Reseña del libro Érase una vez... Jesús, el egipcio
PUJOL, Llogari. Érase una vez... Jesús,
el egipcio. Ediciones La Tempestad. Barcelona, 2015. Ilustraciones de David
Ayén.
Es bien sabido que existe desde hace siglos
un viejo debate acerca del origen de las religiones y su trasfondo histórico y
cultural, muy especialmente en el caso de las grandes religiones monoteístas. A
este respecto, podemos afirmar que el estudio de las escrituras sagradas de
estas religiones se suele enmarcar en el ámbito propiamente teológico, es
decir, en las creencias. No obstante, existe otra vertiente que podríamos
llamar “historicista”, que trata de situar los hechos narrados en un contexto
real histórico, aunque éstos presenten obviamente una fuerte dosis de elementos
sobrenaturales y de referencias espacio-temporales bastante discutibles. Así,
por ejemplo, podemos apreciar que el Antiguo Testamento de la Biblia representa
al mismo tiempo un relato histórico (desde el mítico tiempo de la creación del
hombre) y un mensaje de tipo religioso, en el que se entremezclan las figuras
de Dios, los ángeles y los demonios con el devenir del pueblo hebreo a través
de los siglos. Otra cosa, desde luego, es poder casar lo narrado en la Biblia
con los datos arqueológicos y en este campo parece haber muchas lagunas y falta
de pruebas, lo que dejaría esta supuesta correlación en entredicho[1].
Si nos desplazamos ahora al Nuevo Testamento
nos encontramos más o menos con lo mismo: un ser divino, hijo de Dios, que
aparece en la época del dominio romano sobre las tierras de Israel/Palestina y
difunde un mensaje religioso. La historia de Jesucristo fue trasmitida primero
oralmente y luego recopilada en los llamados evangelios[2],
dando así forma a lo que sería la religión cristiana, que se acabó por
consolidar en la época del emperador Constantino como una creencia estructurada
y sustentada firmemente en unos determinados textos sagrados y en un documento
histórico, llamado el Testimonio Flaviano[3].
A partir de entonces, este dogma de fe se mantuvo incólume durante siglos y
nadie puso en duda la existencia histórica de Jesús.
Sin embargo, ya desde el siglo XVIII
empezaron a surgir algunas discrepancias en el ámbito académico acerca de esa
supuesta historicidad del cristianismo, o para ser más precisos, en la propia
existencia de Jesús. Así pues, algunos expertos en teología, historia y
mitología se atrevieron a cuestionar la veracidad de los hechos expuestos en
los evangelios, sobre todo cuando se realizaron diversos estudios comparativos
entre el cristianismo y algunas religiones precedentes. Como resultado de estos
estudios, y aun con la duda de determinar si realmente Jesús vivió en el siglo
I de nuestra era[4], bastantes
de estos autores coincidieron en subrayar las evidentes similitudes entre
ciertas creencias paganas y el nuevo credo cristiano. Y yendo aún más allá, el
poeta y egiptólogo británico Gerald Massey propuso a finales del siglo XIX unas
inesperadas conexiones del cristianismo con la antiquísima religión o mitología
egipcia, y más concretamente entre el dios Horus y el propio Jesucristo. Así,
Massey destacó algunos paralelismos que resultan ciertamente llamativos, como
por ejemplo que ambos nacieron un 25 de diciembre, que ambos murieron
crucificados[5], que ambos
tuvieron doce seguidores o que la clásica imagen de la Virgen con el niño Jesús
coincide prácticamente con la misma representación de la diosa Isis con su hijo
Horus en su regazo.
Finalmente, llegamos a la actualidad y aquí
destacaremos la aportación del exreligioso catalán Llogari Pujol, que en
compañía de su esposa, la historiadora Claude-Brigitte Carcenac, viene
realizando desde hace años un riguroso estudio de los orígenes del
cristianismo, lo que finalmente le ha llevado a asombrosas conclusiones
siguiendo la mencionada pista egipcia. Según la teoría de Pujol y Carcenac, el
cristianismo pudo ser fundado en Alejandría por judíos egipcios hacia el 70 d.
C., tras la destrucción del Templo de Jerusalén. Allí se habrían “diseñado”
unas nuevas creencias adaptadas a partir del culto al dios Serapis (de origen greco-egipcio),
que compartía numerosos puntos en común con el cristianismo: la salvación
personal por el arrepentimiento de los pecados, la monogamia, la adoración a
una sagrada familia (Osiris, Isis y
Horus), etc.
Profundizando en esta misma línea, en su
reciente libro Érase una vez... Jesús, el egipcio, Pujol cuestiona
seriamente la historicidad de la figura de Jesús y nos lo presenta como un
personaje que poco o nada tiene que ver con la tradición judía y sí en cambio
con la mitología y la narrativa egipcias, dejando bien patente que la redacción
de los evangelios fue un acto de tergiversación, o más bien de creación de una
falsa realidad que no encajaría en un contexto cultural y geográfico palestino
y sí en un contexto egipcio[6].
En sus propias palabras, no cabe duda sobre esta identidad: “Todo lo que dice y
piensa Jesús es egipcio. Todo lo que hace Jesús es egipcio. Todo lo que es, a
nivel ontológico, es egipcio.”
Pujol nos introduce en su propuesta
analizando cómo se compusieron los evangelios y cuáles fueron sus fuentes, ya
no desde una perspectiva teológica sino más bien literaria. Para esta empresa,
el autor se fundamenta en la técnica de la literatura comparada, a partir
de la cual nos irá descubriendo la perfecta simetría interna entre la narrativa
egipcia y los textos de los evangelios, vista la innegable semejanza entre
argumentos, temas, expresiones, palabras... lo que sería –sin temor a exagerar–
un plagio sabiamente maquillado.
Así pues, los evangelios, en vez de narrar
unos hechos reales acaecidos en la provincia romana de Judea, habrían adaptado
o “judaizado” unas historias ya muy antiguas de origen egipcio que se
remontarían incluso a los Textos de las Pirámides. Sin embargo, Pujol
centra aquí su atención particular en dos cuentos llamados Setme I
y Setme II, siendo este último al que el autor dedica un análisis
pormenorizado con el máximo detalle para exponer hasta qué punto se corresponde
con los evangelios cristianos, evidenciando que de ningún modo se puede hablar
de meras coincidencias.
Este riguroso estudio constituye el núcleo
central del libro y cuenta con el apoyo de la parte gráfica para “escenificar”
visualmente la inspiración directa de algunos famosos episodios del Nuevo
Testamento en la citada narración egipcia. Pujol, en su análisis comparativo,
va desgranado todas las claves de los personajes, situaciones, descripciones,
símbolos y diálogos, y pone de manifiesto que la vida del Jesús judío es un
calco de la del dios Si-Osiris, hijo de Setme y Mahistusket[7],
y que en general toda la historia no es más que un plagio literario bien
ejecutado. Incluso cierto periodo oscuro –y no explicado por los evangelistas–
en el que no sabemos nada de la vida de Jesús (entre los 12 y los 30 años), se
repite fielmente en el texto egipcio, si bien habría que decirlo al revés, para
ser justos con el original...
Sólo a modo de ejemplo, cito esta
comparación (sobre la infancia de Jesús):
Setme II:
«Y Setme anhelaba que el faraón le invitara a la fiesta, [...] el niño Si-Osiris comenzó a leer los escritos mágicos con los escribas de la Casa de la Vida, en el templo de Ptah. Y todos los que le oían se quedaban presos de admiración... Y cuando el niño Si-Osiris tuvo doce años, no hubo ni escriba, ni hombre culto en Menfis que le rivalizara en la lectura de las escrituras.»
Evangelio cristiano (Lucas, 2):
«Cuando Jesús cumplió doce años, sus padres lo llevaron a la fiesta, y el niño quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Le encontraron el templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos lo que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas.»
En suma, el lector encontrará en este libro
un amplio cuerpo de pruebas basadas en un exhaustivo estudio literario
comparativo que pone bien de manifiesto que los principales textos del dogma
cristiano están bajo sospecha de no ser “auténticos”. En efecto, estaríamos hablando
aquí de una especie de reciclaje de un culto muy anterior en el tiempo y
sin relación directa con el mundo hebreo (o judío). Por consiguiente, según
Pujol, no habría en realidad prueba histórica fiable de la existencia de Jesús
como personaje histórico[8];
antes bien, todos los indicios apuntan a que los evangelios constituyeron una calculada
recreación literaria, en la que no sólo se copió el personaje de Jesús sino
también otros muchos personajes secundarios.
Y ahora podríamos preguntarnos, asumiendo que
hubo manipulación, si la institucionalización del credo cristiano, ya en tiempos
de Constantino, no fue en realidad una gigantesca maniobra de tipo social-político-religioso
para conseguir un culto unificado y fuertemente ligado al poder imperial, con
la intención de expandirse por la mayor parte del planeta. Y siglos más tarde,
algo no muy distinto ocurriría con Mahoma y los pueblos árabes, mezclando una
vez más creencia y poder político. Sin duda, este sería tema para otra
apasionante obra de investigación: ¿Quién maneja las religiones y con qué fines?
© Xavier Bartlett 2015
En el reciente evento Magic'15 celebrado en Barcelona tuve la oportunidad de conocer personalmente al autor y entrevistarlo para el canal Caja de Pandora. En nuestra conversación, Pujol se reafirmó en la falta de historicidad del cristianismo y en la maniobra política de una facción judía que habría fomentado la "creación" del cristianismo, todo ello independientemente de lo que es propiamente el mensaje religioso, que sería de origen inequívocamente egipcio, según los paralelismos que él y otros autores han puesto de manifiesto. El vídeo de esta entrevista estará disponible en su momento en youtube, si bien no dispongo de previsión de fechas.
Apéndice
Un servidor de ustedes con Llogari Pujol, octubre 2015 |
[1] Cabe
resaltar que dos arqueólogos israelíes (Finkelstein y Silberman) han escrito un
libro criticando precisamente la obsesión o prejuicio de ciertas
investigaciones por demostrar la veracidad de los textos sagrados judíos,
cuando en realidad los resultados de las excavaciones arqueológicas, en general,
no sustentan la pretendida historicidad bíblica del pasado más remoto del
pueblo judío.
[2] Es oportuno
recordar que se redactaron varios evangelios durante los primeros siglos de
nuestra era, pero que en su momento la Iglesia seleccionó y empaquetó
cuatro de ellos (los llamados evangelios canónicos) como doctrina verdadera,
frente al resto de textos, que quedaron como evangelios apócrifos.
[3] Se trata de
una referencia no religiosa, sino histórica, a cargo del judío romanizado
Flavio Josefo, que mencionó explícitamente a Jesús como un líder carismático en
la Judea romana en su obra Antigüedades Judías, escrita a finales del
siglo I d.C. Algunos autores creen que el obispo Eusebio, en el siglo IV,
manipuló el contenido de este documento e incluyó la figura de Jesús.
[4] En
referencia a esta duda, algunos especialistas lanzaron la propuesta de que Jesús
como tal no habría existido, pero su figura estaría inspirada en un hombre
real, un filósofo de aquella época llamado Apolonio de Tyana, cuyas enseñanzas
serían próximas a la ortodoxia cristiana.
[5] De hecho,
existen nada menos que 16 historias previas al cristianismo que nos hablan
de divinidades salvadoras que acaban
siendo crucificadas.
[6] Pujol
considera que los nombres dados a los cuatro evangelios son del todo
arbitrarios, una pura invención para tapar el hecho de que no sabemos quiénes
fueron los escritores, aunque se ha especulado sobre un supuesto origen
greco-egipcio.
[7] Literalmente
“el Justo”, refiriéndose a José, padre de Jesús. Mahistusket, madre de
Si-Osiris, es calificada como “llena de gracia”, y se le anuncia que ha sido la
escogida por Dios para tener una criatura de talante divino.
[8] El autor tampoco concede verosimilitud al ya
mencionado Testimonio Flaviano, al considerar que muestra varios puntos débiles.
Con todo, cree que la aportación de Josefo pudo suponer la primera piedra del
cristianismo como una nueva vía para un judaísmo “pro-romano”.
7 comentarios:
Yo el que empecé a leer fue, Jesús 3.000 años antes de cristo, del mismo autor y parece ser que la misma temática.
Otro interesante es La biblia desenterrada, que echa por tierra el antiguo testamento y el cuento de la supuesta historia ebrea.
Pero creo que hay que ir más allá y comparando con otras religiones podemos comprobar que el mito de la trinidad, de la virginidad maternal, de la resurrección... están presentes en otras muchas religiones e incluso como los semidioses se han añadido a religiones supuestamente monoteístas como el cristianismo que adora a la virgen o los santos, que realmente son deformaciones de estos antiguos semidioses.
La propia religión egipcia toma sus mitos de la babilónica y esta parece ser, aunque sea por que no tenemos fuentes históricas anteriores, de donde procede todo el montaje.
A día de hoy pues, resulta que la religión que mediante variaciones geográficas reina en el mundo es el culto babilónico o como otros lo definen más cerca de nuestra mentalidad: el culto a Satán.
Saludos.
Gracias por el comentario, Piedra
Básicamente coincido en tus apreciaciones, pero se puede ver que las religiones orientales son más espirituales y menos dogmáticas, aunque contengan parte de manipulación. Por otro lado, no creo que el problema principal sea la construcción "artificial" de religiones, sino el uso que hace el poder de ellas, para enfrentar a la gente desde hace milenis hasta la actualidad. En mi opinión, la cuestión sería desligar la auténtica espiritualidad del montaje religioso, es decir, que cada persona encuente su verdadero yo sin necesidad de recurrir a una religión impuesta,sea una o sean varias.
Saludos,
X.
¿Pero que "poder", hablamos de un poder "de este mundo" o puede que incluso haya que hablar de dos poderes? Eso es de lo que cada vez estoy más convencido, uno, el físico es muy evidente, pero el otro también debería serlo porque lleva muchos más años actuando y se puede estudiar a lo largo de toda nuestra historia.
Recomendaría un libro, Apariciones Marianas, de Freixedo y que cada cual saque sus conclusiones, yo a eso le añadí una vuelta por varios santuarios y sus historias y se puede comprobar que siempre han estado ahí y que no son de este mundo.
Sobre las religiones orientales, creo que solo están más adaptadas al gusto de allí, pero en definitiva son más de lo mismo y también se aplican los mismos esterotipos, como las mismas divinidades, solo cambian los nombres y la forma de interpretarlos, pero tenemos vírgenes, trinidades, agonías redentoras, resurrecciones...
En definitiva tienen que ser similares porque son los mismos y deben conseguir ser adorados, captar una energía específica y favorecer la aceptación de su llegada a este mundo, cuando ese momento llegue.
Más saludos.
Hola Piedra
Cuando me refería a "poder" quería señalar a un poder global, sea del tipo que sea, en cuanto a su origen o naturaleza. También conozco las teorías de Freixedo al respecto, pero eso sería tema para otro artículo. Lo que me parece evidente es que la religión estructurada e institucionalizada es un fenónemo social y cultural "prefabricado", y la historia así nos lo muestra. Sobre el tema oriental podríamos matizar bastante, y aun aceptando lo que comentas, en algunos casos creo que se acercan más a la verdadera espiritualidad que en las tres grandes religiones monoteistas y sus derivados. Pero en todo caso, admito que la religión se ha administrado en todo el mundo como una potente droga mental. Me hace gracia cuando hablan de sectas "dañinas" y "extremistas", cuando la propia realidad cotidiana es realmente una enorme secta...
Saludos,
X.
A mí este Llogari Pujol (su apellido ya de por sí es bastante esclarecedor) me parece un pelagatos y un impresentable. Otros estudiosos del cristianismo como Antonio Piñero —agnóstico—, que además conoce personalmente al sujeto de marras, ya han apuntado a los dislates, descaros y farsas que comete Pujol en sus investigaciones.
No es el primero ganso —ni será el último, desgraciadamente— en trazar paralelismos disparatados entre la historia de Jesucristo y otras deidades de las mitologías paganas (Mitra, Krisná, etc.) merced de traducciones deliberadamente defectuosas, símiles forzados o simples invenciones sin realidad documental alguna.
Los ateos, en su estulticia, pueden llegar a ser muy divertidos y patéticos. Si no existieran, habría que inventarlos.
Guillermo:
Sinceramente, no me ha gustado tu tono, pero publico tu mensaje porque aquí no hago ninguna censura excepto casos muy extremos. Creo que se puede disentir sin hacer según qué comentarios ad hominem sobre el personaje en cuestión, como lo del apellido (¿por su catalanidad? Yo también soy catalán...) Las opiniones sobre la historicidad o no del cristianismo pueden hacerse extensivas a otras religiones o creencias y pienso que no es bueno mezclar debates científicos con otros de tipo ideológico, religioso o político. De todas formas, fíjate que en este mismo blog incluí un artículo de Yuri Leveratto sobre la posicón contraria a Pujol. A mí particularmente hay cosas que no me convencen del argumentario de Pujol y otras que sí, pero en todo caso reconozco que no soy experto en la materia y procuro dar voz a los que tienen algo que decir al respecto, desde una u otra visión.
Y, finalmente, si eres creyente y cristiano, tus últimos comentarios sobre los ateos no ayudan a dignificar o apoyar más tu visión, sino que más bien dan una imagen dogmática y de superioridad moral. Dicho sea por alguien que no es ateo.
Un saludo,
X.
Interesante tema, llama la atención también que el periodo desconocido de la vida de Jesús sea entre los doce y los treinta cuando estaría mas de acuerdo con la tradición judía que fuera a partir de los trece que es cuando se considera adulto al varón.
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