textos referentes a las profecías y malos augurios,
y cree que tuvieron un impacto significativo sobre Moctezuma, empezando por la
mencionada coincidencia de la llegada de Cortés en un año Ce-Acatl, una
fecha cíclica[6] sagrada para
los aztecas en la que se preveía el posible regreso de Quetzalcóatl. Patterson
se apoya en los libros del cronista hispano Sahagún para mostrar la importancia
del mito en el devenir del imperio azteca:
“Moctezuma estaba seguro de que se trataba de Topiltzin-Quetzalcóatl que había regresado a la Tierra […] Porque en sus corazones sabían que él vendría, que regresaría a la tierra en busca de su trono, su tierra. Porque había tomado ese rumbo (hacia el este) el día de su partida.” (Libro XII del Código Florentino)
Sin restar la debida importancia a la superioridad
tecnológica de los españoles o a la habilidad de Cortés para tramar una alianza
en contra de los aztecas, Patterson interpreta que Moctezuma no pudo escapar de
su obsesión por las profecías que señalaban el fin de su imperio, siendo
víctima de un inevitable fatalismo. No obstante, la mayoría de autores
académicos rechazan esta visión, y aún reconociendo que el mito pudo tener cierta
influencia en el primer contacto con los españoles, aseguran que luego los
aztecas se dieron cuenta de que se enfrentaban a hombres como ellos, unos
bárbaros invasores a los que había que combatir por todos los medios.
Por otro lado, existe una agria polémica entre académicos y
alternativos que se remonta a los tiempos de Ignatius Donnelly y que gira en
torno a la misma existencia de estos dioses, pues varios expertos niegan que la
historia de los hombres blancos barbados fuera propiamente indígena, sino más
bien una invención o manipulación a cargo de los cronistas españoles (o indios
hispanizados) para facilitar la colonización y evangelización de los nativos.
Dado que este es un tema largo y complejo lo dejaremos aquí para volver al
terreno de lo paranormal.
Andreas Faber-Kaiser |
Lo primero que
Faber-Kaiser pone de manifiesto es que la creencia en los dioses que habían de
regresar estaba arraigada en muchos pueblos de América, no sólo entre los
aztecas. De hecho, ya desde el mismo viaje de Colón aparecen testimonios de
esta creencia por parte de los indígenas. A título de ejemplo tenemos esta cita
del Diario de a bordo de Colón, de su primer viaje (1492)[7]:
“Otros, cuando veían que yo curaba de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían, y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del cielo; y vino uno viejo en el batel dentro, y otros a voces grandes llamaban todos hombres y mujeres: venid a ver a los hombres que vinieron del cielo: traedles de comer y de beber.”
Nave fenicia |
Ahora bien, si nos trasladamos ya al siglo XVI, en el
momento álgido de la conquista española del continente, las crónicas relatan
una serie de insólitos fenómenos que ayudaron de forma notable a la victoria de
las armas europeas frente a los indígenas. Entre estos fenómenos destaca
poderosamente cierta ayuda aérea en
forma de caballeros voladores que recibieron los conquistadores españoles –muy
en particular, Hernán Cortés– en la conquista de los vastos imperios
precolombinos. Todo ello según algunos pasajes de la obra ya citada del
cronista Bernal Díaz del Castillo
Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. De hecho, uno de sus capítulos (el CCXIII) tiene este sugestivo
título: “De las señales y planetas que
hubo en el cielo de la Nueva España antes de que en ella entrásemos, y
pronósticos de declaración que los indios mexicanos hicieron, diciendo sobre
ellos y de una señal que hubo en el cielo, y otras cosas que son de traer a la
memoria.”
De este capítulo
extraemos el siguiente fragmento:
“Dijeron los indios mexicanos, que poco tiempo había, antes que viniésemos a la Nueva España, que vieron una señal en el cielo que era como verde y colorado y redonda como una rueda de carreta.”
De Bernal Díaz del
Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, capítulo
XCIV:
“Y preguntó el Montezuma que, siendo ellos muchos millares de guerreros que cómo no vencieron a tan pocos teules[8]. Y respondieron que no aprovechaban nada de sus varas y flechas y buen pelear; que no les pudieron hacer retraer porque una gran tecleciguata de Castilla venía delante dellos, y que aquella señora ponía a los mexicanos temor, y decía palabras a sus teules que los esforzaba; y el Montezuma entonces creyó que aquella señora que era santa María y la que le habíamos dicho que era nuestra abogada...”
De una carta de
Pedro de Valdivia (conquistador
de Chile) al emperador Carlos I, datada en 1541:
“Dixeron más: que tres días antes pasando el río de Biubiu para venir sobre nosotros, cayó una cometa entre ellos, un sábado a medio día y desde el fuerte donde estábamos la vieron muchos cristianos ir para allá con muy mayor resplandor que otras cometas salir, e que caída, salió della una señora muy hermosa, vestida también de blanco, y que les dixo: 'Serví a los cristianos y no vais contra ellos porque son muy valientes y os matarán a todos'.”
De Pedro de Cieza
de León, La crónica del Perú, capítulo CXIX:
“Cuando en el Cuzco generalmente se levantaron los indios contra los cristianos no había más de ciento y ochenta españoles de a pie y de caballo. Pues estando contra ellos Mango inga, con más de doscientos mil indios de guerra, y durando un año entero, milagro es grande escapar de las manos de los indios; pues algunos dellos mismos afirman que vían algunas veces, cuando andaban peleando con los españoles, que junto a ellos andaba una figura celestial que en ellos hacía gran daño...”
Y en la
continuación de este mismo pasaje se afirma que los indígenas prendieron fuego
a la ciudad –que ardió en muchas zonas– y pusieron especial empeño en quemar la
iglesia y por tres veces lo intentaron poniendo paja bien seca, pero las tres
veces el fuego se extinguió de forma inexplicable.
Precisamente, esta
fenomenología paranormal, que al parecer se prolongó durante bastantes años,
ayudó mucho a la tarea evangelizadora de los invasores, pues hay otros
testimonios de sucesos extraños en los que intervienen personajes divinos o
infernales pero siempre favoreciendo la conversión al cristianismo de los
paganos indígenas, incluso los más reticentes.
A modo de ejemplo,
tenemos estos dos textos del libro recién citado de Pedro de Cieza de León, La
crónica del Perú. En su capítulo CXVII, refiriéndose a una experiencia del
clérigo Marcos Otazo, se dice:
“...Vino a mí un muchacho que en la iglesia dormía, muy espantado, rogando me levantase y fuese a baptizar a un cacique que en la iglesia estaba hincado de rodillas delante de las imágenes, muy temeroso y espantado; el cual, estando la noche pasada [...] metido en una guaca, que es donde ellos adoran, decía haber visto a un hombre vestido de blanco el cual le dijo que qué hacía allí con aquella estatua de piedra. Que se fuese luego, y viniese para mí a se volver cristiano. [...] Contaba que el hombre que vio estando en la guaca o templo del diablo era blanco y muy hermoso, y que sus ropas eran resplandecientes.”
Y en el capítulo
CXVIII:
“Tamaracunga, inspirando Dios en él, deseaba volverse cristiano y quería venir al pueblo de los cristianos a recibir baptismo. Y los demonios, que no les debía agradar el tal deseo, pesándoles de perder lo que tenían por tan ganado, espantaban a aqueste Tamaracunga de tal manera que lo asombraban, y permitiéndolo Dios, los demonios, en figura de unas aves hediondas llamadas auras, se ponían donde el cacique sólo las podía ver. [...] Y algunas veces, estando el cacique sentado y teniendo delante un vaso para beber, veían los dos cristianos cómo se alzaba el vaso con el vino en el aire y dende a un poco parescía sin el vino, y al cabo de un rato vían caer el vino en el vaso y el cacique atapábase con mantas el rostro y todo el cuerpo por no ver las malas misiones que tenía delante; y estando así sin se tirar ropa ni destapar la cara, le ponían barro en la boca como que lo querían ahogar.”
Todos estos
relatos, escritos no por cualquiera sino por algunos de los cronistas más
destacados de la época de la Conquista de América, pueden provocar cierto
estupor pues en ellos vemos plasmados unos hechos que difícilmente pueden ser
catalogados de verídicos desde una óptica estrictamente empírica. Ante estas
descripciones tan anómalas, la interpretación de Faber-Kaiser se situaba
en los terrenos propios de la ufología más tenebrosa, esto es, la que considera
que los seres de otros mundos manejan en su provecho los hilos de la existencia humana, incluidos los grandes acontecimientos
históricos, como parte de un gran plan.
Por supuesto, desde su punto de vista, tales
intervenciones sobrenaturales no eran hechos aislados, sino que formaban parte
de una fenomenología similar observable a lo largo de la historia de la
humanidad, y cuya finalidad sería precisamente “conformar” los hechos en un
sentido determinado. De hecho, en su libro se ofrecen múltiples ejemplos de esta
especie de intervencionismo histórico –frecuentemente ligado a hechos de armas–
a través de crónicas de diferentes épocas y territorios. Por ejemplo, Faber-Kaiser
expone un episodio ubicado en la Edad Media, en el que se narra la decisiva
intervención de unas naves voladoras en la pugna entre el emperador Carlomagno
y los sajones en el siglo VIII. Concretamente, según una crónica de la época
(los Annales Laurissenses), los paganos sajones que habían atacado los territorios
del emperador de los francos abandonaron aterrados el sitio de la fortaleza de
Sigisburg al presentarse “dos grandes escudos de color rojizo llameantes y que
se movían encima de la iglesia”.
En todo caso, si
damos crédito a los relatos y no los consideramos puras invenciones o exageraciones
de los cronistas, nos enfrentamos a dos interrogantes fundamentales. El
primero, y más importante, es averiguar qué hay detrás de estas apariciones o
fenómenos paranormales, si es que realmente tuvieron lugar de la forma en que
se narran. Por otro lado, nos tendríamos que preguntar cuál es el sentido
último de poner por escrito estas historias (o sea, por qué se les dio
publicidad) y por qué los españoles no parecían asombrados o alterados por
tales apariciones, a diferencia de los indígenas, que parecían estar muy
afectados o aterrorizados.
Desde nuestra
perspectiva racional actual es complicado dar una respuesta a la primera de las
cuestiones, porque no hay manera de contrastar esa información. Podríamos hablar
de alucinaciones colectivas o bien de algún tipo de “montaje” por parte de los
conquistadores, pero ambas opciones se quedan en el campo de la mera especulación.
Lo que sí está claro es que la aparición de un poderoso caballero en el campo
de batalla capaz de espantar a los enemigos de los cristianos nos recuerda
enormemente a la aparición del apóstol Santiago en ciertos hechos de armas
contra los musulmanes en España. Además, existen otros relatos de hechos semejantes
en varias partes del mundo, con caballeros volantes incluidos.[9]
¿Se trataría de la misma mitología?
Asimismo, es
procedente relacionar estas apariciones de seres divinos con las apariciones
marianas y similares de la religión católica; basta recordar la mención a la gran
señora que protegía a los españoles y espantaba a los mexicanos. En este caso concreto,
los personajes relucientes, vestidos de blanco y que aparecen desde el cielo nos
muestran una iconografía muy similar a la de estas famosas apariciones religiosas.
A partir de aquí, para muchos autores, estos fenómenos de supuestas alucinaciones
(según el enfoque científico) o de auténticas visiones celestiales (según la
creencia religiosa) tendrían en realidad otra explicación: se trataría de típicos
fenómenos paranormales propios de la casuística ovni.
Los conquistadores se encuentran con las gentes de Tlaxcala |
Al final, lamentablemente,
nos quedamos con muy pocas certezas, porque es prácticamente imposible
determinar si estos sucesos ocurrieron, y aunque así fuera, tampoco podemos valorar
qué vieron los testigos exactamente, más allá de las descripciones literales. Lo
que sí es patente es que los relatos no son pocos ni aislados, si juntamos los eventos
paranormales previos a la conquista (los malos presagios) con los hechos correspondientes
a la propia conquista e incluso después de ésta. Sea como fuere, para la
historiografía convencional no hay nada paranormal en estos textos sino pura ficción
mezclada entre la narración de los hechos. Para Faber-Kaiser, en cambio, no había
razón por la que debiéramos dudar de la veracidad de las crónicas, y por tanto
estas apariciones y sucesos anómalos habrían sido reales y además habrían
influido directamente en el resultado de una contienda histórica entre unos
pocos españoles y los grandes imperios de la América precolombina.
© Xavier Bartlett 2014
Créditos de las imágenes: 1. Luidger. 2 y 3. desconocido. 4, 5 y 7. Archivo autor. 6. Elie Plus. 8. Wolfgang Sauber
Referencias
FABER-KAISER,
Andreas. Las nubes del engaño. Planeta. Barcelona,
1984
LEÓN-PORTILLA,
Miguel. Visión de los vencidos. Universidad Nacional Autónoma de México,
1969.
PATTERSON, Scott. Profecías de los indios americanos. Tikal ediciones. Madrid, 1995
[1] Por
supuesto, hay teorías alternativas sobre el uso armas sónicas en la Antigüedad
que se salen del paradigma científico, pero ese sería otro debate.
[2] Cabe resaltar
que esta obra está basada en los testimonios directos de los pueblos indígenas de
México o bien a través de los cronistas españoles que recabaron información de primera
mano de los propios indios, como es el caso particular de Bernardino de Sahagún.
[3] Por ejemplo,
existe un relato sobre el repentino y violento incendio del templo del dios
Huitzilopuchtli, que al intentar ser sofocado con cántaros de agua, todavía ardió
con más vigor.
[4] De la Historia
de Tlaxcala, citado en el libro de León-Portilla.
[5] Las
descripciones también incluían el detalle de que estos hombres blancos solían
ir vestidos con una túnica blanca, lo que en muchos casos concordaba con las
vestimentas de los religiosos españoles. En cuanto a su carácter y conducta, se
les consideraba personas sabias y de buen corazón, opuestas a la guerra y la
violencia.
[6] Según un
documento escrito en náhuatl, los Anales de Cuauhtitlán, Quetzalcóatl también
estaba asociado al lucero del alba (el planeta Venus), y los años Ce-Acatl venían a representar los ciclos
venusinos de 52 años.
[7] Documento
trascrito por Fray Bartolomé de las Casas años después de este viaje.
[8] Nombre dado
por los indios a los españoles.
[9] Estos
relatos son citados en el libro de Faber-Kaiser; la mayoría de ellos proceden del
Mundo Antiguo y de la Edad Media.
5 comentarios:
Creo que un error que se comete es considerar la historia oficial post "descubrimiento", como literal a la hora de interpretar todo esto.
Según algunas fuentes el comercio con América existía desde hacía mucho (a pequeña escala y de modo secreto), por parte de al menos España y Portugal y en cuanto a lo antes mencionado, la conquista pudo suceder de un modo muy diferente y esto haber sido alterado mucho después, como propaganda política por parte de determinados estados. Los Incas colaboraron en el exterminio de muchas otras tribus indígenas, pero esto es mejor ocultarlo y echar la culpa a cuatro invasores sin recursos ni ejercito (tras ¿años? de zarpar de su país), ¿Como se puede invadir un continente sin ejercito ni comunicación, ni posibilidad de refuerzos?
-Solo con la colaboración de un rey ambicioso y genocida, capaz de vender a su madre por un poco más (para variar).
Pero es mejor dejar a los indios de víctima y a los españoles de asesinos, que lo fueron, pero solo en la medida que podían, que debió ser bien poco en un primer momento.
Saludos.
Sobre su comentario, me remito a otro artículo de este mismo blog ("¿Quién descubrió América?") en el que ya tocaba el tema de los visitantes anteriores a Colón, teoría que cada vez va ganando más adeptos, incluso entre las filas académicas.
Sobre el relato en sí mismo de la conquista, obviamente la historia la escriben los vencedores, sin que ello signifique que los vencidos no tuvieran "culpas" o "delitos" que los hagan aparecer como "buenos" a la hora de hacer un juicio histórico supuestamente imparcial.
En este artículo me he limitado a exponer una pequeña parte de este relato en que aparecían elementos anormales que la historiografía pasa por alto como meras ficciones, pero que contribuyen a reslatar el extraño éxito de unos pocos soldados frente a auténticos imperios bien organizados.
Saludos,
Xavier
Pues habrá que buscarlo y leerlo. ;-)
Hola Xavier
Muy buen artículo.
Me hace acordar, lo relatado, a la rápida expansión del islam. Parece como si poderes superiores jugaran con la conducta de los humanos quien sabe para que fines.
Saludos
Roberto
Gracias Roberto por tu comentario
Bien, esto que expuse aquí ya lo vio Faber-Kaiser hace décadas. De hecho, este episodio me hizo pensar en otros tantos en que las cosas parecen encajar y desarrollarse de forma perfecta como si un poder superior moviera todos los hilos. Desde luego, no dudo del valor y las capacidades de los conquistadores, pero pese a su armamento superior me sigue pareciendo una gesta demasiado "fantástica". En todo caso, el factor "paranormal" pudo haber tenido aquí su influencia, como muestran las fuentes, mientras que la historia oficial mira para otro lado.
Sea como fuere, a estas alturas, estoy bastante convencido de que:
1. América ya era bien conocida en secreto (por ciertos pueblos de allende los mares) antes de Colón.
2. Colón sólo ejecutó la pantomima del "descubrimiento" por órdenes superiores, y
3. La conquista de los imperios precolombinos ya estaba programada, desde Norteamérica a la Patagonia, para dar paso a una nueva era de la Humanidad.
"Piensa mal y acertarás".
Saludos
X.
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