sábado, 28 de septiembre de 2013

El carbono y la datación por radiocarbono



(Traducción y síntesis del artículo original: Carbon and radiocarbon dating: a primer, de la revista “Mammoth trumpet”, marzo de 2001)


Nota previa (XB): “Mammoth Trumpet” es la revista cuatrimestral del departamento de Antropología de la Universidad de Texas y está centrada en el estudio de los primeros habitantes de América. Sus artículos y su temática en general se adhieren a la ortodoxia científica en arqueología, como se puede comprobar en su página web. No obstante, en este número presentaba el estudio de dos científicos sobre la posible existencia de un desastre nuclear (natural) en Norteamérica en épocas remotas que habría causado una gran alteración de los niveles de Carbono-14, lo que a su vez habría afectado a la fiabilidad de las modernas dataciones por radiocarbono. Como presentación de este documento, un tal “JMT” firmaba un artículo de introducción que explica los problemas de la datación por radiocarbono y da contexto a las tesis de estos dos autores. Al final de este artículo, no obstante, se advierte al lector sobre lo controvertido de las teorías de estos autores y se apoya la confianza habitual en el método del C-14.

El radiocarbono: elemento inestable


El tipo de carbono llamado carbono-14 se crea continuamente en las capas altas de la atmósfera, donde los rayos cósmicos de procedencia estelar bombardean las moléculas de aire, creando lotes aleatorios de materia atómica y liberando neutrones. Cuando un neutrón colisiona con un átomo de nitrógeno, éste lo captura y se libera un protón. Con 6 protones, se ha convertido ya en carbono con 14 nucleones. Este es el C-14, un isótopo inestable de carbono, o carbono radioactivo. Siendo radioactivo, el C-14 decae, se desintegra. El átomo de radiocarbono emite una débil partícula beta (β) mientras se transforma en N-14, el átomo de nitrógeno del cual proviene.

La concentración de C-14 en depósitos de carbono es mínima, sólo un átomo de radiocarbono por cada 1012 átomos de isótopos de carbono estable. El C-14 se comporta como otros isótopos de carbono, que se combinan con el oxígeno y forman parte del ciclo del carbono de cada célula viva. Cuando muere el organismo huésped, no hay más ingesta de carbono o radiocarbono, y entonces el C-14 comienza a decaer.

La datación por radiocarbono: una bicoca para los científicos

Ya se conocía la existencia del radiocarbono años antes de que Willard Libby, de la Universidad de Chicago, descubriera que el C-14 se desintegra a un ritmo constante. Después de 5.568 años, la mitad del C-14 decae hacia el N-14. Después de otros 5.568 años más, la mitad del C-14 restante decae a N-14 y así sucesivamente. Libby razonó que este ciclo permitía datar los restos orgánicos: midiendo la proporción de emisiones de partículas β podemos calcular la concentración de C-14 (comparando cuánto difiere del contenido de carbono de la materia viviente), y por tanto determinar la cantidad de años que han transcurrido desde la muerte del organismo. La investigación posterior estableció que la mitad de la vida del C-14 es realmente de 5.730 años, pero la primera cifra se ha aceptado convencionalmente; la diferencia, de un 3%, es un problema menor en las muestras sin corregir.


Libby y sus colegas crearon un método práctico para realizar la datación por radiocarbono y lo sometieron a exhaustivas pruebas para comprobar su precisión. Así, se dataron materiales orgánicos asociados a artefactos del Egipto dinástico de unos 5.000 años de antigüedad y se cotejaron las medidas de radiocarbono con los registros escritos; los resultados encajaron en unos razonables márgenes de error con respecto a las dataciones históricas. Libby realizó dataciones de restos más antiguos, originarios de Norteamérica y el norte de Europa, enterrados bajo sedimentos glaciales de la última capa de glaciaciones. Todos los resultados fueron consistentes, demostrando que la última glaciación había ocurrido hace unos 11.000 años AP[1]. Por su contribución a la ciencia, Libby fue galardonado con el premio Nobel de Química en 1960.

Una herramienta útil, pero fallida

La datación por radiocarbono debe usarse con cuidado[2]. Existen varias fuentes de error, algunas evidentes y otras no, que pueden falsear los resultados. Para empezar, la concentración de C-14 en la atmósfera no ha permanecido constante a través de las eras. Con la revolución industrial, llegó la quema de enormes cantidades de combustible fósil, con lo que la concentración de carbono en la materia viviente no es la misma que hace unos 150 años.


Los científicos realizaron dataciones de madera de edad conocida y comprobaron que había variaciones de contenido de C-14 de hasta un 5% en los últimos 1.500 años por razones diversas. Los investigadores, entonces, recurrieron a contar los anillos de los árboles (dendrocronología) y elaboraron una curva de calibración que se emplea para muestras de más de 10.000 años de antigüedad. Además, el ambiente en que se halla el especimen puede afectar a la datación. Un especimen marino normalmente presenta una edad de de radiocarbono 400 años superior a un especimen terrestre de la misma época. Esto es así porque los océanos son un depósito enorme de dióxido de carbono disuelto cuyo contenido en radiocarbono queda por detrás del contenido atmosférico. Por todo ello ha de aplicarse un factor de corrección para validar estas muestras.

Algunos resultados desconcertantes

Según los científicos Richard Firestone y Willian Topping, algunas dataciones radiocarbónicas de restos del Pleistoceno en la parte noreste de Norteamérica son hasta 10.000 años más modernas que las obtenidas en la parte este del país. La datación con otros métodos, como la termoluminiscencia, la geoarqueología y la sedimentación indican que muchas dataciones de radiocarbono contienen grandes errores. Por ejemplo, ciertos materiales del yacimiento paleoindio de Gainey (Michigan) tienen una fecha de radiocarbono de 2880 AP mientras que que la datación por termoluminiscencia arroja una fecha de 12400 AP.  Muchas de las anomalías detectadas en Estados Unidos y Canadá no pueden explicarse por antiguas aberraciones en la atmósfera u otros depósitos de radiocarbono ni por contaminación de las muestras (una fuente de error muy común en datación por radiocarbono).


Asumiendo que los métodos de datación por radiocarbono son correctos, los restos orgánicos asociados a un artefacto darán una edad de radiocarbono más moderna de lo que es realmente sólo si contienen artificialmente un alto nivel de radiocarbono.

Una pista para dar con una posible fuente de un elevado C-14 artificial en los restos del Pleistoceno puede encontrarse en el bien documentado “efecto bomba atómica”. A mediados de los ’60 las pruebas termonucleares, con su enorme flujo de neutrones térmicos, casi habían doblado el volumen de C-14 en la atmósfera, y más importante, casi doblaron la actividad del C-14 de los materiales orgánicos enterrados (Taylor, 1987: Higham website). En otras palabras, la proporción de emisiones β se aceleró artificialmente. El flujo de neutrones térmicos había reiniciado el reloj radioactivo, haciendo que los materiales parecieran más modernos de lo eran en realidad.

¿Una catástrofe nuclear natural?


Firestone y Topping han recogido pruebas de diversas fuentes: proporciones anormales de isótopos de uranio y elevados niveles de plutonio, incrementos en del C-14 en sedimentos marinos, etc. La totalidad de las pruebas les lleva a una inevitable conclusión:



En el Pleistoceno tardío tuvo lugar en el noreste de Norteamérica una catástrofe de rayos cósmicos causada por una supernova. La irradiación masiva de neutrones térmicos alteró la radioactividad de los materiales terrestres y probablemente fue la responsable de las extinción en masa de la  fauna de la Edad del Hielo y de mutaciones en las plantas.



PRUEBAS TERRESTRES DE UNA CATÁSTOFE NUCLEAR EN TIEMPOS PALEOINDIOS


(Resumen del artículo de Firestone y Topping)



La primera ocupación humana de América se remonta, según se asume tradicionalmente, hacia el 12.000 AP[3], pero esto no coincide con otras dataciones mucho más antiguas en Sudámerica (hasta 32.000 AP); por otro lado destacan las fechas demasiado modernas obtenidas por radiocarbono en la zona noreste. La investigación sugiere que la región de los Grandes Lagos fue sometida a un bombardeo de partículas y a una catastrófica radiación nuclear que secundariamente produjo neutrones térmicos. Dichos neutrones produjeron cantidades inusuales de plutonio 239 y  alteraron las proporciones naturales de uranio contenidas en artefactos y otros elementos expuestos en la totalidad del paisaje. Asimismo, estos neutrones transmutaron forzosamente el nitrógeno residual (N-14) en el carbón vegetal datado por radiocarbono, lo que explica las fechas anómalas.



Dados los análisis realizados sobre materiales de varios yacimientos de aquella zona, se demuestra que tales restos deberían ser revisados en su datación. Por ejemplo, se dataría Gainey en unos 39000 AP (coincidente con la opinión de muchos arqueólogos), Lewisville en 55000 AP y el abrigo de Meadowcroft en 45000 AP[4].  La fecha de termoluminiscencia de 12400 AP de Gainey podría ser resultado del calor generado por el bombardeo nuclear de esa época.



Según algunos arqueólogos, es probable que la población paleoindia viviera en latitudes más bajas en plena Edad del Hielo, y se fuera desplazando hacia el norte según se iba retirando la capa de hielo. Así, las fechas para los yacimientos norteamericanos tendrían que retrasarse en unos 40.000 años, dependiendo de la latitud y la sobrecarga. Los geólogos creen que antes de 15000 AP la glaciación de Winsconsin cubría los territorios más al norte donde ya se han encontrado poblados paleoindios. La capa de hielo, pues, habría protegido el paisaje de la irradiación. Las fechas modificadas del poblamiento paleoindio indican que la cronología de las secuencias de avance de la glaciación, fuertemente marcadas por las fechas convencionales de radiocarbono, han de ser revisadas a la luz de la evidencia de ocupaciones mucho más antiguas de lo que se pensaba.



A partir de los estudios sobre diversos materiales y con diversos métodos, el fuerte incremento en el bombardeo de rayos cósmicos se habría situado sobre 12500 AP ± 500 años  y habría estado centrado en el hemisferio norte terrestre. El origen de este fenómeno sería una supernova, que habría proyectado tres ondas de choque sobre la Tierra. El resultado sería una gran catástrofe, que iniciaría una secuencia de eventos que incluirían llamaradas solares, impactos y bombardeos de rayos cósmicos secundarios. La enorme energía desatada por la catástrofe pudo haber calentado la atmósfera hasta los 1000º C sobre Michigan y el flujo de neutrones pudo haber fundido una buena parte de la capa de hielo de las zonas más al norte. Los efectos de la radiación podrían haber sido letales sobre animales y plantas expuestos a los rayos cósmicos. El patrón de este desastre coincide con la extinción masiva antes del periodo Holoceno. En cuanto su efecto sobre plantas, pudo haber causado muchas mutaciones, y se ve que la domesticación de plantas —de formas probablemente modificadas— empezó en todo el mundo tras la catástrofe al final de la Edad de Hielo.


En suma, mucho de lo que se sabe sobre el poblamiento paleoindio se asienta en la datación de radiocarbono, pero tales dataciones entran frecuentemente en conflicto con las pruebas arqueológicas. Este trabajo impulsa a una revisión de esas dataciones, a la luz de las pruebas terrestres sobre la exposición de las muestras de radiocarbono a una gran catástrofe cosmológica que afectó a vastas áeras de América y más allá. Esta catástofe nuclear pudo uniformizar un grupo de artefactos no relacionados a una fecha común más moderna, creando vacíos y falsos episodios en el registro fósil.




[1] AP: Antes del Presente; en terminología anglosajona, BP. Se refiere a la antigüedad contada desde la actualidad, no desde antes de Cristo, siendo el “presente” mediados del siglo XX. (XB)

[2] También debe recordarse que su espectro de medición está limitado: por encima de unos 50.000 años, se considera que el método ya no es útil o representativo. Por tanto, si se miden restos de una antigüedad superior, podrían arrojar fechas completamente erróneas. (XB)

[3] Tal vez sea una confusión, pero convencionalmente la cultura Clovis (la primera cultura humana identificada en América) se databa hacia el 12000 a.C., o sea 2.000 años antes, aunque últimamente ya se admiten fechas de presencia humana cada vez más antiguas. (XB)


[4] Estos dos últimos tienen fechas de radiocarbono de 26600 AP y 20000 AP respectivamente. (XB)

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Diez hechos que contradicen la teoría de la pirámide-tumba



(Artículo procedente del n.º 1 de la revista "Dogmacero") 


Pirámide de Khufu
Durante prácticamente 200 años, las pirámides de Egipto han sido consideradas por los egiptólogos como las tumbas de los reyes y reinas del Antiguo Egipto y como instrumento de renacimiento —sólo para el rey— que  permitiría la transfiguración del alma en un Akh (un ser real de luz), con el cual pudiera pasar a través del Duat (el Inframundo) con la esperanza de alcanzar el tranquilo y eterno más allá entre los dioses. La idea de que tales estructuras se concibieron y construyeron como tumbas está tan extendida en nuestra moderna mentalidad que muchos han llegado a aceptar la idea no ya como una teoría sino como un hecho real.



Así pues, ¿por qué se debería plantear la necesidad de cuestionar lo que muchos consideran un hecho? Lo primero que hay que decir es que las pruebas que apoyan la teoría de la tumba son en realidad circunstanciales; no hay ningún tipo de evidencia directa que corrobore la teoría de la pirámide como tumba. Tampoco hay ningún texto egipcio antiguo que nos diga por qué los antiguos egipcios concibieron y construyeron sus pirámides. No obstante, incluso en ausencia de pruebas directas, la  Egiptología ha elaborado una firme concepción basada en las pruebas circunstanciales que ha descubierto en apoyo de la teoría de la pirámide-tumba. Pero, ¿hasta qué punto es sólida esta concepción? ¿Qué podría arrojar dudas sobre la interpretación que han hecho los egiptólogos de las pruebas que les han llevado a concluir que todas las pirámides del Antiguo Egipto fueron ideadas y construidas como tumbas?



Este artículo presentará diez hechos que, si bien no desaprueban de modo concluyente la teoría de la tumba, plantean algunas cuestiones incisivas sobre la veracidad de la teoría de la pirámide-tumba. Estos hechos, que no se presentan en un orden particular, se derivan de diversas fuentes físicas, logísticas, prácticas, funcionales y míticas. Algunos hechos pueden ajustarse a más de una categoría, pero se han situado en la categoría más apropiada en función del argumento específico expresado en cada caso. También se asume que cada uno de ellos es coherente con la cultura y creencias de los antiguos egipcios, de acuerdo con la información que tenemos disponible, aparte del recurso a la simple lógica y al sentido común, que es la última comprobación de cualquier teoría. Sin embargo, cabe señalar que de ninguna manera estos diez hechos son exhaustivos y que existen otros muchos elementos que también arrojan dudas o contradicen la teoría de la pirámide-tumba que no han sido presentados aquí.



Los diez hechos

 

1) El tamaño de las pirámides


Las primeras pirámides construidas por los antiguos egipcios estaban entre las mayores pirámides erigidas en los 3.000 años de su historia. De hecho, la gran Pirámide de Khufu, cuya construcción se sitúa hacia el 2500 a. C., fue la estructura artificial más alta hasta la construcción de la torre Eiffel en 1889. La cuestión que surge aquí es por qué los antiguos egipcios de repente dejaron de construir las relativamente bajas tumbas de mastaba hechas con ladrillo de adobe para levantar auténticas estructuras monumentales de piedra.



Restos de una mastaba en Saqqara
Los egiptólogos apuntan a lo que se percibe como una evolución de la mastaba a la pirámide, pero no consiguen explicar adecuadamente por qué tal transición se consideró necesaria; esto es, ¿por qué recurrir de pronto a las pirámides cuando el simple túmulo, la mastaba, la tumba de pozo y la tumba excavada en la roca habían sido la tradición funeraria de los antiguos egipcios durante cientos, sino miles, de años? ¿Por qué de repente el rey requirió una escalera (una gran pirámide escalonada) sobre la cual ascender a los dioses? ¿Por qué el rey quiso escalar una pirámide de lados suaves que supuestamente imitaba los rayos del sol para alcanzar el cielo cuando tal artilugio no había sido necesario antes de la llegada de las pirámides? Esta repentina necesidad de una estructura tan alta para ayudar al alma del rey a ascender al cielo es aun más incomprensible, puesto que el ba (una parte del alma) del rey tenía alas y podía volar realmente hacia el cielo por sí misma.



Algunos comentaristas han argüido que la pirámide era imponente a fin de reflejar la grandeza del faraón o incluso para satifacer su ego. Esto es algo improbable, ya que no se ha hallado ni una sola inscripción oficial con el nombre del rey dentro de las primeras enormes pirámides, ni una. Tampoco se han encontrado estatuas de ningún rey dentro de las pirámides. Sería razonable esperar que, de haber sido construidas para satisfacer la vanidad de los reyes, encontrásemos sus nombres escritos por todas partes junto con una preponderante presencia de grandes estatuas con la efigie del faraón, pero no es así. En lo que se refiere al ego, estos monumentos permanecen frustrantemente silenciosos.



Otros comentaristas han sugerido que la pirámide evolucionó de la mastaba para proporcionar una mayor seguridad frente a los ladrones. Pero dado que las pirámides fueron construidas por personas que sabían cortar, mover y apilar enormes bloques de piedra desde una cantera, no se le habría escapado al faraón que esas mismas personas podrían hacer el proceso inverso. Ciertamente, las pirámides —si fueron verdaderamente tumbas de reyes— habrían tenido guardianes y un culto sacerdotal que las protegiese del saqueo, pero con frecuencia esa misma gente era la que más temía el faraón.



Dada la importancia en la antigua religión egipcia de preservar los restos del rey de profanadores y ladrones de tumbas, construir una tumba del tamaño de una gigantesca pirámide solo habría servido para hacer de baliza a muchos kilómetros a la redonda, exponiendo la precisa localización de la tumba. Esta situación parece de lo más desconcertante puesto que sabemos que Khufu entendía el principio básico para proteger una tumba de forma segura y permanente: basta no señalar la localización de la tumba. Esto es lo que hizo al enterrar a su propia madre, Hetepheres I, en una tumba de pozo no marcada de unos 30 metros de profundidad. Esta tumba sólo pudo ser descubierta a causa de un accidente fortuito en 1925, habiendo estado oculta durante casi 4.500 años. Esto aviva la pregunta de que si Khufu conocía los medios para asegurar una tumba permanente con el uso de una tumba de pozo no señalada, ¿por qué entonces construyó para él mismo la tumba más visible que el mundo había visto?
 

2) La forma de las pirámides


Sin excepción, la superestructura de las tumbas de mastaba en el antiguo Egipto fue siempre de forma rectagular, una tradición que se remontaba a los tiempos más remotos de Egipto. Curiosamente, empero, casi sin excepción las pirámides del antiguo Egipto eran cuadradas. Sólo hay dos excepciones: la pirámide de Menkaure, que es ligeramente rectangular, así como la pirámide escalonada de Djoser en Saqqara. No obstante, sabemos que la pirámide escalonada se construyó inicialmente como un cuadrado y que luego fue rectificada.



Pirámide de Djoser en Saqqara
¿Por qué los antiguos egipcios abandonaron súbitamente la tradición de tumbas de estructura rectangular —mastabas— en favor de superestructuras cuadradas —pirámides— y por qué luego volvieron a construir mastabas rectangulares para sus enterramientos? ¿Es quizás porque el rectángulo expresaba mejor el antiguo concepto egipcio de dualidad (dos cuadrados forman un rectángulo), que a su vez se asocia con el ciclo de la muerte y el renacimiento? En suma, la forma de la pirámide contradice la antigua tradición egipcia de enterramiento rectangular. Esto sugiere que, si la forma se deriva de la función, entonces la forma de la pirámide cumplía una función diferente de la que tenía la mastaba. 


3) Pirámides provinciales y cenotafios


Las llamadas “pirámides provinciales” son un conjunto de siete pequeñas pirámides escalonadas situadas a lo largo de la orilla del Nilo, en la mayor parte de su longitud. Estas pequeñas pirámides no tienen cámaras interiores ni exteriores de ningún tipo, ni poseen estructuras anexas como capillas, templos o calzadas. Las pirámides provinciales representan un completo misterio para los egiptólogos, pero si una cosa es totalmente cierta —y los egiptólogos lo admiten— es que no fueron construidas para la función funeraria. Similares a estas pirámides tenemos las pirámides que los egiptólogos opinan que no fueron erigidas como tumbas reales, sino como cenotafios o “falsas tumbas”. Estos cenotafios se muestran idénticos en cualquier aspecto a las otras pirámides que los egiptólogos sí califican de tumbas, excepto por el hecho de no se destinaron a enterramiento, sino que se construyeron como meras tumbas simbólicas.  Al igual que en las otras pirámides que los egiptólogos consideran tumbas, en ninguna falsa tumba se ha encontrado nunca un cuerpo de faraón o un ajuar funerario. 


4) Múltiples Pirámides


En relación con el tema de los cenotafios, tenemos las pirámides construidas por Sneferu, cuatro en total (incluyendo la pequeña pirámide provincial en Seila). ¿Por qué un rey precisaría de cuatro pirámides, tres de las cuales eran auténticamente colosales? La visión convencional asume que Sneferu deseaba construir una “verdadera pirámide”, esto es, una pirámide de lados inclinados en contraste con las anteriores pirámides escalonadas. Esta suposición se basa en el simple hecho de que Sneferu no realizó más pirámides después de la primera pirámide verdadera, la Pirámide Roja de Dashur. Pero nunca sabremos si Sneferu hubiera seguido construyendo pirámides puesto que murió poco después de completarse la Pirámide Roja.



Pirámide Roja de Sneferu, en Dashur
Y luego está el hecho de que el primer fracaso de Sneferu, la pirámide de Meidum, fue luego convertida en una auténtica pirámide. Por tanto, ¿por qué necesitó la Pirámide Roja, cuando pudo haber completado la pirámide de Meidum como una verdadera pirámide desde el principio? De hecho, después de la pirámide de Meidum, Sneferu abordó un segundo fracaso conocido como la Pirámide Inclinada. Después de construir dos tercios de la pirámide, se hizo evidente que su ángulo de inclinación era demasiado agudo y se tuvo que suavizar a fin de poderla completar con seguridad. Esto resultó en la famosa carena en la parte alta de la pirámide.



Pero he aquí la cuestión: si Sneferu hubiera deseado una verdadera pirámide desde el inicio, como insisten los egiptólogos, entonces la Pirámide Inclinada no iba a satisfacer sus deseos. ¿Por qué entonces continuar esta pirámide imperfecta e indeseable, más allá de su fracaso? Sneferu simplemente pudo haber parado la construcción, desmontado la pirámide y utilizado la piedra para arrancar un nuevo intento de pirámide perfecta (suponiendo que ese fuera su propósito), y pudo haber actuado así en la seguridad de que ya tenía una pirámide-tumba en Meidum, en el caso de que muriese prematuramente y no pudiese completar su misión.



Que Sneferu acabase la Pirámide Inclinada más allá de su punto de fracaso sugiere que la construcción de una verdadera pirámide no era probablemente su único objetivo, sino que también deseaba erigir tantas pirámides como fuera posible durante su vida, aunque unas fueran mejores que otras. Todo ello plantea la pregunta obvia: ¿por qué un rey del Antiguo Egipto necesitaba tres o cuatro pirámides? Si asumimos que una de esas estructuras estaba destinada a ser su tumba, ¿por qué el faraón requeriría dos o tres tumbas de reserva? ¿Hay algo más fundamental que no estamos comprendiendo sobre la naturaleza y función de estas estructuras, dado que tantas pirámides fueron construidas por un solo rey egipcio? 
 

5) Cámaras anónimas y sarcófagos sin nombre


Según la egiptología académica, relativamente pocas mastabas (o los sarcófagos allí contenidos) del Imperio Antiguo estaban decoradas o inscritas. Si bien esta observación es cierta en general, no parece haber sido el caso de la familia de Khufu, donde encontramos inscripciones en los sarcófagos y mastabas de varios de sus hijos. Esto plantea una interesante cuestión: ¿por qué la pirámide-tumba de Khufu está exenta de tales inscripciones oficiales 

cuando está claro que era “tradición familiar” poner el nombre del fallecido en la tumba o sobre el sarcófago?



El hijo mayor de Khufu, Kawab, murió bastante joven y ciertamente antes de Khufu. Encontramos que tanto su tumba como su mastaba están inscritas. He aquí una inscripción sobre su sarcófago:



“…sacerdote de Selket, Kawab… el hijo del rey de su cuerpo, Kawab… el hijo mayor del rey, oficiante de Anubis, Kawab.”


Sarcófago de Kawab, hijo de Khufu

Del mismo modo, el sarcófago de la hija de Khufu, Meresankh II, también incluye inscripciones con su nombre:


"La hija del rey de su cuerpo, Meresankh"



Igualmente, en el sarcófago y en cuatro nichos de la mastaba de Minkhaf I, otro hijo de Khufu, hallamos inscripciones que incluyen su nombre y títulos. Vemos aquí claramente un patrón de ritos funerarios en los hijos de Khufu, uno de los cuales al menos murió antes que el propio Khufu. Parece que era costumbre en aquella época realizar inscripciones jeroglíficas —que incluían el nombre y título del fallecido— dentro de la mastaba y sobre el propio sarcófago. A la luz de esa evidencia, parece algo peculiar que no se haya encontrado ni una sola inscripción oficial de los fallecidos (nombres o títulos) en las grandes pirámides de ese tiempo, incluyendo la de Khufu.



Los antiguos egipcios creían que el alma de una persona estaba compuesta de nueve aspectos o componentes diferentes. Si bien todos los aspectos del alma era importantes e interactuaban entre ellos, los más destacados eran el ka (la fuerza vital), el ba (la personalidad del individuo) y el ren (el nombre del individuo). Dado que la vida en el más allá en este periodo de la historia egipcia estaba reservada sólo para el rey y que conocemos la relación simbólica entre el ba y el ren, de algún modo parece extraño que —a diferencia de algunas mastabas de aquel tiempo (incluyendo las de los hijos de Khufu, como ya se ha mencionado antes)— no encontremos inscripciones jeroglíficas oficiales de los nombres de los faraones reinantes o sus títulos en ninguna de las primeras enormes pirámides que supuestamente fueron construidas como tumbas eternas para esos faraones.



Mientras que el ka siempre permanecía con el cuerpo del fallecido en la tumba, se creía que el ba volaba lejos cada día y retornaba a la tumba cada noche, siempre que, naturalmente, pudiera encontrar su correcta tumba y momia. Si el ba no conseguía volver al rey fallecido por cualquier razón, entonces su alma sería condenada al eterno olvido y su dichoso más allá acabaría. Para ayudar al ba a encontrar la tumba/momia correcta, y en consonancia con el antiguo axioma egipcio “vive aquel cuyo nombre es dicho”, el nombre del muerto se había de escribir sobre las paredes de su tumba y/o sobre el sarcófago, lo que daba al nombre permanencia, lo convertía en palabras vivientes. De hecho, se creía que borrar el nombre de una persona, incluso el del rey, condenaría al alma del fallecido al eterno olvido.



Así pues, en completa ausencia de tales “identificadores” inscritos en las cámaras funerarias de esas pirámides para ayudar al ba del faraón a localizar su tumba y momia, es razonable preguntarnos si las primeras grandes pirámides pudieron haber servido de tumbas eficaces para los reyes de aquel periodo o bien si podrían haber sido ideadas y construidas para cumplir otra función.
 

6) Plan unificado predeterminado


El saber convencional afirma que cada pirámide del antiguo Egipto fue diseñada como una entidad singular; un complejo funerario real que tenía poca consideración por lo que había antes y por lo que vendría después. O sea, no había ningún gran plan preconcebido y unificado para ninguna de las principales pirámides. De admitir que tal cosa existió, supondría un considerable golpe para la teoría de la pirámide-tumba y por tanto se entiende perfectamente por qué la Egiptología se resiste a estos conceptos. Sin embargo, la prueba de que hubo planificación preconcebida y unificada de las pirámides es muy convincente. Las tres grandes pirámides de Guiza son un ejemplo de esto. Se puede demostrar que las proporciones relativas de estas pirámides provienen de la posición de las estrellas del cinturón de Orión; puede observarse tal disposición en:






Alineaciones de las grandes pirámides, según S. Creighton

Lo que resulta significativo sobre el método de diseño de las principales pirámides de Guiza es que requiere que la menor de ellas (la atribuida a Menkaure, también denominada G3) fuera diseñada en primer lugar de modo que pudieran determinarse las proporciones de las otras dos pirámides. En otras palabras, el diseño es inverso a la construcción y por tanto constituye un diseño unificado y preconcebido que incluye los dos conjuntos de pequeñas pirámides satélites conocidas como las pirámides de las reinas.



El hecho de que las proporciones relativas de las pirámides de Guiza se deriven del sistema de estrellas de Orión ha sido calificado por algunos de “mera coincidencia”. Esto es altamente improbable. La constelación de Orión, que los egipcios conocían con el nombre de Sah, era la personificación estelar del dios Osiris, dios del renacimiento y regeneración. En 1994, Robert Bauval, en su libro “El misterio de Orión” demostró que las pirámides de Guiza presentan en su disposición una correlación casi perfecta con las estrellas del cinturón de Orión. Las probabilidades de que tal coincidencia ocurra por azar son de 280 trillones contra una.


Aceptando este plan preconcebido, es razonable asumir que su creación pudo haber sido plasmada muy rápidamente, en un día incluso, tal vez dibujado sobre una hoja de papiro. Dado que los antiguos faraones egipcios no planificaban las tumbas de sus hijos o nietos y ciertamente tampoco las pirámides de las reinas de sus hijos o nietos, ello supone un notable obstáculo a la visión convencional de que estas estructuras fueron construidas como tumbas. Y puesto que este plan requería alrededor de 80 años para implementarse, si hubiesen sido ideadas como tumbas, ¿de qué forma el creador de ese plan unificado y preconcebido podría saber que en 80 años Menkaure sólo precisaría de tres pirámides de reinas? ¿Cómo podría saber que Khafre no necesitaría ninguna pirámide de reina a pesar de que tuvo cinco esposas conocidas? La simple verdad de este asunto es que el creador del plan unificado y preconcebido de Guiza no pudo haber conocido el futuro y no pudo haber diseñado esas pirámides como tumbas de reyes y reinas. Así pues, las estructuras tuvieron que haber servido a otra finalidad. 
 

7) Seguridad de la pirámide


En el interior de la gran pirámide de Khufu observamos una serie de hechos curiosos que nos permiten cuestionar hasta qué punto habría sido segura tal estructura a la hora de desviar la atención no deseada. Como ya se ha mencionado, el puro tamaño físico de las primeras pirámides habría atraído la atención de personas mezquinas en kilómetros a la redonda. Cuando estos indeseables llegasen hasta la misma pirámide, parece que los arquitectos, lejos de hacer imposible su profanación, diseñaran la estructura de tal manera que pudiese ser asaltada, cosa que no aprobaría precisamente un rey deseoso de alcanzar el más allá entre los dioses.



a) Los “corredores de prueba”



Ligeramente al este de la Gran Pirámide de Guiza existe una serie de corredores excavados en la roca que se adentran bajo el suelo. La disposición de estos corredores de prueba replica casi exactamente (a pequeña escala) la disposición interna del sistema de los corredores interiores de la Gran Pirámide en el terreno, incluyendo el corredor ascendente. En efecto, los corredores de prueba sirvieron de plano del interior de la Gran Pirámide, mostrando el acceso a las más importantes cámaras superiores.



b) El corredor descendente



La entrada original a la Gran Pirámide era a través de un bloque de piedra en un lado de la pirámide, que al pivotar abriría paso al largo corredor descendente, sin bloquear. Para cualquiera que entrase, este estrecho pasadizo le llevaría directamente a la cámara subterránea. A mitad de camino se encuentra la intersección que conduce al corredor ascendente y seguidamente a la Gran Galería, la Antecámara y luego la Cámara del Rey. Hemos de preguntarnos por qué razón este corredor descendente debía estar desbloqueado. Cuando consideramos que Khufu rellenó el pozo de la tumba subterránea de su madre con roca y cemento, ¿por qué no se hizo esto con la tumba del faraón?  Es simplemente inconcebible que Khufu hubiera permitido un acceso tan fácil.



c) El corredor ascendente, los tapones de granito y la piedra prismática



La entrada al corredor ascendente estuvo bloqueada por una piedra conocida como la “piedra prismática” (ahora ya desaparecida). Dado el peso estimado de tal piedra, la manipulación de ésta dentro de los estrechos confines del sistema de corredores hubiera sido virtualmente imposible.  Esto ha llevado a algunos a argumentar que esta piedra tuvo que ser colocada durante la construcción de la pirámide, al igual que el bloque a la entrada del corredor descendente. Se ha calculado que la apertura habría tenido unos 45 cm., haciendo así extremadamente difícil el paso de ninguna momia ni cortejo funerario hacia las cámaras superiores.



También se cree que la piedra prismática fue colocada allí para camuflar los bloques de granito que aparentemente fueron deslizados en el corredor ascendente (desde su supuesta ubicación en la Gran Galería) después de que el cortejo funerario hubiese salido a duras penas a través de la piedra prismática. Tenemos que preguntarnos ahora por qué los constructores de la gran pirámide simplemente no cerraron el pasaje ascendente con grandes bloques de caliza, haciéndolas así menos visibles en un entorno de piedra caliza. Sobre este asunto, uno de los primeros exploradores de la pirámide, Piazzi Smyth escribe:



“Aquí, por tanto, en una específica intención de situar algo oculto, había una señal secreta en el pavimento de la entrada-pasadizo, sólo apreciable para un ojo atento.”



¿Por qué los constructores crearían tal “señal secreta” para indicar la entrada al corredor ascendente? ¿Para qué dejarían tales pistas que ayudaban al descubrimiento del sistema de corredores? Como tumba de Khufu, resulta inconcebible que estas pistas se hubiesen dispuesto allí.




d) Los tapones de granito



Bloqueando el acceso inferior al corredor ascendente hay tres tapones de granito, con un peso estimado de 5 toneladas. La opinión tradicional afirma que estos bloques habrían estado guardados en la Gran Galería y luego desplazados hacia el corredor ascendente después de que el cuerpo de Khufu hubiera sido depositado en la Cámara del Rey. Los obreros que liberaron el mecanismo tenían que haber ganado una salida a través de algún tipo de pasadizo secreto (actualmente se cree que sería el llamado “canal del pozo”) que llevaría de la Gran Galería al corredor descendente. Desde luego, tal acceso supera e inutiliza los tapones de granito que se supone que aseguraban la tumba. Como ya se ha mencionado, la entrada a la pirámide se pudo haber protegido simplemente bloqueando el corredor descendente con rocas y mortero de la misma manera en que Khufu selló la tumba de su madre en Guiza.



En palabras del Dr. Philip Femano[1]:



“…no resulta claro por qué los constructores simplemente no sellaron la pirámide en su entrada principal en la cara norte, deslizando tapones desde fuera de la pirámide en el segmento inicial del corredor descendente, coronando los tapones con una piedra de revestimiento y disuadiendo a cualquiera de entrar en la pirámide ya desde el primer acceso.”



e) La Antecámara y el rastrillo



Mecanismo de rastrillo en la antecámara
Habiendo descubierto el sistema superior de corredores (si no por otros medios, ciertamente sí por las pistas dejadas por los constructores), la labor de los intrusos se centraría pues en los bloques de granito que bloqueaban el corredor, suponiendo que no hubiesen descubierto la salida secreta usada por los obreros. Aun siendo difícil, no hubiese un problema irresoluble para unas personas que podían manejar bloques de entre 5 y 70 toneladas y luego colocarlos en su lugar para construir una pirámide. Si podían hacer esto, es razonable pensar que podían realizar el proceso inverso.



Una vez en la Gran Galería, la única “medida de seguridad” que protegía la Cámara del Rey eran tres bloques de granito dispuestos a modo de rastrillo en la Antecámara. Pero, una vez más, como si prestaran ayuda a los intrusos, estas losas hubieran ofrecido poca resistencia dado que los constructores habían dejado en el lugar un cuarto bloque de granito conocido como la “hoja de granito”. Esta piedra podía haber sido empleada fácilmente como contrapeso para elevar cada una de las tres losas de rastrillo, permitiendo el libre acceso a la Cámara del Rey. Con la eliminación de esta hoja de granito se hubiese hecho muy difícil (aunque no imposible) para cualquier intruso elevar las losas de rastrillo. Y sin embargo, el contrapeso estaba allí, y hemos de preguntarnos el porqué.




En suma, tenemos un mapa del sistema de corredores interiores de la gran pirámide en el exterior de la pirámide. Tenemos un fácil acceso al corredor descendente, que nunca fue bloqueado. Tenemos el empalme al pasaje ascendente marcado en el suelo del corredor descendente. Y tenemos una hoja de granito que facilita la elevación de las losas de rastrillo que eran la barrera final a la Cámara del Rey. Visto todo esto, uno debe concluir que la Gran Pirámide y su “cámara funeraria”, aunque era razonablemente segura, en modo alguno era tan estrictamente segura como los constructores podían haberla hecho. 


8) Enterramientos intrusivos


Los enterramientos intrusivos tuvieron una larga tradición en el antiguo Egipto. Dos de estos enterramientos se descubrieron en Guiza, en la pirámide de Menkaure y en la pirámide de una de sus reinas. Cabe preguntarse: ¿Por qué se permitían tales enterramientos? Los enterramientos intrusivos implicaban que el enterramiento original era retirado para permitir el nuevo enterramiento.



Si bien estos dos actos podían haber estado separados por un largo periodo de tiempo, sin ninguna relación entre ambos, fue costumbre en el antiguo Egipto colocar una estatua del ka dentro de la tumba para hacer las funciones de la momia real en caso de que el cuerpo del Rey fuese profanado o destruido por saquadores. De este modo, el más allá del faraón entre los dioses estaría asegurado. Esta creencia religiosa, y el hecho de que no se encontró ningún enterramiento original —y que tampoco hubo problema por parte de nadie en utilizar la pirámide como tumba mucho más tarde— nos hace pensar que estas pirámides nuna fueron usadas realmente como tumbas en primera instancia. 


9) Reinas, barcos y conductos para el alma


Puesto que el más allá en el Egipto dinástico inicial estaba reservado sólo al faraón y que la pirámide era su “instrumento de ascensión”, ¿por qué motivo se iban a construir pirámides para las reinas de Khufu? Como instrumentos o “máquinas” de transfiguración del alma en un Akh, las reinas no necesitarían tales construcciones, ya que ellas no tenían acceso al otro mundo. La misma cuestión se puede plantear sobre los fosos para los barcos que rodean algunas de la pirámides de reinas en Guiza. El faraón podría viajar a través del Duat (inframundo) con un barco solar para alcanzar el más allá, pero no tendría sentido esto mismo para las reinas. 



¿Y qué decir de los llamados “conductos del alma” de la Gran Pirámide? Si el alma del rey iba a atravesar esos conductos para situar su destino estelar y luego proyectarse en la dirección correcta hacia el cielo estrellado, entonces, ¿para qué iba a necesitar varios barcos desmontados, enterrados al pie de la pirámide? ¿Hay que suponer que el alma del faraón descendería del cielo, tras haber sido proyectada desde los conductos de la pirámide, para embarcar en el barco solar y navegar de vuelta a los cielos? Estas ideas académicas, de algún modo inconsistentes y con propósitos contradictorios, precisan sin duda de una explicación más coherente. 


10) El sarcófago


Una de las pruebas clave que la Egiptología enarbola como indicador de que las primeras grandes pirámides fueron utilizadas como tumbas de los antiguos reyes egipcios es la caja de piedra encontrada dentro de la cámara interna de la pirámide; una caja que se asemeja notablemente a los sarcófagos encontrados en las mastabas conocidas de ese periodo. Si no eran sarcófagos, ¿qué otra explicación cultural podría haber para esas cajas de piedra?



Sin embargo, las apariencias pueden engañar. Sabemos, por las épocas tardías del antiguo Egipto, que durante el “Festival de Khoiak” los egipcios  celebraban la “Pasión de Osiris”, su nacimiento, muerte y resurrección. Como parte de este festival, la gente creaba “ladrillos de Osiris” y “lechos de Osiris”. Generalmente, se hacían vaciando bloques de piedra (a veces madera) con la forma del dios Osiris. En el espacio vaciado, ponían un poco de sedimento del Nilo, repartían algo de grano encima y finalmente añadían agua. Cuando el grano empezaba a brotar (en la forma de Osiris), esto se interpretaba como la resurrección de Osiris.




Los ladrillos y lechos de Osiris se enterraban luego en un pequeño montículo, símbolo del montículo primigenio de la Creación y también símbolo de la pirámide. Si, como los Textos de las Pirámides nos dicen: “...la pirámide es Osiris…”, esto es, el cuerpo de Osiris, entonces la colocación de un lecho de Osiris de tierra y grano simbolizaría el alma de Osiris, el ka o fuerza invisble que hace que brote el grano dentro del lecho. Pero si la caja de piedra de la Gran Pirámide representa el arquetipo del “lecho de Osiris” para el ka del alma de Osiris, entonces sería razonable esperar que se encontrase otro contenedor afín dentro del “cuerpo de Osiris”, esto es, las pirámides que contendrían el ba del alma. El ba equivale aproximadamente a la personalidad del individuo y el ba de Osiris era visto como un toro. Cuando Giovanni Belzoni entró por primera vez en la segunda pirámide de Guiza encontró tierra y huesos dentro de la caja pétrea. Cuando estos fueron enviados a Londres, se descubrió que en realidad eran huesos de toro, el ba de Osiris. Los lechos de Osiris se han encontrado en varias tumbas egipcias, destacando la de Tutankhamon. Simbolizaban el renacimiento de la vida y es posible que su uso se remontase a tiempos muy antiguos, antes incluso de la época de construcción de las pirámides.



También deberíamos destacar que una leyenda árabe nos dice que cuando el califa Al-Ma’mun y sus hombres alcanzaron las cámaras superiores de la Gran Pirámide, todo lo que hallaron dentro del contenedor de piedra fue una sustancia oscura, parecida a la brea. Esto es precisamente en lo que se convierte la tierra y el grano después de miles de años: una sustancia oscura similar a la brea.



Así pues, es un hecho que los antiguos egipcios vertían tierra y semillas en los contenedores de piedra (de varios tamaños), que luego enterraban en montículos. Aquí tenemos una explicación cultural de la cajas de piedra “vacías” de las pirámides, y de por qué ninguna de ellas estaba inscrita con los nombres de ningún faraón egipcio, como se podía haber esperado. En suma, los contenedores de piedra encontrados en las primeras grandes pirámides puede que de ningún modo fueran sarcófagos, sino más bien “lechos de Osiris”. 


Conclusión


Durante prácticamente 200 años, la Egiptología académica ha insistido en que las primeras grandes pirámides fueron concebidas y construidas como el lugar de eterno descanso del faraón y su instrumento de ascensión al más allá. Vistos los diez hechos expuestos, es extremadamente difícil reconciliarlos con las nociones simplistas y algo “románticas” de los egiptólogos. Sencillamente, hay demasiadas anomalías, demasiadas afrentas al sentido común, demasiados hechos que no encajan en el paradigma de la tumba. Esto no niega que las pirámides pudieran haber sido usadas como tumbas; desde luego, es posible. No obstante, no parece —según los hechos presentados— que pudieran haberse concebido y construido con tal intención en mente, al menos no en el inicio de la era de construcción de pirámides. Esas colosales pirámides parece que fueron erigidas con otro propósito —más grandioso— en mente.

© Scott Creighton 2012

Traducción: Xavier Bartlett



[Scott Creighton es un investigador alternativo británico, especialista en temas del Antiguo Egipto. Es co-autor (junto con Gary Osborn) del libro “The Giza Prophecy”. Su sitio web es: www.scottcreighton.co.uk]






[1] http://www.egyptological.com/2011/09/the-granite-plugs-of-the-greatpyramid-5415/comment-page-1#comment-965