El nombre de Camelot nos evoca
sin duda un fantástico palacio o castillo y un poderoso reino gobernado por el
sabio, justo y valeroso rey Arturo y su esposa Ginebra. En efecto, muchas
generaciones han oído hablar de Arturo, hijo del rey Uther Pendragon, de su
mágica espada Excalibur, de la isla de Avalón, de los caballeros de la Mesa
Redonda o del Santo Grial, una historia que se remonta a las profundidades de
la Edad Media y que ha perdurado hasta nuestros días como una las piezas
literarias más notables del medioevo europeo.
Sin embargo, según los expertos en historia medieval, este relato
contiene muchísimo más de leyenda que de realidad, aunque reconocen que –más
allá del mito– pudo haber existido un sustrato de historicidad de los hechos,
algo que la arqueología alternativa lleva defendiendo desde hace décadas y que
se aplicaría a muchos otros episodios mitológicos de diversas culturas. En el
caso de Arturo, los estudios
históricos de varias fuentes antiguas británicas apuntan a que detrás del
relato literario existió realmente una especie de rey o caudillo militar
autóctono que se enfrentó a los invasores anglosajones, una vez los romanos se
hubieron retirado de Britania a inicios del siglo V d. C.
Por ejemplo, tenemos
referencias artúricas en el poema galés Gododdin[1]
(del siglo VI) y en la Historia Brittonum[2]
(del siglo IX) y en otros relatos franceses datados en los siglos XI y XII.
Pero una de las fuentes más sólidas la encontramos en el clérigo galés Geoffrey de Monmouth, que vivió en
siglo XII, y que recogió en su obra Historia Regum Britanniae
(“Historia de los reyes de Britania”) uno de las primeras versiones detalladas
de la vida de Arturo, recopilada a partir de antiguas tradiciones orales que
habían pervivido hasta su tiempo. Según se narra en este libro, Arturo fue
concebido en siglo V en una fortaleza en Tintagel, que ya estaba en ruinas en
la época de Geoffrey. Asimismo, esta historia expone la vida de Arturo de forma
completa, incluyendo su amistad con el no menos famoso mago Merlín.
Posteriormente, la historia de Arturo fue reescrita a finales de la Edad Media
y embellecida con la adición del mito del Grial, hasta llegar a la última
revisión poética, que data del siglo XIX.
En lo que parecen coincidir todos los
relatos es que Arturo consiguió unir a los britones –de origen celta– hacia el
siglo V o VI a fin de rechazar a los invasores continentales de origen
germánico, principalmente los anglos y los sajones, cosa que logró con no poco
esfuerzo (se mencionan hasta 12 batallas). De este modo, Arturo anuló la
amenaza germánica –al menos temporalmente– y el reino quedó unido y pacificado,
dando lugar al mítico enclave de Camelot. Los historiadores opinan que estos
sucesos bélicos fueron básicamente reales y que existió un líder local, pero en
ningún caso se ha encontrado una mención directa y explícita a un tal Arturo en
las escasas fuentes del periodo en que tuvieron lugar los hechos.
Para los expertos, lo que hizo Geoffrey de
Monmouth fue poner por escrito unas historias que en su tiempo ya tenían 600
años de antigüedad y que seguramente ya estaban muy deformadas por la tradición
popular. Todo ello induce a los historiadores a pensar a que el mito de Arturo
tal vez fuera compuesto a partir de las vidas de varios antiguos gobernantes de
aquella lejana época. Por lo tanto, podría haber varios hipotéticos candidatos
históricos a ser “Arturo” pero ninguno de ellos –hasta el momento– tiene un
mínimo de consistencia para encajar en el perfil del Arturo legendario.
Glastonbury Tor |
No obstante, más allá de la investigación
documental, siempre ha existido un afán por dar vida al mito artúrico a través
de los restos arqueológicos. Así, una de las primeras pistas arqueológicas fue
la infructuosa localización de la tumba de Arturo. Sobre este particular, las
especulaciones apuntaban a Glastonbury Tor[3],
un montículo rodeado por siete terrazas simétricas y coronado por un pequeño
templo (la iglesia de San Miguel). Se trata de antiguo enclave sagrado con
resonancias mágicas y druídicas, y que algunos autores han relacionado con la
legendaria isla de Avalón, un lugar encantado, según la mitología céltica de
las Islas[4].
Lo cierto es que en época anglosajona se edificó en el pueblo de Glastonbury
una pequeña iglesia, que luego fue ampliada en época normanda hasta convertirse
en una gran abadía. Y precisamente, según una crónica datada a finales del
siglo XII, unos monjes dijeron haber hallado bajo la abadía la tumba de Arturo
y Ginebra. En concreto, se habría encontrado un ataúd con esta inscripción: Hic
iacet sepultus inclitus rex arturius in insula avalonia (“Aquí yace
sepultado el famoso rey Arturo en la isla de Avalón”). Posteriormente, los
restos mortales se habrían trasladado al altar mayor de la abadía, pero
acabaron por desaparecer tras el incendio de la abadía, acaecido en 1536.
Lamentablemente, esta historia carece de base histórica y arqueológica
demostrable y apenas ha aportado nada a la resolución del mito artúrico.
Excavaciones en Tintagel (2016) |
Sin embargo, una reciente noticia procedente de
la arqueología “convencional”[5]
podría acercar más el mito a la realidad. Así, las excavaciones arqueológicas
implementadas este año en Tintagel –localidad del condado de Cornwall (o
Cornualles) al extremo suroccidental de Gran Bretaña– han destapado unos
interesantes datos que podrían conectarse de algún modo con las referencias
geográficas e históricas de la leyenda de Arturo. Concretamente, las
excavaciones realizadas allí por la Cornwall Archaeological Unit –bajo
los auspicios de English Heritage– descubrieron unos imponentes restos
correspondientes a unas doce estructuras con muros de un metro de espesor,
acompañadas de escalones y pavimentos, y que podrían pertenecer al horizonte
histórico del reino britano de Dumnonia (del siglo V al VII d. C.). Además,
entre estas estructuras se hallaron más de 200 artefactos notables, como piezas
de vidrio de origen francés, vajilla roja focea y restos de ánforas
tardorromanas, lo cual indica que allí se recibían productos exóticos como
aceite del norte de África y vino de Turquía. Todo ello ha hecho pensar a los
arqueólogos que muy posiblemente los habitantes de la fortaleza pertenecían a
la realeza o la más alta aristocracia; esto es, Tintagel no sería sólo un importante
centro de intercambio comercial (básicamente, productos de lujo a cambio de
estaño) sino un privilegiado lugar de uso y consumo de estos objetos y
productos de primera clase.
Si ahora volvemos al ya citado Geoffrey de
Monmouth, vemos que el lugar –Tintagel– es el mismo que el indicado en su
antigua crónica. Y por si fuera poco, en 1998 se encontró en el mismo
yacimiento una inscripción sobre piedra datada en el siglo VI con el nombre Artognou
(o Arthnou, en inglés). La inscripción completa, traducida por el
profesor Charles Thomas, decía lo siguiente: “Artognou, padre de un
descendiente de Coll, ha hecho construir (esto).” Ahora bien, el arqueólogo
jefe de English Heritage, Geoffrey Wainwright, ya puntualizó en su momento que
“a pesar de la obvia tentación de vincular la piedra de Arthnou con la figura
histórica o legendaria de Arturo, debe remarcarse que no hay pruebas para
realizar esta conexión.”[6]
Por supuesto, la advertencia de Wainwright es del todo lícita, pues aunque el
nombre Arturo es citado, no hay forma de relacionarlo –a falta de más
pruebas arqueológicas– con el supuesto Arturo de la historia o la leyenda.
De todos modos, el proyecto arqueológico en la
zona acaba de comenzar (estamos en la primera campaña de excavaciones de cinco
previstas) y queda aún mucho trabajo de campo y de laboratorio antes de poder
extraer conclusiones bien fundadas. Por el momento, están pendientes unas
pruebas de radiocarbono sobre materiales de origen orgánico que pueden
facilitar una datación más precisa de los restos, que según la tipología de los
artefactos se ha ubicado en un abanico entre 450 d. C y 650 d. C.
Visión idealizada de Camelot (según G. Doré) |
Con todo, juntando las piezas hasta ahora
disponibles, los arqueólogos consideran que están ante un yacimiento sobresaliente
que podría aportar mucha información sobre el escasamente conocido periodo comprendido
entre el fin de la administración romana (410 d. C.) y las invasiones anglosajonas.
Así, todo parece indicar que la fortaleza recién descubierta se corresponde con
esa Época Oscura –a inicios de la Edad Media– en que también se ubica la
leyenda artúrica. En este sentido, se podría afirmar que Tintagel fue la sede
de un poderoso caudillo o rey local que hizo frente a los invasores y que pudo
mantener una cierta prosperidad en sus dominios, lo cual ha permitido a los más
audaces sugerir que estamos realmente ante las ruinas de la mítica Camelot.
Por supuesto, sólo el tiempo y el avance de las
investigaciones nos permitirán confirmar o desmentir esta identificación, aunque –como pasa muchas veces en arqueología– es bien posible que nunca
aparezcan las pruebas definitivas o concluyentes, como sucedió en Hissalrik (la
supuesta Troya), otro famoso encuentro entre mito y arqueología.
© Xavier Bartlett 2016
Fuente imágenes: Wikimedia Commons
Fuente imagen de excavaciones: English Heritage
[1] Atribuido al
poeta Aneirin, narra las luchas de los galeses contra los anglos, y en una de
sus estrofas cita a un cierto Arturo.
[2] Atribuida
(con muchas dudas) al monje galés Nennius, es una crónica basada en textos más
antiguos y que también se centra en las batallas contra los invasores sajones.
Los expertos le conceden poca fiabilidad histórica.
[3] El nombre
antiguo céltico del Tor (colina) era Ynis-Wydryn que significa “isla de
cristal”
[4] Esta
identificación ya la encontramos en la citada historia de Geoffrey de Monmouth.
[5] Fuente: http://www.sciencealert.com/archaeologists-have-uncovered-a-massive-palace-at-the-legendary-birthplace-of-king-arthur
2 comentarios:
El rey Arturo es un mito iniciatico, como el de Hercules y otros.
Pero por supuesto puede estar inspirado en un personaje real, (o varios).
Podrán encontrar huesos o piedras, pero aunque jamás aparezca Excalibur, Merlín o el Grial, seguirán ahí, para todo el que esté dispuesto a buscarlos.
Saludos.
Hola Piedra
Sí, es muy posible que la leyenda artúrica sea un mito iniciático, pero aquí habría que separar la parte histórica (si la hubo, y parece que sí) de la esotérica, cosa no fácil de hacer en la práctica. Puede que Arturo existiera, pero que su historia fuese tomada y transformada para añadir el tema del Grial, que para mí es la parte realmente iniciática.
Saludos,
X.
Publicar un comentario